jueves, 12 de septiembre de 2013

NUEVAS REVELACIONES SOBRE LA MUERTE DE ALLENDE La sombra del Chicho

Un libro acaba de revolver el avispero con la conclusión de que al ex presidente chileno lo mataron mientras defendía su gobierno. Pero otros autores dicen que fue un suicidio. Por Gustavo Veiga Que se suicidó con un fusil AK 47 que le regaló Fidel Castro, que lo hizo con un arma corta, que lo mataron de dos balazos en plena defensa del Palacio de La Moneda, que la Corte ratificó la primera hipótesis y cerró la investigación, que se aceptó un recurso en Casación para reabrir el caso este año. La muerte del presidente Salvador Allende tiene en Chile dos interpretaciones posibles aun cuarenta años después. ¿Qué sucedió aquel 11 de septiembre de 1973 cuando lo derrocaron? La respuesta se bifurca en varias direcciones. Un libro de la periodista y magíster de la Sorbona Maura Brescia acaba de revolver el avispero con la conclusión de que lo mataron mientras defendía a su gobierno. Pero otros autores, como el doctor en Filosofía Hermes Benítez, autor de Pensando a Allende, editado en febrero pasado, confía en la versión oficial, aunque con reservas. “El presidente Salvador Allende no se suicidó, murió combatiendo y nunca habló de rendirse”, sostiene Brescia. La autora de La verdad de su muerte. Mi carne es bronce para la historia, hace críticas a la versión aceptada oficialmente hasta ahora: “Se impone el deber de esclarecer la verdad sobre este hecho. Este trágico episodio se transformó en el caso más emblemático de la historia de Chile y en uno de los hechos más trascendentales del período contemporáneo. La legitimidad de la muerte de Salvador Allende no es patrimonio de quienes, por interés o temor, han certificado su suicidio”. A diferencia de Brescia, el investigador Benítez, quien se exilió en Canadá tras el golpe del ’73, da crédito a los testimonios de varios testigos que presenciaron el ataque a La Moneda desde su interior. Después de mencionar en su libro a Miria Contreras, La Payita, una estrecha colaboradora del presidente, y los médicos que asistían a Allende, José Quiroga y Patricio Guijón, sostiene de estos últimos que “vieron, efectivamente, cuando él debió dispararse”. Y sitúa el hecho en el pasillo que da a la puerta de la calle Morandé 80, por donde se ingresa aún hoy a La Moneda. En 2011, citado por dpa y ANSA, Guijón declaró: “Vi cuando se le volaron la cabeza, los huesos y la masa encefálica. Estaba sentado en un sillón apoyado en la pared que mira hacia la calle; había un ventanal grande y tenía la metralleta entre las manos y vi la explosión del cráneo”. Otro médico, Luis Ravanal, quien no fue testigo de los hechos, pero como forense integró el Servicio Médico Legal de Chile (SML), en 2008 elaboró un informe basado en la autopsia original efectuada a Allende en el Hospital Militar: “En ella se estableció que había dos impactos de bala incompatibles con un disparo suicida”. Así desmintió el testimonio de Guijón. A pesar de contradecir la teoría del magnicidio, Benítez cuestiona una parte de la versión oficial que habla del arma utilizada por el presidente socialista para suicidarse. Sobre este hecho polemizó públicamente con el destacado periodista chileno Camilo Taufic, fallecido en 2012. El autor de Pensando a Allende dice: “Por medio de la hipótesis que presento y argumento en mi libro sostengo que el presidente, aunque se quitó la vida, como lo afirma la totalidad de los sobrevivientes del combate de La Moneda, no lo hizo con su fusil AK, sino con un arma corta que debió haberse encontrado a su alcance aquella tarde”. Esta disquisición sería como la polémica dentro de la polémica. La discusión sobre cómo aconteció la muerte y qué tipo de arma se utilizó para provocarla, en Chile levanta críticas desde hace tres décadas. Uno de los protagonistas del 11 de septiembre del ’73, Carlos Jorquera, el secretario de Prensa de Allende, sostiene: “Y quienes se interesan por saber si Chicho se mató o lo mataron, simplemente no pueden entender lo que pasó en La Moneda” (del libro de su autoría, Chicho Allende, editado en 1990). Brescia, en la investigación para su libro, aportó declaraciones de oficiales y soldados de los tres regimientos que ingresaron a la Casa de Gobierno aquella tarde de hace cuarenta años. La información que descubrió incluye estudios médico-legales y balísticos. En el capítulo cuarto de La verdad de su muerte. Mi carne es bronce para la historia, la periodista cuenta: “Alfa Uno era el plan del cerco, ataque y toma del Palacio de La Moneda, con el propósito de hacer prisionero a Salvador Allende y preparar después su suicidio en condiciones parecidas a la autoeliminación de un antiguo presidente chileno, José Manuel Balmaceda, en 1891”. Más adelante agrega: “Durante media hora los escenificadores buscan una forma creíble de suicidio para un cadáver ametrallado. Se acuerda destrozarle la cabeza con balas de subametralladora, cambiar algunas piezas de su ropa y poner el cadáver en otro sitio más adecuado, ya que el Salón Rojo, lugar original de su muerte, está destruido y en llamas, al igual que el despacho de trabajo del presidente”. Otros detalles de su libro son escalofriantes: “Los hombres del Servicio de Inteligencia del Ejército eligen el Salón Independencia, un lugar privado, de descanso y recepción de visitas, hasta donde arrastran el cuerpo sin vida de Allende. Sacan del cadáver los pantalones color marengo, que están perforados y ensangrentados a la altura del vientre. Le ponen pantalones de color azul, tomados de uno de los tantos cadáveres que hay dentro de La Moneda”. Brescia concluye que todos los peritos que revisaron el cadáver de Allende coinciden en que, como mínimo, dos proyectiles le causaron la muerte. Basada en su libro, la Corte de Apelaciones chilena aceptó un recurso de Casación presentado por los abogados Roberto Celedón y Matías Coll, y lo elevó a la Corte Suprema, que deberá resolver si ratifica la tesis oficial o considera que el presidente resistió hasta que lo mataron. En diciembre de 2012, el juez Mario Carroza había cerrado la investigación. Ahora el caso se reabrió. gveiga12@gmail.com

EL PRESIDENTE CHILENO HABIA VOTADO POR EL NO EN EL PLEBISCITO DE 1988 Piñera pide reconciliación

Tras encabezar una ceremonia ecuménica en el Palacio de La Moneda, el presidente Sebastián Piñera realizó un nuevo balance de lo ocurrido antes y después del golpe militar de 1973. La fecha divide a la derecha chilena. Por Christian Palma Desde Santiago Ya lo había hecho en varias ocasiones, pero ayer era 11 de septiembre y había que repetir el discurso por si quedaban dudas. Tras encabezar una ceremonia ecuménica en el Palacio de La Moneda, el presidente Sebastián Piñera realizó un nuevo balance de lo ocurrido antes y después del golpe militar de 1973. En su discurso aseguró que ya es la hora de la reconciliación de los chilenos. “No tenemos derecho como generación a traspasar a nuestros hijos y nietos los mismos odios que dividieron y tanto dolor causaron a las generaciones que nos antecedieron... El mejor legado no es traspasarles esos odios y querellas, sino un país reconciliado y en paz”, sostuvo. En esa línea, aseguró que “la inmensa mayoría de los chilenos siente que llegó el tiempo no de olvidar, pero sí de superar los traumas del pasado... Vamos a tener que seguir avanzando por los caminos de la verdad y de la justicia. Toda reconciliación se construye no sobre roca, sino sobre arena”. En sus palabras, “existe el arrepentimiento, existe la voluntad de enmendar las conductas y existe también la voluntad de reparar el daño causado”. Lo que Piñera desestimó, por ejemplo, es la entrevista dada el martes por el ex director de la DINA Manuel Contreras –quien cumple una condena por más de 300 años por violaciones a los derechos humanos–, donde aseguró que Villa Grimaldi “nunca fue un centro de detención y tortura, sólo fue un cuartel como muchos que tenía el organismo de inteligencia del régimen militar y el Ejército”. Contreras defendió a rajatabla el golpe de Estado que terminó con el derrocamiento de Salvador Allende y una tradición democrática de años: “El pueblo de Chile estaba siendo sacrificado, las mujeres violadas... Se salvó a la patria de caer en una dictadura totalitaria marxista, se hizo un pronunciamiento militar”. Si bien Piñera tiene como activo el haber votado por el No en el plebiscito de 1988, lo que finalmente sacó a Pinochet del poder, varios de sus ministros fueron fieles colaboradores de la dictadura. Además, su principal apoyo son los partidos de derecha, el ultraconservador UDI y RN. En estas coaliciones, no cayó nada bien que el mandatario endilgara responsabilidades a los civiles que de manera cierta o por omisión no ayudaron a frenar las violaciones a los derechos humanos. Incluso habló de “cómplices pasivos”. “No podemos dejar que pequeñas pasiones o pequeñas diferencias impidan a nuestra generación, a quien nos toca la responsabilidad de vivir el presente, ser la generación que logra por fin hacer de Chile un país reconciliado y en paz”, añadió ayer en una elocución que puede también ser leída como una arenga de campaña para las elecciones de 2017. La fecha también sirvió para que Piñera hablara con la revista Time. En la publicación estadounidense, fue retratado como el primer presidente conservador en dirigir el país desde el término de la junta militar: “Fue una parte muy oscura de nuestra historia”, dijo. En relación con Salvador Allende, Sebastián Piñera afirmó que a pesar de que Allende fue elegido democráticamente, “mi opinión es que él empezó por no respetar los principios democráticos básicos... No tuvo ningún respeto por la ley. Esta fue una situación muy dramática para Chile, porque la gente del país no estaba de acuerdo con transformar a Chile en un modelo de socialismo marxista como el de Cuba”, sentenció. Planteó que “esta situación empezó a convertirse en algo controvertido y muy violento, y al mismo tiempo comenzaron a establecerse grupos armados... Muchas personas llegaron desde Cuba y de otros países de América latina. La situación se tornó muy controvertida y muy violenta por ambos lados. No había diálogo”. Según Piñera, el golpe de Estado se veía venir inevitablemente. “Al final del día, no hubo una solución democrática, y mi impresión es que muchas de las personas pensaron que la única solución era un golpe militar. La mayoría pensaba que esto sería una situación breve y que la democracia se reanudaría al poco tiempo. El Ejército actuó no porque se volvieron locos un día. No fue algo repentino, no fue una sorpresa”, detalló. Desde La Moneda, el ministro del Interior, Andrés Chadwick, señaló que “quienes recuerdan la violencia del pasado, la violencia de ayer, no la pueden recordar con violencia hoy día. Ojalá ese mensaje pueda penetrar la conciencia. En tanto, un llamado a reflexionar y a condenar todo tipo de violencia política hicieron los diputados de RN Karla Rubilar y Pedro Browne, al finalizar el homenaje que la Cámara baja rindió a los parlamentarios detenidos desaparecidos tras el golpe. Dieron a entender que ellos, que nacieron después del 11 de septiembre de 1973, tienen una mirada distinta. Compartir: Twitter

A CUARENTA AÑOS DEL GOLPE QUE DERROCO A SALVADOR ALLENDE Y DIO INICIO A LA SANGRIENTA DICTADURA DE PINOCHET Chile renovó su compromiso con el Nunca Más

Los recuerdos del golpe invadieron la emblemática plaza 11 de Septiembre, el Museo de la Solidaridad de Salvador Allende, el Estadio Nacional y el Congreso, donde se mantuvo un minuto de silencio y se llamó a un Nunca Más. Por Mercedes López San Miguel Desde Santiago En el acto más simbólico de la conmemoración del 11 de septiembre, en el monumento erigido en honor a Salvador Allende en la Plaza de la Constitución, una valla separaba a las personas convocadas por agrupaciones de familiares de detenidos y desaparecidos y partidos de izquierda de los carabineros en guardia. Una señora se quejó. “¿Por qué cierran el lugar?”, dijo ante la mirada indolente de un uniformado. “¡Esta es una seudodemocracia!”, insistió. La presencia de las botas se tornó vívida en una fecha tan emotiva como los cuarenta años del golpe encabezado por Augusto Pinochet que terminó con el presidente socialista muerto en el interior del palacio presidencial. Allende pronunció sus últimas palabras desde la cuarta ventana de La Moneda, que se podía ver a corta distancia del monumento. Tanto en la emblemática plaza como en el Museo de la Solidaridad de Salvador Allende, como en el Congreso, donde se mantuvo un minuto de silencio y se llamó a un Nunca Más, como en el Estadio Nacional –ex campo de concentración–, una misma idea sobrevolaba esta jornada de recogimiento, que fue revelada por la encuesta del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea: una mayoría de chilenos –75 por ciento– estima que se mantienen las huellas dejadas por el régimen militar. El director de la consultora, Carlos Huneeus, analizó los motivos de tal afirmación. “El régimen de Pinochet está en el sistema político binominal, en la debilidad de los sindicatos, en el modelo económico neoliberal que no fue modificado por los gobiernos de la Concertación y que resultó más agresivo con el gobierno de Sebastián Piñera”. Pedro Felipe Ramírez, ex ministro de Minería del gobierno de Allende, estuvo participando de la conmemoración. Ex preso en la Isla Dawson y otros centros de tortura, estuvo exiliado y hoy milita en Izquierda Ciudadana, un partido que apoya a la candidata Michelle Bachelet, de la Nueva Mayoría, favorita para los comicios de noviembre. “Chile llegó a ser el país más desigual del mundo. Yo espero que podamos implementar un modelo distinto, donde el Estado intervenga en la economía, que dirija el proceso económico. Hay que llevar adelante transformaciones sociales que apunten a un país más igualitario. En el campo de la educación, en el campo de las clases laborales”, dijo Felipe Ramírez y fustigó la Constitución del ’80. “Establece trampas que favorecen a la derecha, como el sistema electoral binominal, que perjudica a los partidos más chicos. Para muchos cambios constitucionales se requiere dos tercios del Congreso. Y la Carta Magna no le permite al Estado constituir ninguna empresa.” Al cumplirse cuarenta años del golpe de Pinochet, el presidente conservador Piñera opinó que el quiebre de la democracia fue responsabilidad muy especialmente “de quienes no respetaron el estado de derecho”, entre los cuales, a su juicio, estuvo el propio líder socialista (ver aparte). Pero en Chile hay síntomas de una voluntad colectiva de recuperar los ideales de Allende. La juventud muestra su rebeldía en las calles, reclamando una enseñanza gratuita –lo hicieron los estudiantes secundarios durante el gobierno de Bachelet y el movimiento creció y se expandió a las universidades en el gobierno de Piñera–. Los estudiantes están endeudados antes de empezar a trabajar y no se quieren ver en el espejo de una sociedad en donde la riqueza se concentra en unas pocas manos. Jóvenes que no vivieron la etapa dramática que hoy se rememora, pero que aspiran a superarla a partir de un Nunca Más. “Lo que vivimos en la actualidad es efecto del golpe de Estado. Hay gente que dice: ‘Pucha, pasó hace tanto que para qué recordar’, pero nunca se puede olvidar”, dijo la estudiante de psicología Catalina Díaz, con la mirada dirigida al palacio presidencial. Es que la huella que dejó la dictadura se pone de manifiesto en las repudiables declaraciones de Manuel Contreras, ex jefe de la policía secreta DINA. Según el condenado más de cien veces por delitos de lesa humanidad y preso de por vida, “los detenidos desaparecidos están todos en el Cementerio General”, declaró con gesto adusto a CNN Chile en la víspera del aniversario, negando así que haya habido vuelos de la muerte o enterramientos clandestinos. Las cifras oficiales hablan por sí solas: el número de personas desaparecidas o asesinadas entre 1973 y 1990 superó las 3000 y cerca de 40.000 personas sobrevivieron al encarcelamiento por motivos políticos o la tortura. Una mujer que participó del acto dijo no poder creer en las declaraciones del otrora hombre temido de la dictadura, Contreras. “La Justicia lo declaró culpable y él sigue negando la tortura y la desaparición de personas. A mí me allanaron mi hogar por pensar distinto. Tenía 22 años y me afectó mucho, salí de la juventud de un día para el otro”, dijo la profesora Silvia Garrido y colocó un lienzo en la estatua de Allende. Las tropelías de los que usurparon el poder fueron múltiples, y medios impresos, hoy vigentes, como El Mercurio y La Tercera actuaron como cómplices del relato de los represores. El informe Valech reconoció que varios medios apoyaron activamente la dictadura. Citó un editorial de El Mercurio titulado “La dura batalla de Chile”, del 5 de octubre de 1973, en donde se lee: “Los allanamientos militares y operativos policiales no se están efectuando sin motivo. Muy por el contrario, los continuos hallazgos de arsenales y demás elementos destinados a una larga lucha de guerrillas demuestran que para todos los fines jurídicos y de seguridad pública el país se encuentra en estado de guerra”. En su edición de ayer, el diario sólo cuenta con una página con tres artículos sobre el 11 de septiembre: una entrevista al ex ministro del Interior Enrique Krauss; el anticipo de la liturgia conmemorativa de Piñera y la visita de Bachelet a Villa Grimaldi, en donde estuvo detenida. mercelopez@pagina12.com.ar

UN PASO MAS CERCA DEL CONTROL DE LOS TRENES Los ramales que faltaban

El Gobierno traspasó la prestación de los servicios de pasajeros y la administración de las obras correspondientes a las líneas Mitre y Sarmiento a la Operadora Ferroviaria Sociedad del Estado (Sofse) y la Administración de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF), respectivamente. Las líneas ferroviarias eran operadas hasta hoy por la Unidad de Gestión Operativa (Ugoms), controlada por Metrovías y Ferrovías. La medida es similar a la tomada en otros ramales semanas atrás y no representa una reestatización. La decisión se oficializó mediante la resolución 1083/13 del Ministerio de Interior y Transporte, que aclara que las obras en curso de ejecución oportunamente asignadas a la Ugoms S.A., como las obras de inversión específica que se le hayan encomendado, continuarán siendo ejecutadas por el citado Operador Ferroviario. Los fondos necesarios para afrontar el pago de las obras en curso de ejecución -y que se detallan en el Anexo IV del Acuerdo de Operación celebrado con la Ugoms- y de inversión específicas asignadas, serán transferidos a la ADIF que deberá disponer la apertura de una cuenta especialmente afectada a tal fin. La Secretaría de Transporte notificará a la Ugoms y al Banco Nación, la extinción del contrato de Fideicomiso celebrado por ambas el 10 de agosto de 2012, ya que la entrada en vigencia de las nuevas normas tornan inconveniente su continuación. Asimismo, requerirá al Banco Nación la transferencia a la ADIF de los Bienes Fideicomitidos que existieran al momento de la extinción del citado Contrato de Fideicomiso. En una disposición similar, el pasado 21 de agosto, el Ejecutivo asignó a la Sofse la prestación de los servicios correspondientes a las líneas Roca, San Martín y Belgrano Sur. ¡'

MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA Para Miret, ni privilegios en la jubilación

La Sala Primera de la Cámara Federal de la Seguridad rechazó un planteo presentado por la defensa del excamarista destituido e investigado por presuntas violaciones a los derechos humanos, que había reclamado percibir el beneficio previsional especial al que acceden los magistrados cuando dejan el cargo. El exjuez federal mendocino Luis Francisco Miret había sido beneficiado en primera instancia por un fallo que había ordenado que se le reconociera una jubilación especial, a pesar de que en 2011 un jury de enjuiciamiento lo había destituido del cargo en un proceso similar al de su colega Otilio Roque Romano, quien antes de afrontar esa instancia huyó a Chile y fue extraditado la semana pasada. Miret reclamó la inconstitucionalidad del artículo 29 de la Ley de Jubilaciones y Pensiones, en lo que se refiere a que los jueces que sean destituidos no tendrán derecho a la jubilación especial, que -entre otros beneficios- concede automáticamente el 82 por ciento móvil. Los camaristas Lilia Maffei de Borghi, Bernabé Chirinos y Victoria Pérez Tognola establecieron que el amparo "resulta improcedente pues el tema a decidir requiere una mayor amplitud en el debate" y, en consecuencia, consideraron que "ésta no es la vía para hacer el reclamo". Miret tiene aún la posibilidad de insistir con su planteo ante la Corte Suprema.

El día en que todo cambió Por Ariel Dorfman *

Si estoy con vida, si cuarenta años más tarde puedo contar la historia del golpe del 11 de septiembre de 1973, es gracias a la ciega generosidad de mi amigo Claudio Jimeno. Lo recuerdo ahora tal como lo vi entonces, cuando me despedí de él sin saber que se trataba de una despedida final, sin saber que en poco tiempo él estaría muerto y yo iba a sobrevivir, ninguno de los dos anticipando que los militares lo matarían a él en vez de ensañarse conmigo. Nos conocimos en 1960, cuando los dos cursábamos el primer año de estudios en la Universidad de Chile. Incisivos sobresalientes y una mata de pelo negro erizado le habían merecido un apodo, Conejo, que luciría hasta el día de su muerte. Estaba de novio con Chabela Chadwick, una estudiante de química, y cuando yo comencé a salir con Angélica, mi futura mujer, los cuatro participábamos, junto a otros entusiastas condiscípulos, en un raudal de actividades: bailes y paseos a la playa y, sobre todo, sumándonos a manifestaciones de protesta. Porque lo que en última instancia más nos unía, más allá de compartir confidencias y esperanzas, era una feroz necesidad de batallar por la justicia social en un continente de extrema pobreza y desarrollo frustrado. Como millones de otros chilenos, Claudio y yo éramos fervientes seguidores del socialista Salvador Allende, que proclamaba –en una época en que la guerrilla se alzaba con furia en toda América latina– que era posible una revolución en nuestro país sin recurrir a la violencia, que podíamos crear una sociedad más justa y soberana por medios democráticos y pacíficos. Nuestros sueños se hicieron realidad cuando, diez años más tarde, Allende ganó las elecciones presidenciales de 1970. Los sueños y la realidad, sin embargo, no siempre van de la mano. Ya a mediados de 1973, el gobierno de Allende estaba asediado por sus enemigos internos y externos y la creciente amenaza de un pronunciamiento militar. De manera que cuando Fernando Flores, el secretario general de Gobierno del Presidente, me pidió que sirviera como su asesor de prensa y cultura, no tuve la menor duda. Una de mis responsabilidades más urgentes era que debía hacer guardia una vez, cada cuatro noches, en La Moneda, para que pudiera comunicarme con Allende en caso de alguna emergencia. Las otras noches se rotaban entre tres otros asesores, uno de los cuales era Claudio Jimeno. De manera que cuando me di cuenta de que me tocaba dormir en La Moneda la noche del lunes 10 de septiembre, nada más natural, entonces, que canjear ese turno con mi viejo amigo, pedirle si era posible hacerme cargo de su guardia del domingo 9 de septiembre. Me convenía ese domingo porque era la única ocasión que tenía para mostrarle a Rodrigo, mi hijo de seis años, la galería de retratos de los primeros mandatarios de Chile y para que experimentara, antes de que su madre viniera a buscarlo, ese momento mágico en que las luces del Palacio se prendían al crepúsculo. Claudio asintió sin la menor vacilación. En esos tiempos azarosos, pasar aunque fuera una hora extra con el hijo al que no teníamos la certeza de ver al día siguiente constituía un regalo insuperable. De hecho, me agradeció el trueque, ya que le permitía gozar de un domingo tranquilo con Chabela y sus dos hijos. Y entonces quiso la buena y la mala suerte que fuera Claudio Jimeno el que respondió el teléfono en la madrugada del 11 de septiembre de 1973, recibiendo la noticia de que el golpe, liderado por el general Augusto Pinochet, había comenzado. Y fue Claudio el que llamó a Allende y Claudio el que luchó a su lado en La Moneda y Claudio el que terminó siendo apresado y luego torturado y finalmente muerto, convirtiéndose en uno de los primeros chilenos desaparecidos. Mientras que yo desperté al lado del amor de mi vida, de Angélica, y traté de llegar a La Moneda y no pude lograrlo y heme aquí, cuarenta años más tarde, conmemorando a mi amigo y lo que se perdió y lo que se aprendió, y recordando, porque Claudio no lo puede hacer, cómo mantuvimos viva la esperanza en medio de la oscuridad. Heme aquí, todavía sin poder visitar la tumba de Claudio porque los militares que lo mataron todavía no revelan dónde echaron su cuerpo vejado. El destino de Claudio prefiguró el de su país. Nos aguardaban décadas de represión y pavor, de pesadumbre y combate. Aun cuando terminamos derrotando a la dictadura, nuestra democracia restaurada se vio severamente restringida. La siniestra Constitución de Pinochet, aprobada en un referéndum fraudulento en 1980, sigue siendo hasta el día de hoy la ley suprema de la república, obstaculizando tantas reformas imprescindibles que el país reclama. Si bien aquel 11 de septiembre de 1973 fue trágico para tantos chilenos, también tuvo consecuencias más allá de nuestras orillas remotas. El naufragio de la revolución chilena repercutió en forma significativa en Europa, donde llevó a una fundamental reorientación de la izquierda en varios países (notablemente España, Francia e Italia), la certeza de que no bastaba con una mayoría electoral exigua para llevar a cabo transformaciones sustanciales en la sociedad, sino que se necesitaba un consenso amplio y profundo. En los Estados Unidos, la intervención de la CIA en la caída de Allende fue uno de varios factores que condujeron a investigaciones del Congreso, estableciendo leyes limitando las intromisiones del Poder Ejecutivo norteamericano en los asuntos internos de otras repúblicas, abriendo una discusión que es en este momento más perentoria que nunca, en vista de que los presidentes norteamericanos siguen adjudicándose el derecho a inmiscuirse ilegalmente en cualquier rincón de la Tierra donde sus intereses podrían peligrar, es decir, matar y espiar en todo el mundo. El legado más crucial, sin embargo, del 11 de septiembre chileno fueron las estrategias económicas implementadas por Pinochet. Mi país se convirtió, en efecto, en un laboratorio para un salvaje experimento neoliberal, una tierra donde la avaricia desmedida, la extrema desnacionalización de los recursos públicos y la supresión de los derechos de los trabajadores fueron impuestas con virulencia a un pueblo desamparado. Muchas de estas políticas fueron adoptadas más tarde por Margaret Thatcher y Ronald Reagan (así como por líderes en el resto del globo), acarreando una disparidad escandalosa en la distribución del ingreso y la riqueza y, podría argüirse, creando condiciones para las últimas crisis financieras que han sacudido al planeta. Por cierto, este modelo chileno de un libre mercado exorbitante y sin frenos no ha perdido hoy su atractivo. La drástica y desastrosa privatización del sistema previsional sufrida en Chile es enaltecida por derechistas de todas las estampas como una “solución” al “problema” de las pensiones de los jubilados. Y recientemente, The Wall Street Journal, en un editorial, sugería que “ojalá los egipcios tuvieran la buena suerte de que sus nuevos generales reinantes resultaran ser como Augusto Pinochet de Chile”. Afortunadamente, Chile no exportó únicamente las peores experiencias surgidas de la asonada militar. También ha servido como un modelo de cómo un pueblo desarmado puede, a través de la no violencia y una ardua campaña de desobediencia civil, conquistar el miedo y liquidar a una dictadura. Los alentadores movimientos de resistencia y en favor de la democracia que han brotado en todos los continentes durante estos últimos años prueban que el futuro no tiene que ser despiadado, que el 11 de septiembre chileno no marcó el final de la búsqueda de libertad y justicia social por la que murió Claudio Jimeno, que tal vez su sacrificio no fue enteramente en vano. Y, sin embargo, no me puedo consolar. Cuarenta años más tarde todavía recuerdo su sonrisa de conejo cuando me dijo adiós en La Moneda aquella noche del 10 de septiembre de 1973. Al día siguiente, ese martes desbordante de terror en Santiago, muchas cosas cambiaron para siempre, cambios políticos y económicos que alteraron a Chile y, se podría aventurar, también al mundo. Pero cuando contemplamos el pasado, lo que necesitamos recordar es que finalmente la historia la hacen y padecen seres humanos reales, hombres y mujeres que quedan penosamente afectados. La historia consiste de muchos Claudios y muchos Jimenos de nuestra especie, uno más uno más uno. Esa es la historia irreparable, la que nos duele y conduele: no puede Claudio despertar, como lo hago yo cada mañana, al canto interminable de los pájaros. Claudio Jimeno, el amigo que murió en mi lugar cuarenta años atrás, nunca ha de ver a sus nietos crecer, nunca podrá sonreírse cuando lo llamen Abuelo Conejo. * Escritor chileno. Su último libro es Entre sueños y traidores: un striptease del exilio. 11/09/13 Página|12El día en que todo cambió Por Ariel Dorfman * Si estoy con vida, si cuarenta años más tarde puedo contar la historia del golpe del 11 de septiembre de 1973, es gracias a la ciega generosidad de mi amigo Claudio Jimeno. Lo recuerdo ahora tal como lo vi entonces, cuando me despedí de él sin saber que se trataba de una despedida final, sin saber que en poco tiempo él estaría muerto y yo iba a sobrevivir, ninguno de los dos anticipando que los militares lo matarían a él en vez de ensañarse conmigo. Nos conocimos en 1960, cuando los dos cursábamos el primer año de estudios en la Universidad de Chile. Incisivos sobresalientes y una mata de pelo negro erizado le habían merecido un apodo, Conejo, que luciría hasta el día de su muerte. Estaba de novio con Chabela Chadwick, una estudiante de química, y cuando yo comencé a salir con Angélica, mi futura mujer, los cuatro participábamos, junto a otros entusiastas condiscípulos, en un raudal de actividades: bailes y paseos a la playa y, sobre todo, sumándonos a manifestaciones de protesta. Porque lo que en última instancia más nos unía, más allá de compartir confidencias y esperanzas, era una feroz necesidad de batallar por la justicia social en un continente de extrema pobreza y desarrollo frustrado. Como millones de otros chilenos, Claudio y yo éramos fervientes seguidores del socialista Salvador Allende, que proclamaba –en una época en que la guerrilla se alzaba con furia en toda América latina– que era posible una revolución en nuestro país sin recurrir a la violencia, que podíamos crear una sociedad más justa y soberana por medios democráticos y pacíficos. Nuestros sueños se hicieron realidad cuando, diez años más tarde, Allende ganó las elecciones presidenciales de 1970. Los sueños y la realidad, sin embargo, no siempre van de la mano. Ya a mediados de 1973, el gobierno de Allende estaba asediado por sus enemigos internos y externos y la creciente amenaza de un pronunciamiento militar. De manera que cuando Fernando Flores, el secretario general de Gobierno del Presidente, me pidió que sirviera como su asesor de prensa y cultura, no tuve la menor duda. Una de mis responsabilidades más urgentes era que debía hacer guardia una vez, cada cuatro noches, en La Moneda, para que pudiera comunicarme con Allende en caso de alguna emergencia. Las otras noches se rotaban entre tres otros asesores, uno de los cuales era Claudio Jimeno. De manera que cuando me di cuenta de que me tocaba dormir en La Moneda la noche del lunes 10 de septiembre, nada más natural, entonces, que canjear ese turno con mi viejo amigo, pedirle si era posible hacerme cargo de su guardia del domingo 9 de septiembre. Me convenía ese domingo porque era la única ocasión que tenía para mostrarle a Rodrigo, mi hijo de seis años, la galería de retratos de los primeros mandatarios de Chile y para que experimentara, antes de que su madre viniera a buscarlo, ese momento mágico en que las luces del Palacio se prendían al crepúsculo. Claudio asintió sin la menor vacilación. En esos tiempos azarosos, pasar aunque fuera una hora extra con el hijo al que no teníamos la certeza de ver al día siguiente constituía un regalo insuperable. De hecho, me agradeció el trueque, ya que le permitía gozar de un domingo tranquilo con Chabela y sus dos hijos. Y entonces quiso la buena y la mala suerte que fuera Claudio Jimeno el que respondió el teléfono en la madrugada del 11 de septiembre de 1973, recibiendo la noticia de que el golpe, liderado por el general Augusto Pinochet, había comenzado. Y fue Claudio el que llamó a Allende y Claudio el que luchó a su lado en La Moneda y Claudio el que terminó siendo apresado y luego torturado y finalmente muerto, convirtiéndose en uno de los primeros chilenos desaparecidos. Mientras que yo desperté al lado del amor de mi vida, de Angélica, y traté de llegar a La Moneda y no pude lograrlo y heme aquí, cuarenta años más tarde, conmemorando a mi amigo y lo que se perdió y lo que se aprendió, y recordando, porque Claudio no lo puede hacer, cómo mantuvimos viva la esperanza en medio de la oscuridad. Heme aquí, todavía sin poder visitar la tumba de Claudio porque los militares que lo mataron todavía no revelan dónde echaron su cuerpo vejado. El destino de Claudio prefiguró el de su país. Nos aguardaban décadas de represión y pavor, de pesadumbre y combate. Aun cuando terminamos derrotando a la dictadura, nuestra democracia restaurada se vio severamente restringida. La siniestra Constitución de Pinochet, aprobada en un referéndum fraudulento en 1980, sigue siendo hasta el día de hoy la ley suprema de la república, obstaculizando tantas reformas imprescindibles que el país reclama. Si bien aquel 11 de septiembre de 1973 fue trágico para tantos chilenos, también tuvo consecuencias más allá de nuestras orillas remotas. El naufragio de la revolución chilena repercutió en forma significativa en Europa, donde llevó a una fundamental reorientación de la izquierda en varios países (notablemente España, Francia e Italia), la certeza de que no bastaba con una mayoría electoral exigua para llevar a cabo transformaciones sustanciales en la sociedad, sino que se necesitaba un consenso amplio y profundo. En los Estados Unidos, la intervención de la CIA en la caída de Allende fue uno de varios factores que condujeron a investigaciones del Congreso, estableciendo leyes limitando las intromisiones del Poder Ejecutivo norteamericano en los asuntos internos de otras repúblicas, abriendo una discusión que es en este momento más perentoria que nunca, en vista de que los presidentes norteamericanos siguen adjudicándose el derecho a inmiscuirse ilegalmente en cualquier rincón de la Tierra donde sus intereses podrían peligrar, es decir, matar y espiar en todo el mundo. El legado más crucial, sin embargo, del 11 de septiembre chileno fueron las estrategias económicas implementadas por Pinochet. Mi país se convirtió, en efecto, en un laboratorio para un salvaje experimento neoliberal, una tierra donde la avaricia desmedida, la extrema desnacionalización de los recursos públicos y la supresión de los derechos de los trabajadores fueron impuestas con virulencia a un pueblo desamparado. Muchas de estas políticas fueron adoptadas más tarde por Margaret Thatcher y Ronald Reagan (así como por líderes en el resto del globo), acarreando una disparidad escandalosa en la distribución del ingreso y la riqueza y, podría argüirse, creando condiciones para las últimas crisis financieras que han sacudido al planeta. Por cierto, este modelo chileno de un libre mercado exorbitante y sin frenos no ha perdido hoy su atractivo. La drástica y desastrosa privatización del sistema previsional sufrida en Chile es enaltecida por derechistas de todas las estampas como una “solución” al “problema” de las pensiones de los jubilados. Y recientemente, The Wall Street Journal, en un editorial, sugería que “ojalá los egipcios tuvieran la buena suerte de que sus nuevos generales reinantes resultaran ser como Augusto Pinochet de Chile”. Afortunadamente, Chile no exportó únicamente las peores experiencias surgidas de la asonada militar. También ha servido como un modelo de cómo un pueblo desarmado puede, a través de la no violencia y una ardua campaña de desobediencia civil, conquistar el miedo y liquidar a una dictadura. Los alentadores movimientos de resistencia y en favor de la democracia que han brotado en todos los continentes durante estos últimos años prueban que el futuro no tiene que ser despiadado, que el 11 de septiembre chileno no marcó el final de la búsqueda de libertad y justicia social por la que murió Claudio Jimeno, que tal vez su sacrificio no fue enteramente en vano. Y, sin embargo, no me puedo consolar. Cuarenta años más tarde todavía recuerdo su sonrisa de conejo cuando me dijo adiós en La Moneda aquella noche del 10 de septiembre de 1973. Al día siguiente, ese martes desbordante de terror en Santiago, muchas cosas cambiaron para siempre, cambios políticos y económicos que alteraron a Chile y, se podría aventurar, también al mundo. Pero cuando contemplamos el pasado, lo que necesitamos recordar es que finalmente la historia la hacen y padecen seres humanos reales, hombres y mujeres que quedan penosamente afectados. La historia consiste de muchos Claudios y muchos Jimenos de nuestra especie, uno más uno más uno. Esa es la historia irreparable, la que nos duele y conduele: no puede Claudio despertar, como lo hago yo cada mañana, al canto interminable de los pájaros. Claudio Jimeno, el amigo que murió en mi lugar cuarenta años atrás, nunca ha de ver a sus nietos crecer, nunca podrá sonreírse cuando lo llamen Abuelo Conejo. * Escritor chileno. Su último libro es Entre sueños y traidores: un striptease del exilio. 11/09/13 Página|12

reflexiones sobre el artículo "reindustrialización y formalidad laboral en la argentina pos convertibilidad "

Recibimos este interesante comentario al artículo sobre reindustrialización en la pos convertibilidad que publicamos ayer en Télam y queremos compartir: Quisiera agregar las siguientes observaciones sobre el final del excelente artículo Reindustrialización y formalidad laboral en la argentina pos convertibilidad http://www.telam.com.ar/notas/201309/31852-reindustrializacion-y-formalidad-laboral-en-la-argentina-pos-convertibilidad.html, a propósito de los allí señalados como “algunos ejemplos tomados al azar de aquella vieja "industria nacional" suprimida a sangre y fuego a partir del proceso militar y la apertura indiscriminada de los años 90”. Se afirma en el artículo : • La empresa INVAP, de San Carlos de Bariloche, diseñó el prototipo del CAREM, un mini reactor modular, de múltiples propósitos (producción de energía, calefacción o desalinización de aguas); nunca se contó con presupuesto para su fabricación y se boicotearon todas las propuestas externas de crear una sociedad binacional para competir en el mercado mundial. El CAREM es ideal para su instalación en países en vías de desarrollo, por su bajo costo y facilidad de mantenimiento. El reactor de potencia CAREM (cuyas siglas significan "Central Argentina de Elementos Modulares") es un diseño de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), en el cual participó INVAP Sociedad del Estado en calidad de contratista principal durante la primera etapa del proyecto (1984-2003). Si bien se contó con presupuesto para su desarrollo, vale decir que el mismo fue entregado "en migajas", por así decirlo, a la CNEA por los gobiernos de turno (1984-2003). Este proyecto de la CNEA nació a fines de los años '70, fue presentado en público en 1984, en un evento organizado en Lima (Perú) por el Organismo Internacional de Energía Atómica. El desarrollo evolucionó como se pudo y gracias a la escencial colaboración de INVAP hasta comienzos de la década del 2000. En efecto, entre los años 1997 y 2001 fueron testeados en el reactor experimental RA-8 (diseñado y construido por INVAP para la CNEA) los elementos combustibles (diseñados y construidos por la CNEA) que en el futuro deberían ser empleados en el reactor de potencia CAREM. Es en el contexto de reactivación del Plan Nuclear Argentino (en Agosto de 2006) que el proyecto CAREM comienza a recibir un presupuesto más que decente, como resultado de la estratégica decisión de la CNEA y del Ministerio de Planificación Federal de construir el prototipo CAREM-25 (de 25 MWe de potencia), para el cual se creó la Gerencia CAREM dentro de la CNEA y se contrató a INVAP para brindar algunos servicios relacionados a las diferentes etapas de diseño, pero el proyecto desde entonces está 100% a cargo de la CNEA. Actualmente, al lado de Atucha I, se está construyendo el edificio del prototipo CAREM-25, estimándose la terminación de las obras civiles y montajes electromecánicos hacia fines de 2015, la realización de las pruebas convencionales en 2016/2017 y la puesta en marcha en el segundo semestre de 2017. Una vez puesto en marcha este prototipo, la CNEA procederá a la construcción de un módulo CAREM de 150 MWe en la provincia de Formosa. Sobre el proyecto CAREM, consultar: http://www.cnea.gov.ar/proyectos/carem/index.php Con respecto a "crear una una sociedad binacional" para el proyecto CAREM, en mi opinión personal y profesional, menos mal que ello nunca ocurrió, pues desde el año 2006 el proyecto fue recuperado por la CNEA con el fuerte respaldo económico del Gobierno Nacional, y dentro de pocos años Argentina contará con el primer reactor nuclear de potencia diseñado y construido en el Hemisferio Sur, y de esa forma tendremos la oportunidad de replicar los logros obtenidos con la exportación de reactores nucleares de investigación. Para más información sobre las centrales nucleares argentinas, incluido el reactor de potencia CAREM, consultar este informe de mi autoría (Marzo/2013): http://www.cienciayenergia.com/Contenido/pdf/020313_rad_tn.pdf Sobre la historia de los reactores nucleares de investigación de la CNEA (Mayo/2013): http://www.cienciayenergia.com/Contenido/pdf/020513_rad_tn.pdf (este informe incluye en la Introducción una breve historia de los principales hitos de la CNEA, en donde podrá consultar datos sobre Pilcaniyeu y sobre la planta experimental de agua pesada, así como también sobre la planta industrial de agua pesada, entre otros grandes hitos). Luego otro punto del estudio señala: • La Argentina fue el quinto país a nivel mundial en producir aviones a reacción (Pulqui I y Pulqui II). En realidad los aviones de propulsión a reacción IA-27 Pulqui I e IA-33 Pulqui II fueron prototipos, ninguno de ellos fue producido en serie. Particularmente el primero fue un demostrador tecnológico diseñado por el ingeniero francés Dewoitine en instalaciones de la ex FMA con el apoyo de ingenieros y técnicos argentinos, efectuando su vuelo inaugural en 1947. Al año siguiente el proyecto Pulqui I continuó como demostrador tecnológico para un nuevo proyecto: Pulqui II (siendo cancelado el proyecto Pulqui I poco tiempo más tarde). Este segundo avión, Pulqui II, fue diseñado por el ingeniero alemán Kurt Tank (también con la colaboración de ingenieros y técnicos argentinos) sobre la base del avión Focke-Wulf Ta 183 que el Ing. Tank había diseñado para la empresa alemana Focke-Wulf casi sobre el final de la SGM (el Ta-83 no había pasado de la etapa de ingeniería básica, es decir, no se construyó ningún prototipo por el final de la guerra en Europa y además la escasez de recursos del III Reich no se lo permitió, por suerte). El primer prototipo del Pulqui II fue construido en madera y sin motor, es decir, se trató de un planeador (escala 1:1). El prototipo número 2 sí fue motorizado (el motor era marca Rolls Royce, el mismo que empleaban los Gloster Meteor de la FAA) y construido con estructura metálica, realizando su primer vuelo en 1950. Le siguieron, si mal no recuerdo, 3 prototipos más, siendo el último de ellos el único sobreviviente (que voló hasta 1956); en 1956 el proyecto fue cancelado y la FAA (Fuerza Aérea Argentina) adquirió aviones de combate usados F-86 Sabre (ex USAF). Como Usted sabe, el golpe de Estado del '55 quiso destruir todos o casi todos los logros obtenidos durante los gobiernos peronistas, y las aeronaves de la entonces FMA (Fábrica Militar de Aviones) no fueron una excepción. En efecto, el proyecto Pulqui II no sólo fue cancelado, sino que peor aun se destruyeron casi todos los prototipos, salvándose el último de ellos, al igual que también se salvó el prototipo del Pulqui I, gracias a que fueron escondidos por personal de la FMA (esto mismo se replicó en casi todas las aeronaves desarrolladas por la FMA durante los gobiernos peronistas, ya sean prototipos como de fabricación en serie). En este website del MinCyT de la provincia de Córdoba podrá consultar información histórica de la FMA: http://www.mincyt.cba.gov.ar/site/fabricamilitar/index.html Los únicos aviones militares a reacción producidos en serie en Argentina fueron el MS-760 París (bajo licencia francesa se ensamblaron en la FMA unos 36 aviones a fines de los años '50, que eran biplazas para entrenamiento militar) y el IA-63 Pampa (de entrenamiento militar avanzado). Los restantes aviones producidos en serie por la FMA no son a reacción (por ejemplo: IA-22 DL, IA-24 Calquín, IA-35 Huanquero, IA-50 GII, IA-58 Pucará, etc.); puede consultar la lista de los mismos en el enlace precedente. No obstante, el modelo de gestión de la antigua FMA, en los hechos, demostró ser no sólo obsoleto sino más bien pésimo, ya que la "fábrica" se había había convertido en una enorme "oficina" de diseño y en la producción de muy pocos modelos y en cantidades no rentables. Con la privatización en el año 1995, vale decir que tampoco se pudo modificar ese modelo de gestión. Esperemos que la nueva Fábrica Argentina de Aviones (FAdeA) no repita los errores del pasado. Finalmente se indica en el artículo: • En años recientes, el avión Pampa de entrenamiento avanzado vio interrumpida su producción cuando la vieja fábrica militar de aviones fue servilmente cedida a la Lockeed; el misil Cóndor terminó en los desarmaderos de los Estados Unidos, y la fábrica de Falda del Carmen fue prácticamente aniquilada. La FMA fue privatizada en 1995 y concesionada a Lockheed Martin Aircraft Argentina S.A. (LMAASA), subsidiaria de la empresa estadounidense Lockheed Martin. LMAASA desarrolló sobre la base del IA-63 Pampa (avión militar de entrenamiento avanzado) la versión modernizada AT-63, de la cual la pésima gestión de la FAA (Fuerza Aérea Argentina) y también del Ministerio de Defensa obstaculizaron el normal desarrollo del proyecto (la FAA era y es todavía el único usuario del Pampa). En 2009 el Gobierno Nacional dio por finalizada la concesión a LMAASA y en ese contexto de recuperación de nuestra ex FMA es que nace la empresa pública FAdeA, que volvió a denominar IA-63 al Pampa (en lugar de AT-63; la "A" significaba "Atack" y la "T" "Trainer"), anunciándose hace más o menos 2 años la producción de 40 nuevas aeronaves (hasta el momento creo que fueron entregas 6 a la FAA, sumadas a las 12 unidades fabricadas a fines de los '80, hay más o menos 18 aviones en servicio en el presente). Respecto al desmantelamiento del Cóndor II y de las facilities de Falda del Cármen, lo primero es correcto y lo segundo es erróneo, ya que dichas instalaciones pasaron en 1991 a manos de la (entonces recién creada) Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) que todavía dirige excelentemente el Dr. Conrado Varatto (fundador de INVAP). En las instalaciones de Falda del Cármen de la CONAE se encuentra el Centro Espacial Teófilo Tabanera, que alberga la Estación Terrena Córdoba, el Centro de Control de Misión, la Facilidad e Integración de Ensayos y el prestigioso Instituto de Altos Estudios "Mario Gulich": http://www.conae.gov.ar El know how obtenido en el proyecto Cóndor II fue capitalizado parcialmente tiempo más tarde por la CONAE para su actual Proyecto ISCUL (Inyector Satelital de Cargas Útiles Livianas; también conocido como proyecto "Tronador" en sus variantes I y II) y también por la ex CITEFA (hoy CITIDEF) para su actual proyecto de GRADICOM: http://www.citedef.gob.ar/ Sin embargo, coincido con el artículo en que la cancelación del proyecto Cóndor II demoró por algo más de una década el acceso al espacio mediante el desarrollo de vectores propios (la fuga de cerebros perjudicó sensiblemente el sistema nacional de ciencia y tecnología, particularmente en las áreas nuclear y espacial), aunque por suerte en materia de sistemas satelitales, durante los años '90 la CONAE pudo desarrollar tres proyectos para los cuales contrató a la empresa INVAP en el diseño y construcción de las plataformas satelitales (satélites de aplicaciones científicas: SAC-B, SAC-A y SAC-C, en ese orden) y a universidades públicas para que colaborasen con la CONAE e INVAP en el diseño de la carga útil (sensores ópticos, instrumentos científicos, electrónica, etc.), madurando y evolucionando estos proyectos satelitales durante la década ganada 2003-2013 con la exitosa Misión SAC-D/Aquarius de la CONAE-NASA (puesto en órbita en 2011) y con los actuales proyectos SAOCOM y SARE, entre otros, en los cuales participa la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en la fabricación de los dispositivos fotovoltaicos que suministran energía a los satélites construidos por INVAP. Por otra parte, INVAP está a cargo del diseño y construcción de las 3 plataformas satelitales de telecomunicaciones que la empresa pública AR-SAT le encargó hace pocos años, siendo el ARSAT-1 el primer satélite geoestacionario de telecomunicaciones que está siendo construido en Sudamérica, estimándose su lanzamiento para mediados de 2014 (los dos restantes serán puestos en órbita en 2015 y 2016). Véase al respecto: http://www.arsat.com.ar/satelites-y-orbitas y http://www.invap.com.ar/es/proyectos/satelite-arsat.html Ricardo De Dicco Director del Centro Latinoamericano de Investigaciones Científicas y Técnicas (CLICeT) http://www.cienciayenergia.com . Entre otros, autor del libro "2010, ¿Odisea Energética? Petróleo y Crisis". Ed. Capital Intelectual. Bs. As., 2006 ramble tamble blogspot.com