miércoles, 11 de septiembre de 2013

DESANDANDO EL MITO DELE EDUCADOR POPULAR, D.F.SARMIENTO PARTE II

DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO Hablar de Domingo F. Sarmiento, es hablar de su época, y por supuesto del contexto histórico y social en el cual sus ideas se desarrollaron y se aplicaron. Porque a pesar de no estudiar y vivir en Buenos Aires, a la distancia coincidió con los integrantes de la Generación del ’37, la cual precedió a la denominada Generación del ’80; siendo ambas las que poseyeron la particularidad de no sólo pensar, sino también llevar y ver en la práctica concreta sus teorías; esto es, pergeñaron un modelo de país, pelearon por él y lograron verlo funcionar, aún más allá de su tiempo. La Generación del ’37 o la Generación Romántica de la post independencia, tuvo precisamente entre sus figuras más representativas a Juan B. Alberdi y a Domingo F. Sarmiento, quienes coincidieron en aspectos esenciales, aunque discreparon en los tiempos, métodos, órdenes y valoraciones personales de sus propuestas histórico-culturales. Ambos creyeron en la necesidad de una organización política institucional, y en abrir fronteras a la inmigración que construyera nuevas ciudades y enseñaran las artes para el aprovechamiento del ganado y el cultivo de la tierra, constituyendo su principal contradicción en el apoyo a Justo J. de Urquiza como el adversario capaz de llevar a cabo el reemplazo del bárbaro Juan M. de Rosas por la civilización. Para el sanjuanino, ambos caudillos poseían la misma cualidad negativa10: la barbarie; no así para Juan B. Alberdi quien prestó servicios después de la batalla de Caseros, acaecida el 3 de febrero del año 1852, para la Confederación liderada por el jefe entrerriano. Esteban Echeverría y Bartolomé Mitre coincidieron en la esencia de las posturas sarmientina y alberdiana, fundadas sobre la antinomia civilización o barbarie. La civilización, estaba construida sobre cuatro parámetros: filosofía francesa racionalista ilustrada, doctrinas políticas y económicas inglesas, romanticismo francés y alemán, y humanismo renacentista de origen italiano. El triángulo cultural y político, compuesto por Alberdi-Sarmiento- Mitre, buscó sin desmayo, no sin diferencias: la organización nacional argentina orientada a desarrollar el modelo civilizatorio europeo anglofrancés portador del espíritu del progreso. Sin embargo fue Esteban Echeverría el que impuso las ideas románticas de su generación. En efecto, a mediados del año 1838, luego de la clausura del Salón Literario y de la revista La Moda, (publicación en la cual escribían los jóvenes intelectuales), por el gobierno de Juan M. de Rosas, Echeverría presidió y fue a su vez, el encargado de redactar el Credo o Código de la Asociación de la Joven Argentina o Asociación de Mayo en la que continuó expresándose el Salón Literario. La declaración de principios trató temas como la libertad de prensa, problemas económicos inmanentes al capitalismo, fuentes de las rentas del Estado, su sistema administrativo, organización de la campaña, milicia nacional, inmigración, poblar el país. Todos éstos, conceptos coincidentes con las ideas expresadas por Alberdi al inaugurar el Salón Literario; pero será Esteban Echeverría quien junto a Juan M. Gutiérrez, Carlos Tejedor, Frías, Jacinto Peña, Bernardo de Irigoyen y Vicente López, discuta las ideas que luego él transformó en el Dogma Socialista. Esta generación, logró sintetizar a través de sus referentes los aportes ideológicos de la Revolución de Mayo, bajo conceptos tales como por ejemplo: progreso y democracia. Juan B. Alberdi, exiliado a partir del año 1838 en la ciudad de Montevideo, escribió las palabras finales del Credo y formó una Asociación semejante con Miguel Cané y Bartolomé Mitre; lo propio hizo Domingo F. Sarmiento en San Juan y las filiales se multiplicaron mientras pudieron, en algunas provincias como Córdoba y Tucumán. Y será en el dogma de Echeverría que se encuentran las formas culturales fundamentales de las Bases de Alberdi escritas en el año 1852, más la influencia decisiva de la Constitución norteamericana. Por todo esto es que, antes del comienzo de la década del ’40 del siglo XIX, el joven Juan B. Alberdi, Miguel Cané, Santiago Albarracín, Rafael Corbalán y José Rivera Indarte ( junto a los intelectuales ya mencionados), trazaron las bases socio-políticas y culturales sobre las cuales la nueva Argentina se construyó. En este pensar, y en esta militancia es que se enfrentaron con el jefe de la Confederación Argentina, Don Juan M. de Rosas y debieron exiliarse. Se consideraron hijos de la Revolución de Mayo, y en cierto modo sus continuadores; y diseñaron en consecuencia un modelo de país don- Amén de una guerra impulsada por el “nexo” fundamental con el sistema capitalista internacional, el Reino Unido de la Gran Bretaña, contra el hermano pueblo del Paraguay entre los años 1865 y 1870. Iniciada por Bartolomé Mitre entonces presidente de la nación y terminada por su sucesor, precisamente, Domingo F. Sarmiento; enfrentamiento largo y costoso que fue recordado por lo infamante de sus causas formales y el despojo y genocidio sufrido por el Paraguay, en aras una vez más, del liberalismo económico. Estamos por dudar que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos, que obran por instinto a falta de razón. En ellos se perpetúa la barbarie primitiva y colonial. Son unos perros ignorantes de los cuales ya han Muerto ciento cincuenta mil. Su avance capitaneados por descendientes degenerados de españoles, traería al detención de todo progreso y un retroceso a la barbarie. Al frenético, bruto, y feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que le obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo el pueblo guaraní. Era preciso purgar la tierra de toda esa excrecencia humana: raza perdida de cuyo contagio hay que librarse.” Domingo F. Sarmiento: carta a Mitre del año 1872 SUS IDEAS Al exiliarse, partió hacia Chile dejando un escrito en francés sobre una piedra al cruzar la frontera, que pasó a la historia como “Bárbaros, las ideas no se matan”; si bien textualmente esta no fueron sus palabras, sí la idea precisamente que quiso transmitir. Su trabajo como periodista opositor al régimen rosista en un diario chileno, le trajo a este gobierno reclamos por parte de la Confederación que le valió a Sarmiento un viaje pago por el Estado chileno, por gran parte de Europa, África y de los Estados Unidos de Norteamérica. En su recorrido por el país del norte quedó impactado por la lectura de dos novelas que retrataron la vida en el “salvaje oeste”: El último de los mohicanos y La pradera, ambas escritas por el autor estadounidense, Fenimore Cooper en los años 1826 y 1827. Si bien el dilema que aparece aquí es entre naturaleza y sociedad e intentando rescatar al “buen salvaje”, Sarmiento tomó la esencia que para él fue el dilema de civilización y barbarie. Contradicción que también rescató el joven Juan B. Alberdi en su enfrentamiento con Juan M. de Rosas y su “tiranía” sustentada por los gauchos. Enfrentamiento que ambos, y sus contemporáneos de la Generación del ’37, sobre todo Esteban Echeverría, explicaron y atribuyeron a la herencia española y al sincretismo cultural con los pueblos originarios; y aquí surgió otro pilar de la nueva sociedad planificada, el reemplazo de la población nativa por inmigrantes europeos del norte anglosajón. Dos problemas se solucionarían con este reemplazo, el de las mayorías que votaron sucesivamente a Manuel Dorrego y a Juan M. de Rosas y la inoperancia cultural portadora por ende, del atraso congénito de estas mismas masas. Subyace aquí otra dicotomía, la clase ilustrada versus las clases populares amenazantes, prontas a disolver los nuevos lazos sociales que pudiera construir el poder civilizador. Al tiempo que, bárbaro11, al definir al nativo como extranjero, consolidó la idea en las clases dirigentes opositoras y en sus seguidores, de estar ante la presencia de verdaderos extraños, provenientes de un fuera, aunque siglos de historia los respaldaran como originarios habitantes de estas tierras. Y una vez más, el progreso y la civilización, eran la garantía de exclusión de este extranjero devenido en masas inorgánicas y amorfas que, amenazantes, impedían la llegada, por ejemplo del ferrocarril, los capitales británicos y los inmigrantes en perfecta tríada que poblara este desierto. ¿Qué nombre le daría ud. ¿Qué nombre merece un país compuesto de doscientas mil leguas de territorio de una población de 800 mil habitantes? Un desierto. ¿Qué nombre daría usted a la Constitución de ese país? La Constitución de un desierto. Ese país es la República Argentina, y cualquiera sea su Constitución ella no será durante muchos años más que la Constitución de un desierto.”12 Juan Bautista Alberdi. SUS IDEAS Al exiliarse, partió hacia Chile dejando un escrito en francés sobre una piedra al cruzar la frontera, que pasó a la historia como “Bárbaros, las ideas no se matan”; si bien textualmente esta no fueron sus palabras, sí la idea precisamente que quiso transmitir. Su trabajo como periodista opositor al régimen rosista en un diario chileno, le trajo a este gobierno reclamos por parte de la Confederación que le valió a Sarmiento un viaje pago por el Estado chileno, por gran parte de Europa, África y de los Estados Unidos de Norteamérica. En su recorrido por el país del norte quedó impactado por la lectura de dos novelas que retrataron la vida en el “salvaje oeste”: El último de los mohicanos y La pradera, ambas escritas por el autor estadounidense, Fenimore Cooper en los años 1826 y 1827. Si bien el dilema que aparece aquí es entre naturaleza y sociedad e intentando rescatar al “buen salvaje”, Sarmiento tomó la esencia que para él fue el dilema de civilización y barbarie. Contradicción que también rescató el joven Juan B. Alberdi en su enfrentamiento con Juan M. de Rosas y su “tiranía” sustentada por los gauchos. Enfrentamiento que ambos, y sus contemporáneos de la Generación del ’37, sobre todo Esteban Echeverría, explicaron y atribuyeron a la herencia española y al sincretismo cultural con los pueblos originarios; y aquí surgió otro pilar de la nueva sociedad planificada, el reemplazo de la población nativa por inmigrantes europeos del norte anglosajón. Dos problemas se solucionarían con este reemplazo, el de las mayorías que votaron sucesivamente a Manuel Dorrego y a Juan M. de Rosas y la inoperancia cultural portadora por ende, del atraso congénito de estas mismas masas. Subyace aquí otra dicotomía, la clase ilustrada versus las clases populares amenazantes, prontas a disolver los nuevos lazos sociales que pudiera construir el poder civilizador. Al tiempo que, bárbaro11, al definir al nativo como extranjero, consolidó la idea en las clases dirigentes opositoras y en sus seguidores, de estar ante la presencia de verdaderos extraños, provenientes de un fuera, aunque siglos de historia los respaldaran como originarios habitantes de estas tierras. Y una vez más, el progreso y la civilización, eran la garantía de exclusión de este extranjero devenido en masas inorgánicas y amorfas que, amenazantes, impedían la llegada, por ejemplo del ferrocarril, los capitales británicos y los inmigrantes en perfecta tríada que poblara este desierto. ¿Qué nombre le daría ud. ¿Qué nombre merece un país compuesto de doscientas mil leguas de territorio de una población de 800 mil habitantes? Un desierto. ¿Qué nombre daría usted a la Constitución de ese país? La Constitución de un desierto. Ese país es la República Argentina, y cualquiera sea su Constitución ella no será durante muchos años más que la Constitución de un desierto.”12 Juan Bautista Alberdi. En esta frase como a lo largo de sus escritos referidos a esta temática, 11 Palabra de origen griego, que definió a todas las poblaciones extranjeras (barbaroi) a los habitantes de Atenas. Sus lenguas fueron incompresibles para los helénicos y sonaban como un bar-bar ininteligible para sus parámetros culturales Juan B. Alberdi, al igual que Domingo F. Sarmiento coincidieron en diagnosticar un “mal” que nos aquejaba; máxime aún si lo poco habitado era por las montoneras gauchas, seguidoras de los caudillos federales a las cuales debían sumarse las poblaciones que se contaban por miles en todo el territorio de indígenas irredentos. “La Constitución argentina se sitúa así en un punto de inflexión de la historia, punto en el cual el país ha renunciado a su pasado y se embarca en la conquista del futuro. El presente de la Constitución no puede inscribirse sino en el registro de la ausencia. La Constitución discurre en el “desierto”, los espacios vacíos, entre la necesidad de “poblar” y las figuras fantasmáticas de los anglosajones que deben darle cuerpo.”13 Sin embargo, la Constitución del año 1853, producto casi exclusivo de la pluma alberdiana, integrada recién en el año 1862 a las catorce provincias que conformaron el entonces territorio argentino, fue la acabada expresión del liberalismo económico (mas no político) que primó por entonces en la práctica de la elite letrada; aún con las diferencias propias en su seno, como producto de la ocupación de espacios de poder en el Estado que estaba naciendo. Autores del tronco liberal-conservador como Natalio Botana, José Luis Romero, Luis Alberto Romero, Tulio Halperín Donghi, Roberto Cortes Conde, Ezequiel Gallo, Alain Rouquié, Osar Oszlak, analizaron acabadamente las variables que conformaron el ideal de la República Posible de su autor, sostenida por el conjunto de la clase política que se estaba conformando a mediados del Siglo XIX: la oligarquía terrateniente, de la cual Domingo F. Sarmiento (“el aporteñado”, en clara referencia a su incorporación al proyecto centralista-porteño)14 emergió como presidente entre los años 1868 y 1874, amén de haber sido dirigente político antes y continuara después de este período presidencial. Aquel ideal, reiteramos, lejos estuvo de comprender y ni siquiera contemplar a las masas de la campaña; como tampoco quiso hacerlo años más tarde con la “solución” que precisamente no fue anglosajona sino todo lo contrario: el 80% del caudal inmigratorio que nutrió a nuestro país, estimado en seis millones de almas (de los cuales la mitad se quedó a vivir), provino entre los años 1857 y 1914 de la Europa del sur, esto es, campesinos analfabetos, sin tierras y con ideologías anarquistas, socialistas y sindicalistas revolucionarias. Del combate instrumentado mediante la “Guerra de Policía” ya mencionada, por Bartolomé Mitre (presidente entre los años 1862 y 1868) y su sucesor Domingo F. Sarmiento contra las montoneras y las tolderías de los pueblos originarios se pasó a la guerra contra las “tolderías rojas” de finales del Siglo XIX. La práctica de exclusión fue sistemática, antes y durante el proceso que organizó nuestro país, más allá de la variable inmigratoria que no cumplió con los deseos originarios de la elite, que además se resistió desde su experiencia de clase recién constituida en estas tierras contra el embate del capitalismo criollo. En cuanto a Domingo F. Sarmiento y su aporte desde la educación para consolidar este proyecto en nuestro país, se visualizó claramente en el sistema educativo implementado por la Generación del ’80,que, entre otras cosas, reprodujo una historia oficial tendiente a unificar antes que a educar en el sentido pleno del concepto a las masas inmigratorias; y a recordarles a los criollos que los héroes de la República los observaban desde sus estatuas para que no olvidaran quienes fueron los hacedores de la Nación. El liberalismo había triunfado y ésta era la esencia de la “pedagogía” de esta Generación, dirigida a los “bárbaros” propios y extraños. La educación popular sarmientina había dejado su impronta cultural e ideológica estableciendo fronteras claras al Otro. LEYENDO EL FACUNDO A fines del año 1840, salía yo de mi patria, desterrado por lástima, estropeado, lleno de cardenales, puntazos y golpes recibidos el día anterior. Al pasar por los baños del Zonda, bajo las armas de la patria que en días más alegres había pintado en una sala, escribí con carbón estas palabras: “On ne tue point les idées”. Con estas palabras de Sarmiento, se abre el libro publicado en el año 1845, en los meses de mayo y junio por entregas en el diario El Progreso de Chile; cuyo título original es: Civilización y Barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga y aspecto físico, costumbres y hábitos de la República Argentina.15 10 Si bien Domingo Sarmiento participó en el Ejército Grande comandado por el general Justo J. de Urquiza, pronto vio en él la continuación socio-cultural del rosismo, y partió por segunda vez hacia el exilio 11 Palabra de origen griego, que definió a todas las poblaciones extranjeras (barbaroi) a los habitantes de Atenas. Sus lenguas fueron incompresibles para los helénicos y sonaban como un bar-bar ininteligible para sus parámetros culturales 12 Maristella Svampa, op. cit.. p. 45 13 Maristella Svampa, ob.cit., p. 48 14 A este respecto nos señala Hernández Arregui en Imperialismo y Cultura, que la afluencia de provincianos provenientes de las oligarquías provinciales a Buenos Aires, fue producto del proceso de asimilación política sostenido por la propiedad de la tierra y la ingerencia del capital inglés

Desandando el mito del educador popular Domingo Faustino Sarmiento.

Es acaso ésta la primera vez que vamos a preguntarnos quiénes éramos cuando nos llamamos americanos y quiénes cuando argentinos nos llamamos. ¿Somos europeos? ¡Tantas caras cobrizas nos desmienten! ¿Somos indígenas? Sonrisas de desdén de nuestras blondas damas nos dan acaso la única respuesta. ¿“Mixtos”? Nadie quiere serlo, y hay millares que ni americanos ni argentinos querrían ser llamados. ¿Somos nación? Nación sin amalgamas de materiales acumulados, sin ajuste ni cimiento. ¿Argentinos? Hasta dónde y desde cuándo, bueno es darse cuenta de ellos. Domingo F. Sarmiento, año 1883. Este trabajo se propone llevar a cabo una relectura de la impronta que nos dejó la figura de Domingo Faustino Sarmiento colocándola convenientemente en su época; esto es, con una visión inclusiva de su persona en el contexto histórico de mediados del Siglo XIX, el cual lo vio incursionar activamente en la vida política de nuestro país, prácticamente hasta el año de su muerte el cual coincide a su vez con el cierre de un ciclo iniciado en el año 1820.1 No trataremos de reinterpretar la historia, pero sí de aportar aquellos datos que, pensados desde otra visión, sea más cercana a los vencidos, transitando un concepto que tomamos de la historiadora Diana Quatrocchi- Woisson, quien al referirse a la historiografía y su análisis de la figura de Juan M. de Rosas, y el olvido en el cual fue inmerso este caudillo federal, esta autora nos habla de la contra historia como un espacio de visibilización de los males que aquejaron ( y muchas veces lo siguen haciendo, a nuestra historia): el olvido, la apropiación de los lugares de la memoria y la construcción de un relato historiográfico desde los factores de poder y dominación funcionales a sus modelos socio-económicos y políticos que dominaron durante décadas la Argentina. Un modelo de país el cual no incluyó a aquellos vencidos como sus protagonistas, todo lo contrario, su marginación fue evidente y su negación una constante. Sin dejar de reconocer los primeros pasos dados en este sentido (el de una relectura y revisión de la historia) aparecidos en las primeras décadas del Siglo XX; ya que no pretendemos enrolarnos en un revisionismo dogmático, más propio de las contradicciones de la élite intelectual y gobernante propias de aquellas décadas, sí establecer (y recordar) que figuras como, por ejemplo Manuel Gálvez, son de las primeras que se atrevieron a criticar a Domingo Faustino Sarmiento: “Ha cambiado tanto, en los últimos años, la conciencia del país -quiero decir; de las selecciones intelectuales y sociales-que ya es posible establecer la verdad sobre Sarmiento. Hasta hace dos lustros, nadie hubiera osado tocar a aquel prestigio casi mitológico. Dominaba todavía, en las universidades, en los colegios y en toda la vida nacional, el positivismo, funesta tendencia filosófica en la que Sarmiento educó su espíritu y a que guió su obra escrita y su acción. Ya entonces, el positivismo estaba definitivamente muerto en Europa, y desde hacía muchos años.”2 Y en esta línea ideológica, Ramón Doll, como años más tarde lo haría Juan José Hernández Arregui, definió a la inteligencia argentina como aquella que “abominó del gaucho, hoy está abominando o comienza a abominar del inmigrante y ambos: gaucho ayer e inmigrante hoy, constituyen las únicas realidades argentinas.”3 Estos dos historiadores, comenzaron a señalar, entre otros tantos (los hermanos Irazusta por ejemplo y su obra “La Argentina y el Imperialismo británico” del año 1934); el divorcio marcado entre las autodenominadas clases cultas, la intelligentzia, y las nacientes clases medias urbana y obrera, y sus antecesores inmediatos: el paisanaje, los pueblos originarios, los negros, zambos, mulatos, mestizos. Y es partir de este recupero, de estas huellas previas, creemos que debemos trazar variables complejas que analicen y sirvan para reflexionar nuestro pasado y aporten para comprender un poco mejor nuestro presente. Será entonces que, desde nuestra óptica, ayudaremos a interponer ciertos límites al mito sarmientino, el cual se consolidó durante décadas apañado por la historia oficial, claramente liberal y pro-británica, imbuida de una ideología cuyo contenido tuvo un amplio aporte de este hombre que supo transformar sus ideas en una práctica política concreta. Historia oficial, que obedeció a un concepto ideológico, que su clase dirigente supo como utilizar al momento de disciplinar en el plano educativo, y aún mucho mas allá cuando hegemonizó una identidad y una conciencia nacional, despojadas del sujeto Pueblo como actor fundante de la nacionalidad; entendida ésta no solamente en lo geográfico, sino también en lo cultural, lo político, lo social, lo económico. En estas batallas por la historia y la memoria participó claramente Domingo Faustino Sarmiento, como hacedor del país exclusivo y excluyente del otro, distinto, diferente. Y en esta propuesta las fechas símbolo, ocuparon y ocupan un lugar preponderante al momento de la disputa historiográfica, y de la historia y de la memoria entendidas éstas como parte de un proceso social colectivo. La clase dirigente a la cual perteneció Sarmiento, la oligarquía terrateniente, tras resolver el conflicto social por medio de la coerción y la represión de vastos sectores populares, logró aunar voluntades de los poderes regionales y, al transformarse en nacional, construyó un modelo de Estado-Nación, sostenido a su vez por el modelo económico agroexportador, funcional al Imperio británico, líder del sistema capitalista global. Aquí es donde la relectura o interpretación del 3 de febrero de 1852, o del 20 de noviembre de 1845, cobran relevancia política e ideológica, a la luz de su puesta en escena para respaldar un proyecto de país dependiente o soberano. Las líneas históricas, las corrientes de pensamiento en las ciencias sociales, se alinean precisamente de acuerdo con los ideales de justicia o de patria que poseamos. Sin saberlo, las Generaciones del ’37 y del ‘80, en el mes de setiembre del año 1955, tras el derrocamiento del gobierno democrático del general Juan Domingo Perón, por medio de un golpe de estado, les aportaron a los militares que se hicieron del poder mediante una dictadura militar, la doctrina sustentada en “la línea Mayo-Caseros-Setiembre”. Esta trilogía, fue el eje por el cual se trazó de modo predeterminado el concepto libertad que Ellos consideraron justo en la interpretación de la historia, del presente y hacia el futuro. Así educaron, transmitieron, difundieron, informaron, pontificaron, desde el Estado y sus aliados en el ámbito privado, una idea de país, de patria y de justicia. Uno de los iniciadores de aquella contra historia ya mencionada, Ramón Doll, nos aporta un poco mas de claridad a la relación entre historia y política. “Una verdad histórica no es precisamente una conclusión objetiva y científica sobre los hechos sociales, sino una conclusión que produzca efectos históricos. Y producir efectos históricos es crear nuevos móviles en al voluntad de los hombres, concertados a un fin que consideran más justo. La verdad histórica debe estar al servicio de la política, medio de realizar la justicia, porque tanto la interpretación de un hecho histórico, como un ideal de justicia, no pueden realizarse sino como resultado de una serie de juicios de valor que la filosofía personal del ciudadano, acordará como legítimos en última instancia.” 4 Domingo F. Sarmiento expresó claramente una de las primeras antinomias que nos desgarraron por décadas como fue la de: unitarios y federales o ciudad puerto - interior, a la cual le sucedieron a partir de finales del Siglo XIX, con la Generación del ’80 en el poder: (cuyo máximo referente fue el general dos veces presidente de la nación, Julio A. Roca) la Causa contra el Régimen o Conservadores y Radicales. Para ello se valió de una obra precisamente de un alto contenido político - ideológico, El Facundo, que fue la principal arma o herramienta con la cual le hizo frente a lo que él consideró como el eje de la barbarie criolla, el gobierno de Juan M. de Rosas; y lo llevó a cabo mediatizándolo con la figura del caudillo de La Rioja, Facundo Quiroga. Y a partir de la década del ’40, la que quizás siga aún hoy repercutiendo en la política contemporánea: Pueblo - Oligarquía o Peronismo - 4 Diana Quatrocchi-Woisson. Op,. Cit. p. 123 Antiperonismo; y sobre todo en esta coyuntura que atraviesa la política latinoamericana, Patria-Imperialismo. En el año 1935 se cumplía el centenario del asesinato del caudillo federal Juan Facundo Quiroga. Una comisión de homenaje en la provincia de La Rioja, lo recordó difundiendo documentos escritos por él y restituyendo una lápida con la inscripción original mandada garbar por Juan M. de Rosas: “Aquí yacen los restos del general Juan Facundo Quiroga. Luchó toda su vida por la organización federal del país; la historia imparcial pero severa le hará justicia.” El ingeniero Alfredo Demarchi, fue quien instó a divulgar el pensamiento de un hombre “de gran cultura e inteligencia, y no el gaucho bárbaro de la leyenda levantada por hombres que estaban contra su doctrina.” La respuesta del Partido Socialista liderado por el dr. Alfredo Palacios, aliado de la clase dirigente oligárquica no se hizo esperar: “En febrero del año entrante va a cumplirse el centenario de la muerte Facundo Quiroga. Muerte que no fue sino la consecuencia trágica de su propia vida de aventurero, tan fiel y magistralmente descripta por Sarmiento en Facundo. Es el prototipo del héroe bárbaro de una época de nuestra historia en que la violencia, al traición y el crimen fueron normas y sistema de caudillos ignorantes y ambiciosos. Escribimos esto, recordamos a Quiroga, Rosas y a Sarmiento y pensamos si es posible que haya argentinos quienes pretendan exaltar la gloria criminal de los primeros, afrentando a la memoria preclara del segundo.”5 Y continúa la declaración preguntándose con asombro por qué rendirle homenaje a quien causara vergüenza, dolor, y asesinatos a nuestra tierra. Precisamente, son estos clivajes socio políticos los que se han venido produciendo a lo largo de nuestra historia, y en el marco de un proceso histórico; y de acuerdo con cada coyuntura han permeado a las mismas y se fueron resignificando al calor de las transformaciones sociales, culturales, políticas y económicas CIVILIZACIÓN Y BARBARIE Civilización y barbarie, siguiendo el análisis de una de las autoras que hemos consultado, es una imagen matriz que simbolizó y por tanto atravesó esta historia que supimos construir (y estamos siempre construyendo en el andar político cotidiano). Tal y como lo ha planteado el sistema capitalista desde sus orígenes a finales del Siglo XVIII, la civilización occidental es la heredera del Imperio greco-romano; sobre todo en lo inherente a la ocupación del espacio territorial con un sentido geopolítico y económico, y sobre todo a partir de las rupturas ocasionadas al “orden natural”6 a finales de aquel siglo, con la irrupción de las Revoluciones Industrial y Francesa, que impactaron en todos los órdenes de la vida cotidiana, transformándose ambas en los vectores de un nuevo orden hijo de la técnica pero con los mismos objetivos imperiales de los veintitrés siglos anteriores sustentados hasta allí en la filosofía aristotélico-tomista.7 A partir de aquel fin de siglo, con el inicio de la Historia Contemporánea, el evolucionismo y el positivismo tomaron la posta para construir los cimientos de una nueva civilización europea y occidental. CIVILIZACIÓN Y PROGRESO Leemos en Maristella Svampa, que fue Emile Benveniste quien acuñó el término civilización en su obra Problèmes de Linguistique Générale tomando a su vez un estudio de J. Fevre: “Civilisation, évolution d’un mot et d’ un groupe d’ idèes”, en el año 1757. Claramente el término se refirió tanto a una particular organización social de la Europa Occidental devenida como producto del inicio de un bienestar y progreso económico desde finales del Siglo XVIII hasta el inicio en el XX de la Gran Guerra europea. Y, en esta consolidación del “viejo continente”, el término se fue transformando en vocablo político y cultural que se utilizó para explicar y justificar la conquista y colonización universal capitalista. 5 Diana Quatrocchi-Woisson. Op. Cit. p. 137 6 Este “orden” tanto en el cosmos, como en la tierra, establecido desde el Siglo V antes de Cristo según la cultura griega, se prolongó en su interpretación con los filósofos cristianos como Santo Tomás de Aquino, quien tomando a Aristóteles como su antecesor directo en la cosmovisión del mundo y del universo, constituyeron la corriente de pensamiento aristotélico-tomista que contuvo la cultura y la política europea occidental bajo una tríada inamovible: los que rezan, los que luchan y los que trabajan. Dios en el centro de ese universo que se prolongaba en la tierra fijando al hombre a un determinismo que se resquebrajó con la irrupción de estas Revoluciones económicas, técnicas, políticas y sociales 7Del predominio de la cultura helénica, al Imperio Romano y de éste al Sacro Imperio Romano Germánico y la alternancia de Francia e Inglaterra de acuerdo al resultado de las guerras imperiales que, en el Siglo XIX, con la derrota de Napoleón Bonaparte “ordenaron” y estabilizaron el mapa europeo (y por ende el mundial) desde aquel año de 1815 hasta la Gran Guerra de1914 Pronto el binomio civilización-progreso fue un tándem ideal que encabezó la empresa racional, moderna y revolucionaria que abrevó en el Iluminismo francés, la Revolución del año 1789 y en la Revolución Industrial inglesa que abarcó dos etapas, a saber: 1780-1848, donde predominó la industria textil y la que se extendió desde ese año hasta 1875, impulsada por la máquina a vapor (industrias, ferrocarriles, barcos) y su etapa superior, la Imperialista, dominadas por la industria química, eléctrica y la del acero. El “take-off” (despegue sostenido) de su primera etapa también formó parte de este ideal de libertad económica que cimentó la División Internacional del trabajo “uniendo” al género humano tras esta bandera. El fin de siglo sumó a la potencia que hasta entonces dominó el mercado mundial a otros actores que compitieron “lealmente” hasta el estallido de la conflagración de 1914: como EE.UU., el Imperio Alemán, Italia, Bélgica, e inclusive el Imperio de los Zares y del Japón. Maristella Svampa, cita en su trabajo a François Guizot, a quien define como “el Gramsci de la burguesía” ya que en su Historia de la Civilización en Europa, plantea que el vocablo: nos da “la idea de un pueblo en movimiento, no para cambiar de lugar sino de estado, un pueblo cuya condición es extenderse y mejorar. La idea de progreso, de desarrollo, me parece que es la idea fundamental que se contiene en la palabra civilización”:8 Tras esta idea, en materia económica, la conquista de nuevos mercados, necesitó imponer el binomio que estamos analizando, con el objetivo de someter a la barbarie original, al Otro diferente; así, la Alteridad fue estigmatizada y cobró una carga demoníaca ya que se opuso, aún sin saberlo, a la presencia “del hombre blanco”; desde su cosmogonía intentó resistir, lo hizo con suerte diversa, y aún hoy trasciende las fronteras y los muros que le impusieron y le imponen desde “centro capitalista”. Y es precisamente, cuando la maquinaria de guerra se puso en marcha los pueblos invadidos presentaron resistencia y ahí sí definitivamente se transformaron ante los ojos occidentales en la encarnación del mal. El no-civilizado, el bárbaro por antonomasia que debió ser conquistado… o, en su defecto, exterminado; nació así la colonización. A civilizar tocaron las campanas: India, Argel, China, el Paraguay, México, Egipto, son sólo algunos de los territorios que fueron cayendo bajo la férula de los nuevos y viejos Imperios, ya fuese mediante acciones directas o con la complicidad de sectores nativos de esas mismas sociedades que abrieron las puertas al “nuevo mundo” de la técnica y la manufactura, y por supuesto de los capitales. Lo anticipó la Revolución Francesa, pero orientando su mirada hacia el atraso y la ignorancia feudal; ahora estas mismas palabras eran dirigidas a los pueblos conquistados:“Los hunos, hérulos, vándalos, godos, no vendrán del Norte… Ellos están entre nosotros.” Esta idea la vemos reflejada en el historiador Eric Hobsbawn quien cita en su obra Las Revoluciones burguesas: “Los bárbaros que amenazan a la sociedad no están ni en el Cáucaso ni en las estepas de Tartaria; están en los suburbios de nuestras ciudades industriales… La clase media debe reconocer francamente la naturaleza de la situación; deben saber en dónde están.”9 La sociedad burguesa fue creando una especie de muralla contra la barbarie sustentada en los nuevos valores construidos por su Estado como lo eran la propiedad, la familia, la autoridad y la consiguiente apropiación de la Patria, la Cultura y la Historia; una tríada que además conllevó la apropiación o reconfiguración de la Identidad. Al tiempo que esta barbarie sinónimo de masas para la elite intelectual europea, y su representación en nuestra historia, por parte de la Generación del ’37, apareció reflejada por el número, concepto que aterrorizaba de sólo pensar que aquellas impusieran la cantidad ante la calidad ejercida por los patricios. Lo observamos claramente en Pierre Rosanvallon quien nos dice: “El número, fuerza bárbara e inmoral que no puede más que destruir”, palabras que coinciden con las de Esteban Echeverría, quien sostuvo que la democracia universal era el sinónimo de la ignorancia universal. Por otra parte no debemos dejar de mencionar el rol que cumplieron las ciencias sociales que tomaron a su vez en sus orígenes la línea filosófica del Positivismo, aplicando estas ideas a los conflictos sociales, entendiendo el progreso y la civilización como productos de un evolucionismo lógico en el que sobrevivieron los más fuertes. Augusto Comte, Herbert Spencer, Emile Durkheim, Max Weber y Karl Marx, este último inclusive en las antípodas de estos pensadores en el plano económico y social al menos, sin embargo coincidió con ellos en observar a la barbarie en todo aquello que no proviniese del accionar y el pensamiento europeo. El concepto entonces, apareció como legitimador de una clase social que se erigió en dueña de la Historia Universal, que construyó los Estado – Nación, y se sintió depositaria de los valores que respaldasen su modelo político y económico. El adversario se transformó en el enemigo a vencer, previo desconocimiento de su razón de ser, su cultura, su pasado; se planteó reeducarlo o en su defecto reemplazarlo por medio de la guerra de conquista. 1 Este año es conocido como el de “La crisis del año ‘20”, ya que fue la primera vez desde el año 1810, que las Provincias Unidas no tuvieron un gobierno que las administrara Dió inicio además a una prolongada guerra civil entre la ciudad puerto de Buenos Aires y algunos aliados regionales, con el resto de las provincias del interior del país, incluidos los habitantes de la provincia de Buenos Aires. Se puede afirmar que recién hacia 1880, esta guerra se resolvió a favor de una nueva clase dirigente: la oligarquía terrateniente 2 Diana Quatrocchi-Woisson. “Los males de la memoria. Historia y política en la Argentina”, Emecé Editores, Buenos Aires: 1998. p. 92 3+ Diana Quatrocchi-Woisson. Op. Cit. p. 93 4 Diana Quatrocchi-Woisson. Op,. Cit. p. 123 5 Diana Quatrocchi-Woisson. Op. Cit. p. 137 6 Este “orden” tanto en el cosmos, como en la tierra, establecido desde el Siglo V antes de Cristo según la cultura griega, se prolongó en su interpretación con los filósofos cristianos como Santo Tomás de Aquino, quien tomando a Aristóteles como su antecesor directo en la cosmovisión del mundo y del universo, constituyeron la corriente de pensamiento aristotélico-tomista que contuvo la cultura y la política europea occidental bajo una tríada inamovible: los que rezan, los que luchan y los que trabajan. Dios en el centro de ese universo que se prolongaba en la tierra fijando al hombre a un determinismo que se resquebrajó con la irrupción de estas Revoluciones económicas, técnicas, políticas y sociales 7Del predominio de la cultura helénica, al Imperio Romano y de éste al Sacro Imperio Romano Germánico y la alternancia de Francia e Inglaterra de acuerdo al resultado de las guerras imperiales que, en el Siglo XIX, con la derrota de Napoleón Bonaparte “ordenaron” y estabilizaron el mapa europeo (y por ende el mundial) desde aquel año de 1815 hasta la Gran Guerra de1914 8 Maristella Svampa, El dilema argentino, Civilización o Barbarie, Buenos Aires, Taurus, 2006 p. 19 9 Eric Hobsbawn, Las revoluciones burguesas, Barcelona: Guadarrama, 1985, p. 357.

Daniel Viglietti y Mario Benedetti - Salvador Allende por Todo Chile

SIRIA Obama consideró suspender el ataque a Siria si acata la propuesta rusa de entregar las armas químicas

En un imprevisto giro en los acontecimientos, Rusia propuso este lunes que su aliada Siria entregue sus armas químicas para ser destruidas, y el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dijo que podría suspender sus planes de ataque si Damasco acepta la iniciativa y la cumple. Aunque sin decir si accederá, Siria dio la bienvenida a la sorpresiva propuesta, que Rusia tomó a su vez de una igualmente inesperada declaración del secretario de Estado norteamericano, John Kerry, de que Siria podía evitar un ataque si entregara sus armas químicas a la comunidad internacional "la semana próxima". El gobierno de Obama -que mañana dará un discurso a la nación para promover el ataque a Siria- primero trató de relativizar los comentarios de Kerry, pero la idea enseguida ganó apoyo de la ONU, Reino Unido, Alemania y hasta de Francia, la única potencia occidental que quiere participar en la ofensiva contra Siria. Enfrentado a estas manifestaciones de respaldo al plan, y ante un Congreso y un público estadounidenses cada vez más reacios a los planes de ataque a Siria, Obama dijo esta noche en una serie de entrevistas que la propuesta rusa era un "desarrollo potencialmente positivo" y un "avance". Entrevistado por la cadena ABC, el mandatario demócrata respondió "absolutamente" cuando el periodista le preguntó si la realización de la propuesta rusa evitaría un ataque estadounidense. "Es posible, si es real", replicó Obama ante la misma pregunta en la entrevista con CNN. El presidente agregó que la propuesta rusa abriría la puerta a un "avance", pero esta requerirá un seguimiento y que mantenga la presión sobre Rusia y Siria continuando con su campaña para que el Congreso apruebe su pedido de autorización del uso de la fuerza contra siria. Obama advirtió, no obstante, que no aceptará una "demora o una táctica dilatoria para quitar la presión" sobre Siria. Estados Unidos acusa al gobierno sirio de haber usado armas químicas en un ataque lanzado el 21 de agosto cerca de Damasco contra la insurgencia que lucha por derrocarlo. Washington, que respalda a la oposición armada siria, dice que tiene la obligación moral de castigar el uso de estas armas prohibidas con una intervención militar contra Siria. Siria niega haber usado armas químicas en el ataque del 21 de agosto y acusa a la insurgencia. Las declaraciones de Obama coronaron una jornada de sorpresivos, por momentos confusos eventos relativos a la crisis en Siria que movieron las fichas del tablero. El mandatario estadounidense, de hecho, pautó las entrevistas para promover su idea del ataque a Siria antes de su discurso televisado a la nación de mañana a las 21 (las 22 de Argentina), pero la dinámica de los acontecimientos lo obligó a cambiar el registro de manera radical. Los sucesos se precipitaron a partir de la mañana, cuando Kerry fue consultado en Londres sobre si había algo que el gobierno de Al Assad podía hacer para evitar un ataque de Estados Unidos. "Seguro, podría entregar cada pequeña parte de sus armas químicas a la comunidad internacional la semana próxima..., entregarlas y sin demora y permitir el inventario completo y total, pero no está por hacerlo ni puede hacerse", declaró. El Departamento de Estado dijo luego que Kerry había hecho un comentario "retórico" sobre la imposibilidad de que Al Assad entregue las armas químicas. Rápido de reflejos, el canciller ruso, Serguei Lavrov, aprovechó el aparente paso en falso de Kerry y anunció más tarde en Moscú que había propuesto a su par sirio, Walid Al Moallem, que Siria pusiera sus armas químicas bajo control internacional y permitiera su destrucción como forma de evitar un ataque estadounidense. De visita en Moscú, donde se reunió con Lavrov, el ministro Al Moallem dijo luego que Siria "saluda" la bienvenida a la idea rusa, aunque no dijo expresamente si la aceptaba, no puso plazos ni dio otros detalles, aunque pareció insinuar que estaría condicionada a que Estados Unidos no lance ataques. La iniciativa ganó pronto respaldo internacional. En Nueva York, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, dijo que el plan es realista pero que se necesitará cooperación de Siria, y agregó que evalúa solicitar al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que exija a Siria la entrega, para destrucción, de sus armas químicas. Ban explicó que es una de las propuestas que podría hacer al Consejo de Seguridad luego de la esperada presentación, esta semana o la próxima, de un informe de expertos de la ONU que investigaron el presunto uso de armas químicas durante el conflicto en Siria, que ya dejó más de 100.000 muertos. Hasta ahora, Estados Unidos cuenta con Francia como única potencia occidental dispuesta a participar de los ataques a Siria, su ex colonia. El presidente francés, Francois Hollande, dijo no obstante que su país esperará la votación en el Congreso de Estados Unidos y el informe de la ONU antes de decidir qué hacer. Hoy, en París, el canciller francés, Laurent Fabuis, dijo que la iniciativa rusa sobre las armas sirias "merece un examen". En un comunicado, el ministro dijo que la propuesta rusa era "aceptable" siempre y cuando se cumplan tres condiciones: que Siria acceda de inmediato, que se haga por resolución del Consejo de Seguridad de la ONU y que incluya "plazos cortos" y "consecuencias firmes" en caso de incumplimiento sirio. En Londres, el primer ministro británico, David Cameron, señaló que “sería un gran paso hacia adelante” que Siria ponga sus armas químicas bajo control internacional, aunque advirtió que puede ser “una táctica de distracción” para no discutir otros asuntos del conflicto en el país árabe. La canciller de Alemania, Angela Merkel, dijo que el plan ruso era una "propuesta interesante" y un avance, aunque pidió hechos más que palabras. El rebelde Ejército Libre Sirio (ELS) rechazó la propuesta rusa y calificó la aceptación siria de "mentira y de maniobra". notas relacionadas Assad: "Si Siria es atacada, Estados Unidos debería esperar de todo" IMPRIMIRACCESIBLEACCESIBLE

El último discurso de Salvador Allende

“Para que se abran las anchas alamedas”, de Eduardo Galeano (Días y noches de amor y de guerra)

10 septiembre, 2013 40 años del Golpe de Estado en Chile 1 No le reconocía la voz ni el nombre. Me dijo que me había visto en 1971, en el café Sportman de Montevideo, cuando ella estaba por viajar a Chile. Yo le había dado unas líneas de presentación para Salvador Allende. “¿Te acordás?”. -Ahora quiero verte. Tengo que verte sin falta –dijo. Y dijo que me traía un mensaje de él. Colgué el teléfono. Me quedé mirando la puerta cerrada. Hacía meses que Allende había caído acribillado a balazos. No pude seguir trabajando. 2 En el invierno de 1963, Allende me había llevado al sur. Con él vi nieve por primera vez. Charlamos y bebimos mucho, en las noches larguísimas de Punta Arenas, mientras caía la nieve al otro lado de las ventanas. El me acompañó a comprarme calzoncillos largos de frisa. Allá los llaman patapasiones. Al año siguiente, Allende fue candidato a la Presidencia de Chile. Atravesando la cordillera de la costa, vimos juntos un gran cartel que proclamaba: “Con Frei los niños pobres tendrán zapatos”. Alguien había garabateado, abajo: “Con Allende, no habrá niños pobres”. Le gustó eso, pero él sabía que era poderosa la maquinaria del miedo. Me contó que una mucama había enterrado su único vestido, en el fondo de la casa del patrón, por si ganaba la izquierda y venían a quitárselo. Chile sufría una inundación de dólares y en las paredes de las ciudades los barbudos arrancaban a los niños de los brazos de sus mamás para llevárselos a Moscú. En esas elecciones de 1964, el Frente Popular fue derrotado.Pasó el tiempo; nos seguimos viendo. En Montevideo lo acompañé a las reuniones políticas y a los actos; fuimos juntos al fútbol; compartimos la comida y los tragos, las milongas. Lo emocionaba la alegría de la multitud en las tribunas, el modo popular de celebrar los goles y las buenas jugadas, e estrépito de celebrar los tamboriles y los cohetes, las lluvias de papelitos de colores. Adoraba el panqueque de manzanas en el Morini viejo y el vino Cabernet de Sant Rosa le hacía chasquear la lengua, por pura cortesía, porque bien sabíamos los dos que los vinos chilenos son mucho mejores. Bailaba con ganas pero con un estilo de caballero antiguo, y se inclinaba para besar la mano de las muchachas. 3 Lo vi por última vez antes de que asumiera la Presidencia de Chile. Nos abrazamos en una calle de Valparaíso, rodeados por las antorchas del pueblo que gritaba su nombre. Esa noche me llevó a Concón y a la madrugada nos quedamos solos en el cuarto. Sacó una cantimplora de whisky. Yo había estado en Bolivia y en Cuba. Allende desconfiaba de los militares nacionalistas bolivianos, aunque sabía que iba a necesitarlos. Me preguntó por nuestros amigos comunes de Montevideo y Buenos Aires. Después me dijo que no estaba cansado. Se le cerraban los ojos de sueño y seguía hablando y preguntando. Entreabrió la ventana, para oler y escuchar el mar. No faltaba mucho para el alba. Esa mañana tendría una reunión secreta, allí en el hotel, con los jefes de la Marina. Unos días después, cenamos en su casa, junto con José Tohá, hidalgo pintado por el Greco, y Jorge Timossi. Allende nos dijo que el proyecto de Nacionalización del cobre iba a rebotar en el Congreso. Pensaba en un gran plebiscito. Tras la bandera del cobre para los chilenos, la Unidad Popular iba a romper los moldes de la institucionalidad burguesa. Habló de eso- después nos contó una parte de la conversación que había tenido con los altos oficiales de la Marina, en Concón, aquella mañana mientras yo dormía en el cuarto de al lado. 4 Y después fue Presidente. Yo pasé por Chile un par de veces. Nunca me animé a distraerle el tiempo. Vinieron tiempos de grandes cambios y fervores, y la derecha desató la guerra sucia. Las cosas no sucedieron como Allende pensaba. Chile recuperó el cobre, el hierro, el salitre; los monopolios fueron nacionalizados y la reforma agraria estaba partiendo la espina dorsal de la oligarquía. Pero los dueños del poder, que habían perdido el gobierno, conservaban las armas y la justicia, los diarios y las radios. Los funcionarios no funcionaban, los comerciantes acaparaban, los industriales saboteaban y los especuladores jugaban con la moneda. La izquierda minoritaria en el Parlamento, se debatía en la impotencia; y los militares actuaban por su cuenta. Faltaba de todo, leche, verdura, repuestos, cigarrillos; y sin embargo, a pesar de las colas y la bronca, ochocientos mil trabajadores desfilaron por las calles de Santiago, una semana antes de la caída, para que nadie creyera que el gobierno estaba solo. Esa multitud tenía las manos vacías. 5 Y ahora terminaba el verano del 74, hacía seis meses que habían arrasado el Palacio de la Moneda, y esta mujer estaba sentada ante mí, en mi escritorio de la revista en Buenos Aires, y me hablaba de Chile y de Allende. -Y él me preguntó por vos. Y me dijo: “¿Y dónde está Eduardo? Dile que se venga conmigo. Dile que yo lo llamo”. -¿Cuándo fue eso? -Tres semanas antes del golpe de Estado. Te busqué en Montevideo y no te encontré; estabas de viaje. Un día te llamé a tu casa y me dijeron que te habías venido a vivir a Buenos Aires. Después pensé que ya no valía la pena decírtelo. en Días y noches de amor y de guerra, 1978 http://descontexto.blogspot.com.ar/2011/10/para-que-se-abran-las-anchas-alamedas.html

Inicio » Especiales, Política, Hernando Calvo Ospina El derrocamiento de Allende, contado por Washington

Desde 1961, apenas posesionado, el presidente John F. Kennedy nombró un comité encargado de las elecciones que se desarrollarían en Chile tres años después. Según la investigación de la Comisión Church del Senado estadounidense[1], estuvo compuesto de altos responsable del Departamento de Estado, la Casa Blanca y la CIA. Este Comité fue reproducido en la embajada estadounidense en Santiago, capital chilena. El objetivo era impedir que el candidato socialista, Salvador Allende, ganara los comicios [2]. Allende era un marxista convencido de que por la vía pacífica se podía llegar al gobierno, y, desde ahí, darle un vuelco a las estructuras del Estado en beneficio de las mayorías empobrecidas. Expresaba que para lograr tal objetivo se debía nacionalizar las grandes industrias, priorizando las que estaban en manos estadounidenses, al ser éstas las que explotaban los recursos estratégicos. Estos, y otros ideales sociales, lo convirtieron en un indeseable para Washington: podría servir de ejemplo para los pueblos de otras naciones latinoamericanas. Para hacerle oposición, varios millones de dólares fueron distribuidos entre los partidos políticos de centro y de la derecha para que realizaran su propaganda. Al momento de elegir el candidato a la presidencia, Washington decidió apoyar a Eduardo Frei, del partido Demócrata Cristiano, un personaje que impuso a sus otros financiados. En total, la operación costó unos veinte millones de dólares, una suma inmensa para la época, al punto de sólo poderse comparar con lo gastado en las elecciones presidenciales estadounidenses. Es que Washington no tanto invirtió en el candidato Frey, sino que realizó toda una campaña de propaganda anticomunista a largo plazo. La Comisión del Senado dijo: “Se explotaron todos los medios posibles: prensa, radio, películas, volantes, folletos, correos, banderolas, pinturas murales.” La Comisión reconoció que la CIA realizó, por intermedio de sus partidos comprados y varias organizaciones sociales, una “campaña alarmista” donde el objetivo principal fueron las mujeres, a las cuales se les aseguraba que los soviéticos y los cubanos llegarían para arrebatarle a sus hijos si ganaba Allende. Afiches distribuidos masivamente mostraban a niños llevando en la frente un tatuaje con la hoz y el martillo. La tradición religiosa también fue manipulada al máximo para que se temiera al “comunismo ateo e impío.” La operación psicológica funcionó por encima de las expectativas: Frei logró el 56% de votos, mientras que Allende el 39%. La CIA, según la Comisión del Senado, aseguró que “la campaña de inculcar miedo anticomunista había sido la más eficaz de todas las actividades adelantadas.” Fue una operación psicológica, con carácter de guerra, cuya base eran los planes aplicados en Guatemala que terminaron derrocando al presidente Jacobo Arbenz, en junio de 1954 [3]. Una operación que en Chile no se desmanteló con el triunfo de Frei, porque, a pesar de todo, la cantidad de votos logrados por Allende fue alta. Y el vencido tenía todas las intenciones de presentarse a las futuras elecciones. En sus Memorias William “Bill” Colby, jefe de la CIA entre 1973 y1976, cuenta que durante las elecciones presidenciales de 1970, “la CIA debió dirigir todos los esfuerzos contra el marxista Allende. Ella se encargó de organizar una vasta campaña de propaganda contra su candidatura.” [4] La operación se llamó “Segunda Vía”. Todo por orden directa del presidente Richard Nixon. Henry Kissinger, el consejero para la Seguridad Nacional del presidente, expresaría durante una reunión del Consejo de Seguridad sobre Chile, el 27 de junio de 1970: “Yo no veo por qué debemos quedarnos indiferentes, mientras un país cae en el comunismo por culpa de la irresponsabilidad de su pueblo.” [5] O sea, la soberana decisión de los ciudadanos no podía ser válida si no estaba en concordancia con los intereses estadounidenses. Durante esta reunión se decidió sumar trescientos mil dólares a la operación de propaganda que ya se adelantaba. Según la Comisión Church del senado, Richard Helms, jefe de la CIA desde 1966, envió a dos oficiales de la CIA, a los que conocía desde los primeros preparativos de invasión a Cuba, como responsables; ambos especialistas de la guerra psicológica y la desinformación; con importante participación en el golpe de Estado en Guatemala, y acababan de desembarcar de la guerra en Indochina: David Atlee Phillips y David Sánchez Morales. La Comisión del Senado dijo que una de las consignas que englobaba la campaña era: “La victoria de Allende significa la violencia y la represión estalinista.” Pero el 4 de septiembre de 1970 Allende ganó las elecciones. Escribe Colby que “Nixon entró en cólera. Él estaba convencido de que la victoria de Allende haría pasar a Chile al campo de la revolución castrista y anti-americana, y que el resto de América Latina no tardaría en seguirle los pasos.” Prosigue el ex patrón de la CIA: Nixon convocó a Helms “y le impuso muy claramente la responsabilidad de evitar que Allende asumiera sus funciones.” En la misma reunión Nixon encargó a Kissinger darle un seguimiento estricto al complot. Es que quedaba una posibilidad para evitar que Allende asumiera la presidencia: había triunfado pero con una mayoría relativa, debido a que las fuerzas de izquierda se habían dividido, carcomidas por la campaña mediática y/o el dinero que la CIA logró inyectar a ciertos grupos. Por tanto el Congreso chileno se debía reunir el 24 de octubre para decidir entre Allende y Jorge Alessandri, candidato del partido conservador y quien obtuviera la segunda votación. El plan de Washington era, entonces, comprar el voto de congresistas para que no confirmaran el triunfo del socialista. Helms envió a un “grupo de trabajo” que mantuvo una “actividad frenética” durante seis semanas”, según relata Colby. Esto tampoco funcionó y Allende sería declarado ganador de las elecciones. Los operarios especiales de la CIA tomaron contacto con responsables políticos y militares para seleccionar aquellos que podrían estar listos para actuar contra Allende, “y determinar con ellos la ayuda financiera, las armas y el material que fuera necesario para barrerlo de la ruta hacia la presidencia”, según Colby. La mayor esperanza se centró en las Fuerzas Armadas, pero todo dependía de su comandante, el general René Schneider. El problema que encontró la CIA es que este militar había expresado claramente que su institución respetaría la Constitución. Y Colby, en sus Memorias, reconoce con una naturalidad espeluznante: “Entonces era un hombre a matar. Se organiza contra él una tentativa de secuestro que termina mal: fue herido al oponer resistencia y muere poco después debido a las heridas.” Según la Comisión Church el 22 de octubre, muy temprano en la mañana, la CIA entregó a conspiradores chilenos metralletas y municiones “esterilizadas”, denominadas así porque en caso de investigación no es posible determinar su origen. Horas después se produjo el atentado. Tres días después moriría Schneider, “el hombre a matar”. Inmediatamente el presidente Nixon envió un cínico mensaje a su homólogo chileno: “Yo quisiera hacerle parte de mi dolor ante este repugnante acto.” El sucesor de Schneider sería un tal general Pinochet. El 3 de noviembre de 1970 Allende se posesionó como presidente: Nixon no le envió el regular mensaje de felicitación que exige el protocolo diplomático, ni el embajador estadounidense asistió a la investidura. Ahora correspondía preparar la desestabilización del nuevo gobierno, lo cual se encargaría a la Dirección del Hemisferio Occidental de la Agencia. Una dependencia que desde 1972 tuvo como director a un oficial con gran experiencia en operaciones clandestinas: Ted Shackley. Y éste nombró a su hombre-sombra, Tom Clines, para que se concentrara en el “caso Allende”, teniendo bajo su responsabilidad a los viejos colegas Sánchez Morales y Atlee Phillips. En marzo del siguiente año Bill Colby vuelve a ser el superior de Shackley y Clines como subdirector de Operaciones Especiales. Este trío regresaba de estar al frente de la guerra sucia en Indochina, muy particularmente en Vietnam. Desde 1972 este equipo de la CIA, en Washington y Chile, fue desarrollando la operación más perfeccionada de desinformación y sabotaje económico que hasta ese momento se conociera en el mundo. Colby confesó que fue una “experiencia de laboratorio que demostró la eficacia de la inversión financiera para desacreditar y derrocar a un gobierno.” [6] No fue todo. Según la Comisión del Senado estadounidense, la estación de la CIA en Santiago se dedicó a recoger toda la información necesaria para un eventual golpe de Estado. “Listas de personas a detener; infraestructuras y personal civil que debían ser protegidos con prioridad; instalaciones gubernamentales a ocupar; planes de urgencia previstos por el gobierno si se diera un levantamiento militar.” [7] Según el ex funcionario del Departamento de Estado, William Blum, esta información sensible de Estado fue obtenida a partir de la “compra” de altos funcionarios y de dirigentes políticos de la coalición partidaria de Allende, La Unidad Popular [8] . Mientras que en Washington los empleados de la embajada chilena se quejaban de la desaparición de documentos, no sólo de la sede diplomática sino de sus propios domicilios. Sus comunicaciones fueron sometidas a escucha. Un trabajo realizado por el mismo equipo que muy poco después se involucraría en el Watergate. [9] La acción contra Allende necesitó de una campaña internacional de difamación e intrigas. Buena parte de ella fue encargada a un inexperto en política exterior y casi desconocido político, aunque viejo conocido del presidente Nixon y de los hombres que adelantaban la operación: George H.W. Bush. Esa tarea la realizó como embajador en la ONU, función que ocupaba desde febrero de 1971. Cuando fue nombrado para el cargo nadie quiso recordar que pocos meses antes había logrado, como representante a la Cámara de Texas, que se restableciera en ese Estado la pena de muerte para los “homosexuales reincidentes”. El 11 de septiembre de 1973 se da el sangriento golpe de Estado contra el gobierno de Allende, encabezado por el general Augusto Pinochet, y se desata una terrible represión. Aunque Shackley había dejado su cargo unos días antes de aquel fatídico día, fue la figura clave en el operativo. Su biógrafo afirma: “Salvador Allende murió durante el golpe. Cuando el humo se disipó, el General Augusto Pinochet, dirigente de la Junta Militar, estaba en el poder dictatorial, debido en parte al arduo trabajo de Shackley [...]” [10] Casi un mes después, el 16 de octubre, Henry Kissinger recibiría el Premio Nobel de la Paz… Al año siguiente del golpe, mientras la dictadura seguía ensangrentando a la nación, el presidente Gerald Ford declaraba que los estadounidenses habían actuado “por los mejores intereses de los chilenos y, obviamente, para los de Estados Unidos.” [11] Mientras que en 1980 el ex presidente Nixon escribiría: “Los detractores se preocupan únicamente por la represión política en Chile, e ignoran las libertades fruto de una economía libre […] Más que reclamar la perfección inmediata en Chile, deberíamos apoyar los progresos realizados.” [12] (* Con algunos pocos cambios, este es un capitulo tomado del libro “El Equipo de Choque de la CIA”. El Viejo Topo, Barcelona, 2010.) Notas: 1- Comisión especial presidida por el senador Frank Church: “Alleged Assassination Plots Involving foreign Leaders.” November, 1975. U.S. Government printing office 61-985, Washington, 1975. 2- Cover Action in Chile, 1963-1973. The Select Committe to Study Governmental Operations with Respect to Intelligence Activities, US Senate. Washington, 18 décembre 1975. 3- El presidente estadounidense Dwight David Eisenhower autorizó a la CIA el derrocamiento de Arbenz, aplicando un plan integral, inédito hasta ese momento en el continente, que contenía acciones de guerra sicológica, mercenaria y paramilitar, cuyo nombre en clave fue PBSUCCESS. Ver: Cullather, Nick. “Secret History: the CIA Classified Accounts of its Operations in Guatemala, 1952-1954″. Stanford University. 1999. 4- Colby, William. “30 ans de C.I.A.” Presses de la Renaissance. París, 1978. 5- Newsweek. Washington, 23 septembre 1974. 6- New York Times. 8 septembre 1974. 7- Cover Action in Chile, 1963-1973. Ob. Cit. 8- Blum, William. “Les guerres scélérates”. Parangon, París 2004. 9- Watergate se llamaba el edificio donde ese encontraban las oficinas del Partido Demócrata. Ilegalmente, en 1972 el presidente Nixon ordenó que fueran puestas bajo escucha. Ante las pruebas y el escándalo el presidente debió renunciar en agosto de 1974. Ver: Marchetti, Victor y Marks, John. “La CIA et le culte du renseignement”. Ed. Robert Laffont. París, 1975. 10- Corn, David. Blond Ghost, “Ted Shackley and the CIA’s Crusades”. Simon & Schuster. New York, 1994. 11- New York Times. 17 septembre 1974. 12- Nixon, Richard. “La vraie guerre”. Albin Michel. París, 1980.