viernes, 22 de marzo de 2013

LA JUSTICIA INJUSTA II

La masacre en el Chaco Los fiscales de Chaco Carlos Amad y Patricio Sabadini terminaron ayer sus alegatos de acusación al capitán de Ejército Norberto Tozzo para quien pidieron la pena de 24 años de prisión en una cárcel común, por su responsabilidad en cuatro casos de desapariciones en la Masacre de Margarita Belén. Así se conoce al fusilamiento de presos políticos y detenidos-desaparecidos en ese paraje de Chaco, el 13 de diciembre de 1976. A partir del 4 de abril, comenzará el alegato de la defensa de Tozzo y luego el militar tendrá derecho a decir sus últimas palabras antes de que el Tribunal Federal dicte una sentencia. A Tozzo se le imputa la privación ilegítima de la libertad agravada por el tiempo en cuatro hechos en concurso real de Fernando Piérola, Roberto Horacio Yedro, Reynald Zapata Soñez y Julio Andrés Pereyra. Los cuatro figuran en la lista de traslado y fueron objeto de las maniobras burdas de la dictadura para hacerlos pasar por prófugos luego de aniquilarlos y hacer desaparecer sus cuerpos. Durante su alegato, Amad dio detalles sobre la manifiesta complicidad judicial con la represión del terrorismo de Estado y expuso las falencias más notorias de la versión del enfrentamiento y posterior fuga de cuatro detenidos políticos. “Los jueces federales Córdoba y Vivas formaron parte de la trama judicial de ocultamiento, nunca investigaron nada”, recalcó el fiscal Amad. Despertar de la conciencia El abogado querellante Franco Catalani afirmó que “si bien falta mucho por la recuperación de la memoria histórica, con los juicios se está despertando una conciencia presente de lo que fue el terrorismo de Estado y lo que es por contraste un sistema democrático”. Catalani es abogado en el juicio por los delitos de lesa humanidad cometidos en la Subzona 14 que se llevó a cabo en 2011 en La Pampa. “Creo que se ha avanzado muchísimo. De todos modos estamos a mitad de camino porque falta mucho por hacer en cuanto a la recuperación de la memoria histórica y en general, con los juicios recién se está despertando una conciencia presente en forma permanente de lo que fue el terrorismo de Estado y lo que es por contraste un sistema democrático”, opinó. “Hemos llegado a nivel nacional a una cantidad importante de juicios y condenas, pero faltan muchos, como en el caso de La Pampa, que tuvo su primer juicio en 2010 y queda pendiente el próximo, que es más grande por los hechos y cantidad de imputados”, detalló. “Estos procesos y condenas nos dejan una reivindicación en cuanto a los querellantes, porque hay un reconocimiento de parte de la Justicia del delito de genocidio, y esto no es una formalidad”, indicó Catalani. “Sabemos que la calificación de genocidio no aumenta las penas ni la gravedad de ellas, pero es reparador porque se trata de un poder, como el Judicial, que menciona los hechos con lo que nosotros creemos que verdaderamente pasó: un genocidio”, dijo. 405 sentencias “Por la democratización de la Justicia” reza el lema que acompañará a la marcha en recuerdo de la instalación de la última dictadura cívico militar en el país, que se desarrollará este domingo 24 de marzo, desde las 12. En ese marco, el Centro de Estudios Legales y Sociales difundió algunas estadísticas relativas al estado de los juicios por delitos de lesa humanidad desarrollados hasta la actualidad. Según las cifras difundidas por el organismo, de las 2071 personas, entre civiles y personal de las Fuerzas Armadas y de seguridad, que están o estuvieron involucradas en causas vinculadas con el terrorismo de Estado, 405 han obtenido sentencia, 370 se encuentran condenadas y 35 absueltas. En tanto, apuntó que desde la celebración del primer juicio por estos delitos en 2006, ha habido 91 sentencias, aunque “resulta preocupante”, resaltó el CELS, que de ellas “únicamente 14 han alcanzado instancia final, 12 confirmadas por la Corte Suprema de Justicia de la Nación”. Según el documento del CELS, sólo 28 de los 370 condenados en la actualidad tiene firme su sentencia. EL ROL DEL ACTUAL PRESIDENTE DE LA CAMARA DE APELACIONES DE CORDOBA Con palos en la rueda Luis Rueda, presidente de la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba. Imagen: Gentileza La voz del interior Una testigo contó que el juez Luis Rueda, cuando era secretario de un juzgado, le dijo que su salida en libertad se complicaba porque ella había hablado de Menéndez. También la acusó en un programa de TV de haber dejado morir a su esposo. Por Marta Platía Desde Córdoba Teresita Piazza de Córdoba, una de las testigos que declararon ayer en el megajuicio por los crímenes cometidos en La Perla, comprometió al actual titular de la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba, Luis Rueda, quien en 1984 y como secretario de un juzgado federal, le habría dicho que su caso no terminaba de resolverse “por la mención que ella seguía haciendo sobre la presencia del general (Luciano Benjamín) Menéndez en el Hospital Militar”, donde fue internada durante su secuestro. La semana pasada, la testigo Patricia Astelarra también nombró al mismo magistrado. “Lo implicó –señaló el abogado querellante Claudio Orosz– en el armado de una causa penal que llevó a su compañero, sobreviviente del campo de concentración, nuevamente a la cárcel en época democrática. Y señaló que se usaron pruebas obtenidas bajo la tortura.” A raíz de esta declaración, el fiscal Facundo Trotta pidió que se abra una investigación sobre Rueda. Lo mismo ocurrirá ahora con el caso de Piazza de Córdoba. “Es lo que corresponde cuando un miembro de la Justicia es involucrado en un delito”, señaló Carlos Gonella, también fiscal de esta causa. Teresita Piazza de Córdoba denunció que ya en democracia “habían dejado salir a todas. Sólo faltaba yo. Estaba en la cárcel de mujeres del Buen Pastor. Me trajeron a Tribunales varias veces, pero siempre sin mis abogados, Rubén Arroyo y Luis Reinaudi. Sola como estaba, le pregunté a Rueda, que en ese tiempo era secretario del Juzgado N° 2, dónde estaba (Gustavo) Becerra Ferrer, por qué habían dejado salir a mi compañera Irene Bucco y a mí no. Y Rueda (que era el secretario del juzgado que tenía la causa) me dijo que esa mención que yo había hecho de Menéndez complicaba mi salida. Todo esto, aun cuando lo resuelto por los consejos de guerra de la dictadura habían sido invalidados por la democracia”. Teresita había sido atrapada por una patota en el hall de entrada de la maternidad provincial a plena luz del día, el 20 de abril de 1977. Varios hombres armados se lanzaron sobre ella, de poco menos de 50 kilos y tres meses de embarazo. Su calvario había comenzado un mes antes. El 9 de marzo trataron de secuestrar a su esposo, Jerónimo Córdoba. Lo corrieron y lo balearon por la espalda. “El logró escapar de una emboscada cuando iba a una confitería llamada Los Cubanitos. Lo persiguen, le dan un balazo en la espalda. Así, herido y desde el Cerro de las Rosas, él corrió y caminó como pudo, desangrándose, hasta mi casa, en Ruta 20 (a más de 25 kilómetros de distancia). Cuando llegó, me pidió que no lo llevara al hospital. Que no quería caer vivo en las manos de los militares. El militaba en la Juventud Peronista. Yo, con los claretianos del padre (Enrique) Angelelli. Lo llevé a la casa de un amigo. Ahí murió. Lo enterramos en el patio, llenos de miedo. En las radios se había desatado un escándalo y se decía que lo buscaban por toda la ciudad. Ese mismo día había ocurrido un ataque a una casa que se llamaba El Castillo y habían matado a muchos”, relató. Luego de la muerte y entierro de Jerónimo, Teresita fue secuestrada. La llevaron a La Perla, luego al campo de La Ribera y hasta la casa en la que estaba enterrado su esposo para exhibirla: “Me acuerdo de que hasta había una mujer con un micrófono. Tomaron todo como si yo fuera una delincuente”, recordó la mujer. Su foto apareció en todos los diarios locales. La confinaron en La Perla, donde la apalearon y le pegaron “trompadas” en el vientre. “Me dijeron que ahí estaba desaparecida. ‘De acá, ni Dios ni el Papa ni el presidente te sacan. Vos estás desaparecida. Ni existís.’ Se consideran más que Dios, más que el Papa”, se estremeció la mujer recordando estas palabras. Fue entonces cuando Menéndez se paró mirándola duramente, masculló algunas palabras y salió de la sala. En el campo de torturas, el embarazo de Teresita se complicó. Se descompuso. Un médico que también estaba detenido dijo que tenía la bolsa fisurada. “Me llevaron al Hospital Militar. Ahí fue cuando, estando esposada de un pie y una mano, abrí los ojos y lo vi a los pies de la cama. Era Menéndez. Me estaba mirando. Me dijo que me porte bien. Y que si no lo hacía, me iban a llevar otra vez de donde me trajeron. Yo no le dije nada. Me quedé en silencio mirándolo.” Claudio Orosz, uno de los abogados querellantes, dijo a Página/12 que “no es la primera vez que alguien menciona a (Luis) Rueda en este tipo de casos. Ya hubo múltiples versiones. Llamativamente en el juicio a Videla, en 2010, hubo un imputado, (Carlos) Yanicelli, que mostró una serie de fotos en los que se lo veía en un festejo de Inteligencia de Fuerza Aérea junto al comodoro Trillo y al hermano de éste, un abogado a quien el testigo Charlie Moore (un detenido que estuvo más de seis años en el D2, la Gestapo cordobesa), sindicó entre los que entregaban gente a la Triple A y al ejército. Ahora –siguió Orosz– escuchamos el testimonio de Teresita Piazza de Córdoba en el cual no sólo contó la conversación que tuvieron por lo de la presencia de Menéndez, casi un apriete, sino que denunció que Rueda había reflotado su caso como ‘el de la mujer que había dejado morir a su esposo sin llevarlo al hospital’, en el programa televisivo que tenía por 1997 o 1998, el periodista (Carlos) Sagristani muchos años después de que ella había sido puesta en libertad”. Ese programa, contó la testigo, “fue terriblemente perjudicial para mí. Para mis hijas. Yo ya había sido liberada (el 24 de mayo de 1984), lo del consejo de guerra había quedado fuera de efecto, ya que un civil no podía ser condenado por tribunales militares. Vivía en el valle de Calamuchita en un pueblo chico, y eso fue como una bomba para nosotras: yo era el monstruo que había dejado morir a mi marido. Y, además, señor juez –resaltó ante Jaime Díaz Gavier–, yo no había dejado morir a mi esposo: él estaba gravemente herido y me pidió que no lo llevara al hospital. Yo hice lo que él me pidió. Yo sabía que si lo llevaba lo iban a secuestrar. Por eso me buscó a mí. Después de todo lo que yo sufrí me di cuenta, aún más, que había hecho lo correcto”. En el momento de su secuestro, Teresita tenía dos hijas de dos y nueve meses de edad, y estaba embarazada de la tercera. “La más chiquita nació en la maternidad provincial. Me esposaron a la cama: una mano y una pierna. Parí a mi hija así.” La mujer recordó que cuando volvió a la UP1 (la cárcel del Barrio San Martín adonde la habían trasladado), gritó y “pataleó” para que no le sacaran a su hija: “Llegué y cuatro hombres grandotes me la querían sacar. Me negué. Quería llegar al pabellón y que todas la vieran. Empecé a gritar. Los presos comunes también comenzaron a gritar y a hacer jarreo. Me dejaron entrar con mi beba hasta el pabellón. Diez horas después me la retiraron. Me mostraron el documento de mis padres que la reclamaban y así la entrego. Y aún hoy siento como un puñal aquí en el estómago. Un desgarro... A los pocos días fue cuando me llamaron adelante, y los de la (Policía) Federal me tomaron una declaración y la usaron para el consejo de guerra. Me condenaron a 20 años: asociación ilícita, portación de armas y abandono de personas, dijeron. Para mí, aunque todo era falso, lo peor fue que me culparan por dejar morir a mi esposo. Terrible: ellos le dispararon. El no estaba armado. Le dieron por la espalda mientras trataba de escapar, y me culparon a mí”. Teresita repitió que por todo eso fue “terriblemente doloroso que en un programa de televisión Luis Rueda volviera sobre todo eso cuando el caso estaba cerrado y se sabía todo lo que había ocurrido”. 22/03/13 Página|12

LA JUSTICIA INJUSTA

PROHIBEN SALIR DEL PAIS AL EX JUEZ FEDERAL RICARDO LONA Y LO CONSIDERAN COAUTOR DE CRIMENES DE LESA HUMANIDAD Cuando la Justicia es parte de la injusticia Los juicios a represores involucraron ahora a otros dos jueces. Un fiscal pidió que se investigue al titular de la Cámara Federal de Córdoba, Luis Rueda, por su relación con Menéndez, y el ex juez federal de Salta Ricardo Lona fue acusado como coautor de crímenes de lesa humanidad. Ricardo Lona estuvo varios años imputado sin resolución en tres grandes causas vinculadas con delitos cometidos durante la última dictadura. La Cámara de Casación revocó el último sobreseimiento que le quedaba al ex magistrado salteño y agravó los cargos contra Lona, acusado de delitos de lesa humanidad. Sesenta y siete magistrados se excusaron por sus vínculos con el ex juez. Por Adriana Meyer Imagen: Rafael Yohai Fue casi como mover una montaña, pero se logró. La Cámara de Casación revocó el último sobreseimiento que le quedaba al ex juez federal Ricardo Lona, acusado por delitos de lesa humanidad en tres procesos judiciales, y le prohibió la salida del país. Además, los jueces de ese tribunal agravaron los cargos contra Lona en la causa por supuesto “encubrimiento y prevaricato” en once denuncias por secuestros y homicidios, antes y durante la dictadura cívico-militar. “Consideraron que su actuación no fue sólo de encubridor, sino también de coautor de los hechos junto con los militares y policías imputados y, por lo tanto, podría recibir una pena más grave, pero como paso previo le impidieron que salga del país”, explicó a Página/12 el fiscal federal Horacio Azzolin. Casación ya había revertido dos sobreseimientos dictados por la Cámara Federal de Salta que favorecieron a Lona y ahora vuelve a estar imputado, pero en un escenario en el que 67 magistrados salteños se excusaron por sus vínculos con el ex juez. El fallo no es un caso aislado, se enmarca en el avance del juzgamiento de los autores civiles del terrorismo de Estado, y más específicamente de su capítulo judicial. Los jueces de la Sala II del máximo tribunal penal del país hicieron lugar a un planteo de los fiscales Azzolin y Javier De Luca, de la Unidad Especial que coordina Jorge Auat. Lona había sido sobreseído el 23 de junio de 2010 por la Cámara Federal de Apelaciones de Salta, en un fallo que ayer fue revocado y calificado de “arbitrario” por los camaristas Alejandro Slokar, Angela Ledesma y Mariano Borinsky. “Se advierte que en la resolución impugnada se desvincularon los delitos atribuidos a Lona del contexto en el que habrían ocurrido. Tal escisión es arbitraria toda vez que no contiene un análisis valorativo de los elementos de juicio colectados que sustenten el aserto” de que los delitos atribuidos al ex magistrado estaban prescriptos. A Lona se le atribuye no haber investigado once denuncias que llegaron a su conocimiento como único juez federal de Salta, sobre desaparición de personas, homicidios y privaciones de la libertad antes y durante la dictadura. Según quedó establecido, “no realizó investigación ni diligencia alguna” hasta el retorno democrático. Los camaristas mencionaron en su fallo uno de los argumentos que había expuesto el fiscal De Luca: “Con tristeza estamos descubriendo que esos abogados fueron nombrados jueces federales para cumplir el rol de denegar justicia a cualquiera que mediante su reclamo cuestionara o revelara el plan sistemático de eliminación de oponentes políticos”. Lona estaría en Buenos Aires y, según fuentes judiciales, asistió a la audiencia de lectura del fallo. Pese a ello se ordenó al Juzgado Federal 2 de Salta instrumentar la prohibición de salida del país y, además, “con la celeridad y resguardos que el caso reclama”, continuar la investigación. En este sentido, la Justicia podría dictar alguna otra medida para con el ex magistrado. La Cámara salteña había cerrado la causa por considerar que no se trató de delitos de lesa humanidad y, por ende, estaban prescriptos, pero Casación entendió que los cargos que se atribuyen al ex juez deben analizarse “en el contexto ocurrido”. Según los jueces de la Sala II de Casación, la Cámara de Salta “ha cancelado indebidamente la investigación de otros comportamientos que podrían constituir delitos de lesa humanidad, imprescriptibles”. Tras calificar como “arbitrario” el sobreseimiento definitivo de Lona, ordenó devolver la causa al Juzgado Federal 2 de Salta para que se reactive la pesquisa. Lona estuvo varios años imputado sin resolución en tres grandes causas: la que investigó la denominada Masacre de Palomitas –ocurrida el 6 de julio de 1976 cuando un grupo de presas y presos políticos del penal de Villa Las Rosas fueron asesinados en el paraje de ese nombre–, la que lo investigó por el presunto encubrimiento y la omisión de sus deberes en la investigación por la desaparición del gobernador Miguel Ragone, y el expediente en el que acaba de expedirse Casación por once casos en los que Lona recibió las denuncias y miró para otro lado. “Los jueces de instrucción salteños avanzaron de a poco contra Lona, con sus tiempos, pero lo indagaron y lo procesaron en su momento. Sucede que la Cámara de Salta consideró que todos esos delitos estaban prescriptos, pero ahora Casación dijo no, hay que investigarlo, en tres resoluciones dijeron que puede ser partícipe directo. Hay que tener en cuenta que Lona es muy poderoso en Salta porque fue juez federal por mucho tiempo, tiene vínculos y amigos, incluso entre los militares”, describió Azzolin. El fiscal agregó que “Lona es un apelador sistemático, como sucedió en el caso de (el crimen de Walter) Bulacio, y llegó al punto de hacer renunciar al abogado que lo defendió durante años el mismo día de la audiencia en Casación, con la intención de que fuera levantada. Pero no lo logró porque estos jueces no le hicieron el juego a esa estrategia que bastardea los principios del derecho a la defensa”. En febrero de 2004 el Jury de Enjuiciamiento del Consejo de la Magistratura no reunió los votos necesarios para la destitución del magistrado y ordenó reintegrarlo en sus funciones, en una audiencia que culminó con un tibio aplauso, mientras los familiares de las víctimas de Palomitas le gritaban “torturador”. Para evitar el juicio, había renunciado, pero el ex presidente Néstor Kirchner no había aceptado la dimisión para que el proceso siguiera su curso. Sin embargo, la avaló dos días después de la absolución y así Lona tuvo que ir a buscar empleo. GB

martes, 19 de marzo de 2013

UN PAPA EN EL PATIO TRASERO

Un papa en el patio trasero Por Raúl Zibechi La jerarquía del Vaticano posó sus ojos en América del Sur, la región donde combatió a muerte (textualmente) a los teólogos de liberación. Alineada con los poderosos, lo que no le impide hacer guiños populistas hacia los pobres, está a punto de tomar posición ante la integración regional y los gobiernos progresistas. “Lo peor que podría pasarle a Sudamérica sería la elección de un papa de aquí”, escribía el periodista Martin Granovsky horas antes de que los cardenales ungieran a Jorge Bergoglio para ocupar el sillón de Pedro. En la medida que los progresistas han sido barridos de las jerarquías eclesiales, si el nuevo pontífice fuera sudamericano, especulaba el periodista, no sería “un estímulo para los cambios que se producen en los dos grandes países de Sudamérica desde 2003” (Página 12, 13 de marzo de 2013). Pocas cosas hay más terrenales que el gobierno de la iglesia católica. Muchas páginas se han escrito sobre las estrechas relaciones del Vaticano con el fascismo y el nazismo, con el régimen de Francisco Franco, sobre sus millonarias inversiones en negocios turbios, por no decir mafiosos, de la ligazón de algunos de sus más encumbrados jerarcas con la Logia P-2, y del cogobierno de facto que ejercieron con la última dictadura militar argentina. Existe una geopolítica vaticana que no ha sido enunciada, que no cuenta con encíclicas que la avalen, pero que se puede rastrear por su actuación en algunos momentos decisivos de la historia. En se sentido, existen datos suficientes que confirman la intervención vaticana en la misma dirección que lo hacían los poderosos del mundo. La elección de Bergoglio tiene un tufillo de intervención en los asuntos mundanos de los sudamericanos, a favor de que el patio trasero continúe en la esfera de influencia de Washington y apostando contra la integración regional. Antecedentes no faltan: en la década de 1950 la actitud del Vaticano hacia el régimen de Franco coincidió, con notable exactitud, con la apertura de Washington hacia el dictador; en la década de 1980, los intereses de la superpotencia en una Centroamérica sacudida por guerras internas fueron acompañados y acompasados por la diplomacia vaticana, con notable sincronía. PIO XII, EL ANTICOMUNISTA. Es ya un lugar común recordar la profesión de fe democrática del Vaticano cuando agonizaba el régimen fascista de Benito Mussolini, al que Pío XI había dado su bendición (animando a los católicos italianos a votarlo en 1929) al señalar que fue “un hombre enviado a nosotros por la Providencia”. Su sucesor, Pío XII, el papa de la guerra fría, profundizó el anticomunismo y defendió la excomunión de los católicos que votaran por los comunistas. Lo más notable de ese período es el profundo viraje del Vaticano hacia la potencia hegemónica que nació con el fin de la Segunda Guerra Mundial. Viraje y convergencia que tienen en el año 1953 un nudo más que simbólico. El triunfo de Franco en la guerra civil española, con el apoyo de las fuerzas armadas de Mussolini y de Adolfo Hitler, provocó un agudo aislamiento de España luego de la derrota del Eje en 1945. La posguerra española fue particularmente penosa para su población ya que ese aislamiento la dejó fuera del Plan Marshall con el que Estados Unidos lubricó, con miles de millones de dólares, la recuperación de la devastada Europa. Pero la península ibérica es un espacio geopolítico decisivo para el control del Mediterráneo y del norte de África, ya que el Estrecho de Gibraltar es la puerta de entrada a dos continentes. El desmoronamiento de las potencias coloniales en Asia y África, que detonó la guerra de Argelia desde 1954, sumada a la tradicional independencia de Francia que bajo la influencia de Charles de Gaulle tomó distancias de a política militar de Estados Unidos, llevó a Washington a buscar un acercamiento con la dictadura de Franco. En 1953 se firmaron convenios hispano-estadounideses que diseñaron una alianza militar que se plasmó en la instalación de tres bases militares en Rota, Morón y Torrejón de Ardoz. En 1955 España ingresó en la Naciones Unidas y en 1959 el presidente Dwight Eisenhower visitó a Franco para afianzar las relaciones. A cambio, España recibió ayuda económica y el apoyo para salir de su aislamiento internacional. El mismo año, 1953, el Vaticano puso su granito de arena para ayudar al régimen a superar su aislamiento. Pío XII firmó un concordato con Franco que daba base jurídica al llamado nacional-catolicismo, la ideología del régimen peninsular que de hecho lo legitimaba ante los católicos del mundo. Esta convergencia de acciones entre la máxima autoridad católica y el nuevo hegemón global habría de ser moneda corriente en los años siguientes, de modo muy particular en América Latina. JUAN PABLO II, LA GUERRA CONTRA EL SANDINISMO. En 1983 Juan Pablo II realizó una gira por Centroamérica, cuando en la región arreciaban guerras de alta intensidad entre regímenes dictatoriales aliados de Washington y fuerzas sociales y políticas de izquierda.En Guatemala el régimen de Efraín Ríos Montt perpetró esos mismos años un gigantesco genocidio contra la población indígena y en El Salvador los escuadrones de la muerte de la ultraderecha asesinaban opositores, entre ellos al arzobispo de San Salvador monseñor Óscar Arnulfo Romero. En Nicaragua gobernaba el sandinismo desde el triunfo de la revolución en 1979, duramente acosada por los Estados Unidos que financiaban bandas terroristas, conocidas como la contra, para desestabilizar al gobierno. En Guatemala el papa se reunió con el dictador genocida que pocas horas antes de su llegada había mandado fusilar a cinco guatemaltecos y un hondureño. En El Salvador también se reunió con los gobernantes, aunque fue a rezar a la tumba de Romero. Sin embargo, sus palabras más duras no estuvieron dirigidas a los asesinos sino a los sacerdotes de la teología de la liberación. “No vale la pena dar la vida por una ideología, por un evangelio mutilado, por una opción partidista”, dijo en clara alusión a algunos sacerdotes que se habían enrolado en la oposición. En todas sus vistas, estuvo también en Honduras y Costa Rica, entre otros países, habló a favor de la paz. Menos en Nicaragua. El país estaba conmovido por la primera acción importante de la contra que asesinó a 17 jóvenes. Por el contrario, la imagen del papa Juan Pablo II reprochando a Ernesto Cardenal por ser ministro del gobierno sandinista, arrodillado frente a su santidad en señal de respeto, dio la vuelta al mundo y se ha inscrito en el imaginario de muchos cristianos latinoamericanos. Ernesto Cardenal consideró que Juan Pablo II “lo que menos quería era una revolución apoyada masivamente por los cristianos como la nuestra, en un país cristiano, y por lo tanto una revolución muy popular. Y lo peor de todo para él que fuera una revolución con sacerdotes”. La misa campal fue un desastre. El papa se permitió criticar al sandinismo abiertamente y los asistentes, se estima que había medio millón de personas, lo terminaron abucheando. “El pueblo le faltó el respeto al Papa, es verdad, pero es que antes el Papa le había faltado el respeto al pueblo”, escribió luego Cardenal quien enfatizo que se negó a condenar los crímenes de la contra. En Centroamérica volvieron a coincidir las estrategias del Pentágono y del Vaticano, punto por punto, lugar por lugar. Mención especial merece la convergencia de intereses contra el clero progresista y de izquierda. El Documento Santa Fe I, emitido en mayo de 1980 por un think tank ultraderechista dirigido a influenciar en la presidencia de Ronald Reagan, tiene entre sus principales propuestas atacar a la teología de la liberación. “La política exterior de Estados Unidos debe comenzar a enfrentar (y no simplemente a reaccionar con posterioridad) la teología de la liberación”. GEOPOLÍTICA REGIONAL. La elección de un papa latinoamericano puede ser interpretada, desde un punto de vista geopolítico, como reflejo del ascenso de las potencias emergentes y de la consolidación del papel de la región sudamericana en el mundo. Sin embargo, el nuevo pontificado tiende a reforzar la política de los Estados Unidos en la región, parece destinado a colocar un palo en la rueda de la integración regional y aislar así a Brasil y a Venezuela. Lo que está en juego en la región, lo que habrá de marcar su futuro, no es el destino de los curas pederastas, ni la permanente disminución de la cantidad de católicos, ni el matrimonio igualitario ni el aborto, sino la afirmación de Sudamérica como un polo de poder en un mundo cada vez más caótico. Eso pasa, inevitablemente, por una integración orientada por Brasil en base a dos alianzas estratégicas decisivas con Argentina y Venezuela. El capital transnacional hizo su apuesta hace tiempo por la desestabilización de Argentina, objetivo compartido por la Casa Blanca. En este caso no se trata del petróleo como sucede con Venezuela, sino de una lectura correcta por parte del poder estadounidense de los objetivos trazados por Brasil para la integración regional. El punto neurálgico, como señala el diplomático Samuel Pinheiro Guimaraes en su libro Desafíos brasileiros na era dos gigantes, es la alianza entre los dos principales países de la región, porque juntos tienen la capacidad de arrastrar al resto y de neutralizar las injerencias externas. Ese punto lo ha comprendido el presidente José Mujica, quien ha hecho esfuerzos por alinear al Uruguay en la alianza que hoy encarna el Mercosur. También la entendió derecha argentina que echó las campanas al vuelo y pronostica que el papel de Bergoglio en la región será similar al de Juan Pablo II en la caída del comunismo. “El impacto que tiene para un país que un conciudadano sea elegido sumo pontífice no requiere demostración. Basta recordar lo que significó la coronación de Karol Wojtyla para Polonia y, en general, para el socialismo real. Un tsunami”, escribió en La Nación el columnista Carlos Pagni, un ultraderechista que fue acusado por la Delegación Argentina de Asociaciones Israelitas (DAIA) de representar “una clara expresión antisemita asociable a la peor tradición del nazismo” a raíz de un artículo en el que aludía a la descendencia judía de un alto funcionario gubernamental. El nuevo papa está en condiciones darle a la derecha argentina la legitimidad popular e institucional que nunca tuvo, en un momento decisivo para la región, cuando la última apuesta de Washington para recuperar protagonismo, la Alianza del Pacífico, naufraga sin rumbo. Su pontificado no incidirá sólo en su país natal; aspira a influir en toda la región. Uno de los primeros viajes de Francisco I será a Brasil en julio, pero puede convertirse en una gira regional. Será el momento de aquilatar la estrategia vaticana en este período de transición hegemónica. - Raúl Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha y La Jornada y es colaborador de ALAI. Agencia Latinoamericana de Información http://www.alainet.org/active/62464 GB

EL SUEÑO ETERNO DE LA OPO

Notas anteriores Memoria Literatura Psicología Pensamiento Tango Pasión de Multitudes Mezcladito La oposición y el sueño de una bendición mágica Por Felipe Yapur En medio de las sesiones del miércoles pasado llegó la noticia de la designación del cardenal Jorge Bergoglio como el nuevo Papa. Algunos rostros no lograron disimular la alegría, otros mostraron cierto desconcierto. Pero para ninguno de los diputados y senadores la noticia pasó inadvertida. Al momento de la noticia cundió la satisfacción entre los opositores. El puntano Adolfo Rodríguez Saá se encontraba en su despacho mientras se realizaba la sesión en el Senado. Salió como un rayo hacia el pasillo al grito de "Bergoglio es el Papa, carajo". Segundos más tarde repitió la frase pero sin el carajo y la novedad hizo estallar en sollozos a su colega y numeraria del Opus Dei, Liliana Negre de Alonso. En Diputados hablaba Patricia Bullrich, que, sin bien se alegró, demostró ser una mujer difícil para las emociones y prefirió continuar con su crítica al fallecido Hugo Chávez, cuando en realidad se trataba de un homenaje. Poco después, Elisa Carrió caminó por los pasillos del Congreso como si estuviera iluminada, feliz. La misma expresión se dibujó en la cara de la macrista Gabriela Michetti. Ambas, de reconocida amistad con el nuevo Papa, creyeron ver en esta noticia un "signo" del supuesto cambio que se avecina. Ejemplos claros y concretos de lo que tan bien puntualizó la legisladora porteña Gabriela Cerutti, quien en su blog escribió que estos se alegran como si a Bergoglio "lo hubieran elegido pensando en nuestra política doméstica y fuéramos no sólo el ombligo del mundo sino de la Iglesia". Lo paradójico del caso es que así lo creen y se estimulan creyendo que, ahora sí, Bergoglio tendrá el poder suficiente como para cambiar el destino del país. Por un lado, esta oposición continúa profundizando su dependencia externa. Lo hacen con las corporaciones mediáticas, de las que dependen y son obedientes subalternos de estos poderes. Ahora se ponen a disposición de un hombre que, si bien llegó a la máxima posición en una institución milenaria, tiene demasiados nudos para desatar en la compleja y corrupta vida interna del Vaticano. Es también verdad que algunos legisladores de la oposición consideran que la designación papal lo convierte a Bergoglio en un nuevo Karol Wojtyla, el hombre que se transformó en un ariete exitoso contra el comunismo soviético. Es probable que el nuevo Papa pueda soñar con desempeñar ese rol. Pero hay dos datos para tener en cuenta. Por un lado, Juan Pablo II enfrentó a un bloque que se estaba desmoronando fruto de sus propias contradicciones. El nuevo bloque latinoamericano está fuerte y con desarrollo ascendente, a pesar de la muerte reciente de uno de sus pilares, el socialista bolivariano Chávez. El otro dato es que el Papa polaco pretendió hacer lo mismo con Cuba y su fracaso está a la vista. Y vale la aclaración, el Papa Francisco hace bien en demostrar, con sus gestos de humildad frente a la fastuosidad del Vaticano, que es diferente a sus antecesores; pero también le haría muy bien a su institución y a la Argentina pedir, aunque más no sea, perdón por la responsabilidad que le cupo a la dirigencia eclesial –que lo incluye– en la dictadura militar. Ante este escenario, la oposición continúa cometiendo sus errores de siempre, que no es otro que el depender de un tercero para poder avanzar. Cuando tuvo la oportunidad la desperdició y ahora sueña con una mágica bendición que la saque de su década de derrotas. Mientras mantenga su postura de buscar el regreso del modelo neoliberal, que casi destruye al país, continuará siendo un testigo privilegiado del proceso político que está vigente. En el oficialismo la noticia que llegó del Vaticano provocó variadas reacciones. Algunos legisladores kirchneristas como Julián Domínguez, de indisimulada pertenencia católica, no ocultaron su alegría. Otros, como Horacio Pietragalla, no olvidaron las documentadas denuncias sobre la conducta que pesan sobre el obispo de Roma en tiempos de la dictadura. Ambos, si se quiere, representan el pensamiento promedio de los militantes y votantes del Frente para la Victoria. Entre los millones que acompañan el modelo político que encabeza Cristina Kirchner hay católicos, agnósticos y ateos. Es obvio entonces que la respuesta sea variada y válida. Es bueno tener en cuenta que durante los gobiernos kirchneristas, salvo en 2009, el FPV se impuso en todas las elecciones y Bergoglio ya era el cardenal primado de la Argentina. Es más, durante estos años, el FPV debatió y sancionó leyes como el matrimonio igualitario, a la que Bergoglio se opuso de manera vehemente al sostener que esta norma no era parte de "una simple lucha política, es la pretensión destructiva al plan de Dios". Un año después, CFK fue reelecta con el 54% de los votos, que incluyó los de católicos practicantes. En definitiva, a los legisladores del FPV les cabe la responsabilidad de avanzar en la democratización del Poder Judicial y, sería deseable, que también se concentren en otros temas que necesita el modelo para terminar de serlo, como es una profunda y verdadera reforma del sistema financiero. Para la relación diplomática con el Vaticano está el Poder Ejecutivo, que ya demostró tener suficiente coherencia en esta arista del gobierno nacional. Infonews GB

UN VATICANO PERONISTA? POR HORACIO GONZALEZ, OPINION

Notas anteriores Memoria Literatura Psicología Pensamiento Tango Pasión de Multitudes Mezcladito ¿Un Vaticano peronista? Por Horacio González Como en el Medioevo, se ha desparramado por el mundo una profusa gestualidad que convierte la política en una nueva hermenéutica, una ciencia de los signos con interpretaciones que se sitúan entre lo cabalístico y las más diversas hechicerías. Nunca como hoy, en plena era de los medios, la política de gestos se establece como arte interpretativo, ya no de la manera en que los viejos cultores de la razón económica analizan la curva de precios, sino el orden simbólico que se puede analizar por el misterioso significado de la curva de desgaste de los sencillos zapatos del Papa, sin hablar de los sillones despojados en que se sienta, del tamaño y la materia de su cruz pectoral y del tiempo que insume viajando en ómnibus para abonar de su propia faltriquera una cuenta impaga de hotel. Entre las tantas reflexiones surgidas de un arsenal siempre disponible de reacomodamientos humanos, leemos en paredes y escuchamos en comentarios diversos la expresión “el papa peronista”. Por muchas razones está equivocada, pero es tan dificultoso descubrir la raíz del error como perentorio hacerlo. Bergoglio, sin duda, es un habiloso tejedor de lenguajes, donde entre sus glosas sobre las escrituras, siempre un tanto marciales, como corresponde a los hijos del santo capitán Ignacio de Loyola, suelen colarse expresiones barriales. Ya en el Vaticano dijo que si no se camina hacia Jesucristo, abandonando un estado de “ONG piadosa, la religión o el propio Vaticano pierden el rumbo”. Y remató: “Así la cosa no va”. Es el idioma de los argentinos, seguramente con un lejano aire tomado de las jergas del idioma italiano. De algún modo, “así no va la cosa”, parece un latinazgo, pero del barrio de Balvanera, Boedo o de las esquinas de Buenos Aires en donde, según piadosos testigos, se ve a Bergoglio ir a comprar remedios a la farmacia “a sus pobres curitas”. Vaya, que sea “así la cosa”, o “così la cosa”, puede permitir a muchos interpretar que ahora cambiaría todo, que expiraría el largo período de pobreza en el mundo y las grandes casamatas eclesiásticas comenzarían a pensar en su propia conciencia agrietada y a exonerarse a través de una nueva conciencia social. Y hasta en los ensueños más audaces, en un llamado contra el colonialismo. He aquí el Papa que emerge de conglomerados humanos que viven en el barro, que toma mate en los balcones del Vaticano y hará asaditos en parrilladas argentinas cerca de los frescos de Miguel Angel, lo que nadie se animará a criticarle. Algún que otro gol de un equipo argentino, podrá verse inspirado, en la voz de relatores imaginativos, en la vida de este hombre austero. Vaya, vaya, quizá sea così la cosa. Los jesuitas son pintados en Rojo y Negro, de Stendhal, como personajes cuyo pensamiento yacía bajo rostros inescrutables, siendo los proveedores de la máxima condición conspirativa en la Europa moderna, por la necesidad de actuar bajo diversas formas de clandestinidad frente a las acciones que les dirigen las monarquías del siglo XVIII, considerándolos “un Estado dentro del Estado”. Un escrito apócrifo tuvo cierta circulación entre los siglos XVII y XIX, la Monita secreta societatis Jesé, considerado el vademécum de la “conspiración jesuítica” que se abatiría sobre el mundo y que podía ser colocada sobre el bastidor del naciente marxismo. En efecto, los jesuitas fueron tan conspiradores como a otros se les atribuyen feroces conspiraciones contra ellos. Y desde luego fueron víctimas de muchas de ellas. Soldados y clérigos a un tiempo, no se privaban de amenazar a las instituciones monarquistas, imperiales o republicanas durante diversos períodos históricos. A los influjos de estos relatos conspirativos, no siempre injustos contra la Orden más conservadora, pero modernamente militante, no eran ajenos ni Stendhal, ni Eugenio Sue ni Michelet. No olvidemos que es una orden de cuño militar y que actúa en destacamentos de frontera. Conocemos las famosas “Misiones”, raro y complejo experimento tomado como ejemplo de comunidad utópica por muchos, y por eso mismo condenado por Sarmiento, que tiene a los jesuitas como obsesión permanente, al punto de que una de las consignas de Loyola (“perinde ac cadáver”: disciplinado como un cadáver) es motivo de ridiculización en sus más diversos escritos, y se la dedica polémicamente al pobre Alberdi, que de jesuita no tenía nada. Pero en el índex sarmientino, el poverello Alberdi figura con ese pesaroso mote. Las fronteras del jesuitismo incluyen los confines ideológicos del marxismo. En el siglo XX, es el jesuita Calvet el que escribe un gran libro sobre Marx, también un trabajo, en este caso de calidad, en las fronteras de la ideología. Lo cierto es que la Compañía es una majestuosa interpretación del barroco político, como forma moderna de sujeción de lo popular dentro de grandes intuiciones místicas. Los jesuitas se destacaron con sus traducciones de los idiomas de los pueblos sujetados: son autores de los más importantes diccionarios de traducciones del guaraní al español. Enemigos de los Borbones de España, incluso llegaron a malquistarse con un papa que admitió sus sucesivas expulsiones de sus propias provincias, entidades territoriales diseñadas por ellos según su propia geopolítica universal, lo que les daba un gran poder frente al Vaticano. Aunque en nombre de él se expresaban, sin dejar también de disputarle posiciones. Leopoldo Lugones, mucho antes de su incursión en un ultramontanismo, igual al que muchos jesuitas compartieron y toleraron luego, escribe en El imperio jesuítico una crítica monumental repleta de grandes análisis de signos y símbolos de la Compañía de Jesús, desde el punto de vista de la autonomía de la república liberal, que no podía permitirse, como tantos ya lo habían dicho, “un Estado dentro del Estado”. Este libro es un antecedente de dos grandes trabajos posteriores, El mito de la nación católica, de Loris Zanatta, y la gran investigación de Horacio Verbitsky sobre la historia política de la Iglesia argentina, cada uno con sus profundas características. Volvamos a la improvisada noción de “papa peronista”. Además de su equivocada inconsistencia histórica, se priva de considerar las hondas implicancias del nombramiento de Bergoglio y su trabajo sobre los nombres, que no incluyen sólo a Loyola sino al poverello Francisco, que intentó cristianizar a los musulmanes –misión que como se sabe estaba muy lejos de poder ser exitosa incluso para alguien tan pobre y tan hábil–, pero se conservan sus parábolas de Gubbio, donde cristianizó a un viejo lobo y después de otros milagros que sin duda son ajenos a la tradición jesuítica, murió con las señales de las heridas místicas provocadas por el mismo Jesús reaparecido, como signos de su propia crucifixión doliente. La vida de Francisco de Asís, en el santoral, replica la de Jesús. El tema de fondo es la identificación mística con la vida popular, entendida como entramado de leyendas, ante cierta incomprensión de las jerarquías religiosas o políticas. La mezcla de jesuitismo y franciscanismo que imaginó Bergoglio con sus primeras exhibiciones de “estigmas vivientes” –en este caso no clavos ardientes sino zapatos de uso común, sentarse fuera del trono, no usar mitra– deriva en un debate profundo para nuestro país. Decir “el papa peronista” es una figura alegórica de engañosos resultados en cuanto a esta polémica. Bergoglio, en realidad, viene a cerrar de un modo oscuro los grandes debates de los años ’70, que implicaban distintas interpretaciones sociales, políticas y teológicas. Viene a cerrarlo con rostro conservador y astuto (recordemos que la astucia era la principal virtud que Julien Sorel, el personaje de Stendhal, les atribuía a los jesuitas, con perdón de los otros grandes representantes de la orden intelectual de la Iglesia, que cuenta con insignes escritores e investigadores). Lo cierto es que estaba aún en tensión en estos años de historia nacional la antigua querella entre los sacerdotes tercermundistas que hacían “la opción por los pobres” y la idea de controlar la pobreza con el ingenio militante propio del jesuitismo conservador. Se habría impuesto al fin éste, con rara facilidad, aunque en el misterio, mayor que el de una misa, de la reciente votación vaticana. Tenemos ahora un papa que bendice a todos “urbi et orbi”, según la ironía del propio Perón, que habría sido superado en estos días por la propia Iglesia, ya en condiciones de bendecir realmente a todo el mundo, desde Lilita Carrió hasta Binner, desde al jugador de fútbol que pone en su camiseta el rostro papal hasta los devotos del “papa peronista”. La broma “todos son peronistas” se convertiría en política real por primera vez en la historia argentina: todos son papistas. Lo que ningún papa del pasado habría logrado con la totalidad de los duques y emperadores del Medioevo. Por el momento, esta fruición incluye a los condenados por crímenes contra la humanidad, y es deseable que por fin Bergoglio, con su nombre o con el otro manto lingüístico casi milenario que se puso, pueda decir qué significan su nombre terrenal y su nombre celestial, haciendo lo que hasta ahora no hizo. Sabemos que no quiere ser una ONG misericordiosa. No sabemos aún si quiere esclarecer el pasado o desea astutamente saldar el conflicto de las décadas pasadas en medio de vaporosas tinieblas, enfundando a las clases populares en un orden místico conservador populista, desviándolas de un destino latinoamericano más justo. En este otro destino, debemos ser insistentes en esto, una latencia cristiana social conviviría dignamente con todas las vetas emancipadoras, con las que también podría redimirse un cristianismo enmohecido, no sólo porque no usó sandalias de pescador. Ahora, cuando decimos el nombre, como si fuera un pigmento secreto, de Guardia de Hierro, no es ni para distraernos con juicios diferidos hacia una “Orden laica” interna del peronismo, ni usar el fácil exorcismo de los que dicen no olvidar, pero su renuencia a olvidar la ejercen mal. Esta es una cuestión presente y de la que es menester hablar con circunspección. Disuelta esa Orden interna del peronismo, que era un acto de paciente espera mimético en el seno de un orden popular e institucional mayor, quedó como espectro errante su espíritu de centinelas de las “misiones” disciplinadoras. La otra versión evangélica, asociada a diversas insurgencias y a hombres armados, y que supo invocar a la “teología de la liberación”, parecía ser la que se había transfigurado, luego de cuatro décadas, hacia zonas de cambio social más reposadas y viables, como las que en parte proponía el kirchnerismo. Este movimiento acude a nombres como el de Cámpora, cercano a esas teologías de emancipación (entre laicas y místicas) y desconocedor de las teologías políticas más fuertes, muy decisionistas y a la vez poseedoras de nociones más estatistas. Recordemos la idea de “organizaciones libres del pueblo”, de tintes neoderechistas, que moran en los recuerdos de la lengua de Guardia de Hierro y no dejan de evocarse en las homilías de Bergoglio. Son más popularistas que estatistas. Este debate es como si viniera a cerrarse muchas décadas después, no en la Argentina, sino en el Vaticano. Bergoglio, más allá que haya tenido contactos con aquella disuelta organización y de su dudoso comportamiento en aquellos años, pertenece a esta saga política del “encuadramiento de lo popular” actuando en el “interior” de esquemas estatales o militares, para realizar un nuevo activismo que en este caso, como “organización popular libre”, disputará la dirección de los pueblos que se rigen por un noción no empaquetada de emancipación social. Pueblo organizado libremente, en esta versión, tiene aires de provincia jesuítica y ahora será enigma para vaticanistas. “Caminar hacia Jesucristo, si no la cosa no va”, dijo Bergoglio en su lengua laminada por lo popularesco. Ratzinger era un intelectual más conservador aún, también de dudoso pasado, y que había dicho en su debate con Habermas que “Cristo es la estructura del mundo”. Noción demasiado spinoziana y clausurada, para poder actuar en ese “caminar”, que en Francisco (“llámenme padre Bergoglio”, dice, como podría decir “llámenme Ismael”) se resuelve en un llamado a la militancia más conservadora. Llamarlo “papa peronista” se revela entonces, si no fuera una astucia menor, como un lamentable traspié. No quiere este escrito ser anticlerical, como fácilmente imaginan los vertiginosos publicistas vaticanos, que mal copian a las grandes agencias publicitarias de la globalización, sino desentrañar en la fe de los pueblos y en nuestras propias “creencia en las creencias”, el destino no sólo de la democracia profunda en un país, sino también del alma de las religiones mundiales, que deben despojarse de sus préstamos teológicos a los peores cerrojos políticos que sufren los pueblos del mundo. * Director de la Biblioteca Nacional, profesor de la UBA. 19/03/03 Página|12

LA ESCRITURA DE DIOS POR MARIO WAINFELD OPINION

La escritura del dios Por Mario Wainfeld El título de esta nota es el de un cuento de Jorge Luis Borges. No se incluye usualmente entre los más afamados, pero no es menos perfecto que ellos. Se resume su argumento, con las disculpas del caso. Está escrito en primera persona. El narrador es Tzinacán, mago de la pirámide de Qaholom, de un pueblo de esta región que fue sometido y avasallado por los conquistadores españoles. Su jefe, Pedro de Alvarado, arrasó con todo, quemó el templo, torturó hasta el martirio a Tzinacán sin lograr quebrarlo. Lo arrojó entonces a una cárcel profunda y de piedra. Está dividida en dos hemisferios: en uno yace Tzinacán, en el otro se pasea un jaguar. El preso ve la luz sólo una vez al día, un instante, cuando se abre una trampa por la que le bajan comida para el animal y para él. Pasan los años, el preso envejece y se debilita: espera la muerte. De pronto, recuerda una tradición “del dios”, su dios. La divinidad dejó escrita una fórmula secreta para cuando llegue el fin de los tiempos y ocurra una terrible serie de desventuras y males. Esa fórmula será captada por un elegido y le posibilitará conjurar todos los males. Tzinacán consagra su existencia a pensar dónde estará escrita, urdida para mantenerse visible durante siglos, perenne para que la descifre el elegido. Le insume años y sufrimientos... de pronto entiende que la escritura indeleble está impresa, en clave, en la piel de los jaguares. Observa al jaguar hasta aprender de memoria el dibujo de su piel. La búsqueda termina siendo exitosa. Da con la cifra, tras mucho tiempo y padeceres. Es una fórmula oculta en catorce palabras “aparentemente casuales”. Quien la pronuncie en voz alta será todopoderoso, dominará toda la inmensidad del universo. Podría recuperar su juventud, su poder, conseguir que el jaguar despedazara a Alvarado, clavar su cuchillo sacerdotal en el cuerpo de los españoles. Apenas verbalizando esas palabras. Entonces, cuenta el mago, decide no hacerlo jamás. Y, según Borges, explica: “quien ha entrevisto el universo, quien ha entrevisto los ardientes designios del universo no puede pensar en un hombre, en sus triviales dichas o desventuras aunque ese hombre sea él. Ese hombre ha sido él y ahora no le importa. Qué le importa aquel otro (...) si él, ahora, es nadie”. Y se deja morir en las sombras. El género de la parábola es muy usado por sacerdotes de variados cultos. En general, como cuadra a la prédica religiosa, funciona como fábula. Remata en una moraleja precisa, designa réprobos o elegidos, distingue las conductas virtuosas de las pecadoras, fustiga a las cigarras mientras enaltece a las hormigas (o viceversa, que tanto da). Este cronista usará el cuento de otro modo: como una parábola abierta, como un disparador de interrogantes mundanos, políticos. El título viene a cuento, porque del arzobispo Jorge Mario Bergoglio y del papa Francisco hablamos. *** “Francisco ya no es Bergoglio” explican convencidos hombres de la Iglesia Católica, funcionarios del Gobierno, militantes católicos de base, gentes del común. Tiene otra misión, otra función. Es otro, hasta tiene la facultad y del deber de elegir su nuevo nombre. Ese nombre es un renacimiento tanto como una promesa sobre su pontificado. Un rumbo nuevo, signado por la modestia y la cercanía con los pobres. La magnitud del cambio de rol, de responsabilidades, de universo abarcado por su agenda es patente, hasta obvia. La pregunta mundana que cunde en la Argentina es si eso impactará en su, hasta ahora, activa y sutil práctica política. “La oposición”, sin negar el cambio, está convencida de que el Pontífice intervendrá, de algún modo u otro, en la política doméstica. Que su influencia será enorme y adversaria al kirchnerismo. Mariano Grondona, Joaquín Morales Solá y el sociólogo Eduardo Fidanza hicieron esa profecía alborozada en La Nación, con diferencias de estilo y de calidades. El jefe de Gobierno, Mauricio Macri, entiende lo mismo. Empieza a jugar ya mismo un partido contra el laicismo de la república. Decreta un asueto para hoy, imponiéndoles a los no católicos que van a la escuela pública un festejo que no les concierne y que intrusa su universo de creencias. ONG que defienden derechos civiles lo cuestionan con lógica impecable: Mauricio dobla la apuesta y cuelga la bandera vaticana en la Jefatura de Gobierno. Otros dirigentes que no gobiernan territorios auguran el conflicto de investiduras y de proyectos, que los solaza. Una buena nueva ha amanecido en el erial opositor. Una pléyade de dirigentes oficialistas, en espejo, celebra a voz en cuello el advenimiento de un papa peronista. Da por hecho que ese linaje se prolongará en el pontificado. Y, aun, que la inclinación papal del peronismo confluye con su traducción kirchnerista. Las dos tribunas de la política autóctona, que menudo peca de comarcal, celebran al unísono haber conseguido un aliado dotado de poder y capital simbólico. Una de las dos, por lo menos, se equivoca, escribió este cronista anteayer. Ahora se explica mejor: es imposible que el recién ungido juegue para los dos equipos que compiten en la arena política cotidiana. Pero, acaso, tampoco sea exacto que juegue para uno de ellos. En ese caso, errarían ambos. El cronista imagina el escenario más factible (muy poblado de grises), pero, en un contexto tan novedoso, ahorra los pálpitos. Baste decir que, por ahora, ninguno de los tres porvenires es imposible ni seguro. *** El almuerzo de ayer con la Presidenta no descifra el enigma, aunque se inscribe en una nueva lógica. Es un hecho institucional, único en la historia. Francisco distingue a Cristina Fernández de Kirchner, la mandataria de su país, con una deferencia especial. El encuentro ocupa un lugar en los medios de todo el mundo. El trato es cordial, según muestran los circunstantes a las cámaras. De nuevo, el futuro no está escrito irrevocablemente en los gestos recíprocos de ayer, pero éstos intentan transmitir una relación de nuevo cuño, entre dos protagonistas que se conocen. Y que, hasta una semana atrás, se recelaban de lo lindo. Los regalos intercambiados forman parte del ceremonial clásico. Deben transmitir un mensaje y tener un tinte personal. Cumplen esa regla, diríase con comodidad. De las palabras del Papa, reseñadas por Cristina Kirchner en su presentación a la prensa internacional, sobresale la mención a “la Patria Grande”. Es un tópico del revisionismo, de los movimientos nacional-populares, de muchos presidentes actuales en Sudamérica. Para el oficialismo es un guiño a favor, para los peronistas federales no es chocante. Tampoco para los socialistas o los radicales que no se inscriben en la tradición conservadora, “liberal” (se destacan las comillas). Casi intraducible para los gringos, insinúa pertenencia. Y no dice más. *** Más llamativos son el pedido de la Presidenta en pos de una mediación para que Gran Bretaña se avenga al diálogo en el conflicto por las Islas Malvinas y el planteo papal para ahondar las políticas de lucha contra la trata de personas y el trabajo esclavo. En Cancillería aseguran que Cristina habló de Malvinas de motu proprio, sin que mediaran sondeos previos. Que tuvo en cuenta mensajes del arzobispo Bergoglio, en especial uno hecho en Mendoza que se encaminaba en ese rumbo. Y que quiso sacar provecho del reciente derrape verbal del primer ministro británico David Cameron contra Francisco. A su vez, la iniciativa del Papa puede conjugar con líneas existentes de la actual acción de gobierno. También aluden a prácticas cotidianas de grupos de sacerdotes u ONG ligadas a Francisco. O sea, es una ratificación de identidad, se subraya algo ya construido. En todos los casos, hay un breve recorrido común, con más sustancia que un encuentro meramente protocolar. Pero no dan una respuesta a la pregunta de los párrafos precedentes. Ni era posible que eso pasara en ese preámbulo de una relación que durará años, que trascenderá el mandato de Cristina Kirchner. *** La relación entre Iglesia Católica y Estado en la Argentina es tormentosa, fue previa al kirchnerismo aunque también le concierne. Su clave es una enorme presencia eclesial en la esfera pública, trasgrediendo muchas veces las reglas republicanas. Ejercitando un poder fáctico, a menudo tutelado por normas muy generosas. Algunos de sus ejes son más complejos que los abordados ayer y perdurarán aunque el Papa resuelva no injerir en las pujas cotidianas. El Tedéum es un buen ejemplo, su fecha está cerquita. Hubo conflicto cuando el entonces presidente Néstor Kirchner decidió convocarlo fuera de la Catedral Metropolitana, contra el deseo y los reclamos soterrados del arzobispo. Se habló de un berrinche o de una tropelía de Kirchner. Pero su precedente fue la diatriba del obispo castrense Antonio Baseotto contra las políticas de salud reproductiva que cualquier gobierno razonable (ni qué decir progresista) debe promover. En ese territorio hay divergencias notables que ningún pacto de convivencia (siempre bienvenido) puede suprimir. En ese plano, en el de las políticas de ampliación de derechos, en la aprobación del proyecto de Código Civil que duerme siesta en el Congreso, hay focos diferenciales que el Gobierno no debería suprimir. Mudar el Tedéum es sencillo, más allá de lo discutible de la propia institución. No lo sería supeditarse a los criterios unanimistas y discriminatorios que Baseotto sinceró sin innovar salvo en lo brutal del lenguaje. La convivencia, el diálogo, la cortesía y la negociación son deseables. También la preservación de las potestades del Estado, que representa a todos los argentinos. En cuanto a si Francisco será como Tzinacán, un hombre diferente asumidamente distinto al que fue, sencillamente hay que esperar el devenir, ese jardín de senderos de que se bifurcan. mwainfeld@pagina12.com.ar 19/03/03 Página|12 GB

lunes, 18 de marzo de 2013

Papa argentino Los líderes sudamericanos apoyan la decisión de que haya un Papa latinoamericano

“Los principales líderes de la región como Cristina, Dilma, Maduro, Correa y Castro entre otros, celebraron la designación del cardenal Jorge Bergoglio como el nuevo pontífice de la Iglesia Católica, y festejaron “la unión de Latinoamérica”. Destacaron que los cardenales de todo el mundo hayan elegido al primer Papa no europeo”. ARGENTINA – Cristina Fernández de Kirchner, le deseó a Francisco I una “fructífera tarea pastoral, desempeñando tan grandes responsabilidades en pos de la justicia, la igualdad, la fraternidad y la paz de la humanidad”. “Es un día histórico” “Deseamos de corazón a Francisco I que pueda lograr mayor grado de confraternidad entre los pueblos, entre las religiones, que esa opción por el nombre de Francisco, por San Francisco de Asís, la opción de los pobres, será la opción que puedan hacer las altas jerarquías para que finalmente podamos volver a reencontrarnos en toda la humanidad, con fraternidad, con amor, con justicia”. Subrayó “también lo que significa para Latinoamérica y Argentina”, para que “llegue el mensaje a las grandes potencias del mundo, para que dialoguen” y “dirijan una mirada a sus propias sociedades, a los pueblos emergentes”. BRASIL – Dilma Rousseff, expresó su felicitación al nuevo papa Francisco I y al pueblo argentino, dijo que los fieles del país lo esperan en Río de Janeiro en julio próximo para la Jornada Mundial de la Juventud. La mandataria agregó que Brasil, el país con mayor número de católicos del mundo, siguió con atención el cónclave y “la elección del primer papa latinoamericano”. CUBA – Raúl Castro felicitó al cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, tras su elección como Sumo Pontífice de la Iglesia católica. Me complace, en nombre del Gobierno y del pueblo cubano, hacer llegar a Su Santidad mis cordiales felicitaciones y mejores deseos para su pontificado. El mandatario cubano ofreció, además, el testimonio de su más alta y distinguida consideración al papa Francisco primer miembro de la “Compañía de Jesús” que dirige la Iglesia católica. VENEZUELA – Nicolás Maduro destacó la importancia que hayan elegido como papa por primera vez en la historia a un sudamericano, a un argentino, el cardenal Jorge Mario Bergoglio, el debate era entre un papa africano y un sudamericano. Dice que Chávez pudo influir en la elección del nuevo papa, ya que “nuestro comandante ascendió hasta esas alturas, está frente a frente a Cristo”. ECUADOR – Rafael Correa, consideró que la elección de un latinoamericano como Papa es una muestra de que se viven momentos “históricos sin precedentes”.