martes, 19 de marzo de 2013
EL SUEÑO ETERNO DE LA OPO
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La oposición y el sueño de una bendición mágica
Por Felipe Yapur
En medio de las sesiones del miércoles pasado llegó la noticia de la designación del cardenal Jorge Bergoglio como el nuevo Papa. Algunos rostros no lograron disimular la alegría, otros mostraron cierto desconcierto. Pero para ninguno de los diputados y senadores la noticia pasó inadvertida. Al momento de la noticia cundió la satisfacción entre los opositores. El puntano Adolfo Rodríguez Saá se encontraba en su despacho mientras se realizaba la sesión en el Senado. Salió como un rayo hacia el pasillo al grito de "Bergoglio es el Papa, carajo". Segundos más tarde repitió la frase pero sin el carajo y la novedad hizo estallar en sollozos a su colega y numeraria del Opus Dei, Liliana Negre de Alonso. En Diputados hablaba Patricia Bullrich, que, sin bien se alegró, demostró ser una mujer difícil para las emociones y prefirió continuar con su crítica al fallecido Hugo Chávez, cuando en realidad se trataba de un homenaje.
Poco después, Elisa Carrió caminó por los pasillos del Congreso como si estuviera iluminada, feliz. La misma expresión se dibujó en la cara de la macrista Gabriela Michetti. Ambas, de reconocida amistad con el nuevo Papa, creyeron ver en esta noticia un "signo" del supuesto cambio que se avecina. Ejemplos claros y concretos de lo que tan bien puntualizó la legisladora porteña Gabriela Cerutti, quien en su blog escribió que estos se alegran como si a Bergoglio "lo hubieran elegido pensando en nuestra política doméstica y fuéramos no sólo el ombligo del mundo sino de la Iglesia".
Lo paradójico del caso es que así lo creen y se estimulan creyendo que, ahora sí, Bergoglio tendrá el poder suficiente como para cambiar el destino del país. Por un lado, esta oposición continúa profundizando su dependencia externa. Lo hacen con las corporaciones mediáticas, de las que dependen y son obedientes subalternos de estos poderes. Ahora se ponen a disposición de un hombre que, si bien llegó a la máxima posición en una institución milenaria, tiene demasiados nudos para desatar en la compleja y corrupta vida interna del Vaticano.
Es también verdad que algunos legisladores de la oposición consideran que la designación papal lo convierte a Bergoglio en un nuevo Karol Wojtyla, el hombre que se transformó en un ariete exitoso contra el comunismo soviético. Es probable que el nuevo Papa pueda soñar con desempeñar ese rol. Pero hay dos datos para tener en cuenta. Por un lado, Juan Pablo II enfrentó a un bloque que se estaba desmoronando fruto de sus propias contradicciones. El nuevo bloque latinoamericano está fuerte y con desarrollo ascendente, a pesar de la muerte reciente de uno de sus pilares, el socialista bolivariano Chávez. El otro dato es que el Papa polaco pretendió hacer lo mismo con Cuba y su fracaso está a la vista.
Y vale la aclaración, el Papa Francisco hace bien en demostrar, con sus gestos de humildad frente a la fastuosidad del Vaticano, que es diferente a sus antecesores; pero también le haría muy bien a su institución y a la Argentina pedir, aunque más no sea, perdón por la responsabilidad que le cupo a la dirigencia eclesial –que lo incluye– en la dictadura militar. Ante este escenario, la oposición continúa cometiendo sus errores de siempre, que no es otro que el depender de un tercero para poder avanzar. Cuando tuvo la oportunidad la desperdició y ahora sueña con una mágica bendición que la saque de su década de derrotas. Mientras mantenga su postura de buscar el regreso del modelo neoliberal, que casi destruye al país, continuará siendo un testigo privilegiado del proceso político que está vigente.
En el oficialismo la noticia que llegó del Vaticano provocó variadas reacciones. Algunos legisladores kirchneristas como Julián Domínguez, de indisimulada pertenencia católica, no ocultaron su alegría. Otros, como Horacio Pietragalla, no olvidaron las documentadas denuncias sobre la conducta que pesan sobre el obispo de Roma en tiempos de la dictadura. Ambos, si se quiere, representan el pensamiento promedio de los militantes y votantes del Frente para la Victoria. Entre los millones que acompañan el modelo político que encabeza Cristina Kirchner hay católicos, agnósticos y ateos. Es obvio entonces que la respuesta sea variada y válida. Es bueno tener en cuenta que durante los gobiernos kirchneristas, salvo en 2009, el FPV se impuso en todas las elecciones y Bergoglio ya era el cardenal primado de la Argentina. Es más, durante estos años, el FPV debatió y sancionó leyes como el matrimonio igualitario, a la que Bergoglio se opuso de manera vehemente al sostener que esta norma no era parte de "una simple lucha política, es la pretensión destructiva al plan de Dios". Un año después, CFK fue reelecta con el 54% de los votos, que incluyó los de católicos practicantes. En definitiva, a los legisladores del FPV les cabe la responsabilidad de avanzar en la democratización del Poder Judicial y, sería deseable, que también se concentren en otros temas que necesita el modelo para terminar de serlo, como es una profunda y verdadera reforma del sistema financiero. Para la relación diplomática con el Vaticano está el Poder Ejecutivo, que ya demostró tener suficiente coherencia en esta arista del gobierno nacional.
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