domingo, 17 de marzo de 2013
murio el reo martinez de hoz.Por Eduardo Anguita.
Murió el reo José Alfredo Martínez de Hoz
Por Eduardo Anguita
eanguita@miradasalsur.com
En abril de 1976, José Alfredo Martínez de Hoz Cárcano tenía 50 años, varios campos, cuatro hijos, un título de abogado con medalla de honor, muchos fusiles de caza y alguna experiencia como funcionario. Se había estrenado como ministro de Economía tras el golpe de 1963, cuando los militares desalojaron a Frondizi y pusieron a Guido. Hasta el 29 de marzo de 1976 –cuando la Junta lo puso al frente del Palacio de Hacienda– Martínez de Hoz era presidente de Acindar, la siderúrgica más grande del país. Además era asesor del Chase Manhattan Bank. Pero llevaba meses trabajando para armar un gabinete y un plan económico: Jorge Rafael Videla se lo había pedido en agosto de 1975.
Aunque lo tenía todo previsto, el viernes 2 de abril, cuando tuvo que hacer público su plan, Martínez de Hoz se retrasó: la cadena nacional debía ir de nueve a diez de la noche, pero el ministro empezó a las diez y siete, diciendo que no quería extenderse con cuestiones técnicas. El discurso terminó cuando faltaban veinte minutos para la una de la madrugada, dos horas y media después.
Su voz resultaba cansina, y los datos horrorosos: “En los últimos doce meses el crecimiento de los precios minoristas alcanzó al 566% y si en los próximos nueve meses la tasa marcha al ritmo del primer trimestre (de 1976) la espiral llegará al 788%”. El ministro sostuvo que eso produciría, entre otros males, “la proletarización de la clase media”. Y el déficit público crecía: “Mientras en 1970 los ingresos tributarios alcanzaban para cubrir el 80% de los gastos totales, en el primer trimestre de 1976 sólo absorbieron el 20%. Así, los gastos del Estado han crecido en tal magnitud que no pueden ser cubiertos con recursos genuinos y se recurre a la simple emisión monetaria”.
Para pasar “de una economía de especulación a una de producción”, el ministro anunció la liberación de precios y el aumento general de combustibles y tarifas –del orden del 30%–. Con respecto a los ingresos, “teniendo en cuenta la etapa inflacionaria y el contexto de un programa de contención de la inflación, se suspenderá toda actividad de negociación salarial entre sindicalistas y empresarios, así como todo proceso de reajuste automático periódico de los salarios”. Aclaró que más adelante los aumentos provendrían de “la mayor productividad global de la economía”, pero que mientras tanto los aumentos “los fijará periódicamente el Estado”. Con ojeras, traje gris topo y la camisa un talle más grande, Martínez de Hoz anunció las derogaciones de la nacionalización de los depósitos bancarios, la ley de inversiones extranjeras y el monopolio estatal de las juntas nacionales de Carnes y Granos, reemplazadas por el juego del mercado.
El dólar, sin embargo, seguiría bajo control estatal. Habría tres cotizaciones: una oficial a precio fijo, otra fluctuante accesible al público en casas de cambio y una tercera para operaciones de comercio exterior: el ministro anunció “una paridad mixta” consistente en una mezcla de distintas proporciones de dólares baratos y caros para cada producto. Martínez de Hoz aclaró cuáles eran los dos rubros a los que se limitaba el dólar más barato, de 140 pesos: la importación de combustibles y de papel prensa. Era una buena manera de llevarse bien con los dueños de diarios y los petroleros: ambos serían subsidiados por el Estado. En esos días, el Ministerio de Economía decidió que las cuentas nacionales, que hasta entonces eran públicas y podían ser consultadas por cualquier ciudadano, se convertían en información reservada. Marzo de 1976 fue la última vez en que se difundió, por ejemplo, la participación de los asalariados en el Producto Bruto Interno nacional.
“Aplicar esta política no conduce a perder la capacidad de decisión nacional, la que debe ubicarse en el suelo argentino, indeclinablemente, respondiendo a la voluntad y aptitud del Estado –decía, al otro día, el editorial de Clarín–. Podría más bien inferirse que retardar el ritmo del desarrollo es lo que coloca a los pueblos en el riesgo de perder, entonces sí, su soberanía efectiva. Para robustecerla y afirmarla es necesario tener en claro cuáles son las prioridades a las que se debe atender y a qué ritmo hay que desenvolverlas. Para cumplir ese cometido, la Argentina se ha puesto de nuevo en marcha, según lo muestran los acontecimientos”.
El lunes 5 de abril, la Bolsa de Comercio de Buenos Aires era un hervidero: cuando se abrió la rueda de negocios, los operadores vieron el alza de las acciones líderes y respiraron tranquilos. La tendencia se confirmó con creces: las acciones de Celulosa, de Alpargatas y, por supuesto, de Acindar subieron un 200% con respecto al viernes 2. Y el salario real cayó, en el trimestre marzo-mayo, en un 35%: ese piso se mantendría durante los tres años siguientes.
Pasados muchos años, cuando ya buena parte de la sociedad no tenía vergüenza de hablar de dictadura en cambio de “proceso”, la Justicia metió preso a Martínez de Hoz. No por el robo del país, sino por el secuestro extorsivo de los empresarios Miguel y Federico Gutheim en plena dictadura. Fue a parar a la cárcel de Ezeiza pero, de inmediato, sus abogados recurrieron a la fragilidad de la salud del reo. Entonces tuvo el privilegio de ir a la exclusivísima y privadísima clínica Los Arcos donde sigue “internado”. En esa misma causa, que tramita ante el juez Norberto Oyarbide, están imputados el dictador Jorge Videla y el ministro del Interior de entonces, Albano Harguindeguy, quien era el compinche de Martínez de Hoz en la cacería de elefantes en Sudáfrica.
En ese juzgado, Martínez de Hoz está imputado por otras dos causas. Una es por la cacería de trabajadores que hicieron los dueños de Acindar y las fuerzas policiales y militares desde mayo de 1975 en Villa Constitución. La otra es por el secuestro y desaparición de Juan Carlos Casariego de Bel, un español que era funcionario de carrera del Ministerio de Economía y se negó a firmar los informes del negociado de la estatización de la Ítalo. En esta historia de corrupción, sus compañeros de causa son Guillermo Walter Klein y Juan Aleman.
Todavía las entidades empresariales y muchos ejecutivos que festejaban en el Salón Blanco de la Casa Rosada en la madrugada del sábado 3 de abril le deben una explicación a la sociedad de por qué fueron partícipes de ese plan que, incluso, se cobró la vida de varios empresarios. Todavía, la sociedad tiene que hacer un esfuerzo para no olvidar que hubo este otro 2 de abril, donde se le dio sentido y proyección al golpe de Estado del 24 de marzo.
Ayer, mientras cumplía prisión domiciliaria en su departamento del edificio Kavanagh, murió.
Tenía 87 años y muchos secretos guardados.
17/03/13 Miradas al Sur
MARTINEZ DE HOZ Y LA PREPARACION DEL GOLPE MILITAR
El plan comenzó un año antes
No fue ni un “técnico” ni un civil más, sino uno de los planificadores de la dictadura y un agente de la inestabilidad de 1975. El “éxito” de su plan económico, que fue la pieza central del proyecto de los militares.
Por Raúl Dellatorre
No fue simplemente uno más de los “civiles” que colaboraron con el golpe militar del ’76. Tampoco se podrá decir que fue un “especialista” convocado por las Fuerzas Armadas para ponerle el cuerpo y darle nombre a un plan que pasaría a la historia por sus consecuencias políticas, sociales y económicas. Fue más que eso, mucho más. Un digno representante de su clase, la que le dio su nombre –por su abuelo– al pabellón principal del centro de exposición de Palermo aún apropiado por la Sociedad Rural. Honor que el nieto devolvió con creces, articulando primero el apoyo empresario para concretar el golpe de marzo del ’76, y luego ejecutando el plan que constituyó la pieza central del proyecto de largo plazo que alentaba la dictadura, del que se ha dicho, con certeza, que “pocas veces en la historia argentina o de otros países se ha visto operar una redistribución del ingreso regresiva de características tan masivas”.
Su “plan”, formalmente anunciado el 2 de abril de 1976, en realidad comenzó a trazarse y ejecutarse un año antes. Tras la muerte de Juan Domingo Perón en julio de 1974, comenzó la batalla abierta de los grupos de poder contra el Plan Gelbard, del ministro que Isabel Perón mantuvo por algunos meses en el gobierno hasta que cedió a la presión de los sectores dominantes ya aliados con fuerzas militares golpistas. José Ber Gelbard, junto a la CGT, alentaba un pacto social que, con un gobierno debilitado y una central sindical que perdía representatividad frente al avance de sectores combativos, era cada vez más difícil de sostener.
Del lado de enfrente, la entidad que se ocupaba de sumar fuerzas en contra del gobierno era el Consejo Económico Argentina, CEA, presidido por José Alfredo Martínez de Hoz, titular por entonces de Acindar, miembro de la Sociedad Rural y con buena llegada a los militares. Desde ese rol múltiple ejecutó su tarea estratégica. Colocó en el gobierno a quien se convertiría en un estrecho colaborador suyo, Ricardo Zinn, en el rol de viceministro de Economía de Celestino Rodrigo en junio de 1975. Así ejecutarían el violento plan de ajuste conocido como Rodrigazo, que dinamitó la relación del gobierno de Isabel con la CGT y la escasa capacidad de manejo que le quedaba a la viuda de Perón. El camino a la dictadura había quedado prolijamente asfaltado.
Desde el CEA, Martínez de Hoz diseñó el plan de sabotaje de grupos económicos del campo, el comercio, la industria y las finanzas para terminar de derrocar al gobierno. El mismo se reunió, en los meses finales de 1975, con Videla (ya jefe del Ejército) en nombre del CEA para expresarle la preocupación por la conflictividad laboral y la necesidad de una mano firme para controlarla. Llegó el golpe y el plan que se presentó, con razones, como “proyecto refundacional”. El plan tuvo varios hitos, según el análisis de los investigadores Daniel Azpiazu (ya fallecido) y Martín Schorr, de Flacso. Por un lado, hubo una reducción de salarios reales de más del 30 por ciento en el segundo trimestre de 1976 por la devaluación, congelamiento salarial y liberalización de precios (un índice de precios al consumidor del 87,5 por ciento en el período). También se derogaron los derechos laborales y suspendieron actividades gremiales, lo que posibilitó una expulsión masiva de trabajadores y una feroz represión justificada en la necesidad de bajar costos laborales y ganar eficiencia.
A esto se sumó el desmantelamiento de las bases de sustentación del modelo sustitutivo y su correlato en un elevado grado de desindustrialización, reestructuración regresiva del sector fabril, reprimarización del tejido productivo, lo que derivó en la desaparición de numerosas pymes y una creciente concentración del poder económico. La reforma de la Ley de Entidades Financieras, junto a la “tablita cambiaria”, facilitó la especulación de capitales extranjeros. Estas herramientas determinaron la hegemonía de la valorización financiera como eje dinámico del régimen de acumulación, en un marco de crecimiento exponencial de la deuda externa y la fuga de capitales. Finalmente, hubo una profunda apertura importadora, alentada además por la “tablita”. “En apenas cinco años se desarticularon las bases económicas y sociopolíticas de la industrialización sustitutiva y se logró alterar radicalmente la correlación de fuerzas obrero patronales”, concluyen los autores.
Martínez de Hoz tiene bien ganado el reconocimiento de haber sido uno de los ejecutores más lúcidos del plan. Un brillante cuadro de los grupos de poder. Un verdugo de los sectores populares.
17/03/13 Página|12
gb
LOS LIMITES DE LA REFORMA.
EL NUEVO PAPA GENERA EXPECTATIVAS DE CAMBIO, PERO SUS ANTECEDENTES SON CONSERVADORES
Los límites de la reforma
Pensar la gestión de Francisco implica no distraerse con sus gestos de sencillez e informalidad, y pensar en sus antecedentes en la Argentina. Lo que indica que no habría cambios profundos en el rumbo de la Iglesia.
Por Washington Uranga
Imagen: EFE.
Los primeros pasos, y sobre todo, los gestos del papa Francisco siguen generando expectativas y muchas preguntas respecto de cuál será su accionar en el futuro, cuál su programa de gobierno en la Iglesia Católica de todo el mundo. Una mirada a los antecedentes del propio Jorge Bergoglio llevaría a pensar que si continúa, como es esperable, con los mismos lineamientos de su acción en la Argentina y en Buenos Aires, no habría que esperar cambios significativos en el rumbo de la Iglesia. Lo lógico y esperable a la luz de los antecedentes es que Bergoglio reafirme las grandes orientaciones doctrinales que ha seguido la Iglesia en los últimos tiempos y que fueron ejecutadas por sus antecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI. ¿Por qué entonces su designación despierta expectativas de renovación alentadas incluso por figuras importantes de la llamada Teología de la Liberación?
En primer lugar esto ocurre, seguramente, porque el estilo de Bergoglio como Papa se aparta en mucho de sus anteriores. Le devolvió “humanidad” al papado rompiendo con el protocolo y generando, con mucha inteligencia, gestos de proximidad a la gente y enviando señales al interior de la Iglesia para indicar que quiere promover cambios, que quiere encontrar la manera de dar respuesta a los desafíos que hoy se le plantean al catolicismo y a la institución.
Una demostración de lo anterior fue el incidente que protagonizó con el cardenal estadounidense Bernard Law, acusado de haber encubierto a unos 250 curas pederastas entre 1984 y 2002, cuando fue arzobispo de la diócesis de Boston, en Estados Unidos. Bergoglio y Law, que renunció a su diócesis después de haber recibido las acusaciones de encubrimiento, se cruzaron en la Basílica Santa María la Mayor, en Roma, donde el estadounidense es arcipreste emérito. El norteamericano vio al Papa, lo saludó y siguió su camino. De inmediato, relatan testigos, Bergoglio dijo a sus colaboradores: “No quiero (por Law) que frecuente más esta basílica”.
Al margen de los gestos públicos, que pueden ser parte de una estrategia para instalar su figura en el inicio del pontificado, actitudes como la relatada podrían indicar que Bergoglio está dispuesto a tomar firmemente las riendas de la institución eclesiástica poniendo límites a los desa-guisados y, si es necesario, sacando del juego a quienes tienen conductas que a su juicio se contradicen con la doctrina y la moral que la misma Iglesia predica.
Pero volviendo a la pregunta con la que iniciamos esta nota. Dada su tradición conservadora, ¿se pueden esperar cambios importantes de Bergoglio en su condición de pontífice?
El suizo Hans Küng, quien fuera uno de los teólogos más importantes del Concilio Vaticano II hace medio siglo, compañero en esa tarea de Joseph Ratzinger y luego duro crítico de la acción de éste cuando estuvo al frente de la Congregación de la Doctrina de la Fe y luego como papa, ha dicho que Francisco “asumirá una posición más reformista que la del papa anterior (Benedicto XVI)” y que “no hará una revolución, sino que realizará reformas lentamente”.
En declaraciones al diario O Globo de Brasil, y para explicar lo anterior, Küng utilizó una comparación y dijo que Bergoglio cumplirá en la Iglesia Católica una tarea semejante a la que desempeñó Mijail Gorbachov en la Unión Soviética de los años ochenta. “El (por Gorbachov) no hizo una revolución, sino que introdujo reformas que corrigieron los errores que había antes. Lo mismo espero de Bergoglio, aun cuando no haga una revolución, para no dividir la Iglesia, él empezará a introducir reformas.”
Otros dentro de la Iglesia sostienen que bastaría que Francisco retome los lineamientos del Concilio Vaticano II y los lleve a la práctica para que muchas cosas en la Iglesia cambien, se modifiquen sustancialmente. Se trata de grandes orientaciones nacidas hace medio siglo, cuya implementación inició el papa Paulo VI (1963-1978) y que luego fueron congeladas o revertidas por Juan Pablo II y Benedicto XVI.
No deja de llamar la atención también las opiniones y la carta de crédito abierta por reconocidos teólogos de la liberación latinoamericanos como los brasileños Leonardo Boff, Frei Betto y Oscar Beozzo. En términos conceptuales y prácticos, Bergoglio se ubica en la acera opuesta de la Teología de la Liberación que ha sido discutida y condenada en más de una ocasión por diferentes estamentos de la Iglesia institucional. Es más. La presencia de Boff en la Argentina fue cuestionada en más de una ocasión por la jerarquía de la Iglesia ya en tiempos en los que Bergoglio tenía una voz importante de mando. Sin embargo Boff rescata ahora el hecho de que Bergoglio haya elegido el nombre de Francisco para su pontificado porque “Francisco no es un nombre, es un proyecto de Iglesia, pobre, sencilla, evangélica y desprovista de todo poder”. Y agregó que “Francisco fue obediente a la Iglesia y a los papas, pero al mismo tiempo siguió siempre el camino con el Evangelio de la pobreza en la mano”.
El teólogo brasileño dijo también que con los gestos realizados hasta ahora el nuevo papa quiere “presidir en la caridad”, dejando de lado la condición de “monarca absoluto, revestido de poder sagrado” y dándole “centralidad al Pueblo de Dios”. Y destaca el hecho de que Bergoglio “viene del Gran Sur, donde están los más pobres de la humanidad y donde vive el 60 por ciento de los católicos” para asegurar que “con su experiencia como pastor, con una nueva visión de las cosas, desde abajo, podrá reformar la curia, descentralizar la administración y dar un nuevo rostro creíble a la Iglesia”.
Una pregunta que alguien podría hacerse es si Boff, quien fue sancionado por sus ideas por Juan Pablo II y a iniciativa de Ratzinger, y terminó abandonando el sacerdocio católico, está en realidad expresando un punto de vista respecto de lo que cree que hará Bergoglio, o bien está exponiendo su mirada para, del modo que sea, marcarle un plan de acción al nuevo papa. O quizás todo se reduzca a una expresión de deseo y a extender una carta de crédito a la espera de los hechos. No lo aclara el propio Boff. Y tampoco parece probable que Francisco lo convoque como su asesor... por lo menos en lo inmediato.
Pero Boff no es el único que ha puesto a circular opiniones en este sentido. Frei Betto, otro teólogo a quien se ha conocido en el mundo entre otros motivos por su muy estrecha amistad con Fidel Castro, presentó sus reparos respecto de la trayectoria eclesiástica y política de Bergoglio. Sin embargo, dijo que “San Francisco de Asís (de quien el Papa tomó el nombre, según él mismo lo confirmó ayer en audiencia pública con los periodistas) es símbolo de la opción por los pobres y la ecología” y eso significa que Bergoglio “tiene conciencia de que hay que reformar la Iglesia”. Agregó que “tengo muchas esperanzas de que este hombre (por Bergoglio) sea coherente con la inspiración de san Francisco de Asís”. Aunque recogió también otra preocupación que está presente en algunos círculos políticos y eclesiásticos: “América latina es ahora, con sus gobiernos progresistas, un problema para el sistema y para la Casa Blanca. Espero que esta elección no sea una nueva estrategia del neoliberalismo para América del Sur, para combatir los procesos de Chávez, Cristina, Correa, Evo, Lula y otros”.
En declaraciones hechas a la televisión brasileña José Oscar Beozzo, sacerdote católico, teólogo de la liberación e historiador, se expresó en términos similares a los anteriores. Subrayó la importancia que se le da al hecho de que Bergoglio haya elegido el nombre de Francisco y dijo que esto implica en sí mismo un programa de gobierno para que la Iglesia “vuelva a ser servidora y pobre, que tenga una apertura al mundo musulmán y que adquiera una perspectiva ecológica” que estuvo presente en el santo de Asís. Y se declaró feliz “porque la agenda de la iglesia latinoamericana entre en la iglesia mundial”.
Sin duda Bergoglio es un exponente de la Iglesia latinoamericana actual. Fue una de las figuras clave de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Aparecida (Brasil), en el 2007. Allí fue reconocido por sus pares del continente y fue uno de los principales redactores del documento final. Hay quienes señalan que fue allí donde Bergoglio generó gran parte de su prestigio e inició realmente su camino al pontificado.
Pero es claro que esta Iglesia latinoamericana actual está muy lejos de la Iglesia renovadora y posconciliar de Medellín (1968) y Puebla (1979) ocasiones en las se sintió con fuerza la influencia de los teólogos de la liberación y en las que se ratificó con firmeza la “opción por los pobres”. Esta Iglesia latinoamericana actual, que no abandona el reclamo por la justicia, que insiste en la paz y la atención a los pobres y a los desvalidos, usa más la palabra reconciliación que la palabra liberación, y está más preocupada por recuperar el espacio que el catolicismo pierde en la sociedad y por preservar los valores católicos en la cultura, que por su cercanía y alianza con los movimientos sociales y populares. Esa es la Iglesia que representa Bergoglio y la visión que llevará al pontificado. Aun así, vista la situación actual de la Iglesia universal, la perspectiva latinoamericana introduciría un cambio significativo en la Iglesia mundial.
“Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres”, dijo ayer Francisco al reunirse con los periodistas, para sumar un gesto más en la línea de los que viene suscitando desde que asumió el pontificado. Y ratificó, para quitar cualquier duda, que eligió su nombre por Francisco de Asís, “un hombre de paz, el hombre de la pobreza, que ama y mantiene lo creado” en clara alusión a una perspectiva ecológica. En esa misma audiencia Bergoglio se autoadjudicó el papel de “reformador” pero lo completó con un rasgo que es parte de su discurso tradicional: “La Iglesia, aunque es una institución humana no tiene naturaleza política, sino que es esencialmente espiritual. Es el Pueblo de Dios, el santo Pueblo de Dios, que camina al encuentro con Jesucristo”.
Todo parece indicar que Bergoglio cumplirá la tarea de ser un reformador, no un revolucionario, en la Iglesia. Esa reforma podría conducir a la puesta en práctica de muchas de las decisiones que se adoptaron en el Concilio Vaticano II y que quedaron en el olvido. Para muchos esto no bastará, será claramente insuficiente dada la velocidad de los cambios. Para otros, si esto se concretara, podría ser la forma de sentar las bases para que se abrieran las puertas a la renovación, incluso para permitir que germinen otras ideas, otras miradas. Para otros, los más pesimistas, será la manera de cambiar algo, de manera superficial, para que todo quede como está.
En cualquier caso habrá que esperar los próximos pasos del nuevo papa y analizar cada nombramiento, cada gesto, cada decisión, además de sus discursos y declaraciones. Si es fiel al estilo que lo ha caracterizado en su ejercicio episcopal, Bergoglio no producirá hechos espectaculares, cambios abruptos. Tomará decisiones –tiene la mano firme– y las traducirá en normas, designaciones, lineamientos.
Una de las primeras tareas que parecen inevitables será la reforma de la curia romana, del gobierno central de la Iglesia. Allí encontrará, sin duda, fuertes resistencias. Bergoglio no fue el candidato preferido por los curiales ni tampoco por los italianos. Ni Angelo Sodano (ex secretario de Estado de Juan Pablo II) ni Tarcisio Bertone (ex secretario de Estado de Benedicto XVI) tenían a Bergoglio como candidato. Querían a un italiano (¿Scola?) que le diese continuidad a la forma de manejo de la curia y que no insistiese en investigar en los casos de corrupción y mal manejo. Todo indica, por el contrario, que una de las razones por las que se escogió a Bergoglio es por su fama de hombre prolijo, buen administrador y apegado a las normas, para que investigue y tome decisiones. Con esas cualidades la reforma de la conducción de la Iglesia parece una de las primeras tareas. Tan importante como inevitable.
Si lo intenta tendrá que dar muchas batallas internas y vencer resistencias importantes. Una clave será entonces los nombramientos que realice, en particular el del nuevo secretario de Estado.
Pero la reforma de la Iglesia pasa también por una forma más colegiada de gobierno, compartida por el Papa con los obispos y cardenales. Algunos mensajes en ese sentido ya mandó Francisco y una decisión en esa línea estaría en consonancia con la idea de retomar el Concilio Vaticano II. Esto implicaría más consulta, más participación en las decisiones por parte de los episcopados nacionales. Desde su condición de arzobispo de Buenos Aires y de presidente de la Conferencia Episcopal Argentina Bergoglio discutió con Roma para defender su autonomía. Ganó y perdió. Nunca se desacató. Pero también ha sido inflexible en mantener el poder y su propia autoridad. Tomó decisiones e impuso sus puntos de vista. Nunca permitió indisciplinas. Es difícil saber qué hará desde el pontificado.
Se abren muchas posibilidades y son numerosos los aspectos para tener en cuenta. Otros rescatan que en su actuación en Argentina el cardenal Bergoglio fue un gran impulsor del diálogo inter religioso, una carencia notable y un retroceso grave en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Esta podría ser también una característica de la acción de Bergoglio como papa.
El Vaticano no es una potencia mundial, pero es una referencia política importante en el diálogo con las potencias. En distintas situaciones ha quedado demostrado que su poder de interlocución y de lobby es significativo. Bajo la gestión de Bergoglio como un papa que predica la justicia internacional y la defensa de los pobres ¿tendrá el Vaticano una presencia más protagónica en los organismos internacionales para reclamar mayor justicia? Uno de los calificados voceros de la Iglesia en la materia es el cardenal hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga. Un llamado a este arzobispo para participar del gobierno central de la Iglesia podría estar dando un indicio en este sentido.
También se maneja la posibilidad de que Francisco convoque a un concilio, una gran asamblea de los obispos de todo el mundo, para estudiar los problemas, buscar alternativas. Puede ser también una forma de vencer las resistencias al cambio. Pero, claro está, este hecho también puede limitar el poder del Papa. ¿Recurrirá Bergoglio a esta instancia aun a riesgo de autolimitarse? Si uno atendiera a su historia reciente la respuesta debería ser que no.
Lo que sí está claro es que Francisco está decidido a “humanizar” la figura del papa, a entablar otro tipo de relaciones con la gente, con el pueblo, hablando un lenguaje comprensible para todo el mundo, acercarse a los problemas y a las inquietudes de los fieles. Para hacerlo, Bergoglio tiene la “escuela de la calle” porteña, su caminar en los barrios, escuchando y dialogando. Seguramente esto no basta, incluso puede resultar no más que un maquillaje, pero hará a la Iglesia y al Papa más “amigables” para la gente. Para lo demás, respecto de lo aquí planteado y de otros muchos temas que han quedado por fuera, habrá que aguardar a que los hechos desplacen y den por tierra con las especulaciones.
CONFERENCIA DE PRENSA DEL NUEVO PAPA EN ROMA
Habló el nuevo “icono”
Dando una imagen de energía que contrasta con la de sus dos antecesores, Francisco habló de pobreza y dijo que la Iglesia “no es política”. Los souvenires y la bandera.
Por Eduardo Febbro
Desde Ciudad del Vaticano
Las primeras fotos del papa Francisco aparecieron antes de ayer en las librerías de la Via della Conciliazione entre las omnipresentes imágenes de Juan Pablo II y las ocasionales fotos de Benedicto XVI. Las banderas argentinas florecen hoy en las puertas de los negocios que venden chucherías y recuerdos del Vaticano. Los iconos nuevos reemplazan a los de antes a una velocidad que contrasta con los ritos seculares y lentos de la Santa Sede. Comparado con el estado deplorable de los últimos dos papas, Francisco luce resplandeciente, con la mano levantada sobre un extraño fondo amarillo.
Ayer también estaba luminoso y juvenil. Recibió a la prensa que cubrió la hecatombe vaticana en estas largas semanas de dramas y victorias y dijo lo que ya había demostrado con los hechos la noche de su elección y al día siguiente: Francisco expresó su deseo de tener “una iglesia pobre para los pobres”. Su frase arrancó los aplausos de los presentes en una curiosa simbiosis entre el Papa y los periodistas, quienes, en principio y por regla de oro, no tienen por qué aplaudir a la figura cuya información cubren. La confusión resulta inaudita. No faltan aquellos –y son muchos– que festejan en voz alta la victoria de un papa argentino como antídoto contra el actual gobierno nacional.
Al lector tal vez le asombre la profundidad de la fe humana, pero es así: están convencidos de que Francisco será la cruz que llevará la cruzada de la oposición hacia adelante. La perspectiva es desproporcionada: hay que imaginarse al responsable de un poder simbólico de alcance planetario combatiendo a un gobierno nacional surgido de la voluntad popular. ¿Tal vez con un golpe de Estado? ¿Una revuelta popular? O por qué no una insurrección religiosa de conservadores, empresarios y decepcionados del kirchnerismo en plena Plaza de Mayo.
Francisco aclaró, no obstante, que “la Iglesia no tiene una naturaleza política sino espiritual”, pero la gran mayoría de los comentaristas apuesta por una suerte de reencarnación de Juan Pablo II y su combate frontal contra el comunismo. El Sumo Pontífice se merece un Oscar por el mejor actor: seductor, lleno de humor, cercano y con autoridad y con una picardía llena de doble sentido. Francisco les dio un buen consejo a los 6000 periodistas reunidos para escucharlo. Una buena nota, dijo, consta de tres ingredientes: “Verdad, bondad y belleza”. Un verdadero maestro de ceremonias que hizo trizas la austeridad polaca y alemana. Roma descubre el encanto latino oriundo del otro lado del océano. Y detrás de ese encanto hay un astuto contador de historias.
Francisco habla como quien está contando una historia y ésa es una de sus fuerzas. El Papa narró la historia que lo llevó a elegir el nombre de Francisco. Según dijo, cuando la elección quedó decidida a su favor, el arzobispo emérito de São Paulo, el cardenal Claudio Humnes, lo abrazó y le advirtió “No te olvides de los pobres”. Y Francisco no se olvidó. Apenas elegido papa, salió al balcón de la plaza San Pedro a saludar “al pueblo” –palabra proscripta del vocabulario papal desde hacía casi cuatro décadas– y apareció sin los atuendos ostentosos de sus predecesores. Fue la palabra “pobres” la que lo indujo a pensar en San Francisco de Asís. “Los pobres, los pobres. Mientras avanzaba el recuento (de los votos) pensé en San Francisco de Asís, en su relación con los pobres. Y luego pensé en las guerras. Francisco, el hombre de la paz. Y así llegó el nombre a mi corazón. El hombre de paz. El hombre pobre. ¡Cómo desearía una Iglesia pobre y para los pobres...!”
El papa argentino les dará mucho trabajo a los comunicadores y a sus adversarios. La juventud mental, la experiencia de la mediación, la práctica del poder y la consiguiente sabiduría se aúnan en un personaje de peso. Francisco se permitió el lujo de mostrarse comprensivo con los periodistas que son incapaces de entender qué es la fe. “La Iglesia –dijo– responde a una lógica que no entra en la categoría de las cosas mundanas.” En adelante, además de discernir la futura geopolítica del Papa habrá también que aprender y aceptar que la base de esa geopolítica es la fe. En todo caso, Francisco puntualizó un par de rumbos. Uno: la “Iglesia es Cristo, no el Papa”. Dos: su “vocación es espiritual y no política”. Estamos aquí para comprender la fe y constatar si cumple o no con su meta.
17/03/13 Página|12
GB
ERAMOS POCOS Y CAYO FRANCISCO, POR ALBERTO DEARRIBA, OPINION
Éramos pocos y cayó Francisco
La elección de Bergoglio como Papa fue más celebrada por la oposición que por el gobierno.
Por Alberto Dearriba
La elección de Jorge Bergoglio como Papa, se celebró más en el viejo Palacio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, en la Casa de Gobierno de La Plata y en el barrio de Boedo, que en la Rosada. La euforia de Elisa Carrió por la elección de su confesor, el alborozo de Daniel Scioli y de Gabriela Michetti por el encumbramiento de un frecuente interlocutor y el regocijo de la hinchada de San Lorenzo por la entronización de un hombre que guarda como tesoro un pedazo de tablón del viejo Gasómetro, contrastaron con la felicitación protocolar de Cristina Fernández, así como con la moderada reacción de los bloques oficialistas del Parlamento Nacional y la legislatura porteña.
La oposición política local se manifestó unánimemente complacida: un Papa argentino y antikirchenrista, es una noticia soñada. Pero en el oficialismo hubo diferencias: Luis D'Elia cree que fue "colaboracionista" de la dictadura, el Chino Navarro le reconoce su lucha contra la pobreza, Emilio Pérsico reivindicó su tarea en las villas miseria y el vicegobernador Gabriel Mariotto lo considera "un Papa peronista".
Los dirigentes de Derechos Humanos tampoco coinciden: unos lo acusan de no haber protegido a dos jesuitas "villeros" apresados durante la dictadura y otros dicen que los defendió ante Videla y Massera. Estela de Carlotto considera que "pertenece a la Iglesia que oscureció el país"; Graciela Fernández Meijide lo desvincula de la dictadura y Adolfo Pérez Esquivel cree que "no fue cómplice, pero le faltó coraje para reclamar con mayor fuerza". Lo cierto es que no se ocupó de consolar a los familiares de las víctimas.
De todos modos, a Francisco no le debe haber causado ninguna gracia, que el ex represor Luciano Benjamín Menéndez apareciera en sede judicial, junto a camaradas enjuiciados, con escarapelas papales. La alegría de los represores explica en parte la reticencia del oficialismo.
CUENTAS VIEJAS. Las diferencias del peronismo con la Iglesia son añejas. Juan Domingo Perón impulsó una ley de divorcio y fue excomulgado. Aviones con la insignia de Cristo Vence bombardearon Plaza de Mayo en junio de 1955. El kirchnerismo coincide con los organismos de Derechos Humanos en su crítica a la actuación de la cúpula de la Iglesia en la última dictadura, que se mantuvo en silencio cómplice mientras se cometía un genocidio en sus narices. El nuncio apostólico, Pio Laghi, conocía en 1976 los planes militares antes que cayera Isabel.
Cuando Néstor Kirchner entró a la Casa Rosada como un sobreviviente de "la generación diezmada" y proclamó que no dejaría sus convicciones en la puerta, llevaba esa carga en su mochila.
PRIMEROS ESCARCEOS. Durante una ceremonia religiosa realizada en 2005, el entonces vicario castrense, monseñor Antonio Baseotto, desarrolló la teoría de los dos demonios que reparte responsabilidades entre la guerrilla y los militantes populares por un lado, y los represores militares por el otro, lo cual provocó el desagrado del presidente Kirchner. Horrorizado por el reparto de profilácticos que el ministro de Salud, Ginés González García, realizaba en escuelas y hospitales, Baseotto sumó otrodesencuentro: "Quienes escandalizan a los pequeños, merecen que le cuelguen una piedra de molino al cuello y lo tiren al mar".
Si bien utilizó palabras atribuidas a Jesús, cometió el pecado de mencionar la cuerda en la casa del ahorcado. Kirchner no se anduvo con chiquitas y le pidió al Papa que removiera al obispo castrense, pero Juan Pablo II se negó. Como comandante en jefe de la Fuerzas Armadas, Kirchner echó al obispo y le suspendió el sueldo de unos 1500 dólares, lo cual generó un conflicto de jurisdicciones con el Vaticano. Baseotto renunció en 2006.
Aunque Kirchner no lo explicitó, Bergoglio sospechaba que el presidente tenía una actitud pro legalización del aborto. Ex militante de la derecha peronista encuadrada en Guardia de Hierro, Bergoglio conocía el pensamiento que campeaba mayoritariamente en la Tendencia Revolucionaria acerca del aborto.
A poco de asumir, el santacruceño entrevistó al prelado para establecer una relación al menos cordial, pero en el primer tedeum en la catedral metropolitana, el arzobispo porteño irritó al presidente al criticar al gobierno por su "exhibicionismo y los anuncios estridentes".
En 2005, Bergoglio mantuvo otra diferencia con el gobierno al acompañar ostensiblemente a los familiares de las víctimas de Cromañón, que reclamaban la cárcel para el jefe de Gobierno de la Ciudad, Aníbal Ibarra, mientras el gobierno nacional apoyaba al alcalde que fue finalmente removido.
El santacruceño comenzó a rumiar en privado que Bergoglio era "el jefe espiritual de la oposición" y suspendió su participación en los tradicionales tedeum en la catedral metropolitana. El obispo confirmó meses después que los puentes estaban rotos: "No hay relación entre la Iglesia y el gobierno", dijo.
Bergoglio impulsó desde el principio del kirchnerismo documentos episcopales con menciones de condena a la pobreza, lo cual parece un avance para una Iglesia que acalló la desigualdad bajo gobiernos que la agudizaban. Pero no hubo en cambio, reconocimientos claros de los avances sociales promovidos por el kirchnerismo desde 2003 a la fecha. En esas declaraciones, el gobierno que más hizo por reducir la pobreza desde 1983, aparecía como el responsable.
Kirchner mandó un misil público: "Nuestro Dios es de todos. Pero cuidado, porque el Diablo llega a todos, a los que usan pantalones y a los que usan sotanas". No se volvieron a ver.
LA ERA CRISTINA. Cuando le tocó el turno a Cristina, se suponía que podrían limarse las diferencias. Hubo una primera reunión formal en el marco de la Conferencia Episcopal, que abrió el camino del diálogo. Pero cuando estalló el conflicto con el campo, Bergoglio se alineó con la oposición, ya que le pidió a Cristina "un gesto de grandeza", que no le pedía a los ruralistas. Para rematarla, se reunió con Julio Cobos, tras su célebre voto no positivo. No había vuelta atrás.
La presidenta siguió entonces el camino de su predecesor al eludir los tedeum en la catedral metropolitana, pero las diferencias se ahondaron aún más cuando el kirchnerismo apuró la sanción de la ley de matrimonio igualitario y la de indentidad de género. La distensión no llegó siquiera cuando Cristina no apoyó los proyectos para despenalizar el aborto en el Congreso Nacional. Hace años la presidenta no ve al cardenal en la Argentina. Ahora lo verá Papa en Roma.
¿QUIÉN ES FRANCISCO? Con el nombre del cura de los pobres de Asís, el nuevo pontífice inicia su papado en medio de apreciaciones encontradas: aparece como un conservador en la Argentina y como un progresista en el Vaticano. No pocos observadores de Roma creen que será un renovador de la Iglesia, pero Bergoglio practicó como obispo una profunda ortodoxia doctrinaria. Para algunos dirigentes locales y familiares de las víctimas del terrorismo de Estado fue cómplice de la dictadura y para otros, como máximo, desatendió a los perseguidos. Todos le atribuyen una profunda preocupación por la pobreza, pero enfrentó al gobierno que más hizo para reducirla. Para quienes habitan este costado del mundo, la clave que lo definirá será su caracterización política en el mundo terrenal, será su actitud frente a los procesos de cambio que vive América Latina. No se le exigirá que produzca transformaciones radicales, pero muchos ruegan a Dios que al menos no las frene.
Infonews
gb
SER HUMILDE Y AUSTERO NO ALCANZA, POR FORTUNATO MALIMACCI, OPINION
FORTUNATO MALLIMACI, SOCIOLOGO ESPECIALISTA EN RELIGION
“Ser humilde y austero no alcanza”
Afirma que los gestos de austeridad son “un buen signo”, pero no un programa de gobierno. Analiza los posibles cambios en la relación entre el Gobierno, el Vaticano y la Iglesia argentina. Los escándalos sexuales. La última dictadura.
Por Diego Martínez
El programa de Francisco será conservador porque quienes lo eligieron son conservadores o ultras. La estructura del Vaticano le da amplio poder político, pero no garantiza el reconocimiento religioso de los creyentes. La mayor preocupación de la Iglesia Católica es el descenso de religiosos y fieles. Los gestos de austeridad del Papa no dicen nada sobre cuál será su política ante los grandes dilemas de la Iglesia Católica. La presencia simbólica de tener un papa argentino tiene un peso desconocido. ¿Qué tan autónomos serán los partidos políticos ante una presencia más fuerte de la Iglesia Católica? ¿Qué personalidad se impondrá cuando el Papa visite el país? ¿El líder opositor Jorge Mario Bergoglio o el líder religioso Francisco? Reflexiones e interrogantes pertenecen al sociólogo Fortunato Mallimaci, investigador del Conicet y profesor del seminario Sociedad y religión en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Amigo personal de Orlando Yorio, Mallimaci no tiene dudas sobre la complicidad de Bergoglio en las detenciones de Yorio y Francisco Jalics.
–Pasadas las dictaduras y los gobiernos neoliberales, ¿qué significa la elección de un papa argentino justo cuando América latina protagoniza procesos de transformación con amplia legitimidad de sus gobiernos?
–Significa que la Iglesia Católica ha decidido asignarle a América latina prioridad, sobre todo de presencia religiosa que permita dinamizar el catolicismo, dado que en el mundo católico latinoamericano es donde más ha disminuido la cantidad de fieles. Pensarlo sólo en clave política no alcanza. Innegablemente influye, pero la principal preocupación de la Iglesia Católica es el descenso de sacerdotes, religiosos y creyentes en un mercado de bienes religiosos diversificado, en el cual los creyentes no encuentran qué posturas tener. A su vez, en América latina ese catolicismo se ha pensado muy cercano al Estado y a los grupos dominantes. Ese vínculo es más fuerte que en Europa o Estados Unidos y queda en evidencia ante las denuncias de abuso sexual, que en América latina casi no tienen repercusión. Aquí tienen más impunidad, como se vio ante la condena del padre Julio Grassi.
–¿Minimiza la influencia que pueda tener el nuevo papa en los procesos políticos de Sudamérica?
–Creo que los papas, por una larga tradición romana, actúan en consonancia con las iglesias locales y las nunciaturas. Cuando un papa visita México consulta a la Iglesia mexicana. Si visita Cuba y le dicen “no escuche a los de Miami”, el Papa lo hace. Es una política que tiene su lógica y que empieza con Juan Pablo II, ya que antes apenas se movían de Italia. Juan Pablo II tuvo una política de movilizar a las bases para tratar de renovar y aggiornar ese catolicismo emotivo que había en nuestros países a partir del contacto directo. Pero todos los estudios mostraron que la mayoría de la gente que participaba de esas movilizaciones disfrutaba del Papa, pero no tenía idea de su mensaje. Si el Papa fuera a Brasil apoyaría a la Iglesia brasileña, que tanto con Lula como con Dilma tiene vínculos estables. También en México, donde el PRI ha dejado de lado su anticlericalismo de otra época y tiene una postura de acercamiento a Roma. En Cuba no tendría ningún problema, acaba de ir Benedicto XVI. Si va a Venezuela sería interesante, porque la Iglesia Católica venezolana está muy ligada a las fuerzas políticas de oposición. Debería pensar bien si va a sumarse a esa perspectiva o a buscar una presencia masiva aprovechando que hay una sensibilidad popular católica fuerte que se vio con la muerte de Chávez. En Ecuador no habría problema, Correa tiene vínculos históricos con sectores de la Iglesia. En Perú habría que ver qué posición toma, es muy fuerte la presencia del cardenal Cipriani, del Opus Dei, y hay grandes conflictos internos. En Bolivia sería problemático porque la Iglesia no tiene buena relación con el Estado. En Uruguay históricamente hay mayor autonomía. En Chile no tendría problema.
–¿Y en la Argentina?
–En Argentina mis dudas son mayores. No hay experiencia histórica de un papa latinoamericano, con todo lo rico que significa que se descentre la mirada del Vaticano. Habría que ver la experiencia histórica de Bergoglio, con contactos fluidos con líderes opositores y una mirada muy crítica hacia el Gobierno. Ha aparecido más como referente político de oposición que como líder religioso. La venida como Papa tal vez lo lleve más a ser referente religioso para evitar ser utilizado políticamente.
–¿Cambiará de perfil?
–Habrá que ver si viene Bergoglio o Francisco. Ahí lo pensará muchísimo porque tendrá todas las miradas encima, de Argentina y de América latina. Esto vale también para la oposición, que lo va a querer como referente, y para el Gobierno, que tendrá que ver qué hace ahora, cuando Bergoglio se transforma en un referente mundial. El Gobierno deberá reflexionar más sobre su vínculo con Roma y con la Iglesia local, que se va a transformar en una correa de transmisión muy fuerte del propio Papa, quien ahora designará nuevos obispos y puestos claves del episcopado.
–La sociedad y el Estado argentinos avanzaron en la última década en la conquista de derechos, como el matrimonio igualitario, pese a la oposición de la Iglesia Católica con Bergoglio a la cabeza. ¿Qué nos espera ahora?
–A ese nivel me parece que no va a haber grandes cambios. Tendrá que aceptar las leyes y propuestas que tienen amplio consenso en la democracia argentina. Hay aborto en Italia, Francia, Alemania, había en Polonia, y esto no supuso que ni que Juan Pablo II ni que Benedicto XVI intentaran cambiarlo. Intentan disminuirlo, tratan de que las leyes se cumplan lo menos posible, que los católicos no lo practiquen. Son iglesias acostumbradas a la separación del Estado. Habrá que ver si Francisco se nutre de la experiencia de autonomía de estas iglesias o quiere retomar una postura fuerte como en América latina, de politizar lo religioso y catolizar lo político.
–De volver a tener la influencia del siglo pasado...
–Sí, lo que fue durante las dictaduras, que en muchos países incluían a vastos sectores políticos, religiosos, económicos y mediáticos. No es un tema de oficialismo u oposición, seamos claros: la política en América latina no se piensa autónomamente de lo religioso, se piensa cómo cada uno hace suya una parte de lo religioso, en especial con la Iglesia Católica. La pregunta es cuál va a ser la autonomía de los partidos respecto a una presencia mucho más fuerte de la Iglesia. Va a depender tanto de los actores políticos como del papado. Cada uno deberá pensar en una sociedad que se manifiesta en un 75 por ciento católica pero donde pesa fuertemente el cuentapropismo religioso que toma distancia de clérigos, preceptos y dogmas aunque sienta a ese catolicismo como identidad o cultura nacional. Descubrir los hilos de todo esto va a exigir a los partidos y al propio Estado mucha fineza en el análisis, porque la presencia simbólica de tener un papa argentino tiene un peso que no conocemos. Tanto para Francisco como para la Iglesia Católica argentina como para la sociedad política, mediática y económica es todo un desafío.
–Bergoglio decidió ser Francisco por un santo que se caracterizó por su espíritu de pobreza y desprendimiento. ¿Le alcanzarán el nombre y los gestos de austeridad para revertir la imagen de la Iglesia?
–Los gestos y los símbolos son importantes en sociedades mediáticas, pero no definen una política de gobierno, no alcanzan. Es valorable ser sencillo, humilde y austero. En un mundo globalizado donde los focos sobre la institución están puestos en los escándalos es un buen signo. Pero no alcanza, no es un programa de gobierno, no es un programa teológico pastoral. El programa será conservador, es innegable, porque la enorme mayoría o la totalidad de quienes lo eligieron son conservadores o ultraconservadores. Habrá que ver cómo se mueve ahí adentro.
–El sociólogo Juan Cruz Esquivel pronosticaba que una de las prioridades de Bergoglio será ordenar la curia romana. ¿Qué significa?
–Estoy de acuerdo. Se refiere a los escándalos del Vaticano de los últimos años. En realidad son de larga data, el cambio se da a partir de la sociedad mediática globalizada, que hace que estos hechos repercutan mundialmente. Los escándalos de la curia producen una pérdida de autoridad de obispos y cardenales. Los fieles los escuchan cada vez menos. Antes, los escándalos no llegaban a inquietar la base social de la Iglesia, hoy inquietan al conjunto de la feligresía católica. Otro problema es la propia estructura del Estado vaticano. ¿Esa estructura creada hace 150 años favorece las expectativas de creyentes y especialistas? ¿O implica una lógica más política que religiosa con los 177 Estados que tienen relación con el Vaticano? Ahí hay una tensión que es histórica, pero que en este momento se hace muchísimo más fuerte entre la Iglesia local y el nuncio que decide en vinculación directa con el Papa. En Argentina no va a suceder porque el Papa va a decidir más que el nuncio, pero en otras iglesias es todo un tema. En la medida en que los Estados y las sociedades políticas busquen lo sagrado para compensar sus pérdidas, la estructura católica internacional es una de las más preparadas para dar respuestas, pero esa estructura necesita muchísima gente y dinero, necesita que la informen, necesita relaciones con políticos, por eso lo de Vatileaks. Eso da un amplio poder político, pero no da el reconocimiento religioso de los creyentes. Ya veremos qué se hace en este sentido, pero deben pensar qué curia se necesita para que los creyentes tengan más participación y no sólo sean tenidos en cuenta los Estados y la sociedad política. No es decisión sólo de Francisco, hay que ver cómo analizan y deciden los distintos grupos de poder que existen en la Iglesia.
–Bergoglio no excomulgó al pedófilo condenado Julio Grassi. ¿Enfrentará el problema de los curas pedófilos?
–Lo va a tener que enfrentar porque no es una decisión individual: iglesias poderosísimas de Estados Unidos y Europa decidieron enfrentarlo, por problemas éticos, de credibilidad y en el caso de Estados Unidos financieros, por el costo de los juicios. En Argentina la Conferencia Episcopal no se pronunció ante las condenas de Grassi ni del obispo Edgardo Storni ni de Christian Von Wernich, que siguen perteneciendo a la institución. En los últimos tiempos, en las iglesias del norte, han sido puestos a disposición de la Justicia y suspendidos. Hay que reconocer que la postura de Benedicto XVI ha sido más inflexible. Esas denuncias son más factibles en sociedades acostumbradas a denunciar estos casos que en las nuestras donde, por ser patriarcales, machistas, con poca valoración de las víctimas, no sólo no denuncia la Iglesia sino tampoco organizaciones políticas, económicas, culturales o mediáticas. Y cuando se denuncia, la mayoría de las veces son encarpetadas por instituciones estatales o por la Justicia.
–Bergoglio intentó sin éxito unificar a la oposición contra el gobierno argentino, que es parte del proceso de cambios que atraviesa la región. ¿La asunción como papa permite pensar que dejará en un segundo plano el frente interno o, al contrario, que la respaldará con más fuerza?
–Pienso que los problemas que tiene con los escándalos, la curia, las transformaciones que debe hacer, lo van a ocupar de manera primordial. De cómo solucione esos problemas dependerá en gran medida cuánto tiempo dedique a temas de la Argentina. También va a depender de quién sea el próximo cardenal de Buenos Aires, que será su decisión y dará indicios sobre el rumbo. Pero supongo que le va a llevar un tiempo bastante importante en tratar de ordenar los escándalos de la propia curia.
17/03/13 Página|12
GB
MAS PAPISTAS QUE EL PAPA.
Los que son más papistas que el Papa
Por Jorge Giles
Todo pasa vertiginosamente entre nosotros.
En menos de diez días murió el Comandante Hugo Chávez, los ingleses hicieron el referéndum en Malvinas, ardió la ciudad de Junín y el Vaticano eligió un Papa argentino.
Que lloremos a Chávez y lo llevemos de bandera, como a Néstor Kirchner, se entiende.
Que denunciemos la maniobra británica por ilegal y trucha, se entiende.
Que nos preocupemos por las causas que empiezan a explicar la violencia y el desgobierno en Junín, se entiende.
Que los genocidas, por un lado y los opositores políticos, por otro, se cuelguen de la sotana de Francisco el Papa para ver si zafan, unos de la cárcel y otros del castigo de las urnas, se entiende.
Lo que no se entiende es ese afán sobreactuado de, oficialistas algunos, opositores otros, por querer mostrarse más papistas que el Papa.
Los códigos de la política y la diplomacia de Estado indican que es de buen gusto y de civilizados saludar al ungido en Roma, desearle éxitos en su misión y predisponerse a acompañar sinceramente todo lo que de bueno sea para su rebaño de fieles e infieles, hijos todos de Tata dios.
Pero las buenas costumbres no están reñidas con la memoria.
El que ocupa ahora el trono de San Pedro es el mismo Bergoglio que fuera denunciado por familiares y víctimas de la represión durante la dictadura cívico-militar.
Y es el mismo directivo de la Universidad del Salvador cuando allí se premió al genocida Massera.
Y es el mismo que disparó munición gruesa contra los gobiernos de Néstor y Cristina cuantas veces se le vino en ganas.
Y es el mismo que acusó a la ley de matrimonio igualitario de ser parte de un plan del diablo contra dios.
Como si se olvidaran mágicamente de estos datos duros, algunos creen que 115 cardenales son capaces de borrar las huellas dactilares del pasado de Bergoglio y santificarlo con una fumata de humo blanco. Y no es así.
Si se llama Francisco es porque precisamente viene a reparar la casa que se hunde, que no es la Casa Rosada donde habita la representación del pueblo de su patria original, sino la Casa de la Iglesia que es el Vaticano y las mil y una catedrales y capillas donde se produjeron los casos atroces de corrupción y pedofilia.
Es de una mediocridad que espanta ver a dirigentes que se muestran de buenas a primeras como pasionarios jesuitas, chauvinistas clericales de la primera hora.
¿Qué necesidad hay de hacerlo? ¿O acaso alguien piensa que este proyecto de país en democracia se forjó al calor de la jerarquía eclesiástica o de otra jerarquía distinta a la que emana de nuestro propio pueblo?
Tampoco se pretenda que sean las Madres ni las Abuelas ni los Hijos ni los que siempre bancaron la defensa irrestricta de los derechos humanos quienes deban convertirse y recitar ahora los nuevos mandamientos de Bergoglio. Es él quien debe desandar, si lo desea, la distancia que mantuvo con el dolor de un pueblo cuando arrojaban Cristos y Magdalenas al mar y al río.
El desvelo de los militantes populares debería pasar por estar al lado de los que no aceptarán jamás reconciliarse con sus verdugos. A ellos hay que acompañarlos, siempre.
Toda la buena onda con el Papa. Que le vaya bien así en el cielo como en la tierra, o sea, ante los tribunales de la justicia humana que juzga los crímenes de la dictadura y sus complicidades.
Memoria, verdad y justicia vale para todos.
En el intento de elevar el análisis de la realidad, preferimos analizar el contexto histórico donde suceden las cosas, más allá de las personas.
Desde esta mirada, estamos convencidos que esta América Latina del siglo XXI, con sus más y con sus menos, provoca que un poder como el de la Iglesia católica tenga la necesidad de proclamar soberano a un hombre de sotana criolla.
¿Será para frenar el cambio de época o para profundizarlo?
Quí lo sá. Pronto lo sabremos. Pero si la región fuese un cero a la izquierda en el tablero mundial ¿a quién le importaría poner allí un Papa, sea conservador, progre o peronista?
El mundo actual es geopolíticamente diferente al de los años ochenta y noventa del siglo pasado cuando sucedió, por ejemplo, la caída del Muro de Berlín.
La hegemonía cultural del neoliberalismo conservador, la desaparición del campo socialista y la retirada de los movimientos nacionales populares fueron sus rasgos distintivos.
Traspolar aquella situación liderada religiosamente por Wojtyla con esta de ahora, es un punto de fuga en cualquier análisis que presuma de serio. Una mesa chica de cardenales, banqueros y estrategas de papiro lo podría intentar, claro que sí.
Pero si ellos no cambiaron, tendrían que entender que el mundo sí cambió. Empezando por América Latina.
Una metáfora fue la escarapela de la santa madre iglesia prendida en la solapa de los genocidas juzgados por lesa humanidad.
Lo cierto es que la Presidenta de los argentinos asistirá a la coronación del nuevo Papa, como corresponde a su investidura, encabezando una delegación genuinamente plural y nacional. Y vaya si la historia gusta de las paradojas: la que festeja como un triunfo propio la designación de Bergoglio es la derecha conservadora en cualquier variante opositora, de derecha a izquierda y viceversa. Pero la que convoca a Roma, en tanto Jefa de la nación y el pueblo, es Cristina. ¡Ole!
De Clarín y La Nación y sus repetidoras no hay nada nuevo que decir.
Si son más ingleses que los ingleses ¿por qué no habrían de ser más franciscanos que Francisco?
El problema para esta oposición mediática es que a meses de volver a las urnas, los que eligen diputados y senadores no son los 115 cardenales que eligieron a Bergoglio, sino un padrón de votantes de 30 millones de personas. Y allí te quiero ver.
Sus golpes de efecto propagandístico duran menos que un suspiro. Viven de espejismo en espejismo y para colmo, la Presidenta nunca cae en sus emboscadas. Hace política. Construye. Dialoga con su pueblo. Camina el territorio.
Tanto camina que ahora va hasta el Vaticano a saludar, como se debe, a un Papa nacido en la Argentina, como ella.
17/03/13 Miradas al Sur
GB
LOS CRUZADOS
Cruzados del último genocidio argentino
Por Daniel Cecchini
dcecchini@miradasalsur.com
La imagen es tan simbólica como obscena. La fotografía que la capturó –quizás por aquella frase, transformada por tanto uso en un lugar común, que sostiene que vale más que mil palabras–, una instantánea del núcleo del discurso que primero sostuvo el accionar criminal de la dictadura cívico militar y que, más tarde, repetido durante décadas, sirvió para que los genocidas que la perpetraron justificaran su accionar y reclamaran una “reconciliación” que les evitara ser procesados y castigados: la defensa de la “civilización occidental y cristiana”.
El jueves pasado –un día después de la elección del Papa Bergoglio–, los 44 represores que están siendo juzgados en Córdoba, acusados por delitos de lesa humanidad cometidos en el campo clandestino de detención de La Perla, entraron en la sala del tribunal exhibiendo en sus solapas una escarapela con los colores amarillo y blanco de la bandera de El Vaticano, los colores de la Iglesia. Su intención fue transformar la sala del Tribunal en una tribuna que les permitiera entonar una consigna silenciosa: la de la muerte. Y para hacerlo se vistieron, por así decirlo, con un nuevo uniforme de cruzados. El de los cruzados del último genocidio argentino, perpetrado en nombre de Dios y justificado –vale repetirlo, porque lo hicieron hasta el cansancio– en la defensa de la civilización occidental y cristiana.
No fue un gesto gratuito ni tampoco una provocación vacía. Para ellos, la elección del ex arzobispo de Buenos Aires está cargada –también– de sentido. El Papa Bergoglio –no sólo por lo que tiene de polémica su figura, que lo tiene, sino en tanto “Papa argentino”– es un hombre de esa Iglesia Católica cuya jerarquía, con escasas y honrosas excepciones, apoyó silenciosamente en algunos casos y en otros fue directamente cómplice de la dictadura en general y particularmente de los crímenes cometidos mediante el terrorismo de Estado, entre ellos la apropiación de hijos de desaparecidos. Y que nunca se autocriticó institucionalmente por eso.
Se trata de la misma Iglesia que, por ejemplo, todavía no excomulgó *ni parece tener intención de hacerlo– al cura genocida Christian Von Wernich, capellán de la Policía de la Provincia de Buenos Aires –condenado hace ya siete años por su activa participación en los centros clandestinos de detención del llamado Circuito Camps–.
Un terrorismo de Estado silenciado por casi toda la Iglesia cuyo oscuro accionar sacó nuevamente a la luz esta semana la Justicia, cuando el Tribunal Federal N° 1 de San Martín condenó al último “presidente” de la dictadura, Reynaldo Benito Bignone, al general Santiago Omar Riveros y a otros diez represores por violaciones de derechos humanos –incluidos el secuestro y asesinato de siete mujeres embarazadas y la apropiación de niños– cometidos en la zona de Campo de Mayo. Para Bignone y Riveros fue la quinta condena por delitos de lesa humanidad.
Condenados el martes pasado –antes de la fumata blanca–, Bignone, Riveros y compañía no tuvieron la oportunidad de ponerse la escarapela de los cruzados para escuchar el fallo judicial. En los próximos días habrá que ver si la lucen los acusados en los otros diez juicios orales que están en curso. Además del que se está llevando a cabo en Córdoba –por La Perla, con Luciano Benjamín Menéndez como máximo responsable de los crímenes cometidos allí–, hay juicios orales en Salta, San Juan, Mendoza, Mar del Plata, Tucumán, Jujuy, Santa Fe y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
La mayoría de las salas de los tribunales donde se están desarrollando esos juicios están presididas por cruces u otras representaciones de la imaginería católica. Si los acusados que se sientan en los banquillos –ubicados, por lo general, mirando de frente a esos íconos– deciden ponerse la escarapela que ahora los distingue como cruzados del exterminio, la escena que se articulará, como la del último jueves en Córdoba, estará poblada de connotaciones siniestras. Y la Iglesia Católica argentina, seguramente, no dirá una palabra.
17/03/13 Miradas al Sur
GB
BERGOGLIO, EL CUADRO POR ROBERTO CABALLERO, OPINION
El nuevo Papa es un cuadro
Setenta y dos horas son pocas para descifrarlo: su mirada conservadora y las especulaciones de los opositores.
Por Roberto Caballero
A Daniel Santoro, el artista plástico, que me puso en la pista de Los Embajadores.
El jesuita Jorge Bergoglio proviene del peronismo ortodoxo, apadrinó un título honoris causa al genocida Massera, detesta el matrimonio igualitario y no simpatiza con el kirchnerismo, pero piensa igual que Cristina Kirchner en temas como el aborto, Malvinas, el liberalismo económico y las drogas. En suma, decir que el flamante Papa Francisco es una figura controversial sería, de mínima, la única certeza objetiva por fuera de las interpretaciones posibles y necesarias que surgen de su sorpresiva designación. Mirado con ojos argentinos, el nuevo Pontífice sería algo así como un significante vacío que se completa de sentido según quién y desde qué lugar se lo observe. Como la "baguette sepia" del cuadro Los Embajadores, del alemán Hans Holbein (ver ilustración adjunta), donde puede advertirse una figura que emerge de su parte inferior, y que tiene la forma de un pan o un hueso largo. Durante cuatro siglos, eso fue lo que cada uno quiso que fuera, hasta que un historiador del arte, Jurgis Baltrusaitis, acercando una cuchara sopera descubrió por el reflejo inverso que, en realidad, se trataba de una calavera, bastante fea, por cierto. Al parecer, Holbein es traducible como "hueso hueco", que es la manera en la que también se denomina al cráneo humano en Alemania. Sería entonces la vanidad del artista, por encima de los protagonistas de la obra, lo que allí quedó registrado como incógnita. Como una firma extravagante, disimulada en el portento del cuadro. Pero ese descubrimiento, en lenguaje geométrico, es la anamorfosis, una deformación reversible que sólo adquiere sentido concreto cuando se la ve desde la perspectiva adecuada, cuestión que llevada a la órbita del psicoanálisis produce algo parecido a la euforia entre los lacanianos. Para hacerlo simple: en el Fútbol Para Todos hay publicidades junto a los arcos que, vistas desde el lugar de los protagonistas y los hinchas de la popular, son un manchón colorido que no dice nada, pero para el televidente, son llamativas publicidades –prueben comprobarlo hoy a la tarde, ahora que los goles todavía siguen siendo gratis–.Si llevó cuatro siglos descubrir la pista megalómana de Holbein, 72 horas son pocas para descifrar al verdadero Papa Francisco y sus intenciones futuras. Visto con la cuchara sopera de una parte del bloque progresista del kirchnerismo, por ejemplo, su nombramiento representa una amenaza. Por eso vivió la noticia de su designación con estupor. Lo que hizo o dejó de hacer Bergoglio en relación a las desapariciones en mayo de 1976 de los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics, en un contexto de nula autocrítica pública por la complicidad clerical con el genocidio, es un antecedente pesado, indigesto, para un sector del movimiento de Derechos Humanos que apoya las políticas de Memoria, Verdad y Justicia del gobierno. La autoría del término "crispación" para criticar el estilo frontal del oficialismo, sus nada elípticas asociaciones de la gestión a la corrupción y el acompañamiento espiritual a opositores como Duhalde, Macri o Elisa Carrió, desdibujaron casi por completo el tibio apoyo que pudo haber dado el ahora Papa a la Ley de Medios, su inaudible y tardío llamado a que los represores acudan a la justicia y aporten datos sobre los nietos desaparecidos o la satisfacción pastoral por la Asignación Universal por Hijo, todas ellas banderas simbólicas constitutivas del imaginario kirchnerista. Sin dejar de apuntar que en temas como la interrupción del embarazo, la homosexualidad y el matrimonio igualitario, Bergoglio fue tan reaccionario como el ala inquisidora de la Iglesia Católica. El periodista Horacio Verbitsky, desde Página/12, tradujo este rechazo, lo puso en palabras inteligentes: "Su pasada militancia en Guardia de Hierro, el discurso populista que no ha olvidado, y con el que podría incluso adoptar causas históricas como la de las Malvinas, lo habilitan a disputar la orientación de ese proceso, para apostrofar a los explotadores y predicar mansedumbre a los explotados." De este bloque, Hebe de Bonafini, a través de un comunicado, con un lacónico "amén", evitó profundizar la disputa, y vale aclarar que ni Alicia Oliveira, ni el premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel, ni Clelia Luro –la viuda del obispo Jerónimo Podestá–, dieron crédito a las acusaciones, por las cuales Bergoglio ha sido citado como testigo en la justicia, pero no llegó a ser imputado, algo que reconoce incluso el abogado Luis Zamora, querellante de la familia Yorio.
¿Se convertirá Bergoglio en el Karol Wojtyla de este tiempo y de esta parte del mundo? ¿Será el sepulturero del proceso político emancipador que vive la Argentina y la región, como lo fue Juan Pablo II del "socialismo real" para garantizar el triunfo del capitalismo globalizado en los '90? Wojtyla recuperó un discurso cristiano-populista no exento de macartismo para sus objetivos políticos y pastorales. Conviene estar alerta. La advertencia descansa en la siguiente analogía: Juan Pablo II fue el Sumo Pontífice del Consenso de Washington que acabó con el comunismo; cuidado porque Francisco podría ser el que viene a desterrar las ideas populistas de izquierda predominantes en los gobiernos de América Latina y restaurar el "orden natural" de las cosas. No por sencilla, esta prevención es mentirosa. Es tributaria de una caracterización del personaje, de la institución que representa y de la experiencia histórica. Bergoglio, el Papa Francisco, el Santo Padre que vive en Roma, podría expresar un peligro, puesto que vendría a disputar, con la ayuda de la religión y su potencia en la hegemonía cultural y espiritual del continente –dicho en términos gramscianos–, el corazón y la mente de las masas que en todos estos años vienen apoyando a los Kirchner, a los Lula, los Chávez, los Maduro, a Dilma, Correa, Mujica, Castro, Evo, Ortega y todos los liderazgos populares que defienden una democracia inclusiva, que confronta con las corporaciones y los poderes internacionales.
La cuchara del peronismo clásico que también existe dentro del dispositivo kirchnerista permite verlo de otra manera. Julián Domínguez entró eufórico a la Cámara de Diputados el miércoles 13, al grito de "Tenemos Papa y es argentino". Parte de la bancada del FPV quedó de brazos cruzados y la oposición festejó como si el mensaje hubiera sido: "Dios eligió un vocero antikirchnerista." Es interesante advertir que dentro del kirchnerismo conviven dos culturas, que aprecian la política, el mundo y la religión de modo diferente, sin por eso declararse enemigas. Cuando se habla del kirchnerismo como un todo homogéneo, se olvida mencionar los matices que aportan tradiciones populares que no son las mismas, pero que anteponen las muchas coincidencias a sus innegables diferencias. Allí radica buena parte de su potencia, que condena a los opositores la mayoría de las veces a ser espectadores de mayorías que se unen en una elástica diversidad, sin resignar perfiles ni propósitos. Pero volviendo a este sector del kirchnerismo, su lectura es que por primera vez en la historia hay un Papa latinoamericano, no europeo, de indudable prosapia peronista ortodoxa, que es el menos conservador de una serie de obispos y cardenales que están casi en la ultraderecha, como Aguer o el mismísimo Ratzinger, y que es dueño de una sensibilidad popular que podría acercarlo a la opción preferencial por los pobres, a Juan XXIII y al Concilio Vaticano II, al menos, en apariencia. Cuando Nicolás Maduro, Rafael Correa y Leonardo Boff (referente de la Teología de la Liberación) saludan al nuevo Papa como un signo del cambio de época, este grupo se siente de alguna manera reafirmado en sus convicciones. Como si privilegiara la esperanza celestial a la desconfianza humana. Hablamos de una corriente peronista que no está peleada con las visiones progresistas, de hecho, las incluye en sus decisiones, pero que es indudablemente mucho más pragmática y porosa a la espiritualidad popular. Que puede votar el matrimonio igualitario y ponerse contenta con el éxito de Francisco, que lo combatió con una semántica antediluviana. Decir pragmática es insuficiente. Es, por conformación ideológica, de un oportuno realismo: las cosas son, buenas o malas, según convengan o no al proceso político general de construcción de mayorías en una circunstancia determinada. Apenas conocida la noticia, son los que salieron a explicar por lo bajo que una cosa es Bergoglio como obispo metropolitano, y otra como Papa, representante de 1200 millones de fieles en el mundo. Tercia, en este caso, una mirada estatalista con proyección diplomática, de la que el ala progresista a veces no se hace cargo. Cuando Cristina Kirchner saludó desde Tecnópolis la asunción del nuevo Pontífice, diciendo que estaba muy contenta, que le deseaba lo mejor y, a la vez, marcándole la cancha en términos ideológicos, lo hizo pensando cómo piensa una estadista. Si Bergoglio hecho Papa levanta su voz contra el colonialismo inglés, el liberalismo económico y a favor de un nuevo orden económico internacional que contemple los derechos de la pobreza periférica podría ser un aliado clave para la Argentina y la región en la escena global. Cristina obró con cautela, no con estupor progresista, porque tiene una cuchara propia, de cuño peronista, para ver las cosas e interpretar aquello que realmente asoma bajo una verdad aparentemente sólida. ¿Es Francisco, entonces, un kirchnerista potencial? Nada de eso: como en la "baguette sepia" de Los Embajadores, eso que se ve es algo hueco que se llenará de sentido según el intérprete y sus circunstancias, si se usa la cuchara del pasado o la del futuro. Si la primera visita del Papa es a la Argentina, llena con un millón de fieles o más la 9 de Julio y en su discurso habla contra la "crispación", vuelve a mencionar la "reconciliación" con los represores y fustiga el matrimonio igualitario y el populismo, todo este sector peronista del kirchnerismo le recordará que los bombardeos a Plaza de Mayo del ’55 se hicieron desde aeronaves que tenían pintada la consigna "Cristo Vence", y adoptará la retórica principista del bloque progresista y la más combativa del peronismo de la resistencia. Estaríamos ante una paradoja histórica: un Papa peronista que le hace el juego a los gorilas y caceroleros que quieren tumbar a un gobierno popular, de origen democrático y raíz peronista. Pero eso todavía no pasó. Ahora Bergoglio está en el Vaticano, con problemas muy serios, como la pedofilia de algunos colegas, un Papa emérito a la par que como Reutemann vio algo que no le gustó y decidió marcharse, y el divino clearing bancario en rojo infernal, como para ocuparse de asuntos políticos de comarca que suceden en el fin del mundo. Su realidad ya no es la del microcentro porteño, sino la del universo católico, que es algo mucho más grande. La otra cuchara es la opositora. Si la arrima a Francisco, es verdad, no le aparece una calavera. Surge un Wojtyla, como mínimo. La alegría de sus referentes, desde Pino Solanas, Carrió, Stolbizer, Binner, Macri, De Narváez, Michetti, Moyano y el peronismo disidente del peronismo es, por estas horas, inmensa. Suponen que a Cristina le salió un Papa tan opositor como ellos, que con furia inquisitorial pondrá en orden a la Argentina K, y en ese orden ideal, los que vuelven al gobierno son ellos. Creen, sinceramente, que comenzó un cambio de ciclo. Una de las profecías de Carrió, al fin de cuentas, se cumplió: Bergoglio ocupa el sillón de Pedro. También el día de la investidura papal salieron el 40 (El Cura) y el 88 (El Papa) en la quiniela, y hasta los últimos cuatro números del carnet de socio de San Lorenzo del ahora Pontífice. Una golondrina no hace verano, pero entusiasma a los que están hartos del frío. Y la oposición vive, desde hace tiempo, esperando que un espejismo deje de serlo, como quien espera salir, precisamente, de los rigores invernales. Hay que decirlo: sus ganas tienen, esta vez, de dónde aferrarse. Si Francisco es Wojtyla, la trabajosa, artesanal y, a veces, voluntarista construcción político-cultural del kirchnerismo que avanzó 40 centímetros de un metro y medio por la disputa de sentido contra los monopolios y la mirada empresariocéntrica de las élites locales e internacionales que colonizan buena parte de la subjetividad de nuestra sociedad, entrará en un cono de incertidumbre y turbulencia. Volvamos a un escenario ya escrito: un Bergoglio que hable contra los populismos, que contribuya a la estigmatización del cambio democrático como hace Héctor Magnetto desde su diario, que advierta sobre la intervención del Estado con gramática afín a los sectores conservadores, que aliente el aislamiento internacional de la Argentina, que apunte contra la participación popular en la cosa pública con el sayo del clientelismo, que descubra la bondad de "la libertad de empresa", es decir, que propale a su rebaño cautivo de 1200 millones de fieles las mismas cosas que escribe Joaquín Morales Solá en La Nación cada domingo, lo convertiría en una especie de padre espiritual del antikirchnerismo. Esa prédica crearía condiciones que hoy no están dadas, o que fueron puestas en crisis por el oficialismo gobernante y con éxito durante una década, con el apoyo masivo de la sociedad. La oposición espera un milagro, es cierto. Pero tener al Papa de su lado sería como haberse ganado al proveedor oficial de los imposibles. La pregunta final es qué tiene Francisco para ofrecernos, detrás de lo que ve cada uno de los grupos que pretenden, suponen e interpretan algo, malo o bueno, de su cuadro. Cuál de todas las cucharas tendrá la virtud del utensilio de Baltrusaitis para reflejar la verdad de su esencia en un futuro que comenzó hace 72 horas. Para saber si debajo del cuadro de Bergoglio asoma una calavera como pronóstico de infortunio o un pan con que alimentar a los millones que vivimos entre el pesimismo y la esperanza.
El futuro todavía no está escrito.
Que Dios nos ayude a aprovecharlo.
17/03/13 Tiempo Argentino
GB
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