domingo, 17 de marzo de 2013

LOS CRUZADOS

Cruzados del último genocidio argentino Por Daniel Cecchini dcecchini@miradasalsur.com La imagen es tan simbólica como obscena. La fotografía que la capturó –quizás por aquella frase, transformada por tanto uso en un lugar común, que sostiene que vale más que mil palabras–, una instantánea del núcleo del discurso que primero sostuvo el accionar criminal de la dictadura cívico militar y que, más tarde, repetido durante décadas, sirvió para que los genocidas que la perpetraron justificaran su accionar y reclamaran una “reconciliación” que les evitara ser procesados y castigados: la defensa de la “civilización occidental y cristiana”. El jueves pasado –un día después de la elección del Papa Bergoglio–, los 44 represores que están siendo juzgados en Córdoba, acusados por delitos de lesa humanidad cometidos en el campo clandestino de detención de La Perla, entraron en la sala del tribunal exhibiendo en sus solapas una escarapela con los colores amarillo y blanco de la bandera de El Vaticano, los colores de la Iglesia. Su intención fue transformar la sala del Tribunal en una tribuna que les permitiera entonar una consigna silenciosa: la de la muerte. Y para hacerlo se vistieron, por así decirlo, con un nuevo uniforme de cruzados. El de los cruzados del último genocidio argentino, perpetrado en nombre de Dios y justificado –vale repetirlo, porque lo hicieron hasta el cansancio– en la defensa de la civilización occidental y cristiana. No fue un gesto gratuito ni tampoco una provocación vacía. Para ellos, la elección del ex arzobispo de Buenos Aires está cargada –también– de sentido. El Papa Bergoglio –no sólo por lo que tiene de polémica su figura, que lo tiene, sino en tanto “Papa argentino”– es un hombre de esa Iglesia Católica cuya jerarquía, con escasas y honrosas excepciones, apoyó silenciosamente en algunos casos y en otros fue directamente cómplice de la dictadura en general y particularmente de los crímenes cometidos mediante el terrorismo de Estado, entre ellos la apropiación de hijos de desaparecidos. Y que nunca se autocriticó institucionalmente por eso. Se trata de la misma Iglesia que, por ejemplo, todavía no excomulgó *ni parece tener intención de hacerlo– al cura genocida Christian Von Wernich, capellán de la Policía de la Provincia de Buenos Aires –condenado hace ya siete años por su activa participación en los centros clandestinos de detención del llamado Circuito Camps–. Un terrorismo de Estado silenciado por casi toda la Iglesia cuyo oscuro accionar sacó nuevamente a la luz esta semana la Justicia, cuando el Tribunal Federal N° 1 de San Martín condenó al último “presidente” de la dictadura, Reynaldo Benito Bignone, al general Santiago Omar Riveros y a otros diez represores por violaciones de derechos humanos –incluidos el secuestro y asesinato de siete mujeres embarazadas y la apropiación de niños– cometidos en la zona de Campo de Mayo. Para Bignone y Riveros fue la quinta condena por delitos de lesa humanidad. Condenados el martes pasado –antes de la fumata blanca–, Bignone, Riveros y compañía no tuvieron la oportunidad de ponerse la escarapela de los cruzados para escuchar el fallo judicial. En los próximos días habrá que ver si la lucen los acusados en los otros diez juicios orales que están en curso. Además del que se está llevando a cabo en Córdoba –por La Perla, con Luciano Benjamín Menéndez como máximo responsable de los crímenes cometidos allí–, hay juicios orales en Salta, San Juan, Mendoza, Mar del Plata, Tucumán, Jujuy, Santa Fe y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La mayoría de las salas de los tribunales donde se están desarrollando esos juicios están presididas por cruces u otras representaciones de la imaginería católica. Si los acusados que se sientan en los banquillos –ubicados, por lo general, mirando de frente a esos íconos– deciden ponerse la escarapela que ahora los distingue como cruzados del exterminio, la escena que se articulará, como la del último jueves en Córdoba, estará poblada de connotaciones siniestras. Y la Iglesia Católica argentina, seguramente, no dirá una palabra. 17/03/13 Miradas al Sur GB

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