lunes, 4 de marzo de 2013
UNASUR PARTE III
La Declaración fundacional de San Salvador de Bahía del 23 de julio de 2008, definió el programa: a) establecer compromisos efectivos de acción conjunta de todos los países de América Latina y el Caribe; b) Construir un espacio común donde el cumplimiento de esos compromisos fuese posible; c) Acordar posiciones comunes en los foros internacionales sobre los grandes temas de la agenda global; d) intensificar el diálogo, la interacción y la sinergia entre los procesos regionales y subregionales de integración de América Latina y el Caribe para profundizar la integración y establecer proyectos comunes y complementarios; e) Profundizar la cooperación sur-sur y triangular que potencien la cooperación técnica de los país de América Latina y el Caribe y f) profundizar la coordinación de posiciones para proyectar una visión común de América Latina y el Caribe en diálogos externos.
La Primera Cumbre debatió la adopción de posiciones comunes en cuatro grandes temas: la crisis financiera, la crisis energética, el cambio climático y la crisis alimentaria y varios temas conexos. Y se lograron acuerdos precisos en 12 áreas: 1) cooperación entre los mecanismos regionales y subregionales de integración; 2) crisis financiera internacional; 3) energía, 4) infraestructura física; 5) desarrollo social; 6) seguridad alimentaria y nutricional; 7 desarrollo sostenible; desastres naturales; 9) promoción de los derechos humanos y combate al racismo; 10) circulación de personas y migraciones; 11) cooperación sur-sur; 12) proyección internacional de América Latina y el Caribe y diálogo paritario con la Unión Africana, la Unión Europea, la ASEAN y la Liga Árabe.
El 6 de noviembre de 2009, en la Reunión de Montego Bay (Jamaica), las naciones de América Latina y el Caribe, luego de examinar los pasos dados desde la Cumbre de San Salvador de Bahía, acordaron un plan de acción para institucionalizar el diálogo entre los organismos de integración, avanzar en la propuesta de reforma del sistema financiero regional y global y de los organismos multinacionales y comenzar unificar las políticas comerciales de defensa de la producción y economía de América Latina y el Caribe.
El 23 de febrero de 2010, en Cancun o Caan Cun -lugar de la divinidad maya de la serpiente emplumada, nuevamente un escenario de profunda significación para nuestra historia americana-, a modo de culminación de una primera etapa del proceso iniciado en San Salvador de Bahía, nuestras naciones decidieron la fundación de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC). Y volvieron a definir los objetivos:
Traducir, a través de la concertación política los principios y valores de América Latina y el Caribe en el proceso regional y global, de modo sostener posiciones semejantes o únicas en reuniones, conferencias y organismos plurinacionales;
Fortalecer los procesos de integración en desarrollo;
Exigir que se respeten los derechos de los migrantes en las sociedades de destino como actores políticos, económicos, culturales y científicos, en clara reivindicación de los postulados del Pronunciamiento Popular del 1 de mayo de 2006 en los EEUU;
Propugnar una regulación global del sistema financiero, para transformarlo en equilibrado y sostenible y
Proponer al Banco del Sur como pilar del proceso de integración regional
Porf GB
UNASUR, PARTE II
En nuestro criterio, la formulación de una política sudamericana anticipaba y resolvía, además, un problema substancial de la crisis contemporánea, el de la pérdida general de sentido de la sociedad humana y, por consiguiente, de la vida personal y social, al reintegrarles una causa en el programa de constituir nuevos espacios y tiempos de sentido en el proceso de construcción de autonomía para las personas, las sociedades y las naciones, mediante la formación de un estado continental.
En esta perspectiva, Methol concluyó su conferencia asociando la predicción de Perón acerca del año 2.000 con su propia convicción de que “estamos asistiendo al comienzo de una nueva fase de la historia de América del Sur”, fase que implicaba el inicio de la formación del estado continental sudamericano. Es decir, que en un momento de fuerte crisis argentina, nuestro compatriota uruguayo nos decía que aquel mensaje prospectivo a la juventud del siglo XXI formulado por Perón estaba comenzando a realizarse en la reunificación de nuestro continente.
Por ese entonces, sin embargo, nada anticipaba claramente que ello fuera a ocurrir. Desde el abandono hacia 1830 de la Doctrina Bello, apoyada entusiastamente por Lucas Alamán y conforme a la cual la cláusula de “nación más favorecida” que exigían EEUU y Europa en sus Tratados de Libre Comercio era inaplicable a los acuerdos concertados entre estados de América Latina, nuestra América se había fracturado en muchos estados. Recién en la segunda mitad del siglo pasado, la América del Sur dio los primeros pasos para desandar la fractura y recuperar la unidad, al constituir la Comunidad Andina de Naciones (CAN) en el Pacífico en 1969 y el MERCOSUR en el Atlántico en 1991, pero aún lejos de proponerse una unión política.
Sin embargo, un año y medio después de la conferencia de Methol Ferré, en diciembre de 2004, en el Cusco -que había sido la capital de América del Sur entre 1438 y 1533- se fundó la Comunidad Sudamericana de Naciones integrada por todas las naciones de América del Sur, con el propósito expreso de formar una organización política y no meramente un mercado común o una unión aduanera. En la Cumbre de Brasilia, en mayo de 2008, la Comunidad cambió su nombre por el de Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y aprobó su Constitución, que entró en vigencia en marzo de 2011. La Constitución de UNASUR es notoriamente el primer paso hacia la creación de un estado confederal de naciones soberanas, tal vez siguiendo la larga tradición confederal de muchos estados mesoamericanos y andinos.
El art. 3 de la Constitución de UNASUR consagra como norma jurídica supranacional el Consenso del Cusco, cuyos principios constituyen una propuesta de sociedades justas y equilibradas, con capacidad de decisión en el marco de un mundo multipolar, y expresan cabalmente los valores y principios de una civilización emergente. Los diversos Consejos de UNASUR abarcan todas las áreas que deberían constituir en el futuro los ministerios de un estado confederal y trabajan desarrollando el tejido institucional de la reunificación de nuestra América.
Pero la nueva fase histórica anunciada por Methol Ferré en 2002 recordando el pensamiento de Perón para el cambio de siglo, no solo involucra a las naciones de sudamericanas. En julio de 2008, con el respaldo de México y de UNASUR, Brasil convocó a la celebración de la Primera Cumbre de países latinoamericanos y caribeños. Como destacó Lula al abrir la Cumbre, era la primera vez en doscientos años que todos los Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe se reunían con una agenda propia y sin la presencia de países extra regionales. La ciudad de San Salvador de Bahía, arquetipo de ciudad mestiza, cuna de cultura y de civilización emergente, fue el escenario de ese primer encuentro que abarcaba a todas las naciones al sur del Río Grande y a los 50 millones de latinoamericanos y caribeños (los ‘hispanos’ norteamericanos) que viven al norte de ese río.
La convocatoria respondía a una situación compleja pero promisoria de la América que habla mayoritariamente castellano y portugués. Y también al fuerte desafío que establecía la crisis global, en su doble cara de tragedia humanitaria y posibilidad de dar algunos pasos hacia un mundo más justo.
El fuerte desarrollo institucional de UNASUR creaba una asimetría con México, América Central y el Caribe, desde que estos países enfrentaban serias dificultades para participar activamente en los procesos de integración del sur en razón de su vecindad geográfica y sus acuerdos económicos con EEUU que, obviamente, no recogían la Doctrina Bello, e incluían la cláusula de “nación más favorecida” sin excepciones respecto de las demás naciones latinoamericanas y caribeñas. En consecuencia, la iniciativa de los países de América del Sur y México proponía a todos los países de América Latina y el Caribe la creación de un ámbito de diálogo institucional permanente para debatir y profundizar la integración en todo lo que fuese posible y alejar el riesgo de fracturas o impedimentos para la acción conjunta en la política global, en las negociaciones entre el sur y el norte del Río Grande o en los organismos internacionales. Y particularmente hiciera posible que en el mundo se oyera la voz de América Latina y el Caribe, el continente del humanismo popular, en el tránsito propuesto de un mundo unipolar a uno multipolar, más justo y equilibrado.
La Declaración fundacional de San Salvador de Bahía del 23 de julio de 2008, definió el programa: a) establecer compromisos efectivos de acción conjunta de todos los países de América Latina y el Caribe; b) Construir un espacio común donde el cumplimiento de esos compromisos fuese posible; c) Acordar posiciones comunes en los foros internacionales sobre los grandes temas de la agenda global; d) intensificar el diálogo, la interacción y la sinergia entre los procesos regionales y subregionales de integración de América Latina y el Caribe para profundizar la integración y establecer proyectos comunes y complementarios; e) Profundizar la cooperación sur-sur y triangular que potencien la cooperación técnica de los país de América Latina y el Caribe y f) profundizar la coordinación de posiciones para proyectar una visión común de América Latina y el Caribe en diálogos externos.
La Primera Cumbre debatió la adopción de posiciones comunes en cuatro grandes temas: la crisis financiera, la crisis energética, el cambio climático y la crisis alimentaria y varios temas conexos. Y se lograron acuerdos precisos en 12 áreas: 1) cooperación entre los mecanismos regionales y subregionales de integración; 2) crisis financiera internacional; 3) energía, 4) infraestructura física; 5) desarrollo social; 6) seguridad alimentaria y nutricional; 7 desarrollo sostenible; desastres naturales; 9) promoción de los derechos humanos y combate al racismo; 10) circulación de personas y migraciones; 11) cooperación sur-sur; 12) proyección internacional de América Latina y el Caribe y diálogo paritario con la Unión Africana, la Unión Europea, la ASEAN y la Liga Árabe.
Prof GB
Uno de los padres fundadores de la UNASUR Parte I
Por Humberto Podetti
I - El proyecto del estado continental industrial
En el mes de julio de 2002, invitado por el Foro San Martín, Alberto Methol Ferré dictó en Buenos Aires una conferencia memorable, a la que tituló América del Sur: de los estados-ciudad al Estado Continental Industrial. En ella, el insigne pensador sudamericano desarrolló tres cuestiones centrales de su pensamiento: a) la naturaleza y alcances del proyecto del movimiento independentista; b) la significación para América Latina y en particular para la juventud americana, del pensamiento de Rodó y del primer Congreso Estudiantil Latinoamericano convocado y realizado en aplicación de sus ideas y c) el pensamiento de Perón acerca de la crisis de los estados-nación, la formación de los estados continentales, el carácter imprescindible de la industrialización en el proceso de reunificación de América y las perspectivas de un estado mundial.
La secuencia de la etapa histórica nacida con el movimiento y el pensamiento independentista -sostuvo Methol-, renació casi un siglo después con José Enrique Rodó y su visión de la integración de América Latina, iniciando un proceso de intensa actividad del pensamiento latinoamericano y movilización política de la juventud. Ese proceso dio nacimiento a los grandes movimientos populares en nuestra América y culminó con la visión de Perón acerca de que el año 2.000 nos encontraría unidos o dominados. La convicción del estadista argentino -agregaba Methol Ferre- era que “aquellas naciones que no lograran conformar un ‘estado continental’ desaparecerían como centros de autonomía”, lo que determinó su proyecto de constituir los Estados Unidos Sudamericanos. De ese modo, a las causas históricas, culturales, geográficas, sociales y políticas para la reunificación de América, Perón incorporó la causa de la supervivencia como pueblos y naciones soberanas, con suficiente capacidad de decisión en el sistema mundial. Pero además, señala Methol Ferré, Perón incorporó los elementos decisivos para transformar el pensamiento latinoamericano en una política sudamericana, incluyendo como requisitos imprescindibles de la formación de un estado continental la democratización, la industrialización y la formación de un núcleo básico de aglutinación, que implicaba la unión de Argentina y Brasil y la construcción de un poder bioceánico. La democratización, independientemente de su significado y valor intrínsecos, porque la única fuerza comprometida verdaderamente con la unificación era el pueblo americano, la industrialización simultáneamente como elemento imprescindible para la democratización y para la autonomía en las relaciones con el mundo y el núcleo básico de aglutinación como eje y argamasa de la reconstrucción de la unidad americana.
PrOf GB
NO ESTOY JUGANDO CON METAFORAS PARTE II
Vale la pena el esfuerzo de leer enteros algunos párrafos, donde una visión teológica aparece como un modo de respaldar la construcción del poder supremo del Vaticano desde Gregorio VII y Belarmino hasta el último período de Juan Pablo II (papa con Ratzinger de inquisidor) y Benedicto XVI. Boff, al contrario, habría cometido el pecado de caer en “una concepción relativizante de la Iglesia” a partir de “las críticas radicales dirigidas a la estructura jerárquica de la Iglesia Católica”. Los párrafos:
- “La única fe del Evangelio crea y edifica, a través de los siglos, la Iglesia Católica, que permanece una en la diversidad de los tiempos y la diferencia de las situaciones propias en las múltiples Iglesias particulares.”
- “La Iglesia universal se realiza y vive en las Iglesias particulares y éstas son Iglesia, permaneciendo precisamente como expresiones y actualizaciones de la Iglesia universal en un determinado tiempo y lugar. Así, con el crecimiento y progreso de las Iglesias particulares crece y progresa la Iglesia universal; mientras que con la atenuación de la unidad disminuiría y haría decaer también la Iglesia particular.”
- “Por esto la verdadera reflexión teológica nunca debe contentarse sólo con interpretar y animar la realidad de una Iglesia particular, sino que debe más bien tratar de penetrar los contenidos del sagrado depósito de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia y auténticamente interpretado por el Magisterio.”
- “La praxis y las experiencias, que surgen siempre de una situación histórica determinada y limitada, ayudan al teólogo y le obligan a hacer accesible el Evangelio a su tiempo. Sin embargo, la praxis no sustituye a la verdad ni la produce, sino que está al servicio de la verdad que nos ha entregado el Señor.”
- “L. Boff se sitúa, según sus palabras, dentro de una orientación en la que se afirma ‘que la Iglesia como institución no estaba en el pensamiento del Jesús histórico, sino que surgió como evolución posterior a la resurrección, especialmente con el progresivo proceso de desescatologización’
(p. 129). Por consiguiente, la jerarquía es para él ‘un resultado de la terrena necesidad de institucionalizarse’, ‘una mundanización’ al ‘estilo romano y feudal’ (p. 70). De aquí se deriva la necesidad de un ‘cambio permanente de la Iglesia’ (p. 112); hoy debe surgir una ‘Iglesia nueva’ (p. 110 y passim), que será ‘una nueva encarnación de las instituciones eclesiales en la sociedad, cuyo poder será simple función de servicio’ (p. 111).”
- “No cabe duda de que el Pueblo de Dios participa en la misión profética de Cristo (cf. LG 12); Cristo realiza su misión profética no sólo por medio de la jerarquía, sino también por medio de los laicos (cf. LG 35). Pero es igualmente claro que la denuncia profética en la Iglesia, para ser legítima, debe estar siempre al servicio de la edificación de la Iglesia misma. No sólo debe aceptar la jerarquía y las instituciones, sino también cooperar positivamente a la consolidación de su comunión interna; además, el criterio supremo para juzgar no sólo su ejercicio ordenado, sino también su autenticidad, pertenece a la jerarquía (cf. LG 12).”
LG es Lumen Gentium, Luz de los Pueblos, una de las constituciones emanadas del Concilio Vaticano II, que sesionó entre 1962 y 1965 y actualizó la Iglesia. Ratzinger fue uno de sus secretarios. Boff enlazó el Concilio con la Teología de la Liberación, que en los años ’60 abrazaron muchos sacerdotes, religiosos y laicos en el mundo y en América latina.
Según consta en la notificación de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en la sesión de 1984 con Boff Ratzinger fue asistido como actuario por un argentino, Jorge Mejía. Mejía había sido director de la revista católica argentina Criterio.
La era del hielo
En 1992, cuando dejó los hábitos porque sintió que estaba chocando, en sus palabras, “contra una muralla”, Boff dijo que “la forma actual de organización de la Iglesia (que no siempre fue la misma en la historia) crea y reproduce desigualdades”.
Cuando la Congregación lo citó, Boff buscó y obtuvo la cobertura pastoral de dos cardenales, el arzobispo de Fortaleza Aloisio Lorcheider y el arzobispo de San Pablo Paulo Evaristo Arns, ambos franciscanos y simpatizantes de la doctrina de opción por los pobres. La sanción a Boff pudo haber sido también una respuesta a esta franja de obispos brasileños. La historia posterior tal vez sea una prueba de que el mazazo tenía múltiples destinatarios, porque ninguno de ellos fue reemplazado por obispos de la misma línea sino por conservadores.
El miércoles último, otro teólogo, el suizo Hans Kung, una figura clave para los teólogos de la liberación, escribió en The New York Times una columna en la que se preguntaba si era posible una primavera vaticana.
Kung, que fue compañero de estudios de Ratzinger y trabajó con él como teólogo en el Concilio hace cincuenta años, señaló que el Vaticano puede ser comparado a otra monarquía absoluta, Arabia Saudita, aunque ésta tiene solo doscientos años de antigüedad. También mencionó tres reformas de Gregorio VII para conformar el “sistema romano”: un papado “centralista-absolutista”, “un clericalismo compulsivo” y “la obligación del celibato para sacerdotes y otros miembros del clero secular”.
Ni siquiera el Concilio Vaticano II, según Kung, limitó el poder de la Curia, “el cuerpo de gobierno de la Iglesia”. Y en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI hubo, además, “un retorno a los viejos hábitos monárquicos de la Iglesia”.
A pesar de que, como símbolo, en 2005 el Papa dialogó cuatro horas con Kung, “su pontificado estuvo marcado por colapsos y malas decisiones”. Por ejemplo, “irritó a las iglesias protestantes, a los judíos, a los musulmanes, a los indios de América latina, a las mujeres, a los teólogos reformistas y a los católicos partidarios de una reforma”. Y reconoció a la Sociedad de San Pio X, de los seguidores del archiconservador arzobispo Marcel Lefebvre, lo mismo que al obispo Richard Williamson, un negador del Holocausto. Para no hablar de los abusos de chicos y jóvenes por parte de clérigos que el Papa encubrió cuando era el cardenal Joseh Ratzinger. O de los hechos revelados en los Vatileaks, con “intrigas, luchas por el poder, corrupción y deslices sexuales en la Curia, que parecen ser la razón principal que llevó a Benedicto a renunciar”.
Escribió Kung que “en esta situación dramática, la Iglesia necesita un papa que no viva intelectualmente en la Edad Media, que no encabece ningún tipo de teología, constitución de la Iglesia y liturgia medievales”. El papa necesario debería volver a la democracia siguiendo “el modelo de la cristiandad primitiva”.
El ejemplo alemán refleja algunas tensiones. “Una encuesta reciente muestra que el 85 por ciento de los católicos de Alemania está a favor de que los sacerdotes puedan casarse, el 79 por ciento a favor de que los divorciados puedan volver a casarse por Iglesia y el 75 por ciento apoya que las mujeres puedan ordenarse”, dice Kung.
Tras preguntarse si la Iglesia será capaz de convocar a un nuevo concilio reformista o a una asamblea de obispos, sacerdotes y laicos, Kung saca esta conclusión: “Si el próximo cónclave llegase a elegir a un papa que siga el mismo, viejo camino, la Iglesia nunca experimentará una nueva primavera sino que caerá en una nueva era del hielo y correrá el peligro de quedar reducida a una secta crecientemente irrelevante”.
En ese caso, la sillita de Giordano, Galileo y Boff será un vestigio tan o más fuerte que el trono de Pedro.
martin.granovsky@gmail.com
03/03/12 Página|12
GB
NO ESTOY JUGANDO CON METAFORAS PARTE I
CUANDO LA INQUISICION SENTO A BOFF EN LA SILLA DE GIORDANO BRUNO Y GALILEO
“No estoy jugando con metáforas”
Durante el debate sobre el futuro de la Iglesia, el teólogo brasileño Leonardo Boff recordó que Ratzinger lo sentó en el mismo lugar que a los juzgados por la Inquisición. Página/12 le preguntó si su relato era literal. Una historia que cruza toda la transformación del Vaticano en una poderosa monarquía absoluta.
Por Martín Granovsky
Esperó recién hasta 1992 para dejar los hábitos de monje franciscano y abandonar el monasterio donde vivía. A esa altura ya había atravesado una experiencia impactante: el 7 de septiembre de 1984, el jefe de la antigua Inquisición, hoy llamada Congregación para la Doctrina de la Fe, lo sentó en la misma sillita que ocuparon el teólogo Giordano Bruno y el astrónomo Galileo Galilei. El inquisidor era el cardenal Joseph Ratzinger, entonces mano derecha doctrinaria de Juan Pablo II y él mismo Papa desde 2005, hasta el jueves. El interrogado era el brasileño Leonardo Boff.
Boff no fue quemado vivo como Giordano ni debió pedir perdón por la fuerza como Galileo. Pero en 1985 Ratzinger lo condenó al silencio y desde entonces las jerarquías eclesiásticas le dificultaron cada vez más la chance de expresar sus ideas con libertad. Después de Iglesia, carisma y poder, el libro que lo llevó ante Ratzinger, cada nuevo trabajo encontraba obstáculos para su publicación en editoriales o revistas obligadas a pedir permiso a las autoridades de la Iglesia católica.
En los últimos días, durante el debate sobre el futuro de la Iglesia por el cimbronazo de un papa que se va, Boff recordó en su blog (al que se accede tecleando www.leonardoboff.com ) que fue “sentado en la sillita de Giordano y Galileo”.
Leer esa frase abría la perplejidad. ¿Fue, realmente, la misma silla? ¿Era posible que el mensaje de la Santa Sede para demostrar autoridad fuese transmitido con una nitidez tan cruda?
Página/12 se lo preguntó a Boff.
Esta fue su respuesta, enviada por mail: “Fui juzgado en el edificio que queda a la izquierda de la gran plaza para quien va en dirección de la basílica (de San Pedro). Hace siglos que es sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ex Santo Oficio y ex Inquisición. Es un edificio grande, oscuro, como unos tres pisos o más. Tuve un proceso doctrinario con todos los requisitos jurídicos. Me senté donde todos los juzgados por la Inquisición fueron juzgados. Ahí se sentaron Galileo Galilei, Giordano Bruno y otros. No estoy jugando con metáforas sino con la realidad”.
Inquisidor y condenado se conocían bien. El teólogo brasileño nacido en 1938 había estudiado en Munich y Ratzinger, entonces un sacerdote de mente abierta, era conferencista.
Quizá por eso o por simple pudor –cuesta creerlo, pero en el mundo hay gente que vive sin mirarse el ombligo– Boff jamás dejó de criticar a Benedicto XVI por sus ideas y sus actos, pero no se encarnizó en términos personales. Y una vez, hace tres años, hasta llegó a ser profético.
Boff habló con Istoé el 28 de mayo de 2010, según puede leerse en este link: http://bit.ly/b8MQBZ Dijo: “El Papa, para su bien y el de la Iglesia, debería renunciar. Debemos ejercer la compasión. Es un hombre enfermo, viejo, con achaques propios de la edad y con dificultades para la administración, porque es más profesor que pastor. Por ese motivo haría bien en irse a un convento a rezar su misa en latín, cantar su canto gregoriano que tanto aprecia, rezar por la humanidad que sufre, especialmente por las víctimas de la pedofilia, y prepararse para el gran encuentro con el Señor de la Iglesia y de la historia. Y pedir misericordia divina”.
Los dos años y nueve meses que pasaron entre la opinión de Boff y el helicóptero de Ratzinger son un lapso corto para los ritmos vaticanos. Lo cierto es que tras ese tiempo Ratzinger se convirtió en Papa emérito y muy pronto predicará en un convento.
Giordano y Galileo
Campo de’Fiori es la única gran plaza de Roma sin iglesia. A veinte cuadras del Vaticano y muy cerca de Piazza Navona, por la mañana funciona un mercado. Señoras vestidas de negro que parecen recién llegadas del campo venden fruta, pasta seca y verduras. Broccoli romano, de color verde claro y olor suave, o broccoli siciliano, el oscuro y más fuerte, que se come aquí. Por la tarde, las pizzerías y los restaurantes de los bordes se llenan y en lugar de matronas están los turistas de veintipocos que comen penne rigate y, sobre todo, beben cerveza como si fuera la última vez.
Las señoras de la mañana y los chicos de la tarde viven su vida ajenos a la estatua que está sobre el adoquinado de Campo de’Fiori. Muestra a un monje alto y ligeramente encorvado. El escultor Etore Ferrari le puso un rostro con gesto decidido y logró que los pliegues de la sotana parezcan seguir moviéndose. Debajo, una frase en italiano: “A Bruno - Secolo da lui divinato, qui dove il rogo arse”. En español sería así: “El siglo que él adivinó (está) aquí, donde el fuego ardía”.
En 1600, el napolitano de 52 años que había sido monje dominico fue quemado por orden de la Santa y General Inquisición en el mismo sitio donde hoy está la estatua. Lo quemaron vivo por hereje. “Tembláis más vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla”, dijo en su alegato antes de morir. Entre otras ideas sostuvo la centralidad del sol, igual que Copérnico, y desafió la centralidad del papa. Jamás en los 413 años desde su ejecución la jerarquía de la Iglesia pidió perdón o volvió a incluirlo de alguna manera en su seno.
La instalación de la estatua fue en sí misma una gran batalla en el siglo XIX. Promovido por personalidades de toda Europa, desde Victor Hugo a Mijail Bakunin, el homenaje a Bruno solo se plasmó en el monumento de Campo di Fiori en junio de 1889. Y el papa de entonces, León XIII, incluso amenazó con alejarse ostensiblemente de Roma ese día. Solo se abstuvo de hacerlo cuando el gobierno italiano le advirtió que si dejaba la ciudad sería mejor que no volviera.
Trescientos años antes de esa polémica, en la Inquisición el juicio fue conducido personalmente por el cardenal Roberto Belarmino, el mismo que obligó a Galileo Galilei a retractarse del heliocentrismo en 1616 para no terminar torturado e incinerado como Bruno.
El pontífice, sumo
Belarmino no era un simple jefe de torturadores sino un teórico fino y un sutil funcionario de la Santa Sede. En su Tratado sobre la potestad de los sumos pontífices en los asuntos temporales, de 1610, dijo que el papa puede oponerse a quien políticamente pueda poner en peligro a la Cristiandad. En medio de la crisis de la Iglesia y el nacimiento de la Reforma protestante, Belarmino actualizó así la doctrina del papa Gregorio VII, que en 1075 dio el gran giro en la construcción de la Iglesia como monarquía absoluta cuando estableció que al pontífice “le es lícito deponer a los emperadores”, que tiene el derecho exclusivo de deponer o reponer obispos y que “puede eximir a los súbditos de la fidelidad hacia los príncipes inicuos”.
El investigador Jean Touchard escribió en su libro clásico, Historia de las ideas políticas”, que “el movimiento iniciado por Gregorio VII es irreversible”. Y explicó: “La centralización romana y la refundación administrativa (con la organización de la Curia, que es su principal elemento) harán del obispo de Roma el Soberano Pontífice, dignidad u autoridad que los papas de los siglos precedentes no consiguieron nunca asegurar de forma duradera”.
Luego de que Boff se sentó por última vez en la silla de Giordano y Galileo, la Congregación para la Doctrina de la Fe siguió trabajando, hasta que un año después le pidió silencio.
En la web está la notificación de los inquisidores a Boff. Puede consultarse en este link: http://bit.ly/YEk3j0
GB
DIFERENTES PARECIDOS
DIFERENTES, PARECIDOS
Ahora bien, paradójicamente, ambos llegan a puertos vecinos. Y sólo la puja coyuntural en la que vivimos acaso impida reconocer que en el largo plazo los dos se acercan a un paradigma de la moderación política. Una moderación trágica, melancólica, pero también activa, que comienza con sus posiciones políticas en los setenta y continúa hoy, cuando surgen en el Parnaso como dos de los intelectuales más connotados de lo que podría pensarse como el campo kirchnerista. Moderados porque recorren las laderas poceadas de la historia argentina con nobleza integradora, pero trágicos porque no vacilan en afincar sus hilvanados en la conciencia de que existen espacios muy estrechos de intervención política y el cambio social. Y eso no los desmerece: deambulan por una veta frágil y lateral a riesgo de desdibujarse y hacer evidentes las contradicciones inherentes a todo proceso. Quizás el malentendido sobre la moderación tenga que ver con el piso desde el cual se articulan sus posicionamientos en la política argentina. Es decir, resulta legítimo hablar de moderación en tanto y en cuanto una base de problemas cruciales aparecen sobre la mesa y no al revés: derechos humanos, Asignación Universal por Hijo, paritarias, heterodoxia económica, alianza estratégica con América latina, poder político anticorporativo, entre otros. De base, como piso, porque todo da entender que la pérdida o el desafío político de esos principios retrotraen lo conseguido y sofocan la moderación.
Tres fragmentos del libro
FILOSOFIA Y PODER
¿Ustedes son los filósofos del kirchnerismo?
JPF: –A mí me molesta lo de “filósofos del kirchnerismo”. En un medio me pusieron “El filósofo ultra K”, ya no K; “ultra K”; no sé qué es ser “ultra K”. Antes había ultraizquierda, ultraderecha... ultra K... es todo muy superficial y periodístico, e incluso es así como social. “¿Vos qué sos? ¿K o anti K?” Esto surgió a partir de la 125. Ahí las relaciones humanas, sociales, se pusieron muy tensas: quién había ido, quién estaba de un lado, quién estaba del otro, quién estaba con “el campo”, esa entidad casi metafísica. Y el que era K, no estaba con el campo; el que era anti K, estaba con el campo. Pobrecitos, muchos no tenían ni dos baldecitos de tierra de campo, pero bueno, salieron a defender el campo. Y ahí surgió una gran división. Muchos dicen que Cristina y Néstor metieron a todos en la misma bolsa. Pero también es cierto que hay una enorme vocación, por ejemplo, en un dirigente popular como Buzzi, de la Federación Agraria, de estar en la misma bolsa que los grandes terratenientes. Y te diría que hasta hace grandes méritos para estar totalmente en la misma bolsa, porque vi una foto de la revista Gente, de Buzzi con Luly Salazar. Un dirigente popular se tiene que dar cuenta de que no puede ir a una fiesta de la revista Gente, pero él ya se había acostumbrado a ese mundo de brillos y éxitos, se acostumbraron inmediatamente. Una vez, Guillermo Saccomanno largó una frase concluyente: “Pertenezco a una clase a la que odio”. Yo no digo tanto, porque es cierto que en la clase media hay mucha gente a la que lejos de odiar, quiero mucho. Pero también es cierto que resulta muy doloroso que en esta ciudad se presenta Daniel Filmus, al que conocía y conozco como intelectual de valía de Flacso, y por el otro se presenta “El pibe”, como bien le dice Gabriela Cerruti, un muchacho de las farras de los ‘90, un hijo de un hombre poderoso, que disfrutó los ‘90 farreando y bueno, en el 2000 lo eligen presidente de Boca y ahora sueña con ser presidente de la República. Me dolió mucho que eligieran a Macri en lugar de a Filmus. Yo escribí una nota dura contra Filmus, pero que derivó en una cosa simpática de él, porque yo le decía: “Con esa cara de osito Winnie Pooh, no va a calmar las ansias de mano dura de la población de Buenos Aires” y al día siguiente él me contestó como Winnie Pooh en una nota de Página/12 que me pareció tan adorable que lo llamé y me dijo: “¿Por qué no venís el viernes a tomar un café?”. Y ahí nació la idea de Filosofía por Televisión, porque me dijo: “¿Vos qué querrías hacer en televisión?”, y yo le dije: “Hace años que quiero hacer un programa de filosofía, estoy seguro de que lo haría bien, pero nadie me lo dio nunca”. “¿No? Pero qué buena idea”, dijo. Esto es este gobierno también. A mí me gusta este gobierno, no sólo por los Kirchner, me gusta porque hay gente así. Y lo llamó a Tristán Bauer y pude hacer este programa que era inimaginable para mí. Y llevo seis temporadas. Y estoy grabando la sexta con gran esfuerzo. Y en la sexta, hay una parte de pensadores y grabé todo un programa dedicado a David Viñas. ¿Te das cuenta? ¿Cuándo voy a hacer eso? No lo voy a volver a hacer jamás. Yo sé que con ningún gobierno voy a hacer eso. Hay un programa dedicado a David Viñas y creo que hice algo lindo, porque tomé El Jefe, una película muy importante de Fernando Ayala, y un guión inteligentemente antiperonista de David; siempre fue antiperonista, David.
HG: –Bueno, como él decía, “contrera pero no gorila”, “contrera sí, gorila no”.
LA LETRA K
HG: –El tema sería entonces cómo nos toca a cada uno la cuestión del kirchnerismo. Evidentemente, la letra K juega un papel importante en esto porque es una letra que en el alfabeto tiene una presencia menor en cuanto al uso idiomático y mayor a su extrañeza, por lo menos en los idiomas que provienen del latín, a diferencia del anglosajón. Es una letra que tiene cierto estereotipo también. Y tiene un apellido cuyo significado está emparentado con la función eclesiástica, Kirchner, Kirsch, que absolutamente quiere decir alguien que presta un servicio en la iglesia. Te digo esto, porque el hecho de que se use periodísticamente como letra que connota una adhesión es una facilidad que tiene el periodismo y no tiene por qué no usar. Incluso creo que el Gobierno eligió en un principio la letra K también como un distintivo, un pequeño blasón, y en general, el lenguaje tiende a la comodidad también. No siempre eso es bueno, hasta el día en que eso no es absolutamente bueno. Pero el lenguaje tiene esa veta de comodidad que la publicidad siempre acompaña y defiende. Después el tema es cómo se sienten esas personas que son alcanzadas por ese veredicto alfabético. Si eso inhibe o no inhibe mayores alcances para la adhesión política y puede llegar a enriquecerse. Retomando el tema en el punto que lo dejó Viñas, hubo un episodio entre Viñas y un periodista de Clarín, hubo un juicio muy desagradable, porque a Viñas también se le dijo K. Había ido a unas reuniones, en una época del problema del campo, y Viñas se sobresaltó mucho con eso, por el hecho de llevarlo a una adhesión que, en el caso de él, era a lo específico de esa coyuntura. Podía ese momento coincidir con una concepción, como siempre tuvo Viñas de la Argentina, es decir, una izquierda cultural con una cierta memoria yrigoyenista familiar y una izquierda genérica de los años ’60 con cierto toque existencialista. Que se le haya dicho K lo incomodó profundamente y también se lo dijo a un periodista de Clarín. En el sentido de que él no era oficialista y ninguna cosa que se le pareciera, además de que un intelectual no podía ser oficialista, de lo cual nunca nadie pensó lo contrario, porque también la palabra “oficialista” tiene un uso despectivo. Ninguna palabra de la lucha política en Argentina hoy deja de emplearse despectivamente. La Argentina se convirtió en el reino del eufemismo y la descalificación por el mero hecho de pronunciarse un nombre. Y eso en cierta medida es responsabilidad de todos nosotros, que hablamos distintas lenguas, entre otras la lengua política. Pero como el periodismo eso lo sabe y en realidad ya no hay más periodismo donde las palabras se empleen inocentemente, todos los diarios usan las palabras con el correspondiente halo de significados ocultos –-digo “halo” como un pequeño homenaje a David, que le gustaba emplear esa expresión–. Entonces, David Viñas me parecía como alguien que indebidamente quiso ser apropiado por una letra y el periodismo de rescate viene a decir “no” a esa letra, ya lo dijo él mismo, que no le pertenecía. Era Viñas, según Clarín, condenando la idea del intelectual oficialista. Como si David fuera una ficha a ser jugada en tal o cual ruleta. Episodio inútil, porque revela hasta qué punto una letra mal usada ahora da toda una concepción política. Entonces eso lo debe saber cualquier político, inclusive esto puede hacerse en contra de la voluntad del político cuyo apellido es encabezado por esa primera letra, también, ¿no? Kirchner era un político desconocido, creo que hasta al propio David lo escuché decir que con ese apellido y esa forma de mirar, en ningún barrio tenía ninguna posibilidad. Eso evidentemente fue desmentido. Y la letra K, que está en el medio del alfabeto, repartió los dos hemisferios del alfabeto, de ahí que en las comidas, en las reuniones amistosas, o en la selección que uno hace de las personas que ve, esa letra tiene una presencia muy fuerte, hacia un lado o hacia otro. Yo también creo que el kirchnerismo es, en primer lugar, un fenómeno político de políticos profesionales que hicieron su carrera fuera de las grandes metrópolis y que la hicieron lentamente, con todo el curso habitual que tienen las carreras políticas, y tienen sus peldaños, que se van subiendo progresivamente al compás de la vida electoral y que siempre son puestos en términos de un concepto que los políticos tienen. “Llegué”, “Llegué a tal meta”. Uno suele escuchar a políticos que dicen “Llego a tal lado”, y eso hace mal a la política en general porque mejor sería pensar que nunca se llega y si se llega a algún lado no es el previsto. En el caso de Kirchner, su llegada, digamos, fue realmente inesperada. Estaba a contramano de como había hecho su carrera.
LOS JOVENES DE AYER
¿Ustedes pueden trazar un puente entre los ideales sesentistas, el ‘73 y el presente?
JPF: –Y bueno, sí, yo digo que sí, ese puente lo traza Néstor cuando habla de la generación diezmada, cuando habla de la generación que lo dio todo y no recibió nada, no tuvo nada, algo así dice, y esos ideales, que son los de la generación del ‘70, son los ideales que no va a dejar en la puerta de la Casa de Gobierno, que es como cuando Evita dice: “El alma que traje de la calle no la dejé cuando entré a los ámbitos del poder”. Es esa frase de la fidelidad al pasado y no traicionar la fidelidad al pasado cuando se entra en el lujoso ámbito del poder. Y después toda la tarea con los derechos humanos y después las figuras que están en el gobierno de Cámpora, Righi, Juan Manuel Abal Medina y muchos más, la verdad que muchos más, viejos compañeros, estaban en el gobierno. Yo creo que sí, está bueno, a mí lo que me gusta de este gobierno, voy a ser breve en la enumeración, es que no le gusta a la oligarquía, ésa es una buena señal que yo aconsejaría que aplicara alguien como Pino Solanas. Yo no puedo entender que Pino Solanas observe el paisaje político nacional y no se da cuenta de quiénes están de un lado y del otro y cómo se pone al lado de gente que abominó durante toda su vida, o eso nos dijo. Bueno, y entonces esta gente que tiene en contra a la Sociedad Rural, a las corporaciones, a la oligarquía, bueno, yo no estoy de ese lado. Hay cosas que son muy simples, donde está la Sociedad Rural vos no estás, estás enfrente, listo. Después la unidad latinoamericana, el Mercosur, la lucha contra el ALCA, la libertad contra EE.UU., el rechazo del FMI... Bueno, son todas cosas notables, y la aparición de la militancia juvenil, que eso surge después de la muerte de Néstor. Pero Néstor era un setentista, él te hablaba como un setentista. Yo estuve con él. El, con sus patas largas en la mesa, me dijo: “Mañana saco el cuadro de Videla”. Y me quedé entusiasmado, claro. ¿Cómo no te va a entusiasmar eso? Bueno, cometió un error cuando pidió perdón y se olvidó de los radicales, porque, realmente, ése fue un gran error. Los radicales hicieron algo muy importante en su historia y fue el Juicio a las Juntas. Me resulta increíble que Gil Lavedra y Strassera estén en contra de este gobierno, porque este gobierno continúa la obra que hicieron y tuvieron que interrumpir por la relación de fuerzas de ese momento. Yo creo que sí, y este gobierno, hasta te diría, yo dije en algún momento que era la etapa superior del camporismo, en algún punto lo veo así, porque el rechazo de toda violencia es fundamental en este gobierno y la fórmula que larga Cristina, Nacional, Popular y Democrático. Lo que hizo Perón lo hizo desde un gobierno elegido democráticamente, pero que era autoritario. Porque un gobierno que se apropia de todas las radios, que cierra el diario La Prensa... Pero aquí pasa algo dialéctico. Que cuando el autoritarismo se impone a los reaccionarios, como los llama Engels en De la autoridad, un gran trabajo de Engels, queda el autoritarismo, y aparece un gobierno autoritario. Cuando vos tenés que ejercer el autoritarismo para derrotar a las fuerzas reaccionarias y subís al poder, subís con tu autoritarismo, y ahí es una nueva cara de la injusticia.
El muchacho peronista
HG: –Algo me hizo pensar en el peronismo como alguien que se adentraba en un terreno desconocido y fascinante, puesto que mi primera inclinación, nunca abandonada por otro lado, era el mundo de la izquierda y la lectura del marxismo. Pero el peronismo era la transfiguración de todo sin abandonar nada, y me gustó encontrarme con muchos sacerdotes ahí. He tenido grandes amistades, tenemos un amigo común, el padre Domingo Bresci. Y después mi cura modelo era el padre Jorge Galli, era en ese momento un cura armado, después tuvo serios dilemas con Montoneros. Y después participé bastante en la política argentina con Brunatti, que tiene un ámbito cristiano peronista, es una figura por la que tengo mucho cariño. Y Galli era un personaje de los curas obreros, discípulo del obispo Podestá. Y era albañil y todas sus metáforas religiosas eran de la albañilería, un cura popular peronista que en su capilla de Pergamino tocaba la campana cuando Boca hacía goles, y los de River iban a protestar y él respondía: “Bueno, si hay goles de River... La parroquia es de todos, vienen y tocan la campana. Yo soy de Boca y toco la campana...” Eso lo recuerdo con gran cariño. A mí me marcó mucho Galli como un cura conocedor de la vida popular, basado en lo picaresco que aparece en tantas novelas. Un cura hedónico digamos y al mismo tiempo con un peronismo popular con grandes metáforas de la albañilería como si fuera masón; era realmente un sacerdote, una sacralidad popular, pero previo a los del Tercer Mundo, previo a Mugica.
03/03/13 Página|12 | Suplemento Radar
PARECIDOS PERO DIFERENTES
PARECIDOS, DIFERENTES
El diálogo de Feinmann y González, desarrollado a fin del año pasado en casa del primero en su mayor parte y luego en la Biblioteca Nacional, que dirige el segundo, aparece acompasado, propuesto, atendido, por el periodista Héctor Pavón. Discreto, a veces ofreciendo diques o aperturas que impidan la deriva errática del intercambio, Pavón permite orientar temas y subtemas, clasificar conjuntos e intersecciones.
En esta conversación que se presenta con “la voluntad de pensarlo todo”, Feinmann y González, González y Feinmann, recuperan entrañablemente la figura de David Viñas, elogian y desmitifican a Jorge Abelardo Ramos, hablan todo el tiempo de Perón –de su libro Conducción política, de sus logros y sus derrapes–, de Hernández Arregui y la formación de la conciencia nacional, de El Eternauta y Oesterheld, de Néstor y Cristina. Del miedo durante la dictadura, de las diferencias con Montoneros, de su relación con los curas obreros, de López Rega.
Una primera lectura, y sobre todo la calidez y la empatía que se profesan, parecieran advertir que es el encuentro de dos viejos amigos donde se destacan los acuerdos, la confirmación, la celebración mutua. Sin embargo, a poco de andar, cada uno por su lado hilvana y fija preocupaciones, tonos, inflexiones que los caracterizan por cuenta propia. Mientras que Feinmann ejerce una tonalidad dramática en su discurso y, quizás, expone una voluntad comunicativa más explícita en relación con un conjunto de lectores amplios, no necesariamente comprometido con los temas y los supuestos que maneja, González, en cambio, intenta hablar de otro modo, como provocando en Feinmann una interpelación diferente. Inflexión sutil, González prefiere llevarlo a una relativización del tiempo y del espacio transcurridos, de escenas y textos vividos y leídos, de manera quizá de producir un rescate diferente de aquellos pasados caídos entre bambalinas, epifánicos, originarios, fundacionales.
Feinmann se abraza al pasado como afirmando una conciencia de constatación, como buscando las pruebas concretas del esto fue así y asá. Se juramenta una veracidad obsesiva y da como garantías de fidelidad a cada etapa su propio padecer, sus inclemencias, su memoria acaudalada. En este sentido, el efecto es doble y paradójico. Por un lado, González resulta iluminador para pensar desde la distancia, desde un rememorar menos literal y más versátil, más culturalmente mediado por la conciencia del tiempo transcurrido. Por otro, Feinmann, al construirse como testimoniante, aporta información de una precisión pasmosa, insistente, que abona su habilidad narrativa y recrea, en sí mismo, una avidez por el relato novelesco. Y ahí es donde los dos discursos se vuelven brumosos entre sí. Uno, porque que reitera su mirada sociológica crítica, desde un bosque de lecturas y pasadizos apabullante, donde casi con oído musical oye sonar una cuerda allí donde explota el barullo. El otro, porque ha adquirido una capacidad narrativa endemoniada, que transita de la primera persona ficcional al yo personal, de la glosa intelectual a la confesión sin escalas. Y entonces construyen interpelaciones diferentes, que agigantan las distancias. Mientras que González mudó de Envido al exilio en San Pablo, de la revista Unidos a la universidad y a El ojo mocho, y de la Biblioteca a Carta Abierta, Feinmann, en cambio, pasó de Envido a Ni el tiro del final, de la novela Ultimas imágenes del naufragio a la película del mismo título, de la revista Humor a Página/12, de una novela a otra novela, de los cursos en el Centro Psicoanalítico Argentino a los fascículos sobre filosofía y peronismo, y de allí a Canal Encuentro.
En tanto González generó un tránsito intelectual cada vez más apegado a expresiones que vinculan el debate teórico con el cotidiano y cierto afán de traducción cultural, de intermediación, Feinmann adoptó una versión rioplatense del giro autobiográfico, tan de la cultura contemporánea, donde una posmodernidad crítica le permite el abordaje y la confección de temas y estilos graves, desde los soportes más encumbrados de la industria cultural: cine, prensa, radio, TV. Dos modos distintos, que convocan incluso lectores diversos y hasta antagónicos. Feinmann narra y piensa la crisis del sujeto contemporáneo en primera persona, ficción o no ficción, como una nueva tragedia que lo golpea una y otra vez en el nuevo siglo, y González piensa y reanima la crítica, intelectual, desde soportes clásicos de la universidad y el mundo intelectual, asumiendo como dados los supuestos de esa declinación.
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