martes, 5 de junio de 2012

AQUI ESTAN ESTOS SON...



Ayer, decenas de personas protestaron contra el Gobierno Nacional. Una de las que convocó fue Cecilia Pando, famosa por sus reivindicaciones de la última dictadura militar. Mirá su mensaje en Facebook.
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxmU4m9Q2mKCT-dy3giS5wDvqx1A1LLzc9T_8qDE25yZ3VpmDp1yVHyqXmR54jcL7YZe48U8aj-aHAldwOX3SU1aK1Joj5qkKU2Ccv5xBrAuRjYejkYywKy6PUevwb-CwKG-2W4RWOeJpc/s1600/pando.jpg
 "Ayer hicimos un cacerolazo en Cabildo y Juramento, hoy volvemos de nuevo a las 20.00hs. Basta de inseguridad, basta de korrupción, basta de atentar contra nuestra libertad !!! Despertemos esta gente va por todo", escribió Pando en su cuenta en la red social.

- La segunda parte de la última misión del soldado Trinidad


 Agenda de Reflexión.

- | 4 de Junio de 2012 

El presente envío es complementario del Nº 365 de la Agenda de Reflexión de junio de 2007
Mi amigo y compañero, el ex combatiente conscripto VGM Miguel Ángel Trinidad, es actualmente el embajador de la OEA ante la República Bolivariana de Venezuela. Se trata del mismo “soldado Trinidad” que cuenta aquella historia sobre una misión recibida treinta años atrás.
Ahora tuvo la oportunidad de complementar aquella misión, y me lo cuenta en un correo electrónico desde Caracas de hace un par de días.
[Alejandro Pandra, editor]


Querido Alejandro:
El 2 de Abril de este año tuvo lugar en Ushuaia un evento que complementa la historia del Maestro que fue Soldado, o “La última misión del soldado Trinidad” como vos tuviste a bien titularlo. Conocí a la madre de Julio Cao, doña Delmira.
Fue emocionante conocernos de por sí, ella sabía quién era este viejo soldado; yo sabía que ella formaría parte del contingente de familiares de caídos que también fueron invitados a participar en los actos del Día del Veterano y de los Caídos en Malvinas junto a la presidenta Cristina.
Por eso llevé “escondido” un cuadro con la foto en buena resolución de Julio. Se lo entregué en Ushuaia, al pie del Monumento a nuestros Caídos, minutos antes de que la Presidenta hiciera uso de la palabra.
Demás está decir la emoción que nos embargó a ambos, a los testigos circunstanciales incluidos los ministros y funcionarios del Ministerio de Interior, organizadores de nuestro viaje. Quise esbozar unas palabras para decirle a ella en ese “acto” no protocolar, casi privado pero con testigos íntimos,  pero me sucedió lo que jamás: me quebré. Solo atiné a decirle: Acá tenés la foto de Julio, te la entrego a vos, cuyo lugar podría también mi vieja ocupar hoy.
También estaba presenciando un viejo soldado de mi regimiento, a la sazón ahora miembro de la Comisión Nacional de Ex Combatientes del Ministerio del Interior, Juan J. Fernández, a quien no veía hace 30 años.
Aunque mi promesa “hecha en prolegómenos de muerte” la cumplí con su viuda 2 años después entregándole una pequeñísima foto de 9 x 13, siento que ahora, 3 décadas más tarde, al entregarle un cuadro con la foto del Maestro que fue Soldado a su madre, toda una militante de la causa malvinera, siento que he cumplido con la promesa en casi todo su sentido. Tal vez falta la Escuela.
Creo que de alguna manera este mensaje complementa la historia que vos tuviste a bien publicar en tu ya consuetudinario sitio web, de cita de todos los que sentimos la Patria como algo más que la reseña de nuestras partidas de nacimiento y pasaporte: Agenda de Reflexión. Por ello junto con esta breve crónica te adjunto algunas fotografías del evento, para que a tu mejor criterio veas si es posible sumarlas a la historia.
Muchas veces te dije que tu disposición en publicar en Agenda la historia me ha dado múltiples satisfacciones. Se volvió a repetir durante el viaje al Sur, luego del encuentro con la madre, mucha gente leyó el sitio y revivió la historia.
Un abrazo, MAT.

lunes, 4 de junio de 2012

4 DE JUNIO DEL AÑO 1943

4 de junio de 1943. La revolución del GOU
Por Enrique Manson

El 4 de junio de 1943 Campo de Mayo y otras unidades del Gran Buenos Aires avanzaron sobre la Capital desde la madrugada. El presidente Castillo encargó al general Rodolfo Márquez que organizara la represión, que éste intentó sin éxito alguno. Sólo hubo un cruento tiroteo al pasar las tropas que comandaba el coronel Avalos por la Escuela de Mecánica de la Armada, con decenas de muertos y heridos. A las tres de la tarde el general Rawson se instalaba, sin oposición alguna, en la Casa Rosada. Castillo se había embarcado en el rastreador Drumont de la Flota de Río, ilusionado de que la Marina apoyaría al gobierno. No tardaría en decepcionarse. Facilitó el traslado de algunos de sus ministros a Montevideo, y se hizo llevar a La Plata, donde lo esperaba una delegación del gobierno militar, ante la cual, y en la ciudad en que lo hiciera Yrigoyen trece años antes, presentó su renuncia y se fue a su casa.

La Década Infame

Fue el periodista José Luis Torres quien tuvo la inspiración de bautizar –al ponerle nombre a uno de sus libros- al período nefasto iniciado el 6 de septiembre de 1930. Durante la infame, al derrocamiento del gobierno popular de Hipólito Irigoyen, siguieron el fraude patriótico, la renovación de la condición colonial –simbolizada por el Tratado Roca-Runciman- y una corrupción generalizada que iba desde las coimas cobradas en el negociado de las empresas eléctricas hasta la cooptación de la mismísima UCR que se convirtió en comparsa del Régimen.

Hombres provenientes del nacionalismo uriburista, otros integrantes de la agrupación yrigoyenista FORJA y los militantes del naciente revisionismo histórico iniciaron la demolición de los mitos en que se había sustentado la argentina colonial, ya confesada por el vicepresidente Julito Roca al decir que “la Argentina, por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, parte integrante del Imperio británico.” Su prédica llegó a algunos oficiales del Ejército, que descubrieron de pronto la realidad y se despegaron del liderazgo del Justo, el general del fraude.
El estallido de la 2ª Guerra Mundial llevó a los Estados Unidos a aumentar su presión sobre América Latina, y en especial sobre la Argentina, siempre arisca a sus mandatos. Los nacionalistas, civiles y militares y de todos los orígenes políticos, apoyaron la política de neutralidad de nuestro país, sostenida gallardamente en la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro.

Pero además de neutralista, el presidente Castillo era un hombre del Régimen, y estaba convencido que había que mantener el fraude. Algunos delirantes lo suponen por eso un partidario del nazismo o del fascismo: era un conservador de provincia que creía firmemente que algunos han nacido para mandar y otros para obedecer. Por ese camino se aproximaba a la presidencia el magnate salteño Robustiano Patrón Costa. Los militares nacionalistas no confiaban en él, y además compartían el hartazgo popular por la permanente trampa electoral.

El GOU

Entre noviembre y diciembre de 1942 comenzaron a circular en los cuarteles papeles que transmitían el pensamiento de un grupo de oficiales jóvenes. Eran las Noticias del GOU, de las cuales los cuatro primeros números no llevan fecha, pero se sabe que fueron publicados antes del movimiento del 4 de junio.
Proclama revolucionaria

Al Pueblo de la República Argentina:

Las Fuerzas Armadas de la Nación, fieles y celosas guardianas del honor y tradiciones de la Patria como así mismo del bienestar, los derechos y libertades del pueblo argentino, han venido observando silenciosa pero muy atentamente las actividades y el desempeño de las autoridades superiores de la nación.

Ha sido ingrata y dolorosa la comprobación. Se han defraudado las esperanzas de los argentinos, adoptando como sistema la venalidad, el fraude, el peculado y la corrupción.

Se ha llevado al pueblo al escepticismo y a la postración moral, desvinculándose de la cosa pública, explotada en beneficio de siniestros personajes movidos por la más vil de las pasiones.

Dichas fuerzas, conscientes de la responsabilidad que asumen ante la historia y ante su pueblo -cuyo clamor ha llegado hasta los cuarteles- deciden cumplir con el deber de esta hora: que les impone salir en defensa de los sagrados intereses de la Patria.

La defensa de tales intereses impondrá la abnegación de muchos, porque no hay gloria sin sacrificio.

Propugnamos la honradez administrativa, la unión de todos los argentinos, el castigo de los culpables y la restitución al Estado de todos los bienes mal habidos.

Sostenemos nuestras instituciones y nuestras leyes, persuadidos de que no son ellas, sino los hombres quienes han delinquido en su aplicación.

Anhelamos firmemente la unidad del pueblo argentino, porque el Ejército de la Patria, que es el pueblo mismo, luchará por la solución de sus problemas y la restitución de derechos y garantías conculcadas.

Lucharemos por mantener una real e integral soberanía de la Nación; por cumplir firmemente el mandato imperativo de su tradición histórica; por hacer efectiva una absoluta, verdadera y leal unión y colaboración americana y cumplimiento de los pactos y compromisos internacionales.

Declaramos que cada uno de los militares, llevados por las circunstancias a la función pública, se compromete bajo su honor:

A trabajar honrada e incansablemente en defensa del honor del bienestar, de la libertad, de los derechos y de los intereses de los argentinos.

A renunciar a todo pago o emolumento que no sea el que por su jerarquía o grado le corresponde en el ejército.

A ser inflexibles en el desempeño de la función pública, asegurando la equidad y la justicia de los procedimientos.

A reprimir de la manera más enérgica, entregando a la justicia, no sólo al que cometa un acto doloso en perjuicio del Estado, sino también a todo el que, directa o indirectamente, se preste a ello”.
En noviembre había regresado a Buenos Aires el coronel Juan Perón, que había participado de las maniobras anuales en Puente del Inca. Era esperado con ansiedad por muchos de sus camaradas que confiaban en su capacidad de análisis de la realidad y su aptitud para la organización. Naturalmente se convirtió en una de las cabezas del GOU.

Ante la cercanía de las elecciones presidenciales, el radicalismo domesticado se quedó sin su candidato natural por la muerte de Marcelo Alvear. La creciente influencia de la Guerra Mundial en la política argentina venía de perlas al gran beneficiario de la desaparición del ex presidente, el general Justo. Su compromiso con las potencias democráticas, que incluía la oferta de su sable al Ejército Brasileño, del que era general honorario, para luchar contra el Eje, y su control de los principales mandos del Ejército Argentino, ayudaban a los desmemoriados a olvidar los manejos fraudulentos de su reciente presidencia. Justo cultivaba una imagen que lo diferenciaba de Castillo y, si esa diferencia era indudable en lo referente a la política exterior, era fácil imaginarla en el campo electoral. Por otra parte hacerle trampas al inventor del fraude patriótico, que además tenía a los generales con él parecía inimaginable.

Pero un aciago 11 de enero, el sonriente general ingeniero murió inesperadamente. El embajador Armour informó al Departamento de Estado que los radicales, las recientes víctimas de sus cambios de urnas, estaban “como si hubiesen perdido a su propio candidato”. Lo que en realidad era cierto a esas horas.

El 27 de mayo se entrevistaron el ministro de Guerra con varios dirigentes de la UCR. Era necesario buscar un candidato y propusieron al ministro de Guerra, Pedro Pablo Ramírez que fuera él. Al jefe del Ejército no le iban a hacer fraude. La respuesta del general fue ambigua.

Castillo, enterado, exigió a su ministro que desmintiera públicamente la versión. Ramírez envió un comunicado a los diarios en que negaba “que encabezara una fórmula presidencial;, haciendo uso, para tal fin, de las prerrogativas del cargo” . El presidente no quedó conforme

El 3 de junio, el primer mandatario redactó un decreto en que separaba del ministerio a Ramírez, quedando a cargo interinamente el almirante Fincati. Un periodista informó al teniente coronel Enrique González, secretario del ministerio de Guerra y hombre del GOU. Éste lo hizo con el ministro, quien lo dejó en libertad de acción ya que no quería encabezar abiertamente la revolución contra Castillo. González habló con Perón que estuvo “en un todo de acuerdo en que había llegado el momento de actuar” .

La logia estaba encabezada por coroneles, pero –decía Perón a Félix Luna en 1969- por una deformación profesional, los militares siempre creen que el presidente surgido de un golpe militar tiene que ser un general...En este caso, los muchachos tuvieron el tino de elegir a tres generales ‘cabresteadores’, como Rawson, Ramírez y Farrell, que iban a hacer lo que se les indicara”.

Los generales “‘cabresteadores’ que iban a hacer lo que se les indicara”: Rawson, Ramírez y Farrell,

Así se hizo. Arturo Rawson duró un par de días. Después, Ramírez y más tarde Edelmiro Farell siguieron las debidas instrucciones.

El GOU tenía bastante de bolsa de gatos. La mayoría de sus integrantes –y de los revolucionarios que no lo integraban- no tenían muy en claro para que se había hecho la revolución. Para lavar la “ofensa” a Ramírez, sí. ¿Pero después? Había que mantener la neutralidad, y había quienes sólo pensaban que había que defender al Ejército del contagio de la corrupción (para un militar no hay nada mejor que otro militar, era su lema). Otros venían del nacionalismo uriburista, o del radicalismo nacionalista. No faltaba alguno de quién diría años después Fermín Chávez que su problema seguía siendo la caída de Berlín, y Domingo Mercante era un teniente coronel de padre sindicalista.

El coronel del Pueblo

Juan Perón, con otro alcance de mirada, comprendería el camino a seguir para dar sentido al movimiento. Desde la secretaría y luego el ministerio de Guerra, conduciría al Ejército, el verdadero partido de gobierno. Desde la vicepresidencia habría de negociar el rol de la Argentina de posguerra, aún con la misión secreta norteamericana de la que salió la declaración de guerra –cuando ya no moriría ningún argentino- a cambio del levantamiento de la cuarentena internacional establecida contra nuestro país. También consiguió que éste se hiciera cargo –y no Washington- de las propiedades alemanas y japonesas establecidas en la Argentina. Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión se pondría a la cabeza de la obra de justicia social que permitiría integrar a las masas populares a la política, al Siglo XX y a la vida misma. Lo que se pondría de manifiesto un 17 de octubre glorioso.

Pero esto es otra historia.

CÁTEDRA LIBRE DE HISTORIA NACIONAL JOSÉ MARÍA ROSA

Prof GB

GENERAL FELIPE VARELA, SU HISTORIA, UTIMA PARTE.

En una de las cargas Varela cae con su caballo muerto junto al pozo. Y ocurre otro episodio de esa guerra romanesca. Una de las montoneras que hacían de cantineras, enfermeras, amantes, o lo que se presentara, tomó un caballo y se arrojó en medio de la refriega para salvar al jefe. Se llamaba Dolores Díaz y le decían La Tigra. En ancas de La Tigra escapó de la muerte el viejo caudillo.

"A las oraciones – dice Varela – mi ejército estaba deshecho, pero tambien el del enemigo. Si bien no había sufrido una derrota, comprendí que el triunfo por mi parte en esos momentos era imposible". Siete horas habían durado las cargas; en torno al pozo de Vargas se riñó la batalla mas disputada de la guerra de la Unión Americana y se perdió toda esperanza seria de apoyar a Paraguay. Llegaba la noche, Varela dio la orden de retirarse: "!Otra cosa sería armas iguales!". Ciento ochenta compañeros le quedaban de su ejército que el día anterior contaba cerca de cinco mil, los demás han muerto, quedando heridos o escaparon para juntarse con el caudillo en el lugar que los citase. Pero Taboada también había pagado su precio. "La posición del ejercito nacional - informa Mitre – es muy crítica después de haber perdido sus caballerías, o la mayor parte de ellas, y gastado sus municiones, pues en La Rioja no se encontrará quien facilite como reponer sus pérdidas". Varela fijó Jáchal como sitio de reunión.

Taboada quedó en La Rioja que saqueó concientemente durante tres días, pues nadie le facilitaba alimentos voluntariamente "...las uñas largas...".

Sáa, derrotado escapó a Chile; los cordobeses, cuyo caudillo era Simón Luengo, se habían levantado a la espera de Sáa y del "pronunciamiento" de Urquiza que ha escrito cartas comprometedoras a Luengo.

Cuando a mediados de abril llegan las noticias de San Ignacio y el Pozo de Vargas, todo parece perdido, y Urquiza hace manifestaciones de repudio "a esos bandidos, que usan mi nombre para encubrir sus tropelías".

Creen terminada su misión y los veteranos vuelven a embarcarse para el Paraguay.

Pero todavía está Felipe Varela en ancas de La Tigra y la guerra de la Unión Americana no ha terminado.

FELIPE VARELA EN JÁCHAL.

Después del Pozo de Vargas, Varela ha ordenado reunión en Jáchal a los dispersos de la batalla. El 21 de abril, entre repiques de campana y compases de su zamba – aunque los musicantes chilenos han caído en poder de Taboada, que se apropió la canción – los sobrevivientes del Ejército de la Unión Americana entran en la capital montonera. Quemada por la metralla aún mantienen erguida su bandera donde puede leerse:

"Viva la Unión Americana" -
"Abajo los negreros traidores
a la patria!"
"¡Vivan nuestros hermanos paraguayos!".

El Quijote de los andes no se siente vencido. Lejos de ello. A los pocos días sus fuerzas se aumentan con los dispersos de Vargas que vienen de todos los puntos cardinales. Pero debe abandonar Jáchal jaqueado por los tres ejércitos nacionales. (de Paunero, Taboada y Navarro) que por un momento habían creído concluida la guerra, y se sorprendieron al llegarle noticias de que Varela aún vivía.

El coronel es baqueano de la cordillera. Deja la villa y por escondidos senderos se interna en las montañas para caer por sorpresa en los lugares más inesperados: el 5 de junio sorprende a Paunero en Las Bateas. No es una batalla, ni siquiera un combate; Varela no tiene tropas para enfrentar al jefe nacional, solo ha querido sorprenderlo, sembrar el desconcierto en la tropa. Cuando Paunero reacciona ya es tarde. Varela se ha esfumado llevándose los caballos, muchas armas y algunos soldados que han preferido jugarse con él. Once días más tarde - nadie ha sabido por que escondidas sendas hizo la travesía – desbarata en la quebrada de Miranda el contingente de forzados que lleva el coronel Linares de refuerzo a los nacionales ... Tampoco fue batalla: apenas cuatro gritos, y los "voluntarios" dejaron a Linares para irse con Varela.

Es una guerra de recursos, difícil, pero la sola posible cuando no se tienen armas y se sabe que la inmensa mayoría de la población le apoyará y seguirá. Como un puma se desliza entre sus perseguidores. No se sabe donde está, si en Guandacol, en Jáchal, en Chilecito, o ha ganado la puna de Atacama en territorio entonces boliviano. La verdad es que está en todas partes; no todos lo creen. No es posible arrearse un contingente para la guerra del Paraguay, porque los jefes siempre temen que Varela se descuelgue de los cerros y ponga en libertad a los forzados como hizo el otro Quijote, el de la Mancha con los galeotes. Pero estos no le pagarán a pedrada limpia, sino se le unen para seguir la lucha imposible por la alianza con las repúblicas de la misma sangre.


EL FIN DE LA GUERRA

Haba sido en las barbas de Navarro que Varela se apoderó por una hora de Salta. De allí siguió a Jujuy, donde no hubo "saqueo" porque los Jujeños aceptaron darle sus armas. No pudo estar mucho tiempo porque Navarro lo seguía. Por la quebrada de Humahuaca llegó a Bolivia, donde Melgarejo – en ese momento simpatizante con Paraguay – le dio asilo. En Potosí, Varela publicará un Manifiesto explicando su conducta y prometiendo el regreso.

En octubre de 1860 Mitre termina su presidencia y sube Sarmiento, de quién se esperó por un momento que terminase la guerra con Paraguay. No hubo tal, eso decide el regreso de Varela. También que Melgarejo ha cambiado de opinión y ahora está muy amigo de Brasil.

Varela con sus escasos seguidores y sin armas de fuego, toma el camino de Antofagasta. Su hueste no alcanza a cien gauchos. La "invasión" amedrenta en Buenos Aires. Martín de Gainza, ministro de guerra de Sarmiento, manda al general Rivas, al coronel Julio Roca y a Navarro a acabar definitivamente con el Ejército de la Unión Americana. Navarro – a quien por su pasado federal algunos acusan de lenidad con los montoneros – promete "matar ( a Varela) en combate".

No tremolará mucho tiempo el estandarte de la Unión Americana en la puna de Atacama. Basta un piquete de línea al mando del Teniente Pedro Corvalán, para abatirlo en Pastos Grandes ( 12 de enero de 1869). Los dispersos intentan volver a Bolivia, pero Melgarejo lo impide. Toman entonces el camino de Chile. Dada la fama del caudillo, el gobierno chileno manda un buque de guerra para desarmar al "ejército". Encuentran un anciano enfermo de tuberculosis avanzada y dos docenas de gauchos desarrapados y famélicos. Les quitan las mulas y los facones y los tienen internados un tiempo. Después los sueltan, vista su absoluta falta de peligro.

Varela se instala en Copiapó. El gobierno de Sarmiento ordena a su ministro en Chile, Félix Frías, vigile sus movimientos: "Está gravemente enfermo – escribe Frias el 16 de mayo de 1870 y de él nada hay que temer". Morirá el 4 de junio de ese año en Ñantoco, cerca de Copiapó. "Muere en la miseria – informa Frías al gobierno argentino – legando a su familia que vive en Guandacol, La Rioja, solo sus fatales antecedentes.

Sus restos acaban de ser repatriados por el patriótico gobierno de Catamarca, y desde sus montañas, espina dorsal de nuestra dividida América, este viejo gaucho que quiso ver una "Unión Americana", espera el reconocimiento de los "hermanos paraguayos" que lo movieron a su valerosa y desigual guerra de 1867.

* Las pinturas pertenecen al artista Octavio Calvo

jose maria rosa, la historia nacional que siempre vuelve.

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GENERAL FELIPE VARELA, SU HISTORIA, TERCERA PARTE

EL SILENCIO DE URQUIZA

Puede conjeturarse el plan de la guerra de montoneras: Varela debe apoderarse de las provincias del oeste; Sáa y Videla correrse por San Luis y Córdoba hasta el litoral, López Jordán levantar Entre Ríos y apoyarse en los federales de Santa Fe y Corrientes, Timoteo Aparicio invadir el Uruguay con los blancos orientales, Urquiza sería el jefe si aceptaba serlo; de cualquier manera la guerra se haría con Urquiza, sin Urquiza o contra Urquiza.

Sáa escribe a Urquiza: "... encargado de trasmitir a V.E. la voluntad de las masas, solo esperamos que V.E. se digne a impartirnos sus órdenes. Pero Urquiza calla. Sus intereses comerciales se ligan a la continuación de la guerra con Paraguay de la que saca buen provecho como proveedor del ejército, y a la paz interna por sus cuantiosos intereses de estanciero y comerciante y su paquete de acciones en el ferrocarril Central Argentino. Políticamente solo le interesa controlar Entre Ríos, donde su prestigio ha menguado considerablemente. El banquero Buschenthal le aconseja: " Espero que S E. no se comprometa con esta gente ( los montoneros) C'est tres pront..." Otra cosa será cuando consigan mejor posición.

No se comprometerá pero no los desautorizará tampoco pues le permite su viejo juego de quedarse observando el fiel de la balanza para cobrar el mejor precio. Escribe a Sáa - 10 de febrero de 1867 - una carta evasiva que a nadie compromete. Pero este quiere creer de apoyo.

Para marzo han llegado a Rosario los veteranos del Paraguay con su brillante oficialidad: los buques ingleses dejan en su puerto cañones Krupp y fusiles Albion y Brodlin para armar los tres ejércitos nacionales de Paunero, Taboada y Navarro que operarían contra la Unión Americana. Mitre hubiese querido ponerse a su frente pero el recuerdo de Sierra Chica. Cepeda y Curupayty prevaleció en el Estado Mayor, mejor era dejarlo de observador.


SAN IGNACIO ( lº de abril)

Sáa se mueve de San Luis a Córdoba donde hay elementos suficientes para levantar la provincia. Paunero, desde Río Cuarto destaca a Arrendondo a cerrarle el paso de San Ignacio (cruce del Río Quinto en la carretera de San Luis a Mercedes). Y el ministro de guerra, Julián Martínez, se instala en Córdoba donde se sienten ruidos intranquilizadores.

Sáa ataca a Arredondo al anochecer del 1º de abril; erróneamente creyó que el jefe nacional tenía pocos hombres, porque de otra manera le hubiera convenido eludirlo y llegar a Córdoba, donde los federales esperaban. "San Ignacio se ganó por casualidad" dirá años después el general Garmendia. Nada pudieron las lanzas montoneras contra los Krupp, ni las cargas de indios ( 500 ranqueles combatían junto a Lanza Seca) contra los cuadros de infantería de Iwanowsky, Fotherigham, Luis María Campos y la brava caballería de José Miguel Arredondo. En cargas nocturnas se estrellaron Juan y Felipe Sáa, Carlos Juan Rodríguez, Juan de Dios Vídela, Manuel Olascoaga. Sin embargo la victoria estuvo indecisa hasta el amanecer.

La montonera quedó derrotada. No hubo prisioneros como lo ordenaba la ley de policía dictada en Buenos Aires. Muy pocos sobrevivientes consiguieron ocultarse y escapar a Chile por los pasos de la cordillera, que a esa altura del año era apenas practicable.

EL POZO DE VARGAS (10 de abril).

Varela ha marchado hacia su Catamarca natal, atravesando La Rioja: es un paseo en triunfo donde los festejos se repiten al entrar el viejo caudillo en cada poblado. En La Rioja su "ejercito" se amplía porque los riojanos quieren luchar por la Unión Americana.

A los lánguidos compases de la zamba, la montonera se dirige a Catamarca donde todos esperan al Caudillo. De allí a Tucumán y Salta donde vendrían sin duda las órdenes de Urquiza, las órdenes que Varela supone no podrá negarle Urquiza viendo el juego decidido. En ruta hacia Catamarca le llegan dos malas noticias. Que Sáa fue aniquilado en San Ignacio, y Taboada al frente del ejercito nacional del Noroeste ha aprovechado su ausencia para entrar en La Rioja.

Los nacionales vienen
Pozo de Vargas
Tienen cañones y tienen
Las uñas largas.

Dice la letra riojana de la zamba de Vargas (que no es la del ejército de Taboada, que se apropió de la música, como se apropió de tantas cosas). Varela vuelve grupas. A los compases de la zamba su ejército regresó a La Rioja a todo galope. El 9 de abril, ya próximo a la ciudad, Varela invita caballerescamente a Taboada "a decidir la suerte y el derecho de ambos ejércitos fuera de la población; "a fin de evitar que esa sociedad infeliz sea víctima de los horrores consiguientes de la guerra y el teatro de excesos que ni yo ni V.E. podremos evitar". Taboada fijaría el campo de la liza "por lo menos a tres leguas del ejido". El jefe nacional no contesta. Ha urdido un plan que debe darle la victoria. Como los federales marchan a todo galope y sin mayor descanso, supone que llegarán desfallecidos y sedientos a La Rioja. Por lo tanto ha destruido los jagüeles del camino, dejando solamente a uno, el Pozo de Vargas a la entrada misma de la ciudad. Supone que los rnontoneros se arrojarán sobre el agua; y entonces la artillería y fusilería nacionales, convenientemente atrincheradas alrededor del pozo los aniquilaría sin remedio.

Ocurrió lo previsto. Varela no encontró agua en los jagüeles de Las Mesillas, donde esperaba acampar la noche del 9, a la espera de la respuesta - que no llegaría nunca - de su invitación a Taboada. Debió seguir la fatigosa marcha por la noche del 9 en busca del pozo de Vargas donde llega al medio día del 10. Era tal la sed que "tres soldados sofocados por el calor, por el polvo y el cansancio - dirá Varela - expiraron de sed en el camino.

Los gauchos fueron acribillados por los nacionales desde las trincheras apenas se acercaron al Pozo. Varela rehizo sus cuadros y aunque la posición de Taboada dificultaba el movimiento de la montonera, ordenó se tocase la zamba y empezara la batalla. Los inútiles "bocones" fueron dejados de lado Durante más de siete horas. – de mediodía al anochecer - se sucedieron las cargas a los compases de la zamba heroica. (que apropiada por los vencedores y con otra letra, se llamaría desde entonces Zamba de Vargas).

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GENERAL FELIPE VARELA, SU HISTORIA, SEGUNDA PARTE.

EL QUIJOTE DE LOS ANDES

Es ahora que hace su aparición en la historia Argentina el coronel Felipe Varela. Alto, enjuto, de mirada penetrante y severa prestancia, Varela conservaba el tipo del antiguo hidalgo castellano, como es común entre los estancieros del noroeste argentino. Pero este catamarqueño se parecía a Don Quijote en algo más que la apariencia física. Era capaz de dejar todo: la estancia, el ama, la sobrina, los consejos prudentes del cura y razonamientos cuerdos del barbero, para echarse al campo con el lanzón en la mano y el yelmo de Mabrino en la cabeza, por una causa que considerase justa. - Aunque fuera una locura.

Fue lo que hizo en 1866, frisando en los cincuenta años, edad de ensueños y caballerías. Pero a diferencia de su tatarabuelo manchego, el Quijote de los Andes no tendría la sola ayuda de su escudero Sancho en la empresa de abatir endriagos y redimir causas nobles. Todo un pueblo lo seguiría.

Varela era estanciero en Guandacol y coronel de la Nación con despachos firmados por Urquiza. Por quedarse con el Chacho Peñaloza (también general de la Nación) se lo había borrado del cuadro de jefes. No se le importó: siguió con la causa que entendía nacional, aunque los periódicos mitristas lo llamaran "bandolero" como a Peñaloza.

La muerte del Chacho lo arrojó al exilio, en Chile. Allí asistió dolido a la iniciación de la guerra de la Triple Alianza y palpó en las cartas recibidas de su tierra su impopularidad. Le ocurrió algo más: presenció el bombardeo de Valparaíso por el almirante español Méndez Núñez. enterándose con indignación que Mitre se negaba a apoyar a Chile y Perú en el ataque de la escuadra. Si no le bastara la evidencia de la guerra contra Paraguay, ahí estaba la prueba del antiamericanismo del gobierno de su país. Cuando llegó a saber en 1866 el texto del Tratado de Alianza (revelado desde Londres), no lo pensó dos veces. Dio orden que vendieran su estancia y con el producto compró unos fusiles Enfield y dos cañoncitos (los bocones los llamará) del deshecho militar chileno. Equipó con ellos unos cuantos exiliados argentinos, federales como él, esperando el buen tiempo para atravesar la cordillera. Cuando esta se hizo practicable, al principio del verano, la noticia de Curupayty sacudía a todo el país. ¡Ah! Olvidaba: también gastó su dinero en una banda de musicantes para amenizar el cruce de la cordillera y las cargas futuras de su "ejercito". Esa banda crearía la zamba, canción de la "Unión Americana" en sus entreveros, y la más popular de las músicas del Noroeste argentino.

A mediados, de enero está en Jáchal, provincia de San Juan, que será el centro de sus operaciones. La noticia del arribo del coronel con dos batallones de cien plazas, sus bocones y su banda de música corrió con el rayo por los contrafuertes andinos. Cientos y cientos de gauchos de San Juan, La Rioja, Catamarca, Mendoza, San Luis y Córdoba, sacaron de su escondite la lanza de los tiempos del Chacho, custodiada como una reliquia ensillaron el mejor caballo y con otro de la brida fueron hacia Jáchal. A los quince días de llegado, el "ejército" del Coronel tenía más de 4.000 plazas. Por las tardes, Varela les leía la Proclama que había ordenado repartir por toda la Republica:

.."¡Argentinos! El pabellón de Mayo, que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las manos ineptas y febrinas de Mitre, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyutí. Curuzú y Curupayty. Nuestra Nación, tan grande en poder, tan feliz en antecedentes, tan rica en porvenir, tan engalanada en gloria, ha sido humillada como una esclava quedando empeñada en más de cien millones y comprometido su alto nombre y sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel mismo porteño que después de la derrota de Cepeda, lagrimeando juró respetarla.

¡Basta de victimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin corazón, sin conciencia!. ¡Cincuenta mil victimas inmoladas sin causa justificada dan testimonio flagrante de la triste situación que atravesamos!

¡Abajo los infractores de la ley! ¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces de Uruguayana, al precio del oro, las lagrimas y la sangre paraguaya, argentina y oriental!.

Nuestro programa es la práctica estricta de la Constitución, la paz y la amistad con el Paraguay y la Unión con las demás repúblicas americanas.

¡Compatriotas! Al campo de la lid os invita a recoger los laureles del triunfo o de la muerte, vuestro jefe y amigo.
CORONEL FELIPE VARELA".

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GENERAL FELIPE VARELA, SU HISTORIA, PRIMERA PARTE

Por José María Rosa, ABC-Color, Paraguay (1974)

El gobierno de Catamarca ha dispuesto la repatriación de los restos de Felipe Varela hasta ahora en el cementerio chileno de Ñantoco, cerca de Copiapó, y hoy 10 de febrero serán llevados con gran ceremonia al túmulo erigido en Catamarca.

Me parece que pocos conocen en Paraguay la historia de Felipe Varela, el Quijote de los Andes, que luchó en 1867 en el noroeste argentino por la misma causa que el mariscal Francisco Solano López, y muriera en el exilio, la miseria y la execración. En homenaje al legendario guerrero de los Andes y su "Guerra de Unión Americana" escribo estas líneas.

REPERCUSIÓN DE CURUPAYTY EN LA ARGENTINA
La noticia del desastre del 22 de setiembre de 1866 corrió con velocidad por la Argentina. Pese a la tergiversación del parte oficial y ocultamiento del número de bajas aliadas, todos leyeron entre líneas la magnitud del desastre.

Pasó entonces algo que puede parecer asombroso a algunos, porque Curupayty fue una derrota argentina y la sangre derramada era de hermanos y aliados. Sólo La Nación Argentina (el diario de Mitre) y algún otro de su tendencia, sintieron Curupayty como una derrota. Casi todos se alegraron de la derrota mitrista, y algunos aplaudieron francamente el triunfo del Paraguay. A la expresión traidores que les arrojó el gobierno (clausurando esa prensa y encarcelando a sus redactores) contestaron que la traición "a América" estaba, ante todo, en quienes combatían al Paraguay. Navarro Viola edita Atrás el Imperio, Guido y Spano juzga en El Gobierno y la Alianza que "la alianza es de los gobiernos y no de los pueblos", Olegario V. Andrade escribe Las dos políticas.


 Y en un folleto anónimo (tal vez de Juan José Soto) se ponen los Ministerios de la Alianza al alcance de los Pueblos. Todo eso pese al estado policial impuesto por el gobierno: en enero de 1867, el reaparecido Eco de Entre Ríos – periódico de Paraná – elogia la promoción a general paraguayo del joven santafesino Telmo López, que desde la invasión de Flores al Uruguay combatía en "las filas americanistas". Estamos seguros - transcribo el Eco – que Telmo López, ese hermano en Dios y en la democracia, en el elevado puesto que hoy ocupa sabe colocarse a la altura de sus antecedentes y corresponder con brillo a la confianza del pueblo paraguayo y a las legítimas esperanzas que los amigos tenemos en él. ¡Fe y adelante, joven guerrero!. Que el día del triunfo del Paraguay no está lejano, y la hora de la redención de nuestra patria argentina se acerca".

Día del triunfo, hora de la redención, hermano en Dios y en la democracia... ¿Éramos aliados o enemigos del Paraguay?. Rawson, ministro del Interior de Mitre, ordena nuevamente el cierre del Eco y también de otros cuatro periódicos por "tomar una dirección incompatible con el orden nacional, y con los deberes que al gobierno nacional incumben en épocas como la presente".


Pero la Argentina parece desbordarse. El 9 de noviembre el contingente ("voluntarios" llevados con maneas al frente de guerra) reclutado para cubrir las bajas de Curupayty, se subleva en Mendoza con el grito ¡Viva la patria!, ¡Vivan nuestros hermanos paraguayos!. Los gendarmes que el gobernador Videla manda a contenerlos se unen a los sublevados, abren las puertas de la cárcel a algunos periodistas presos por "paraguayistas" y se hacen dueños de la ciudad. El gobernador escapa con premura. Será la revolución de los colorados, la primera de una serie que agitará el noroeste. A poco, el sanjuanino Juan de Dios Videla se lanza sobre su provincia; en enero de 1867 el puntano Juan Sáa (el valeroso Lanza Seca) levanta San Luis y se impone a la caballería de línea con la que el general Paunero trata inutilmente de contenerlo. El famoso guerrillero de Chilecito, Aurelio Salazar escapa de la cárcel de Córdoba y levanta los gauchos de los llanos (La Rioja), la tierra de Facundo Quiroga y el chacho Peñaloza, para entrar en triunfo en la capital de su provincia.
La reacción por Curupayty se deja sentir en todas partes en ese verano de 1867. Alarmado, el vicepresidente Marcos Paz al frente de la administración por ausencia de Mitre, escribe a este que "el incendio parece contagiarse a la República integra". Mitre desprende lo mejor de sus tropas. Pero no bastan, y el 9 de febrero – en parte, justicia es decirlo, incitado por sus aliados brasileños que desean alejarlo del frente paraguayo – deja el campamento de Tuyuti y regresa a la Argentina.
Prof GB