Capital Federal (Agencia Paco Urondo) El anuncio
hecho por Fernández de Kirchner el 7 de diciembre sobre el descubrimiento de un
enorme yacimiento de gas en Neuquén significa un importante avance en la
política de hidrocarburos implementada por el gobierno nacional.
Lamentablemente, el hecho se vio empañado por la represión de la Policía Federal
y Metropolitana en Villa Soldati esa misma noche y la presencia del neoliberal
Mauricio Macri en el anuncio. Sin embargo, el accionar de las mafias policiales
no debe eclipsar el significado de este descubrimiento y la coherencia de la
política energética K.
Una política
hidrocarburífera nacional sin nacionalizaciones
Muchos detractores y simpatizantes
del gobierno plantean que el modelo a seguir en hidrocarburos es el llevado a
cabo por Venezuela y Bolivia, países con producción bajo gestión estatal. Los
detractores aducen que la no estatización de estos recursos demuestra el doble
discurso del gobierno, que dice ejercer soberanía cuando en realidad “entrega
las riquezas naturales a las empresas extranjeras”. Los kirchneristas esgrimen
que la correlación de fuerzas no permite un avance a fondo. Ambos están
equivocados porque la política petrolera y gasífera actual es perfectamente
coherente con el proyecto económico que encabeza Cristina.
Tanto el Estado de Bolivia como de
Venezuela administran de sus recursos de hidrocarburos para apropiarse de esa
riqueza, conseguir ganancias a través de la exportación y distribuir la renta
obtenida entre la población. Para Bolivia, el principal recurso exportable es el
gas y para Venezuela, el petróleo. Los índices de pobreza en ambos países son
muy altos y la apropiación de la riqueza del subsuelo apunta a paliar ese
déficit. El objetivo son las divisas para desarrollar un país de mayorías
campesinas (Bolivia) y con una industrialización incipiente (Venezuela), muy por
debajo de Argentina y Brasil.
En contraste con esas experiencias,
Argentina posee un mayor desarrollo capitalista y tiene margen para buscar la
solución del flagelo de la pobreza y el desempleo a través de otras
alternativas. La distribución de la riqueza, la generación de puestos de
trabajo, la caída en los índices de pauperización fueron posibles desde 2003 por
el crecimiento de la industria, la construcción y el comercio. La reducción en
los índices de desocupación fue lograda en las micro, pequeña y medianas
empresas. La política petrolera y gasífera fue un engranaje más en el modelo
kirchnerista de creación de empleo.
La política hidrocarburífera está en
consonancia con la matriz neodesarrollista del modelo. Su principal rasgo apunta
a incrementar la producción de gas y petróleo, aumentando la oferta energética y
acompañando el crecimiento del PBI industrial. Se trata de evitar la asfixia
energética ante la creciente demanda de las fábricas, sea por vía directa (mayor
provisión de gas) o indirecta (aumento de la generación eléctrica). La
construcción de centrales termoeléctricas que utilizan combustibles fósiles para
su funcionamiento ha crecido a buen ritmo en los últimos años.
La política petrolera y gasífera
también ha contribuido a bajar el costo de funcionamiento de las empresas. Los
bajos precios de las naftas en términos comparativos permitió el abaratamiento
de la circulación de mercancías. La no escalada de precios coadyuvó a bajar el
costo laboral sin reducir salarios, vía el abaratamiento del costo de
reproducción de los trabajadores. Esto es posible porque las mercancías
consumidas por los obreros no aumentaron al mismo ritmo que el dólar. Además, la
propia movilidad y transporte de los trabajadores se vio favorecida por el
aumento controlado de los combustibles. El dinero ahorrado en ese rubro pudo ser
volcado al mercado interno y contribuir de esa manera al círculo virtuoso de
generación de empleo.
Los mecanismos para el control del
precio del petróleo y sus derivados son variados. Por un lado el precio del
barril de crudo en el mercado interno está fijado en 42 dólares. Ante subas de
precios en el mercado internacional superior a 90 dólares se ha diseñado un
complejo sistema de movilidad para desacoplar los precios internos de los
externos. Por otra parte se cobran retenciones del 45 % a la exportación de
crudo y del 5 % a las naftas. Cuando los aumentos de precios son aplicados por
las refinerías, el gobierno se vale de la Ley de Abastecimiento para regularlos.
La disposición que estableció recientemente la Secretaría de Comercio Interior
para que Shell y Esso retrotraigan los valores de sus naftas al 28 de enero
pasado es un ejemplo de ello.
Es evidente que esta política nada
tiene que ver con el supuesto modelo extractivo del que hablan el pinosolanismo
y algunos economistas. Ellos homologan la política minera a la hidrocarburífera.
La actividad minera se desarrolla en una economía de enclave, acotada a regiones
específicas y sin generación de valor agregado. El mineral se extrae e
inmediatamente es destinado a la exportación sin cobro de retenciones. En ese
sentido esa política mantiene rasgos neoliberales. La lógica de dicha actividad
responde más a una alianza política del gobierno con las provincias mineras que
al delineamiento de un modelo económico de alcance nacional. En cambio, la
política petrolera y gasífera es desarrollada a través de un mercado regulado
por el Estado. Los controles de precios permitieron que las industrias de menor
competitividad –que son las mayores generadoras de empleo- pudiesen competir con
el boom de las importaciones chinas. Gracias a ello los índices de generación de
empleo han sido espectaculares durante buena parte del kirchnerismo. Queda
refutado entonces, el sentido común tanto de izquierda como de derecha que
atribuye los logros sociales del gobierno nacional sólo a los buenos precios
internacionales de la soja.
¿La nacionalización del
petróleo hubiese profundizado esta política?
La nacionalización del petróleo
hubiese implicado un descalabro inicial y un reacomodo operativo y organizativo
con una pronunciada caída de la producción. Dada la complejidad de la extracción
petrolera actual, el manejo de esos recursos por el Estado no significa que
automáticamente se genere una mayor productividad. La opción elegida por el
gobierno nacional fue otra. Ante la caída de las inversiones y las reservas el
gobierno de Cristina optó por la táctica de incorporar un socio argentino a
Repsol YPF.
La compra por parte de Enrique
Eskenazi, en diciembre de 2007, del 14,9 % de los activos que Repsol posee en el
país fue parte de ese plan. La apuesta del gobierno fue incorporar a la
petrolera un empresario de confianza para fijar un plan de inversiones acorde a
las necesidades del modelo económico más general. “Capitalismo de amigos” dicen
los representantes de la derecha liberal al estilo de Jorge Fontevecchia. Lo
concreto es que a partir de Eskenazi, Repsol incrementó los niveles de
exploración y asumió mayores compromisos de inversión. En los últimos años la
empresa adquirió sus propios equipos de perforación siendo la única petrolera
con áreas adjudicadas que en algunas regiones no subcontrata compañías
perforadoras. Además, Repsol -pese a ser la empresa con mayor cantidad de
yacimientos en el país- no es la principal exportadora de crudo ya que la mayor
parte de su producción es volcada al mercado interno.
Es interesante un contrapunto con la
reciente experiencia en Bolivia donde se intentó un fuerte aumento de
combustibles. La reacción popular contra esa medida del compañero Evo Morales
debe servir como alarma para quienes tienen una fascinación acrítica por las
decisiones tomadas en países extranjeros. Pese a la nacionalización del 85 % del
petróleo, la caída de la producción en Bolivia ha sido vertiginosa. La ausencia
de cuadros técnicos, dificultades en la gestión y un fuerte desmanejo llevaron a
la decisión de aumentar los precios con el objetivo de que las empresas privadas
incorporen un plan de inversiones. El paso abrupto del festín capitalista a la
apropiación del Estado de los recursos desembocó en una medida antipopular de
uno de los gobiernos más progresivos de América Latina. Ese es el modelo que el
pinosolanismo propone para Argentina. Los resultados están a la vista.
¿Qué perspectivas abre el
descubrimiento del yacimiento en Neuquén?
Algunas voces plantearon que hace mucho tiempo se
sabía de tales reservas. Sea como fuere, el anuncio hecho por Cristina el 7 de
diciembre indica que está en marcha un programa de inversiones de alto valor. La
formación de arenas compactas y arcillosas que presenta este yacimiento requiere
un mayor desembolso de dinero y la utilización de una tecnología más compleja en
las tareas de perforación y terminación de pozos que la convencional. Cuando
esas reservas estén en actividad en los próximos años, la mayor producción de
gas y petróleo permitirá en el incremento de la oferta energética y la
disipación de la crisis tantas veces anunciada y nunca concretada. Por eso, el
camino elegido por el kirchnerismo de acordar con Repsol un programa de
inversiones ha sido la mejor manera de no dejar al capricho del mercado la
política hidrocarburífera del país. Este plan tal vez no tenga la mística que a
muchos militantes les gustaría manifestar. Sin embargo, permitió avanzar en el
mejoramiento de las condiciones de vida de la población a la manera que enseñaba
el General: “en su medida y armoniosamente”. (Agencia Paco Urondo)
GB