"A estos adversarios del nacionalismo hay que preguntarles: ¿No fueron acaso nacionalistaas Waashington, Jeffeson, Franklin, Madison? ¿Qué es el imperialismo sino el nacionalismo de las potencias poderosas? Hay dos nacionalismos. Uno, el del Estado fuerte que se anexiona al débil. Otro, el nacionalismo de los pueblos débiles contra la prepotencia de los fuertes. Es una hipocresía radical, aunque se tiña de amor universal y apele a los féretros de Nuremberg, la identificación del fascismo con los nacioalismos de los países dependientes: "Entretanto-ha escrito Benjamín Farrington-, mientras sobreviva una sociedad de clases, tendremos nuestros idealistas: son sus productos a la vez que sus defensores."
El desarrollo de las estrategias productivas junto con la concentración del poder económico crea la necesidad del Estado Nacional. El Estado con programa nacional, no es una actitud teórica de determinados grupos nacionalistas, sino la consecuencia de la madurez de las relaciones económicas que alimentan la conciencia histórica de una comunidad. Pero en los países dependientes, la lucha por al liberación se relaciona, en el orden interno, con la lucha contra las clases feudatarias cuyo vasallaje interno las convierte en antinacionales.
"Dar a todos los hombres un espíritu inglés-ha escrito J.A.Cramb-tal ha sido la finalidad de nuestro imperio en el pasado. Quien habla de la grandeza de Inglaterra se refiere a esto. Pero la esperanza final consiste en que la Nación inglesa y la especie humana en su totalidad perciban gradualmente que si la organización interna ha de realizarse con tranquilidad y seguridad de espíritu necesaria para todas las tareas políticas, Inglaterra debe proponerse cumplir su destino confiando solo en sí misma para la realización de un destino que es "su" destino.
Es, pues, legítimo dar a los argentinos un "espíritu argentino". Programa mas modesto que el que cumplió Inglaterra y que si construyó su grandeza engarzó nuestra servidumbre a su corona imperial."
JUAN JOSE HERNANDEZ ARREGUI.
Prof. GB
jueves, 5 de abril de 2012
miércoles, 4 de abril de 2012
LA HISTORIA Y LOS HECHOS-MALVINAS LA CAUSA JUSTA
Por Horacio González *
Malvinas permite entonces un nuevo juzgamiento de un conjunto histórico nacional. Es una forma viva de la memoria. Pone en estado irresuelto muchos episodios inscriptos en evidentes saberes colectivos. Malvinas es un hecho sobredeterminado de la política mundial. Si fuera sólo un corte sincrónico, sin antes ni después, la tenemos allí con su base de la NATO, sus destructores de ultimísimas tecnologías en viajes intimidatorios, entumecidas respuestas a palabras de un diccionario que tampoco pueden ser congelados peñascos en nuestro lenguaje: Antártida, yacimientos petrolíferos, genéricas estructuras alimentarias de la globalización que permiten considerar los mares de un modo diferente de como se veían hace dos siglos, a la altura del mismo viaje de Darwin a las islas. Pero siendo Malvinas un hecho económico sobredeterminado de la mundialización, es también una literatura nacional. Y a la vez sus riquezas reales, potenciales o imaginadas le dan un sentido específico o singular a la vida planetaria. No puede ser que los hechos desencadenados desde que la fragata Clío entrara en esas bahías, coloquen a una continuidad anacrónica de la historia en capacidad de dominio sobre riquezas que reclaman otra administración social, otra visión alimentaria y energética del mundo. Malvinas es, por último pero principalmente, un hecho sobredeterminado interno a la vida histórica argentina, una categoría inherente a su propio desarrollo. Frente a ella, la clásica confrontación entre liberalismo y nacionalismo queda retrasada si sólo se propone motivos repetidos, tradicionales.
Del liberalismo, sin duda un remozado patriotismo constitucional podría esperarse como resolución de las vacilaciones con que un sector intelectual se ubica frente a las aprehensiones que suscita el recuerdo de la guerra y la dictadura militar. ¿Alcanza el patriotismo constitucional, pieza central del remozado pensamiento democrático-social desde los años ’80? No alcanza, pero permite proyectar los derechos argentinos en el plano de las normas, acuerdos internacionales, apoyos latinoamericanos, sin que se pierda el sentido de un destino común que –como utopía mayúscula– puede abarcar a los habitantes de las islas con los millones de habitantes que despliegan sus trabajos, imaginación y recuerdos en la costa más cercana. ¿Qué hay que agregarle? La Presidenta mencionó en su discurso de Ushuaia a Antígona. Es una mención extrema y delicada. Malvinas es entonces, también, el recuerdo de los muertos. La obligación que de ellos dimana es la de darles nombre y memoria en sepulcros ostensibles, conmemorados. Aquí el pensamiento reclama más atención para sus dificultades. Son muertos en una guerra pero vistos con ojos trágicos –ojos de paz–, y que se imponen enfrentar el trabajo con una espesa paradoja. No es la primera vez que en la Argentina se discute quiénes son los héroes, quiénes los mártires. Recordemos la discusión entre Echeverría y Pedro de Angelis en 1847, en pleno gobierno de Rosas. Sobre ese arduo tema precisamente versaba. Si el liberalismo puede disponerse a aceptar la paradoja de poner Malvinas dentro de la cuestión nacional, el nacionalismo puede ofrecer también su visita al patriotismo constitucional. Y decidir su noción de héroe descartando al represor, al estaqueador, al secuestrador. No puede haber patria –en este momento de una patria– que esté por encima de actos de lesa humanidad, que no pueden redimirse en ninguna otra entidad simbólica que le sea superior en valores. No, nunca hay valores superiores a la patria de la vida, al patriotismo del ser genérico del hombre. Una nación es un conjunto de hechos paradójicos. El liberalismo siempre estuvo por debajo de esa comprensión. El nacionalismo suprimió las paradojas haciendo predominar una continuidad maciza, sin fisuras, de una cultura que siempre vive tiempos aventurados e inciertos.
Si el nacionalismo, que aporta su publicística anticolonialista –criticando maduramente el giro vergonzante que dio Inglaterra, al considerar “colonialista” a la Argentina–, puede exponer su heráldica a la luz de un humanismo universalista que no le embargue, sino que le confirme a la Nación sus derechos, se encontrará un destino latinoamericano que no será sólo un legado ya fijado en el tiempo, sino redescubrimiento de una historia renovada en sus motivos y emblemas. La interesante consideración que escribe Carl Schmitt sobre la expansión del mercantilismo inglés en relación con el modo en que aparecen los conceptos de tierra y mar en el pensamiento espacial del imperio británico puede ser hoy recordada –él mismo pensó que ya estaba superada– como plena de una rara actualidad. Gran Bretaña surgió en la dialéctica tierra-mar acentuando este último término. Ordenó la espacialidad del mundo durante varios siglos a través de esta antropología política que hegemonizó los mares. La Argentina, que nació dificultosamente en los pliegues de este dominio crucial sobre el espacio, el tiempo y los conocimientos sobre la naturaleza, puede ahora encontrar las voces adecuadas para una nueva relación latinoamericana entre la tierra, el mar, la ciencia y sus nuevos escritos fundadores.
No puede evitarse la tierra en la relación Argentina-Malvinas. La fusión ocurrirá en la relación tierra-mar-valores universales. Deben rechazarse antiguas geopolíticas o pensamientos apenas economicistas, como bien se escuchó en el discurso proferido en Ushuaia por la Presidenta. Ciertamente, hay fundamentos geoeconómicos sustanciales. Pero nada son sin el núcleo de valores historizados que se abren a una nueva oportunidad de indagación colectiva. Sabemos que estamos enlazados en discusiones esenciales sobre y con los pobladores actuales de Malvinas. El viejo concepto filosófico de interés está en juego. Concepto fundamental, que atraviesa toda la filosofía universal y que se conjuga con el de conocimiento. Conocimiento e interés.
Somos un país que ofrece no una geopolítica descarnada, ni un patriotismo ciego, ni una continuidad displicente con su pasado. Somos un país en plena interrogación. Malvinas es una parte nueva, emergente y justa de esta interrogación. Respetar intereses es respetar conocimientos y también poseerlos.
No estamos de acuerdo con personas que respetamos, pero que se equivocan al escribir lo que ahora copiamos: “De derecha e izquierda, muchos sostienen hoy que al haberse regado el suelo del archipiélago con sangre de argentinos el cultivo de la causa Malvinas se hace obligatorio. Es, otra vez, el empleo del conocido mecanismo del mandato. En este caso, se trata de otra perla del nacionalismo territorial: al sacralizar la tierra regada con sangre perdemos la libertad de elegir, nos debemos a ella y no a nuestros valores y a nuestras preferencias, ya que es la tierra la que está cargada de valores”. No, no es así. Un liberalismo sin paradojas termina en un economicismo trivial, pero en el economicismo de los otros. La libertad de elegir es también con una interpretación de la tierra con su séquito sangriento, como dice Martí en su discurso sobre Bolívar. Es cierto que los únicos mandatos emergen de la sociedad democrática, pero las libertades colectivas no pueden surgir de la desvalorización de la sangre, pues lo que llamamos valores sólo pueden ser una sublimación libertaria de la memoria de los sacrificados, y dentro de ellos, lo incógnito de donde están enterrados. Los valores también son sobredeterminaciones de la autonomía espiritual de saber convertir a la sangre en razonamiento histórico, señalado por la libertad última de ser libres en naciones paradójicos. Una nación emancipada es la que conoce, trata y debate, como en un plebiscito cotidiano, todas sus paradojas.
Fuente Página12-3 de abril
Prof GB
La historia argentina ha ocurrido. Puede ser interpretada de diversas maneras pero los hechos, con su nombre establecido o vacilante, están allí como testigos. La guerra de Malvinas, en 1982, es un acontecimiento con fechas, principio y fin, un arco de tiempo que incluye nombres propios, vituperios y exaltaciones, muchos muertos, crónicas y novelas. Se conocen aquellas negociaciones diplomáticas y al calor del dramatismo de los días, cómo se desenvolvieron las acciones militares y se recuerda una u otra frase de Haig, el representante de State Department. Estos eventos se hallan todos dentro de la historia argentina, en ella implicados, fuertemente entrelazados con lo que reconocemos como los nombres familiares de un concepto sobre-historizado de la Nación. Lo digo así, sobre-historizado, porque el nombre Malvinas nos hace contemporáneos de una historia de larga duración, tantas veces fracturada, pero que atraviesa con una rara unicidad el período de Rosas, de Roca, de Yrigoyen, de Perón, de las juntas militares y de la democracia resurgida. Sin duda, no hay una sola historia de Malvinas, granítica, absoluta, ni las Malvinas hacen de la historia argentina un único macizo oprimido sin mediaciones, pero al decir Malvinas somos más contemporáneos de un pasado que parece remoto y en este caso no lo es: somos por eso más contemporáneos de los sucesos producidos por el colonialismo británico del siglo XIX, más contemporáneos de Rosas, más contemporáneos de Groussac, Palacios y Perón, más contemporáneos de los oscuros años de la dictadura de los años setenta.
Malvinas permite entonces un nuevo juzgamiento de un conjunto histórico nacional. Es una forma viva de la memoria. Pone en estado irresuelto muchos episodios inscriptos en evidentes saberes colectivos. Malvinas es un hecho sobredeterminado de la política mundial. Si fuera sólo un corte sincrónico, sin antes ni después, la tenemos allí con su base de la NATO, sus destructores de ultimísimas tecnologías en viajes intimidatorios, entumecidas respuestas a palabras de un diccionario que tampoco pueden ser congelados peñascos en nuestro lenguaje: Antártida, yacimientos petrolíferos, genéricas estructuras alimentarias de la globalización que permiten considerar los mares de un modo diferente de como se veían hace dos siglos, a la altura del mismo viaje de Darwin a las islas. Pero siendo Malvinas un hecho económico sobredeterminado de la mundialización, es también una literatura nacional. Y a la vez sus riquezas reales, potenciales o imaginadas le dan un sentido específico o singular a la vida planetaria. No puede ser que los hechos desencadenados desde que la fragata Clío entrara en esas bahías, coloquen a una continuidad anacrónica de la historia en capacidad de dominio sobre riquezas que reclaman otra administración social, otra visión alimentaria y energética del mundo. Malvinas es, por último pero principalmente, un hecho sobredeterminado interno a la vida histórica argentina, una categoría inherente a su propio desarrollo. Frente a ella, la clásica confrontación entre liberalismo y nacionalismo queda retrasada si sólo se propone motivos repetidos, tradicionales.
Del liberalismo, sin duda un remozado patriotismo constitucional podría esperarse como resolución de las vacilaciones con que un sector intelectual se ubica frente a las aprehensiones que suscita el recuerdo de la guerra y la dictadura militar. ¿Alcanza el patriotismo constitucional, pieza central del remozado pensamiento democrático-social desde los años ’80? No alcanza, pero permite proyectar los derechos argentinos en el plano de las normas, acuerdos internacionales, apoyos latinoamericanos, sin que se pierda el sentido de un destino común que –como utopía mayúscula– puede abarcar a los habitantes de las islas con los millones de habitantes que despliegan sus trabajos, imaginación y recuerdos en la costa más cercana. ¿Qué hay que agregarle? La Presidenta mencionó en su discurso de Ushuaia a Antígona. Es una mención extrema y delicada. Malvinas es entonces, también, el recuerdo de los muertos. La obligación que de ellos dimana es la de darles nombre y memoria en sepulcros ostensibles, conmemorados. Aquí el pensamiento reclama más atención para sus dificultades. Son muertos en una guerra pero vistos con ojos trágicos –ojos de paz–, y que se imponen enfrentar el trabajo con una espesa paradoja. No es la primera vez que en la Argentina se discute quiénes son los héroes, quiénes los mártires. Recordemos la discusión entre Echeverría y Pedro de Angelis en 1847, en pleno gobierno de Rosas. Sobre ese arduo tema precisamente versaba. Si el liberalismo puede disponerse a aceptar la paradoja de poner Malvinas dentro de la cuestión nacional, el nacionalismo puede ofrecer también su visita al patriotismo constitucional. Y decidir su noción de héroe descartando al represor, al estaqueador, al secuestrador. No puede haber patria –en este momento de una patria– que esté por encima de actos de lesa humanidad, que no pueden redimirse en ninguna otra entidad simbólica que le sea superior en valores. No, nunca hay valores superiores a la patria de la vida, al patriotismo del ser genérico del hombre. Una nación es un conjunto de hechos paradójicos. El liberalismo siempre estuvo por debajo de esa comprensión. El nacionalismo suprimió las paradojas haciendo predominar una continuidad maciza, sin fisuras, de una cultura que siempre vive tiempos aventurados e inciertos.
Si el nacionalismo, que aporta su publicística anticolonialista –criticando maduramente el giro vergonzante que dio Inglaterra, al considerar “colonialista” a la Argentina–, puede exponer su heráldica a la luz de un humanismo universalista que no le embargue, sino que le confirme a la Nación sus derechos, se encontrará un destino latinoamericano que no será sólo un legado ya fijado en el tiempo, sino redescubrimiento de una historia renovada en sus motivos y emblemas. La interesante consideración que escribe Carl Schmitt sobre la expansión del mercantilismo inglés en relación con el modo en que aparecen los conceptos de tierra y mar en el pensamiento espacial del imperio británico puede ser hoy recordada –él mismo pensó que ya estaba superada– como plena de una rara actualidad. Gran Bretaña surgió en la dialéctica tierra-mar acentuando este último término. Ordenó la espacialidad del mundo durante varios siglos a través de esta antropología política que hegemonizó los mares. La Argentina, que nació dificultosamente en los pliegues de este dominio crucial sobre el espacio, el tiempo y los conocimientos sobre la naturaleza, puede ahora encontrar las voces adecuadas para una nueva relación latinoamericana entre la tierra, el mar, la ciencia y sus nuevos escritos fundadores.
No puede evitarse la tierra en la relación Argentina-Malvinas. La fusión ocurrirá en la relación tierra-mar-valores universales. Deben rechazarse antiguas geopolíticas o pensamientos apenas economicistas, como bien se escuchó en el discurso proferido en Ushuaia por la Presidenta. Ciertamente, hay fundamentos geoeconómicos sustanciales. Pero nada son sin el núcleo de valores historizados que se abren a una nueva oportunidad de indagación colectiva. Sabemos que estamos enlazados en discusiones esenciales sobre y con los pobladores actuales de Malvinas. El viejo concepto filosófico de interés está en juego. Concepto fundamental, que atraviesa toda la filosofía universal y que se conjuga con el de conocimiento. Conocimiento e interés.
Somos un país que ofrece no una geopolítica descarnada, ni un patriotismo ciego, ni una continuidad displicente con su pasado. Somos un país en plena interrogación. Malvinas es una parte nueva, emergente y justa de esta interrogación. Respetar intereses es respetar conocimientos y también poseerlos.
No estamos de acuerdo con personas que respetamos, pero que se equivocan al escribir lo que ahora copiamos: “De derecha e izquierda, muchos sostienen hoy que al haberse regado el suelo del archipiélago con sangre de argentinos el cultivo de la causa Malvinas se hace obligatorio. Es, otra vez, el empleo del conocido mecanismo del mandato. En este caso, se trata de otra perla del nacionalismo territorial: al sacralizar la tierra regada con sangre perdemos la libertad de elegir, nos debemos a ella y no a nuestros valores y a nuestras preferencias, ya que es la tierra la que está cargada de valores”. No, no es así. Un liberalismo sin paradojas termina en un economicismo trivial, pero en el economicismo de los otros. La libertad de elegir es también con una interpretación de la tierra con su séquito sangriento, como dice Martí en su discurso sobre Bolívar. Es cierto que los únicos mandatos emergen de la sociedad democrática, pero las libertades colectivas no pueden surgir de la desvalorización de la sangre, pues lo que llamamos valores sólo pueden ser una sublimación libertaria de la memoria de los sacrificados, y dentro de ellos, lo incógnito de donde están enterrados. Los valores también son sobredeterminaciones de la autonomía espiritual de saber convertir a la sangre en razonamiento histórico, señalado por la libertad última de ser libres en naciones paradójicos. Una nación emancipada es la que conoce, trata y debate, como en un plebiscito cotidiano, todas sus paradojas.
Fuente Página12-3 de abril
Prof GB
“El País” trabaja para “Barcelona”
Por Alfredo Zaiat
España es una potencia de segundo nivel de la Zona Euro, que no pudo alcanzar un desarrollo autónomo dinámico pese a más de dos décadas de crecimiento y copiosos aportes financieros de la Unión Europea, y por eso no integra el G-20, siendo sólo un actor de reparto invitado a las cumbres. Cuando se construye la autopercepción de “nuevo rico”, el golpe de la realidad es bastante despiadado. Políticos y empresarios aún están en proceso de negación de su deprimente situación y se comportan como si nada hubiera cambiado.
El editorial del conservador diario El País de España de ayer es la manifestación de esa decadencia, que se expresa así patética: afirma que el gobierno de CFK está “intentando esconder el fracaso de su gestión económica detrás de una fachada de nacionalismo”; que la economía “está bajo amenaza y, en esta hora de frustración, la Presidenta ha optado por escudarse en las viejas consignas patrióticas”; que “Argentina corre el riesgo de una ruina a corto plazo”; que Cristina Fernández de Kirchner “ha sido incapaz de aplicar una política de moderación del consumo y tampoco ha gestionado bien su producción nacional de productos energéticos” y que “el resultado es una demanda creciente, una producción cada vez menor y unos precios disparados que pesan sobre los consumidores”.
Este editorial tiene el objetivo de defender los intereses de Repsol en la petrolera nacional YPF, compañía a la que “le están retirando arbitrariamente permisos de explotación en las provincias argentinas y sobre la que pende en los últimos meses un decreto de nacionalización”. “No hay ninguna razón para nacionalizar YPF”, supone, con la perspicacia de darse cuenta de que así “deterioran la cotización de YPF”.
El modelo económico español se reveló un fiasco, está en una debacle cuyo fondo no es fácil advertir y el diario El País de Madrid observando la economía argentina trabaja gratis para la revista Barcelona
Prof GB
España está padeciendo una crisis económica aguda. La desocupación es la más alta de una Europa en descalabro y su gobierno de derecha embistió contra los trabajadores para salir de la recesión, además de diseñar el ajuste más furioso del gasto público desde el fin del franquismo. Se sabe que el resultado será más recesión, más desocupación y más deterioro social. Todo para arrodillarse ante el altar del euro con el objetivo de evitar el default de la deuda pública, que se agiganta cada vez más en relación con un Producto que se achica y por el creciente déficit fiscal provocado por la política recesiva.
Los españoles no están en condiciones de aconsejar nada en temas económicos; más bien pueden aprender de la experiencia argentina, ya que han decidido transitar la de los noventa. El publicitado modelo económico español ha naufragado. Ha recibido un potente golpe a esa economía basada en boom de la construcción, turismo, consumo exacerbado por el crédito a tasas bajas y especulación financiera. La debacle de la economía española es notoria, y sus grupos económicos, que se expandieron al exterior, con preferencia hacia Latinoamérica, pueden mantenerse a flote gracias a las extraordinarias ganancias que le reporta una región pujante, en especial Brasil, Argentina y Venezuela.
España es una potencia de segundo nivel de la Zona Euro, que no pudo alcanzar un desarrollo autónomo dinámico pese a más de dos décadas de crecimiento y copiosos aportes financieros de la Unión Europea, y por eso no integra el G-20, siendo sólo un actor de reparto invitado a las cumbres. Cuando se construye la autopercepción de “nuevo rico”, el golpe de la realidad es bastante despiadado. Políticos y empresarios aún están en proceso de negación de su deprimente situación y se comportan como si nada hubiera cambiado.
El editorial del conservador diario El País de España de ayer es la manifestación de esa decadencia, que se expresa así patética: afirma que el gobierno de CFK está “intentando esconder el fracaso de su gestión económica detrás de una fachada de nacionalismo”; que la economía “está bajo amenaza y, en esta hora de frustración, la Presidenta ha optado por escudarse en las viejas consignas patrióticas”; que “Argentina corre el riesgo de una ruina a corto plazo”; que Cristina Fernández de Kirchner “ha sido incapaz de aplicar una política de moderación del consumo y tampoco ha gestionado bien su producción nacional de productos energéticos” y que “el resultado es una demanda creciente, una producción cada vez menor y unos precios disparados que pesan sobre los consumidores”.
Este editorial tiene el objetivo de defender los intereses de Repsol en la petrolera nacional YPF, compañía a la que “le están retirando arbitrariamente permisos de explotación en las provincias argentinas y sobre la que pende en los últimos meses un decreto de nacionalización”. “No hay ninguna razón para nacionalizar YPF”, supone, con la perspicacia de darse cuenta de que así “deterioran la cotización de YPF”.
El modelo económico español se reveló un fiasco, está en una debacle cuyo fondo no es fácil advertir y el diario El País de Madrid observando la economía argentina trabaja gratis para la revista Barcelona
Prof GB
martes, 3 de abril de 2012
MEMORIA PERONISTA V
Los argentinos vivimos entre golpes, cautivos de ese miedo
durante medio siglo.
Escrito por Ana Jaramillo
Quien osase transgredir el orden o luchar contra el poder hegemonico terminaba inexorablemente preso, exiliado o muerto. Asi nos sucedio a miles de argentinos.
SIN RUIDO DE
SABLES, SE ACABÓ EL MIEDO A LA LIBERTAD
Por Ana
Jaramillo*
“
EN LA LECTURA DE SUS ENJUNDIOSOS LIBROS HE ENCONTRADO LA ECUANIMIDAD QUE SOLO
PUEDE INSPIRAR UN PROCEDER HONESTO Y LOS CONOCIMIENTOS QUE SÓLO UNA GRAN CULTURA
PUEDE PONER A SU ALCANCE; ELLO ES UNA GARANTÍA PARA TODOS… LA NUEVA GENERACIÓN
DE ARGENTINOS, EN CUYAS MANOS QUEDARÁ EL DESTINO NACIONAL, ENCONTRARÁ EN SUS
LIBROS EL ESCLARECIMIENTO INDISPENSABLE, SI ES QUE UN DÍA NECESITAN RECIBIR EL
TESTIMONIO DEL PASADO, TAN FALSEADO POR LAS LUCHAS Y LAS PASIONES, QUE LOS
‘ESCRIBAS` NO TITUBEARON EN ENVILECER POR PASIÓN O POR
DINERO”
Juan Domingo Perón
Desde el exilio, Perón
le escribía esta frase a Rodolfo Puiggrós, después de leer sus libros de
historia y particularmente Argentina entre golpes. En la edición de 1969, los
conceptos de Perón figuran en la contratapa.
En los sesentas, los que
éramos la nueva generación de jóvenes tuvimos a nuestro alcance los libros y a
los maestros como Puiggrós, Jauretche, Scalabrini Ortiz y tantos
otros que nos contaban la otra historia. Esa que había sido tergiversada,
ocultada y envilecida por los escribas en el poder.
Poco tiempo después de
la muerte de Perón, otra vez volvieron los militares, primero camuflados bajo la
Triple A como les escribió Walsh y después las Tres Armas
vistieron sus uniformes junto a sus escribas con más violencia que nunca a
clausurar la democracia y con ella la libertad.
Los jóvenes de los años
sesenta, crecimos escuchando las marchas y los comunicados número 1, 2, 3… casi
siempre por Radio Colonia donde se anunciaban las medidas inmediatas que
tomarían los Generales que habían asaltado el poder. Los escribas bautizaban con
distintos nombres a los golpes, así llamaron Revolución Libertadora, Revolución
argentina, Proceso de reorganización nacional y tantos otros que
no tuvieron tanta difusión. Llamaron revoluciones a los golpes de estado para
seguir manteniendo y conservando el poder económico y la organización
nacional de acuerdo a sus necesidades y ambiciones.
Los argentinos vivimos
entre golpes, cautivos de ese miedo durante medio siglo. La política también.
Quien osase transgredir el orden o luchar contra el poder hegemónico terminaba
inexorablemente preso, exiliado o muerto. Así nos sucedió a miles de
argentinos.
Después de recuperada la
democracia en 1983, el miedo seguía vigente. Así se sancionaron las siniestras
leyes de Obediencia debida y de Punto final y también se instrumentó la
vergonzante política de desmalvinización. Ambas políticas surgidas del miedo y
esquivando en forma brutal y vergonzante la memoria y la justicia.
Tuvimos que esperar
durante casi tres décadas a Néstor Kirchner para que se derogaran las oprobiosas
leyes y se juzgaran a todos los genocidas y tuvimos que esperar la llegada de
Cristina Kirchner para que se honrara a los combatientes sin temor a que se los
confunda con los asesinos del pueblo.
Cuando uno vuelve a
releer los argumentos para sancionar las leyes que perdonaban a quienes habían
cometido crímenes aberrantes e imprescriptibles, vuelve a reconocer el país del
no me acuerdo, o no me quiero acordar. El Presidente de la Cámara de Diputados
el 24 de diciembre de 1984 lo explicitó diciendo “para tener futuro es
preferible no tener memoria”.
En treinta años, las
escuelas y universidades omitieron cumplir con la Constitución y con la Ley de
Educación. Nada se enseñaba y nada se sabía de los padecimientos de los
veteranos. Parecería que la guerra no existió y los patriotas muertos
tampoco.
Así
quienes lucharon en nuestras islas soportaron la indiferencia, la
ignominia, la hipocresía, el olvido, el desamor y el deshonor, y la pusilánime
actitud social, temerosa de que la merecida honra a los combatientes se
confundiese con el apoyo a los dictadores.
Muchos de los que fueron
a la Plaza a defender la soberanía de las Islas, los que donaron dinero o joyas,
las que tejían bufandas o escribían cartas a los soldados, las que recolectaban
víveres y todos los argentinos que ayudaron a los soldados, vivieron con miedo
recordarlo, creyendo que se los podría confundir con el apoyo a
los genocidas.
Pero como decía Perón,
otra generación llegó, sin temor a que los confundan con ningún represor, sin
haber nacido cuando los jóvenes que lucharon en la guerra en 1982 tenían su
misma edad. No tienen miedo a la libertad ni al chasquido de ningún sable,
porque nacieron y vivieron en democracia, porque se acabó el miedo a la libertad
de la cual disfrutan. Están viviendo en la permanente búsqueda de la verdad,
mientras se recuperan nietos apropiados por los genocidas y se siguen los
juicios a los represores, mientras se amplían día a día los derechos ciudadanos,
y mientras van conociendo la verdadera historia.
Algunos que éramos
jóvenes en los sesentas y setentas, nos hemos reunido en el Instituto Dorrego
para contarles a los jóvenes la otra historia que durante muchos años
silenciaron los escribas del poder, esos que nos siguen vilipendiando,
calumniando e insultando. No nos importa, porque fuimos algunos de los tantos
que no tuvimos miedo y cuando lo tuvimos, lo enfrentamos para poder construir
esta Patria más Grande y para todos. En honor a quienes ya no están, amigos y
compañeros asesinados por la última dictadura, escribimos sin miedo y en la
total libertad de la cual gozamos.
Seguro que nuestros
jóvenes podrían decir como Artigas “con la verdad no ofendo ni temo” o “con
libertad no ofendo ni temo”, como el “Protector de los pueblos libres” hizo
inscribir en el escudo de armas de la Provincia Oriental en 1815. Pero Artigas
murió en el exilio, como San Martín y como Rosas. Afortunadamente, son nuestros
jóvenes los que continuarán forjando el destino nacional y seguirán luchando por
la justicia, por la memoria y por la verdad. Ellos no permitirán que ningún
“escriba” de los poderosos tergiverse su propia historia y no temen a ejercer su
libertad ni a asumir su responsabilidad.
*Miembro del Instituto
Nacional Manuel Dorrego. Rectora de la Universidad Nacional de Lanús. Doctora en
Sociología. Licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires y
doctorada en igual disciplina por la Universidad de Ciencias Políticas y
Sociales de la UNAM. Obtuvo también la maestría en Sociología en Flacso -México-
revalidada por la UBA.
FUENTE, RED NACIONAL Y POPULAR DE NOTICIAS.
Prof GB
LA NACION-BARTOLOME MITRE Y VIDELA (Y CLARIN)
En el diario La Nación, aún se
expresa una parte minúscula pero influyente de la sociedad argentina.
EL DICTADOR
TIENE QUIEN LE ESCRIBA
Por:
Cynthia Ottaviano
El general Mitre lo concibió
como una “tribuna de doctrina” (en lenguaje coloquial, un medio para bajar
línea) de una élite que miraba al extranjero como único modelo de progreso. La
irrupción del yrigoyenismo primero, y el peronismo después, convirtió a sus
páginas en sábanas donde el sueño conservador se refugió hasta despertar
absolutamente reaccionario, cuando las mayorías populares accedieron a los
derechos más elementales de una democracia moderna.
Hoy en La Nación escribe
Mariano Grondona, el censor del gobierno de Guido y redactor del comunicado 150.
El otro columnista dominical es Joaquín Morales Solá, que también tuvo a su
cargo la censura de la tira Clemente en el Clarín de la dictadura. La coherencia
antidemocrática no es un valor, y así como no deja de ser coherencia, tampoco
deja de ser antidemocrática, lo cual implica un disvalor.
El rechazo que provocó el
amigable encuentro entre el general genocida Jorge Rafael Videla y el periodista
Ricardo Angoso, reproducido por la revista española Cambio 16, se explica, entre
otras cosas, porque 29 años después del retorno de la democracia, sus palabras
sirvieron de fulminante regreso a la caverna; en fin, a los tiempos de la
supresión de derechos y la cacería del otro por pensar distinto.
Más revulsiva se vuelve
entonces la coincidencia ideológica de los editoriales del diario de Mitre en el
siglo XXI con las expresiones del genocida preso. La similitud espanta porque
habla de un horror pasado, pero también presente. Los párrafos podrían
intercambiarse y no se notaría la diferencia. El suplemento que tienen en sus
manos es prueba de ello. Los que se oponen a las políticas de Memoria, Verdad y
Justicia de hoy son los mismos que avalaron las violaciones de los Derechos
Humanos durante la última dictadura cívico-militar. Releyendo sus editoriales,
comparándolas con la arenga tardía del dictador, se confirma que no sólo fueron
cómplices de la masacre, sino partícipes necesarios en busca de beneficios
económicos concretos: así se quedó La Nación con parte de Papel Prensa, y por
eso Bartolomé Mitre, junto a Héctor Magnetto, Ceo de Clarín, están siendo
investigados judicialmente por el despojo a los Graiver en el marco de una causa
de lesa humanidad.
El 11 de febrero pasado, Videla
le habló a su tropa leal desde Cambio 16: “Hoy hay que ganar la guerra política
a través de los mensajes y los medios de comunicación y ésa es nuestra función:
no quedarnos de brazos cruzados”.
Por más que La Nación intente
guardar las formas bajo ropajes periodísticos, sus editoriales son fallidos
freudianos permanentes, que por suerte nos recuerdan quiénes son, qué quieren y
qué modelo de país defienden sus accionistas.
Son los mismos editoriales que
el genocida preso lee cada mañana para inflarse el pecho de aire y pensar que no
todo está perdido.
El dictador tiene quien le
escriba.
Kirchnerismo, un gobierno
totalitario
Videla:
“Un gobierno arbitrario, con
espíritu totalitario, y que no se detiene ante nada y ante nadie, que ha perdido
la vergüenza.”
La Nación:
“El país avanza hacia un
régimen más autoritario, con un poder concentrado (...) es parte sustancial de
ese cuadro una corrupción sistematizada. (...) El avance autoritario del Estado
ha contado hasta ahora, en general, con el silencio de las víctimas. (...) La
sociedad ha actuado como un protagonista paralizado.” (“De mal en peor”,
11-03-12).
Una oposición débil
Videla:
“No veo el actor, el líder.
(...) La política se hace con hombres e ideas y ahora no los hay, ahora
Argentina no los tiene. Hemos perdido una gran oportunidad en las últimas
elecciones de sentar puntos de apoyo a una oposición sólida y que actuara
responsablemente para cambiar el estado de cosas a la que me refería.”
La Nación:
“Nada de lo expuesto se
explicaría de haber existido una oposición articulada y coherente y con más
figuras dispuestas a la firme defensa de las instituciones y a correr menos
detrás de la agenda gubernamental.” (“De mal en peor”, 11-03-12).
El miedo
Videla:
“Todo es miedo y temor y
vivimos permanentemente bajo ese miedo. Y cuando una sociedad vive bajo el miedo
no puede esperar que esté en una actitud de coraje para enfrentar un gobierno
que de por sí no tiene reparos y no se detiene ante nada.”
La Nación:
“En los últimos años se ha ido
construyendo en nuestro país, una creciente sensación de que es mejor callar lo
que uno piensa, sobre todo si esto contraría las acciones del gobierno nacional
(...) miedo a verter opiniones. Es por eso preciso desmitificar el clima de
miedo e invitar a todos los sectores a actuar con coraje cívico, respondiendo a
quienes bregan por la consolidación de un pensamiento único mediante atropellos
autoritarios.” (“Vencer el miedo”, 13-03-12).
Las “dos partes”
Videla:
“El gobierno sólo reconoce a
las víctimas de una de las partes, pero se les niega los derechos a las otras.
Se reivindicó a los combatientes, también se trabajó en la reivindicación de los
presos políticos, que somos nosotros, y ahora se trabaja en esta última
reivindicación, en la de las víctimas del terrorismo. Al margen de los
combatientes y muertos, y de los presos políticos que estamos pagando un
servicio a la patria, faltaban las víctimas del terrorismo y hay ya gente que
está trabajando en este asunto, en la búsqueda de esa reivindicación, aunque si
bien es cierto que todavía no se ha tenido éxito en lograr ese justo y merecido
reconocimiento a ese colectivo por el que usted pregunta. Es un trabajo en el
que se lleva trabajando desde hace años, pero este gobierno se niega a reconocer
sistemáticamente que existieran víctimas del otro lado, ya que si lo hiciera
tendría que juzgar a los terroristas que produjeron aquellos hechos y actos que
provocaron la existencia de víctimas.”
La Nación:
“Hay un extendido reclamo
debido a la inequidad en la que se encuentran miles de ciudadanos que se
convirtieron en víctimas del terrorismo y que no sólo no han sido indemnizados,
sino que también han carecido de reconocimiento e incluso han sido rechazados.
(...) La negación del Estado de reconocer estos derechos a estas personas
constituye una violación masiva de derechos humanos que una democracia que se
precie de tal no debe permitir (...) sumiéndolas en una doble victimización:
primero la perpetrada por las organizaciones terroristas y ahora la que el
Estado produce al negarles sus derechos. Como si esto fuera poco, además las
discrimina al otorgar el pleno goce de los derechos y abultadas indemnizaciones
a algunos de sus propios victimarios.” (“Discriminación entre víctimas”,
01-10-11).
La cantidad de
desaparecidos
Videla:
“Hay una gran disparidad en las
cifras que se ofrecen, como usted dice, lo cual le resta credibilidad a lo que
se presenta o se intenta hacernos creer. No se puede pasar de un extremo a otro,
es decir, de 32.000 que presentan algunos a 7.000 cifrado por otras comisiones.
Creo que este asunto tiene mucho que ver con las compensaciones o el
resarcimiento económico que se le dio a las víctimas, o a los supuestos
desaparecidos (…) Este dato demuestra que asistimos a una clara manipulación en
el asunto de los desaparecidos.”
La Nación:
“Graciela Fernández Meijide
dice que el número de desaparecidos no es 30.000. En rigor, de las
investigaciones de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de las Personas
(Conadep), hechas en 1984, se desprende que las víctimas serían 8961. En 2006,
el gobierno de Néstor Kirchner revisó, corrigió y actualizó esa cifra,
llevándola a 9334. (…) La evidente falsedad del número coloca a quienes lo
esgrimen en la sospecha de que buscan más potenciar el efecto político de su
actuación, que luchar por la verdad y por la aparición o la reivindicación de
las personas. (…) No se trata de negar unos hechos y de destacar otros, sino de
exponerlos a todos en su esencia y en su debido contexto. De lo contrario, no se
hará justicia plena y perdurarán la venganza y la confrontación. (“Una
contribución a la verdad”, 08-08-09).
Menem y los Kirchner
Videla:
“El juicio a las Juntas creo
que fue un error y concluyo ya: nunca debió realizarse. Menem luego desenredó
ese error, en cierta medida (…) había paridad y cierto respeto a las fuerzas de
las dos partes que lucharon o se enfrentaron en aquellos años, incluso emite
varios decretos que tienen una dirección simétrica hacia las dos partes.
Reconoce con exactos argumentos a las dos partes. Pero el gobierno actual se ha
caracterizado por la asimetría (…) Nuestro momento peor, hablo para los
militares, es con la llegada de los Kirchner al gobierno. Ha habido una
asimetría total en el tratamiento a las dos partes enfrentadas en el conflicto.
Fuimos señalados como los responsables, ni más ni menos, de unos acontecimientos
que no desencadenamos.”
La Nación:
“La represión nació como una
reacción ante una acción previa. (...) Carlos Menem dictó los indultos, tanto a
militares como a subversivos. Sin embargo, en estos últimos ocho años se
desanduvo fuertemente ese camino. El presidente Néstor Kirchner presionó al
Parlamento y la Justicia para la anulación de las citadas leyes y de los
indultos. Apareció entonces la figura de la imprescriptibilidad por la
calificación de lesa humanidad, pero sólo para una de las partes. (...) De esta
manera la Justicia pareció convertirse en venganza demorada.” (“La necesaria
pacificación y reconciliación”, 21-08-11).
La revancha de los
Kirchner
Videla:
“Así llegamos al matrimonio
Kirchner, que vuelve a retrotraer todo este asunto a la década de los setenta, y
vienen a cobrarse lo que no pudieron cobrarse en esa década y lo hacen con un
espíritu de absoluta revancha. (…) Aquí no hay Justicia, sino venganza.”
La Nación:
“Este nuevo intento revanchista
de sectores kirchneristas presenta serios riesgos para la sociedad.” (“Vamos por
todo” 24-03-11). “Anticiparon las mañas que habría para avivar el rencor, y allí
donde anidara, los deseos de revancha por los años de dictadura.” (“La violencia
armada de los 70”, 30-07-11).
Escarbar en el pasado
Videla:
“Está la pretensión permanente
de seguir escarbando en el pasado, colocándonos a los militares en la vereda de
enfrente como unos indeseables.”
La Nación:
“Una condición esencial es
superar una permanente mirada hacia el pasado, teñida de las interpretaciones
sesgadas, asimétricas y vengativas.” (“La necesaria pacificación y
reconciliación”, 21-08-11).
Recuperar la paz y el
diálogo
Videla:
“Hay que comenzar a pensar en
el futuro, pero sin concordia no hay futuro. En consecuencia, creo que tiene que
haber un diálogo amplio (…) hay que dejar de lado todas tensiones y rigideces
que nos han paralizado.”
La Nación:
“El país debe apuntar y aspirar
hacia su mejor futuro posible, y ello presupone el perdón, la concordia.”
(“Consolidar la paz interior”, 11-10-04). “Se hace necesaria la pacificación y
reconciliación y un sereno entendimiento. Es imprescindible volcar los esfuerzos
y las esperanzas hacia un futuro que deberá construirse con todos los
argentinos.” (“La necesaria pacificación y reconciliación”, 21-08-11). “Es
imprescindible recuperar ese espíritu de diálogo y de unidad que permitió crear
la gran nación que fuimos.” (“Tiempo de reconciliación”, 24-12-07).
El golpe del ’76
Videla:
“Comienza el caos y el terror
se adueña, de nuevo, de las calles de Argentina. (…) Vivíamos unos tiempos
turbulentos y había que dar una respuesta (…) el acuerdo se firmaba, bajo estos
decretos, para combatir el terrorismo en todas sus formas y hasta el
aniquilamiento definitivo (...) reducir a la nada (...) el país entra en una
guerra, pues no salimos como Fuerzas Armadas a cazar pajaritos, sino a combatir
al terrorismo y a los subversivos (...) estábamos en una guerra ante un enemigo
implacable. (…) Se había llegado a un claro vacío de poder, una auténtica
parálisis institucional, estábamos en un claro riesgo de entrar en una anarquía
inmediata. (...) O tomábamos el poder o la subversión se hacía por la vía de las
armas con las instituciones (...) cada día el deterioro era mayor.”
La Nación:
“Se omite una pintura fidedigna
y objetiva del clima de terror al que estaba sometida la sociedad argentina como
consecuencia de los atentados criminales del terrorismo subversivo y de los
delitos que se perpetraban a diario: secuestros extorsivos, copamientos de
unidades militares, asesinatos de empresarios, atentados con explosivos, muerte
masiva de ciudadanos inocentes.” (“Tiempo de reconciliación”, 24-12-07).
El campo
Videla:
“Si algo tiene Argentina es su
riqueza agropecuaria, somos o éramos el granero del mundo, y el agro ha sido
borrado de la estructura nacional. Este gobierno ha asociado el campo con la
oligarquía y como enemigo de ese socialismo que ellos pregonan, no podemos
esperar de esta gente una solución.”
La Nación:
“A lo largo de su historia, el
país tuvo siempre en claro que en el campo reposaba lo mejor de su creatividad y
de su dinamismo productivo. (...) Fue reconocido en todas las épocas como un
luchador, factor poderoso de progreso y fuente de estabilidad y continuidad en
el desenvolvimiento de las energías espirituales y materiales de la Nación.
Quienes conducen la gestión de los asuntos públicos nacionales se obstinaron, en
determinado momento, en alentar antinomias destructivas en perjuicio del campo y
en convertir al sector en víctima propiciatoria de críticas injustificadas y de
presiones tributarias exacerbadas y discriminatorias. Al impulsor de la riqueza
agropecuaria le corresponde volver a ser reconocido como el gran protagonista
del crecimiento económico nacional.” (“Perfil moral del hombre de campo”,
11-03-06).
Las instituciones
muertas
Videla:
“Hoy la República está
desaparecida, no tiene Justicia porque la que tiene es un esqueleto sin relleno
jurídico; el mismo parlamento no tiene contenidos, está compuesto por ganapanes
que temen que les vayan a quitar el puesto y se venden al mejor postor. No hay
nadie en la escena política con lucidez capaz de hacerles frente. El país
tampoco tiene empresarios porque están vendidos al poder. Hoy las instituciones
están muertas, paralizadas, mucho peor que en la época de María Estela Martínez
de Perón. Lo que me permite decir que no tenemos República porque no tenemos a
las grandes instituciones del Estado funcionando. La Justicia, el Congreso y las
demás instituciones, por no hablar de otros aspectos, no existen.”
La Nación:
“No se advierte que exista
preocupación extendida por la excesiva concentración de poder ni por las
pretensiones hegemónicas ni por la defensa del esencial papel republicano que
corresponde a la oposición y a la prensa libre. Tampoco, por la abierta sumisión
de algunos miembros del Poder Judicial a los designios del Ejecutivo ni por el
abuso reiterado y constante del poder de policía que tiene la administración,
que desnaturaliza su razón de ser y los transforma en instrumento de
intimidación, cuando no de castigo, a quienes no aceptan el cesarismo que supone
imponer el discurso único que se predica incesantemente desde los más altos
púlpitos de la conducción política. Ni tampoco por el populismo desenfrenado
que, en conjunto, conforma una realidad gravísima.” (“La recesión democrática”,
06-02-12).
Fuente: Info News
Prof GB
Qué decía Cristina sobre Las Malvinas?
Por Nahuel Placanica I Uno de los argumentos para menospreciar la decisión de afrontar el tema de las Islas como política de Estado, es afirmar que es una pantalla para no hablar de ajuste. En este sentido, resulta importante saber qué decía la presidenta Cristina Fernandez sobre la cuestión Malvinas.
Esta centralidad que le ha dado el gobierno de Cristina Fernández al reclamo por las Islas Malvinas, fue interpretada por algunos sectores como una mera pantalla que busca desviar la atención de la población para así, llevar adelante medidas de ajuste. Algunos no dudaron en comparar a este gobierno con la última dictadura militar que, con la intención de remontar un gobierno de facto en decadencia, apelaron al sentimiento nacional y decidieron la recuperación de las islas por la vía militar.
En este marco, se inscriben los artículos publicados en La Nación por los periodistas Pablo Mendelevich y Luis Majul.
En su artículo, Mendelevich cita un fragmento del comunicado emitido por la Cancillería Argentina dirigido a Gran Bretaña: "Los gobiernos deben evitar la tentación de incurrir en discursos que transformen el patriotismo en patrioterismo con el objeto de distraer la atención pública de políticas económicas de ajustes en un contexto de crisis estructural y alto desempleo." Tomando este, el autor realiza una interpretación propia y escribe “si hubiera sido para la Argentina habría dicho: con el objeto de distraer la atención pública de políticas económicas de sintonía fina. Ya que ajustes, como se sabe, acá no tenemos ni tendremos.” (La Nación 05/02/2012).
En el mismo sentido, el periodista Luis Majúl, en un artículo titulado “Cortinas de humo”, sostenía “la puesta en escena de la Presidenta para anunciar algo que no es novedoso y que ya se sabía dejó muchas enseñanzas para quienes intentamos comprender los movimientos estratégicos del Gobierno” y agrega “la más evidente es que Cristina Fernández pretende "malvinizar" la agenda de este año, para que la sociedad y los medios no discutan sobre el ajuste, los aumentos de tarifas de los servicios públicos y los incrementos del boleto del colectivo y el tren en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense. Es decir: usar el legítimo reclamo de soberanía sobre las islas como una espesa cortina de humo apta para tapar los asuntos más conflictivos” (La Nación 09/02/2012).
La convicción de la presidenta Cristina Fernández en el reclamo por la soberanía de las Islas, no es nuevo. No es algo sacado del cajón de los recuerdos del inconsciente colectivo nacional con el mero fin de desviar la mirada de nuestra sociedad. Ya en sus años de senadora, Cristina levantaba las banderas de la soberanía nacional.
En 1997, Cristina discutía con el canciller Guido Di Tella porque el viaje del entonces presidente Carlos Menem a Londres, parecía no incluir el tema “Malvinas” en su agenda. Así lo reflejaba una nota del diario Clarín titulada “Polémica por el viaje de Menem a Londres”: “Senadores de la oposición y la justicialista disidente Cristina Fernández de Kirchner polemizaron ayer con el canciller Guido Di Tella en torno al viaje del año que viene del presidente Carlos Menem a Gran Bretaña. A pesar de que Di Tella afirmó que durante la visita Menem va a hablar de Malvinas, ese grupo de legisladores manifestaron su total desacuerdo con el viaje en tanto no se incluya en la agenda de las conversaciones la discusión sobre soberanía en las islas Malvinas” (Clarín 26/11/1997).
En 1998, Cristina criticaba desde el senado la postura del gobierno de Menem con respecto a Malvinas y los acuerdos firmados en 1995 en materia de explotación petrolera. Por esos años, en el diario La Nación aparecían estas declaraciones de la senadora Fernández: "Me preocupa que el tema de las Malvinas no se esté tratando ni con miembros de la Cancillería, ni como una política de Estado en el Congreso, ni en el conjunto de la sociedad argentina”.
Además, en el mismo artículo señalaba: “También critico los pasos que dio la Argentina en materia de explotación petrolera, con los acuerdos firmados en 1995, sobre los que opinó "dieron tranquilidad a los ingleses y fundamentalmente a los kelpers" (La Nación 13/06/1998).
En sintonía con las medidas dadas a conocer por el Canciller Timmerman la semana pasada, en 1998 Cristina Fernández apoyaba el proyecto de ley que por ese entonces se discutía en el Congreso que sancionaba a las petroleras que operaban en las Islas sin autorización de la Argentina.
De esta manera, lo reflejaba el diario Clarín: “Por su parte, Fernández de Kirchner señaló: Estoy totalmente de acuerdo con el proyecto original pero lo que sancionó el Senado ha sido desvirtuado. El original imponía sanciones a todo aquel que operara, sin intervención del Estado nacional. Aquí se ha modificado, a cambio de un 3 por ciento de la producción. Lo que se sancionó es el cobro de una imposición que no tiene el nombre de regalía, ni de impuestos” (Clarín 10/08/1998).
El mismo Néstor Kirchner demostró su compromiso con la causa Malvinas, incluso antes de ser presidente de la Nación. En el 2002, se realizó una masiva marcha de excombatientes que partieron desde distintos puntos del país hacia Ushuaia, donde se realizó un acto a 20 años del regreso argentino.
El entonces gobernador Kirchner recibió a los veteranos en su provincia, en su camino a Tierra del Fuego. Así lo reflejaba el diario Clarín: “Los veteranos fueron recibidos por el gobernador santacruceño, Néstor Kirchner, y 200 corderos patagónicos humeantes. Se estima que más de 3 mil ex soldados llegarán en las próximas horas a Tierra del Fuego para participar del acto multitudinario, al que asistirá el presidente Eduardo Duhalde” (Clarín 30/03/2002).
La soberanía argentina sobre las Islas, no es un reclamo que la presidenta haya desconocido o ignorado a lo largo de sus años de militancia. Ya sea desde su bancada en el Congreso de la Nación o desde el sillón presidencial, Cristina Fernández ha demostrado su convicción por abordar la cuestión Malvinas.
Agencia Paco Urondo.
Prof GB
Pilotos argentinos en Malvinas, protagonistas de una hazaña
Agenda de reflexión, 2 de abril.
Se conocen muy bien los daños causados por los misiles Exocet lanzados desde los aviones Super Etendard, ambos franceses, a unos 40 km de los buques británicos.
Pero no es tan conocida la hazaña de los bombardeos en vuelo rasante, saludados por el héroe francés de la Segunda Guerra Mundial Pierre Clostermann y estudiado en todas las escuelas de guerra del mundo.
Los pilotos argentinos habían encontrado la fisura para escapar a los radares: volar a 10 metros por encima de las olas.
La lista de buques hundidos o dejados fuera de combate con misiles o bombas es larga: los destructores “Sheffield”, “Coventry”, “Antrim”, “Glasgow”, las fragatas “Antelope”, “Ardent”, “Plymouth”, “Argonaut”, los navíos de desembarco “Sir Galahad”, “Sir Tristam” y el mercante “Atlantic Conveyor”, entre otros.
“Nos conocíamos mucho todos”, dijo a la AFP Pablo Carballo, 64 años, como si ahí radicara el secreto de la Escuela de Aviación Militar de Córdoba (centro) , cuna de pilotos, donde este héroe creyente, recatado y cálido regresó a dar clases después del conflicto bélico.
“Cuando nos decían, cayó éste, murió aquél, ya sabíamos que era un amigo y quién era la viuda y quiénes los huérfanos”, recordó mientras caminaba a través del parque de la Escuela.
La Fuerza Aérea argentina perdió 36 oficiales, 14 suboficiales y cinco soldados durante la guerra de las Malvinas, que se extendió del 2 de abril al 14 de junio de 1982.
Según él, conocerse bien es fundamental para saber cómo reaccionará el otro en una situación crítica. Conocer al mecánico, también, ya que sin él nada sería posible.
“El 27 de mayo (de 1982) fui alcanzado en seis lugares diferentes del avión. Había un agujero grande como un melón”, contó y destacó que “al otro día estaba impecablemente arreglado. Habían pasado toda la noche trabajando con el frío, el viento y la helada”.
Sin embargo, atacar la flota de una potencia mundial parecía una misión imposible.
“Era como tratar de atacar con una piedra a una persona que tiene un revolver”, ilustró Carlos Rinke, quien tenía 26 años durante la guerra en la que fue compañero de combate de Carballo.
Sobre la mesa de su casa de Córdoba, Rinke despliega los mapas escritos con marcador rojo, que eran utilizados como si fueran computadoras de a bordo.
“Era precario todo. No teníamos radares que nos dijeran dónde estaban los aviones enemigos. No teníamos ninguna defensa aire-aire, ningún misil contra los (aviones británicos) Sea Harrier”, recordó Rinke.
“Con Carballo estuve en el ataque a la ‘Broadsward’ y al ‘Coventry’. Fue a mar abierto”, recordó Rinke mostrando una foto, tomada por un británico, de sus aviones acercándose de frente bajo una lluvia de proyectiles. El “Coventry” se hundió, el “Broadsward” quedó dañado.
Además, era fundamental la cuestión del silencio al acercarse al enemigo.
“Yo soy más bien callado y sabía que si hablaba por radio podía ser detectado. Pero estaba el que hablaba y no podía dejar de hablar”, dijo Rinke.
A diferencia de los aviones A-4 de Carballo y Rinke, el Mirage Dagger de Mario Callejo, de 60 años, era abastecido en vuelo y disponía de breves instantes para bombardear antes de regresar a la base, a unos 500 km de las islas.
“Nuestra principal arma era la velocidad”, contó Callejo en Buenos Aires, pero “tirábamos desde tan bajo que las bombas impactaban antes de los tres segundos y la espoleta no se activaba”.
Pilotos y mecánicos reemplazaron entonces el “cono de penetración” de acero de las bombas por otro de madera, así lograron que se rompa en el momento del impacto, aumentando las chances de que la bomba explote adentro de la nave.
“Nosotros demostramos que el factor humano puede compensar el atraso tecnológico”, afirmó Callejo.
[Texto gentileza de A. C. Mastropierro y la lista NotiPol]
Prof GB
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