No hay cambio de rumbo y quizá lo peor sea que no se compensan las pérdidas provocadas por la devaluación que se dejó correr.
Imagen: AFP
Y al tercer día resucitó. Sí, el “coucheo”, una de las armas que constituyeron la esencia del macrismo y a la que los votantes le dijeron basta el domingo, volvió a la vida. Nunca el contraste fue tan evidente. En cuestión de horas Macri pasó del niño rico caprichoso y desencajado de la conferencia del lunes, en la que culpó a los votantes opositores por la corrida inducida, al típico escenario M de luminosidades y pastitos de este miércoles, con discurso leído y frases hechas , tono calmado y sonrisa impostada.
Habían saltado todas las térmicas del marketing político. Sus palabras post PASO impactaron mal hasta en los votantes propios. Ensayando humildad pidió disculpas y esta vez asumió la responsabilidad de la derrota. Más vale tarde que nunca, finalmente el macrismo siempre apeló al recurso de “decir la verdad” como una suerte de confesión religiosa para expiar los pecados de sus malas políticas.
El mandatario reconoció que incluso muchos de quienes lo votaron se hartaron del ajuste sin fin. Un ajuste que para la población, según sus palabras, habría sido como “trepar el Aconcagua”, claro que sin logros, sin paisajes placenteros y sin llegar a cumbre alguna. Una trepada en el vacío y que terminó en una caída “al décimo subsuelo”, el lugar de donde dijo el presidente haber partido. El eterno reino del revés cambiemita.
Tras el mazazo electoral que lo despidió del poder, Macri dijo que venía a traer alivio. Aclaró no haber tomado las medidas antes porque había otras urgencias, como la imaginaria explosión de obras (cloacas, “no se inunda más”, “mi condición de ingeniero”) de un gobierno que en realidad redujo la inversión pública. Pero hubo anuncios concretos. Para los trabajadores en relación de dependencia “hasta” 2000 pesos extra sólo en septiembre y octubre. Este monto será financiado restando aportes personales, de los que se hará cargo el Estado. Para quienes pagan Ganancias habrá una reducción de 2000 pesos por mes, en este caso “hasta fin de año” y se subirá 20 por ciento el “mínimo no imponible”. También habrá dos pagos extra de la Asignación Universal por Hijo y se aumentarán un 40 por ciento las becas Progresar. Los empleados públicos, incluidas las fuerzas de seguridad, recibirán un bono de 5000 pesos a fin de mes. También se convocará al consejo del salario para aumentar el mínimo. Finalmente para las pymes habrá un plan de refinanciación impositiva de hasta 10 años y se congelará el precio de la nafta por 90 días.
Es mejor que el gobierno haya tomado estas medidas que no tomarlas, pero de lo enunciado se desprenden unas pocas conclusiones. Los aumentos son por única vez o hasta pasar las elecciones, igual que el congelamiento de los combustibles. Sólo se trata de intentar cambiar el clima electoral, pero no se despeja la incertidumbre de los tiempos por venir. No hay cambio de rumbo y quizá lo peor sea que no se compensan las pérdidas provocadas por la devaluación que se dejó correr. Cuando a fin de mes lleguen los mayores ingresos ya habrán sido comidos por los aumentos de precios en marcha. Difícilmente alcance siquiera para recuperar la pérdida de poder adquisitivo. Cuando las medidas que favorecen la demanda llegan tarde y en cuentagotas son apenas pólvora mojada.
El segundo dato notable es el sello Cambiemos en el envoltorio del paquete, el sesgo de clase: no hay una sola nueva carga para quienes vuelven a beneficiarse con la renovada carrera devaluatoria iniciada el lunes. Cómo se señaló desde el minuto cero, los aranceles de suma fija a las exportaciones instauradas a desgano bajo la presión del FMI quedaron absolutamente licuados. Tampoco se dijo nada sobre el tema principal, el freno a la incertidumbre en la cotización del dólar que mantiene paralizada la economía.
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