lunes, 19 de agosto de 2019

FRENAZO El PIB alemán se contrae un 0,1% y las expectativas inversoras se desploman como en lo peor de la crisis

Actualizado 
La economía alemana se contrae debido a la inestabilidad global EL MUNDO
La economía alemana se contrajo en el segundo trimestre un 0,1% , abriendo con ello la puerta a la recesión. Se trata del segundo segundo trimestre en un año en el que el PIB de la mayor economía europea decrece, aunque no de forma consecutiva. Alemania rozó la recesión técnica ya en la segunda mitad de 2018, cuando a una contracción del 0,2 % en el tercer trimestre siguió un cierre de año plano. La desaceleración de la locomotora europea es sin embargo evidente, lo que ha hecho saltar las alarmas por las consecuencias de ese frenazo en el conjunto de la Eurozona.
Según la Oficina Federal de Estadísticas (Destatis) la décima perdida por el PIB se debió principalmente a la guerra comercial que enfrenta a Estados Unidos y China y a problemas del sector del automóvil. "El sector exterior frenó la evolución del crecimiento económico, porque las exportaciones retrocedieron más que las importaciones frente al trimestre anterior", explicó Destatis en un comunicado en el que resaltó que la demanda interna, el gasto público y la construcción repuntaron entre abril y junio.
Dada la interdependencia de la economía europea y global, no se descarta que desaceleración alemana traspase fronteras con efecto contagio a corto y medio plazo. Sumada a la crisis latente en Italia y los efectos anticipados de un posible Brexit sin acuerdo, los fantasmas de una recesión amenazan principalmente a España, que tiene en esos tres países sus principales socios comerciales. Según datos de la Secretaría de Estado de Comercio, España exportó a Italia, Reino Unido y Alemania productos por valor de 72.000 millones de euros los últimos doce meses. Esa cifra representa el 26% de las exportaciones y aporta el 6,1% del PIB.
La economía se nubla, pero incluso si la coyuntura europea empeora, algunos analistas creen que los miedos se exageran. Argumentan que ningún país europeo está en recesión y que la tasa actual de inflación en la Eurozona no se ha desviado dramáticamente del objetivo fijado por por el Banco Central Europeo (BCE), por lo que nada justificaría una reacción urgente y vigorosa en política monetaria. El precio del dinero está por los suelos, las tasas de depósito para los bancos están en negativo y el último programa de bonos sigue atragantado, aunque sigue habiendo voces que creen que el BCE aún tiene margen y esperan que adopte en septiembre u octubre nuevas medidas expansionistas. Al regulador, en todo caso, le queda poca munición para afrontar la crisis que asoma en el horizonte y con ella la fragilidad de las economías que han sido artificialmente crecidas desde la crisis de 2008. El tiempo para las reformas y reducción de deuda que pedía Mario Draghi se agota.
La escuela clásica no prevé que la contracción del PIB alemán en el segundo trimestre sea razón de peso para el pánico, aunque no descartan que el empeoramiento de la coyuntura global derive en una crisis crediticia en Estados Unidos y Europa. El volumen de los bonos BBB en Estados Unidos ha aumentado un 230% hasta los 2.500 millones de dólares. La mitad de ellos son bonos basura. En caso de una ola de bajadas, las pérdidas serán masivas. El sistema financiero se resentirá.
El sector más afectado por los nubarrones que se ciernen sobre Alemania ha sido el automotriz, la industria estrella alemana y, precisamente la que más se ha contraído en el primer semestre, un 12%. El escándalo de la manipulación de emisiones en motores diesel, con sanciones millonarias pendientes en Estados Unidos, y la falta de respuestas a la nueva demanda en movilidad, se han convertido en una lastra. De mantenerse esa tendencia, Alemania volverá este año al nivel de producción de hace 20 años."Los próximos años serán los más difíciles vividos nunca por la industria del automóvil". afirma Ferdinad Dudenhöffer, del Centro de Investigación Automotriz (CAR). A menor demanda, menor producción y 37% de las exportaciones españolas a Alemania son componentes para el automóvil. El mismo escenario en Chequia y Polonia, donde las autoridades ya hablan de "infección alemana".
La caída de los pedidos industriales en Alemania y por ende a sus proveedores es transversal. La poderosa industria química, la tercera en importancia en Alemania, ha retrocedido un 6% entre enero y junio. A finales de año la caída habrá sido, según las previsiones del sector, del 3%. Si se conforman estas previsiones, será la mayor desde la crisis de 2009.
El miedo a una recesión global, exagerado o no, es evidente. Y la razón que más esgrimida es la guerra comercial entre los gigantes de la economía mundial, Estados Unidos y China, una crisis que va aliñada, por vez primera, con cuestiones de política monetaria. Los ataques del presidente estadounidense, Donald Trump, a la política monetaria de la Reserva Federal con la idea de presionar a la baja el dólar para mejorar el balance comercial estadounidense o la devaluación del Yuan por parte del Gobierno chino están enredando aún más la madeja.
La crisis de la economía alemana, en todo caso, llega en mal momento para Europa. A diferencia de 2012, la canciller Angela Merkel no está en la cima de su poder sino en retirada, igual que Draghi en el BCE y de todo el Ejecutivo comunitario. La manzana de la discordia no es Grecia sino el Brexit, Italia, y las fracturas en el seno de la UE. Si Alemania entra en recesión, el país no estará en posición ni tendrá ganas de liderar una nueva crisis.

EXPECTATIVAS, COMO EN LO PEOR DE LA CRISIS

Tras los escalofríos que produjeron la publicación a primeros de semana de los indicadores de producción industrial, los peores desde 2009, el instituto para investigación económica europea ZWE ha vertido un nuevo jarro de agua fría sobre una coyuntura atada por el cuello de la guerra comercial entre EEUU y China y la incertidumbre del Brexit.
Las perspectivas son sombrías y el barómetro con el que ZWE mide, mes a mes, la confianza de los inversoresfinancieros y corredores de Bolsa las ha traducido en números con la mayor bajada desde 2011: La confianza de los inversores ha caído 19,6 puntos, hasta los -44,1.
«La nueva escalada de las tensiones entre Estados Unidos y China conlleva grandes riegos para la economía global y si a eso le sumamos la cada vez más probable salida sin acuerdo del Reino Unido de la UE el resultado es un derrumbe del crecimiento», explica el presidente del ZEW, Achim Wambach. Alemania, nación exportadora por excelencia, estaría siendo así una de las primeras víctimas, una lectura que no comparten en su integridad otros economistas.
«En las grandes empresas el ánimo es desolador», constata el presidente del instituto de investigación de la económica alemana IW, Michaek Hüther. Pero no sólo entre aquellas que comercian con Estados Unidos, China o el Reino Unido, sino para la zona euro en general. La confianza de los inversores alemanes en la Eurozona ha empeorado significativamente, desde los -20,3 puntos de julio a los -43,6 en agosto, según el barómetro del ZEW.
Las causas que han llevado a esta situación son múltiples y los responsables no son sólo tres. Al margen de un Trump en ataque permanente al libre comercio y a las instituciones multilaterales, a un Boris Johnson que amenaza con romper por la fuerza los vínculos del Reino Unido con la UE, «los verdaderos problemas de la economía alemana se gestan en Alemania», afirma Hüther.
Cita como ejemplo la discusión sobre cambio climático y las propuestas, cada vez más radicales, de los partidos políticos. «Los ataques de pánico en el debate sobre cambio climático crean inseguridad en la economía», afirma Hüther, que aboga por abordar el problema en positivo. Es decir, en vez de sacar el palo con impuestos o prohibiciones, el Gobierno debería mostrar la zanahoria, incentivando la innovación en la lucha contra el calentamiento global de la Tierra.
No es el único economista con ese parecer. «No podemos culpar a Donald Trump o al Brexit de nuestra debilidad porque nuestra debilidad se llama, entre otros, regulación, disciplina presupuestaria, falta de estímulo fiscal,demografía y un Gobierno otoñal», afirma Gabriel Felbemayr, convencido de que «Nosotros (Alemania) somos los que hacemos nuestro destino».

"EL FUTURO ES SOMBRÍO"

Por todo ello, la primera economía de la zona euro se acerca a la entrada de un túnel donde no se vislumbra luz. «El futuro es sombrío», prevén los 193 inversores y analistas entrevistados por ZEW para elaborar un barómetro que augura que «las exportaciones y la producción industrial seguirán empeorando». El economista jefe de LBBW, Uwe Burkert, no necesita saber más. El derrumbe de la confianza de los inversores es una «señal de alarma de recesión».
El deterioro de la confianza en la economía alemana es justificado. Sectores clave como la industria, la construcción y el suministro energético se desplomaron el pasado junio un 1,5% respecto a mayo, según los datos del Ministerio de Economía.

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