sábado, 18 de julio de 2015

Un rompecabezas de voces que reconstruye la vida del negro Roberto Fontanarrosa

El libro El negro Fontanarrosa, del periodista rosarino Horacio Vargas, es un relato coral compuesta de los testimonios que quienes conocieron al genial humorista y escritor.

Un rompecabezas de voces que reconstruye la vida del negro Roberto Fontanarrosa
Dibujante, humorista, historietista, escritor. "Y no olvidemos que también fue futbolista", agrega Horacio Vargas: "Un futbolista no de una gran creatividad pero que ponía empeño." Se escucha una risa al otro lado del Skype. Y es que cada vez que dos o más personas se ponen a hablar de Roberto Fontanarrosa, es inevitable que en algún momento estalle la carcajada recordando sus chistes, su modo de contar el mundo. Esta vez, además, la risa llega desde Rosario, la ciudad donde el creador de Inodoro Pereyra y Boogie, el aceitoso vivió toda su vida; es decir, entre 1944 y el 19 de julio de 2007, cuando falleció tras darle una batalla dignísima a una enfermedad degenerativa. Vargas –periodista, editor de Rosario 12, creador del sello dicográfico Blue Art- también vive en esa ciudad. Él fue el encargado de escribir El negro Fontanarrosa (la biografía). Editado por Homo Sapiens, el libro es un relato coral que se compone esencialmente de testimonios y materiales de archivo (en muchos casos, inéditos) para brindar anécdotas y detalles de ese chico timidísimo que abandonó el secundario para dedicarse al humor gráfico primero y a la escritura, después. Así, con su calidad artística reinventó los dos oficios y a la vez, dejó su marca de tinta indeleble en la cultura popular de nuestro país. Su profesor en el colegio Industrial, Suger Gorodischer –el marido de la escritora Angélica Gorodischer- le dijo que iba a terminar vendiendo choripanes fuera de la cancha de Rosario Central. Al menos en la locación, "Goro" (como le decía Fontanarrosa ya que con el tiempo se hicieron amigos) tuvo razón. Porque a través de sus cuentos –celebrados por Fogwill, Soriano, Gandolfo y sobre todo, por un público que le sigue siendo fiel– y sus viñetas, el Negro se encargó de hacer del club de sus amores, un mito. Incluso su último dibujo es el logotipo de Central actualmente, un hincha enardecido de gorrito con la consigna"soy canaya". "Es que para él, lo primero era el fútbol", dice Vargas.
-El libro tiene varias anécdotas futboleras. Una, por ejemplo, fue el encuentro con un Diego Maradona solitario en el aeropuerto de Dallas tras aquel amargo "me cortaron las piernas" en 1994, cuando Fontanarrosa era enviado especial al Mundial. Y otra, menos conocida, fue ese partido que jugaron con Jorge Valdano en Las Parejas, en 1987.
-Sí, esa es la ciudad natal de Valdano, que el año anterior había sido campeón del mundo en México, también con Maradona. El asunto es que Valdano armó su equipo, Roberto el suyo y se juntaron a jugar un picado en el Sportivo Atlético Club de Las Parejas. Fue un partido de trascendencia histórica: los dos goles de la victoria los hizo el Negro. Después se ducharon en la casa de la mamá de Valdano y se fueron a comer un asado todos los jugadores. En el libro cito además una carta que Fontanarrosa le mandó a su amigo colombiano Daniel Samper, con un tono muy irónico y divertido, contándole su desempeño. Es que, como le dijo a Soriano en una entrevista pública que hicieron a mitad de los noventa, antes de querer parecerse a Hemingway, él quiso ser Ermindo Ortega, el crack de River que también venía de Las Parejas.
-Sin embargo, el libro también se detiene a pensar en la escritura de Fontanarrosa.
-Es que como señala Gandolfo, el Negro publicó una docena de libros de cuentos. O sea, son como 300 textos, un número infrecuente para un escritor. Ahí hay relatos excepcionales de un tipo que jamás estuvo interesado en integrar el sistema literario argentino. Sin embargo, "19 de diciembre de 1971" fue considerado el mejor cuento de fútbol de la historia según la revista Soho. Y hay otros como "Cenizas" o "Palabras iniciales" que no se quedan atrás. "A mí la única academia que me interesa es Central", solía decir el Negro. Y bueno, Gandolfo lo rescata y lo sitúa en una Mesa de los Galanes intemporal donde charla con Roberto Arlt, Hemingway, Mark Twain o Chéjov.
–¿Cuándo empezó la idea del libro?
-Empecé a trabajar en noviembre de 2013, durante un año. En principio fue una idea del editor. Yo estaba un poco cansado de reincidir en el género luego de haber hecho las biografías de Fito Páez y de Carlos Reutemann. Con el paso del tiempo me fui entusiasmando. Lo más inesperado fue convertirme en un biógrafo oficial y tener el apoyo de las familias, tanto por el lado de su hijo Franco y la mamá de él, Liliana Tinivella, como de la segunda esposa del negro, Gabriela Mahy. Se trata de un rasgo singular porque, se sabe, existe un litigio legal entre estas partes. O sea, el acuerdo de todos fue muy importante para trabajar. Me permitió, por ejemplo, tener acceso exclusivo al archivo Fontanarrosa. Con esto me refiero a una increíble cantidad de materiales gráficos que aún están en su último departamento. Algunas cosas están clasificadas y otras no. Sería importante que ese material se haga público en su totalidad alguna vez.
-¿Qué vínculo tenías vos con Fontanarrosa?
-Nos conocimos en la revista Risario hace más de 30 años. Fue una revista de humor local muy influenciada por la cordobesa Hortensia, donde él colaboró desde sus inicios, que trataba de hacer investigación y periodismo local en finales de la dictadura y principios de la democracia. Él ya era una figura importante, que venía de trabajar en publicidad y en revistas como Boom, donde, por ejemplo, hizo esa ilustración mítica del Rosariazo en 1969, del hombre caído con un rastro de sangre, que forma parte del material de archivo del libro. A Risario llegaba todos los meses trayendo sus dibujos en un sobre y a partir de ahí se generó un vínculo, que no era de amigos íntimos. Esa situación me permitió mantener distancia con el personaje. No sé si hubiese podido escribir esta biografía siendo su amigo íntimo.
-Uno de los testimonios claves del libro es el de su gran amigo Crist, con quien se conocen en Córdoba en los setenta y es quien se hace cargo de dibujar las viñetas diarias en Clarín cuando el Negro debe abandonar el dibujo por su enfermedad. Y es Crist quien lo fotografió con Ester Felipe, la hermana de Liliana, desaparecida en 1978. ¿Cómo llegaste a esa historia?
-Todo empezó cuando fui a entrevistar a Gabriela, que me mostró una foto que había sacado Crist en la Bienal del Humor de Córdoba, en 1972. '¿Sabés quién era ella', me dijo señalando a una chica morocha, muy bonita. Y me cuenta que se trataba de uno de los grandes amores del Negro. A partir de ahí reconstruí la historia de Ester. Hablé con Liliana Felipe, tomé el libro de Ana Marini sobre las desapariciones en Córdoba y también con Paula Mónaco Felipe, hija de Ester y Luis Mónaco. Con el tiempo en Villa María, de donde Ester era oriunda, erigieron un reloj de sol en su memoria, que lleva un texto de Fontanarrosa. Hasta ahora eran muy pocas las personas que conocían todo esto.
-Su hijo Franco, que es bajista, dice que hay personas que son un lugar. "Miles Davis es un lugar, un mundo; después de escucharlo querés entrar a ese mundo, o cuando escuchás a Frank Zappa. Mi papá era un mundo", dice.
-Viajé a Buenos Aires para entrevistarlo durante media hora, supuestamente, y terminamos conversando como tres. Yo lo conozco desde chico. Luego, cuando él se hizo músico, el vínculo se hizo más fuerte porque a mí me gusta mucho el jazz. Alguna vez el Negro me vino a preguntar si el pibe tenía futuro. Y claro que lo tenía. Franco no quiere hablar con los medios por este asunto del juicio pero bueno, conmigo habló. Y esa frase lo define en tanto es lo que un hijo veía de su padre. La de ellos fue una relación absolutamente amorosa. Y Franco tiene algunas cosas del padre que, para quienes conocimos al Negro, resultan muy fuertes. Algunos gestos y sus manos. Además, la mirada de Franco es la mirada de su padre. Y no es poca cosa, porque si hay algo que tenía el Negro era capacidad de observación. «



Horacio González desmintió su renuncia
Luego de que diferentes medios tergiversaran algunas de las expresiones realizadas el día miércoles durante la presentación de una colección que recupera las revistas culturales fundadas por el escritor Abelardo Castillo, el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, emitió en el día de ayer un comunicado aclaratorio. En dicho texto afirma que continuará en sus tareas "acompañando al gobierno y garantizando la continuidad de todos los proyectos y trabajos en curso". De esta manera responde a las versiones que aseguraban que podría dejar su cargo antes de la finalización de su mandato, en diciembre próximo.

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