lunes, 6 de julio de 2015

La reconfiguración de la derecha

Lousteau acaba de transformarse en el dirigente radical conservador de mejor performance electoral.  Sólo se trata de entender que lo que no se garantiza para todos, no se garantiza para nadie...

La reconfiguración de la derecha
Que la elección capitalina termine siendo una interna abierta de la coalición del PRO con todo el radicalismo porteño, incluida Margarita Stolbizer, contiene el corazón de la victoria conservadora. Todas las encuestas auguraban ese resultado, y el aluvión de votos –más allá de las particularidades de un día electoral técnicamente complejo– confirmó el pálpito de todos: Horacio Rodríguez Larreta, que viene acompañando a Mauricio Macri desde hace 15 largos años, encabeza la voluntad mayoritaria. Esa no es por cierto ninguna sorpresa. El nombre del próximo jefe de Gobierno porteño seguramente se resolverá en balotaje, como casi siempre; en las elecciones de 2000, cuando Aníbal Ibarra derrotara a Domingo Cavallo rozando el 50 por ciento de los votos emitidos, no resultó así, pero el electorado no cambió poco desde esa fecha límite. Y Martín Lousteau y Rodríguez Larreta expresan esa pesada novedad; claro que al integrar una coalición electoral que confluirá en las próximas presidenciales, el impacto del resultado trasciende los límites porteños.
En primer lugar, el mapa electoral capitalino ha sufrido una importante transformación, ya que jamás semejante masa de votantes –medidos estadísticamente superan holgadamente el 70%– coincidió en un mismo espacio político en ningún otro momento de la historia nacional. Ni el peronismo, en vida del general, obtuvo semejante índice de acompañamiento. El viejo sueño de una fuerza conservadora capaz de alinear detrás suyo a toda la oposición anti K muestra condiciones de posibilidad. Al menos en la ciudad puerto. Claro que extenderla a nivel nacional no es tan sencillo, pero conviene entender que de ningún modo se trata de un imposible. Y esta es la prueba piloto.
En segundo término, Martín Lousteau cambió de categoría política. El ex ministro de Economía de Cristina Fernández, autor de la muy polémica Resolución 125, que llevara al oficialismo a la batalla campera, al enfrentamiento con el bloque de clases dominantes por el reparto de la renta agraria, acaba de transformarse en el dirigente radical conservador de mejor performance electoral. Es decir, en un presidenciable de menos de 50 años.
Para una fuerza política con tanta dificultad para parir candidatos nacionales, tras la muerte de Raúl Alfonsín, su nombre sabe a maná electoral. Si se lo compara con los otros "jóvenes" de la política, queda claro que no sólo tiene una formación poco habitual –Nacional Buenos Aires, London School of Economics– sino que además reúne todos los requisitos de un golden boy: agraciado, seductor, capaz de polemizar con eficacia en TV y en los medios gráficos. Aparece como la contrafigura de derecha de Axel Kicillof, y se trata de saber si la oxidada maquinaria electoral de la fraccionada UCR será capaz de absorber la novedad, o si para reacomodar las cargas desarrollará una costosa e inútil interna. Elisa Carrió, que por el momento actúa como referente nacional de Lousteau, avanza hacia una difícil situación: o se transforma en la madrina del joven aspirante para lo que debe abandonar sus infinitas aspiraciones, o se ubica en las proximidades de la zona de eyección. Como la generosidad no es exactamente lo suyo terminará siendo posible que su menguada capacidad política quede reducida a los titulares que suelen propinarle un par de diarios nacionales.
Una historia que conviene repasar
Los datos del pasado no explican el presente, pero puestos adecuadamente en serie facilitan su comprensión. Recordemos: el 5 de febrero de 1961, durante el gobierno de Arturo Frondizi, se eligió en solitario senador por la Capital Federal. Juan Domingo Perón eligió apoyar a Raúl Damonte Taborda –yerno de Natalio Botana, un furibundo gorila reciclado–, el autor de Ayer fue San Perón obtuvo la insignificante suma de 20.763 votos; en cambio, Alfredo Lorenzo Palacios que hizo campaña con las entonces flamantes banderas de la Revolución Cubana venció con 315.641 sufragios y el respaldo de toda la izquierda.
El viejo dirigente socialista había sido embajador de la Revolución Libertadora, al tiempo que un irredento antiperonista, pero no se trataba de pureza química sino de eficacia política; y Taborda no aportaba ninguna de ambas virtudes, por eso Perón no fue escuchado. Esos no fueron los únicos que desobedecieron "la orden" del general, ya que las 62 organizaciones recomendaron votar en blanco por puro macartismo y don Arturo Jauretche reflotó la histórica sigla del Partido Laborista, para candidatearse sin éxito. El general no olvidaría tan inadecuada decisión, por eso, cuando Ernesto Guevara muere asesinado en Bolivia, durante 1967, no vacila en declarar: "Ha muerto tal vez el mejor de nosotros." Era otro mundo y era otra ciudad, pero siempre hubo y habrá quienes rompan vidrieras y quienes metan presos a los responsables.
No cabe duda de que el huracán del '73 también azotó a los porteños. Héctor J. Cámpora venció el 11 de marzo, sustituyendo a Perón, pero el 15 de abril hubo segunda vuelta para elegir 14 gobernadores y 12 senadores nacionales. La victoria acompañó al Frente Justicialista de Liberación, pero no en todos los casos. El Frejuli había ganado la Capital, obteniendo 645.776 sufragios, contra los 385.292 del radicalismo capitaneado por Ricardo Balbín. No cabía duda de que el tercer peronismo era mayoritario, incluso en un territorio que le había sido adverso, pero la inadecuada elección del candidato volvió a modificar el resultado. Marcelo Sánchez Sorondo (referente del nacionalismo católico al que Perón bautizara jocosamente como parte los piantavotos de Felipe II) fue el responsable de una abrupta inversión de los guarismos, y la UCR terminó obteniendo 934.831 votos, y Sorondo sólo alcanzó los 791.560. Si el candidato hubiera sido por ejemplo el historiador Rodolfo Puiggrós, quien luego sería designado rector de la UBA, probablemente el resultado hubiera sido otro. Más que votar por Fernando de la Rúa, los porteños lo hicieron contra el anacrónico director de Azul y Blanco. Y aun así ese terminaría siendo el origen del capital personal del dirigente radical.
En política electoral la elección de candidatos, tanto para ganar como para perder, no dice poco. El nombre debería sintetizar la bandera. Y la responsabilidad de Néstor Kirchner en la marcha de las elecciones capitalinas, en el reagrupamiento electoral de la derecha, no puede negarse. Así como aseguró la victoria de Aníbal Ibarra contra Mauricio Macri en 2003 (recordemos: Macri ganó la primera vuelta con el 35 por ciento de los sufragios emitidos) pese a que Kirchner había asumido con exiguo caudal, al negarse a respaldar a Jorge Telerman en 2007, tras la catástrofe de Cromañón, dividió el voto progre facilitando que en balotaje Macri terminara alzándose con la victoria. Si en nombre del realismo se aceptaba que gobernadores de menemismo explícito, como el de La Rioja, fueran apoyados para otro turno, rechazar a Telerman en nombre de una imaginaria pureza doctrinal no resultó adecuado.
La peor de las políticas es no tener ninguna. Conviene recordar que Ibarra fue destituido en juicio político. La muerte de 194 jóvenes, en un "accidente" imposible de ignorar, conmovió a los porteños. La comisión que juzgó a Ibarra estaba integrada por 15 miembros, tres del Frente para la Victoria y los tres votaron distinto. Uno lo hizo por la destitución (Helio Rebot), otro voto contra la destitución (Sebastián Gramajo) y el tercero se abstuvo (Elvio Vitali). Si bien es cierto que cada legislador vota según su conciencia, no lo es menos que al tratarse de una decisión que afectaba el curso de la política nacional la divisoria debía ser inequívoca. Tal divisoria jamás se materializó.
Ni tiene sentido considerar a lo Fito Paéz que los porteños dan "asco", ni se trata de angelizarlos. Las mieles de la ciudad country, de vivir como si se tratara de una ciudad "civilizada" en un país semisalvaje, integran el imaginario colectivo. Ahora bien, esos valores no son patrimonio exclusivo del macrismo, ni de la UCR, son valores compartidos por la compacta mayoría de la sociedad argentina. Sólo se trata de entender que lo que no se garantiza para todos, no se garantiza para nadie; y que una ciudad sin pobres se puede alcanzar en una sociedad donde la pobreza resulte una curiosidad estadística. «

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