lunes, 13 de julio de 2015

El vuelo fallido del cisne de La Nación Por A.A y C.A.V.

El gobierno de Néstor Kirchner arrancó con un cuadro heredado de desocupación, pobreza, indigencia, deserción escolar, multitudes protestando en las calles, paros… y sigue la lista. Doce años después, su sucesora, Cristina Kirchner, traspasará la banda presidencial con los indicadores invertidos, con soluciones que todavía faltan pero sobre una plataforma muchísimo mejor para el que tome la posta del gobierno.

Sin embargo, otros actores de peso en la vida nacional van a acabar la etapa exactamente como la comenzaron. Uno de ellos es el vocero de lo sectores más concentrados de la economía y del país, el diario La Nación. Allá por mayo de 2003 arrancó dándole la despedida al patagónico que aún no asumía bajo el título “La Argentina ha resuelto darse gobierno por un año”, en base a supuestas informaciones atribuidas a un “Washington” indefinido y peligrosísimo.

A seis meses del cambio de Gobierno, un anónimo editorial –aquel de mayo fue Claudio Escribano– tira sobre la escena el vuelo de un “cisne negro”. Por si alguien cree que el designio podría tener connotaciones positivas, explicita que la figura apunta a “imprevistos cuasi catastróficos” en el campo social o económico y advierte sobre “la posibilidad de un acontecimiento que altere el rumbo aparentemente tranquilo de la evolución socioeconómica”, “antes del próximo 10 de diciembre” y no descarta, además, sobre “algún escándalo personal o de corrupción que haga imposible sostenerse a quienes ejercen el poder”.

Casi una parábola, la del fracaso que no ocurrió y el desastre que no sucederá.

Lo importante no son los textos periodísticos, sino las intenciones de las corporaciones. Las publicaciones a veces tratan de informar, otras ocultan o tergiversan, constituyen expresiones de deseo o, sencillamente, forman parte de una operación. Este parece ser un caso síntesis, cargado de ganas de que suceda algo que impida lo que sus propios analistas y encuestadores le van anunciando encuesta a encuesta.

Calentando la calle

De fines de 2013 a comienzos de 2014 pasó de todo en la Argentina. Corridas bancarias, protestas sociales, sediciones de las policías provinciales, elementos que le hicieron coro a la crisis financiera global. Se preparaba el caldo para empujar hacia la retirada anticipada de los gobernantes. El kirchnerismo hizo pie con rapidez y controló la situación.

Para fines de ese año se esperaba algo semejante, con el agravante de que, por primera vez en más de una década, los salarios habían perdido la carrera anual contra la inflación. “El pasto está más seco que hace un año”, se preocupaba uno de los dirigentes nacionales con mucho acercamiento a las bases kirchneristas más empobrecidas.

Otra vez remontó la cuesta. El proceso inflacionario se ciñó más a la caja que le puso el Gobierno, las reservas no sólo no llegaron al piso que preveían quienes amaestran cisnes sino que superaron la cota de los últimos años. Las medidas de respuesta activa calmaron a muchos y atrajeron a más de uno que estaba distante. Sectores judiciales corcovearon una y otra vez, y el cadáver del fiscal Alberto Nissman fue utilizado hasta lo grosero; no lograron perforar el estado de tranquilidad de las mayorías.

Se acabó el tiempo. También para el golpismo blando. La única oportunidad que tenían era conseguir un candidato que se impusiera por las buenas y las agujas del reloj también avanzan sin piedad para quienes lo necesitan. El cambio de época que implicó, para Argentina y para la región, la salida de las dictaduras y el regreso a regímenes constitucionales dejó a los grupos económicos sin la herramienta principal de control e influencia social y de gobierno: las fuerzas armadas y sus golpes a medida de los intereses de las corporaciones y sus mandantes.

Ahora, gran parte de ese papel lo juegan los grupos concentrados de medios. No van a elecciones, pero barajan candidatos, los crean, los potencian… y los descartan cuando ven que tampoco alcanzan. Elisa Carrió lo explicó en carne propia. La aparición meteórica de Sergio Massa ganando una elección –de medio término– al kirchnerismo pareció anunciar el parto deseado; cuando el tigrense se quedó sin aire, todos volvieron a Mauricio Macri, su candidato natural. Esperan su victoria que, en todo caso, no sería un cisne negro sino el paso de danza que corresponde al modelo que impulsan, con menos Estado y menos distribución de la renta.

Por las dudas, por si otra vez no alcanza, se preparan para volver a generar una situación difícil cuando el próximo presidente comience su mandato. Para reventarle la crisis en la cara y la Argentina vuelva al 2001. Un año definitivamente dejado atrás, salvo para los responsables de las matanzas de esas jornadas.

Por ahora, el anuncio del vuelo es el de un cisne que adelanta a las intenciones de quienes no tienen votos.

Golpe de ala

Nassim Taleb, reconocido sociólogo estadounidense de origen libanés a quien cita el “diario centenario”, impactó ocho años atrás con su teoría de los hechos impredecibles y de fuertes efectos sobre el devenir histórico de una sociedad. Para calificarlos utilizó la denominación metafórica de “cisne negro”.

Pareciera que convencidos de la inamovilidad de los guarismos de los comicios presidenciales que presentan todas las encuestas, con una brecha que tiende a expandirse y no a reducirse, hay quienes quieren preanunciar la posibilidad de un acontecimiento que altere el rumbo tranquilo de la evolución socioeconómica y política. O sea, intentan una campaña para imponer un imaginario colectivo de intranquilidad, desconcierto o temor en la ciudadanía.

¿Qué tipo de acontecimiento podría tener tan fuerte impacto como para cambiar el rumbo tranquilo de los acontecimientos? Pareciera un intento –nuevamente frustrado– de golpe blando, mediático, que quizá esconda en su intimidad una advertencia de que si este proyecto sigue por cuatro años más, podría venir nuevamente el lobo. ¿Lobo estás?

12/07/15 Miradas al Sur

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