En la década inaugurada en 1880, bajo la presidencia del genocida de los pueblos originarios Julio Argentino Roca, se sientan las bases exitosas del modelo agroexportador que va a caracterizar a la república oligárquica, pecado de origen del país burgués.
El gran historiador marxista Miliciades Peña describe el siguiente cuadro de la Argentina: “Son los años en que se producen profundos cambios en toda América Latina, impulsados en forma directa por la acción expansiva de los capitales europeos y norteamericanos. Mientras en el orden externo, el país se integraba al orden económico mundial como abastecedor de bienes primarios, hacia el interior, se consolidaba un orden político nacional marcadamente conservador”.
En 1886 asume la presidencia Miguel Juárez Celman, concuñado de Roca, que rápidamente impondrá el unicato, un presidencialismo extremo y centralizador que avasallaba el federalismo, desplazando a Roca del liderazgo del Partido Autonomista Nacional.
En 1890 estallará la crisis económica, producto del endeudamiento externo con la Baring Brothers que se encontraba en bancarrota por las malas inversiones realizadas en el país, la alta inflación y la enorme corrupción. Como sostiene Peña, “el gobierno de Juárez Celman presidió una época de progreso económico, de general enriquecimiento de las clases propietarias y también de creciente endeudamiento al capital financiero internacional. (…) El vertiginoso endeudamiento al capital financiero internacional no beneficiaba a la clase dominante argentina en su conjunto sino, con carácter muy particular, a la suboligarquía gestora -que actuaba como intermediaria entre el Estado argentino y los banqueros internacionales. Ese grupo, cuyas ganancias aumentaban en la medida que aumentaba su desvergüenza y el monto de la deuda argentina en el exterior, era el verdadero sostén de la política juarista”.
La crisis afectará principalmente a los trabajadores que veían devaluar sus ya bajos salarios, provocando el crecimiento de las huelgas y los nacientes sindicatos, mientras florecían las ideas anarquistas y socialistas entre las filas de los trabajadores.
Entre 1888 y 1890 se producen 36 huelgas y existen más de 21 sindicatos organizados. En 1890 se celebra por primera vez el 1º de mayo en Plaza Lorea. La crisis también afectará fuertemente a la naciente clase media urbana, que será la principal protagonista del levantamiento político contra el gobierno del PAN.
La Unión Cívica de Mitre y Alem
El 13 de abril de 1890 se funda la Unión Cívica (antecesora de la UCR actual) agrupando a casi toda la burguesía opositora y comandados por Bartolomé Mitre y Leandro Alem. Este último resumía de la siguiente manera el ideario del nuevo partido: “La república sabe que el nuevo partido ha inscripto en su bandera de principios la honradez administrativa, la libertad de sufragio, el régimen municipal, la autonomía de las provincias y el castigo del fraude electoral y de las malversaciones del tesoro público. Este programa amplísimo, progresista e impregnado de un espíritu esencialmente nacional, lejos de lesionar los derechos e intereses de ninguna provincia, hará la felicidad de todas, puesto que se propone realizar las más adelantadas conquistas del derecho político”. La fundación del nuevo partido culmina con una gran manifestación popular a Plaza de Mayo, que causara una gran conmoción política.
Luego de varios meses de preparación y en acuerdo con un sector de los militares influenciados por Mitre, los hombres de la Unión Cívica se lanzarán a la acción creando una Junta Revolucionaria encabezada por Leandro Alem que tenía por fin constituirse en gobierno provisional. Las fuerzas rebeldes sumaban alrededor de 1.300 soldados y 2.500 milicianos civiles que se identificaban con una boina blanca, que quedará como símbolo de la UCR y eran comandadas por el general Manuel J. Campos.
Los rebeldes tomaron el Parque de Artillería ubicado en la actual Plaza Lavalle, frente al predio donde comenzaba a emplazarse el Teatro Colón. Desde allí se formaron los cantones que resistían el avance de las tropas leales a Juárez Celman. Se estima que existieron unos 50 cantones revolucionarios, concentrados en unas 100 manzanas. Los combates duraron dos días y la ciudad de Buenos Aires fue bombardeada por los cañones de los sublevados desde Plaza Lavalle y el puerto de Buenos Aires. Al agotarse las municiones y sin un plan militar ofensivo, la sublevación fue aplastada. Extrañamente Mitre estará ausente del país durante el levantamiento y la conducción de Campos tendió en todo momento a evitar el enfrentamiento con el Ejército.
Si bien el movimiento fue derrotado, Juárez Celman fue obligado a renunciar y asumió en su reemplazo el vicepresidente Carlos Pellegrini quien representó el retorno de J.A. Roca al liderazgo del PAN, restaurando el poder político del régimen oligárquico.
Como acertadamente señaló el senador roquista por Córdoba Manuel D. Pizarro, “la revolución está vencida, pero el gobierno está muerto”. Roca, como bien señala Miliciades Peña, va a ser el líder de la fracción oligárquica más consciente de sus intereses y como tal el verdadero artífice del movimiento del Parque. Luego de la sublevación, la Unión Cívica se dividirá entre los seguidores de Mitre que conciliaran con el roquismo y los de Alem que formaran la UCR en 1891.
Ni revolución ni movimiento popular
La Revolución del Parque, estrictamente, no fue ni una revolución ni un movimiento insurreccional de carácter popular, sino más bien un putsch apoyado en un movimiento cívico-militar. Como confesara el mismo Alem, “mi idea, pues, desde un principio fue ésta: preparar el espíritu del pueblo para la revolución y buscar el apoyo del ejército. Así el movimiento conservaría su carácter popular, interviniendo el ejército en su auxilio; y la lucha armada sería menos sangrienta y más rápida. Llevada a cabo en esta forma, pueblo y ejército de mar y tierra habrían consumado una revolución imponente, en defensa de las instituciones y de cuanto más caro tenemos los argentinos”.
El naciente radicalismo no se planteaba siquiera una revolución democrática burguesa que cambiara la raíz del Estado sino que su programa era reformar las instituciones de la república oligárquica en alianza con la burocracia militar. Las demandas de la naciente clase obrera quedaron fuera del horizonte del movimiento integrado fundamentalmente por profesionales y jóvenes de la naciente clase media. En los cantones revolucionarios participarán figuras de lo que será la política del siglo XX: Juan B. Justo, Lisandro de la Torre, Félix Uriburu o Marcelo T. de Alvear.
Como hito histórico del origen de la UCR y de la irrupción de la nueva clase media en la política argentina, la Revolución del Parque marcará sus debilidades de origen: el apego al orden existente al cual se pretende reformar mediante el respeto de las instituciones, de ahí la tendencia interna del radicalismo que es la que ha prevalecido a lo largo de toda su historia hasta el presente de transar con los poderes fácticos de turno en desmedro de los intereses populares.
Luego del periodo heroico de las boinas blancas (que va a finalizar en 1905) y del Panteón de los Héroes de la Recoleta, la UCR siempre apeló a los militares para servir al capital y poner en caja a la clase trabajadora.
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