07 de Julio de 2015
MACRI Y SUS MINIONS
Mientras Horacio Rodríguez Larreta, no se sabe si superado por la emoción o expuesto bajo las luces en su orfandad dialéctica, repetía un guión que hilvanaba frases inconexas ("trabajo en equipo", "mirar para adelante", "estamos orgullosos", "de corazón", "venimos bien"), el que esperaba detrás del cortinado para ponerle contexto y sentido a la noche triunfal del 3J era Mauricio Macri, su único y claro vencedor.
Mientras Horacio Rodríguez Larreta, no se sabe si superado por la emoción o expuesto bajo las luces en su orfandad dialéctica, repetía un guión que hilvanaba frases inconexas ("trabajo en equipo", "mirar para adelante", "estamos orgullosos", "de corazón", "venimos bien"), el que esperaba detrás del cortinado para ponerle contexto y sentido a la noche triunfal del 3J era Mauricio Macri, su único y claro vencedor.
Balotaje aparte, hay que admitir que la estrategia del líder del PRO fue exitosa. Transformó la futura elección de la CABA, la más cercana en calendario a las PASO nacionales, en una interna municipal de su proyecto presidencial Cambiemos, desplazando al FPV de la discusión en un distrito vidriera que irradia expectativas.
Si, como todos vaticinan, y con razones probabilísticas, Rodríguez Larreta gana en segunda vuelta, Macri va a festejar. Y, en el improbable caso de que Martín Lousteau se imponga, lo hará también. El de ganar ganando o ganar perdiendo, es un escenario virtuoso que sólo un político inteligente puede construir. En este caso, el candidato de una coalición de derecha con ciertas capacidades electorales para disputar el rumbo del país, al menos sin pasar verguenza.
El lugar común que sindicaba a Macri y a sus laderos como políticos inhábiles refleja otro momento del macrismo, no precisamente éste. Después de gobernar la Ciudad durante ocho años, resignificando todo aquello que producía burlas sobre él (la globología, sus malas dotes de danzarín y su retórica superficial, entre muchas otras supuestas flaquezas), mandó al kirchnerismo al tercer puesto y dejó nacer una opción utilitaria como la de ECO, a la que de todos modos colocó a 20 puntos del candidato menos carismático y convocante de su propio equipo. "Horacio era el 'anticandidato' y ganamos igual", se ufanaban en Costa Salguero. Realmente lo era, al punto que la propia Gabriela Michetti, animada por su carisma, construyó un escenario de extraña disputa, concitando la atención del electorado porteño en la propia interna PRO de las PASO. El final es conocido. Después de la derrota, Macri la volvió a convocar para ser vice, ratificando que el dueño de todos los votos, los de "Gaby" y los de "Horacio", era él.
Eso mismo quedó revalidado la noche del 3J. Los balbuceos de Rodríguez Larreta, mientras rebotaba arriba del escenario contra los otros candidatos como si fueran "minions", fueron el prólogo festivo al discurso político más potente de Macri en lo que va del año electoral.
Durante mucho tiempo, al tratar la figura del jefe del proyecto PRO como un aventurero, un aprendiz o simplemente un torpe, se confundió el envase -lo aparente- con el contenido –lo sustancial-. Macri podrá parecer banal, pero su proyecto de poder, que es la restauración del modelo neoliberal en nuestro país, no lo es. Al mejor estilo de la última publicidad de Clarín, esa que plantea que "el diario no hace lo que quiere con vos, vos hacés lo que querés con el diario", en la que trata de invisibilizar su capacidad de instalar agendas en el debate público y atribuye una falsa autonomía protagónica a sus audiencias cautivas, Macri se propone como el líder de una gesta silenciosa de los individuos y sus deseos, cuando son los deseos del "círculo rojo", que lo apoya, los que quiere concretar.
Volviendo al domingo, van algunas frases que merecen atención.
Balotaje aparte, hay que admitir que la estrategia del líder del PRO fue exitosa. Transformó la futura elección de la CABA, la más cercana en calendario a las PASO nacionales, en una interna municipal de su proyecto presidencial Cambiemos, desplazando al FPV de la discusión en un distrito vidriera que irradia expectativas.
Si, como todos vaticinan, y con razones probabilísticas, Rodríguez Larreta gana en segunda vuelta, Macri va a festejar. Y, en el improbable caso de que Martín Lousteau se imponga, lo hará también. El de ganar ganando o ganar perdiendo, es un escenario virtuoso que sólo un político inteligente puede construir. En este caso, el candidato de una coalición de derecha con ciertas capacidades electorales para disputar el rumbo del país, al menos sin pasar verguenza.
El lugar común que sindicaba a Macri y a sus laderos como políticos inhábiles refleja otro momento del macrismo, no precisamente éste. Después de gobernar la Ciudad durante ocho años, resignificando todo aquello que producía burlas sobre él (la globología, sus malas dotes de danzarín y su retórica superficial, entre muchas otras supuestas flaquezas), mandó al kirchnerismo al tercer puesto y dejó nacer una opción utilitaria como la de ECO, a la que de todos modos colocó a 20 puntos del candidato menos carismático y convocante de su propio equipo. "Horacio era el 'anticandidato' y ganamos igual", se ufanaban en Costa Salguero. Realmente lo era, al punto que la propia Gabriela Michetti, animada por su carisma, construyó un escenario de extraña disputa, concitando la atención del electorado porteño en la propia interna PRO de las PASO. El final es conocido. Después de la derrota, Macri la volvió a convocar para ser vice, ratificando que el dueño de todos los votos, los de "Gaby" y los de "Horacio", era él.
Eso mismo quedó revalidado la noche del 3J. Los balbuceos de Rodríguez Larreta, mientras rebotaba arriba del escenario contra los otros candidatos como si fueran "minions", fueron el prólogo festivo al discurso político más potente de Macri en lo que va del año electoral.
Durante mucho tiempo, al tratar la figura del jefe del proyecto PRO como un aventurero, un aprendiz o simplemente un torpe, se confundió el envase -lo aparente- con el contenido –lo sustancial-. Macri podrá parecer banal, pero su proyecto de poder, que es la restauración del modelo neoliberal en nuestro país, no lo es. Al mejor estilo de la última publicidad de Clarín, esa que plantea que "el diario no hace lo que quiere con vos, vos hacés lo que querés con el diario", en la que trata de invisibilizar su capacidad de instalar agendas en el debate público y atribuye una falsa autonomía protagónica a sus audiencias cautivas, Macri se propone como el líder de una gesta silenciosa de los individuos y sus deseos, cuando son los deseos del "círculo rojo", que lo apoya, los que quiere concretar.
Volviendo al domingo, van algunas frases que merecen atención.
1) Empoderó a su heredero en la Ciudad: "Estoy absolutamente convencido de que, por lo que sabe, por lo que conoce y por la pasión que compartimos, Horacio es la persona indicada para continuar con la tarea."
2) Llamó a una epopeya de la gente común, que sería su instalación en la pulseada nacional: "En los corazones de los argentinos crece este sentimiento de que juntos podemos y el cambio es posible (…) No es verdad que el gobierno ya ganó, sino que el poder lo tienen los ciudadanos (…) El amor siempre es más fuerte que el miedo, por eso no nos tenemos que resignar. Necesito que confiemos en nosotros mismos."
3) Apeló a un recurso de proximidad, suerte de vecinalismo verbal que es troncal en el discurso PRO de los últimos años: "Ganar una elección no te hace dueño del Estado. Gobernar es escuchar, es cuidar, es estar cerca y llevar adelante iniciativas concretas que resuelvan los problemas de la gente para que pueda vivir mejor."
4) Pretendió adueñarse de la idea de lo venidero, en alianza con el partido judicial y el partido de la concentración mediática, pero dicho de otro modo: "Nosotros queremos ir al futuro con un gobierno que entienda que hay que respetar la convivencia y aceptar la división de poderes, con una justicia independiente, con medios de comunicación que expresen libremente lo que les parezca."
5) Intentó apropiarse del concepto de "batalla cultural", presente en el relato kirchnerista, aunque en clave neoconservadora: "Esto no es como lo quiere instalar el gobierno. No es un cambio económico, sino es algo más profundo, que tiene que ver con nuestra forma de relacionarnos."
6) A lo Lousteau, intentó dejar el lastre de su CV e incorporó definitivamente el anti-pejotismo a su retórica, casi de modo nestorista: "Quieren sembrar desde la mentira y el relato falso de que queremos volver al pasado, y ellos son el pasado, el PJ, que han prometido y cumplieron muy poco en estos 40 años. Nosotros queremos ir hacia el futuro."
7) Se puso exactamente en la vereda de enfrente de lo que la derecha llama populismo: "La verdad está en que cada uno de nosotros alcance la plenitud y esa va a ser la Argentina grande, no un liderazgo mesiánico."
Macri es mucho más que su personaje público. Tiene, además de ambición, ideología. No se explica sólo por Duran Barba, ni por la comunicación política guionada, ni por el maquillaje en el espacio público, ni exclusivamente por el blindaje mediático. Es un discípulo de Ayn Rand, la filósofa que defendía el egoísmo racional y el individualismo extremo.
Es el único de su clase que se animó a armar un partido, generar operaciones de villanía (las escuchas ilegales o el episodio Nisman, que contó con dos laderas suyas como atizadoras son ejemplo de ello) y proponer una Argentina atendida por sus propios dueños. Así desplazó a Massa.
Y comienza a tener votos.
Quizá no le alcancen para ser presidente.
Pero hay que tener cuidado. Porque además tiene tiempo. «
Es el único de su clase que se animó a armar un partido, generar operaciones de villanía (las escuchas ilegales o el episodio Nisman, que contó con dos laderas suyas como atizadoras son ejemplo de ello) y proponer una Argentina atendida por sus propios dueños. Así desplazó a Massa.
Y comienza a tener votos.
Quizá no le alcancen para ser presidente.
Pero hay que tener cuidado. Porque además tiene tiempo. «
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