Por Mario Wainfeld
Llegó el otoño, el panorama político se rediseña. Fijemos la mirada a partir de las elecciones de 2013: los cambios fueron la regla. La coalición entre el PRO y la UCR es la novedad, no por anunciada menos potente.
Hace rato que quedó atrás la hipótesis de competencia relativamente pareja entre cuatro fuerzas por las presidenciales: el Frente Amplio Unen fue el sueño de unas noches de primavera. Tres partidos o alianzas conservan aspiraciones a llegar a la Casa Rosada: el Frente para la Victoria (FpV), el Frente Renovador (FR) y PRO-UCR, más la Coalición Cívica, por llamar así a la diputada Elisa Carrió.
La Convención Nacional radical de Gualeguaychú da un envión a su espacio y causa un cimbronazo en las huestes del diputado Sergio Massa. El campo opositor se reacomoda, mientras el oficialismo conserva sus recursos y limitaciones: el liderazgo indisputado de la presidenta Cristina Kirchner, la gestión de gobierno y el límite constitucional a la reelección.
Las campañas y sus peripecias son una dadivosa fuente de trabajo para los encuestadores. Es tiempo de siembra. En este fin de semana largo comenzarán los “estudios de campo” más ambiciosos que seguramente darán cuenta de la espuma ascendente del PRO-UCR acaso en detrimento del FR. Los consultores trabajan, también les agrada platicar off the record y explorar los escenarios. Esta nota recoge pareceres de varias tiendas, lo que llega a distintas profecías.
Como siempre, es factible proyectar un escenario y sus tendencias dominantes. Jamás se llegará a predecir los resultados, no ya por los límites (ora técnicos, ora manipulados) de los sondeos sino principalmente porque las decisiones populares recién se conocen al terminar el escrutinio. La obviedad vale para lo que sigue, desde ya.
Sobrevivir es lo primero: Desde su primera salida anticipada del gobierno en 1989, el radicalismo practica estrategias de supervivencia. La primera fue el combo Pacto de Olivos-Constitución de 1994. La Alianza resultó la segunda en el tiempo. La candidatura presidencial de Roberto Lavagna en 2007, la tercera. El presidente Raúl Alfonsín promovió y prohijó a todas ellas. Los debates sobre qué haría Alfonsín hoy son comidilla cotidiana y motivo de disputas fervorosas entre sus correligionarios. Sin ánimo de terciar se puede agregar que los tiempos son diversos, tanto como el capital a defender o a tratar de agrandar.
El cronista sólo dirá que el primer presidente de la democracia, tras su época de apogeo, tenía “dos almas”. Una, la de defender la sobrevida del partido aún en los trances más infaustos. La otra, autodefinirse como progresista o socialdemócrata o aún de izquierda y denostar a la derecha. “¿Soportaría a Macri hoy?” es un interrogante que abre polémicas.
Toda interpretación es admisible cuando el protagonista no está.
Hoy día, los radicales han movido fichas para mejorar su caudal de gobernaciones (objetivo que todo indica lograrán en cierta o buena medida) y su representación en el Congreso nacional (afán peliagudo en el Senado, accesible en Diputados).
El senador y precandidato presidencial Ernesto Sanz habló de volver al poder. La impresión de este escriba es que ese proyecto es el más difícil de plasmar. Ganarle las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) al jefe de Gobierno Mauricio Macri sería un bonus no tan esperable, un batacazo. Como los batacazos existen aunque son atípicos resaltamos las tendencias y hasta ahí llegamos.
Una comparación relativa, que seguramente no encajará bien con el corazoncito de los respectivos sectores, puede parangonar a la UCR con la CGT. Esta, en etapas de bajamar, privilegió la defensa de las organizaciones por sobre sus objetivos reivindicativos. La idea proclamada en ambos casos es que sin estructura viva no había regreso posible. Es una táctica conservadora, pragmática... los frutos se saborean o mensuran con criterio resultadista. No sólo en el corto plazo, aunque lo inminente pesa más que el porvenir virtual.
Distribuir o contar los porotos: Sanz presentó el acuerdo con PRO como una coalición en cierne, que la mecánica de las PASO convalidarían. La réplica-desmentida de Macri fue veloz. El dirigente, al que Boca le debe tanto y tanto le debe a Boca, propuso su interpretación, que traducimos en clave futbolera. Para él no se formó una coalición sino que debe disputarse una semifinal. El que gana va por la Copa, el otro espera su turno. Minga de cogobierno, correligionarios.
La asimetría de lecturas dominará las tratativas por las listas de legisladores nacionales. Los dirigentes provinciales del radicalismo usan y gozan la soberanía federal y pactan con quien mejor les pinta.
El macrismo comparte con la abrumadora mayoría de los encuestadores que ganará la interna. De cualquier forma, necesita el armado territorial del radicalismo cuyos fiscales son un requisito para competir en serio.
Los negociadores tienen un diagrama difícil para cerrar, la necesidad conjunta gravitará para surfear las dificultades.
“Mauricio” es el dirigente opositor que mejor se ha posicionado desde hace dos años. Sumar al senador Carlos Reutemann y traccionar al radicalismo (con la cooperación tan hábil como riesgosa de Lilita Carrió) demuestra un afán de crecimiento.
La cena a cincuenta lucas el cubierto es una prueba de convocatoria y un sinceramiento. El pase de Juan José Aranguren, CEO de Shell, a “la política” una señal fuerte, plena de desparpajo, digna de mención.
Los grandes capitales “juegan” en esta parada, se exponen y dan la impresión de haber ungido a su pollo.
En 2013, cuando descontaban la caída electoral del oficialismo, tal vez cualquier bondi les venía bien. Ahora parecen estar jugados a favor del metrobus. Esa visión excede las fronteras del populismo, también inficiona parte del relato opositor. Volveremos sobre el punto tras conversar con aliados del massismo.
Preguntas y pases: La pregunta sobre “qué hará Cristina” sigue en pie. Desde la madrugada del domingo pasado otras dos repiquetean en los quinchos: “¿Cómo quedó el massismo?” y aun “¿se baja Massa?”. Ambas son tan prematuras cuan pertinentes.
La primera reacción, coinciden los allegados a “Sergio” y la información periodística que alguno de ellos propala, fue algo parecido a un shock. El veredicto de los convencionales boinas blancas era el más predecible, pongamos, desde principios del verano. Claro, nada es real del todo hasta que ocurre. El hecho movilizó al massismo. Hubo discusiones, algún enojo del candidato, hay dirigentes que husmean el viento y podrían levantar vuelo.
“Sergio conserva –cuenta un consultor que le reporta– un sólido veinte por ciento de intención de voto nacional. Y pelea palmo a palmo Buenos Aires. El impacto electoral no se percibe pero políticamente Mauricio creció.” “No creo que se baje, no le conviene. Sólo podría hacerlo si se le disgrega el frente interno.”
Dirigentes peronistas con experticia en campaña añaden en el haber las condiciones del candidato. “Camina, se acerca a la gente, conversa, tiene gancho en el contacto personal. Más como Menem que como Duhalde”, discierne un compañero más duhaldista que menemista, en promedio.
El realismo peronista no confina el diagnóstico a los datos reconfortantes. El ex gobernador Felipe Solá, que aspira a regresar, reconoció un “amesetamiento” en la intención de voto. Otro bonaerense pondera ese caudal en un “25 por ciento más o menos diez”. Imita a su modo, las ponderaciones de los peritos de la jueza Sandra Arroyo Salgado, claro que en una temática menos morbosa. Con esos márgenes de corrección todo queda “adentro”, sea el fracaso o el éxito.
Irrumpe en la narrativa massista un tópico caro al kirchnerismo. Helo aquí: el establishment existe, participa e incide. “Hasta ahora eran más o menos neutrales. Ahora Techint y Clarín apoyan a Mauricio”, se escucha por ahora en confidencia.
Como cualquier devoto del cambio cultural que produjo la ley de medios o como el público de 6,7,8 piensan que ese vuelco puede gravitar mucho. Pensando en plata, desde ya. También en los titulares del diario Clarín y las encuestas, envenenadas a su ver, que dispone en primera plana.
El círculo se cerraría, piensan unos cuantos, si Massa resignara su candidatura presidencial y “bajara” a provincia con los colores amarillos. Eso metería un ruido fenomenal en la promesa de gobierno no peronista (o anti, o gorila, por ahí) que pregonó Sanz. Pero podría ser clave para entrar a un territorio desolador para la UCR y no tan hospitalario para el PRO. Un post reciente del encomiable blog de Andy Tow refresca los precedentes: el presidenciable que saca más votos en “la provincia” gana en la general. Lo explica con dos argumentos complementarios: el peso numérico del padrón local en el nacional y la condición de “predictor” que tiene el veredicto bonaerense.
En un encuentro público, sí que minoritario, el directivo de Clarín José Antonio Aranda dijo con todas las letras que vería con agrado una postulación de Massa en la provincia.
Los saltos cerca del tigrense: “Si el establishment pretende que Massa se baje, el establishment es un estúpido”, razona el consultor del massismo que se vale de una palabra más coloquial, terminada en “...udo”. A su ver, los votos “liberados” no se trasvasarían en bloque a la alianza antiperonista. Hay un componente justicialista alto en los apoyos a Massa, en la disyuntiva, los ciudadanos se podrían dividir en mitades o algo parecido: el kirchnerismo crecería también.
“No debería hacerlo” proyectan dirigentes afines. “Si saliera tercero, tendría un bloque importante de diputados, en un Congreso dividido. Intendencias, quién sabe la gobernación. Con 41 años, el futuro sigue abierto.” He ahí una lógica política pura que deja entre paréntesis al peso y las presiones de los poderes fácticos que el ex intendente de Tigre recibirá, si se confirma la meseta.
Hay que esperar, comentan o aconsejan los aliados. Los intendentes o quienes quieren serlo ensayan movimientos. El de Escobar, Sandro Guzmán, regresa al FpV, del que se fue sin que lo echaran. Jesús Cariglino, alcalde de Malvinas Argentinas, enfila en otro rumbo: se da como posible su pase al PRO. A fuer de conurbano, Cariglino tiene más peso que Guzmán pero los baqueanos intuyen que si hay diáspora el FpV engordará más que el PRO.
La provincia es el bastión de Massa, su capacidad de irradiación por ahora está por debajo de lo que maquinó hace menos de dos años. La interna entre los pretendientes a la gobernación bulle. El diputado Francisco de Narváez es, quién sabe, el predilecto de los encuestadores. Solá despotrica porque el Colorado tiene muchos recursos, demasiada más plata que los antagonistas.
La plata puede mermar, he ahí un alerta rojo, atizado por la (obs) cena de Macri. Un massista de ley supone que hay que pasar el otoño, acude a la metáfora económica para hablar de política. “Estamos en un momento de crisis. Es como esas personas que dicen ‘no tengo problemas económicos sino financieros’. Es verdad, pero si lo financiero no se corrige pronto, el problema pasa a ser económico”. Hay que revertir en un mes o algo por el estilo.
Estaciones y mudanzas: Cuando asomaba el verano de 2013 las apuestas daban por noqueado al kirchnerismo. Hace cosa de un año se estimaba como posible su victoria en primera vuelta. Con el mapa actual, la sensación térmica y los pálpitos de los iniciados atisban un escenario de doble vuelta entre Macri y el (no destapado aún) candidato del FpV.
Entre tanto, Cristina Kirchner sigue gobernando y en campaña. En marzo relanzó el Progresar. En esta semana se llegó a un acuerdo con la Federación Agraria, que divide a la Mesa de Enlace y mejora a los pequeños productores agropecuarios. La resolución respectiva es la 126 de 2015. Es un pequeño símbolo que remite a lo que no pudo o no supo hacerse durante el conflicto suscitado por la Resolución 125 que se leyó como terminal.
“Cristina gobierna como si estuviera en el primer año de su mandato”, se entusiasma un joven funcionario de La Cámpora. Códigos nacionales de fondo, Código de Procedimientos, reforma en la siniestra estructura de Inteligencia, recursos económicos volcados a los humildes o a los empresarios pequeños o medianos, varios etcéteras...
La lista de Capital, cerrada con remezones, expresa el afán de poner en carrera electoral a dirigentes de probada lealtad y con pergaminos de gestión: el ministro Carlos Tomada y el presidente de Aerolíneas Argentinas Mariano Recalde.
No son gestos de quien va a menos o quiere perder, como vaticinan varios adversarios.
En otoño habrá elecciones en provincias importantes que la oposición controla (Capital y Santa Fe, para empezar) con ínfimas chances para el oficialismo nacional. Cerrarán las listas para las PASO, despejando pilas de incógnitas.
Llegará la Copa América en la que Mascherano, Messi, Tevez y ocho más buscarán el dulce sabor de una revancha parcial. Habrá competencia por todos lados y se irá viendo quién es quién en surtidos rectángulos de juego.
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