Por Cecilia Hopkins
Desde Salta
En el marco de la XXX Fiesta Nacional del Teatro que comenzó el viernes pasado en esta ciudad, se presentó Operación Pindapoy en representación de la provincia de Córdoba y bajo la dirección de Jorge Villegas, también autor del texto. Tan efectivo como polémico, el espectáculo se centra en el inicio de la experiencia de Montoneros, concretamente en el racconto del secuestro del general Aramburu, en mayo de 1970. “Soy un peronista que hace teatro –se define Villegas ante Página/12–, y pienso que éste es un tiempo para poner en tensión estética temas como el regreso de los jóvenes a la política.” Fundador del grupo Zeppelin Teatro, Villegas tiene escritas numerosas obras en las que intenta dialogar con la historia. Como Argentina Hurra!, una suerte de sitcom dark sobre el regreso de Perón al país, o Man in chat, obra que muestra a San Martín tratando de chatear con Bolívar luego del encuentro en Guayaquil. Villegas tiene un manifiesto entre cuyos axiomas figura “el teatro no es sólo un espectáculo, el teatro es, ante todo, una asamblea”.
Rodeado de hombres disfrazados de gorilas (Santiago San Paulo y Matías Unsain, también a cargo de los militantes montoneros), el propio general Aramburu (a cargo de Rubén Gattino) aparece como un expansivo conductor de televisión que cuenta el derrotero que siguió el cadáver de Evita para luego presentar las circunstancias de su propio secuestro y posterior juicio como si fuera un relato de ficción: jugando al ajedrez y tratando de convencer a sus captores de que es inocente de los cargos que se le imputan. Otras escenas se basaron en “Esa mujer”, cuento de Rodolfo Walsh, del cual fueron tomadas secuencias textuales. El humor y la ironía es, en el espectáculo, una constante.
–¿Cuál es el objetivo del Proyecto Patria o Muerte, el ciclo del cual forma parte esta obra?
–Queremos construir poéticas teatrales que piensen la historia no como algo clausurado sino como algo que acontece y que hoy puede tender un puente hacia la comprensión de la actualidad. Desde los ’70, nunca se habló tanto de Latinoamérica como desde la creación de la Unasur. Creo que están dadas las condiciones para pensarnos a nosotros mismos.
–¿Qué aspectos de la historia de Montoneros quiere resaltar hoy?
–Aquella era la primera vez que los jóvenes intervenían en la política decidiendo por sí mismos. Los que secuestraron a Aramburu tenían poco más de 20 años. Y habiendo sido educados en colegios católicos se negaron a ser soldados y gerentes del sistema. Patearon el tablero y cambiaron el paradigma del rol del joven en la historia argentina.
–¿No hay demasiado romanticismo en esa mirada?
–Sabemos que la experiencia de la violencia armada en el país y el fracaso final de Montoneros provocan un fuerte rechazo. Nosotros no hacemos una reivindicación de la lucha armada, una experiencia que hoy creemos clausurada, aunque sí creemos que en los ’70 fue un hecho que marcó un espíritu de época y que significó un cisma.
–¿No cree que el montaje pasa por alto toda crítica a la dirección de Montoneros?
–Creo que en Operación... señalamos que Firmenich (a quien se nombra MF) sería más tarde seriamente cuestionado. No estuvo a la altura de las circunstancias y prefirió huir cuando muchos militantes caían víctimas de un aparato represivo que estaba en su apogeo. Con relación a la contraofensiva, creo que se subestimó el criterio de los dirigentes más jugados, como Gelman o Walsh. Pero creo que fallaron los hombres, no los jóvenes que por idealismo dieron su vida por cambiar la historia del país.
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