Por Martín Granovsky
Una ley de la política dice que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Habría que agregar: no siempre. Barack Obama y Cristina Fernández de Kirchner comparten un adversario cada vez más hostil pero no se acercan. Y eso que el adversario, el buitre Paul Singer, es crecientemente hostil con la Casa Blanca y con la Rosada.
La actividad del presidente del fondo especulativo NML en la Argentina es conocida. Aquí, en cambio, escasea la información sobre qué hace Singer en los Estados Unidos. Un breve rastreo revela que no hay contradicción alguna en sus objetivos en uno y otro país. Los lectores de este diario ya conocen la insistencia de Singer en el gran objetivo de que no haya ninguna regulación en Wall Street. No es que frente a los bancos Obama tenga el coraje de Franklin Delano Roosevelt en 1933, pero hasta las mínimas regulaciones que impuso tras la crisis de 2008 fueron criticadas por Singer como medidas socialistas. Singer tiene, aquí y allí, el mismo objetivo de ganar más dinero. Y al mismo tiempo, allí y acá, busca combatir las regulaciones. Después de todo, su batalla por tumbar la renegociación argentina sobre la deuda es una pelea contra toda forma de participación del Estado y de los Estados en la discusión de las deudas soberanas. Un tema de regulación a escala planetaria.
Su gran eje de controversia en los últimos tiempos fue la crítica a Obama por el diálogo con Irán en paralelo con el apoyo a las fuerzas más nacionalistas y conservadoras de Israel. Y mientras tanto siguió juntando cabezas y recaudadores para que el 20 de enero de 2017 un presidente republicano suceda al demócrata Obama.
La síntesis más gráfica ocurrió cuando Benjamin Netanyahu estaba por hablar ante el Congreso de los Estados Unidos. Momentos antes del discurso el diputado Brad Ashford, demócrata de Nebraska, sintió que algo pesado caía sobre su hombro. Miró hacia arriba y vio una mujer haciendo gestos. Era Miriam Adelson, una megadonante de fondos para los republicanos, y se le había caído una cartera Hermes de cocodrilo. “La devolví sin abrirla”, bromeó Ashford. “¿Llevará cash?”.
La presencia de Adelson y su marido Sheldon era el símbolo de la audiencia que escuchó a Netanyahu, quien como se sabe fue invitado por los republicanos al Congreso contra la opinión de Obama.
En el diario digital The Hu-ffington Post el periodista Paul Blumenthal escribió que los Adelson fueron los mayores contribuyentes tanto a los grupos opuestos a una negociación con Irán por asuntos nucleares como a los PAC, sigla en inglés de los poderosos comités de acción política que recaudan fondos sin límite.
Blumenthal informó quiénes eran los otros tres megadonantes para ambos objetivos. Seth Klarman, de un fondo especulativo. Bernard Marcus, de la cadena Home Depot. Y Singer. Entre el matrimonio Adelson y ellos tres reunieron 11 millones de dólares contra la táctica de resolver el tema nuclear iraní mediante conversaciones y 115 millones de dólares para los republicanos en las elecciones de 2012 y 2014.
El punto no es sólo que donan mucho dinero, sino su capacidad para marcar agenda y diseñar alianzas. Los megadonantes lo hacen financiando ONG. Por ejemplo, la Coalición Contra Irán Nuclear, la Fundación Americana de Educación sobre Israel, Cristianos Unidos por Israel y Fundación para la Defensa de las Democracias. El objetivo es que Obama no pueda negociar por sí mismo y deba consultar al Congreso. Mark Dubowitz, de la Fundación para la Defensa de las Democracias, incluso llegó a decir que la meta no es discutir sobre proliferación nuclear, sino lograr que el régimen iraní cambie. Más allá de las simpatías o antipatías hacia los ayatolás y de las opiniones sobre el principio de no intervención, el objetivo suena irreal para una potencia intermedia que está lejos de la disgregación como el régimen de Teherán.
No es casual que los republicanos hayan bregado por recibir a Netanyahu y escucharlo una semana antes de las elecciones que terminaría ganando en Israel. El fondo Congressional
Leadership, un super PAC ligado al presidente de la Cámara baja, el republicano John Boehner, recibe el 44 por ciento de sus donaciones sólo de Adelson y Singer. Dos donantes aportan casi la mitad de los fondos de uno de los personajes más influyentes de los Estados Unidos. El mismo Boehner que en enero cursó la invitación a Netanyahu a pesar de la irritación de Obama.
Stop Obama
Singer es uno de los miembros del directorio de Commentary, una revista neoconservadora que tuvo gran importancia en los años ’80, durante las dos presidencias de Ronald Reagan, de 1981 a 1988, y resurgió con los dos mandatos de George Bush, entre 2001 y 2009.
Ya pronunciado el discurso de Netanyahu, el 23 de marzo Commentary publicó un largo editorial con la posición de la revista sobre los vínculos entre los Estados Unidos e Israel. Entre otros puntos señalaba lo siguiente:
n A Obama no le gusta el status especial del que goza Israel en los Estados Unidos no sólo porque su reclamo particular y nacionalista lo ofende ideológicamente, sino porque la popular de Israel en el pueblo americano le pone límites a su libertad de acción.
n Obama quiere poner en peligro la relación con Israel porque desea que haya un Estado palestino y piensa que Israel debe volver a las fronteras de 1967 y terminar con los asentamientos.
n Mientras Obama cree que una entente con Irán reordenará el Medio Oriente, Netanyahu está persuadido de que el día en que Irán tenga la bomba atómica no tardará mucho en provocar un segundo Holocausto.
n Es verdad que Obama no interrumpió el sistema misilístico norteamericano-israelí ni la colaboración entre las autoridades de defensa e inteligencia de los dos países, pero se mostró molesto cuando los israelíes usaron armas para combatir a Hamas en la Franja de Gaza, en 2014, y cortó el suministro de municiones.
n El corazón de la crisis entre los Estados Unidos e Israel es la cuestión iraní. La política de Isis, el Estado Islámico, prueba para Commentary que es razonable inquietarse por los hechos que termina produciendo un islamismo agresivo. Sin embargo, Obama insiste desde 2013 en establecer un diálogo con Irán para negociar el tipo de programa nuclear que Teherán tendría espacio para desarrollar.
n Según Gallup, la simpatía hacia Israel se mantuvo entre los votantes demócratas en el 47 por ciento clásico de los últimos 30 años, mientras que subió al 83 por ciento entre los votantes republicanos y alcanza el 59 por ciento entre quienes no se sienten identificados automáticamente con un partido u otro.
n La conclusión es que si los norteamericanos no desmantelan la política de Obama luego de que éste deje la Casa Blanca, no sólo tendrán un problema en relación con el Medio Oriente, sino que vivirán en medio de las consecuencias espirituales negativas derivadas de un judaísmo estadounidense puesto en peligro.
Buenos Aires, Líbano
En la misma edición del 23 de marzo, Commentary publica un artículo firmado por Ben Cohen y titulado así: “El caso Nisman y el blanqueo de Irán”.
Para Cohen, lo más importante es “por qué murió Nisman”. Sin embargo, luego de esa formulación el artículo no indica causas sino, diría el juez Eduardo Freiler, simples concatenaciones. Textualmente: “Su muerte coincidió con el ascenso de dos tendencias geopolíticas importantes, ambas ligadas al trabajo de su vida: un renacimiento del antisemitismo global y el ascenso de Irán (el probable culpable de la bomba contra la AMIA) como la potencia dominante en Medio Oriente”.
Como antecedente, el atentado a la AMIA no habría sido el primer gran acto de antisemitismo cometido en la Argentina sino una maniobra que no se produjo en vacío, sino en medio de un clima antisemita que caracterizaría las relaciones de la Argentina tanto con el Estado de Israel como con el pueblo judío. Para fundar ese argumento Cohen cita tres hechos: la ayuda de Juan Perón a refugiados nazis, la obligación israelí de secuestrar a Adolf Eichmann para juzgarlo en Jerusalén luego de que el cazador de nazis Simon Wiesenthal dijera que la negativa argentina de arrestar a Josef Mengele debía ser tomada como un test, y el trato “especialmente oprobioso” recibido por los opositores de origen judío entre 1976 y 1983.
El artículo recuerda que en 2007, cuando aún era senadora, Cristina Fernández de Kirchner prometió en un discurso ante el American Jewish Committee que buscaría a los culpables del atentado a la AMIA y los llevaría ante la Justicia. Luego reconoce que tanto Néstor Kirchner como Cristina fueron claros en el reclamo de extraditar a los sospechosos cada vez que hablaron en las Naciones Unidas, pero los critica porque no quisieron escalar el pedido y convertirlo en la ruptura de relaciones o la búsqueda de sanciones contra Irán.
El contexto alegado por Cohen es el mismo del editorial de la revista donde escribe sobre Nisman. Tras citar los atentados de Charly Hebdo y el asesinato de cuatro judíos en París, dice el texto que ante el caso Nisman “los gobiernos occidentales se ven aprisionados dentro de una paradoja que ellos mismos construyeron”. Por un lado, “son cada vez más conscientes de que el antisemitismo constituye una amenaza contra la civilización, y por otro lado están resignados ante el hecho de que Irán, el principal Estado auspiciante del antisemitismo en el mundo, está acumulando un nivel de poder sin precedentes”.
Una relación entre el caso Nisman y esos fenómenos mundiales estaría dada, por ejemplo, por un comentario que, según Cohen, Nisman hizo al columnista del Miami Herald Andrés Oppenheimer: el actual presidente iraní, Hassan Rohani, habría sido uno de los participantes de una reunión secreta de Inteligencia en Teherán para planificar operaciones encubiertas en el exterior, incluyendo la bomba contra la AMIA.
Aunque ya sabe por qué murió, el periodista tiene una sugerencia para descubrir cómo fue la muerte de Nisman y hacer una pesquisa sobre la bomba contra la AMIA. Consiste en rescatar la experiencia del Tribunal Especial para el Líbano formado por la ONU, previa aprobación del Consejo de Seguridad, para investigar el asesinato del primer ministro libanés Rafiq Hariri en 2005. Luego de la muerte de Nisman la fiscal Viviana Fein halló en su departamento de Puerto Madero papeles con la sugerencia de que la Argentina debía llevar el reclamo de que los sospechosos iraníes declarasen al propio Consejo de Seguridad. Cualquier parecido con las ideas de Commentary quizá no sean mera coincidencia.
El juicio en ausencia comenzó en La Haya en 2014 y está en pleno desarrollo. Los inculpados son cuatro miembros de la organización Hezbolá de paradero desconocido. Antes, entre 2005 y 2009, funcionó la Comisión Internacional Investigadora Independiente, también impulsada por el Consejo de Seguridad.
Más allá del debate sobre el acuerdo con Irán –si fue productivo o inútil, si podía ser útil o estaba destinado al fracaso, si es constitucional o inconstitucional–, y más allá de la discusión sobre si el tribunal sobre el Líbano es legítimo, la propuesta de Cohen sólo aporta un nivel de tremendismo tan visible como la omisión de un dato: desde 1983 la democracia argentina no dejó de construir lazos jurídicos de colaboración y obligatoriedad con el sistema interamericano de derechos humanos y con la Justicia internacional humanitaria. Suplirlos con un tribunal especial sería digno de un Apocalipsis que no existe fuera de la mente del sponsor Paul Singer y sus beneficiarios.
martin.granovsky@gmail.com
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