No nos engañemos. Todos estamos un poco inquietos porque Cristina se va. Y este 24 de marzo sabíamos que era el último con ella como presidenta. Y es que sabemos exactamente lo que quieren los candidatos opositores pero no sabemos exactamente lo que quieren los nuestros. Sólo en algunos casos estamos tranquilos. Y además entre lo que quieran y lo que puedan habrá también una diferencia. Por eso la inquietud es lógica. Porque sospechamos que la capacidad de Cristina está lejos de otras. Pero la plaza estuvo más linda que nunca también, con más gente, con más nenes, con más viejos, con más militancia, con más alegría y sobre todo con más convicción que nunca en que este es el camino por el cual queremos seguir. Muchas personas, pero muchas en esa plaza donde no sólo había juventud militante sino nenes y nenas de 10 años que ya comprenden de qué se trata vivir en un país con justicia.
El 24 de marzo es la fecha más significativa del calendario, porque simboliza de la manera más cabal a qué jugamos en nuestra sociedad. El juego está cada vez más claro y hasta los peones del partido judicial salieron a la luz y ya no disimulan su ideología. Tampoco la disimulan más los periodistas independientes, no la disimulan los sindicalistas que hacen paro porque consiguieron sueldos lo suficientemente altos como para pagar ganancias, no la disimula el empresariado que va a cenar con Macri y le pone plata para la campaña, no la disimula Macri cuando promete devaluar el peso y destruir los salarios, no disimula Massa cuando convoca a los economistas del ajuste, no disimula la UCR cuando se regala para un armado berreta de una nueva Unión Democrática. Y nosotros nunca disimulamos, por eso no nos aguantan.
El 24 de marzo es el aleph de todo esto que nos rodea. Porque ese día se intentó refundar un país que debía estar controlado para siempre por las fuerzas que hoy siguen fugando dinero al exterior, y que para fugarlo no dudaron en asesinar a miles de personas. Hoy pareciera que ya no están dispuestos a matar, o no tienen espacio real para dedicarse a esos menesteres, y deben inventarse partidos y medios de comunicación que los lleven a la casa de gobierno sin sangre, o con muy poca.
Y lo mejor es que después de estos años ya somos muchos los que comprendimos de qué se trata. Porque el kirchnerismo –aunque la derecha opositora crea lo contrario- no es un fanatismo, sino una manera de entender el mundo. El kirchnerismo nos ha dado muchas cosas materiales en estos años, pero sobre todo nos dio herramientas para comprender cuál es la manera de avanzar en las mejoras materiales. Y cuál es la manera para que esas cosas materiales se conviertan en mejoras de nuestra calidad de vida –que suena medio yanqui- y que habría que llamar sencillamente dignidad humana, o como decía Perón: felicidad.
Cristina no sólo gobernó para mejorar los números de la economía, también gobernó para explicarnos cómo funciona la economía, cómo la política es la herramienta para manejar la economía, y como la política debe enfrentarse todos los días con los que no quieren ceder nada de sus privilegios históricos. Guita y poder históricos. Entonces, sé que somos muchos los que estamos preparados para seguir en este camino. Nosotros, igual que nuestros candidatos sabemos que no se avanza por el lado fácil y cómodo. Sabemos que después de las elecciones –después de ganarlas, es optimismo y realismo también- tendremos que seguir como si no hubiésemos ganado. Soportando el hostigamiento de los hijos del golpe del 76 que no saben hacer otra cosa que buscar la manera de reeditar su país para pocos. Pero además tengo una noticia muy linda, el año que viene llegará nuevamente el 24 de marzo, y ahí sí podremos ir a buscar a Cristina para marchar junto con ella en la plaza, y junto con las madres y las abuelas que seguirán siendo la imparable locomotora de estos tiempos de cambio. Todas mujeres, fijesé usted señor. Que parece que para que este país se hiciera grande tuvimos que ponernos las polleras.
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