Entrevista a Hernán López Echague, autor del libro "El Perro. Horacio Verbitsky, un animal político". “Lo que más me llamaba la atención de Horacio era la capacidad que siempre tuvo para construir un poder tan singular", relata.
Por Nicolás Adet Larcher
“Lo conocí allá por el año 1993 en Página/12. Creo que él iba poco y nada al diario. Los de la sala de redacción decían que tenía el aire de ser uno de los directores o uno de los dueños, o un tipo al que los dueños y los directores del diario tenían en cuenta”, relata Hernán López Echagüe en su reciente libro “El Perro. Horacio Verbitsky, un animal político”.
El libro recorre la extensa trayectoria del prestigioso periodista, sin escaparle a los momentos que siempre han generado mayor controversia sobre su figura, como su relación con Montoneros, el trabajo en la revista Confirmado de Jacobo Timerman, su paso por Clarín, su conflicto con Osvaldo Bayer y su colaboración en el libro “El poder aéreo de los argentinos”, del Comodoro Juan José Güiraldes en 1979.
AGENCIA PACO URONDO entabló una conversación por correo electrónico con Hernán López Echagüe. “Lo que más me llamaba la atención de Horacio, era la capacidad que siempre tuvo para construir un poder tan singular. Es un estratega del periodismo”, describe Echagüe.
APU: ¿Cómo surgió la idea del libro?
HLE: Todo comenzó con un llamado telefónico de mi muy querido y admirado Rogelio García Lupo. ¿Un libro sobre Horacio Verbitsky? No, no, Rogelio, de modo alguno. ¿Por qué no? Lo harías muy bien, me dijo. Preferiría no hacerlo, seguí. Creo que sos la persona indicada para escribirlo. Preferiría no hacerlo. Pensalo bien. Las conversaciones telefónicas con Rogelio se sucedieron en esos días de octubre del año 2013. Y me rendí.
APU: ¿Cómo se lo tomó el propio Verbitsky, teniendo en cuenta que no existía una biografía sobre su persona?
HLE: Primero fue muy parco. No respondía personalmente a mis correos ni llamados, lo hacía a través de un secretario. Yo no estaba dispuesto a escribir sobre él si él no aceptaba que lo entrevistara. De lo contrario, ¿qué iba a escribir?, ¿un refrito, una compilación de cosas ya muy conocidas de su vida, de su trabajo? No. Finalmente aceptó. Charlamos más de tres horas en su oficina.
HLE: Primero fue muy parco. No respondía personalmente a mis correos ni llamados, lo hacía a través de un secretario. Yo no estaba dispuesto a escribir sobre él si él no aceptaba que lo entrevistara. De lo contrario, ¿qué iba a escribir?, ¿un refrito, una compilación de cosas ya muy conocidas de su vida, de su trabajo? No. Finalmente aceptó. Charlamos más de tres horas en su oficina.
APU: ¿Por qué eligió esa forma de relatar en el libro, intercalando entrevistas con la opinión del periodista para contrarrestar algunos puntos sobre su pasado?
HLE: Una de las cosas que más le preocupaba a Verbitsky era que yo no le diera espacio para responder o comentar las cosas que me iban diciendo sobre él las personas que yo iba entrevistando, más de treinta al final del libro. Y cumplí, porque me pareció justo y razonable su pedido. Ya por correo electrónico le fui enviando lo que decían para que él pudiera responder o aclarar. Mientras escribía el libro establecimos una relación a la distancia muy formal y aséptica. Nada de hola, ni chau, ni saludos ni abrazos. Lenguaje seco y directo. Preguntas y respuestas, nada más. Valoro mucho su colaboración. La única condición que puso fue que hiciera a un lado toda mención a su familia, a sus ex parejas, a sus hijos.
APU: ¿Qué le impresionó de Verbitsky?
HLE: Tiene una cultura envidiable. En todo aspecto. Conserva ese maravilloso y seductor brillo de erudición que era el rasgo más distintivo de los tipos que hacían buen periodismo en los sesentas. Ya no quedan muchos. En el mundo del periodismo escrito de estos últimos veinte años, que en general tiene como lugar común la opacidad, la mediocridad, y una gran cuota de analfabetismo, Horacio brilla.
APU: ¿Cómo analiza su relación con la política?
HLE: Diría que es un militante que hace periodismo. Un tipo que encontró en el periodismo un modo de continuidad de la militancia que tuvo en los setentas. Encaró la militancia política como si fuera una carrera de obstáculos, lo mismo con el periodismo. Su escritura es maquinal, su militancia, en cierto aspecto, también lo fue. Durante las tres horas de charla que tuvimos, en las que hablamos de todo, sobre la militancia, sobre los que ya no están, sobre el periodismo, sobre situaciones dramáticas o quizá risibles, rara vez dejó entrever alguna dosis de entusiasmo, algún sentimiento interior.
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