lunes, 23 de marzo de 2015

Nadie resiste un archivo Opiniones sobre el golpe

El miércoles 19 de mayo de 1976 Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Horacio Esteban Ratti, presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, y Leonardo Castellani, sacerdote, almorzaron durante más de dos horas con el general Jorge Rafael Videla y con el general José Villarreal, secretario general de la Presidencia.
Videla, dijeron después los escritores, se dedicó a escuchar y repitió varias veces que para él era un honor compartir esa mesa con tan importantes personajes.

"Yo nunca he sabido gobernar mi vida, menos podría gobernar un país", dijo Borges, y los periodistas de Casa de Gobierno se sonrieron: ya tenían un titulo para sus notas. 
Esto decía Ernesto Sábato:
Mayo de 1976. "Le agradecí personalmente el golpe del 24 de marzo, que salvó al país de la ignominia, y le manifesté mi simpatía por haber enfrentado las responsabilidades del gobierno.

Dijo a la salida del almuerzo a la prensa Ernesto Sábato: "Es imposible sintetizar una conversación de dos horas en pocas palabras, pero puedo decir que con el presidente de la Nación hablamos de la cultura en general, de temas espirituales, culturales, históricos y vinculados con los medios masivos de comunicación. Hubo un altísimo grado de comprensión y de respeto mutuo, y en ningún momento la conversación descendió a la polémica literaria e ideológica y tampoco caímos en el pecado de caer en banalidades; cada uno de nosotros vertió sin vacilaciones su concepción personal de los temas abordados.

Siguió diciendo Ernesto Sábato: "Fue una larga travesía por la problemática cultural del país. Se habló de la transformación de la Argentina, partiendo de una necesaria renovación de su cultura"

Después le preguntaron su opinión sobre Videla: "El general Videla me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente".

En 1978, Sábato explicaría su posición en un articulo de la revista alemana Geo: "La inmensa mayoría de los argentinos rogaba casi por favor que las Fuerzas Armadas tomaran el poder. Todos nosotros deseábamos que se terminara ese vergonzoso gobierno de mafiosos" dijo para justificar el golpe.

Y más adelante: "Desgraciadamente ocurrió que el desorden general, el crimen y el desastre económico eran tan grandes que los nuevos mandatarios no alcanzaban ya a superarlos con los medios de un Estado de derecho. Porque entre tanto, los crímenes de la extrema izquierda eran respondidos con salvajes atentados de represalia de la extrema derecha. Los extremistas de izquierda habían llevado acabo los más infames secuestros y los crímenes monstruosos mas repugnantes".

Y para concluir dijo Ernesto Sábato: "Sin duda alguna, en los últimos meses muchas cosas han mejorado en nuestro país: las bandas terroristas han sido puestas en gran parte bajo control".

(Del libro La Voluntad de Caparrós y Anguita)


Decía la Unión Cívica Radical
El prestigioso líder radical Ricardo Balbín dijo en abril de 1976:
“Recibimos con satisfacción que las Fuerzas Armadas en el poder hayan ratificado su voluntad de arribar a un proceso democrático y republicano, que no hayan definido otros enemigos que los responsables de deshonestidades administrativas y de la quiebra moral y los que se han marginado voluntariamente del proceso, recurriendo a la subversión y al terrorismo, y que hayan reconocido la necesidad de los partidos políticos".

Así se explica que numerosos afiliados radicales, ocuparon cargos en el gobierno del Proceso. En la provincia de Córdoba ocuparon 110 intendencias municipales.

En junio de 1977, en una declaración de la UCR, el doctor Alfonsín y la cúpula del partido sin excepción, publican:

"El 24 de marzo de 1976 cayó un gobierno votado por 7.000.000 de argentinos. La ineptitud presidencial y la falta de respuestas estabilizadoras y legitimas por parte del entorno oficial, en medio de una realidad económica de improvisación inocultable y de una indisciplina social anarquizante, mas la presencia de organizaciones para la subversión y la violencia, que angustiaron al pueblo, abrieron el camino para que las Fuerzas armadas ocuparan el poder. Había que ordenar la economía y buscar el reestablecimiento de derechos y deberes para reencontrarnos en el marco de una Nación solidaria y pacifica"

(Del libro "Los errores militares del siglo XX" del general de brigada Mario Horacio Laprida)
 
Decía el Partido Comunista
Los comunistas y la nueva situación argentina

Ayer, 24 de Marzo, las FFAA depusieron a la presidenta María E. Martínez, reemplazándola por una Junta Militar integrada por los comandantes de las tres armas. No fue un suceso inesperado. La situación había llegado a un limite extremo “que agravia a la Nación y compromete su futuro”, como dice en uno de los comunicados de las FFAA.

Cargan por esta situación, inmensa responsabilidad el lopezrreguismo reaccionario y su protectora Maria E. Martínez, que habían pisoteado el programa por el cual había votado el pueblo en 1973, y que en la etapa anterior había empezado, aunque con timidez e inconsecuencias, a realizarse. Comparten la responsabilidad jerarcas sindicales que sofocaron al movimiento obrero.

La movilización de tropas del 24 de Marzo había sido precedida de una intensa campaña que reclamaba “rectificar el rumbo”. Efectivamente, era necesario y urgente cambiar el rumbo pero no en la dirección indicada por La Prensa y Clarín, por APECE (ex ACIEL de infausta memoria), el MID frigerista, Alsogaray y Manrique; la alianza del poder del dinero con políticos inescrupulosos sin respaldo popular.

En víspera de los dramáticos sucesos del 24, bandas fascistas impunes asolaron con sus crímenes el país. La muerte rondaba las calles y caminos, fabricas, universidades, hospitales; penetraba en la intimidad de los hogares. Nunca se había visto en nuestro país nada tan cruel.

El PC siempre se pronunció contra los golpes de Estado. La experiencia indica que desde 1930 los golpes de Estado tuvieron por objeto defender el latifundio improductivo y aumentar el grado de dependencia del país. ¿Esta vez se romperá esa nefasta tradición?

El PC. está convencido de que no ha sido el golpe de Estado del 24 el método mas idóneo para resolver la profunda crisis política y económica, cultural y moral. Pero estamos ante una nueva realidad. Estamos ante el caso de juzgar los hechos como ellos son. Nos atendremos a los hechos y a nuestra forma de juzgarlos; su confrontación con las palabras y promesas.
Haroldo Conti y el Padre Castellani
Corría el mes de mayo de 1976, la dictadura de Videla pretende iniciar un acercamiento con las "fuerzas vivas" de la sociedad, realizando una serie de encuentros con intelectuales, periodistas, escritores, etc. Soninvitados a almorzar con el dictador, entre otros, los escritores Borges, Sábato y el Padre Castellani. Nadie más alejado de la posición política de Haroldo Conti que el controvertido sacerdote nacionalista -que conocía a Conti por haber sido éste seminarista-, sin embargo el cura tuvo la osadía -entre los arrullos condescendientes y el chupamedismo extremo de Borges y Sábato- de pasarle al dictador un papelito con el nombre del recientemente desaparecido Haroldo Conti. Por supuesto no logró nada, solo la volátil e hipócrita promesa del genocida de ocuparse del caso. Pero el gesto honra al Padre Castellani.
Los actores de los sucesos del 24 expusieron en sus primeros documentos sus objetivos, que podríamos resumir de la siguiente manera:

“...Fidelidad a la democracia representativa con justicia social; revitalización de las instituciones constitucionales; reafirmación del papel del control del Estado sobre aquellas ramas de la economía que hacen al desarrollo y a la defensa nacional, defensa de la capacidad de decisión nacional...”.

El PC, aunque no comparte todos los puntos de vista expresados en los documentos oficiales, no podría estar en desacuerdo con tales enunciados, pues coinciden con puntos de su programa, que se propone el desarrollo con independencia económica; la seguridad con capacidad nacional de decisión, soberanía y justicia social. No se concibe la seguridad a la brasíleña, la que MAC NAMARA propuso a los países latinoamericanos. El triste ejemplo de Brasil; es elocuente: allí se logró la “seguridad” con injusticia social, con asesinatos y presos, con dependencia y agresividad exterior. Este camino no puede dar apariencia de fuerza a una nación intrínsecamente débil, podrida por dentro.

Subrayamos este concepto porque no se puede ignorar la aspiración estadounidense y su socio, la cúpula brasileña, a dominar la Cuenca del Plata, controlar la pampa húmeda, la costa sud atlántica y la Antártida; no se puede ignorar su apetito de petróleo de la plataforma submarina, de uranio y de otras riquezas nacionales. ¡Es inconcebible la sola idea de la Argentina factoría!. Entre los objetivos expuestos por la Junta Militar esta el de combatir la corrupción que pudre donde penetra; y en nuestro país ha penetrado hondo en ciertos medios. Nada tan necesario. El PC advierte empero el peligro de que se poden las ramas y se deje el tronco, se ataquen las consecuencias y no las causas, se quede en la superficie sin llegar a la fuente. Así se podrá castigar a un corrompido o a muchos corrompidos; pero no a erradicar la corrupción; la fuente es el cáncer del latifundio y de los monopolios internacionales.

También expuso su propósito de poner fin a la subversión. Es conocido el punto de vista del P.C. sobre las actividades de la supuesta ultraizquierda, que siempre repudió. La guerrilla se combate, sobre todo, suprimiendo las causas sociales que la generan, como se reconoce en documentos militares. Pero ¿se sobreentiende también investigar y castigar con el máximo rigor a las bandas hasta ahora impunes de criminales fascistas?. De no ser así, además de defraudar la expectativa popular, quedaría flotando el peligro de la guerra civil. El PC considera que es un serio error suspender la actividad de los Partidos Políticos. Los Partidos Políticos democráticos pueden y deben, en esta nueva situación, contribuir solidamente a encontrar las mejores soluciones, a encauzar el proceso por vía constitucional respetando los derechos del hombre y del ciudadano, sobre todo la libertad de expresión.

La opinión publica espera sean puestos en libertad todos los presos sin causas ni proceso y sea abolida la pena de muerte. La lucha por la multipartidaria ha sido un gran aporte a las soluciones nacionales. Y el hecho que se hayan podido plasmar, aunque aún de manera inconclusa, es alta expresión de la madurez política. Si la multipartidaria no pudo todavía jugar su papel es porque surgió al borde del abismo. Lo que no invalida su enorme significación política.

El PC considera auspicioso que la Junta Militar haya desechado una solución “Pinochetista”. Sin embargo, nadie tiene derecho a desarmarse. En el seno de las FFAA y fuera de ellas se esconden también pinochetistas. El enemigo interno y externo esta en acecho. Los imperialistas y fascistas sueñan con el pinochetazo, con un baño de sangre.

Buenos Aires, 25 de marzo de 1976
(Declaración oficial del PC).


Decía el diario Clarín
Editorial. Año XXXI – Edición N° 10.803. Jueves 1° de Abril de 1976
Directora: Ernestina Herrera de Noble

El Mensaje Presidencial

Aunque resultara innecesario justificar las motivaciones de la acción militar del 24 de Marzo –porque nada fue mas evidente que la incapacidad del anterior gobierno para modificar el rumbo que nos conducía a todos al desastre- ha sido oportuno que el país escuchara las explicaciones de su nuevo presidente. Ellas ratificaron el hecho conocido de que las Fuerzas Armadas no han interrumpido el proceso que se venia desarrollando, sino cuando tuvieron el convencimiento de que se hallaban agotados todos los recursos susceptibles de operar la indispensable rectificación.

No es este, sin embargo, el aspecto de la alocución del teniente general Videla que interesa aquí analizar. Desde estas mismas columnas y en repetidas oportunidades nos hemos referido a las modalidades de la crisis que afecta a todos los sectores del país. Mucho mas que la descripción del estado de cosas heredado importa pues destacar las orientaciones contenidas en el mensaje presidencial, destinadas a superar todas las circunstancias negativas de aquel gravoso legado.

El esfuerzo del nuevo gobierno estará centrado en operar la reorganización nacional. Uno de sus principales campos de acción será la reconstrucción del Estado, cuyo ordenamiento permitirá dotar al país “del instrumento capaz de impulsar una profunda tarea de transformación”. En primer lugar, le tocara a el ejercer el monopolio de la fuerza y cumplir las funciones vinculadas con la seguridad interior. Demás esta decir que esa fuerza será empleada sin vacilaciones en el combate frontal contra la delincuencia subversiva en cualquiera de sus manifestaciones.

Corresponde también al Estado, de acuerdo con la sobria y precisa exposición presidencial, fijar las normas que impulsaran y enriquecerán la cultura, que estará abierta al aporte de las grandes corrientes del pensamiento, pero mantendrá siempre fidelidad a nuestras tradiciones y a la concepción cristiana del mundo y del hombre.

La palabra oficial adquirió un notable valor definitorio al referirse al papel del Estado en el campo de la economía. “Durante muchos años –dijo el teniente general Videla- la pretendida defensa de la gestión estatal retuvo para el monopolio publico grandes proyectos indispensables para el desarrollo nacional y el bienestar de la población que nunca se vieron realizados”. Y al señalar los factores que frenaron el crecimiento –falencias en los sectores críticos de la economía y dependencia externa para el abastecimiento de materias primas indispensables- afirmo que en lo sucesivo la acción de gobierno perseguirá la solución pragmática de los grandes problemas económicos. Anunció de ese modo que, manteniendo el control del Estado sobre áreas vitales de la seguridad y el desarrollo, se brindará a la iniciativa privada y a los capitales nacionales y extranjeros “para que participen con su máximo potencial y fuerza creativa en la explotación racional de los recursos”.

Acertado diagnóstico y clara definición destinada a terminar con las mistificaciones de un nacionalismo declamativo y empeñado en utilizar los aspectos emotivos o formales de lo nacional para trabar las acciones que efectivamente fortalecen la soberanía. Un ejemplo claro de ello fueron las sucesivas “argentinizaciones” que dejaron al país –entre otras cosas- sin combustibles y sin teléfonos.

La palabra presidencial, sin buscar aplausos anticipados, ha fijado un rumbo apto para la solución de los problemas nacionales. Y como el mismo Presidente lo expresa, el acierto de las decisiones del gobierno será en definitiva el que suscitara la adhesión de la gran mayoría de los argentinos.-


Decía el diario La Prensa
Sábado 27 de marzo de 1976.
Director: Alberto Gainza Paz

Orden, seguridad, confianza

En dos horas, sin el asomo de una sola falla, al cabo de una operación impecable, precisa, sin estridencias vanas y sin disparar un solo tiro, las Fuerzas Armadas de la Constitución pusieron término al desempeño ilegitimo del gobierno instaurado el 25 de mayo de 1973. Lo hicieron para salvar -como dice la proclama dada a conocer en la madrugada del día 24- "un tremendo vacío de poder" y tras de "serenas meditaciones sobre las consecuencias irreparables que podría tener sobre el destino de la Nación una actitud distinta a la adoptada". El documento inicial de la revolución reviste el significado de una cabeza de proceso, no menos que el carácter de una exposición de los móviles fundamentales que lo inspiran, cuando puntualiza las "reiteradas y sucesivas contradicciones" del gobierno depuesto, la "falta de una estrategia global", la "carencia de soluciones", el "incremento permanente de todos los extremismos", la "ausencia total de ejemplos éticos y morales", la "manifiesta irresponsabilidad en el manejo de la economía", al "agotamiento del aparato productivo", la "especulación y la corrupción generalizadas".

Estas líneas de fuerza de la proclama revolucionaria constituyen la base de un "trascendental compromiso" para "terminar con el desgobierno, la corrupción y el flagelo subversivo", rechazar "la acción discordara de todos los extremismos", y "el efecto corruptor de cualquier demagogia", ciñendo su acción a "pautas determinadas" entre otras, "el orden, el trabajo" y la "observancia plena de los principios éticos y morales", al servicio de una finalidad manifiesta, esto es, "erradicar definitivamente los vicios que afectan al país", y "combatir la delincuencia subversiva, abierta o encubierta".

Por su carácter afirmativo, algunos enunciados principistas de la proclama parecen inspirarse en las promesas liminares de la Constitución, cuando en su preámbulo formula el propósito de "constituir la unión nacional"; "afianzar la Justicia", "consolidar la paz interior", "proveer a la defensa común", "promover el bienestar general" y "asegurar los beneficios de la libertad". Esa identificación de lenguaje aparece corroborada por la unidad de pensamiento que se advierte en otros documentos de la Junta Militar, caracterizados por la mesura de sus términos, la claridad de sus conceptos, la brevedad de sus juicios, la ausencia. de toda altisonancia. Apreciándolos en su conjunto, se advierte que nada ha quedado librado a la inspiración del momento, por mas alta o feliz que fuese. La improvisación, la mera frase, el párrafo sonoro, la vanilocuencia no han tenido cabida en estos documentos.

Hay además aceptación plena, dictada seguramente por una convicción profunda, de las mejores tradiciones cívicas e institucionales. del país, sin que una sola expresión o termino proyecte la menor duda en contrario. No se han invocado dogmas, ni ideologías ni recurrido a difusos trascendentalismos. Solo la idea de patria aparece como el común denominador de una ciudadana ávida de reparaciones salvadoras, como la suprema invocación, destinada a que todos concurran a la realización de una "tarea ardua y urgente", emprendida con el "absoluto convencimiento de que el ejemplo se predicara de arriba hacia abajo".

Ese documento, pues, por los males que condena, las ideas que consagra, los fines que proclama y los métodos que preconiza, esta destinado a presidir y guiar una acción histórica de incalculables proyecciones. Es un documento programa, necesariamente global, insertado en la tradición viva de nuestras instituciones republicanas y democráticas. Necesitará ser desarrollado y ejecutado con vigor de pensamiento y energía de conducta, sin desmayos ni vacilaciones, ceñido en todos sus aspectos y detalles a los rumbos fundamentales que surgen del texto. La jerarquía y la competencia de sus futuros colaboradores podrán coronar equilibradamente esa calidad del poder que acaba de instaurarse.

La revolución del 24 de marzo no solo ha puesto fin a una época de ignominia y a un régimen corrupto y corruptor, sino que ha abierto el cauce por el cual podrá ir derramándose un nuevo modo del comportamiento colectivo. Basta recorrer la ciudad, terciar en la conversación del grupo callejero, prestar oídos a la tertulia del café, de la sobremesa, anotar los comentarios en el ámbito del trabajo o de la familia, para percibir en todos una sensación de alivio, tan aflojamiento de la tensión psíquica un despertar de la pesadilla en que fue envolviendo todo, aun a los propios usufructuarios del régimen abatido; la prolongación de una situación de insostenible defensa. Simple, repetida, estremecida a veces, la queja era común: "¡Esto no puede seguir!".

Ahora se necesita orden, ese orden que solo es fecundo cuando nace como una manifestación de la propia conducta y precede a los hechos. Ese orden, así concebido y puesto en practica, hará bien al país después del desvarío desatado por el gobierno iniciado en mayo de 1973 y tras el frenesí verbal que asomo a los actos de la gestión oficial. Hay que restar espacio al fanatismo, a la adhesión servil, al rito adulatorio. Hay que elevar la condición del ciudadano y mejorar no solo el nivel de vida sino también la dignidad de vida.

La revolución del 24 de marzo ha comenzado por prometer seguridad al que trabaja, estimulo al que produce, garantías a la existencia individual y colectiva. Se ha propuesto desterrar los miedos. La delincuencia y la subversión ya no habrán de deslizarse a través de las fisuras cómplices del mundo oficial.

Los primeros pasos, actos y palabras de la Junta Militar han generado confianza. No es poco. El comienzo es alentador. Su andar cauteloso y sin embargo firme, la mesura de su lenguaje, no exento de energía, la claridad de sus objetivos y el sereno vigor - la democracia no es un profeta desarmado- con que ha iniciado su marcha, abren un ancho pórtico de expectativas y anhelos que expresan el deseo profundo de un pueblo ansioso de vivir en paz, al amparo de la idoneidad y del derecho.

Decía el diario La Nación

Fundada por Bartolomé Mitre el 4 de Enero de 1870

Editorial

En la madrugada de ayer concluyo el desmoronamiento de un gobierno cuya única fortaleza consistía, en los últimos seis meses, en el empeño que para sostenerlo pusieron quienes no compartían sus propósitos. Nunca hubo en la Argentina un gobierno mas sostenido por sus opositores. Tal paradoja se produjo porque donde las autoridades ahora sustituidas solo vieron el botín de un vencedor electoral, la totalidad del país vio la posibilidad de una consolidación institucional. Ayer, también, se clausuro un proceso político que, como tal, se abrió en 1971, y no es menos evidente que se ha cerrado una época signada a Io Iargo de casi tres décadas por Ia presencia activa de Perón, primero, y después por los hechos y situaciones que tuvieron una relación de causalidad inmediata con Ia presidencia por él dejada vacante.

Este final inexorable había sido presentido por vastos sectores de la opinión publica. En Ias últimas semanas tal presentimiento era una convicción reafirmada a diario por síntomas de la mas diversa naturaleza.

Hubo, ciertamente, insensibilidad y obcecación en quien asumió en 1974 la presidencia de la Republica, así como la hubo en el grupo que guió su pasos con desprecio del renunciamiento que en su momento pudo haber salvado el proceso hacia Ia unánimemente deseada consolidación institucional. Eran tan hondos los deseos de alcanzar ese objetivo, que la Nación entera pudo haber absorbido aquella carga negativa de la insensibilidad y la obcecación, si no fuera porque ella se acrecentó con un intolerable lastre de corrupción, despilfarro, incompetencia e inseguridad colectiva a través de un '"contraproceso institucional" que incluye a todo el gobierno peronista a partir de mayo de 1973.

Cada vez mas, el gobierno justicialista se abandonó a sus propias obsesiones. La más absurda de estas fue la conversión de la Republica en una suerte de monarquía en la cual la viuda de un caudillo pretendió que el poder fuese un bien casí computable en el juicio sucesorio. Esta ambición femenina, propia de la reyecía del siglo XVIII, fue alentada por un "pequeño grupo de amigos" puestos actuar como un núcleo empresario de las emociones populares atribuidas aI eco del apellido convocante. Así sobrevinieron las reyertas intestinas entre la depositaria del nombre y los que pretendían ser beneficiarios de una nebulosa herencia política. Primero se fragmentó el Frente oficialista en el cual el peronismo apadrinó a aliados de poco vigor numérico. Luego se escindió el peronismo. Mas tarde se produjo un cisma parlamentario que privó al gobierno de su mayoría en la Cámara joven, no obstante lo cual el Parlamento diluyó sus propias posibilidades creativas. En último término el sector gremial - única, franja donde subsistía un vestigio de organización - cayo en la ficción que desconectó a los dirigentes de la realidad popular. De tal modo, solo quedó la fachada del edificio gubernamental. Es lo que acaba de caer. Nada de Io que rodeaba al gobierno conservó poder de convocatoria como para que un cierto calor de pueblo

Pero al sector gremial le cabe una gran responsabilidad. El fue el creador del principio de la "verticalidad" a ultranza. Suponía que a través de la verticaIidad iba a deslizarse suavemente hasta las manos de los discutidos jefes sindicales Ia llave de las decisiones principales. Mientras especulaban con el "paso atras" que aguardaban de la entonces titular del Poder Ejecutivo, se sucedían Ios cambios de ministerios, se destruía el aparato productivo de la RepúbIica, la indisciplina social crecía como una maleza parásita y la crisis económica asumía caracteres catastróficos.

La crisis ha culminado. No hay sorpresa en Ia Nación ante la caída de un gobierno que estaba muerto mucho antes de su eliminación por vía de un cambio como el que se ha operado. En lugar de aquella sorpresa hay una enorme expectación. Todos sabemos que se necesitan pIanes sólidos para facilitar la rehabilitación material y moral de una comunidad herida por demasiados fracasos y dominada por un escepticismo contaminante. Precisamente por la magnitud de la tarea por emprender, la primera condición es que se afiance en Ias Fuerzas Armadas la cohesión con la cual han actuado hasta aquí. Hay un país que tiene valiosas reservas de confianza, pero también hay un terrorismo que acecha.


Decía el diario La Opinión
Reflexión
Si los argentinos, como se advierte en todos los sectores - aun dentro del ex oficialismo- , agradecen al Gobierno Militar el haber puesto fin a un vasto caos que anunciaba la disolución del país, no menos cierto es que también le agradecen la sobriedad con que actúan.

De una etapa de delirio, donde torpes y vanas figuras gritaban sus amenazas a voz en cuello, vivían en el desplante y la impunidad, o daban lecciones de moralidad exhibiendo sus encendedores o sus corbatas, la Argentina se abrió en pocos minutos a una etapa de serenidad de la cosa publica. Porque las nuevas autoridades demuestran un pudor, un recato tan beneficioso para ellos como para su relación con los gobernados.

No han añadido:
--títulos pomposos y huecos al nombre de su Gobierno,
--ni lemas rimbombantes a sus objetivos;
--no hacen rendir culto a su personalidad
--ni se halagan con la propaganda.

Y no se prestarán a ser incluidos en esa especie de álbum familiar del Poder que el semanario Gente ha dedicado a los altos funcionarios de todos los regímenes

Jacobo Timerman, 27 de marzo de 1976

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