"Decisiones (Ave María),
cada día (Sí señor).
Alguien pierde, alguien gana
¡Ave María!
Decisiones, todo cuesta.
Salgan y hagan sus apuestas,
¡Ciudadanía!"
Rubén Blades
De a poco se va aclarando el panorama. No son sólo los nombres de los que participarán este año de la gran contienda electoral lo que se está definiendo sino más bien los proyectos políticos que pugnarán por el control del destino de la Argentina. Por un lado está el kirchnerismo, con su modelo de país a cuestas desde hace 12 años que enfrenta el desafío de generar nuevamente esperanza y deseo en la sociedad con la que profundizará lo conseguido hasta ahora. En la vereda de enfrente comienza a consolidarse un espacio de centro-derecha con el macrismo a la cabeza y el radicalismo como furgón de cola. Son proyectos distintos y contrapuestos y será la sociedad la que deberá decidir si avanza o retrocede. Si apuesta a un proyecto colectivo, distribuidor de la riqueza o, en todo caso, retrocede al egoísmo individual donde sobrevive el más fuerte. Decisiones que se comienzan a tomar a partir de ahora.
Todo es parte de un proceso. Por caso, el kirchnerismo llegó al gobierno utilizando la figura bíblica del infierno, el purgatorio y con la propuesta de una salida de aquellos horribles lugares. El recurso sirvió para anunciar el camino que hacía falta recorrer que contenía en sí el primer esbozo del proyecto de país que se fue construyendo. Aquello implicó la ruptura, en tiempos y formas diferentes a lo largo de estos 12 años, con los poderes establecidos, con la moral neoliberal y sociedad que produce. El Estado, el poder que implica su control, fue considerado la herramienta sustancial para llevar adelante las transformaciones necesarias. Eso incluyó el control de las Cámaras parlamentarias para soldar las políticas promovidas a normativas que las institucionalicen. Es curioso pero ello da de bruces con la crítica opositora sobre la supuesta condición del kirchenrismo de renegar de lo institucional.
La movilización popular, el fomento de las organizaciones populares, sociales, sindicales e incluso políticas fueron otra pata de esta estrategia. Es cierto que no tuvieron el protagonismo que los gobiernos kirchneristas le dan al Estado pero están ahí, pugnando por más espacio. De hecho hay ejemplos que la movilización, el debate popular permitió quebrar la resistencia y las contradicciones internas del kirchnerismo como fue la Ley de Matrimonio Igualitario. Si este es el ejemplo positivo, entonces el negativo es la necesaria ley de interrupción del embarazo que todavía no consiguió quebrar las prioridades y creencias personales por sobre una política sanitaria nacional que resuelva una problemática que se cobra la vida de 500 mujeres por año.
Un espíritu conservador aunque milite y ocupe cargos importantes en el kirchnerismo no necesariamente es el mejor garante del cuidado de lo alcanzado y, sobre todo, responsable de su profundización. El proyecto kirchnerista, aún con sus contradicciones internas, no es para cualquiera porque aún en eso de mantener lo conseguido implica sostener un enfrentamiento con los poderes que se consideran dañados por dichas políticas. ¿Ese sucesor puede estar en la juventud? Es posible. De hecho CFK nunca ocultó la importancia que le otorga al trasvasamiento generacional y les fue concediendo espacios de poder. Al fin y al cabo, la experiencia se gana con trabajo real y no con el paso de los años. Ahora, esa nueva generación debe tener el valor de avanzar incluso sobre las contradicciones del kirchnerismo. Allí reside lo valioso, lo maravilloso pero también el gran desafío. CFK tiene donde respaldarse y lanzarse hacia esas agrupaciones juveniles que tiene el movimiento que conduce. Y esas organizaciones, en caso de hacerse cargo, tienen el desafío de transformar lo ya transformado y romper con lo ya establecido para ampliarlo y, como se dice, profundizarlo porque como dijo CFK el 25 de mayo de 2014, "puede haber pueblo y no revolución pero no habrá revolución sin pueblo". Claro, para eso hay que tomar la decisión.
En tanto, la oposición se coaliga. El PRO de Macri se hizo del radicalismo ya transformado en un partido del pensamiento conservador aunque vergonzoso. La UCR vive su etapa del fin de la historia renegando de su condición de fuerza política que pretende un cambio para ser sólo una unidad de negocios donde ofrece su electorado a cambio de migajas parlamentarias y uno que otro cargo ministerial en caso de ser gobierno. Ernesto Sanz impuso esa concepción pero no sobre otra muy diferente. Y es que se complica considerar que Julio Cobos o Gerardo Morales puedan ser fieles representantes del espíritu de Alem, Yrigoyen o Alfonsín (padre). El entente pergeñado no implica de hecho una primavera de cambio. Ni siquiera una posibilidad de corrección de lo hasta aquí hecho. En todo caso vislumbra un oscuro y frío invierno de ese en que había que ajustarse el cinturón para superarlo. Es conveniente recordar que no hace muchos días el propio Domingo Cavallo aseguró que Macri cuenta con el equipo de gobierno necesario para gobernar. Cavallo fue el hombre del menemismo que destruyó la Argentina y Macri supo considerar al riojano como el hombre indicado para el país de ese entonces. Cavallo, si se quiere, es parte de ese círculo rojo que el actual jefe de gobierno porteño supo advertir. Hacía allí va, en rigor retorna, el radicalismo. Y va sin que la obliguen. Es probable que alguno se arriesgue a decir que la historia demostrará si es o no así, pero no parece ser tan necesario porque la decisión la tomó sin que nadie la obligue. Es más, si se quiere, lo hizo de la manera más democrática posible. Pero si este nuevo frente político llega al gobierno y el desastre regresa a estas tierras ya no importará que lo lamente, como hizo después de la experiencia de la Alianza.
La dos principales fuerzas políticas que disputarán en octubre ya casi están definidas. Sólo resta poner los nombres en los casilleros. La decisión está en manos de la sociedad, del pueblo.
iNFO|news
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