Por Noemí Ciollaro
Nos conocimos en los ’70, en un local político gremial de San Martín, donde se creó la agrupación Los Obreros, que impulsó la proletarización de su militancia para foguearse en las fábricas y aportar en las luchas.
Teníamos 20 años, Stella Maldonado, Mona para nosotros, venía de un hogar peronista, era maestra, estudiaba asistencia social y adoraba a su compañero, Mauricio, llegado de las Ligas Agrarias.
Junto a Marta y quien escribe, buscamos empleo como obreras en el conurbano. De madrugada salíamos de recorrida intentando mimetizarnos y disimular nuestra extracción “burguesa”, negábamos estudios secundarios y nos llevó meses insertarnos. La primera fue Marta, que era alta y consiguió entrar en Nike, una textil, a Mona y a mí nos rebotaron por petisas: había que medir más de 1,65.
Al tiempo, ella entró en Kodak y yo en Wobron, en una sección “femenina” de placas electrónicas. La clase obrera llegó al paraíso...Vivíamos felices y agotadas, no era fácil integrarse, cumplir horarios, bancar maltratos de capataces y vincularse con las compañeras para plantear reivindicaciones que, a nuestro juicio, eran indispensables. Fue una época rica y febril donde a la fábrica se sumaban reuniones militantes y la atención de nuestras casas y compañeros. Eran los ’70, y las tareas del hogar eran cuestión de mujeres, a no engañarse... Pero la alegría de aquellos tiempos es inolvidable.
Luego el clima se fue enrareciendo, en 1975 la Triple A asesinó a Mauricio Tzeplisky, compañero de Mona y padre de su hija Ana, recién nacida. Y llegó la dictadura que nos azotaría con violencia y muerte y desparramaría a los cuatro vientos a los sobrevivientes. Mona volvió a la docencia y se replegó al cuidado de su hija; pero su enseñanza llevaba la impronta de la pedagogía para la liberación y, como en un relicario, guardaba los principios inclaudicables.
Ella se aferró a la vida, años después, como la cigarra, apostó nuevamente al amor, se casó con Alfredo Dalio; y nació su hija, Inés. El destino artero quiso que en 1987 un accidente en la fábrica en la que trabajaba, lo matara. Otra vez la soledad, la crianza de hijas sin padre, el dolor lacerante.
Pero nada impidió su lucha por la educación pública, popular y emancipadora; por los derechos humanos y los de lxs trabajadorxs, que la llevaron a ser la secretaria general de Ctera y artífice del Movimiento Pedagógico Latinoamericano.
Hace años nos reencontramos en el despacho de la ex diputada Mary Sánchez; nos fundimos en un abrazo y volvimos a compartir ideas y asados con compañerxs queridxs.
El azar quiso que antes de que estallara la enfermedad que se la llevó el 13 de octubre, le hiciera una entrevista televisiva sobre la historia de su vida. Ella, que siempre andaba a cara lavada, se dejó maquillar y riendo recordamos viejos tiempos y festejamos a su nieto, Ignacio. Antes de despedirnos, planeamos un locro con lxs cumpas. No pudo ser.
Así que... hasta más vernos, compañera del alma.
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