El editorial del diario La Nación sobre la agrupación La Cámpora publicada hoy nos recuerda que detrás de la impostada modernización que el diario viene ensayando desde el diseño, el lenguaje y algunos formatos periodísticos, sigue estando el rostro de la tradición más conservadora y antipopular del país.
En diciembre de 1924, durante las celebraciones en Perú por el centenario de la batalla de Ayacucho, el ensayista y vate Leopoldo Lugones pronunció un discurso en el defendió la injerencia de las Fuerzas Armadas en el sistema político, y en el que lanzó su ya célebre advertencia: "Ha sonado otra vez, para bien del mundo, la hora de la espada".
Con aquel alegato, Lugones, para muchos el mejor poeta argentino de primera mitad del siglo XX, inauguró un género literario-periodístico que se volvió tradición en nuestro país: la proclama golpista.
Las palabras de Lugones en Ayacucho terminaron siendo el fundamento teórico que fundió las ideas de militares y civiles que seis años después, en septiembre de 1930, conspiraron para derrocar al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen, iniciando la saga de Golpes de Estado que se extendería por varias décadas, según la intesidad de las proclamas gopistas que se irían escribiendo desde las páginas editoriales de diarios como La Nación, el matutino fundado por Bartolomé Mitre a instancias de su mecenas, el vendedor de armas y pertrechos Anacarsi Lanús.
Cada una de las asonadas militares que pusieron en peligro o directamente interrumpieron el orden institucional en la Argentina durante todo el siglo pasado, fueron preanunciadas y acompañadas por La Nación sin ninguna excepción.
Tomemos como ejemplo el editorial del 25 de marzo de 1976, cuando La Nación afirmaba que "La crisis ha culminado. No hay sorpresa en la Nación ante la caída de un gobierno que estaba muerto mucho antes de su eliminación por vía de un cambio como el que se ha operado. En lugar de aquella sorpresa hay una enorme expectación (...) Precisamente por la magnitud de la tarea por emprender, la primera condición es que se afiance en las Fuerzas Armadas la cohesión con la cual han actuado hasta aquí. Hay un país que tiene valiosas reservas de confianza, pero también hay un terrorismo que acecha".
Si llegara a ser cierto que los hechos de la historia se repiten, el diario La Nación multiplicó la tragedia y la farsa tantas veces como pudo. E insiste.
Esta mañana, el diario otra vez nos ¿sorprendió? con una diatriba en forma de columna editorial, en la que define a La Cámpora como una organización cuya ideología "se inspira en el neomarxismo gramsciano propuesto por Ernesto Laclau" (sic), mientras sus dirigentes "iluminados por una ideología retrógrada y perimida, parecerían no intentar avanzar en dirección de Caracas, sino directamente hacia su casa matriz, en La Habana".
Finalmente, para no defraudar a sus lectores más entusiastas, La Nación asegura que "es necesario que la sociedad tome real conciencia de este peligroso retroceso y que se activen todos los resortes institucionales para frenar los ataques contra la República".
Es inútil. Por más que intente aggiornarse con una diagramación canchera y columnistas más o menos copados, la línea editorial del diario La Nación continúa siendo gobernada por la misma ideología antediluviana que desde hace más de un siglo viene marcando el rumbo periodístico del matutino.
En 2014, el diario de los Mitre pretende seguir escribiendo el guión de una oposición que afortunadamente ya no cree en los golpes militares y que viene sufriendo el elevado costo social y electoral de oponerse automáticamente a todo lo que propone el gobierno, empujada por los intereses sectoriales de corporaciones que irán por ellos mismos, el día que dejen de necesitarlos.
Télam
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