Por Alfredo Zaiat
El análisis financiero habitual se construye sobre metáforas de los sujetos económicos e instituciones que intervienen en el mercado. Los movimientos de las variables son narrados en términos de catástrofes de la naturaleza o de estados de ánimo de las personas. Así el dólar se “agita”, la plaza cambiaria “sufre”, las acciones registran bruscas “sacudidas”, sube la “fiebre” por el dólar, existe “sequía” de créditos o una “tormenta” se descargó sobre el negocio financiero. Detrás de esa forma de interpretación de la dinámica del mercado como un acontecimiento de la naturaleza o de sentimientos se oculta el comportamiento de los principales protagonistas de la actividad financiera. Las explicaciones de quienes pronosticaban una cotización de 18 a 20 pesos del denominado dólar blue para fin de mes son una muestra de esa confusión deliberada y, a la vez, de la impunidad que tienen de decir un día una cosa y al otro, todo lo contrario. Un día sentencian que el blue bajó por los controles, violentando el postulado de los fanáticos del mercado libre que dice que si un bien es prohibido el precio sube, y al siguiente aseguran que subió por los controles. El análisis de la evolución cambiaria es tan variado que hasta permite sumar el humor en esas variantes interpretativas, como el desplegado en una reciente columna publicada en La Nación titulada “el dólar blue, en baja por el ritmo que ya impone el futuro gobierno”.
No hubo elementos provenientes de la naturaleza, acciones mágicas ni especulación electoral que modificaran la tendencia en la plaza cambiaria de las últimas semanas. Muchos en la city están sorprendidos y otros frustrados porque estaban lanzados a reeditar las jornadas turbulentas del año pasado, cuyo desenlace fue la traumática devaluación de fines de enero. En el mercado se había construido una fuerte expectativa devaluacionista pensando en condicionar el proceso electoral 2015 más que en consideraciones de competitividad de la economía. Esas expectativas perturbadoras de la estabilidad fueron revertidas por el Gobierno con iniciativa política y una serie de medidas financieras específicas. Esto no significa la neutralización de los motores de la corrida, que pueden encenderse en cualquier momento y que varios están calentando, sino que revela una mayor capacidad de reacción oficial ante un sistema financiero que no descansa. La pulseada en el mercado cambiario es permanente.
El equipo económico tuvo como objetivo desde el inicio de su gestión reducir la brecha cambiaria (el tipo de cambio oficial en relación con el contado con liqui y el dólar Bolsa) para ubicarla debajo del 40 por ciento, considerando peligroso si se ubicara por encima del 60 por ciento porque impactaría sobre las reservas al incentivar la sobrefacturación de importaciones y sobrefacturación de exportaciones. Disminuir la brecha era una cuestión central en la estrategia del ministro Axel Kicillof para incentivar la inversión productiva, impulsar expectativas positivas sobre la evolución de la economía y recuperar márgenes de maniobra para relajar la restricción externa. Con esa línea de acción, Kicillof habilitó a trabajadores en relación de dependencia con sueldos medios y altos la posibilidad de comprar dólares para ahorrar, y también flexibilizó la adquisición de dólares para turismo. Con la forzada devaluación de enero y el alza de la tasa de interés, terminó de recuperar el control efectivo del mercado de cambios que había quedado en manos de los privados.
El estallido del conflicto con los fondos buitre, que mantienen lazos con operadores financieros locales para impulsar la estrategia explícita de desestabilización cambiaria, y la imprudencia de la anterior conducción del Banco Central de sugerir a sus interlocutores habituales acerca de una probable nueva devaluación brusca, gatillaron una nueva corrida cambiaria que elevó el dólar Bolsa, el contado con liqui y el blue por encima de los 15 pesos. El comercializado por canales informales tocó un máximo de 15,95 pesos. Otra vez el mercado de cambios pasó a ser administrado por los privados con un potencial desestabilizador aún mayor porque el dique defensivo de las reservas estaba más castigado y porque se estaba ingresando en el último año del actual período kirchnerista.
La reacción oportuna del gobierno de CFK logró quebrar esas expectativas devaluacionistas reafirmando el objetivo de reducir la brecha con las siguientes medidas políticas y financieras.
–Remover la conducción del Banco Central que, ya sea por un acuerdo con bancos o por convencimiento de que así podía domesticar a las fieras, había comentado la posibilidad cercana de una nueva devaluación.
–Desplazar a funcionarios de la línea gerencial del Banco Central que estaban muy ocupados en cuidar los negocios de las entidades que debían controlar.
–Gatillar el acuerdo de intercambio de monedas (swap) con China por 840 millones de dólares. Antes de fin de año se habilitará una segunda cuota por un monto similar.
–Ratificar que ingresarán unos 500 millones de dólares de China por el financiamiento para la construcción de las dos represas en Santa Cruz. Esa posibilidad de más dólares para abultar las reservas actúa sobre la formación de expectativas desalentando un poco la corrida.
–Definir un acuerdo con el complejo agrario exportador para reanudar la venta de dólares de la actual cosecha por unos 4200 millones de dólares y adelantar 1500 millones de la próxima.
–Plantear eventuales líneas de financiamiento para sumar reservas provenientes del Banco de Francia.
–Sumar poco más de 2200 millones de dólares por la licitación de la frecuencia de telefonía móvil de cuarta generación (4G).
–Limitar la dolarización de las carteras de inversión de las compañías de seguros con bonos utilizados en el contado con liqui. Esas empresas tuvieron que vender esos papeles y para mantener el porcentaje de cobertura cambiaria el Gobierno emitió bonos atados al tipo de cambio (linked).
–Emisión de dos bonos atados al tipo de cambio: el primero por el equivalente a 938 millones de dólares con vencimiento en 2016, y el otro por 653 millones de dólares hasta el 2018.
–Subir la tasa de interés para pequeños y medianos ahorristas por colocaciones a plazo.
–Fiscalizar el funcionamiento del sistema financiero para obturar los canales de comunicación entre la franja formal y la ilegal del mercado cambiario.
–Generar la “percepción de riesgo” por parte de la AFIP sobre grandes empresas locales y extranjeras que utilizan precios de transferencia y sobre y subfacturación en operaciones de comercio exterior, maniobras que impactan negativamente en el stock de reservas.
–Coordinar la acción del BCRA, UIF, Procelac, CNV y AFIP. Una de las principales tareas del trabajo en conjunto fue la de un mayor control sobre las operaciones de contado con liqui, que son legales para determinados fines y otras son difíciles de justificar al encubrir evasión y lavado de dinero.
La recuperación del control del mercado de cambios por parte de la gestión económica, que derivó en el desinfle de las cotizaciones del dólar (el contado con liqui bajó a 12,05, el dólar Bolsa a 12,45 y el blue a 13,30 pesos), fue por ese conjunto de iniciativas que defendió el actual stock de reservas y brindó opciones de inversión a pequeños y medianos ahorristas y a grandes operadores. Fueron medidas para tranquilizar las expectativas sobre una pronta devaluación brusca, a lo que se agregó la necesaria intervención de los organismos públicos para combatir el delito cambiario y el lavado de dinero. Estas acciones generaron sorpresa entre protagonistas de la city porque no han sido frecuentes, a diferencia de lo que ocurre en las plazas desarrolladas donde se castiga con multas millonarias el fraude financiero. Esta semana las autoridades de regulación del mercado financiero de Estados Unidos, Reino Unido y Suiza multaron al Citibank, HSBC, JPMorgan, RBS, y UBS, a pagar unos 3300 millones de dólares por la manipulación de los tipos de cambio en el mercado de divisas.
La batería de medidas para disminuir la brecha cambiaria fue el golpe adecuado para tranquilizar las expectativas de devaluación y recuperar el control del mercado por parte del Banco Central. En el equipo económico saben que esta reacción no significa inmunidad a una nueva corrida cambiaria en los meses calientes de la contienda electoral del año próximo. Dicen que se están preparando para continuar esta pulseada fortaleciendo la actual estrategia financiera y de control del mercado, adelantando que puede escalar en su intensidad hasta la estatización de un gran banco nacional “flojo de papeles” muy activo en estimular las corridas cambiarias.
azaiat@pagina12.com.ar
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