viernes, 22 de noviembre de 2013

La osadía de un secretario de comercio interior

La renuncia de Guillermo Moreno a su cargo de secretario de Comercio Interior, luego de ocho años de estar al frente de esa cartera, resulta una buena oportunidad para repasar no solamente su gestión con aciertos y errores, sino el del cargo que ocupó hasta hace un par de días. La Secretaría de Comercio Interior es una de las áreas clave en la estructura del Estado. Por Francisco Balázs Su principal función es la de desarrollar medidas que, articuladas con otras áreas del Estado, esencialmente con el Ministerio de Economía, sirvan para lograr un mejor y mayor control en la cadena de formación de precios. Esto implica enfrentar y poner límites al capital y a los dueños de los medios de producción para que no generen distorsiónes en los precios, evitar maniobras monopólicas y poner límite el accionar de los grupos concentrados, muchas veces funcionando de manera cartelizada, fundamentalmente en los llamados productos de primera necesidad, alimentos, bebidas y combustibles. Lo mismo ocurre en cuanto al sector privado de servicios. En definitiva, el que ocupa el cargo que tuvo Moreno, en la Argentina y en cualquier parte del mundo, trabaja, brega, para proteger los desmanes del capital como se mencionó antes. Para decirlo de una manera clara y sencilla, es alguien que está del lado de los consumidores para defender sus intereses, su bolsillo, frente a los grandes actores de la economía. Vale aclarar que el secretario de Comercio Interior no es el ministro de Economía que define junto al presidente de la Nación y otras áreas las políticas macroeconómicas. Esta aclaración es indispensable para poner en su verdadero contexto las funciones y responsabilidades específicas de dicha Secretaría. A partir de esta breve descripción, que aunque parezca obvia no lo es debido a la distorsión que se aplicó tanto a la figura de Moreno como a la estricta función de la Secretaría de Comercio, pretenden despejar la enorme centralidad que le otorgaron aquellos sectores con los que Moreno debía negociar, discutir y, seguramente, enfrentar con dureza. Entre las principales misiones que Moreno encaró durante su gestión se destaca la de lograr acuerdos de precios con aquéllos actores económicos concentrados, empresas nacionales y multinacionales y grandes corporaciones, que durante los últimos 40 años se acostumbraron a ganar posiciones ampliando sus mercados y posición dominante a costa del deterioro del consumo y de los ingresos de los argentinos, escapándole a la inversión y al aumento de la producción por el atajo de la remarcación de precios. La gestión de Moreno fue acertada en muchos casos y en otros no logró los objetivos perseguidos. Lo que sí no está dentro de sus funciones es combatir la inflación, tal como se le atribuyó durante estos años. Las causas del proceso inflacionario obedecen a una multiplicidad de factores macroeconómicos de los cuales el papel de la Secretaría de Comercio interior no es ni su artífice ni el área que de solución a la inflación. Construir la idea de que el ministro de Economía en las sombras era solamente Moreno es caer en la trampa construida por quienes no solamente pedían diariamente su cabeza, sino, y lo más importante a tener en cuenta, es que lo que no quieren es una Secretaría de Comercio Interior que se involucre en la formación de precios, que controle la cadena de producción de los bienes y servicios del sector privado. Las políticas neoliberales, libremercadistas, impuestas desde la dictadura de 1976 hasta 2003 habían logrado lo propuesto: no solamente eliminar la Secretaría de Comercio y dejarla formalmente como un área del Estado sin peso alguno, sino evitar que nadie se interponga a la lógica auto regulada del libre mercado y la “sana competencia”. El problema no se agota allí: desde quienes implementaron esas políticas económicas meticulosamente impuestas durante años de instalar la idea en la población que quien ocupe ese cargo es un estorbo al desarrollo, al incentivo necesario para ampliar la inversión y la producción. En definitiva, sobre el papel del Estado en las políticas públicas y en la economía en particular. Por eso, más allá de sus aciertos y errores, el papel y la figura, casi mítica a esta altura, de Guillermo Moreno en el cargo del la Secretaría de Comercio, es rescatable, siempre, por haber puesto en escena, en primer lugar, que mas allá de quién ocupe ese cargo la Secretaría de Comercio Interior es un área clave que no puede ser entregada a las presiones y lobby de los sectores económicos para anular su responsabilidad. Moreno podrá ser criticado o elogiado desde distintas perspectivas, no solamente desde lo exitoso o el fracaso de sus medidas. Donde queda airoso Moreno es con la convicción de que hay batallas en la política y también en la economía que se ganan solamente con librarlas. Moreno no logró, seguramente, mucho de lo propuesto, pero sí trabajó para dejar al desnudo el funcionamiento estructural de los grandes grupos económicos, sus prebendas, impunidad y prepotencia. Moreno enfrentó y desnudó al Grupo Clarín participando en sus asambleas de accionistas arrojándoles en el rostro de sus principales directivos los abusos y desmanejos empresariales. Llevó adelante con tenacidad la lucha para que la causa por la expropiación de Papel Prensa llegue a la justicia y arroje luz sobre el pacto civil–militar que durante la dictadura establecieron los diarios Clarín y La Nación quedándose con el monopolio del papel de diario. La reformulación del Indec siete años atrás, y la terquedad en no revertir la falta de confiabilidad de sus datos, tal vez se encuentre entre sus mayores errores, no solamente en lo estrictamente económico, sino en el terreno político por la funcionalidad que significó para la oposición carroñera que logró impugnar todo tipo de estadísticas. La reaparición pública ayer de la presidenta en la Casa Rosada, tomándoles juramento en sus nuevos cargos a Jorge Capitanich, Axel Kicillof y Carlos Casamiquela, representa un nuevo tiempo para el gobierno nacional. Su liderazgo, el peso de su presencia y centralidad en la vida política argentina son notables. Los cambios en el Gabinete renuevan no solamente caras y nombres sino orientaciones para continuar profundizando un camino que desafía la historia y la manera de hacer y vivir la política, y también desafiando a los que apuestan a debilitarla y a los que no necesitan de la política para consolidar sus intereses. Más allá de la salida de Moreno, no caben dudas de que la Secretaría de Comercio Interior deberá mantener el peso por el que durante años trabajó para recuperarla como una herramienta clara en defensa de los intereses de la toda sociedad, no de los grandes grupos concentrados de la economía que intentaron limarlo y ubicarlo en el centro de todos los males del país. Aunque amplios sectores sociales hayan caído en la trampa mediática opositora de tergiversar sus verdaderas funciones y responsabilidades, y se hayan escandalizado por su temperamento, lo que se requiere a futuro es más Estado para que le brinde al próximo secretario de Comercio mayores y mejores herramientas para combatir a los poderosos intereses económicos y corporativos que no solamente demonizaron a Moreno hasta niveles ridículos; lo que no quieren es que exista una Secretaría de Comercio Interior. La defensa de los intereses populares tendrá efecto cuando se logre comprender que Moreno, con todos los errores que se le pueden adjudicar, desde la Secretaría de Comercio siempre estuvo del lado de la defensa de los intereses populares. Infonews

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