lunes, 8 de abril de 2013
LOS MEDIOS Y LA ANTIPOLITICA
Los medios y la inundación: miserias de la antipolítica
Por Demetrio Iramain
Llama una oyente a un programa de radio matinal, muy escuchado por los taxistas de la ciudad de Buenos Aires, y dice que está muy bien la solidaridad de la gente hacia los inundados, pero que en verdad la asistencia debiera correr por cuenta de los gobernantes, que para eso los ciudadanos pagan sus impuestos.
Respuesta del conductor del programa: eso es imposible, porque con el dinero de la recaudación pública se contrata a militantes de La Cámpora para que trabajen en áreas sensibles del Estado, garantizando el control del kirchnerismo sobre todas sus dependencias. Miserable, obvia, rudimentaria operación, aunque ¿ineficaz? ¿Se preguntarán el tachero y el pasajero que llega tarde a su trabajo, qué tendrá que ver eso con el mensaje de la oyente?
Palabras más, palabras menos, todos los comentaristas que ya sabemos dan vueltas sobre un mismo concepto: la política fracasó porque los dirigentes se pelean entre sí. La gente está en el medio de una disputa que en el fondo es estéril porque no resuelve la inmediatez de una inundación. El Estado volvió a fallar. Lo de siempre: volantazo de última hora, soberbia en el ejercicio del poder, ineficiencia. ¿Cuántos pluviales se podrían destapar con la plata de Aerolíneas? Junto con la cifra de víctimas fatales que empieza a crecer a medida que baja el agua, suben también las miserias de la antipolítica. Atención: por ese atajo de hartazgo e infortunio se llega demasiado rápido y fácil al saqueo, al fracaso social, a la degradación colectiva. ¿De dónde sacó sus dólares Kicillof para viajar a Uruguay un fin de semana largo? Que lo tiren al río delante de su mujer e hijos menores, viejo.
Sin embargo, lo que la política no remedia, minga que lo van a solucionar sus detractores. El problema no es la política, sino su negación. No es verdad que la inmediata solidaridad de la población para con las víctimas de la tragedia prueba el quebranto de la política: es al revés. Es su hija dilecta. Documenta la cohesión social comunitaria que subyace bajo el permanente discurso hegemónico, y que busca fragmentar el cuerpo social, para doblegarlo, para continuar ejerciendo la dominación de las viejas clases dueñas de todo.
¿Quién dijo aquello de “la solidaridad es la ternura de los pueblos”? Tiene razón. No hay revolución posible sin ella.
Desde luego, no hacía falta que Mauricio Macri sobreactuara su pedido de perdón por su viaje a Trancoso, simulando ser un hombre esforzado por su trabajo. Esa imagen proyectada por él mismo en un espejo lustrado por TN e ideado por Jaime Durán Barba, no concuerda, no sólo con su condición social y política, sino con el perfil que votó su clientela. Es dudoso que los votantes de PRO quieran como Jefe de Gobierno a un “servidor público” que se tome unas merecidas minivacaciones en las playas de un país limítrofe. Nada hay más ajeno en la vida y la actuación política de Macri que el esfuerzo. Al multiempresario le sienta mejor el discurso xenófobo que empleó cuando la toma del Parque Indoamericano, en diciembre de 2010. Cuando Macri le echó la culpa a “la inmigración descontrolada” también lo hacía en base a sondeos de opinión e imagen pública.
Son esas miserias de la antipolítica vistas del lado del revés las que obligaron al intendente Pablo Bruera a disimular su estadía en Río de Janeiro con un mensaje a medio camino entre la mentira y no toda la verdad. Tampoco hacía falta.
Lo importante no es la escapada de Macri a Brasil, sino que su mayor política de Estado en una ciudad que desborda de agua cada vez que llueve fuerte, que mantiene sectores al sur de la avenida Caseros, entre el Riachuelo y la avenida Eva Perón absolutamente deprimidos, insista en navegar entre agilizar el tránsito y complicarlo con la carrera del TC 2000. Y eso que esta vez el desborde mayor se produjo en barrios humildes pero de la zona norte.
Ningún funcionario ha de querer que la ciudad bajo su jurisdicción se inunde. Ni siquiera Horacio Rodríguez Larreta. Lo determinante, lo que define a un proyecto político, lo que jamás igualará a unos y otros, es que mientras Bruera pone a disposición de las Madres de Plaza de Mayo el Pasaje Dardo Rocha para su Congreso de Salud Mental y Derechos Humanos, Macri abre gentilmente las puertas del teatro Colón a los pensadores de la derecha iberoamericana.
Ahora que bajaron las aguas, y se contaron los muertos, surge con claridad otro problema, colateral a la inundación, y que nunca se había ido del todo, pero que bajo ciertas condiciones regresa con fuerza: la importancia concluyente que la sociedad todavía hoy le asigna a una de las mediaciones de la política: los medios de comunicación. Encarar ese problema, ese hiato en la conciencia colectiva de los argentinos, es sin dudas menos perentorio que socorrer a las víctimas del tormentón, pero es también urgente. En situaciones de crisis o catástrofe, los medios deben dar un servicio a la sociedad, no ahondarla en la oscuridad.
Quien creía que todos los argentinos ya sabíamos que los medios no son la política, sino, apenas, una de sus aproximaciones, descubrirá ahora el camino que aún falta recorrer.
La política es gestionar, resolver, transformar, sí, pero también, y esencialmente, pujar entre dos o más proyectos de país antagónicos, entre dos o más visiones del mundo que pueden ser opuestas, y que sólo la política podrá volver complementarias, cuando las contradicciones propias, naturales, intrínsecas a nuestras sociedades del conflicto alcancen nuevas síntesis.
La derecha lo sabe. Entiende bien y mejor que muchos de sus oponentes, cuál es la contradicción principal, y cuáles son las secundarias. Por eso asistimos estos días a una deliberada operación: desgastar al gobierno nacional, cargar las tintas en la antipolítica, darle manija a la indignación, sumar descrédito. No importa si en la volteada caen dos de sus últimas apuestas políticas: Macri y Daniel Scioli. El problema mayor es Cristina. Ahí apuntarán con énfasis en los próximos días.
Que nadie se confunda: la solución concreta de los problemas más urgentes de la población, sí, pero la política también. Siempre. Cuánta falta hace la plena aplicación de la Ley de Medios y la profundización de una batalla que excede largamente al Grupo Clarín. ¡Es cultural!
Como dijo el pasado martes 2 de abril la presidenta Cristina, la “colonización cultural tal vez no sea tan visible, pero es tanto o más mortífera”. Con el lamentable relato mediático que acompaña estos días el drama de la inundación se notó.
Diario Registrado
GB
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