domingo, 28 de abril de 2013
La década ganada Las convicciones y los sueños
LEEMOS EN TELAM
El 27 de abril de 2003 se produjo uno de esos acontecimientos que dan inicio a una nueva era política: el kirchnerismo. Una nueva versión de ese fenómeno tan argentino y latinoamericano que es el peronismo.
Si quienes hoy viven azorados hubieran estado un poco más atentos hace una década, podrían haberse ahorrado unos cuantos disgustos, porque el kirchnerismo, a diferencia de los gobiernos que lo antecedieron, anunció desde un principio que iba a hacer todo lo que después terminó haciendo. Los libros de historia tergiversan, subjetivan. YouTube no. Y ahí están casi todos los discursos de Néstor Kirchner desde el 2003 en adelante para dar fe de que el hombre avisó. Y el que avisa, ya sabemos, no traiciona.
En todo caso, ahora el kirchnerismo va por lo que queda y no por “el todo”, porque “el todo” era el 25% de desocupados y el 50% de pobres que había en 2003, cuando Néstor asumió la presidencia con un 22% de los votos: el volumen de legitimidad popular más débil que cualquier presidente democrático haya tenido en la historia argentina. Ver Infografía "La década ganada" con indicadores sociales y económicos.
Volviendo a aquel 2003, nadie mejor que Ernesto Laclau para describir como fueron aquellos primeros años: “A partir de la crisis de 2001, en la Argentina se vivió una enorme expansión horizontal de la crisis social (las fábricas recuperadas, los piqueteros). Con el ascenso del kirchnerismo al poder, lo que se dio fue la articulación de esa expansión horizontal con una influencia vertical de estos nuevos grupos en el sistema político.” (Diario Página 12, 04/11/11).
El resultado de lo que describe Laclau es la incorporación a la participación política real de aquellos sectores que, antes del kirchnerismo, estaban ajenos a la partidocracia que desde la recuperación democrática sostenía una representación oligopólica de la voluntad popular.
Allí reside el puntapié inicial de la transformación social que practicó el kirchnerismo, basada en una ampliación de derechos civiles y sociales para las clases populares únicamente equiparable con lo sucedido durante el período peronista clásico. Y si las comparaciones son odiosas, el kirchnerismo lo es todavía más. Eso explica la resistencia que el proyecto político de Néstor y Cristina Kirchner encontró en aquellos sectores de derecha recalcitrante que no están –porque nunca estuvieron- dispuestos a ceder ninguno de sus privilegios.
El impulso al revisionismo jurídico en materia de crímenes de lesa humanidad; la independencia económica vía expulsión del FMI; la soberanía política haciendo pito catalán a las corporaciones mediáticas, y la justicia social reload, fueron las cartas de presentación de Néstor Kirchner a través de medidas de gobierno concretas.
A esos trazos gruesos en la política interior, el kirchnerismo le sumó el regreso de la Argentina a un latinoamericanismo puro y duro digno de otros tiempos, digamos, para no entrar en una comparación que le sume nuevos odios (aunque intuimos que José Carlos Mariátegui habrá admirado a Néstor Kirchner desde el lugar en el que se encuentra). El proyecto del ALCA, Área de Libre Comercio de las Américas, puede dar fe de esto desde su descanso eterno en algún lugar del cementerio de Mar del Plata.
Los cuatro años y medio que siguieron a aquel 27 de abril de 2003 sentaron las bases para la creación de un nuevo país, que gracias a la profundización impulsada por Cristina hoy exhibe una realidad económica y social diametralmente opuesta a la que existía entonces. Esto es indiscutible, no hay zócalo que lo cuestione: basta con mirar las infografías que acompañan esta columna para creer o reventar.
En definitiva, a diez años de su aparición decisiva en la arena política nacional, Néstor Kirchner hoy es –papel que va a la parrilla más, papel que va a la parrilla menos- un prócer para la inmensa mayoría de los argentinos.
GB
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