domingo, 28 de abril de 2013
LEONARDO BOFF OPINA SOBRE EL PAPA FRANCISCO
Entrevista al teólogo brasileño Leonardo Boff
"La vida de Francisco puede correr riesgo"
Para Boff, el Papa argentino deberá enfrentar mafias peligrosas si quiere desmontar el sistema corrupto enquistado.
Por Alberto López Girondo
Con la renuncia de Joseph Ratzinger, el nombre de Leonardo Boff volvió a las primeras planas. Nacido Genésio Darci Boff, este franciscano oriundo del sur del Brasil, había tenido sus controversias cuando el alemán dirigía la Congregación para la Doctrina de la Fe en el papado de Juan Pablo II, al punto que lo obligó a dejar los hábitos. Con Benedicto XVI renunciante, la palabra de Boff volvía a tener vigencia. Mucho más cuando un latinoamericano era llamado a sucederlo, y eligió el nombre de Francisco. Más que un nombre, "un proyecto de Iglesia".
De visita en Buenos Aires para presentar un libro que prologó a su amiga Clelia Luro, Boff habló de este nuevo modelo que inauguró Jorge Bergoglio en Roma y cuenta por qué, si bien intenta minimizar la posibilidad, no descarta que el Papa argentino corra peligro a medida que avance en los cambios que necesariamente la dos veces milenaria institución debe concretar. "Donde hay poder no hay amor", recuerda en esta entrevista con Tiempo Argentino.
"Yo creo que, para un teólogo, lo más importante de Francisco fue que se presentó como obispo de Roma y no como Papa, y con eso recupera el primer milenio de la Iglesia Católica, cuando la Iglesia de Roma se presentaba como la primera entre otras, primus inter pares, la primera entre otras iguales, con la función de coordinar en el amor. El Papa dice 'Yo quiero gobernar en la caridad', un cambio radical, porque hasta ahora la tradición del segundo milenio es gobernar con el derecho canónico, con el poder absoluto, binario, inmediato, tal que si uno borra la palabra Papa y pone en su lugar Dios, la frase funciona igual. Eso es algo muy arrogante", explica para abrir el juego.
–¿Cuándo empezaría ese segundo milenio de la Iglesia?
–El punto de gran viraje fue en 1077 con el Papa Gregorio VII, que escribió un documento que llamó Dictatus Papae, la dictadura del Papa. Son 33 proposiciones donde dice que el Papa tiene los dos poderes, uno espiritual sobre la Iglesia y otro temporal sobre las personas. Ahí fue que se creó la Iglesia como imperio, como sociedad perfecta, con el agregado posterior del derecho canónico, y eso perduró hasta el Concilio Vaticano II. De esa sociedad de hermanos se pasó a la Iglesia como sociedad jerarquizada.
–¿Cómo influye en eso la caída del imperio romano?
–Tiene que ver con el vacío de poder que se creó con la ruptura del imperio romano. Nadie garantizaba a nadie y el Papa era la única figura moral. El primer viraje fue con León Magno, 415, cuando los bárbaros están a las puertas de Roma.
–…y él negocia con Atila.
–...para lo cual asume el título de Papa, que era un título de los emperadores romanos. León asume también esa pequeña capa, la muceta, esa capa que es el símbolo del poder imperial total al que de entrada renunció a vestir Francisco. Fue una coyuntura histórica, hay que entenderlo así. Al negociar con Atila empezó esa visión más política, pero no todavía jurídica. Con Gregorio VII, ahí es política pura y el gran viraje de la Iglesia romana está en 1077.
–Pero a los pocos años, hacia 1200, aparece Francisco de Asís...
–Francisco de Asís vive exactamente bajo Inocencio III, que fue el Papa más poderoso de la Iglesia, porque hasta Rusia estaba sometida a su dominio. Hay que entenderlo dialécticamente, frente a una Iglesia de puro poder, gloria y fasto viene un movimiento pauperista, que son muchos: los valdenses o pobres de Lyon, los dominicos, los franciscanos, que quieren un Evangelio sin poder, hablando la lengua del pueblo y siguiendo la escritura sin glosa, sin comentarios. Y no preguntan a Roma, San Francisco pide solamente seguir el Evangelio y ahí comienza esta dialéctica que se da hasta la Reforma, que enfrenta a una Iglesia de poder que no le ha hecho nada bien, porque la ha secularizado, no ha creado estructuras de santidad sino que facilitó crear el gran proyecto de colonización, que era político, militar y religioso.
–¿Colonización a nombre de quién?
–A nombre de la burguesía renacentista. Hay dos cartas de Alejandro VI (Rodrigo Borgia), una al rey de España y otra al de Portugal, en las que divide el mundo mitad para cada país. Pueden dominar, matar, conquistar, someter y apropiarse a todos los que no son cristianos, les dice. Y ellos vienen con ese mandato. El proyecto de expansión europea es un proyecto único Iglesia-burguesía-Estado-reyes-misioneros. El efecto es la destrucción masiva de las culturas locales en América Latina, África, Asia. Ese proyecto del matrimonio entre poder civil y poder religioso es un matrimonio incestuoso porque no facilita la divulgación del Evangelio. Yo creo que el último paso de ese pacto es Benedicto XVI.
–Usted dijo hace poco que Ratzinger se fue porque se dio cuenta de que ya no tenía fuerzas para imponer el modelo de Iglesia que pretendía.
–Creo que hay varias razones. Una más subjetiva y personal, que era recristianizar Europa para, desde allí, irradiar al mundo; no resultó. A los europeos ya no les interesa el cristianismo, lo tiene a sus espaldas. Los ayudó a crear la cultura, las naciones, pero no es una fuente de inspiración, lo consideran muy medieval, muy antimoderno, no tiene democracia ni Derechos Humanos. Lo otro es que su proyecto de Iglesia –que yo lo escuché en clases con él, pero tiene su origen en San Agustín– también fracasó. Él piensa que todos los seres nacen en pecado original por la relación sexual que transmite la vida, por lo cual toda la humanidad está condenada. Pero Dios tiene piedad y pone una célula a partir de la cual todo se puede salvar. Esa célula que es como una pequeña iglesia.
–Pero esa célula está totalmente podrida.
–Ahí está el problema, que el Papa se da cuenta de que esa célula está llena de ladrones, de homofóbicos, pederastas, el Banco Vaticano y todo eso. Ve que había un cáncer con metástasis en el cuerpo eclesial de la curia y que físicamente no tenía fuerzas. Ahí yo vi su dimensión ética, su gran humildad de crear espacio para que venga otro y, a la vez, dar una bofetada a la curia romana. Deja un relatorio de 300 páginas sobre todo lo que ocurre y otro vendrá con más fuerza a curar eso.
–Bergoglio viene de ese territorio colonizado.
–Del fin del mundo, como dijo.
–Pero no cualquier fin del mundo, porque él es jesuita. Usted nació en Santa Catarina, muy cerca de donde estuvo asentado el proyecto más grandioso de los jesuitas, sabe de qué hablo.
–No hay que olvidar que el Papa y el emperador trabajaban juntos y aquí, en las misiones jesuíticas, se había creado un Estado, incluso con comercio internacional, porque exportaban, bajo una visión socialista. Como será que (Charles) Fourier y (Henry de) Saint Simon dicen que los padres del socialismo fueron los padres jesuitas, porque aquí se ha practicado el comunismo originario, y eso tenía que ser eliminado porque era un poder totalmente alternativo a la Iglesia y al Estado.
–¿Cómo puede haber pesado esa experiencia en los cardenales?
–Pienso más bien que ellos estaban tan humillados o tan desmoralizados personalmente que nadie quería asumir el desafío. "Vamos a llamar a alguien fuera de ese manejo que no tiene nada que ver y que tiene la disciplina de un jesuita y la ternura de un franciscano", habrán dicho, y creo que es él la persona adecuada para rescatar a la Iglesia. La misión de Francisco es restaurar una Iglesia que está en ruinas, como le pasó a la de Asís.
–Usted dijo que la Iglesia del segundo milenio termina con el Concilio Vaticano II, pero eso fue hace 50 años y desde entonces la curia hizo todo lo posible por eliminar cualquier sombra de avance, incluso mediante la expulsión de centenares de curas tercermundistas.
–Creo que esta es la oportunidad de aplicar el Concilio Vaticano II, que había creado dos instancias de gobernabilidad que luego se desecharon. Francisco ha nombrado ya a ocho obispos de varios continentes y creo que va a resucitar la figura del Sínodo de Obispos con un papel de colegiatura. Por otro lado, en 50 años cambiaron tantas cosas, en la geopolítica, la globalización, los medios sociales que es una red inmensa. Se necesita un nuevo concilio y yo espero que sea un concilio de la cristiandad, no de la Iglesia Católica. Porque tenemos que enfrentar el tercer milenio con la humanidad unificada. El fenómeno cristiano tiene que estar junto con el fenómeno budista, el fenómeno hinduista, el fenómeno judío, el fenómeno islámico, porque juntos pueden alcanzar una dimensión espiritual de la humanidad, más allá de las diferencias. Espero que haga eso y en forma urgente.
–¿Sigue viva la Teología de la Liberación?
–Sigue viva porque nació escuchando el grito del oprimido, del pobre, de la mujer, de los afrodescendientes. Contra la opresión, liberación. La pregunta nuestra es cómo usar el potencial espiritual que tiene el cristianismo para salir de la pobreza y de la miseria, no en el sentido de la filantropía sino reforzando la conciencia para que se organicen y creen movimientos de liberación. Nosotros partimos de las comunidades de base, la Pastoral Social del sin tierra, del sin techo. Como los pobres siguen creciendo en el mundo, esa teología sigue vigente. Siempre que hay un Foro Social Mundial, una semana antes se hace el Foro Mundial de la Teología de la Liberación, nunca van menos de 4000 personas de todo el mundo. Y a partir de los '80, nos dimos cuenta de que no sólo los pobres gritan, la tierra grita, los bosques gritan, entonces nació la Ecoteología de la Liberación. Ahora no tiene tanta visibilidad porque no aparecen tanto las polémicas.
–Pero, por ejemplo, en Brasil la llegada de un metalúrgico a la presidencia y luego de una mujer no se explican sin esos movimientos de base cristianos, ¿o no?
–Es un fenómeno nuevo, incluso en Latinoamérica después de la caída de las dictaduras. Es otro tipo de democracia, que no es solamente la que representa a la burguesía, son democracias participativas de cuño popular que por detrás tienen redes inmensas de movimientos sociales que reivindican y presionan. Y los presidentes vienen de esa trayectoria y hacen políticas para ese sector. El primero de todos fue Lula, y él lo dice siempre, que los principales protagonistas no fueron la izquierda que estaba en el exilio, ni los sindicatos que eran perseguidos por la policía, fue la inmensa red de comunidades de base, la Iglesia de la Liberación, la Iglesia de Dom Helder Cámara, que ha sustentado al PT, que ha fundado al PT como un instrumento político para avanzar en los derechos. Eso está en la raíz en todas las democracias de América Latina que tienen políticas más populares y la base social que sustenta esas democracias es realmente el pueblo organizado.
–¿Cómo pueden influir en los pasos de Francisco los poderes fácticos, el establishment mundial, por así decirlo?
–Yo creo que él ha dado muestras de que su deseo es crear una Iglesia pobre para los pobres. A mi juicio, va a hacer un desplazamiento de la Iglesia para la humanidad, el planeta Tierra, el sistema de vida, que están grandemente amenazados. El problema central no es qué futuro tiene la Iglesia sino qué futuro tiene la humanidad y cómo las iglesias pueden ayudar a pensar ese futuro. La geopolítica supone una especie de gobernabilidad global del planeta que no existe, lo que existe es el imperio americano. Y creo que Francisco tiene lucidez para escaparse de un alineamiento de los intereses de los pudientes del mundo, porque va a intentar hablar desde las víctimas, desde los pobres.
–Pero va a tener que oponerse a un status quo. Y no sería la primera vez que eliminan a un Papa...
–Cuando hay concentración alta de poder, siempre aparece un antipoder que intenta disputar. Cuando son poderes muy concentrados, se utilizan todos los medios, se transforman en un poder maquiavélico, donde se utiliza la corrupción, o incluso la eliminación física. La última versión que circula y que Pérez Esquivel nos comunicó recién es que Ratzinger estaba amenazado de muerte y, para escaparse de eso, renunció.
–¿Amenazado por quiénes?
–Por un grupo de la mafia que está metido en el Banco Vaticano, lavado de dinero y cardenales que les daban la cobertura. El Papa ya adelantó que la Iglesia no tiene necesidad de tener un banco, puede acudir a bancos éticos, que hay muchos. Eso sería desmontar el sistema y sería la medida más directa y más indolora.
–¿No corre riesgo su vida, entonces? Si lo amenazaron a Ratzinger…
–Yo creo que no se debe excluir esa posibilidad, porque sabemos que Juan Pablo I discutió con los cardenales la eventualidad de salir del Vaticano para tener una vida más sencilla y dos días después apareció muerto. No es imposible, pero él ha tomado medidas muy sabias. Abandonó el Palacio Vaticano, vive en la casa Santa Marta, come en conjunto con los demás.
–O sea que eso no sería sólo una medida de austeridad...
–Come con otros; si va a morir, mueren 30 o 40 con él. Pero deberá cuidarse. «
Clelia Luro: el amor más fuerte
Jerónimo Podestá fue obispo de Avellaneda y cuando tuvo que elegir entre su amor por una mujer y una institución no dudó y se fue a vivir con Clelia Luro, en 1967. Murió en 2000. Ahora Clelia presenta la última edición de sus cartas con el subtítulo Testimonio de 50 años de lucha política y eclesial.
“La historia del libro se terminó en el '72 pero cuando murió Perón, Granica, que tenía los derechos, tuvo miedo y exportó tres ediciones a España. Cuando volvimos del exilio le preguntamos qué había pasado y nos dijo que había quemado los libros porque allá estaba Franco. Ahora lo actualizamos y puse cartas entre nosotros en el exilio y cartas a otras personas. Hay cartas a los presidentes, cartas políticas, una carta que le mandé a Hugo Chávez, otra al director de La Nación hablándole de la libertad de prensa, a Maradona cuando estaba en el problema de la droga y también a Bergoglio, que fue el único que cuando murió Jerónimo le llevó al sanatorio la unción de los enfermos.
Un nombre que lo salvó de la dictadura
–¿Por qué Leonardo?
– Me pusieron así cuando ingresé en la orden, por San Leonardo de Port Mauricio, un santo muy curioso del siglo XVII, misionero, que se ponía semidesnudo y se autoflagelaba y convocaba a todo el pueblo a las lágrimas y así confesar. Pude haber vuelto a mi nombre original, pero para mí fue muy útil en tiempos de la represión incluso en Argentina, porque cuando vine en el '77 buscaban al autor de Jesucristo Liberador. Yo era Genesio Darci Boff, a Leonardo Boff ni lo conocía (risas) sería otra persona. En Uruguay me tuvieron que acompañar una vez hasta adentro de un avión porque un guardia se había dado cuenta de que era la misma persona. Eran tiempos en que, cuando agarraban a un teólogo de la Liberación, lo torturaban y lo mataban, era muy peligrosa la vida entonces.
27/04/13 Tiempo Argentino
gb
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