domingo, 28 de abril de 2013
MACRI DIO LA ORDEN
La represión en el Borda
Macri dio la orden
El equipo de analistas de campaña de Mauricio Macri, tras evaluar que la Argentina vive un alto grado de conflictividad, aconsejó al jefe de Gobierno porteño dar una clara señal de su proyecto político, que no es para 2015 sino para lo que ellos consideran “la falta de respuesta del Estado” a las protestas y demandas sociales. Macri dirigió personalmente el operativo de represión en contacto con el jefe de la Policía Metropolitana, un ex comisario de la Federal exonerado por Nilda Garré. “Macri habla directamente con (Horacio) Giménez. (Guillermo) Montenegro (ministro de Seguridad y Justicia) está pintado”, dijo a Miradas al Sur un dirigente de la pata peronista del PRO.
En un gesto tan temerario como autoritario, los efectivos de choque de la Metropolitana fueron sin orden judicial ni acompañados por un fiscal; ni siquiera con una orden administrativa de un ministerio. Entraron de madrugada, violando derechos constitucionales, y durante horas reprimieron a representantes gremiales, médicos, enfermeros, pacientes, artistas y periodistas. Para Clarín no fue como la tapa sobre los asesinatos de Kosteki y Santillán: “La crisis causó dos muertos”. Esta vez el título fue: “Graves incidentes en el Borda con 36 heridos”. La bajada consignaba: “La Metropolitana chocó con manifestantes contrarios a la obra del Centro Cívico”. De represión, ni una palabra.
Artistas, locos y criminales
Por Eduardo Anguita
eanguita@miradasalsur.com
Mucho calor. Mucha tensión. En la madrugada del viernes 26, en silencio, se concentraban decenas de patrulleros y camiones de transporte de las fuerzas de choque de la Policía Metropolitana. La cita: Amancio Alcorta al 2500, frente al Tomás Ducó, el Palacio, el estadio de Huracán. En el Ducó, exactamente ocho días antes, había entrado una cantidad de barrabravas para apretar jugadores y al mismísimo técnico Juan Manuel Llop, que días después daba un paso al costado. Aquel día, en el vestuario, varios habían avisado al 911. Sin embargo, ninguna comisión policial se presentaba. Curioso. Esta madrugada, de calor y tensión, no había jugadores y Amancio Alcorta estaba atestada de policías armados hasta los dientes. La avenida estaba cortada. No pasaban los camiones. No estaban las chicas ni las travestis llegadas desde la villa Zabaleta que se hacen unos pesos dándoles un poco de compañía a los camioneros. Desde ya, se habían rajado los paqueros que a veces duermen, entre cartones, bajo las zonas techadas del Ducó.
Las órdenes provenían del mismísimo jefe de Gobierno. Mauricio Macri supervisaba personalmente las operaciones y se las comunicaba directamente al jefe de la Metropolitana, Horacio Giménez, un ex comisario de la Federal exonerado después de la llegada de Nilda Garré al Ministerio de Seguridad. “Macri habla directamente con Giménez –confió un dirigente de la pata peronista del PRO a este cronista–. (Guillermo) Montenegro (ministro de Seguridad y Justicia) está pintado.”
El plan era simple y eficaz: desplazarse sin hacer ruidos por Amancio Alcorta hasta Perdriel y meterse con sigilo a los terrenos del Hospital Borda con topadoras y barrer en pocos minutos el Taller Protegido de Rehabilitación número 19. “Copiado” dijo el oficial de Infantería a cargo de los efectivos, que llevaban al frente efectivos con armas cortas, escopetas con balas de gomas y también munición de posta. Las primeras, en la jerga de la Metropolitana y todas las policías bravas, son para disuadir. Para calmar sus culpas, los instructores les aclaran que, salvo excepciones, las balas de goma no matan a nadie. Las de posta, en cambio, son para matar. A los fierreros fanáticos, que abundan en las tropas de asalto policial, también les gusta el brenneke, esa munición que es escupida por esas mismas escopetas 12.70. El brenneke es un plomazo capaz de matar a un chancho salvaje o desparramar las tripas de algún violento muy díscolo.
Digresión necesaria. Maximiliano Kosteki y Darío Santillán fueron asesinados con cartuchos de posta (plomo) escupidos por las temibles Itaka 12.70. Bien lo demostraron los abogados querellantes y los testigos de la masacre de Avellaneda aquel 26 de junio de 2002. Bien lo supo el reportero gráfico Pepe Mateos, que pudo retratar para Clarín aquel crimen. Claro, al día siguiente, por el matrimonio entre Clarín y el presidente Eduardo Duhalde, el título del matutino fue “La crisis causó dos muertos”. Para los editores de ese diario no se trataba de una ratonera criminal para disciplinar al pueblo sino un resultado natural. Los piqueteros morían por la crisis. Eran matados por segunda vez.
“Copiado”, repitió el jefe del operativo a diez minutos de dejar despoblado el Ducó y estar frente al Borda por Perdriel. Su jefe le había aclarado que no iba con orden de juez alguno, ni acompañado por fiscal alguno ni llevaba la orden administrativa de ministro alguno. “Esta es la orden” le había transmitido el jefe de la Metropolitana. Además de las topadoras, sabiendo lo que venía, habían acordonado a unas cuantas ambulancias del SAME. Los médicos y enfermeros estaban más que nerviosos. No sabían lo que pasaba, pero la mayoría conocían vagamente el conflicto. Sucintamente: unos meses antes, la Legislatura porteña había logrado los votos para que la venta del Mercado del Plata sirviera de base para la instalación de la nueva sede del Gobierno de la Ciudad. Centro Cívico decidió bautizarlo Macri y la decisión era instalarlo en el corazón de Barracas, donde sus inversores habían tenido la astucia de comprar barato todos los edificios y terrenos lindantes. Pero hay algo más. Inquietante. La sede del gobierno tenía que instalarse sobre el Borda demolido. Una vieja tradición indica que los edificios –a veces religiosos, a veces políticos, a veces las dos cosas– emblemáticos de los vencedores tienen que estar sobre las ruinas de los edificios de los vencidos. Los Reyes Católicos y sus inquisidores destruían sinagogas y mezquitas para erigir iglesias. Macri había elegido, el jueves a la noche, en medio del clima político que consideraba propicio, enviar a sus fuerzas especiales a tirar abajo al taller protegido de rehabilitación psiquiátrica número 19. El lugar de “los violentos” como los mencionó decenas de veces Macri el viernes a la tarde en una conferencia donde se mostraba con la frialdad del perturbado.
La represión encontró resistencia. Eran los maestros, los enfermeros, los que reciben apoyo y contención. Era ese tejido de la sociedad que no le tiene miedo a la locura porque sabe que los locos no son los otros ni hay que extirparla. Los nazis se ensañaban con los gitanos, los homosexuales y los locos. No sólo con los judíos y los comunistas. Las balas de goma y las topadoras quisieron terminar con algo notable. Todavía está en la web lo que ofrecen los violentos del taller protegido número 19. Vean qué violento: “Procedimiento de Ingreso: 1) El paciente debe ser derivado por el profesional tratante, quien continúa a cargo de la asistencia del mismo. 2) El postulante tiene que concurrir a la Institución (Suárez 2215, Dirección de Rehabilitación. L a V de 8 a 12 hs) para retirar los Formularios de Derivación: Ficha Médica, Ficha Social y Ficha de Control de tratamiento. Con la entrega de los Formularios se le comunica día y hora para la entrevista. 3) Ese día el postulante deberá presentarse con los formularios completos y, en lo posible, con un familiar o persona responsable. 4) La Entrevista de Admisión se orienta a la evaluación del paciente, con el fin de estimar sus posibilidades para acceder a este tratamiento de rehabilitación En la misma se tiene en cuenta: diagnóstico, historia de la enfermedad, estado actual, pronóstico, tipo de tratamiento, antecedentes laborales, educacionales y situación familiar. 5) Si el paciente es admitido, ingresa al Taller de Adaptación y Orientación. En caso contrario se le brinda la información pertinente a sus necesidades actuales”.
“Copiado” repetía el jefe del operativo mientras las topadoras avanzaban sobre los edificios que albergan los legajos, las evaluaciones de los médicos, las pinturas de los pacientes, las comidas para el almuerzo de ese viernes 26. Junto a los resistentes, había periodistas, reporteros gráficos y camarógrafos que registraban, con oficio certero, la violenta represión. Pepe Mateos, el mismo que casi 11 años atrás registraba la masacre de Avellaneda, se adelantó para tomar posición y registrar cómo las topadoras hacían lo suyo. Recibió una bala de goma en la pera. Al lado suyo, también cámara en mano, avanzaba su colega de La Nación, Ricardo Plistupluk, que recibía balas de goma en el pecho. Este cronista habló largo rato ese viernes por la tarde con Mateos y le decía algo curioso: “Las balas de goma son raras. Al principio no sentís nada. Ricardo no se daba cuenta de que le habían tirado”. Poco después, unos grandotes con uniforme de combate reducían a Mateos. Quizás algunos de ellos o sus jefes supieran quién es Mateos. Quizá no les importe un pito. Pero varios de la Metropolitana son exonerados de la Bonaerense, precisamente eyectados después de la masacre de Avellaneda. Esos que lo redujeron no tenían ni idea de quién era el reducido. Pero la reducción incluyó que la cabeza de Mateos diera contra el piso y tuviera que quedarse durante ese día “en observación”. En el momento que lo tenían en el piso, por supuesto, le sacaron la cámara y lo esposaron por atrás. “Aflojame las esposas”, pidió. Al rato, alguien se ocupó de que así fuera. Sin esposas, llamó al diario. Lo llamaron a Montenegro, el que está pintado para las órdenes, según dicen alrededor de Macri.
Mateos fue liberado. Por la noche, cuando le preguntaron por Mateos a Macri contestó cualquier cosa. Su acompañante, el pintado Montenegro, aclaró algo. Entre los periodistas que estaban en la conferencia de prensa circulaba con indignación que TN fue el último canal de noticias en dar al aire que a Mateos lo habían golpeado y detenido. Al día siguiente, ayer, Clarín mandó el tema abajo y con tipografía bastante pequeña. El título no era “La crisis causó dos muertos”. Esta vez fue “Graves incidentes en el Borda, con 36 heridos”. De Mateos ni noticia. La bajada, magnífica locura, decía: “La Metropolitana chocó con manifestantes contrarios a la obra del Centro Cívico”.
28/04/13 Miradas al Sur
POR QUE LA METROPOLITANA ES INCAPAZ DE MANEJAR CONFLICTOS SIN ABRIR FUEGO Y REPRIMIR BRUTALMENTE
Con la marca de nacimiento de la Federal
Sin respetar ninguna de las doctrinas de control sin violencia, amiga de la bala de plomo, incompetente hasta en cómo formarse frente a una protesta, la flamante fuerza acumula muertos y heridos en apenas treinta meses.
Por Raúl Kollmann
En dos años y unos pocos meses, la Policía Metropolitana intervino sólo en cuatro conflictos: el Parque Indoamericano, el Parque Centenario, la Sala Alberdi del Teatro San Martín y el Borda. En los cuatro casos hubo heridos y en el Parque Indoamericano muertos, con imputación concreta por doble homicidio contra un jefe y 33 efectivos de la Metropolitana que integraban el grupo del que salieron los disparos con postas de plomo, que mataron a Bernardo Salgueiro y Rosemary Chura Puña e hirieron a cinco personas más. Ninguna de las víctimas estaba enfrentando a nadie, sino que eran vecinos que se iban del parque. Hay dos razones de fondo de la simultaneidad entre acción de la Metropolitana y muertos o heridos en los cuatro casos. La primera es que el núcleo central de cuadros de la Metropolitana son los 900 que ingresaron en el primer año reclutados por Jorge “El Fino” Palacios. Provenían de la Federal y de una tradición de Rambos. La segunda razón es que los jefes e integrantes de la Metropolitana tienen una gran autonomía: no aparecen los funcionarios del gobierno porteño en la escena de los hechos y las órdenes son abiertas, con margen a los policías para que actúen según su criterio. Por eso, los que el viernes portaban las escopetas aparecían muy adelante de las líneas de la Infantería y no detrás, en la retaguardia, como corresponde.
“El viernes se vio otra vez una policía de derecha”, señaló el ex interventor de la Policía de Seguridad Aeroportuaria y actual legislador de Nuevo Encuentro Marcelo Saín. “Al primer contratiempo, rápido van al uso de la fuerza, a una represión indiscriminada, donde les pegan a todos, se llevan preso a cualquiera. Y, además, avanzaban unos, otros no, disparaban desde cerca. Un verdadero desastre en el que se reflejó otro rasgo de la policía de derecha: dejan hacer a los jefes de uniforme, no hay conducción de los funcionarios políticos.”
De cuatro, cuatro
La jueza Silvia Ramond indagó el lunes al comisionado mayor de la Metropolitana, Ricardo Ferrón, quien orgullosamente le confirmó que él estuvo al frente del grupo sospechado por matar a los dos vecinos del Indoamericano. Su segundo, de apellido Castillo, le dijo a la jueza que dispararon 400 tiros disuasivos, aunque ninguno admite –de acuerdo con la minuciosa investigación que hizo el fiscal Sandro Abraldes– que entre las postas de goma metieron postas de plomo en las escopetas 12.70, las mismas que se vieron el viernes en el Borda. No sólo los muertos del parque tenían en el cuerpo restos de proyectiles de plomo, sino también los cinco heridos. Y los tiros salieron del mismo grupo de metropolitanos en dos lugares distintos: el propio parque y Autopista Cámpora y Castañares. En ambos sitios estaban los comandados por Ferrón. Abraldes acusa a 33 integrantes de la Metropolitana de homicidio en agresión, que es cuando no se puede determinar exactamente quién disparó.
En el conflicto por la Sala Alberdi, del Centro Cultural San Martín, en marzo se presentaron a la Justicia tres heridos con postas de plomo, también víctimas de la Metropolitana. Los médicos judiciales constataron que los proyectiles eran de plomo, rigurosamente prohibidos para cualquier efectivo que participe en un operativo de desalojo o que intervenga frente a una manifestación o concentración. Las postas de goma también pueden ser letales si se disparan desde cerca. Eso lleva a que la norma sea que los escopeteros estén detrás, en la retaguardia.
El desalojo de los vecinos que se oponían al enrejado del Parque Centenario también terminó con heridos. El caso fue de los más grotescos, porque los vecinos no constituían una organización férrea ni agresiva, eran asambleístas que igualmente fueron reprimidos con balas de goma y el saldo fue de cuatro heridos. Con la del viernes, entonces, en dos años y medio son cuatro intervenciones de la Metropolitana en conflictos con manifestantes. Siempre hubo heridos, las escopetas se cargaron con postas de plomo al menos en dos casos; tiraron con balas de goma invariablemente a corta distancia, resultaron apaleados decenas de manifestantes y en los operativos se privilegió la violencia a las modernas normas de intervención que se usan en protestas sociales (ver aparte).
Núcleo duro
El núcleo duro de la Metropolitana son los jefes y oficiales que reclutó El Fino Palacios al principio, todos provenientes de la Federal y con el modelo de la Federal en las venas. Tras los escándalos del propio Palacios y el espía Ciro James, fueron apartados unos 30 o 40 hombres, pero el contingente principal de jefes y oficiales siguió intacto y en el centro de la fuerza. El ADN de la Federal se marcó en décadas. Una fuerza que fue un Estado en sí mismo, que guardaba los antecedentes de toda la población, incluyendo los que nunca habían cometido un delito; la fuerza que emitía los documentos y pasaportes, una prerrogativa que perdieron en estos años y que sólo se explicaba como gigantesco mecanismo de control social. La Federal ejerció durante décadas un fuerte dominio sobre la vida cotidiana –hasta hoy sigue otorgando certificados de domicilio–, la calle y, al mismo tiempo, su influencia se extendió a las bandas, los prostíbulos, la droga y un largo listado de ilícitos.
La característica fundamental siempre fue el autogobierno, el poder de los comisarios, lo que se tradujo en que la Metropolitana la armó el comisario Palacios reclutando a su gente más cercana y cada uno de ellos a su vez convocó a quienes fueron sus oficiales subordinados a lo largo de la última década. Tras el escándalo Palacios hubo un tímido intento de poner una conducción civil, por lo que fue designado Eugenio Burzaco al frente de la Metropolitana. Pero ya por entonces todas las voces indicaban que los comisarios se subordinaban poco y nada, pero que además el gobierno de Mauricio Macri y el ministro Guillermo Montenegro –hijo de un capitán de navío– más bien respaldaba el modelo de que la seguridad es cosa de gente de uniforme. El tema se terminó blanqueando cuando Burzaco dejó el cargo y la fuerza quedó a cargo de la dupla de ex hombres de la Federal: Horacio Giménez y Ricardo Pedace.
Mauricio Macri nunca se apartó un milímetro de Palacios, pese a que se le imputa encubrimiento en el caso AMIA, escuchas telefónicas ilegales y hasta se hizo público un diálogo del Fino con un reducidor de autos y marcador de la banda de secuestradores que mató a Axel Blumberg. El jefe de Gobierno respaldó objetivamente una forma de actuación policial que se tradujo en la Metropolitana. Eso permitió que los privilegios se fueron sumando. Los metropolitanos cobran sueldos que rondan el doble de la Federal y son los únicos exentos de una norma establecida hace años –por Aníbal Ibarra y Jorge Telerman– y que impide que un funcionario porteño que cobra un sueldo pueda, a la vez, cobrar un retiro. O sea, si cobra de la Ciudad debe suspender su retiro. Los integrantes de la Metropolitana, que tienen algún retiro, cobran ambas cosas: sueldo y retiro.
El poder de los comisarios se traduce en autogobierno y dinero.
El modelo
Oficialmente, la Metropolitana ha dicho que tiene tres mil efectivos, de los cuales unos dos mil vienen de la Federal, aunque lo importante es que los cuadros de mando salieron de allí. Es una policía con escasa capacidad, lo que se evidencia en que no cubre las zonas calientes: el sur de la ciudad, las villas. Su actuación se inició en barrios menos conflictivos como Saavedra, Villa Urquiza o Coghlan, y avanzó hacia otros barrios como Chacarita o Villa Crespo, pero la impresión es que para cubrir toda la Ciudad, y sobre todo los sectores conflictivos, hacen falta unos 13.000 hombres, cifra que ni por presupuesto ni por capacidad de formación la Metropolitana puede alcanzar. Aunque se hicieron anuncios de operativos antidrogas en villas, incluyendo un ingreso a la 31, la realidad es que no hay efectivos ni preparados ni especializados para que esos operativos sean exitosos.
Sobre la Infantería, que es la que actuó el viernes, hay versiones cruzadas. Lo que se dice es que la Metropolitana no tiene efectivos suficientes y por lo tanto en la represión del viernes actuaron policías que durante la semana están en un patrullero. La falta de capacidad se traduce rápidamente en recurso a la violencia. El viernes, por ejemplo, la Metropolitana llegó a las siete de la mañana cuando no había manifestantes. Cualquier fuerza organizada pone vallas rodeando el lugar en el que se iba a hacer la demolición. Las vallas justamente evitan los choques, tal como sucede habitualmente frente a la Casa Rosada o el Congreso en días en que hay manifestaciones. Los empleados del Borda ingresaron al predio que querían defender y luego la Metropolitana tuvo que sacarlos, en lo que ya implicaba un contacto cuerpo a cuerpo. Encima algunos efectivos avanzaban, otros retrocedían y los escopeteros terminaron haciendo punta con sus armas. El recurso en el que confiaron fue el de la brutalidad, como ocurría antaño con la Federal. Y la ausencia de conducción civil redondeó todo.
Cuando existe control de los funcionarios de gobierno las instrucciones son precisas: el operativo se debe hacer de tal manera, hasta en los mínimos detalles. Cuando el poder lo tienen los comisarios, las instrucciones son vagas: despeje el área. Esto es lo que ocurrió el viernes. Y no hubo muertos de pura casualidad: el desorden, la falta de diálogo con los manifestantes, la ausencia de autoridad política terminó en que le pegaron palazos y balazos –de cerca– a cualquiera que tuvieran delante.
raulkollmann@hotmail.com
28/04/13 Página|12
El pacto que no firmaron
A fines de marzo de 2011, la ministra de Seguridad Nilda Garré propuso a los 24 distritos del país un protocolo de actuación ante manifestaciones y protesta social. Diecinueve provincias firmaron; tres están evaluando (Corrientes, Córdoba y Santa Fe) y dos decidieron no firmar, Ciudad de Buenos Aires y Neuquén. El texto es categórico y recoge las nuevas técnicas: La intervención de las fuerzas de seguridad será progresiva, empezando por el diálogo con los manifestantes. Los Poderes Eecutivos deben designar un funcionario político responsable de coordinar todas las acciones. Se establecerá claramente la prohibición de usar armas de fuego a todo el personal que tenga contacto directo con los manifestantes. Queda prohibido el uso de pistolas lanzagases. Las postas de goma sólo podrán usarse para fines defensivos, no se pueden usar para dispersar una manifestación. Deben establecerse vallas para salvar la integridad de los que protestan y del personal. No puede haber ni vehículos ni personal sin identificar. Los efectivos deben garantizar la libre cobertura y queda prohibido impedir que se tomen fotografías, imágenes o testimonios.
28/04/13 Página|12
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