lunes, 21 de enero de 2013

EL TRANSPORTE PUBLICO

DOS MODELOS DE TRANSPORTE PÚBLICO EN PUGNA
Ida y vuelta: cambios en marcha
La administración PRO en Capital apuesta por utilizar las tarifas como herramienta para implementar solapadamente dos sistemas desdoblados.

Un punto de acuerdo entre el gobierno y oposición: la necesidad de una urgente reforma del sistema de transporte público. Macri y la sociedad de castas. El silencio de Scioli. La sombra del 2015. Nuevos trenes chinos y dos juicios que por una vez parecen correr fuerte y en la dirección correcta.

Hay pocas cosas en las que todo el espectro político argentino puede coincidir: que el sistema metropolitano de transporte público que recorre y vincula a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el conurbano bonaerense requiere medidas urgentes es una de ellas.

Sin embargo las respuestas no son uniformes a la hora de plantearse los pasos a seguir y, fundamentalmente, cuál debe ser el modelo de una nueva red más moderna, eficiente y segura.

A poco de cumplirse un año de la tragedia de Once, que puso en evidencia la necesidad de encarar de forma urgente con las reformas, las diferencias saltan a la vista: mientras que la Nación avanza con un plan de renovación sin renunciar a la idea mantener los precios bajos para facilitar el acceso de los sectores populares, principales usuarios de transporte público, la administración PRO en Capital apuesta por utilizar las tarifas como herramienta para implementar solapadamente dos sistemas desdoblados: uno caro, cómodo, rápido y subterráneo para ciudadanos de primera que puedan acceder a pasajes carísimos y otro, por arriba de la tierra, para el común de los mortales.

En el medio: una batalla dialéctica y política que prefigura el escenario de 2015. Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri se han elegido hace rato el uno al otro como adversarios políticos.

Cada cual tiene sus razones: al ex presidente de Boca ensayar bravatas con la jefa de Estado lo posiciona como primero entre pares del conglomerado opositor, una ventaja nada despreciable si es que esta vez se anima a dar batalla en el mapa nacional; a la Presidenta, confrontar con el alcalde porteño la ayuda a perfilarse ideológicamente de la forma que a ella le resulta más cómoda.

Además, Macri es (junto con el cordobés José Manuel De la Sota) el único referente con el que puede comparar gestión contra gestión, territorio en el que saca varios cuerpos de ventaja.

Hay (o debería haber) un tercer actor en este drama: el gobernador bonaerense Daniel Scioli que, fiel a su estilo, deja hacer, deja pasar y prefiere evitar cualquier tipo de conflicto. Incluso los que le caben de forma directa, como el horripilante servicio de Ferrobaires entre Buenos Aires y Mar del Plata.

Es lícito que un tema tan importante y que afecta a tantos se ponga en juego en la arena electoral. Sería deseable que los focos de la campaña no distraigan a los responsables de su tarea principal.

Macri decidió a llevar la tarifa del subte a $3,50 y sobrevendrían nuevos aumentos, con topes máximos durante la hora pico: un sinsentido que ignora que la demanda de transporte público es inelástica. La gente debe viajar para ir a trabajar, a la escuela, a realizar cualquiera de sus actividades diarias.

Si el subte comienza a resultar demasiado caro para poder afrontarlo, deberá forzósamente volcarse al tren o al colectivo, como alternativas. Según publicó esta semana a través de twitter el Docente Investigador de la UBA Martín Romeo (@queruzo), los sectores vulnerables en el área metropolitana, casi seis millones de personas, destinan un promedio de 255 pesos por mes, el 6,4% de sus ingresos, en transporte público.

Ese dinero, cuando el viaje salía $1,10, hasta el primer tarifazo que aplicó Macri el año pasado, alcanzaba para sacar 108 pasajes. Con la tarifa actual, $2,50, se compran 93 pasajes; y cuando salte a 3,50, el número de pasajes a los que podrá acceder una familia en situación vulnerable será de 73 por mes. Eso implicaría dedicar otros 102 pesos mensuales para mantener la cantidad de viajes o reducir en 20 los viajes mensuales, casi uno por día hábil.

Prácticamente obliga a los sectores vulnerables a dejar de usar el subte y volcarse por alternativas más baratas: el colectivo o el tren. Menos pasajeros, más lindos y mejor vestidos: la fórmula Macri para hacer del subte un medio de transporte más confortable.

Mientras tanto, el gobierno nacional anuncia la compra de formaciones chinas cero kilómetro para reemplazar por completo el parque de las líneas Mitre y Sarmiento.

A su vez, está trabajando al mismo tiempo en la reparación de las vías y promete la reapertura de los talleres de Tafí Viejo, postergado anhelo de la industria ferroviaria local.

Al mismo tiempo, trabaja en una forma más eficiente y racional de repartir los subsidios, enfocándolos en el usuario y no en el prestador, pero manteniendo la premisa de que es indispensable un sistema de transporte público barato para mantener a la economía y el mercado interno funcionando.

La tragedia de Once marcó, de la manera más trágica, la necesidad de acompañar las políticas de acceso popular a la movilidad con más estrictos controles: a esta altura del partido la justicia trabaja sobre la muy firme hipótesis de que la falta de mantenimiento de las unidades que desembocó en el accidente fue consecuencia de corrupción y negligencia. Hoy, los responsable están siendo juzgados con una velocidad y severidad inédita (algo similar a lo que sucede con el juicio a los asesinos de Mariano Ferreyra, otro caso estrechamente vinculado a las vías del tren). Este detalle, para nada menor, se le escapa a la férrea oposición.

Télam
 GB

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