Una
nueva lectura de la Asamblea del año XIII
Entrevista a Eduardo Jozami, director del Centro Cultural de la Memoria
Haroldo Conti.
Por Miguel Russo y Francisco Balázs
politica@miradasalsur.com
Afirma que los grandes temas de un país que quiere ser más independiente y
más democrático, no son demasiado diferentes desde la Asamblea hasta ahora.
Analiza el proceso actual de América latina, y de la Argentina: “Lo que está
pasando en la Argentina es la consecuencia de un proceso que está afectando
intereses”. La re-reelección y los debates que hay que seguir realizando.
Cómo se piensa, hoy, A 200 años, la Asamblea del año XIII? ¿Fue el gran
proyecto federal, copado por los unitarios, que cambió lo que pretendía
hacer?
–Lo primero es que la Asamblea del Año XIII fue convocada con dos objetivos,
ninguno de los cuales pudo cumplirse. Y eso vale la pena estudiarlo un poco
más, porque muestra las contradicciones que sufrió el proceso
independentista argentino desde un primer momento. Esos dos objetivos eran
la Independencia y el dictado de una Constitución. La Independencia no se
llegó a declarar porque, por un lado, la presión inglesa fue fuerte.
Inglaterra, sobre todo a través del embajador en la Corte portuguesa, que
estaba en Brasil, Lord Strangford, ejercía una gran influencia sobre la
situación argentina. Esto lo vamos a ver porque algunas de las medidas que
tomó la Asamblea del Año XIII, las más liberadoras, fueron limitadas por los
reclamos de los portugueses, que se hacían a través del embajador inglés,
como el caso de la declaración de libertad de todos los esclavos que pisaran
el suelo argentino, es decir de las Provincias Unidas. La Asamblea sólo
declaró la libertad de vientres, y no votó la libertad de los esclavos.
Bueno, Inglaterra, que en ese entonces, principios de 1813, tenía como
objetivo central formar un bloque lo más amplio posible contra Napoleón, no
quería profundizar las contradicciones con la monarquía española, aunque
todavía estaba cautivo Fernando. Y en segundo lugar, porque a medida que
avanzaba la Asamblea, la situación europea empezaba a ser más complicada. Es
decir, Napoleón era derrotado primero en Rusia, después en España, y
entonces la idea de que se iba a conformar lo que después fue la Santa
Alianza en Europa, y todo lo que había sido un movimiento o una influencia
de alguna manera renovadora, como las Cortes de Cádiz que se había formado
en España. Pero, por otro lado, también tuvo que ver con las vacilaciones de
algunos sectores, porque Artigas siempre estuvo a favor de la declaración de
la Independencia, y San Martín, aunque no lo manifestó en un primer momento,
desde que se instala en Mendoza lo hace con mucha fuerza. El segundo
objetivo de redactar la Constitución tenía que ver con las contradicciones,
que se manifestaron desde un primer momento, y que después van a ser
unitarios y federales. Ahí es difícil hacer un balance muy claro. Pensemos
que algunos de los actores principales del Mayo de 1810, el más importante
de ellos, Mariano Moreno, desaparece a los seis meses de declarada, de
formado el gobierno patrio. Pero uno puede decir que, desde un primer
momento, en Buenos Aires coexistieron una voluntad revolucionaria muy
profunda de algunos sectores (Moreno, Castelli, Monteagudo) y al mismo
tiempo una idea centralista también muy fuerte, que, por un lado, se pensaba
que hacía más viable la expansión de la Revolución.
–Y de la Revolución Francesa...
–Sí, había cierta influencia también del jacobinismo francés en esto. La
centralización, pero también estaban los intereses directamente ligados al
puerto y al comercio de Buenos Aires, que no querían, de ninguna manera, que
predominaran los intereses de las provincias. De ahí viene la contradicción
con Artigas, que es uno de los temas importantes de la Asamblea del Año XIII,
porque los delegados de Artigas, es decir, los delegados de la Banda
Oriental, vienen con instrucciones donde plantean tres puntos fundamentales
para la Asamblea: la declaración de Independencia, y la conformación de un
régimen confederal, es decir, no federal, sino una Confederación, como había
sido la de la primera Constitución norteamericana, 11 años después de la
primera Constitución de 1776, en que se dicta otra, que es un federalismo
más parecido al que tenemos hoy en la Argentina, donde ya hay más predominio
del gobierno central. Artigas pensaba que tenía que haber un régimen donde
todas las provincias, las regiones, se integraran en un pie de igualdad, y
que hubiera un gobierno central con menos facultades. Aunque no se puede
hacer lo que se llama historia contrafáctica, que es saber lo que hubiera
pasado, pero es interesante decir que, por ejemplo, que los paraguayos eran
sensibles a esta iniciativa de Artigas. Y uno puede fantasear un poco y
decir “bueno, a lo mejor esa idea confederacional hubiera permitido agrupar
al Paraguay también, y hasta incluso a las regiones del Alto Perú”. Lo
cierto es que en Buenos Aires eso era muy temido, era inaceptable. Y la
tercera condición que ponía, que estaba en el mandato de los delegados
artiguistas, era que la ciudad donde residiera el gobierno central tenía que
ser cualquiera menos Buenos Aires. Con todas esas razones, aunque no dijeron
que era por eso, pero es casi obvio, y todos los historiadores coinciden,
fueron rechazados los delegados de Artigas, y esto explica por qué no surge
la Constitución y no se declara la independencia, sino de algún modo la
debilidad de todo el proyecto. Pensemos que estos mismos sectores aliados al
artiguismo, en 1815, se amplían con Córdoba, Santa Fe, otros sectores, que
no van a participar del Congreso de Tucumán, entonces la Asamblea queda
limitada, al no cumplir sus dos funciones y objetivos fundamentales. Esto va
a ser un antecedente muy importante para nosotros, porque no se cumplieron
los tres objetivos, pero se manifestaron con una fuerza muy grande en un
primer momento. Por ejemplo, la Asamblea no juró por Fernando VII, como sí
había hecho la Junta de Mayo. Por otro lado, se tomaron una serie de
medidas, que fueron aprobadas por la Asamblea del Año XIII, que son las que
aprendemos en el colegio, que tienen que ver con todo lo que después va a
ser el aparato de derechos y garantías y de la Constitución Nacional, a
saber: la libertad de vientres, la libertad de palabra, la abolición de los
tormentos, la abolición de la mita, el yanaconazgo, la abolición de los
títulos de nobleza. También es cierto, para explicar la historia y no
simplemente crear mitos, que esas medidas en el territorio de la actual
Argentina eran bastante menos conflictivas que si hubieran sido dictadas en
el Perú o en el Alto Perú, porque por ejemplo, la regulación del trabajo
indígena prácticamente no se aplicaba aquí, títulos de nobleza había muy
pocos. Cita un historiador que los únicos dos que se hubieran visto
perjudicados estaban a favor de la causa independentista, así que no es que
estábamos terminando con un sector, como en la Revolución Francesa... Pero
de cualquier manera fueron iniciativas muy importantes, y cuando uno ve todo
esto hoy, me parece que lo interesante es recoger el antecedente de la
Asamblea, como se ha hecho, y me parece muy acertada esta recordación del
Bicentenario de la Asamblea, como un antecedente importante del proceso
democrático popular en la Argentina, y al mismo tiempo valorar las
resistencias, las debilidades, las influencias externas, porque eso también
va a ser una característica de la Historia Argentina desde entonces hasta
ahora.
–Entre los tres sucesos, la Revolución de Mayo, la Asamblea del Año XIII, el
Congreso de Tucumán y la Independencia en 1816, lo que más nos representa,
hoy, es la Asamblea del Año XIII, no es ni una revolución ni una
independencia, pero sí está esa fuerza bipolar, yendo de un lado para el
otro, estos opuestos...
–Sí, empiezan a aparecer más claramente algunas tendencias centrales, o
conflictos centrales de la Historia argentina. También es cierto que la
Asamblea del Año XIII es una asamblea verdaderamente nacional. Entonces el
25 de mayo, que es una fecha importantísima, tiene una dimensión que no es
la misma en todo el territorio de la Argentina. Si uno va a algunas de las
provincias, sobre todo las más alejadas de Buenos Aires, recuerdan otras
fechas. Recuerdo que estuve en Misiones y me sorprendí que del Bicentenario
se hablaba muy poco, pero sí se hablaba mucho del momento en que el Cabildo
había declarado aceptar a la Junta de Buenos Aires como autoridad. Es decir,
el proceso tuvo en cada una de las regiones de la Argentina sus
características particulares. Con la Asamblea del Año XIII es la primera vez
que aparece manifestada una voluntad nacional, que después se va a repetir
en el Congreso de 1816, y aparece con estas limitaciones que siguen siendo o
van a seguir siendo tema central de la historia argentina, siempre...
–Cuáles serían los puntos de lo propuesto por la Asamblea del Año XIII que
hoy hemos logrado consolidar, y qué paralelos entre las disputas que hoy
tenemos, políticamente hablando, con aquellas disputas, con aquellos
objetivos...
–Para ver cuáles son, profundizar la idea de la Asamblea del Año XIII como
antecedente, creo que paradójicamente hay que citar a alguien que no llegó a
estar en la Asamblea del Año XIII o a estar ahí sentado, que es Artigas.
Porque me parece que, y ahí contesto parte de tu pregunta, el legado más
interesante hoy para nosotros sigue siguiendo el de Artigas. Así como va a
ser poco después del año 13 también el de San Martín, por su vocación
independentista contra viento y marea, Artigas aparece casi excepcionalmente
en la Historia argentina de esa época con una idea muy clara de la
independencia, una idea federal, y una concepción social muy avanzada para
la época. Pensemos que Artigas reconocía como ciudadanos a los indígenas,
que desarrolló una política que podríamos llamar de reforma agraria muy
avanzada. Tuvo que pagar el precio de la alianza absolutamente necesaria en
ese momento para subsistir no sólo con los pequeños propietarios, sino
también con los grandes ganaderos, y eso lo hizo a veces tener que negociar
y retroceder en muchos de estos puntos, pero no cabe duda de que a lo largo
de la trayectoria de Artigas, aparece esta vocación social muy fuerte, este
pensamiento democrático, al que se lo suele presentar como una suerte de
caudillo bárbaro. Un liderazgo que era, como el de todos los caudillos,
necesariamente muy vertical, como diríamos hoy, hasta muy paternalista. Se
lo llamaba el protector, pero al mismo tiempo Artigas, cuando se reúne la
Asamblea para ser aprobadas las instrucciones para los delegados, les dice,
“de vuestro mandato depende…” –no me acuerdo la palabra ahora–, “...o mi
liderazgo, y eso es revocable en cualquier momento”. Entonces, esto sería
retórico si no hubiera una experiencia de lo que hizo Artigas en la Banda
Oriental. Qué cosas hoy nosotros podemos decir? “Estamos realizando la
Asamblea del Año XIII”. Bueno, a mí me gusta calificar el actual proceso que
estamos viviendo como un proceso de expansión de derechos, en todos los
sentidos. Me parece que la Asamblea del Año XIII es un momento de expansión
de derechos en la Argentina. Es decir, muchas cosas que, por supuesto, no
las inventó la Asamblea del Año XIII, que ya estaban en los escritos de
Moreno en la Gazeta, en las Declaraciones de la Junta, en los textos y en
los discursos de Castelli, como el discurso frente a las ruinas de Tiwanaku,
cuando anuncia la liberación de los indígenas.
–Una ya fuerte tradición libertaria, emancipadora...
–Una tradición que se expresa o se consolida, culmina, claramente como una
disposición de gobierno en la Asamblea del Año XIII. ¿Qué podemos ver
nosotros como actual de eso? Bueno, creo que ahí hay que hacer una
aclaración: los grandes temas de un país que quiere ser más independiente o
más democrático, o por lo menos que algunos queremos que sea más
independiente y más democrático no son demasiado diferentes desde entonces
hasta ahora. Lo que hay que tener cuidado es de no simplificar la historia,
como si los conflictos se hubieran expresado siempre de la misma manera, y
siempre hubiera estado claro un solo bando de los buenos, contra un solo
bando de los malos. Porque, por ejemplo, el sector que va a ser dominante en
la Asamblea del Año XIII, que además había logrado imponerse en la elección
de delegados en casi todas partes, el grupo de la Logia Lautaro, que tenía
que ver con la vuelta de San Martín y Alvear desde España, y con la
incorporación también a ese grupo de la Sociedad Patriótica, que era lo que
quedaba del morenismo, con el liderazgo de Monteagudo. Ese grupo tiene
posiciones muy avanzadas, seguramente tuvo mucho que ver con todo este
impulso llamémosle democratizador de la Asamblea, pero también el alvearismo...
–Claro, estaba también Alvear...
–Alvear terminó siendo responsable de las peores cosas, tanto en la relación
con Artigas como después, en el momento en que se va a producir la
finalización de las actividades de la Asamblea, la crisis política, Alvear
poco antes había escrito al embajador inglés en Brasil ofreciéndole (no
pidiéndole) colaboración), lo cual, en un momento tan conflictivo, donde
todavía se está peleando contra España, uno quizás hubiera podido aceptar...
lo que está diciendo es “estaremos más cómodos y más satisfechos si somos
parte del gobierno británico”. Entonces, también la relación entre San
Martín y Artigas, porque es muy lindo imaginarse una historia en que uno
dice “bueno, Moreno expresó una cosa, eso mismo lo expresó Artigas de otra
manera, y San Martín...”. Bueno, es cierto, San Martín tuvo una visión,
centró mucho más su política en la independencia, se desentendió de algún
modo de lo que pasaba en la Banda Oriental. Entonces, Moreno fue tal vez
excesivamente centralista, pero Moreno..., es difícil pensar en una
tradición democrática y popular en la Argentina hoy, democrática, nacional,
popular, sin tener como antecedente a Moreno. Y esto, no porque siempre
hayan estado todos de acuerdo, o porque no hubiera conflictos entre ellos,
sino porque son como diferentes momentos y diferentes vertientes que se
integran...
–Refleja la complejidad de analizar distintos procesos en distintos tiempos
con el riesgo de caer en simplificaciones o reducciones, como mencionaba
anteriormente...
–Bueno, yo diría que hay, pidiendo disculpas por dar respuestas tan
categóricas a problemas que son muy complicados, diría que hay dos
respuestas, una desde el campo de la política hoy, y otra desde el campo de
la visión de la historia. El campo de la política hoy, no ser sectario. Es
decir, entender que cada etapa nueva del movimiento popular en la Argentina,
cada momento del proyecto nacional, recoge tradiciones diversas y síntesis
que no son las mismas, y afortunadamente no son las mismas. Por ejemplo, la
izquierda argentina, o los sectores que se asumían políticamente como de
izquierda, los partidos de izquierda, tuvieron una posición muy
desafortunada en 1945, frente al nacimiento del peronismo. Es
importantísimo, y me parece muy valioso, que hoy estén participando
plenamente en este proceso. Sería medio ridículo decir “bueno, pero éstos no
estuvieron en el ’45 y entonces no tienen la misma...”, los mismos derechos
que quién? Porque el peronismo ha tenido en su seno contradicciones tan
espantosas que tampoco puede alegar ninguna...
–Que no hubieran estado en el ’45 tampoco...
–¡Claro! Entonces, creo que ésa es una primera cosa: aceptar que uno recoge
lo mejor de todas las tradiciones en un proyecto popular, y entonces esto
también ayuda a tener una mirada más amplia de la historia, y a pensar
además que uno tiene, pienso, todo el derecho a, y es correcto, hacerse
cargo de una tradición nacional, popular, federal, democrática. Pero me
parece que eso es valioso siempre que uno entienda que eso no nos resuelve
todos los problemas de la historia. Porque está lleno de momentos en la
historia argentina en que los que aparecen contradicciones muy fuertes... El
revisionismo histórico surgió con la reivindicación de la figura de Rosas.
Pero esos mismos autores, o muchos de ellos, no todos, reivindicaron
después, o por lo menos condenaron la represión contra el Chacho Peñaloza y
Felipe Varela, bueno, esos caudillos estuvieron contra Rosas, por ejemplo.
Entonces, yo creo que más que desesperarse por entender quién tenía razón en
cada momento, hay que ver que lo que uno recoge hoy de esa tradición son
grandes tendencias, grandes líneas, son valores, no pretende reescribir la
historia desde el presente, esa es la discusión que uno podría tener con el
pensamiento que todavía hoy se reconoce como revisionismo histórico. Es
decir, a veces, en su afán de desmitificar la historia, de criticar una
historia oficial muy marcada por la herencia de Mitre y el liberalismo,
termina haciendo también una contrahistoria, a lo mejor más simpática, pero
igualmente lineal, y sesgada.
–En estos días se realiza en Chile la Cumbre Celac-UE. ¿Cómo observa la
evolución de los países de la región en estos últimos diez años?
–Bueno, yo creo que hay desniveles, hay características diferentes también
de los países porque no es que sea más fácil gobernar Bolivia que Brasil, a
lo mejor es al revés. Pero lo que está claro es que hay contradicciones muy
fuertes, muy claras. Por ejemplo, con haber protagonizado esta revolución de
los pueblos originarios en Bolivia ya Evo Morales pasó a la historia, aunque
no pudiera seguir avanzando como esperamos en este proceso. Lula tuvo que
hacerse cargo de un país que es una de las grandes potencias económicas hoy,
y donde pensar en un proceso más radical en Brasil a lo mejor es más
difícil, es como pensarlo en los grandes países desarrollados. Pero, por
otro lado, me parece que uno tiene que ubicarse... es decir, como analistas,
nosotros podemos decir “este proceso es más profundo que este otro”, y me
parece que, si en toda América latina se habla de Chávez, de Ecuador, de Evo
Morales, es porque efectivamente ahí aparece una mayor radicalización. Pero,
por otro lado, políticamente uno se ubica frente a lo que en otra época se
llamaba la “contradicción principal”, que ahora ese lenguaje no se utiliza.
La oposición brasileña no lo alaba tanto a Lula como nosotros. Aquí porque
aparece, en algún aspecto, como un factor de moderación. Es decir, la
política social de Lula no se pone como ejemplo. Se pone como ejemplo la
mayor debilidad de Lula, que son sus políticas frente al establishment
económico-financiero. Pero no se dice “los planes sociales de Lula, sería
importante que los aplicáramos en la Argentina”. Entonces, yo creo que,
sobre todo desde una mirada argentina, es decir de la necesidad de impulsar
la integración desde nuestro país, lo que me parece que es el corte
divisorio es quiénes avanzan en este proceso y quiénes siguen en la línea
contraria, añorando las relaciones carnales con los Estados Unidos. En ese
sentido, me parece que Brasil juega un papel fundamental para Argentina. Es
decir, la alianza entre Argentina y Brasil es en buena medida la trama más
sólida de este proceso de integración latinoamericano contra las
posibilidades de existir en el mundo, con una política independiente, del
mismo modo que lo de Venezuela tiene una influencia y un simbolismo político
notables. Cuando hubo elecciones en Venezuela, todos estábamos mirando lo
que ocurría en Venezuela, porque una victoria de la oposición hubiera sido
un golpe muy fuerte, también en la Argentina.
–A propósito de lo que menciona, se ha instalado en la oposición más
conservadora, de derecha, la idea de que el modelo a imitar es el de Chile,
Uruguay y Brasil. Este es un interesantísimo debate que no se está dando a
fondo, donde no se ponen en evidencia los modelos que imperan en esos países
versus el que se lleva adelante aquí. ¿No cree que el oficialismo debería
promover mas debates de este tipo?
–En primer lugar, siempre es complejo ser oficialista. Eso es algo que uno
acepta desde un primer momento. Es más, yo siempre cuento una anécdota de
que un amigo, a quien no voy a nombrar porque sería comprometerlo, cuando yo
estaba más activo en la vida política, me dijo “uy, a vos... por ahí ahora
te toca ser diputado oficialista, y es un plomazo eso”. Claro, yo venía del
Concejo Deliberante y la Legislatura de la Ciudad, donde permanentemente
denunciás, la oposición... un protagonismo que uno salía a la calle y ya
todos los medios... y de pronto, la tarea del oficialismo es una tarea
distinta, de una construcción necesariamente liderada por el Poder
Ejecutivo, en este caso por Cristina, en donde hay menos espacio por ahí
para estas actitudes personales mucho más notorias. Eso creo que también se
expresa en el periodismo. Y también lo sentimos y lo discutimos nosotros,
los intelectuales de Carta Abierta. Porque vivimos siempre entre la tensión
entre que no queremos que se ponga en duda nuestro compromiso con el
Gobierno, porque nos parece que éste es un gobierno que está muy acosado,
hostigado permanentemente, incluso el gobierno permanentemente hostigado
necesita que lo apoyen y uno siente la necesidad de apoyarlo, y por el otro
lado sabemos que un análisis más profundo de una cuestión nunca puede ser
100% oficialista, porque ni el gobierno de Jesucristo hubiese tenido todos
aciertos. Entonces creo que aparece esa tensión, que bueno, no creo que sea
irresoluble. Creo que hay que priorizar las grandes coincidencias, y al
mismo tiempo, mostrar a veces también disposición a discutir otras cosas,
que a lo mejor no están tan bien, y también creo que hasta es cuestión de
estilos, de escuchar al otro, de prestarse al debate. Me parece que en ese
sentido esto es importante, y yo participo de la idea de que a nosotros nos
interesa debatir, porque estamos muy convencidos de que tenemos razón.
Entonces, cuando uno tiene razón, tiene que debatir.
–Sin embargo, hay temas profundos a debatir, tanto para el oficialismo como
para la oposición, aunque luego los esquive...
–Bueno, me parece que hay una razón, no digo que lo explique, pero que
evidentemente tiene mucho que ver, que es la tremenda polarización de la
situación política. Esto es una realidad que no podemos evitar. Hasta
incluso quienes somos, digo lo que me pasa a mí, que cuando era chico tenía
más fama de peleador, ahora se me conoce más como reflexivo. Y hay momentos
que tengo pocas ganas de ser reflexivo. Por lo menos de serlo públicamente,
uno tiene que ser reflexivo, porque veo ataques tan primarios, tan absurdos.
Cuando veo por ejemplo cómo se pierde la oportunidad de discutir este
problema de cómo se construye el espacio de Memoria en la ESMA, que es una
tarea histórica, algo que si lo resolvemos bien va a tener una importancia
central en el vida argentina, y se bastardea del modo como se hizo... Para
mí, escribir un trabajo que no sé si fue bueno o malo, pero que me pareció
que fue una reflexión, realmente me costó bastante, porque mi primer
respuesta era ir a cualquier medio y decir “bueno, esto es una porquería, no
nos pueden hacer esto”. Entonces, yo creo que se dan todas estas cosas y no
me atrevo ni tengo elementos para hacer mayores interpretaciones. Creo que
es útil que tengamos esta idea de que es bueno discutir, porque además hay
una franja a ganar. Es decir, nunca en la política estamos todos los que
tenemos que estar, y un proyecto que no avanza, se detiene. Y a mí me parece
que avanzar no es ni pactar o bajar las banderas, para ver si bueno, después
de Cristina por ahí viene Scioli, da lo mismo, dicen algunos... yo no creo
eso. Eso, pero al mismo tiempo tampoco puede ser “ya estamos todos” y nos
negamos a discutir con los demás, porque eso tampoco sirve, al contrario. Yo
soy de esta ciudad, quiero ganar esta ciudad. Para ganar esta ciudad no nos
vamos a juntar con Pino Solanas y transformarnos en semioficialistas y
semiopositores, eso sería una estupidez y una conducta vergonzosa desde el
punto de vista político. Pero creo que tenemos que salir a pelear, por
ejemplo a ese sector, muchos votantes, que por ahí no están de acuerdo con
algunas cosas del Gobierno, a lo mejor las irán entendiendo más adelante,
pero tienen grandes coincidencias, con los derechos humanos, con el
matrimonio igualitario, con la ley de medios. Y bueno, esa es una tarea que
exige a veces esta disposición al dialogo, que me parece importante...
–Habida cuenta de lo inútil de los análisis contrafácticos, ¿sería posible
ubicar esa bipolaridad brutal, en el mejor sentido del término que existe,
en una Asamblea hoy?
–Bueno, yo creo que esta bipolaridad nosotros sólo la podemos pensar por el
camino de la profundización del proceso. ¿Por qué digo esto? Porque son
muchos los que ponen la tensión que existe, el conflicto, se preguntan por
qué hay tanto odio. Y me parece que todo esto es interesante preguntárselo,
siempre que partamos de que no es caprichoso lo que está pasando en la
Argentina. Es la consecuencia de un proceso que está afectando intereses, y
que entonces en la medida que sigamos avanzando, va a afectar más intereses
y va a provocar más reacciones todavía. Lo importante es que, como nosotros
sabemos que vamos a avanzar y vamos a tener reacciones todavía más
violentas, sepamos también ampliar nuestra convocatoria, para dejar más
aislados a los que nos atacan. En ese contexto, yo pienso que una Asamblea
hoy sería deseable, porque hay muchas cosas que pueden servir para una
convocatoria que unifique a mucha gente atrás. Pensemos que la Constitución
tiene que incorporarse todo lo que hace a esta política de expansión de
derechos, lo que hemos tenido en los últimos tiempos. Sería interesante que
queden incorporada en la Constitución las conclusiones de este debate sobre
la democratización de la Justicia que hoy está instalado, pero todo esto
suena un poco ingenuo hoy, porque inmediatamente le dirán “bueno, pero acá
está de por medio la reelección, los sectores opositores no van a prestar su
acuerdo a ninguna reforma constitucional”. Me parece que si uno opinara
ahora sobre el tema de la reelección en sí –que me parece que, como todo el
mundo sabe, se va a plantear después de las elecciones de este año, cuando
se vea realmente la relación de fuerzas legislativa–, yo creo que en este
tema como en otros la oposición hace una demonización que es una falacia. La
consigna ésta de “no reformar la Constitución, sino cumplirla”. Entonces,
pareciera ser que hay un monarca que va a reformar la Constitución, en vez
de que siga funcionando la organización de poderes democrática... no, la
Constitución también contempla la posibilidad de ser reformada.
–Y otra es que el verdadero signo de la democracia es la alternancia en el
poder...
–Claro, eso tampoco se entiende...
–Como si entonces la democracia se encontrara en peligro...
–Además, tenemos ejemplos, yo un día me tomé el trabajo de ver cuánto tiempo
habían estado en el poder algunos de los grandes líderes de la
socialdemocracia europea, por tomar un sector que es bien tomado por
muchos...
–Sí, nadie se escandaliza aquí de que, en España, Felipe Conzález gobernara,
sin interrupción,14 años, o Mitterrand, en Francia, también 14 años, o Tony
Blair, en Inglaterra, 11 años...
–Bueno, queda clarísimo con esos ejemplos. Más en un país donde los jueces
son vitalicios, y donde además hay una estructura del poder económico que no
cambia, aunque se incorpore algún nuevo miembro, pero permanece intocada, me
parece que negar la posibilidad de la reelección es negar una posibilidad a
la democracia también. Es tener una idea de la democracia que se basa en una
cláusula no escrita, pero es la que impide todo cambio profundo.
–O también puede ser la confesión oculta del temor que no se puede llegar a
ganar...
–Lógico, eso está claro.
Perfil
Escritor, periodista y abogado, Eduardo Jozami es el actual director del
Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti. Fue legislador de la Ciudad de
Buenos Aires. Forma parte del Espacio Carta Abierta, y tiene una extensa
militancia que comenzó en los años ’60. Estuvo detenido entre 1975 y 1983.
Es autor de numerosos libros entre ellos, Rodolfo Walsh. La palabra y la
acción (2006) y Dilemas del peronismo (2009).
Por su biografía de Rodolfo Walsh recibió el Premio Anual de la Facultad de
Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata.
27/01/13 Miradas al Sur
Prof GB
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