Conversaciones con Martín Rodríguez (II): Bienestar Social
Jueves 11 de Octubre de 2012 18:43
Martín Rodríguez: ¿Y cuál sería la tradición más evitista?
APU: Bueno, el edificio del Ministerio tiene actualmente en sus muros dos imágenes de Eva Perón y hay todo un legado inspirado en el trabajo de la Fundación Evita. Esa tradición podría resumirse con una frase famosa del General Perón que dice que mientras él se ocupaba de agrandar la casa, Evita se ocupaba de abrigar a los que todavía estaban afuera. Esa podría ser una imagen pero lo relevante, me parece, es que esa es una idea muy potente para el trabajo en el Ministerio, al menos yo la percibo así, y en el libro no encontré la figura de Evita y me llamó la atención esa ausencia. ¿Fue deliberada?
MR: Yo no soy tan evitista.
APU: ¿No?
MR: No, si tengo que optar entre Perón y Evita, opto por Perón.
APU: Pero ese es un falso dilema ¿no? Evita optaba por Perón siempre…
MR: Está bien, está bien...
APU: ¿Quizás te moleste, como a muchos peronistas, la apropiación de Evita por parte del montonerismo?
MR: En este sentido hay dos cuestiones. Evita aparece como la Evita montonera que se contrapone a un Perón conservador y después también aparece como el hada buena de tipo socialcristiano que hay que rescatar. Como lo que intentó hacer Chiche Duhalde en los años noventa. Intentaron rescatar de nuevo el afecto social del peronismo que en el menemismo había sido olvidado.
O sea que en ese momento estaba bien lo que planteaba Chiche Duhalde, a pesar que terminó siendo un evitismo pasteurizado. A mí nunca me atrajo demasiado la figura de Evita porque no me atraen las figuras sin contradicciones, como tampoco me atrae el Che Guevara. Salvo cuando alguien te presenta al personaje en su dimensión dilemática o trágica, pero en general te los presentan como un tren bala hacia el mito y el destino. ¿Cuál era la tentación de Evita? Yo quiero conocer esa Evita. No niego la potencia revolucionaria que puede tener, no la niego para nada, soy peronista pero no me engancho por ahí. Y además me parece que ese Ministerio y esa época también están atravesados por López Rega ¿no?
APU: En el libro sí, de hecho el primer capítulo se llama Bienestar Social.
MR: Claro, lo otro está muy presente, parece que el gran Daniel Santoro todos los días le pasa el rodillo al Ministerio. Pero hay todavía gente que trabajó en la época de López Rega … Cuando yo trabajé en la Municipalidad había tipos que hablaban de Cacciatore. “El petiso era un fenómeno”, te decía un delegado veterano de SUTECBA. Yo entendía entonces que la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires tiene su caudillo histórico que es Cacciatore, y este Ministerio tuvo su caudillo oscuro, con toda su impronta también salvadora, que fue López Rega.
APU: ¿Y Carlos Monzón? Él también es un personaje presente en Ministerio que viene de otros libros tuyos.
MR: Para mí es el estereotipo del negro argentino. A mí me interesaba pensar todas las formas de celebración de la pobreza, todos los estereotipos de celebración del mundo popular porque este Ministerio está teñido por una perspectiva de clase media. Además la gente de clase media quiere desplazarse, en general nosotros pertenecemos a un sector que es inestable y no quiere a su propia clase. Eso también es parte de la pelea discursiva que para mí está presente en esto de decir “voy al barrio no para llevar el mensaje de modernidad a la que pertenezco sino para decir que la verdad está acá abajo”. Creo que ése es otro problema que además es contrario al ideal moderno del peronismo, es decir, contrario a la movilidad social. El discurso de reivindicación de los pobres que actualmente se pone en juego en la confrontación con los cacerolazos corre el riesgo de contraponer “por izquierda” un conservadurismo mayor. Esa especie de opción por los pobres cuando ya sos el Estado y ese discurso anti clase media terminan en una negación del ideal de movilidad social. Uno podría pensar, sin que se ajuste a una verdad empírica pero que se aproxima a una verdad, que gran parte de la clase media de hoy fue la clase obrera de ayer y que los grandes procesos de desarrollo social producen clase media.
APU: Recientemente escribiste una nota que titulaste “la clase media es el hecho maldito del peronismo” ¿El Ministerio de Desarrollo Social sería la institución maldita?
MR: No es la institución maldita, porque si no existiera habría que inventarla. Me parece que en términos de política pública cumple roles fundamentales. En términos de objetivo y de proyecto político me parece que es más difícil.
APU: Aún cuando se trata de poesía, vos sostenés más o menos algo así: uno debería pensar que en un proyecto político que aspira a la emancipación en términos políticos, sociales y económicos, debería llegar el momento en que no habría necesidad de un Ministerio de Desarrollo Social, entendido como administración de la pobreza; básicamente porque debería llegar el momento en que no haya más pobres o que sea un tipo de pobreza que no requiera de algún modo de “asistencia” por parte del Estado. Para decirlo brutalmente, pienso que es imposible que algo así pueda darse, primero porque este proyecto político no tiende a la eliminación del sistema capitalista sino a la regulación, es decir, se puede aspirar a la superación de la pobreza pero hay que tener políticas públicas para la pobreza y realmente no creo que se pueda eliminar absolutamente el “asistencialismo”.
MR: Sí, es ideal. Yo no soy anarquista, no creo en la destrucción del Estado ni mucho menos. Digo: no perdamos de vista que hay un Ministerio que existe por desgracia. Aunque nunca vaya a dejar de existir, no perdamos de vista eso. Uno puede imaginar que la salud existe y a la vez que hay enfermedades que pueden ser eliminadas y eso no significa que no haya políticas de salud. Ese Ministerio se hace cargo de los costos sociales de un tipo de economía que no alcanza a todos y a la vez lo hace sobre falsas ideas.
O sea el propio Ministerio no debería perder de vista que está para eso y no para reconstruir la integralidad de una vida, no porque esté mal hacerlo, sino porque no se puede hacer, porque es imposible. Ese Ministerio es una sala de urgencias, debería actuar en una primera instancia sobre la reconstrucción de un tejido social. Con el kirchnerismo la Argentina logró que todos los pibes tengan la cantidad de proteínas y vitaminas que necesitan, lograr que toda tu población coma lo que necesita comer es revolucionario, pero no me parece que ese Ministerio pueda pensar en un plan B o un plan C por fuera de esa especie de objetivo primario. Por eso creo que en su ideal de reconstrucción de una vida tiene una visión desmesurada sobre cuánto puede reconstruir una vida. Y yo creo que ahí está el problema, no podés reconstruir todo, la gente no está esperando al Ministerio.
Recuerdo cuando trabajé en un programa municipal con los cartoneros, lo primero que te das cuenta es que el cartonerismo es una economía. Te das cuenta de que la economía sigue, no está esperando al Estado para humanizarse. Ni la gente ni la economía esperan al Estado. Entonces el problema es que el Estado produce con el Ministerio una suerte de captura social y una falsa ilusión de reconstrucción total de toda una vida y eso me parece imposible. Ojo: ésa es una de las capas del justicialismo, construir una ciudad al amparo de la historia, la comunidad organizada, pero acá se hace sobre la base de ningún ascenso. Y con la fijación del pobre al barrio pobre. No se proyecta el chalecito californiano (de donde nace el mito versero de que levantaban el parquet), sino bajo la forma de microemprendimientos, panaderías de pan barato. El viejo peronismo lo hacía sobre la regulación de la relación del capital y el trabajo. Y era la ciudad feliz para los privilegiados: la ciudad de los niños.
APU: ¿Y qué problemas concretos trae ese objetivo de reconstrucción total?
MR: Yo no tengo una visión del tipo “este Ministerio no permite el crecimiento de una fuerza revolucionaria”. Para mí la mayoría de los pobres –en un promedio grosero- van a estar a mi derecha, no tengo ningún problema en decirlo. Creo que el promedio del mundo popular está a la derecha del promedio del mundo de clase media. La gente dice “qué horror lo que piensan Las Heras y Callao”, bueno andate a Cobo y Curapaligüe a escuchar lo que piensan. Hay horror en todos lados, toda esquina tiene su fosa, su abismo, no es que escuchás hablar a los pobres y es agua bendita y escuchás hablar a la clase media y decís “qué asco”. Son jodidos como todo el mundo.
El racismo está en todos lados. El kirchnerismo es la oportunidad a partir de la cual existe cierto izquierdismo que transforma la sociedad a espaldas de la sociedad. Nosotros les colamos el matrimonio igualitario, identidad sexual y un montón de cosas que si vos las plebiscitás no ganan. Hoy nadie se podría imaginar que las mujeres no voten. Mi abuela votó por primera vez cuando ya era grande y hoy parece estúpido el mundo en que las mujeres no podían votar. No se te ocurren argumentos para sostener eso, nadie sería serio si sostuviese eso hoy. A la vez en aquella época existía el Partido Radical que ya era moderno y tenía figuras como Yrigoyen y Alvear, políticos súper interesantes que –por acción u omisión- bancaban que las mujeres no voten. Toda época tiene su costado oscuro. También eso es interesante, el kirchnerismo combina dosis de modernidad y conservadurismo. Por eso es interesante meter la discusión adentro. Mi crítica a muchos compañeros es que la oportunidad histórica no es solamente la oportunidad para ser obediente y disciplinado y mostrarle a la conducción que podés ser un soldado fiel. La oportunidad histórica es colar temas. Después va a ser difícil, andá a colarle un tema a Cobos, por ejemplo.
APU: En el libro se percibe una cierta obsesión por lo nuevo pero al mismo tiempo hay una impronta algo pesimista en torno a la emergencia efectiva de lo nuevo. ¿Lo vivís así?
MR: Yo creo que mi pesimismo es hacia la sociedad y creo que un mejor gobierno no hace necesariamente una mejor sociedad. El kirchnerismo produjo un montón de cosas pero no veo un cambio cultural, hay un ideal de sociedad mejor pero no veo que haya cambios fundamentales en ese sentido. No creo que 678 sea mejor que TN, aunque tengo algunos amigos en 678 y en TN ninguno.
APU: ¿Crees en el progreso?
MR: Un poco.
APU: ¿Y te interpelan los ideales del cristianismo?
MR: Sí, en el sentido del escándalo frente a las cosas. No es resignación sino escándalo. Creo que no hay que naturalizar. Soy devoto de San Benito y él dice que hay tres entidades desde las que habla Dios: tus adversarios, que son los que te dicen la verdad y te indican tus zonas débiles; los extraños, él dice que siempre que llega un forastero hay que atenderlo porque puede ser Dios; y los jóvenes porque son los que creen que las cosas no tienen que ser sólo así. El cristianismo pone en movimiento un sentido de comunidad que es inquietante.
APU: Para terminar: el año que viene se cumplen diez años del kirchnerismo y treinta años de democracia ¿Cómo pensás la poesía argentina en estos últimos treinta años y especialmente en estos últimos diez?
MR: Nosotros no tuvimos una buena generación del setenta, no estoy haciendo valoración de la calidad poética, quiero decir que para quienes buscamos la política en la poesía no fue una buena generación. Yo siempre busqué la política en la poesía, busqué algo que seguramente sólo a través de la poesía se da y es algo político. En la literatura en general siempre busqué la política. Empecé a leer poesía política e histórica en la poesía de los noventa y la que siguió. Al menos yo la leí en la poesía de Martín Gambarotta, Sergio Raimondi, Laura Wittner, Horacio Fiebelkorn, Santiago Llach, Mario Arteca, Cucurto, Marina Mariasch, Fabián Casas, Alejandro Rubio, Carlos Godoy, Diego Sánchez, Martín Armada, Hernán Vanoli. Y también en la narrativa de Fogwill, Osvaldo Lamborghini y Perlongher, que leí después. Yo me inicié en la lectura en los años noventa y leí de atrás para adelante, de lo inmediato a lo más histórico. Leí a mis contemporáneos inmediatos y después fui leyendo hacia atrás.
Y en los noventa hubo un gran movimiento de vanguardia poética, que son estos autores que nombré y algunos más, que de algún modo hicieron mucho más el duelo surgido de la ruptura del ideal político de los setenta que los propios escritores que venían del setenta y siguieron escribiendo en los ochenta y noventa. El libro Punctum de Martín Gambarotta es el duelo sentimental del hijo de un militante que, en ese gran vanguardismo estético que asume, envuelve un ideal romántico de la política. O sea el chabón está lleno de resentimiento porque ve que los antiguos militantes políticos se convierten en unos pelotudos o porque los demócratas dominan la escena literaria, la marginalidad crece y un montón de datos que en el fondo configuran el ideal perdido de Punctum, es decir, la militancia política de los setenta. Y en ese sentido me parece que después de estos diez años de kirchnerismo la literatura perdió fuerza porque en realidad todos nos sumamos a la tarea y me parece que no se escribieron grandes textos.
APU: ¿Entonces no habría una poética kirchnerista o sí?
MR: Lo que pasa es que el kirchnerismo es contemporáneo de la revolución tecnológica y las redes sociales. En realidad me parece que lo que se produce hoy pasa más por ahí que por los libros. Las redes son un fenómeno que yo no analizo porque no me interesa, lo vivo. Por ejemplo, leo blogs, leo cosas, leo gente, no sé, leo twitteros que me parecen buenos. Lucas Carrasco, el Coronel Gonorrea, Manuel Barge, Luciano Chiconi. No es sólo lo que se escribe en las redes sino la velocidad con la que se pone en circulación. Y otra cosa es que no me interesa leer lo que dice un autor sino que me interesa más el debate, las discusiones, los movimientos de sentido. Por ahí, en Twitter y los blogs se produce algo más interesante en términos de debate que en la contratapa de Página 12. O sea, se quebraron jerarquías y eso es lo que pasó en la literatura durante el kirchnerismo. Pensé este libro en función de la circulación a través de internet y las redes, menos ligado a esa producción clásica de la literatura que en realidad es pura política de autor.
GB