martes, 29 de septiembre de 2020

sin palabras.

 EL PAÍS

Con efecto suspensivo de la sentencia recurrida

La Corte Suprema declaró admisibles los per saltum de Bertuzzi, Bruglia y Castelli

El voto de la mayoría salió con las firmas de Ricardo Lorenzetti, Juan Carlos Maqueda, Elena Highton de Nolasco y Horacio Rosatti. Carlos Rosenkrantz, hizo un voto por separado de sus colegas pero también admitió como válido el per saltum presentado por los tres jueces.
La Corte Suprema admitió el per saltum que presentaron los jueces Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y Germán Castelli,  movidos a dedo por el macrismo y que se resisten a volver a los tribunales para los cuales fueron designados. 
La Corte Suprema admitió el per saltum que presentaron los jueces Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y Germán Castelli, movidos a dedo por el macrismo y que se resisten a volver a los tribunales para los cuales fueron designados.  
Imagen: Bernardino Avila
https://www.pagina12.com.ar/295506-la-corte-suprema-declaro-admisibles-los-per-saltum-de-bertuz

nuestros pueblos no caerán en la trampa Jeanine Áñez: Cabeza de un régimen de facto, sin votos y sin mandato – Por E. Raúl Zaffaroni

 



Foto: Noticias ONU


Raúl Zaffaroni escribe este artículo como respuesta a las expresiones vertidas por la presidenta de facto Jeanine Áñez en la Asamblea General de la Organización de Naciones de Unidas, consideradas por la cancillería argentina como una especulación electoralista. Zaffaroni afirma que pocas veces se ha ridiculizado al derecho y a la democracia como en el discurso de Áñez ante la ONU.


Por E. Raúl Zaffaroni*
(para La Tecl@ Eñe)


Es necesario poner el máximo de cuidado para evitar que se pongan en ridículo valores fundamentales como la fe en el derecho y en la democracia, porque el ridículo no tiene vuelta, es disolvente. Y justamente, el peligro es que los disfraces y las caretas carnavalescas de democracia y juridicidad permitan poner en ridículo esos valores.

No nos causa ninguna gracia que alguien se atavíe de un modo tan grosero y burlesco, que pueda dar pie a que no sólo los enemigos del respeto al derecho y a la democracia, sino incluso los que no tienen del todo asumidos esos valores, se burlen de nosotros diciéndonos: ¿Esa es la democracia que nos muestras como camino? ¿Ese es tu derecho al que nos recomiendas respetar y cumplir? Y eso no nos causa ninguna gracia, porque fuera de esos caminos sólo está la violencia, que debemos evitar por todos los medios, porque allí está la muerte y las heridas difíciles de cicatrizar.

Pocas veces se ha ridiculizado al derecho y a la democracia como en el discurso ante la ONU de la autoproclamada “presidenta” del caos de no derecho que ejerce el poder de facto en Bolivia, porque ha logrado alcanzar uno de los puntos más altos de la fantasía pintoresca y burda. 

Una persona que ejerce el poder por obra y gracia de un golpe de Estado, pretende lanzar un discurso latinoamericano, enseñarnos democracia a todo el continente, instruirnos sobre lo que es el “Estado de Derecho”, cuando está sentada sobre las bayonetas, por cierto que tampoco muy seguras. Nos da lecciones de derecho quien por decreto se atrevió a declarar la impunidad de los homicidios de sus esbirros. Ni Hitler hizo eso, lo hacía y hacía cosas peores, por supuesto, pero no lo firmaba.

Se atreve a invocar “delitos” del gobierno constitucional a los armados por sus jueces nombrados a dedo o amenazados con quemar sus casas, quien autoriza a grupos de civiles armados a amedrentar, quien mete presas mujeres y les hace perder el embarazo, quien contagia a sus presos políticos con el virus.

Esa señora se permite hablar de delitos de lesa humanidad, cuando mandó masacrar a sus conciudadanos, cuando encerró en cárceles a los opositores, cuando está procesando con sus esbirros togados a los candidatos de la oposición. Esa señora que tiene el 4% de los votos y practica el terrorismo de estado se permite imputar de terrorista a Evo Morales, el verdugo llama verdugo a su víctima ¿Qué es esto?

Después de postergar tres veces las elecciones y obligada a llevarlas a cabo por las protestas populares, ahora dice que esas protestas trataron de impedirlas, y unos días antes tuvo que bajar su absurda candidatura, para ver si así logra unirse con todos los “gorilas”, incluyendo a los separatistas racistas, porque de lo contrario pierden las elecciones. ¿A quién se le podría ocurrir impedir las elecciones cuando ella misma reconoce que se las ganan?

Esa señora pretende enseñarnos derecho y democracia decretando desde su puesto de facto que el populismo ha muerto en Latinoamérica y que ahora sí, tenemos mayoría de gobiernos democráticos, que garantizan libertad y recuperaron las verdaderas democracias.

Se quiere vestir con los atuendos de la Revolución de 1952, pero se le escapa el elitismo propio de los “barones” del estaño y de quienes luego traicionaron esa revolución, porque no puede disimular su resentimiento por el pueblo que nunca la votó y habla de “castas populistas”. ¿De qué “castas” habla? ¿Es una casta la mayoría de su pueblo? ¿La considera una “casta de parias”? Sin duda, porque asume su posición “brahamánica”, llama “dictador” a Evo Morales y ofende a todos los dirigentes populares de nuestro continente considerándolos “caudillos con sus castas de parias”, de los que para ella felizmente se ha librado nuestra región.






Para esta señora las mayorías de nuestros pueblos son “parias”, que no comprenden la democracia como ella la entiende: porque los pueblos no entienden qué es “democracia” para quienes con el 4% de los votos y el mandato legislativo vencido, se hacen del poder mediante golpes de estado para entregar el litio a las corporaciones transnacionales. Es que los pueblos colonizados nunca entendieron la bondad de los colonizadores, y por eso los echaron. 

Primero nos dice que “comprende” al peronismo, y luego que nuestro gobierno es un populismo “kirchnerista” despreciable, que protege a Evo Morales. ¿Esa señora se olvida que existe el derecho de asilo? ¿Ignora que existe desde tiempos inmemoriales? Por supuesto que su caótico régimen de no derecho no lo conoce, por eso les niega los salvoconductos a los siete de la embajada de México y hasta amenaza la inmunidad de la sede diplomática con sus vándalos armados ante la indiferencia de su policía.

¿Esa señora garantizará las elecciones limpias y transparentes? Posiblemente, como el zorro en el gallinero, porque desde ya descuenta que no habrá suficiente control internacional, porque sabe que tiene de su lado a los que debían controlarla; descuenta que hay un zorro mayor que hará lo posible por proteger cualquier maniobra contra la mayoría.

Hoy está demostrado que no hubo fraude en las elecciones del 2019, pero la señora insiste y afirma que ella sí, desde su posición de facto y sin que nadie la haya votado, garantizará las elecciones limpias. ¿Quién le puede creer eso cuando todos los días procesa a algún candidato de la oposición?

¿Por qué le tiene miedo a la candidatura de Evo Morales a senador? Si tan dictador fue, el pueblo no lo votaría y ella no tendría necesidad de proscribirlo con el ridículo argumento de que no reside en el país, de donde tuvo que salir y no puede volver porque lo matarían.

Si tan dictador fue Evo, no tendría miedo que el MAS gane las elecciones en primera vuelta, porque lo que ella llama “la casta”, es decir, la mayoría del pueblo, no lo votaría.

Pocas veces la democracia ha sido tan ridiculizada como en ese discurso, en que esa señora, cabeza de un régimen de no derecho, sin votos y sin mandato, pretende desde su tambaleante posición de poder basado en la fuerza –no muy segura tampoco- ofender a las mayorías de nuestros pueblos latinoamericanos llamándolos “castas”.

Y para colmo se proclama “cristiana”, como el Sumo Inquisidor echando a Cristo, pero por lo menos, el personaje de Dostoyevski era más serio, menos tragicómico.

Pese a sus grandes esfuerzos por ridiculizar los valores, nuestros pueblos no caerán en la trampa y seguirán confiando en el derecho y en la democracia. 

*Profesor Emérito de la UBA

qué peron ha vuelto? Uno, dos, tres, muchos peronismos La marca de Cooke Escribe Luis Bruschtein

 



La figura de John William Cooke – de cuya muerte se cumplió un nuevo aniversario en estos días – sirve como punto de partida en esta nota para debatir la dinámica interna del peronismo, un movimiento cuya matriz ideológica es difícil de definir.

En estos días se cumplió un nuevo aniversario de la muerte de John William Cooke. Aunque en muchos casos algunos los quieren contraponer, la recuperación de su recuerdo, incluso con las intensas polémicas que mantuvieron, es una forma de valorar también, desde otro lugar, el liderazgo popular de Perón.

Si se lo recortara del peronismo, en su momento, Cooke era uno de los intelectuales y dirigentes más importantes de la izquierda por sus posiciones radicalizadas y su producción intelectual. Que Perón lo haya designado como su representante al frente del mayor movimiento popular habla mucho de Perón. Un detalle que a veces no se toma en cuenta. Si hubiera sido fascista, lo hubiera puesto a Biondini. Entre sus delegados hubo varios conciliadores y conservadores, pero ningún Biondini y sí hombres como Cooke y el mayor Bernardo Alberte.

Perón podía discutir con Cooke, como queda expuesto en sus correspondencias. Y no pensaba como él. Pero lo consideraba como un dirigente de mucha importancia y de su proximidad.


Perón y John William Cooke.

Algunos dicen que la izquierda peronista fue un invento de los años ’70. En todo caso, fue un invento de Perón y de mucho antes. Aunque después le quitó esa representación, la conducción de Cooke marcó al peronismo.

Cooke redactó el manifiesto de la toma del frigorífico Lisandro de la Torre, que fue una de las insurrecciones populares más importantes junto con la del Cordobazo, pero anterior y en la Capital Federal. Y durante su gestión y bajo la inspiración de Gustavo Rearte surgió la primera generación de la Juventud Peronista en la resistencia.

La otra figura de relevancia entre los delegados personales que designó Perón fue el mayor Bernardo Alberte. Muchos de los dirigentes de izquierda o radicales que hablan del fascismo o el derechismo de Perón tendrían que leer algunos de los documentos de Alberte de aquella época. Para usar parámetros de comparación: estaba más a la izquierda que la mayoría de los partidos de izquierda de ese momento.

Igual que Cooke, Alberte discutía con Perón y sin embargo uno y otro se consideraban parte de la misma fuerza. El mayor Alberte también dejó su marca, porque durante su gestión al frente del peronismo surgió la CGT de los Argentinos y abrió la representación de la JotaPe en la conducción del movimiento, lo que acompañó el crecimiento masivo de la segunda generación de la Juventud Peronista en la resistencia.

No se trata de exaltar la figura de Perón como si fuera infalible y omnipotente, pero en la evaluación que se hace de su papel histórico, se habla de tipos nefastos como los Ottalagano y López Rega, que también estuvieron, y se saltean estos otros o se los evalúa en su demérito.

La relación de Perón con la izquierda en realidad se da desde sus primeros días al frente de la dirección del Trabajo, una oficina de cuarta que indicaba el peso que tenía entre las filas del GOU. Eran todos neutralistas, pero con mucha influencia de los pronazis durante la presidencia de Ramírez y de los radicales nacionalistas, como el jefe del Primer Cuerpo, Eduardo Avalos. Perón representaba a un sector más bien pragmático, junto con su amigo, el coronel Domingo Mercante, hijo de un sindicalista de la Fraternidad. El respaldo militar mayoritario que conseguían era a partir de arduas negociaciones. El de Perón no fue un gobierno militar pero sí fue depuesto por un golpe de militares nacionalistas católicos y liberales de derecha apoyados por la izquierda.

Cuando fue el golpe del GOU, la CGT se había dividido y el sector más izquierdista –con socialistas y comunistas– estaba en la CGT N°2 que fue intervenida por el gobierno de Ramírez. Dos dirigentes socialistas de la central intervenida (vendría a ser como la CTA de la actualidad) empezaron a sondear entre los militares y llegaron a Mercante y a Perón, que estaba en esa dirección del Trabajo.

De repente Perón se convirtió en un experto en legislación laboral y dió vuelta como una media el mundo de las relaciones de trabajo. Los socialistas dicen que Perón les robó todos sus proyectos. Y es cierto porque sus dos principales colaboradores eran Angel Borlenghi, el organizador del gremio de Comercio al que había encabezado en luchas por importantes reivindicaciones, y Juan Atilio Bramuglia, el abogado de la poderosa Unión Ferroviaria.

Borlenghi y Bramuglia eran dos pesos pesados del sector más popular del socialismo, aliados a los comunistas. Y Perón no los mantuvo en la sombra. Cuando ganó las elecciones, les dió los dos puestos más relevantes de su gabinete. Borlenghi fue ministro del Interior y Bramuglia fue el Canciller, el que impulsó la Tercera Posición de los No Alineados. Por supuesto ya los habían expulsado del socialismo y habían fundado primero el Partido Laborista y ya después se habían integrado al Partido Justicialista. Estos nombramientos hicieron que los sectores conservadores antiperonistas acusaran a Perón de comunista igual que la embajada norteamericana.

Es interesado (no interesante) explicar la dinámica compleja del peronismo con sus defectos y virtudes y su enorme aporte, con sus grandes dirigentes y militantes así como sus grandes miserables, a partir de oportunismos y voluntarismos o infiltraciones sin priorizar como decisivos su desarrollo histórico, el contexto cultural, y mundial de su origen y sus afluentes.

cuarentena eterna Las palabras y las cosas – Por Martín Kohan

 

Martín Kohan se pregunta en esta nota sobre la insistencia en definir las circunstancias sociales con relación a la pandemia, que son notoriamente distintas de las que atravesamos entre marzo y abril, bajo un mismo término: “cuarentena”.


Por Martín Kohan*
(para La Tecl@ Eñe)

Agradezco a Graciela Charpin, a Santiago García, a Juan Schmukler y a Mariano, la motivación para escribir este artículo.

Las circunstancias en las que nos encontramos hoy, respecto de la pandemia, son notoriamente distintas de las que atravesamos entre marzo y abril, cuando todo empezó. Lo suficientemente distintas, según creo, como para preguntarnos por qué razón habríamos de definirlas bajo un mismo término: “cuarentena”. No me propongo discernir criterios epidemiológicos, pues no es mi asunto; pero sí considerar la forma en que se relacionan las palabras y las cosas. La palabra “cuarentena”, con todas sus resonancias específicas, señaló en su oportunidad una situación por demás efectiva: el aislamiento social, la reclusión de cada cual en sus lugares privados, el vaciamiento consiguiente de los espacios urbanos, la virtual suspensión de la ciudad y sus dinámicas.

El estado de situación es hoy con toda evidencia muy otro. Entre otros factores, porque hay cosas que ahora se saben y por entonces no se sabían; desde la utilidad preventiva del uso de barbijos, hasta la evidencia de que el riesgo de contagio en espacios abiertos es más bajo que en espacios cerrados (esta reformulación fue decisiva incluso en términos de los imaginarios sociales, pues revirtió la clásica premisa ideológica que establece que las casas son los espacios seguros y las calles los del peligro). Ya no vivimos bajo aquel repliegue impuesto, las calles desde hace mucho dejaron de estar vacías. Son otras las restricciones y las regulaciones imperantes, que pueden a su vez respaldarse o cuestionarse; lo que pasó entre marzo y abril, y a lo sumo hasta parte de mayo, no es lo que empezó a pasar después ni lo que está pasando ahora.

¿Por qué mantener entonces esa denominación puntual, la de “cuarentena”, desglosada en todo caso en fases de numeración incierta? ¿Por qué insistir con el concepto de “aislamiento” o con el de “confinamiento”, que cesaron como imposición acatada y viraron desde hace bastante hacia una interacción social a distancia y con cautelas? Lo que se alarga no es tanto la cuarentena, como la denominación. Y esto por parte de algunos sectores del oficialismo, no menos que por parte de algunos sectores de la oposición (unos la encomian y otros la deploran, pero ambos se obstinan en usar esa misma palabra. Al igual que en una cinchada, que es como a menudo funcionan: tirando para un lado unos, tirando para el otro los otros, pero agarrados todos de una misma soga, sosteniéndose mutuamente aunque parezca lo contrario).

Las palabras no determinan las cosas, ya lo sabemos; pero sí predisponen, y también lo sabemos, las maneras de pensarlas. La idea de un tiempo quieto, suspendido, estancado, uniforme, o la vivencia en principio frustrante de estar metidos siempre en lo mismo, sin variación ni progreso, se agravaban, al menos en parte, por efecto de la denominación. A ese factor se agrega otro, igualmente perjudicial: el de un desfasaje alarmante, por lo amplio y por lo notable, entre aquello que el discurso político declara y aquello que en la realidad de los hechos acontece. 

Si es que no se trata, en definitiva, intencionalmente de eso: de aferrarse a la palabra cuarentena para poder reivindicar lo actuado, si al final resulta bien, o de sostenerla a rajatabla para poder recriminársela al gobierno, si las cosas al final resultan mal. Mientras tanto, en las calles, en los parques, en las plazas, en las veredas, pasa otra cosa: mucha gente sale e interactúa; y no siempre parece estar claro cuánto es más o menos un metro, qué es lo que pasa con el fumar, qué es lo que hay que hacer con la nariz y sus agujeros, cómo es que la voz humana traspasa las telas y no es preciso bajarse el barbijo se si habla por teléfono. Cosas así: concretas, sencillas, pero vitales para los cuidados; cosas que quedan negligentemente desatendidas con la porfiada presunción de que la cuarentena es eterna, que luce firme, que sigue ahí.


*Escritor. Licenciado y doctor en Letras por la Universidad Nacional de Buenos Aires.

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El doctor en ciencias sociales y coordinador de CIFRA-CTA, Pablo Manzarelli, conversó con AGENCIA PACO URONDO sobre la crisis cambiaria y las dificultades estructurales de la economía argentina, a raíz de las medidas del Gobierno de agudización de la restricción del mercado cambiario.

Por Santiago Asorey

Pablo Manzarelli es doctor en ciencias Sociales, coordinador de CIFRA-CTA. Además, es investigador y docente del área de economía de FLACSO y UNQ. En el marco de las medidas económicas del Gobierno sobre el dólar, ofreció su mirada sobre las problemáticas estructurales que aquejan al país en materia de divisas y advierte. “Se desplegó, así, una política económica que aborda la cuestión indiscriminadamente en términos sociales al afectar al mismo tiempo a sectores medios y a grandes empresas, lo que se convierte en un ´caldo de cultivo´ para la desestabilización y erosiona la capacidad del gobierno para conformar un bloque social alternativo a la salida devaluacionista”.

APU: ¿Cuál es la realidad económica de la Argentina si tuviese que describirla a partir de los distintos procesos económicos que atravesó en los últimos cuatro años del macrismo y ahora con este último año de la gestión del Frente de Todos?

Pablo Manzarelli: La economía argentina está en una situación sumamente crítica por los efectos de las dos pandemias que atraviesa el país, es decir, la de la verdadera “pesada herencia” del gobierno anterior (una economía en caída libre, con un nivel de vencimientos de la deuda insostenible, un régimen de alta inflación, con elevados niveles de desocupación, pobreza e indigencia, entre otras cuestiones) y la que tiene lugar por los efectos del COVID-19 que le pega a las economías de todos los países del mundo independientemente de la estrategia adoptada para enfrentarla. Si bien es innegable que se advierten algunos signos de reactivación obvios ante la profunda recesión que supuso la cuarentena en abril, la profundidad de la crisis y el hecho de que se superponga sobre una anterior, la incertidumbre sobre la resolución de la pandemia, y la contracción del empleo y los salarios reales le ponen límites objetivos al nivel y sostenibilidad de la recuperación.

APU: ¿Cómo evalúa la crisis cambiaria que tiene la Argentina y la decisión del Gobierno de seguir restringiendo el dólar?

PM: El debate económico debería estar dirigido a cómo resolver estas problemáticas acuciantes de la economía real; sin embargo, en la actualidad cobró especial relevancia la situación de las divisas en un contexto en el que paradójicamente las cuentas externas no están estranguladas. El superávit comercial es histórico (va a llegar a 17.000 millones en el año) y se reestructuró la deuda con el sector privado con una reprogramación de los vencimientos que alivia la situación externa para los próximos años. Sin embargo, una no muy fuerte reducción de las reservas internacionales (en lo que va del gobierno fue de 1.300 millones de dólares), terminó presionando el tipo de cambio ante un escenario de escasas reservas netas para enfrentar la demanda de divisas y, fundamentalmente, las expectativas devaluatorias que se expresan en la brecha con el tipo de cambio informal. Se trata, por consiguiente, de una pugna social y política por la forma que adoptará la salida de la crisis más que por que se hayan verificado los límites estructurales por el lado del sector externo.

APU: Hay una porción de los sectores medios que compra dólares para intentar no perder frente a la inflación. ¿En ese sentido, cómo ve el panorama más general del Gobierno en intentar lograr una inflación más baja que la del año pasado?

PM: No veo una situación de desborde acelerado de precios, y su evolución no está atada solo a la emisión sino también a la profundidad de la crisis y la situación cambiaria. En ese sentido quiero hacer una reflexión sobre las medidas que adoptó el gobierno para restringir las maniobras especulativas que abarca tanto el incremento de hecho del dólar ahorro como un conjunto importante de restricciones a las estrategias especulativas de las empresas. Se desplegó, así, una política económica que aborda la cuestión indiscriminadamente en términos sociales al afectar al mismo tiempo a sectores medios y a grandes empresas, lo que se convierte en un “caldo de cultivo” para la desestabilización y erosiona la capacidad del gobierno para conformar un bloque social alternativo a la salida devaluacionista y a la que provenga de las negociaciones con el FMI. La regulación debería estar enfocada, en cambio, a las maniobras especulativas de la cúpula empresarial y, al mismo tiempo dados los niveles de inflación y la incertidumbre cambiaria, habría que impulsar mecanismos alternativos para canalizar el ahorro a la inversión como podría ser el lanzamiento de bonos de empresas estatales con un nivel de interés superior al que ofrece el sistema financiero y con seguro de cambio. Me parece que la dirección de las medidas del gobierno que adoptó el gobierno tiene que ver con las contradicciones inherentes al Frente de Todos ya que se trata de un frente de carácter nacional.

APU: En una perspectiva histórica, como analiza el problema recurrente de la restricción de divisas. Porque uno podría decir que es un problema que aqueja a la Argentina en un momento como este de crisis, pero también en instancias donde logramos construir un perfil industrialista de desarrollo como un embudo que no nos permite industrializarnos. ¿Cómo se encuentra una síntesis superadora a este problema estructural?

PM: El problema de la restricción externa obedece, cómo es sabido, a una estructura productiva desequilibrada por el subdesarrollo del país, y desde mediados de los años setenta por el fenómeno de la fuga de capitales. En ambas cuestiones la punta del ovillo es la inversión, especialmente de las grandes empresas que son las que tienen base tecnológica para impulsar un cambio. Está claro que esto no se resuelve de un día para el otro. Pero la tendencia hacia allí no puede prescindir de una fuerte política industrial de la que carece el país que debería tener al Estado no solo como protagonista del impulso de las iniciativas privadas sino también como productor directo de bienes.

APU: Otro de los problemas vinculados a la economía bimonetaria se puede ver expresado en un mercado inmobiliario dolarizado que dificulta para millones el acceso a la vivienda propia. Hoy lo vemos con las tomas, ¿Pero qué caminos existen para allanar este problema?

PM: El gobierno debería ser mucho más audaz en desplegar políticas expansivas, un verdadero plan de empleo, y fortalecer la construcción de viviendas. También se podría en este caso podría financiarse lanzando activos financieros públicos, pero sería cuidadoso en ese aspecto.

Argentina: La toma de tierras, la otra Guernica http://rambletamble.blogspot.com/

 



  

En 1934, la aristócrata terrateniente Matilde Diaz Velez fundó en sus tierras la localidad que llamó Guernica, en homenaje a sus orígenes familiares, como la ciudad vasca que tres años después sería bombardeada por la aviación alemana. El horror del ataque fue retratado, pocos meses después, por Pablo Picasso en uno de los cuadros más impresionante y emblemático del siglo XX 

En esa localidad del sur bonaerense, cuando las 2.500 familias, más de 10.000 personas, ocuparon s 100 hectáreas en el municipio Presidente Perón, inmediatamente el bombardeo de los medios y de un grupo variopinto de políticos y funcionarios se desató contra quienes, en una acto desesperado, fueron empujados por la dramática necesidad de encontrar una porción de tierra para vivir.

La urbanización de la pobreza

Nadie debería ignorar que la mayoría de las villas y asentamientos populares surgieron de ocupaciones de tierra, este es un proceso histórico de urbanización, llamado, eufemísticamente en términos urbanísticos, como informal, frente a lo que es la ciudad formal basada en las normas que rigen la propiedad del suelo urbano. De este modo, desde sus orígenes, entre ambos procesos urbanizadores se desarrolla una relación tensionada entre lo legal y lo real.

Este mecanismo real de colonización socio espacial está basado en la creciente e irresuelta emergencia habitacional que se da en toda América Latina. Así se forman las villas argentinas, las favelas brasileñas, los ranchos venezolanos, los llamados pueblos jóvenes en Perú, o los cantegriles en Uruguay. Hay 100 millones de personas, el 25 % de la población de América Latina, que viven en estos hábitats precarios. En el Área Metropolitana de Buenos Aires, habitan en estas condiciones 1.800.000 personas y más de un millón lo hacen en el resto de país.

El porcentaje de población urbana crece irremediablemente día a día en todas las ciudades latinoamericanas, y se concentra principalmente en las metrópolis y megalópolis como Buenos aires, aunque las condiciones de subsistencia en la ciudad sean tan deplorables como las de la vida rural, la posibilidad de que los migrantes y desplazados del campo vuelvan al lugar de donde salieron es cada vez más lejana.

Esta cruda realidad es producida por una sinergia de fenómenos, entre los principales está el proceso migratorio hacia las grandes urbes, como destino forzado para quienes son expulsados por las políticas que favorecen al extractivismo y el agronegocio, que destruyen el medio ambiente y hacen imposible la subsistencia de quienes moran en sus territorios originales ; esta causa se empalma con los cambios operados en los modos y sistemas de reproducción del capital que se vuelven estructuralmente centrifugadores de multitudes que son empujadas hacia una lucha desigual por sobrevivir. En una sociedad laboral y socialmente expulsiva, quienes son sus víctimas son llevados a los límites de una situación límite, la toma de tierras es parte de esa lucha, pues expresa la necesidad de aquellos que no pueden satisfacer su condición primaria de tener un techo para su familia a través del mercado inmobiliario o de políticas sociales del Estado. 

Los desconocidos de siempre

La campaña por el desalojo se basa un discurso que no es más que una acumulación de prejuicios, donde el sentido común conservador ha sido formateado por una simplificación mediática cargada de estereotipos, donde se relaciona al más vulnerable con la delincuencia, la vagancia, el parásito social que debemos sostener con nuestros impuestos, y toda una línea argumental más propia de lo que podríamos llamar terraplanismo social. Un relato que construye y diseña el algorismo que ubica a aquellos otros, los que no tienen nombres, ni historia ni futuro, que pasan fácilmente a la categoría de enemigos, contra los que descargar la frustración y el odio de clase y alimentar incluso la división entre los pobres contra los más pobres. 

Quienes condenan, son producto de esta sociedad que ha impuesto su cultura neoliberal individualista, que justifican y valoran el privilegio, que admira a “los trabajadores financieros”, a los que juegan en la bolsa, a inversores y especuladores inmobiliarios se apropian de la tierra urbana que generosamente les vende el Estado, estos son los delincuentes del capital, una minoría en una sociedad que idolatra a los multimillonarios, en un mundo de miles de millones pobres. Quienes ahora alzan la voz para defender los méritos de los triunfadores, indignados frente la palabra “meritocracia” ocultan que el término se utiliza de manera crítica para rechazar el principio elitizante de “cada cual tiene lo que se merece” que ignora todas las categorías de análisis sobre la formación de los sujetos sociales.

La ocupación de tierra no es un modelo ideal, es el camino forzado para sobrevivir, porque el techo no es una opción, como no lo es, comer o estar sano, es un imperativo para subsistir. Es un acto desesperado, no es una acción especulativa. Vale escuchar las voces de quienes ocuparon el predio en Guernica para entender el drama de esas familias y desmentir toda la infame campaña que los estigmatiza.

En estos tiempos de pandemia la crisis socioeconómica ha recrudecido golpeando especialmente a los más pobres, no se puede considerar el aumento de las tomas al margen de este cuadro de extrema gravedad, donde la mayoría de estas familias se hallan imposibilitadas incluso de acceder a una vivienda dentro de una villa, ya sea comprando o pagando un alquiler. Es preciso recordar que las tomas son solo el primer paso de un largo y duro proceso, que generalmente es de autoconstrucción, en condiciones de gran precariedad, sin servicios y esperando una urbanización que casi nunca llega.

El suelo urbano, bien común o mercancía.

La Declaración de Vancouver sobre Asentamientos Humanos de la ONU de 1976 señaló: “Que ante el aumento de la población… el desarrollo económico desequilibrado… La rápida urbanización improvisada… La dispersión rural… Unas condiciones sociales, ecológicas y ambientales ejemplificadas por la segregación social, la ruptura de las relaciones sociales y de los valores culturales tradicionales y el aumento de la degradación de los recursos necesarios para la vida en el aire, el agua y la tierra ….. la vivienda y los servicios adecuados constituyen un derecho humano básico, y que los gobiernos están obligados a dársela a todos sus habitantes en particular a a las clases más desposeídas. Estos principios fueron ratificados por conferencias y diversos eventos internacionales posteriores. De una lógica irreprochable, pasadas más de cuatro décadas, estos mandatos no sólo no se pudieron cumplir, sino que el déficit habitacional ha crecido exponencialmente desde esa fecha.

La causa tiene múltiples factores, pero en la raíz está la propiedad del suelo. El suelo que es apropiado por el mercado deja de ser un bien común destinado al uso para transformarse en una mercancía, pero no es cualquier tipo de mercancía, pues no es producida por el trabajo, tampoco es reproducible y por tanto es un bien limitado. Por otra parte, como resulta obvio, hablar de vivienda y hábitat supone asumir que estas se desarrollan sobre un terreno, por eso se las denomina bienes raíces. Entonces no hay vivienda sin terreno, y si bien estos no tienen valor pues como señale no son producto del trabajo, si tienen precio, y el precio lo pone el mercado. Entonces surge el conflicto entre el deber ser de dar vivienda y la realidad, y la realidad es que miles de familias no pueden pagar un precio que es básicamente especulativo, porque en él están contenidas las rentas, absolutas y diferenciales, generadas socialmente e incrementadas por la inversión pública. Esta es la esencia de este conflicto social, es el nudo que encubre la charlatanería mediática y la impostada ofuscación de los políticos mediocres.

Toda la historia confirma que la propiedad privada del suelo ha sido y es una de las principales fuentes de acumulación y concentración de la riqueza y por ende es una de las causas de la desigualdad e injusticia social.

La mayor parte de los asentamientos populares se materializan a través de ocupaciones de los terrenos que en un principio no revisten interés para el mercado y en muchos casos se asientan sobre espacios peligrosos para la vida. El conflicto se explicita cuando la expansión de la ciudad aumenta el interés y el precio sobre algunos de estos predios. La colisión se produce entonces, entre el derecho constitucional a la vivienda digna y la defensa cerril de la propiedad privada del suelo.

El Estado, aunque se diga lo contrario, no es el mediador que garantiza el derecho de los más débiles, es parte del problema, pues ha sido y es, mas aún durante los últimos gobiernos, el principal proveedor de tierra pública para el mercado inmobiliario a través de la privatización dirigida de los mejores predios del AMBA y especialmente de la CABA, mientras que la utilización de terrenos para vivienda social se ha ido reduciendo sistemáticamente.

El Estado le entrega tierras a millonarios que utilizan el suelo para obtener renta, Puerto Madero es el ejemplo más significativo, 130 hectáreas en la mejor ubicación de la ciudad fueron privatizadas para el negocio especulativo de un grupo concentrado de inversores y operadores inmobiliarios amigos del poder político. Un negocio fabuloso, donde solo con el turbio cambio de zonificación de los lotes, que se produjo después de aprobado el proyecto y sin cumplir requisitos legales, le permitió incrementar la superficie constructiva para hacer torres de hasta cincuenta pisos, con lo cual los lotes adquiridos multiplicaron por diez el precio de compra. Así se hizo este barrio para una elite de empresarios y dirigentes políticos, que blanqueó dinero adquiriendo departamentos de alta gama. Toda una operatoria, nada legal por cierto, de la cual la justicia no se hizo cargo, es presentada como modelo ejemplar de urbanización.

Desalojo, el recurso del método

Para quienes ocupan terrenos para darle un valor de uso esencial, que es la tierra para vivir, el trato es ponerlos en la vereda de usurpadores ilegales y sus reclamos se vuelven judiciables. Cuando en la CABA, en diciembre de 2010, se ocupó el Parque Indoamericano como reclamo frente el incumplimiento de la norma aprobada que establecía la entrega de viviendas y urbanización de las villas, la respuesta fue la represión y el procesamiento penal de los referentes sociales. La práctica del desalojo compulsivo de las tomas para las familias desamparadas, las condena inevitablemente a ser eternas parias urbanas.

En estos días además de la condena explícita, se escuchan voces aparentemente más reflexivas “Entendemos la demanda, pero este no es el método”. Lamentablemente es el único método cuando no hay respuestas, es la manera en que los invisibles se hacen visibles y hacen públicas su demanda de justicia social, es el método cuando “los nadie” se hacen presentes y su grito trasciende. El problema se agrava, cuando el Estado ausente se hace presente como disciplinador en modo castigo, para actuar punitivamente policial y judicialmente. 

El desalojo fue ordenado por la Sala I de la Cámara de Apelación y Garantía en lo penal, que ratificó el fallo del juez de Garantías de Cañuelas, Martín Rizzo. La resolución contempla que “se podrá recurrir al auxilio de la fuerza pública", que el procedimiento se deberá realizar "con el mayor cuidado de la integridad de las personas que ocupen el predio", pero también establece que se recurrirá "al uso de la fuerza en caso de que resulte indispensable y en la menor medida posible”.

La administración bonaerense de Axel Kicillof, señaló que van a garantizar que el desalojo se realice en forma pacífica, mientras buscan alternativas para reubicar a las familias en terrenos fiscales. Mientras tanto la intendenta justicialista de Presidente Perón, Blanca Cantero, expresó que “la usurpación de tierras en Guernica está impulsada por movimientos sociales o partidos políticos de izquierda” y rechazó la idea de buscar terrenos fiscales de su comuna para trasladar a las familias que están asentadas allí y que deben ser desalojadas por la orden judicial. Como señala Maria Craviño “desalojar es una forma de correr el problema sin solucionar nada, porque lo que le queda al desalojado es irse a ocupar otro lugar o vivir en la calle”

"No avalamos la toma de tierras, no creemos que sea el camino”, dijo la ministra María Eugenia Bielsa haciéndose eco de las vociferantes quejas y reclamos punitivos de la oposición, “es una decisión de la justicia”, y agregó ignorando el carácter genuino del reclamo, con el mismo estilo de los medios hegemónicos “en algunos casos hay aprovechamiento de algunas mafias que terminan vendiendo los terrenos donde se hacen las tomas”. Las mafias son las que muchas veces inventan propietarios de último momento para justificar el desalojo y quedarse con las tierras.

Basta escuchar los relatos angustiosos de quienes ocuparon tierra en Guernica para desmentir cualquiera de las infames manipulaciones mediáticas que se difundieron para crear las condiciones para su desalojo.

El ministro Berni declaró: “Seguimos firmes… la usurpación de terrenos es un delito” y agregó: “ Esto no es una cuestión de ponerse de acuerdo, el derecho a la propiedad privada es inviolable". Acompañó sus declaraciones con un video difundido por varios medios donde expone que en lo que va del 2020 desalojaron 868 tomas de terrenos y fueron presas 524 personas. Su ataque a las organizaciones de DDHH no es un fallido. Parafraseando a Silvio Rodriguez, Berni y Bullrich no son lo mismo, pero actúan igual, con metodologías que recuerdan al intendente de la dictadura el nefasto Brigadier Osvaldo Cacciatore.

Sería bueno que este gobierno, que se asume peronista, recuerde que: “donde hay una necesidad nace un derecho”, como se sabe es una frase de Eva Perón.

 
Arquitecto y urbanista. Miembro del Consejo de redacción de Herramienta, co-autor del libro Tiempos violentos y de diversos ensayos y artículos: “El ocaso metropolitan”, “La mancha urbana”, “Puerto Madero a 25 años”, “Apropiándose Buenos Aires”, “El Pro y la derecha metropolitan”, “Santa María de los malos aires”, entre otros.