domingo, 1 de septiembre de 2019

¡NO NOS PRESTAN MÁAAAS! No todo es necedad liberal y torpeza en el peor gobierno desde 1810: no hay que descartar mala fe y venalidad


Al asumir en diciembre de 2015 Macri tomó decisiones como estas:
  1. dictó los inconstitucionales decretos 133/2015, 160/2015, 349/2016, 361/2016, 640/2016, 1126/2016, 487/2018, etc., que bajaron las retenciones a la soja y minería, desfinanciando al Tesoro;
  2.  inició un raid de toma de deuda en dólares para pagarle a losholdouts miles de millones —a pesar de que el entonces ministro Prat Gay había sostenido que la deuda era mucho menor— y, peor aún, para transformar los dólares en pesos y usarlos en gastos corrientes, deprimiendo su valor, afectando la competitividad de la industria, alentando las transferencias al exterior, el gasto en turismo y en importaciones superfluas y, fundamentalmente, produciendo una enorme renta financiera para inversiones especulativas a tasa alta en pesos con un cuasi seguro de cambio;
  3. liberó a los fondos especulativos de todo encaje y control;
  4. eliminó la obvia obligación de los exportadores de liquidar en la plaza local los dólares que reciben por las ventas al exterior; y,
  5. dolarizó el precio de la energía y las tarifas, abrió la economía a la importación destruyendo el salario, las pymes, el empleo y, por ello, el mercado interno.
Solo cabía preguntarse cuándo sería el default. Fue en agosto de 2019. El FMI acompañó a Cambiemos hasta la puerta, pero no quiso entrar al cementerio.
Puede discutirse si el impago del Fondo Sojero no fue un default, pero no estamos para sutilezas. Lo indiscutible es que fue en 2019 y no antes porque el FMI estiró la agonía con el préstamo más grande de la historia, que Macri y el mejor equipo con los Messis de las finanzas y la intelligentzia local, se fumaron en poco más de un año. Si esto es lo mejor que la derecha liberal puede ofrecer en la Argentina, es fácil explicar por qué el Peronismo, aun sin Perón, habiendo pasado experiencias como la de Menem y sin las muchas mejoras que le debemos al pueblo, sigue siendo la mejor opción.
La imputación de Macri, Carrió, Lacunza y Pichetto a Alberto Fernández de ser el responsable del default es una mezcla de cinismo, estupidez y autocontradicción. Si la palabra (breve y leve, ante el horror de la gestión) de un precandidato es más poderosa que la del Presidente de la Nación que gozó del trato privilegiado del Presidente de los Estados Unidos, del FMI y el aporte de 50.000 millones de dólares en un año, es por dos razones. La primera es porque Macri degradó a tal punto su autoridad que su palabra no vale nada. Pero la fundamental es porque Cambiemos en cuatro años dejó indefenso al Tesoro ante cualquier crisis y, para peor, no deja de tomar medidas para aumentar el caos y la iniquidad.
Son el peor gobierno desde 1810. Pero no todo es necedad liberal y torpeza. No hay que descartar mala fe y venalidad. La gestión y los cambios de control del mercado de la energía mayorista y distribución en CABA y Gran Buenos Aires, las operaciones de deuda y fuga de capitales, las decisiones vinculadas al valor boca de pozo del gas o las transferencias a favor de las aceiteras y mineras al bajar las retenciones sin facultades, son actos de gobierno con incidencia en la crisis que generan responsabilidad política y merecen un estudio desde el derecho penal.
El DNU 596/2019 emitido el jueves pasado pospone parcialmente el pago de la deuda en dólares y pesos de corto plazo, instrumentada en LETES, LECAPS y otros títulos. Las justificaciones que expone el decreto estremecen:
  • la sequía,  y
  • la reversión de los “flujos internacionales de capitales” por “medidas exógenas” que “ocasionaron una imprevista devaluación del tipo de cambio”.
El objetivo es aún más sorprendente. El decreto dice que es para proteger a los más vulnerables y despejar el acceso al financiamiento (sic), pero las autoridades aclararon: la pretensión es tener más dólares para mantener el tipo de cambio en la paridad de $ 60 por cada dólar. Para que no sea un barrilete, dijo Lacunza. Pasado en limpio, el Estado no paga las LETES en dólares para que el BCRA siga vendiendo reservas a un precio que, por lo visto, todos los que compran juzgan barato. ¿Cuánto puede durar este esquema con un solo vendedor, el BCRA, quemando centenares de millones por día?
El DNU no parece cuestionable desde lo formal. Declarar un default parcial supone una urgencia. El Congreso debe tratarlo. Mientras no lo haga, tienen vigencia sus normas. Si ambas cámaras lo rechazan, pierde validez, pero se mantienen los efectos que haya producido en ese interín. Es muy improbable que las cámaras lo traten, al menos en estos meses. Históricamente, el Congreso ha tratado muy pocos DNUs. Mantienen vigencia sin respaldo parlamentario. A veces terminan siendo convalidados en masa en alguna ley de presupuesto.
Socialmente, el DNU tiene efectos graves. La clase media y el pequeño ahorrista en dólares no lo tomó con calma y prefieren dormir sobre sus billetes a sentarse a ver si ocurre lo que los analistas aseguran que jamás ocurrirá. El tiempo dirá si el decreto azuzó el riesgo de liquidez de los bancos.
Probablemente haya planteos judiciales de los tenedores institucionales o empresas cuyas inversiones en LETES, etc. hayan quedado atrapadas en el corralón de Lacunza. ¿Comenzarán las excepciones y decisiones judiciales? Supongamos una pyme que pudiera argumentar que tenía calzados esos fondos para atender sueldos, proveedores, fisco, bancos, etc. No sería improbable que la misma Administración o un juez admitieran excepciones, en tanto el PEN no demostrara que la “emergencia” lo impide. La Corte Suprema admite desde hace casi un siglo restricciones importantes al derecho de propiedad en el marco de las situaciones de emergencia. Existe mucha jurisprudencia para estudiar. En cualquier caso, si algo no trae el DNU es tranquilidad y certezas.
Lacunza anunció un proyecto de ley, aparentemente, para que el Congreso autorice al Ejecutivo a renegociar la deuda de mediano y largo plazo usando las cláusulas de emisión de esos títulos que, según dicen los medios, requieren el consenso del 75 % del capital para lograr quitas o esperas. Una suerte de concurso preventivo. Seguramente incluirá alguna autorización a las provincias a hacer lo mismo con su deuda en títulos para facilitar la sanción. No habiendo visto el proyecto, solo cabe conjeturar que su tratamiento por el Congreso antes del 10 de diciembre requiere de una situación política muy diferente a la actual. Anunciar una reprogramación con tanta anticipación anula el mercado de bonos.
A la Argentina le faltan dólares. Se llama “restricción externa”. Se dice que en los últimos 45 años hubo 19 crisis por la restricción externa. Una cada 27 meses. ¿Es razonable que el BCRA los venda solo para evitar el barrilete? Obviamente, el problema es que el dólar empuja la inflación. Pero no sólo quemar reservas y subir la tasa a más del 80 % es el modo de combatir la inflación. Hay otras medidas.
Para que los economistas hagan un análisis serio habría que tener algunos datos como, por ejemplo, cuántos son los fondos especulativos que están esperando que venzan sus inversiones en pesos para correr al dólar. Quiénes son los dueños de esos fondos y cuál la vinculación y el nivel de compromisos de Macri y su gente con ellos. Cuál es volumen la cosecha no exportada. Y cuál es el monto de la cosecha vendida pero cuyos dólares aún no fueron liquidados. Se habla de más de 10.000 millones de dólares de cosecha no vendida y de unos 7.000 millones de dólares de lo vendido no liquidado. No me consta que sean cifras reales; pero si fueran ciertas, son significativas.
Los proveedores de dólares deberían ser los exportadores. Pero con el dólar contenido primero en $ 45 y ahora en $ 60, es obvio que las aceiteras y los productores con espaldas no van a vender el cereal ni liquidar los dólares a la espera de una mayor devaluación. Con el agravante de que si el exportador ya vendió la mercadería es porque antes le dio los pesos al chacarero, que salió a comprar dólares: inyecta pesos pero no trae los dólares. Frente a esto, ¿qué hace el gobierno? ¿Por qué no los incentiva a que vendan y los obliga a liquidar? Macri prefiere defaultear —posponer el pago— de su propia deuda a hacer algo absolutamente razonable como imponer retenciones ante una fuerte devaluación o exigir la liquidación de las divisas en un plazo razonable.
No son medidas chavistas ni de Ho Chi Minh.
Las retenciones se aplicaron siempre cuando hubo devaluaciones. Desde Krieger Vasena hasta Duhalde. Permitirían que los exportadores no especulen con una mayor devaluación y además traerían alivio fiscal.
La obligación de liquidar las divisas de las exportaciones en un plazo razonable estuvo casi siempre vigente, con naturales ajustes, desde 1964 cuando el 10 de abril Arturo Illia dictó el decreto 2581. Solo no rigió entre 1991, cuando Menem-Cavallo lo dejaron sin efecto, y diciembre de 2001 cuando De la Rúa lo reimpuso. Macri lo derogó en noviembre de 2017, pero antes ya había fijado plazos absurdos, de hasta diez años, para la liquidación de los dólares.
Dicho simplemente, en nuestro país, el exportador de cereales, minerales, hidrocarburos, etc. puede no traer nunca a la Argentina los dólares producidos por la venta. Solo Menem y Macri tuvieron esta política desde 1964. Así nos fue en las dos oportunidades. Ante la emergencia, Macri prefiere no pagar a los ahorristas a exigirle a las mineras, aceiteras y petroleras que traigan los dólares. Sólo para ellos hay libertad y dólares. Del mismo modo, nunca exigió que aquellos que se beneficiaron con el blanqueo trajeran el dinero fugado ilegalmente. Los que evadieron y blanquearon, hoy son nuevamente grandes ganadores.
Antes de llegar a estas medidas Macri emitió un decreto que rebaja el IVA a algunos alimentos básicos. Bien adoptada, no sería una mala medida. También podría instrumentarse mediante la devolución del IVA contenido en el precio de los productos básicos solo para el sector más vulnerable o darles un bono para la compra, etc. Adoptada a las apuradas, sin estudiar los efectos ni consensuarla con los operadores, puede transformarse en el modo de ocultar el aumento del precio para las grandes empresas productoras y comercializadoras y un dolor de cabeza para los monotributistas. El decreto es claramente inconstitucional porque el Presidente no puede bajar impuestos sin una delegación expresa del Congreso. Tienen razón las provincias desde el punto de vista jurídico. También en quejarse porque baja la recaudación de impuestos coparticipables y, por ello, sus ingresos. Llevaron sus quejas a la Corte, pero es difícil que disponga una cautelar por dinero a un gobierno nacional que tambalea ante el default. Algo similar puede decirse del DNU 566 que fijó por 90 días un valor especial para el precio interno del petróleo y las naftas. Las provincias que cobran regalías pueden quejarse por la falta de consenso, pero no creo que, más allá del mérito y oportunidad, pueda negarse al Gobierno de la Nación facultades para sancionar una ley que establezca precios máximos por un plazo de 90 días en un bien esencial y estratégico como el petróleo. Si la discusión es entonces de mérito y oportunidad, el lugar del debate no es en la Corte, sino en el Congreso, donde las cámaras pueden dejarlo sin efecto.
Para terminar con el recuento de normas, el viernes se difundió la Comunicación A 6768 del BCRA por la cual se impide que los bancos distribuyan dividendos sin previa autorización, seguramente con la intención de evitar el giro de dólares a las casas matrices.
En todo este tembladeral, el candidato Alberto Fernández intenta ser firme y prudente. No desentenderse de la situación pero tampoco resultar corresponsable. Tiene razón. No debe cogobernar: es inconstitucional. Si no gobierna ni cogobierna, ¿por qué debería hacerse cargo la oposición de una situación que no solo no creó sino que criticó? Si algún reproche cupiera, sería para algunos legisladores que, con el argumento de la gobernabilidad, facilitaron con quorum o votos algunas de las medidas de Macri que produjeron esta situación horrible. Pero los mismos que hoy reclaman que la oposición pague los platos rotos de Macri o avale medidas ajenas, son los que calificaban a esos mismos legisladores de “racionales” o “democráticos”. ¿Se equivocó Fernández al decir que el dólar a 60 estaba bien y eso es incompatible con exigir que no quemen reservas o que no causaran una crisis para ensayar el absurdo discurso presidencial del lunes 12/8? No. El problema no es que el dólar a 60 no fuera adecuado cuando fue dicho, ratificando lo que habían expresado las autoridades del mismo Gobierno. Sino cuáles son las medidas que el gobierno adopta o no adopta para mantenerlo a ese valor sin vaciar las reservas. Las herramientas y las decisiones las tiene y adopta el gobernante. Las frases de Lacunza sobre la virtud de la prudencia en un hombre de estado son muy simpáticas. Quedan bien en un Platón, no en boca de un ministro que a los cinco días declaró el impago de la deuda de corto plazo. No está para sermonear ni dar consejos a nadie.
La visión de que Fernández y Macri deben ser buenos amigos y que la falta de empatía es la causa de la crisis, es tan ridícula que no alcanza a ser una falacia. El discurso liberal, como en los ’90, ensalza a sus elegidos mientras dura la fiesta. Cuando viene la obvia crisis, se corren, y culpan a “la política”. En 2001 el relato fue ocultar que esos efectos reconocían causas en las políticas de desguace del Estado, la privatización de YPF, la deuda, la desindustrialización o medidas como la que señalé de eliminación de reglas para los capitales, sino en las limitaciones personales de De la Rúa, la pérdida de compostura de Cavallo o la falta de definición del peronismo: “la política”.
Ese relato vuelve. Pero la política bien entendida es la defensa de buena fe de intereses de sectores sociales y millones de personas, y proyectos de sociedad. No un chat de amigos. El desastre actual ocurre por las medidas que desde 2015 adoptó Macri, alentado por todo el sistema social, político y comunicacional de la derecha. Hasta el Mercado, que en algún punto quedó atrapado en el corral macrista, lo sabe. Es la deuda, la baja de las retenciones, la bicicleta, el copamiento por grupos vinculados al Ejecutivo de sectores estratégicos con enorme rentabilidad y, al final, la fuga. No la falta de cordialidad en una charla de Whatsapp.

EL PAÍS 30 de agosto de 2019 Una intervención sorpresa en plena avenida Corrientes

Un flashmob al grito de #LarretaYaFue
Un grupo de militantes antimacristas realizó una intervención de seis minutos que incluyó cumbia, una coreografía y un haz de luz sobre un edificio. 
Imagen: Leandro Teysseire
En el anochecer del viernes, algo inesperado sucedió sobre Corrientes, en pleno Centro porteño. Hacia las 19.15, cuando ya había sido habilitada la peatonal que reduce a la mitad el tránsito en la avenida de los teatros, cientos de personas comenzaron a bailar espontáneamente al ritmo de la cumbia mientras seguían una coreografía muy estudiada. Sobre uno de los edificios de esa cuadra (entre Montevideo y Paraná) un proyector impactaba su haz de luz que repetía el hashtag que sonaba en unos improvisados parlantes a todo volumen sobre la vereda: #LarretaYaFue.
En un comunicado previo y reservado para periodistas y participantes, quienes organizan esta campaña develaban el misterio: “Volvemos a intervenir sobre lo público para mirar la campaña electoral desde un ángulo completamente distinto”.
#sivosqueres es una campaña antimacrista que vincula acciones de campaña en las calles y en las redes, con una estrategia de viralización por WhatsApp. Su primera acción fue la proyección masiva de la consigna #MacriYaFue en 50 edificios de Buenos Aires, apenas días antes de la PASO.
En esta oportunidad, el hermetismo fue muy grande, porque la búsqueda estuvo en mantener el efecto sorpresa de la intervención. Y sorpresa fue la que vivieron quienes por casualidad andaban por Corrientes y vieron cómo en segundos cientos de personas como ellos y ellas se metían de lleno al baile desenfrenado.
Toda la acción duró escasos seis minutos, en los que las camaritas de los celulares se mezclaban con los y las que intentaban aprender sobre la marcha el pasito. Por los parlantes, la banda Sudor Marika cantaba que “Macri ya fue / Vidal ya fue / Si vos querés / Larreta también”.
“¿Existe un modo de renovar los métodos de campaña electoral que el juego democrático nos enseñó hasta ahora?”, se lee en el comunicado distribuido apenas horas antes. En #sivosqueres afirman que sí. “Cuando los tiempos se muestran sombríos y las urnas ya mostraron su voluntad de verdadero cambio de rumbo, elegimos ofrecer un espíritu festivo en el que el compromiso político no se resuma en la suelta de globos pinchados, desinflados”.
Sin dudas innovador, el formato flashmob resulta algo inédito en nuestro país. Al respecto, quienes organizan #sivosqueres tienen la convicción de que hace falta renovar el modo de relacionarse con la ciudadanía: “Frente al algoritmo y el cálculo digitalizado, proponemos la sorpresa y el festejo en la calle.”

EL PAÍS 31 de agosto de 2019 Panorama político La agonía

Imagen: NA
El país se desvive, se funde, colapsa. Pero hay autocrítica: "Lo que nos faltó estos años es darnos cuenta que la felicidad está en lo cotidiano y no en lo excepcional --chupate esa mandarina--; no sólo somos felices cuando nos vamos de compras a Miami o Los Angeles con nuestras esposas". No es fakenews, no es invento ni sarcasmo. Es una ventana al alma de este gobierno. Es lo que dijo ahora el Interventor de la Administración General de Puertos, Gonzalo Mórtola en el almuerzo del Rotary de la ciudad de Buenos Aires. Deja vu, farsa, tragedia y desgracia sobre este país otra vez hambreado, desempleado y quebrado. Reminiscencias de Fernando De la Rúa. Son los mismos que están ahora. Votados por los mismos votos. Y los dos terminaron en aquelarre y devastación. La historia que se repite y se ensaña.
No hubo elecciones, ni siquiera hay presidente electo, pero hay un gobierno que bajó los brazos, abandonado por los que lo elevaron y compartieron sus iniquidades, incapaz de detener la fuga de riqueza que promovió hasta que no quedó nada. No hay plata ni para apoyar la campaña electoral bonaerense de María Eugenia Vidal que muerde su bronca en silencio. En su naturaleza estaba este final y en su naturaleza está la incapacidad de resolverlo. Es el neoliberalismo.
El presidente Mauricio Macri no asume la presidencia. Dice que su gobierno no es responsable de la crisis. Que la oposición tiene la culpa por haber sacado más votos que el oficialismo. La culpa de la crisis --dijo-- la tiene la gente que votó por Alberto Fernández en las PASO. Pero es al revés: el resultado de las PASO fue consecuencia de la crisis que empujó todos esos votos hacia un camino diferente al neoliberalismo de Cambiemos. La famosa luz al final del túnel que anunció la vice Gabriela Michetti, estaba allí, pero era la locomotora de la crisis que se le venía encima al pueblo argentino.
Este gobierno habilitó la especulación financiera y estimuló la fuga de capitales. Estaba acabado mucho antes de las PASO, a las que no hubiera llegado sin el préstamo gigante del Fondo Monetario. El Fondo transgredió todas las normas que rigen sus préstamos con un doble objetivo: sostener a Macri hasta las elecciones, y si las perdía, condicionar a quien ganara para que negocie de rodillas.
La llegada de Mauricio Macri al gobierno significó una novedad en la tradición política argentina. Por primera vez la derecha franca llegaba por el respaldo electoral sin la necesidad del disfraz de un partido popular o de un golpe de Estado. También es la primera vez que un gobierno de derecha no es expulsado a las patadas por grandes movilizaciones como el Cordobazo o las del 18 y 19 de diciembre del 2001.
Macri entró por el voto y se va por el voto. Aunque todavía no se celebraron las elecciones presidenciales, las PASO develaron el misterio por el cual las protestas contra el gobierno de Macri no culminaban en acción destituyente como operaron sin duda las del Cordobazo y las del 19-20 de diciembre. En esa tradición de movilización popular era más probable que se produjera una gran rebelión destituyente. Y por otro lado, nadie esperaba la gran diferencia de votos entre el Frente de Todos y Cambiemos. Fue una sorpresa que no se diera lo primero y que se produjera lo segundo.
La circunstancia de ejercer el derecho a elegir, de expresar soberanía política en el voto se reveló como una herramienta incorporada al acerbo popular. Hubo mucha movilización durante estos cuatro años, mucha presencia popular en las calles, y por distintos motivos, desde la defensa de los derechos humanos, hasta las Ni una menos, pasando por los conflictos laborales y sociales, las luchas contra las reformas laboral y previsional.
Fue una presencia combativa, pero al mismo tiempo organizada y enfocada en un proceso político, en la necesidad extendida de conformar una alternativa concreta a la fábrica de pobreza y desempleo en que Cambiemos había convertido la Casa Rosada. A diferencia del escepticismo y el descreimiento del "que se vayan todos" de principios de milenio, estos actos y marchas estuvieron signados por la esperanza de que la política diera respuesta.
Esas movilizaciones no eran kirchneristas aunque fuera una de sus vertientes. Pero la experiencia de los doce años de los gobiernos de Néstor y Cristina está elaborada y asimilada como parte de una memoria colectiva. El hecho de que la dispersión que produjo la derrota de 2015 fuera contenida en gran medida, permitió que se preservara un núcleo fuerte y masivo con el liderazgo y la capacidad de generar una convocatoria más amplia.
Esos enunciados no tomaban la forma de un discurso ni programa o convocatoria. Cristina Kirchner ya habló de un frente de unidad con todos en el acto que se realizó en Comodoro Py cuando fue citada a declarar, en abril del 2016, pocas semanas después de que asumiera el macrismo. Fue reflejo político tras la derrota de Daniel Scioli, pero no era un invento de la ex presidenta, sino que recogía una expectativa que empezaba a tomar cuerpo en una parte de la sociedad.
Esa idea más o menos difusa en los sectores populares acompañó las protestas contra el gobierno bajo la forma más líquida del deseo o la esperanza. Hasta que la situación tocó fondo y la crisis habilitó el ingrediente que faltaba y cristalizó esa expectativa en la proclamación de la fórmula que encabezan Alberto Fernández con Cristina Kirchner.
Roberto Lavagna y Alberto Fernández, como expresiones opositoras, aportaron lo que han podido para que el derrumbe del macrismo no se convierta en una catástrofe institucional. Pero el gobierno despilfarró el préstamo del FMI antes de llegar siquiera a las elecciones presidenciales. Como era su único sustento, al mismo tiempo que despilfarró el préstamo, dilapidó gobernabilidad.
El mes y medio que falta hasta las elecciones de octubre, más el otro mes y medio que faltaría para el traspaso de gobierno en diciembre se presentan como una larga agonía en la que el macrismo puede arrastrar al desastre a todos los argentinos. No puede pagar sus deudas, apenas tiene fondos para gobernar, no tiene capacidad para negociar, y el bloque del capital concentrado que lo respalda, desde Clarín hasta la Mesa de Enlace, ya busca contactos con Alberto Fernández.
El tiempo está destruyendo a la administración macrista. Enorme enseñanza para los que indujeron el discurso del odio: las fuerzas que fueron perseguidas y difamadas durante estos cuatro años por el macrismo, tanto aquellas del sindicalismo combativo, como del kirchnerismo y de los movimientos sociales, son las únicas que podrían estar en condiciones de sostener la transición. Tampoco está claro que lo lograrían aún cuando se lo propusieran, pero son los únicos a los que el macrismo podría recurrir.
Es una carrera contra el tiempo cuyo resultado nadie se atreve a predecir. Y a nadie le conviene un derrumbe descontrolado que tendría consecuencias desastrosas porque donde siempre golpea más la crisis es en los más humildes y porque son siempre esos sectores los que ponen la sangre cuando hay represión. Faltan poco más de tres meses pero el hambre no espera, aunque ya no sea más que una cuestión de paciencia. Es una ecuación difícil en la que incluso la política tiene pocos resortes para intervenir.
Más allá del derecho de todo el mundo a expresarse, en este escenario la marcha de respaldo a Mauricio Macri de la semana pasada aparece como un gesto grotesco para sostener a un personaje apabullado que ya ni quiere que lo sostengan y que salió al balcón para despedirse antes que lo echen. En su desesperación, los periodistas del oficialismo exhiben esa expresión del grotesco de la política como si fuera un gesto de enorme valor ciudadano. El martes, los movimientos sociales movilizaron el doble de personas contra el hambre y esos periodistas ni lo mencionaron.
El globo de indignaciones sobreactuadas y falsas verdades del macrismo se desinfla con la crisis. Los discursos engolados de Elisa Carrió ya no indignan, igual que el denuncismo amarillista de los medios y periodistas oficialistas. Todo eso va quedando al desnudo como un discurso mentiroso que se usó para ocultar mezquindades, bajas ambiciones y negociados de alto nivel.

EN MODO PÁNICO ¿Quién prendió la chispa?


Entre las PASO y el viernes 30 de agosto —es decir, las últimas dos semanas— el BCRA volcó infructuosamente 2.000 millones de dólares para contener la escalada del dólar. Desde principio de mes la pérdida de reservas ronda los 14.000 millones de dólares. Dada la opacidad estadística del organismo que bloquea el desagregado de variación de reservas y ralentiza la publicación del número consolidado con dos o tres días de demora, el dato exacto aún no se conoce. Pero si se tiene en cuenta la magnitud de dólares retirados de los bancos el día viernes, la caída debería ser aún mayor. La sensación es que en estos días volvimos a ingresar al modo pánico. Mientras en los hogares la gente se hace miles de preguntas que podrían sintetizarse en el proverbio argentino “el que se quemó con leche ve una vaca y llora”, el Presidente —por Twitter— le pide calma al conjunto de lxs argentinxs y sus voceros de campaña desparraman mensajes —también por Twitter— que no hacen más que agitar las turbulentas aguas en las que navega una embarcación de madera balsa.
Una vez más la batalla para condicionar al próximo gobierno se libra en la marea profunda del mercado financiero. El viernes la divisa cerró en torno a los $ 59.50 mayorista, $ 61.50 minorista y en el post markettocó los 65 $ en operación del mercado electrónico de pagos (MEP). El Riesgo País ronda los 2500 puntos básicos, nivel cercano al de septiembre de 2001, cuando el Congreso Nacional rechazaba la ley de déficit cero. Las comparaciones son odiosas, incluso a veces pueden ser desacertadas. Sin embargo, en este caso sirve para poner en el centro de la escena la envergadura de problemas asociados al juicio que las calificadoras de riesgos establecieron sobre el país en los últimos días: substantial credit risk (Fitch día 16/08/19), selective default (S&P día 29/08/19), es decir evaluaciones que miden la probabilidad de default en niveles altamente realistas y/o concretados parcialmente para cierta clase de activos. Sin duda quedaron muy lejos en el tiempo los festejos de quienes se vanagloriaban de ingresar en la clasificación de mercado emergente. Ese episodio fue un hito más de la trampa ortodoxa a las que nos condujo el reinado del mercado financiero, donde prima la lógica del beneficio máximo y la eficiencia extrema, es decir la tecnocracia por sobre la democracia.
La depreciación de los activos argentinos que sufrió el MERVAL a lo largo del mes ronda el 40% y las principales acciones que cotizan en el mercado de capitales absorben pérdidas que destruyen el valor de las principales empresas del país. La cotización de la acción de YPF en la bolsa de NYSE es de 8,56 dólares; TGS en NYSE cerró el viernes en 7,50 dólares por acción, pero hace un mes cotizaba en torno a los 15,60 dólares. La compañía perdió el 52% de su valor. Estamos a precio regalado, de eso no hay duda. Ese es el dato que también muestran los bonos en dólares AO20, AY24, DICA, AA37 y otros también sufrieron pérdidas del orden del 40% en el mes. En el mercado de futuros se cotizan contratos a fin de año con precio de 83 pesos por dólar. El desmoronamiento financiero del país es de tal magnitud que, mientras escribo este párrafo de la nota (16.20 del viernes), los portales financieros anuncian que el BCRA acaba de emitir una nueva norma que obliga a los bancos a requerir autorización previa para girar utilidades al exterior. Mediante esta simple decisión (Com. A 6768) el gobierno pareciera reconocer que la fuga de capitales es el talón de Aquiles del tercer ensayo neoliberal que atraviesa el país. Lo hace volviendo a poner en vigencia un principio central para la salvaguarda del bien jurídico orden económico: la utilización de la regla de autorización previa al perfeccionamiento de operaciones financieras que, por su magnitud o cualidad, pudieren generar impactos negativos para la estabilidad. Esa regla fue repudiada enérgicamente por la primera conducción del BCRA en los tiempos de Cambiemos, al igual que el manejo de liquidez en dólares mediante modificaciones de la Posición General de Cambios (la cantidad de dólares y divisas que los bancos pueden tener en su patrimonio). A pesar de ello, la actual conducción del BCRA también se vio obligada a limitar la compra de dólares de los bancos, pero podría hacer aún mucho más bajando algunos puntos adicionales la ratio. Hacerlo antes del lunes hubiera contribuido a evitar la chispa que encendió la pradera.
El jueves el mercado de fondos comunes de inversión no pudo abrir sus puertas. Simplemente no había tasa para el rescate de títulos. Se cuenta incluso de un inversor en pánico que quiso salir a toda costa y terminó pagando cerca de 2000 puntos de tasa. El BCRA tuvo que entrar en la jugada comprando títulos para fijar un nivel de tasa de rescate. Lo hizo con los depósitos en dólares del público. El segmento money market de FCI operó el viernes empujado por empresas que tenían invertidos activos destinados al pago de sueldos. Para poder cubrir la demanda de liquidez, el BCRA tuvo que emitir una norma específica (Com A 6766), que habilitó a los bancos a precancelar plazos fijos de fondos comunes siempre que hubieren transcurrido 7 días desde el inicio de la imposición.
El llamado “reperfilamiento” de letras (LETES-Lecaps-Lelink), es decir la prórroga de plazos de vencimiento, provocó un sismo tan fuerte que lejos de generar tranquilidad impulsó a los inversores a exigir el rescate masivo de títulos ante la crisis de liquidez autoinducida. Una vez más, fue el propio gobierno quien provocó el problema. Como nota de color, los anuncios ni siquiera estuvieron precedidos de una mínima coordinación con las autoridades de la CNV, organismo responsable de emitir las normas regulatorias que se aplican al sector y que son necesarias para hacer efectiva la segregación de pagos a los inversores minoristas que la norma decía venir a garantizar. Esa resolución recién se publicó el viernes en el Boletín Oficial. (Res. Gral. CNV 806/2019.)
Vista con detenimiento, la emisión del DNU 59/2019 no es más que el resultado de un proceso que era conocido y cuyo desenlace pendía de un hilo que se cortó el mismo lunes cuando la delegación del FMI decidió no pronunciarse sobre el desembolso de 5400 millones de dólares previstos para septiembre. Ese tramo del préstamo tomado por el gobierno para financiar la fuga de capitales y los meses de campaña, suponía un flujo de caja que el gobierno pensaba emplear para evitar el descalce de vencimientos de septiembre/octubre, previendo especialmente que el ritmo de pérdida de reservas provocado por la escalada de la corrida cambiaria podía abrir —como escenario potencial— una caída del nivel de reservas netas por debajo de los 5.000 millones de dólares. Sólo en vencimientos de LETES en dólares del sector privado (descuento el costado público porque recae en FGS y BNA, cuya situación excede el marco de esta nota), había compromiso de U$D 900 millones (30 agosto) + U$D 865 millones (13 septiembre) + U$D 1237 millones (27 septiembre) + U$D 2.631 (4 octubre) = U$D 5633 millones. Si se tiene en cuenta el programa de vencimientos de LECAP (ARS) y LECER (ARS) entre agosto y octubre, que involucraba compromisos por un valor de 344.972 millones de pesos a una tasa de renovación del 30%, se generaba una demanda potencial de dólares adicionales en torno a los 4.000 millones. Conclusión, a la corrida contra el dólar se sumó una corrida contra títulos públicos, cuyo resultado final no hace más que alimentar la primera dimensión del problema. El gobierno tenía varias herramientas al alance de la mano: podía pedirles a los exportadores que liquidasen divisas de la cosecha más importante de los últimos años. No lo hizo. Podía haber restablecido el plazo para la liquidación de divisas derogado a través del Decreto 893/2017, firmado por el Presidente de la Nación, Marcos Peña y Nicolás Dujovne. Ese camino era menos lesivo para el bienestar del país, pero el máximo responsable de la administración de los negocios del país prefirió no tomarlo. Tal vez en los próximos días sí lo haga, apretado por las circunstancias. Mientras tanto el FMI se reunió el viernes, pero hasta ahora lo único que se conoce es el comunicado que publicó luego de su última visita. Allí dijo que evaluará el impacto de la operación de deuda que realizó el gobierno a través de la firma del decreto, entendiendo que esa medida buscaba fortalecer la liquidez y resguardar las reservas. A juzgar por la sangría de reservas y la crisis de liquidez generada, se equivocaron una vez más.

Otra vez Ponzi

Durante los primeros dos años del gobierno el flujo de ingreso de dólares especulativos fue una constante que marcó el punto distintivo del carry trade. Las pre-condiciones de ese proceso fueron, por un lado, la desregulación cambiaria y, por el otro, la definición de una política de tasa de interés real positiva en niveles astronómicos. El principal activo contra el que el mercado especuló fueron los pasivos del BCRA (en aquel entonces LEBAC), que progresivamente fueron aumentando el stock hasta volverse inmanejables. Entre abril, junio y octubre de 2018 ese proceso provocó la primera etapa de la corrida cambiaria y la intervención del FMI luego de que, primero Sturzenegger y luego Caputo, perdieran cerca de 30.000 millones de dólares. Para aquel entonces, los índices de solvencia del país —es decir la relación entre la deuda pública y el producto bruto— marcaban niveles del 70%. El gobierno pidió un stand-by al Fondo diciendo a los argentinxs que necesitaba un sostén fuerte para amortiguar los vientos de frente, las tormentas que habían opacado el crecimiento invisible que vivía el país. Esa mentira se develó poco tiempo después cuando hubo que renegociar nuevamente con el FMI para que otorgase un plus adicional de desembolsos. Se vio más claramente cuando ya no quedaron dudas de que el gobierno utilizaba la plata del organismo internacional para alimentar la fuga de capitales. (Las famosas paralelas — Deuda pública 107.000 millones vs. Fuga más interés 106.000 millones.)


Para ese entonces se habían alimentado dos nuevos problemas de deuda. Por un lado la deuda en letras que comentamos recién, y por el otro la deuda de instrumentos del Banco Central (las LELIQs). El primer canal se utilizó para financiamiento del Tesoro, mientras que el segundo sirvió para seguir estimulando el carry trade, a costa de mantener cautivo el stock de plazo fijos y desintermediar por completo el sistema financiero argentino. Al día de hoy, las cosas han sido distorsionadas hasta tal punto que los bancos privados, apalancados en el ahorro público, le prestan al BCRA a cambio de una tasa de interés que el propio viernes llegó al 80% anual. Por detrás de las corridas hay dos problemas centrales que no tienen solución bajo este gobierno:
  • el descalce financiero entre deuda pública y faltante de divisas disponibles en caja para garantizar el rollover, y
  • una burbuja especulativa en la que ganaron los bancos y perdió la economía real.
En esa ecuación el Banco Central puso en juego los depósitos de los ahorristas, rompiendo las reglas fundamentales del encaje bancario, es decir exigir su integración en moneda contante y sonante, como establece la Carta Orgánica. Ahora queda abierto un nuevo escenario que implica asumir el desafío de desarmar esa burbuja mediante la re-conexión de los bancos al proceso de intermediación financiera mediante la orientación del crédito a tasa razonable para financiar la producción, o dejar que estalle y se abra un nuevo episodio de turbulencia más complejo que el actual.
Lo cierto es que hasta aquí el Tesoro y el BCRA construyeron un perfecto Ponzi, es decir un modelo basado en el descalce agudo de plazos originados a partir del decrecimiento en la generación de ingresos de divisas y el crecimiento exponencial de los compromisos por servicios de la deuda pública. La historia cuenta que el inmigrante italiano Charles Ponzi, que terminó preso, llegó a los Estados Unidos en 1903 y creó el modelo de estafa financiera más emblemático de la historia, que reencarnó en innumerables negociados en perjuicio de ahorristas e inversores.
El comportamiento paralelo entre fuga de capitales y endeudamiento externo, es decir el ciclo pernicioso que caracteriza a la Argentina en la etapa de la valorización financiera cuya reiteración es un rasgo estructural de las estrategias de acumulación del poder económico en economías emergentes, se vuelve Ponzi en el preciso momento en que el flujo de ingresos cae al punto de no poder cumplir con los flujos de pagos de deuda comprometidos. Historia repetida. Ese momento coincide con la liquidación del sistema, el momento en que la crisis de liquidez se transforma en crisis de solvencia. La fotografía de estos días —la dinámica de los sucesos— indica que estamos a punto de cruzar a esa fase aguda de descomposición. Si eso sucede, la corrida cambiaria podría dar un salto de calidad.


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