miércoles, 29 de julio de 2015

Con novedad en el frente Por Alejandro Horowicz

El asno de Buridan" es el nombre con que se conoce un ejercicio lógico donde ese animalejo, perfectamente racional, debe optar entre dos montículos de heno. Ambos igualmente atractivos, ambos adecuados para satisfacer su hambre, y ambos situados a la misma distancia. Pero hete aquí que el asno muere, ya que le resulta imposible optar. Asnos de semejante nivel de consecuencia, asnos teóricos, no suelen pastar por los prados de la política. La versión silvestre, en cambio, abunda y se baña en el rio de la oportunidad.

Vale la pena explicarlo. El domingo 19, ballotage mediante, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires eligió jefe de Gobierno. Los dos candidatos resultaban "igualmente atractivos", y "adecuados para satisfacer las exigencias" legales del cargo; además, integran una misma coalición política. Recordemos, el asno se muere de hambre porque no puede optar; la perfecta falta de diferencia entre ambos montículos se lo impide; pero en rigor de verdad ambas opciones resolverían su dilema. Dicho de otro modo, no hay como errarle. Elija lo que elija acierta, y aun así nuestro asno se aferra tanto a la lógica que parece herido de muerte.

Si ambos candidatos son razonablemente "similares", el asno de Buridan tiene que encontrar la diferencia. En un sentido nominalista Horacio Rodríguez Larreta nunca puede ser igual a Martín Lousteau, tienen distinto nombre. Por tanto, uno necesariamente tiene que representar el "bien mayor". ¿Pero como determinarlo? Joannes Buridanus (1300 – 1358), filósofo escolástico francés más conocido como Jean Buridán, destacó en los estudios de lógica tanto como comentarista de la Ética de Aristóteles. La paradoja no fue construida por Buridan. Aristóteles se pregunta 15 siglos antes: un perro que debe elegir entre dos comidas igual de apetitosas como hace. Buridan no discute el problema particular; aboga por un determinismo moral donde el sujeto –entre comportamientos posibles– debe elegir siempre el bien mayor. Esto es, axiomáticamente resuelve que la igualdad es muy poco probable. O en todo caso debiera ser fehacientemente constatada. Y si así no fuera, queda conformada la opción, dado que uno es necesariamente mejor que el otro.

Cuando mandan los números

Los votantes porteños razonaron de muy diversos modos las diferencias entre Larreta y Lousteau. Si se observan los resultados de las PASO del 26 de abril, queda en claro que sufragaron aproximadamente 1.829.000 empadronados, mientras 727 mil permanecían en sus casas. El PRO obtuvo en esa oportunidad 863.219 votos. Si se los compara con los 818.964, de la primera vuelta, se comprueba que Larreta pierde más de 44 mil votantes (¿los descontentos de Gabriela Michetti?) que casi recupera en el ballotage al totalizar 860.802 sufragios. Dicho con sencillez, el Pro alcanza raspando el 34 por ciento del padrón. Y la segunda fuerza electoral, los que no votan, sumaron el 28 por ciento, cifra que se mantuvo pareja en las tres votaciones.

Si se verifica la perfomance de Lousteau queda claro que no cesa de crecer. En las PASO obtiene 405.998 votos, que suben a 458.902 en primera vuelta, para trepar finalmente a los 806.057 en el ballotage. No es un pequeño logro; si se le suman los 394.541 que obtuvo en primera vuelta el Frente para la Victoria, se alcanza la mágica cifra de 853.443. Entonces, ¿si todos los votantes del FPV hubieran sufragado por Lousteau ganaban? No; aun así faltarían más de 9000 para igualar el numerito de Larreta. Esto no arredra a los arrojados enemigos del conservatismo amarillo, porque arguyen que si un pedacito de los votoblanquistas hubiera abandonado su voto "inútil" la victoria hubiera podido alcanzarse.

Clarín y La Nación machacaron e insistieron: el kirchnerismo no supera el 35% del padrón; si la oposición se agrupa, no hay razón para que FPV venza. La prédica produjo inesperado fruto en el bando contrario: dado que el PRO no llega al 34% del padrón capitalino, la mayoría de los "vecinos" debiera evitarnos el agravio de tener que soportar otros 4 años al partido que gobernó los últimos 8. Es un razonamiento puramente matemático, es decir, mecánico, que no tiene en cuenta el comportamiento político real de la sociedad. Sin embargo, ¿la brevísima distancia a que se ubicó Lousteau, no significa nada? Después de todo el argumento de Joaquín Morales Sola (júntense todos contra las huestes k) solo resistió la tapa del diario; en cambio, Lousteau resultó capaz de agrupar voluntades.

Concedido. Ahora es preciso pensar como. En 2003, una versión del progresismo porteño que se referenció en Aníbal Ibarra, estaba en condiciones de ganar si sumaba el voto k. Y así terminó siendo, cuando Néstor Kirchner, a semanas de asumido con magro caudal, respalda a Ibarra contra Macri. Ibarra no era k, sino alguien que podría lograr ese respaldo sin perder el caudal propio. Era votable para la progresía sin resultar infumable para el mundo k. De ese delicado equilibrio dependió y sigue dependiendo la derrota del conservatismo amarillo. La política no pare cada cuatro semanas un animalejo capaz de satisfacer tan complejo mix, eso no quiere decir que resulte irreproducible. Ahora bien, tampoco transforma a Lousteau en heredero de ese espacio, solo nos recuerda que es construible.

¿Macri sin rumbo?

Repasemos los hechos. El PRO conservó su caudal. No hizo la mejor elección, pero nadie creyó jamás en el mesianismo de Larreta. Lousteau hizo una gran elección, y el radicalismo porteño se ha fortalecido a punto inesperado. Como se trató de una interna abierta, ambas fuerzas integran una coalición, la alegría de uno debiera ser la del otro. Pero no es así. Macri esta anonadado y la cooperativa de intendentes radicales atraviesa su mejor momento.

¿Qué sucede? La confluencia del Pro con la UCR, como todos los matrimonios de conveniencia, depende de los aportes de cada socio. Un radicalismo sin candidatos nacionales, sin jóvenes, y sin banderas al viento, pero con una estructura nacional centenaria, se juntaba con un "candidato nacional", repleto de jóvenes capitalinos, y las banderas de Jaime Duran Barba. Macri, el candidato; la Capital de la República, su inexpugnable bastión. Ahora resulta que el bastión no es tan inexpugnable, Lousteau también es un candidato que mide, y la posibilidad de sumar los votos de "todo el espacio" Pro radical impone al menos un cambio discursivo.

Para Clarín y La Nación esta no puede ser una decisión inconsulta. Para Duran Barba sí. Después de todo es responsable de las decisiones estratégicas; esto es, de la política de alianzas y del discurso requerido para que los acuerdos de capilla funcionen electoralmente. No basta concertar con la UCR es preciso imantar a sus votantes potenciales. El discurso de autoayuda de los tocadores de timbre PRO alcanzó su límite, la política de bajas calorías, su techo; ahora es preciso hacer política dura, definirse sobre el mundo real. Dicho de mala manera: es preciso reproducir la Alianza de Chacho Álvarez y Fernando de la Rúa, en las condiciones actuales; girar hacia el discurso de Sergio Massa sin Massa, cepillarle sus votantes.

La Alianza radical peronista se propuso conservar, a fines de los '90, la insostenible convertibilidad. La propuesta era "uno a uno", un peso un dólar, sin corrupción: menemismo blanco. La formula resultó electoralmente taquillera y políticamente catastrófica. Si de la Rúa hubiera salido de la Convertibilidad a las 48 horas de asumir, el último tramo de la debacle se hubiera evitado. Para hacerlo debía enfrentar el deseo de su propio electorado, y el interés directo de los bancos, en un mundo donde los bancos mandan. Si antes era la convertibilidad sin corrupción, ahora es la Asignación Universal por Hijo sin pobres a la vista.

¿Es practicable el giro que propicia Barba? Es la apuesta de controlar el gorilismo instalado. Me explico, los que a regañadientes acepten el "cambio" de Macri, parten de saberse caudal insuficiente. Barba fue muy claro en Perícles, el boliche cool donde explicó la novedad, imposible cambiar el clima de "optimismo" del electorado con Cristina Fernández. O se acepta ese dato duro o no hay modo. Sin duda el "fragmento ideologizado" del Pro puteara al gurú ecuatoriano. No le importa, para el intelectual orgánico de Macri se trata de llegar al ballotage nacional.

iNFO|news

EL CANDIDATO DE CAMBIEMOS LUEGO DE LA APARICION DE LOS ECONOMISTAS Macri ajustó su discurso

Mauricio Macri estuvo ayer en La Plata junto a la candidata a gobernadora María Eugenia Vidal.

Después del revuelo generado por el video de los economistas cercanos a su espacio, Macri ayer salió a asegurar que “la gente no aguanta más ajustes”. Dijo que el kirchnerismo buscaba asustar al electorado.

El aspirante presidencial del PRO, Mauricio Macri, está cada vez más compenetrado con su nuevo discurso electoral nac&pop: “La gente no aguanta más ajustes”, sostuvo el jefe de Gobierno porteño en su recorrida proselitista por La Plata, junto a su vicejefa y candidata a gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal. “Basta de asustar a la gente. Nosotros queremos una Argentina que se va a expandir, que va a crecer su economía”, insistió Macri para rechazar los cuestionamientos que llegan desde el oficialismo a sus propuestas económicas e intentar despegarse de los pronósticos de ajuste del que advirtieron economistas cercanos a su espacio.

“El kirchnerismo teme perder las elecciones y por eso hay agresiones”, agregó el alcalde porteño y volvió a explicar que “el cambio de discurso que empleamos es parte de un debate interno que hacemos a menudo”, continuó Macri ante los periodistas en un alto de los “timbreos” barriales que su equipo de campaña acuerda previamente a su llegada.

Luego volvió sobre los cuestionamientos a sus propuestas económicas al afirmar que los economistas del PRO “no hablan de un ajuste”. “Hoy la Argentina está ajustada, tiene cepos que no la dejan crecer”, sostuvo y agregó en declaraciones televisivas que “la gente no aguanta más ajustes, oscilamientos entre administraciones que irresponsablemente gastan y gastan”, sin especificar hacia dónde se destinan los recursos económicos. “Hay que administrar bien”, se justificó.

“Queremos un Estado que esté presente para ayudar a que el país crezca, y lo que uno ve a nivel nacional es un gobierno que ha utilizado el Estado como si fuese de ellos”, sostuvo Macri durante su recorrida platense. “Todas las personas que visité me dicen lo mismo, que se puede cambiar esta realidad”, manifestó en tono de campaña.

29/07/15 Página|12

Guarda con la música Por Teodoro Boot

Quien haya ido a una cancha de fútbol o caminado por las inmediaciones cuando se juega alguno de los tantos clásicos barriales habrá notado que las multitudes no desafinan. Más allá del placer o disgusto que puedan provocar las letras o las melodías, diez o veinte o treinta mil personas cantando al unísono entonan como el mejor de los intérpretes. Es un fenómeno extraño y asombroso, toda vez que, por una simple razón estadística, es razonable suponer que la mayor parte de los integrantes de esa multitud, tomados individualmente, suenan menos parecido a Alberto Castillo que a chanchos degollados para fabricar morcilla.

Habrá quien pueda explicar este fenómeno que aquí nos limitamos a destacar con el solo fin de establecer algunas caprichosas asociaciones y señalar que las multitudes y/o las masas, si se quiere, constituyen un sujeto diferente a la suma de cada uno de sus integrantes.

Uno

El balotaje que el domingo 19 tuvo lugar en la ciudad de Buenos Aires fue una de esas oportunidades en que una multitud se comporta como un sujeto y no como una suma de partes. Independientemente de las directivas o falta de ellas, y análisis, especulaciones, estrategias y señalamientos de sus dirigentes e integrantes más vocingleros, la masa de votantes porteños del Frente para la Victoria actuó, en un momento determinado –que no fue cualquier momento sino el de la decisión–, con un grado de unidad y unanimidad que hubiera desmayado de placer al mismísimo Napoleón Bonaparte o a cualquiera de los maestros de la economía de fuerzas.

Desde luego, el fenómeno permite los más variados análisis y especulaciones y habrá quien busque –y tal vez hasta consiga, que todo es posible en estos mundos– interpretar el propósito de esa decisión popular. No vamos a ser –al menos en esta oportunidad– tan presuntuosos de pretender desentrañar los designios de esa masa de votantes y nos conformaremos con entrever algunas causas y, de ser posible, extraer alguna que otra enseñanza.

Dos

Es bueno recordar, ante todo, que fuera de Aníbal Ibarra, ningún otro dirigente destacado del FPV (por un elemental sentido del ridículo nos rehusamos a incluir a Leandro Santoro en la categoría “dirigente destacado”) propuso votar a Martín Lousteau, ni confesó que iría a hacerlo. Y Aníbal Ibarra está muy lejos de representar algo parecido a una “línea oficial” o significativa dentro del FPV.

Más allá de que la postura oficial u orgánica del FPV fuera la razonable, la única posible y sensata en ese momento (dejar en libertad de acción al electorado), la mayor parte de sus dirigentes y referentes parecían compartir la disparatada idea de algunos periodistas de que Horacio Rodríguez Larreta y Martín Lousteu son lo mismo y de que, en consecuencia, lo único razonable era votar en blanco (lo que en un balotaje tiene los mismos resultados prácticos que poner en una urna porteña la boleta de Hillary Clinton).

Ya que estamos y si de digresiones se trata, si aquí dijéramos que Jorge Altamira, Luis Zamora y Myriam Bregman son lo mismo, además de provocar las carcajadas de Altamira, Zamora y Bregman, lo único que estaríamos haciendo sería mostrar nuestra más profunda ignorancia en la materia, sumada al estilo de razonamiento ramplón de un barrabrava alcoholizado, sin la menor perspicacia, profundidad o sutileza.

Se puede decir y pensar que son lo mismo, comonó; cualquiera es dueño. Pero no se puede actuar en base a semejante premisa: el paradójico resultado de esa clase de simplificación es el de transformar la realidad en un magma amorfo y tan indeferenciado que vuelve imposible establecer con ella cualquier clase de vínculo.

Así como hubo una gran cantidad de propaladores del votoblanquismo, es justo reconocer que abundaron en el FPV los lenguaraces que impulsaron el voto a Lousteau o cuestionaron la idea de hacerlo en blanco. No se trató de lenguaraces destacados sino más bien de irresponsables sin prestigio ni empleos ni canonjías que arriesgar llevándole la contraria a la que parecía ser la línea oficial. Podría decirse que esa falta de calidad, calificación y rating de dichos lenguaraces fue compensada con su número, pero no vamos aquí a dejarnos arrastrar por la peregrina idea de creer que los micromundos y pequeños ambientes son o se parecen a la realidad ni, muchísimo menos, a confundir las redes sociales con la sociedad, por suerte mucho más vasta, compleja, rica, potente, sorprendente y contradictoria.

¿Hubo acaso una Radio Macuto trasmitiendo entre los votantes porteños del FPV una línea de acción contestataria, divergente de la que aparecía como “oficial”? Difícil creerlo: la masividad, oportunidad y unanimidad con que actuaron esos 350 mil votantes fueron excesivas para el alcance de cualquier directiva secreteada en los pasillos.

Tres

El fenómeno sorprendió a todos e hizo desbarrancar hasta a los encuestadores más avezados. Nadie podía imaginar ni calcular que la práctica totalidad de los votantes del FPV –más no pocos de las distintas variantes de la izquierda– irían a inclinarse en una sola dirección. Es dificil también conjeturar qué se propusieron –preguntados uno por uno, es muy probable que cosas diferentes–, pero, por lo pronto, podría decirse que se derrumbaron un par de mitos.

Uno de los que parecería desmentido es el de la segmentación generacional respecto al valor y uso del voto.

Existe la generalizada idea de que los treintañeros y cuarentones que, tras la frustración provocada por el doble discurso alfonsinista, padecieron la debacle moral del menemismo y el colapso político, conceptual y psicológico de la Alianza, descreen del valor y utilidad del voto, que serían todos hijos del “Kilómetro 501”, estudiantina con que en su momento unos cuantos jóvenes repudiaron la obligatoriedad del voto. Ese supuesto pronunciamiento generacional, que se habría manifestado en el votoblanquismo o la abstención de los treinteañeros y cuarentones kirchneristas e izquierdistas, no se verificó en absoluto. Ni la abstención fue significativa ni, aunque se incrementaron respecto a la primera vuelta, lo fueron los votos en blanco. De compararse los resultados del balotaje con los de la elección, es posible observar que la izquierda, no obstante la indicación explícita de votar en blanco, no consiguió que siguieran sus directivas ni siquiera la mitad de sus votantes de la primera vuelta.

Si consideramos que 350 mil personas que en un momento y un lugar determinados toman, por su cuenta, la misma decisión, son algo más que 350 mil individuos y deberían ser considerados multitud, pueblo, o esa deficiente traducción del “people” inglés: “gente”, podría afirmarse que, contrariamente a la impresión que producen encuestas y artículos y programas periodísticos, el pueblo argentino, al menos una porción muy significativa del pueblo argentino, tiene consciencia de la importancia de su voto. Y lo hace valer, además, con un singular instinto de poder: si no puedo o no alcancé a elegir, puedo dañar y si puedo dañar, acaso hasta sea capaz de producir una decisión que, si no me beneficia, al menos no me perjudique tanto.

Hubo también pequeños fenómenos notables, pero por lo absurdos. Por ejemplo, es significativa la cantidad de votantes del FPV ligados al “mundo de la cultura” que parecen haberse inclinado por el voto en blanco, siendo que, si hay un área en que el Pro y Eco no son precisamente lo mismo, esa sería la cultural.

El pueblo, al menos esa porción del pueblo que en primera vuelta se había inclinado por el FPV, mostró en el balotaje un instinto de poder y una fineza de razonamiento que deberían emular muchos dirigentes e intelectuales. Ocurre que el pueblo fue consciente de qué estaba en disputa: su pequeña vida cotidiana y no los destinos de la unión sudamericana o la especie humana. Se elegía un intendente municipal (lo que en su proverbial petulancia los porteños llaman jefe de gobierno, no es más que las personas normales conocen como intendente municipal), no la política frente a los fondos buitre. ¿Qué importancia podía tener lo que Martín Lousteau (que, dicho sea de paso y como para que no se olvide, fue ministro de Economía del gobierno de Cristina Kirchner) opinara sobre la economía nacional? Si de lo que se trataba era de decidir si se sigue o no aumentando a lo pavote el ABL, si los subterráneos van a seguir igual de desastrosos, si se continúa castigando a los transeúntes y automovilistas con ordenanzas de tránsito descabelladas y semáforos que no se coordinan, se financia a los amigotes con obras públicas inútiles, se destruye el sistema educativo, bajando el nivel de la enseñanza, desfinanciando la educación pública para financiar la privada, y etcétera, etcétera, y muchos más etcéteras. Porque de eso, nada más y nada menos que de eso, se trató este balotaje. De lo demás, porteños y no porteños, nos ocuparemos en otras instancias electorales, recién a partir del 9 de agosto.

Cuatro

Los –por llamarlos de alguna manera–, estrategas del FPV deberían abandonar la idea de la polarización, que se basa en la creencia de que la derecha dura es incapaz de superar el 30 por ciento del electorado. Se trata de una premisa falsa, según el Pro ya ha conseguido demostrarlo reiteradas veces en la ciudad de Buenos Aires, y anteriormente lo demostró a nivel nacional Carlos Menem: el diferente potencial de estas dos versiones del neoconservadurismo obedece, básicamente, a la diferente catadura, origen, ductilidad, carisma y simpatía personal de sus máximos referentes, pero la composición social y cultural de sus bases políticas es muy similar.

Circula en estos días la asombrosa idea de que Martín Lousteau triunfó en la mayoría de las comunas del centro y sur de la ciudad. Esto, directamente, no es verdad. Si bien es cierto que con un número un poquito mayor de votos se hubiera quedado con el gobierno de la ciudad –y unas cuantas cosas cambiarían en la vida cotidiana de los vecinos, por no mencionar la influencia de tal acontecimiento en las perspectivas políticas futuras de algunos protagonistas– , la alianza Eco no ganó nada, en ninguna parte. En las comunas, en todas las comunas de la ciudad, el Pro se impuso con comodidad, lo que puede advertirse sencillamente contando la cantidad de comuneros y legisladores que consiguió cada una de las distintas fuerzas políticas. Recién en el balotaje Eco se impuso en muchas barriadas en las que más de la mitad de los votantes prefirieron a Lousteau por sobre Rodríguez Larreta, pero aun en esos sitios el Pro sigue siendo una cómoda mayoría o, para decirlo con exactitud, una amplia primera minoría.

Tenemos así que esa derecha ha conseguido atravesar, y en forma bastante holgada, ese supuesto techo, a lo que convendría añadir que un movimiento popular que aspira a la liberación nacional y la justicia social debe construir mayorías, pues tratándose de un movimiento popular desarmado sólo puede aspirar al poder a través de la construcción de mayorías electorales y puede ejercerlo por medio de mayorías políticas y sociales, que no excluyen la batalla cultural y la creación de hegemonía, pero la exceden ampliamente y obligan a un cuidado y una acción cotidianas.

La polarización no podría ser entonces un objetivo y una estrategia populares, sino una limitación, un revés, un arma de doble filo y, al cabo, un boomerang político toda vez que, no siendo factible aislar al pueblo, el propósito e instrumento de las oligarquías es dividirlo por medio de antinomias y polarizaciones. Por el contrario, aislar a las minorías no sólo es factible, sino aconsejable, y eso no se consigue mediante la polarización sino diferenciando, aislando y obrando por líneas interiores.

Encontrar el modo, las políticas, los dirigentes y los candidatos idóneos para conseguirlo, es otro cantar, pero ante la incapacidad de apreciar y transformar la realidad, es un pobre recurso y un magro consuelo descalificarla.

Cinco

La mentalidad simplista, ramplona, sectaria y descalificadora que prevalece en los círculos más influyentes del FPV ha descartado, desde el vamos, cualquier pelea seria por las mentes y el corazón de las mayorías porteñas, se ha equivocado y se sigue equivocando en las instancias electorales (conformándose con la idea de ser una “minoría intensa”, lo cual puede ser bueno para cualquiera, menos para aquellos que supuestamente pretenden una revolución que requiere de las mayorías) y acomodándose a una a veces explícita y otras implícita asociación legislativa con el Pro, espacio político que no sólo cuenta con el blindaje de los grandes medios de comunicación sino con el que le brinda el silencio y la pasividad -cuando no la complicidad- del FPV.

El grado de enajenación de los dirigentes porteños del FPV, su desconexión con la realidad que supuestamente deben transformar, ha superado en este balotaje los límites que imponen la razón, la cordura y la más elemental inteligencia. En esta oportunidad no se han limitado a mostrar lo de siempre, su completa ajenidad respecto a la población porteña, sino que, superándose a sí mismos, llegaron a revelar que ni siquiera comprenden ni interpretan a sus propios votantes. Absortos en sí mismos y sus pequeños mundos, los candidatos del FPV revelan que han votado en blanco al tiempo que manifiestan que la masa de seguidores del FPV votó, unánimemente, “para castigar al PRO”. No sólo no entendieron que sus seguidores, esos que efectivamente representan y pretenden conducir, deseaban castigar al Pro, lesionar las posibilidades presidenciales de Macri y mejorar su vida cotidiana en una ciudad que cada día se asemeja más a un infierno diseñado por los bichitos malvados del film Marte ataca, sino que han seguido una dirección opuesta. No sólo no interpretaron los deseos de sus propios votantes sino que–y a confesión de parte, relevo de pruebas– al votar en blanco se han negado a castigar al Pro, lesionar las chances electorales de Macri o a mejorar un poco la vida cotidiana de quienes viven, trabajan o transitan la ciudad de Buenos Aires.

Menudos directores que se plantan ante la orquesta, despliegan en el atril la partitura de un vals, alzan la batuta, dar tres golpecitos y, sin decir agua va ni prestarles la menor atención, los músicos se despachan con una chacarera.

Diario Registrado

“ARGENTINA ES EL PROBLEMA PORQUE PIDIO POR SUS DERECHOS” Stiglitz reclamó regulación

El economista estadounidense expuso ante el Comité de Deuda de la ONU. “El capitalismo no puede funcionar sin un marco de quiebras para deudas soberanas”, advirtió. Describió al mercado de deuda como “ineficiente e inequitativo”.

“Cuando hablo con empresarios, me dicen que las reestructuraciones de deuda funcionan bien salvo por el caso de Argentina. Bueno, es que fue el único país que se plantó y exigió una negociación justa. Argentina fue el problema porque pidió por sus derechos”, señaló ayer el economista Joseph Stiglitz en la reunión del Comité Ad Hoc sobre Procesos de Reestructuración de Deuda de la ONU. El premio Nobel en Economía puso de manifiesto los problemas para países y acreedores que supone el actual ordenamiento del mercado global de deuda soberana. Pidió que no sólo se reformulen los contratos de los bonos y mejore la transparencia en el funcionamiento de las finanzas, sino la creación de un marco legal para la reestructuración de deuda, una suerte de ley de quiebras para países.

Stiglitz lidera, desde la Universidad de Columbia en Estados Unidos, el grupo académico que trabaja en la elaboración de la propuesta dirigida a la ONU para crear un marco legal para la reestructuración de la deuda soberana. Junto a él trabaja el economista argentino Martín Guzmán. “El lugar adecuado para llevar a cabo esta discusión no es el FMI. Allí se congregan solamente los acreedores, entonces ningún debate equilibrado puede surgir. El espacio indicado es la ONU, es el único lugar donde se pueden sentar en la mesa acreedores y deudores”, comenzó Stiglitz.

“¿Por qué este tema está al frente de la agenda global? Porque muchos países están enfrentando los problemas derivados del exceso de endeudamiento. Entonces queda expuesta la incoherencia del sistema actual. Las reestructuraciones de las deudas en algunas jurisdicciones son difíciles e, incluso, imposibles. El capitalismo no puede funcionar sin un marco de quiebras. Por eso todos los países tienen una ley de quiebras, pero eso no existe a nivel internacional”, dijo el economista.

Stiglitz describió que el actual mercado financiero de deuda soberana es “ineficiente e inequitativo”. La ineficiencia se explica porque los “retrasos en las reestructuraciones son muy costosos. En ese lapso, la economía empeora y se profundiza la recesión, lo vimos en Argentina y lo vemos actualmente en Grecia. Es una demora totalmente innecesaria, en donde nadie gana. No es un juego de suma cero, es un juego de suma negativa”. Por el lado de la equidad, el Nobel citó “la reciente decisión de la Justicia de Estados Unidos en el caso argentino, que favoreció a los fondos buitre por sobre los bonistas que ingresaron a los canjes”.

Especial hincapié hizo Stiglitz en los derivados llamados “Credit Default Swaps” y el daño que provocan en las negociaciones de deuda. Los CDS, por sus siglas en inglés, permiten cubrirse de un eventual default. Es decir, gatillan su pago cuando al país le va mal. “Las partes en las negociaciones pueden incluso tener interés en que no se llegue nunca a un arreglo. No estamos entendiendo la magnitud de este fenómeno”, dijo.

La propuesta más “market-friendly” es la de reformulación de los contratos de los bonos. Stiglitz advirtió que esa posibilidad introduce mejoras pero no ataca el problema de fondo. Enumeró que se podría consolidar la cláusula pari passu, que implica iguales condiciones para acreedores. “Todos están de acuerdo en que la interpretación del juez de Nueva York –en relación a Thomas Griesa– de la cláusula pari passu está mal. Eso se podría mejorar”, indicó. También pidió “transparencia en los CDS, para que al menos se sepa quién va a querer sabotear la negociación”.

Otro punto que figura en la agenda de la reformulación de contratos es la cláusula de acción colectiva, que define que, a partir de cierto porcentaje de aceptación del canje, se extienda a todos los acreedores esas mismas condiciones. “Eso no resuelve el problema, porque la aceptación tiene que darse para cada clase de bonos. Y hay muchas clases en función de la moneda de emisión y la jurisdicción. O sea, si los fondos buitre controlan una clase, no se puede llegar a un arreglo total.”

“Necesitamos mejorar los contratos. Pero eso no es suficiente. ¿Por qué cada país tiene una ley de quiebras? Justamente porque los contratos no alcanzan. El FMI dijo muchas veces a los países que tenían que tener una ley de quiebras. Pero ahora, en materia de deuda internacional, dicen que con los contratos de los bonos alcanza. Eso es hipócrita. Por principios de justicia social pero también de eficiencia económica, necesitamos una ley internacional de quiebras cuyo corazón sea el principio de inmunidad soberana: así como no se permite que una persona firme su propia esclavitud, tampoco un gobierno debería poder firmar la pérdida de soberanía y que lo lleven a juicio en Nueva York. Eso tendría que ser un principio fundante”, señaló Stiglitz citando el caso argentino.

El economista advirtió también que, en el caso de la quiebra de empresas, el número de acreedores es limitado. En cambio, los países enfrentan, “además de los acreedores formales que adquirieron los bonos, un número muy grande de acreedores implícitos, que es la población. En Grecia, por ejemplo, esa deuda se ha dejado de pagar para afrontar los compromisos con los acreedores formales”.

29/07/15 Página|12

 

¡Es el Estado, estúpidos! Por Emir Sader

Desde que Ronald Reagan dijo que el Estado dejaba de ser solución para ser el problema, el Estado pasó a estar en el centro de los debates y de las luchas políticas. Reagan apuntaba al Estado como ineficiente, corrompido, expropriador de recursos de las personas, productor de inflación –el resumen de los problemas que la humanidad estaría enfrentando—.

En su lugar, se promovía la centralidad del mercado y de las empresas, identificados como eficientes, dinámicos, baratos. Cuanto menos Estado, mejor (para ellos). Estado mínimo significa mercado máximo. Menos regulación estatal, menos derechos, menos protección, menos políticas de inclusión social.

Algunos de los que han hecho la crítica de una llamada “estadolatría” de la izquierda en el período histórico anterior, han buscado refugio en “la sociedad civil”, que mal pudo enmascarar al mercado, en la versión dominante del neoliberalismo. ONG y algunos intelectuales se han dejado mezclar con el neoliberalismo, por el rechazo común al mercado. Sin qué decir del punto de vista del poder del Estado, esas fuerzas han desaparecido de la escena política.

Superar al neoliberalismo es asumir funciones que fueron anuladas en el Estado mínimo. Estado mínimo no significa más ciudadanía, sino menos, porque ciudadano es el sujeto de derechos y lo que más hace el neoliberalismo es expropiar derechos, en favor del consumidor y del mercado. Es el Estado el que puede garantizar derechos, promover políticas sociales, participar de procesos de integración regional y de alianzas Sur-Sur, implementar políticas externas soberanas, proteger el mercado interno, inducir políticas de expansión económica con distribución de la renta, programas de desarrollo tecnológico y científico, entre otras medidas,

Por todo ello, el blanco central de la derecha, en sus intentos de restauración conservadora, es el Estado. Es alrededor del Estado que se dan los grandes debates actuales sean económicos, sociales, culturales o directamente políticos.

Dime qué tienes que decir sobre el Estado y te diré dónde te ubicas política e ideológicamente. No es la polarización que le gustaría al neoliberalismo, entre un Estado que él ha maltratado, desecho, y una supuesta esfera privada. Porque la esfera del neoliberalismo no es una esfera privada, sino mercantil, donde todo se vende, todo se compra, todo es mercancía. Y la esfera de la izquierda es la esfera pública, la esfera de los derechos y de la ciudadanía. El Estado es un espacio de disputa hegemónica entre las dos esferas, la pública y la mercantil, frecuentemente las dos se representan y se disputan a su interior.

Mucha razón tienen los países que han decidido refundar el Estado, para adecuarlo a la nueva base social que sostiene el poder político, el nuevo bloque social que lleva adelante las políticas de superación del neoliberalismo. Los que no lo han hecho, padecen de un aparato burocrático incapaz de incorporar a la participación popular que los nuevos gobiernos requieren.

No es que todo debate pueda reducirse al Estado, pero cada propuesta de modelo y de política económica reserva un lugar al Estado, supone una forma de Estado. Un Estado subordinado a las fuerzas del mercado o un Estado que implemente políticas soberanas, democráticas, populares.

Como el mercado anda con poco prestigio, no solo por los daños que han causado las políticas neoliberales, sino también por la profunda y prolongada crisis internacional del capitalismo, la derecha se concentra en atacar al Estado y a los gobiernos que se valen del Estado para practicar políticas “populistas”, de “corrupción”, inflacionarias. Pero atacan al Estado para promover alternativas centradas en el mercado.

Nunca como ahora el pensamiento crítico tiene que volcarse hacia el tema del Estado, de las formas que debe asumir para corresponder a los gobiernos que buscan la construcción de modelos de superación del neoliberalismo. Del tipo de poder popular que se necesita para echar raíces definitivas a las nuevas formas de Estado que necesitamos.


28/07/15 Página|12

haiku...de esta hora

La luz del sol tan fuerte como un ácido, y un suspiro enorme pareció desinflar enteramente su envoltura.

Jorge Luis Borges Diecisiete haiku La cifra, 1ra ed. Buenos Aires, Emecé, 1981. 1ra ed. Madrid, Alianza Editorial, 1981. Col. Alianza Tres, 159.

Algo me han dicho
la tarde y la montaña.
Ya lo he perdido.
2
La vasta noche
no es ahora otra cosa
que una fragancia.
3
¿Es o no es
el sueño que olvidé
antes del alba?
4
Callan las cuerdas.
La música sabía
lo que yo siento.
5
Hoy no me alegran
los almendros del huerto.
Son tu recuerdo.
6
Oscuramente
libros, láminas, llaves
siguen mi suerte.
7
Desde aquel día
no he movido las piezas
en el tablero.
8
En el desierto
acontece la aurora.
Alguien lo sabe.
9
La ociosa espada
sueña con sus batallas.
Otro es mi sueño.
10
El hombre ha muerto.
La barba no lo sabe.
Crecen las uñas.
11
Ésta es la mano
que alguna vez tocaba
tu cabellera.
12
Bajo el alero
el espejo no copia
más que la luna.
13
Bajo la luna
la sombra que se alarga
es una sola.
14
¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?
15
La luna nueva
ella también la mira
desde otro puerto.
16
Lejos un trino.
El ruiseñor no sabe
que te consuela.
17
La vieja mano
sigue trazando versos
para el olvido.