viernes, 1 de mayo de 2015

Los niños de la esclavitud Por Claudia Rafael

 Fuego, humo, asfixia. Esta vez fueron dos niños de 7 y 10 años los devorados por las llamas en el sótano de la casona de Páez 2796, casi Condarco, en Flores. Enrejada y con puertas tapiadas. Dormían aún, a media mañana, cuando se desató un incendio en el taller textil en el que vivían con sus padres: Amparo Menchaca y Julián Rojas, que siguen internados en el Hospital Alvarez con quemaduras. La utopía con la que llegaron desde Bolivia se extinguió velozmente. Como nueve años atrás ocurrió también para Juana Vilca Quispe, de 25 años, embarazada; Elías Carbajal Quispe, de 10; Rodrigo Quispe Carbajal, de 4; Harry Rodríguez Palma, de 3; Wilfredo Quispe Mendoza, de 15, y Luis Quispe, de 4 años, en la fábrica textil de Luis Viale al 1269.

Son unas 25 cuadras las que hay entre uno y otro taller. Pero la densidad y la brutalidad del fuego fue exactamente la misma. La crueldad con que oprime, desde sus duros zarpazos el sistema que tributa al capital, trasciende los tiempos. Puede modificarse en sus números, en las particularidades de sus efectos, pero padece de la misma y oprobiosa intensidad.

El taller del barrio porteño de Caballito estaba habilitado desde 2001 para cinco personas y como lugar de trabajo. Aunque vivían unas 65 y trabajaban allí 25. “Esa tarde había pocos chicos, porque la mayoría estaba en el colegio. Pudo haber sido una desgracia mayor. Los padres de Harry estaban en la planta baja con Kevin, el otro hijo del matrimonio. No pudieron subir por la escalera y tampoco pudieron entrar por las ventanas del primer piso porque estaban enrejadas”, decía un sobreviviente nueve años atrás. Aquel incendio dejó al desnudo que la clandestinidad de la industria textil que mueve más de 700 millones de dólares al año sólo entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Conurbano requiere de reducir a la esclavitud para rendir. Doce, catorce y dieciséis horas diarias de trabajo, hacinamiento, salarios ínfimos, enfermedades evitables.

En mayo de 2008, un informe publicado en el diario La Nación, revelaba que “en febrero último, dos popes de la industria textil, Ignacio de Mendiguren (Cámara de la Indumentaria) y Víctor Benyacar (Cámara Argentina de Indumentaria de Bebes y Niños), reconocieron que el 78% de la industria textil está en negro”. Clarín, en tanto, publicó en octubre de 2011 que “el 78% de la ropa que se produce en el país se hace con trabajadores fuera del sistema legal. Se lo reveló José Ignacio de Mendiguren, hoy titular de la UIA, cuando era vicepresidente de la Cámara Argentina de la Indumentaria, al entonces ministro de Economía Martín Lousteau, en febrero de 2008. Es decir, entre 150.000 y 200.000 trabajadores. La Defensoría del Pueblo estimó en 12 mil los talleres clandestinos en todo el país y por lo menos 3.500 en la Capital Federal”.

En la vieja casona de Páez 2796, del barrio de Flores, la puerta de ingreso estaba tabicada. La causa penal está caratulada como “incendio seguido de muerte” por el simple hecho de que no existe en ningún Código una figura que exponga para este tipo de muertes una calificación profunda, que vaya a la médula de la perversidad, que defina claramente que se trata de crímenes evitables. Que si murieron dos niños ahora y varios más hace nueve años es porque hay un Estado que consiente. Que pacta. Porque “clandestino” significa “oculto, secreto” y la existencia de este tipo de talleres que prolongan el viejo sistema de la cama caliente es un secreto a voces: obreros esclavizados descansan rotativamente en una cama mientras sus compañeros de infortunio trabajan. Se reemplaza así a la vieja estructura en la que las grandes marcas tenían talleres propios de producción.

Lily Whitesell retrata en “Y aquellos que partieron: retratos del éxodo boliviano” historias como las de Simona Velásquez: “Sus horas de trabajo empezaban a las 8 am y no terminaban hasta la 1 am, siete días a la semana. Al final del día ella y sus seis hijos dormían en un cuarto ubicado atrás de la fábrica, que compartían con otros obreros. Los dedos de Simona se deformaron por el reumatismo y sus hijos empezaron a toser incesantemente por el aire pesado de la fábrica. Cuando se quejó de ello, su jefe le dijo: “No has venido a enfermarte, has venido a trabajar,” y la amenazaron con devolverla a Bolivia. Poco después de que dejó la fábrica, el mayor de sus hijos pasó de su severa tos a la tuberculosis. Nunca se recuperó. A pesar del tratamiento, murió semanas más tarde”.

Kosiuko, Cheeky (casualmente de la familia política de Mauricio Macri), Portsaid, Zara, Ayres y Cara y Cruz han sido denunciadas, investigadas, condenadas. Pero no hay cambios sustanciales. Porque en los márgenes se sigue viviendo y muriendo de la manera más cruel. Los talleristas muertos en un incendio, asfixiados o incinerados, son velozmente reemplazados en una nueva sede del taller que no es nunca clandestino porque se sabe cómo, dónde y para quién trabaja. Porque existen procesos financieros y de mercado que tienen más importancia que la vida humana en estos tiempos en que la gran utopía de los poderosos tiene sonido metálico en los bolsillos.

Los ritmos propios de las grandes marcas imponen tendencia, definen rumbos, tienen la responsabilidad política y social por la existencia de los talleres, pactan con un Estado connivente y cómplice hecho por ellos, para ellos y a su medida. Y esos dos niños de Páez al 2700 fueron la pieza de recambio como hace nueve años los seis de Luis Viale al 1200. Todos ahogados en émulos de un Cromañón que las mayorías olvidarán con celeridad a la hora de calzarse un nuevo jean o una nueva camisa que tenga la etiqueta perfectamente colocada.

Esta vez fue Mauricio Macri, que danzaba furiosa y triunfalmente (junto a Juliana Awada, su esposa y dueña de Cheeky) sobre las tablas del mega complejo Costa Salguero junto a su delfín, Rodríguez Larreta. El mismo que tras la muerte de los dos nenes en Páez al 2700 decía que “lamentablemente, sin una orden de allanamiento emitida por un juez, el gobierno porteño no puede ingresar por la fuerza en este tipo de inmuebles, que desde afuera parecen casas particulares. El inspector golpea y, si nadie le abre, nada puede hacer. Es un tema de difícil solución”.

Aníbal Ibarra, que obscenamente se sigue ofreciendo para conducir la ciudad, no puede ir tranquilo a votar sin temor a un escrache de los padres de Cromañón y hoy ni siquiera pasa la instancia de las internas. A Rodríguez Larreta, al que “si nadie le abre, nada puede hacer”, lo sigue eligiendo más de medio millón de porteños.

Las miserias humanas siguen asesinando el porvenir.

Agencia de Noticias Pelota de Trapo


 
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Aquel primero de mayo de 1974 Lo que no pudo ser Por Horacio Verbitsky (Publicado en Página|12 el 27 de abril de 2014

El jueves próximo será feriado en buena parte del mundo, por los 128 años transcurridos desde el comienzo de la revuelta obrera de 1886 que consiguió imponer la jornada laboral de ocho horas en Chicago. La reivindicación costó la vida a cuatro trabajadores de prensa y un carpintero, condenados sin las garantías del debido proceso y colgados al año siguiente en una ceremonia que José Martí describió con prosa barroca: “En danza horrible, murieron dando vueltas en el aire, embutidos en sayones blancos”. La conmemoración del Día del Trabajo, o de los trabajadores, o de San José Obrero según las distintas confesiones políticas recuerda aquellos episodios.

Pero el 1º de mayo connota también uno de los acontecimientos más dramáticos de la política argentina moderna: la inexcusable confrontación entre Juan Perón y su juventud maravillosa. Ese había sido el calificativo con que el ex presidente describió a la militancia política, social, sindical, universitaria y guerrillera que forzó la apertura de 1971 y las elecciones libresde 1973, en las cuales el fundador del Justicialismo volvió a la presidencia 18 años después de su derrocamiento por un golpe militar. Esta semana habrán transcurrido 40 años de aquel día en el que la mitad de la Plaza de Mayo se vació mientras Perón elogiaba como prudentes y sabios a los dirigentes sindicales y descalificaba como estúpidos e imberbes a los jóvenes.

El año anterior, al día siguiente de su regreso definitivo a la Argentina, ya había advertido “a los enemigos, embozados, encubiertos o disimulados” que “cuando los pueblos agotan su paciencia suelen hacer tronar el escarmiento”. Esa hora tocó el 24 de marzo de 1976 pero las víctimas se reclutaron en los dos bandos opuestos aquel 1º de mayo y el pueblo no fue escarmentador sino escarmentado, por obra de la nueva dictadura cívico-militar que abominaba de cualquier expresión plebeya. No está de más recordar que en la ESMA de la dictadura fueron asesinadas la fundadora de Montoneros, Norma Arrostito, pero también Norma Kennedy, que junto con López Rega organizó la emboscada del 20 de junio de 1973, punto inicial del desencuentro que no haría más que profundizarse hasta su trágico desenlace. Cuatro décadas después la atribución excluyente de culpas carece de sentido, igual que cualquier proyección de aquel escenario sobre el presente, por más que de tanto en tanto algún marginal sentencioso lo intente para estigmatizar a un adversario. Nadie estuvo a la altura de la responsabilidad histórica ni de sus propios antecedentes y todos contribuyeron a la tragedia. Ya viejo y enfermo, Perón no pudo controlar las fuerzas que había desatado en los años previos y en vez de apaciguar el conflicto lo incentivó. Tal vez por la cristalización ideologista de su pensamiento, en parte por su largo alejamiento del país, no supo calibrar el efecto de su brusco giro sobre una fuerza donde los más grandes no pasaban de los treinta años y se atragantaban con textos incomprensibles. Desde España estimuló aún sus operaciones más discutibles, pero cuando esa lucha culminó con su retorno triunfal la enfrentó con acritud. Quienes entonces formábamos parte de Montoneros podemos reivindicar el heroísmo y las convicciones en el empeño contra la dictadura y por una sociedad menos despiadada con los débiles, pero no defender la contestación precipitada que dimos al cambio de discurso y práctica de Perón. Esa respuesta fue al mismo tiempo prepotente e ingenua. La pretensión de imponerse por la capacidad de movilización frente al palco de Ezeiza tipifica esa política desatinada. La JP llegó con esa misma lógica a la sede de la CGT para el desfile del 31 de agosto de 1973 ante Perón. La idea era mostrar la superioridad numérica y organizativa ante la cual imaginaba que Perón se inclinaría. López Rega, Osinde, buena parte de las conducciones sindicales, inventaron un presunto intento de la Tendencia de matar a Perón el 20 de junio de 1973. Así encubrieron su propio dispositivo armado, el único que actuó aquel día. Pero el posterior atentado que acabó con la vida de José Rucci, el 25 de septiembre, le prestó a tal superchería visos de verosimilitud retrospectiva. No es la primera vez en la historia que una fuerza política termina por parecerse a la caricatura que de ella hace su oponente, en contra de sus propios intereses. Hacen falta mucho temple e inteligencia para no caer en esa trampa. El 1º de mayo de 1974 se escribió el último triste capítulo de esa historia sin salida. Pese a la prohibición de entrar a la plaza con carteles, las columnas de la Tendencia los ingresaron de contrabando y los desenrollaron una vez dentro del perímetro prohibido. Las consignas que se cantaron eran ofensivas hacia la esposa y vicepresidente de Perón, Isabel Martínez, y de crítica inflexible con su gobierno. Ante la insultante respuesta presidencial los militantes dieron media vuelta y emprendieron la retirada, mientras sus desorientados responsables trataban de contenerlos. Nada revela mejor la falta de conducción, la ausencia de análisis sobre las consecuencias de los propios actos. Los dirigentes de ese sector ni siquiera fueron capaces de prever que a Perón le quedaban sólo dos meses de vida y que aunque más no fuera por eso era aconsejable la prudencia. Por muchos que fueran (y eran muchísimos) sólo representaban al activismo, que demasiado a menudo se confunde con el pueblo. Seis semanas después, ante una convocatoria sorpresiva y sin organización previa, otra plaza mostró una composición muy diferente ante la cual Perón pronunció su despedida con una frase conmovedora: “Llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino”, al que invistió como su único heredero. Otras tres semanas más tarde murió y entonces sí, ese pueblo, sin facciones ni activistas, se volcó a las calles a llorar aquello que por errores compartidos no pudo ser.

27/04/14 Página|12

 

AJA PERO MIRE UD......

Omar Perotti supera al socialista Miguel Lifschitz en cantidad de votos y se cOmar Perotti, candidato a gobernador de Santa Fe por el Frente Justicialista para la Victoria, supera al socialista Miguel Lifschitz en cantidad de votos y se coloca segundo en las PASO celebradas el 19 de abril, en tanto en la sumatoria por partidos Unión PRO sigue adelante, contabilizados oficialmente 11 de los 19 departamentos.
Voceros del Tribunal Electoral provincial dijeron que el conteo oficial por candidatos indica que Miguel Del Sel obtuvo en los 11 primeros departamentos un total de 259.475 votos, seguido por Omar Perotti con 176.486, Miguel Lifchitz con 143.672 y Mario Barletta con 95.955, los dos últimos del Frente Progresista.
En la suma de los votos por partido o frente, Unión PRO llega a 259.475 votos, el Frente Progresista a 239.627 (diferencia de 19.848 votos) y el Frente Justicialista para la Victoria tiene 176.486.
Todavía no fueron contabilizados en esa sumatoria los datos correspondientes al departamento Rosario
Esas cifras son oficiales y corresponden a los departamentos Belgrano, Caseros, Castellanos, Constitución, Garay, General López, General Obligado, Iriondo, La Capital, Las Colonias y 9 de Julio.
En tanto, todavía no fueron contabilizados en esa sumatoria los datos correspondientes al departamento Rosario, cuyo escrutinio definitivo finalizó hoy al mediodía.
Para el final del escrutinio, que se prevé para el fin de semana, faltan contar además los sufragios de siete departamentos: San Jerónimo, San Cristóbal, San Justo, San Lorenzo, San Javier, San Martín y Vera.oloca segundo en las PASO celebradas el 19 de abril.