lunes, 5 de enero de 2015

Entre el ajuste y el ingreso popular Por Alejandro Horowicz

Si el dilema se terminara por resolver en el primer trimestre de 2015, serán las paritarias y las calles su escenario principal.

Cuando cada pueblo tenía su propio recorrido e ignoraba la existencia de los demás, las estaciones reglaban todo y no existía "historia universal". Una ilusión potente gobernaba entonces: los ciclos eran inalterables, y por tanto todo dependía de un orden natural que por cierto resultaba inmodificable.

El mercado mundial impulsó otros vientos. Terminó quedando claro que se trataba de órdenes históricos, que la intervención política era posible, deseable, y que el destino planetario era único; otra poderosa ilusión nos jugó una mala pasada: a todos nos pasa lo mismo, y toda posibilidad tecnológica –más allá de sus consecuencias– si es rentable organiza el futuro.

No es cierto. No nos pasa a todos lo mismo. Y muchas actividades altamente retributivas pueden resultar catastróficas para el planeta. Aun así, el tiempo capitalista se nos impone a todos, y las fechas de balance conservan su rigidez. Como este fin de año coincide con el último tramo de tres gobiernos consecutivos, hilvanados al hilo de la crisis del 2001 en la Argentina, la importancia del balance, de su impacto público, crece. No exageremos, sólo está concluyendo el 2014, todo lo demás depende de los avatares de la política.

Dos perspectivas analíticas se abren paso. La primera, cortita y obvia; la segunda, más compleja y mucho más matizada.

Arranquemos con la primera. En los albores de 2014, los gurúes económicos "independientes" vaticinaron una catástrofe. No era inevitable, pero la tozudez del oficialismo, su reluctancia a aceptar los buenos consejos, los llevaría al desastre. Si en algún punto el desastre dejaría su marca sería en el nivel de reservas del Banco Central. Vaticinaron que su caída proseguiría, y a la hora de estimarla sostuvieron que a gatas superaría los 11 mil millones de dólares para diciembre de 2014; cifra que dejaría la paridad cambiaria a merced de los grupos concentrados, y por tanto sostuvieron que el blue rondaría los 20 pesos. Desde esta perspectiva no quedaba otro camino que volver al mercado de capitales para conseguir dólares, el viejo recurso de endeudarse, y para endeudarse, para que el mercado financiero nos volviera a habilitar, respetar el incumplible fallo del juez Thomas Griessa, esto es, obedecer el dictat de la bancocracia globalizada, resultaba indispensable.

Debemos admitir que ese escenario, el peor de imaginar, no era imposible. Y que si aceptaba la primera premisa –inevitabilidad de la continua pérdida de reservas– las demás eran de cumplimiento obligatorio. Pero no era cierto que la hemorragia no pudiera frenarse; el acuerdo financiero con China permitió detener la caída, primero, e incrementar las reservas hasta los 31 mil millones de dólares, después. La suba desde los 27 mil millones – cifra más baja del último quinquenio –facilitó el control del precio del dólar blue; al regular el precio del mercado marginal, el Central facilitó el proceso de liquidación de exportaciones; y el ingreso de dólares volvió a reducir la capacidad de presión de unos exportadores que buscaban otra devaluación; esta vez justificada por el incremento de la brecha entre el oficial y el paralelo. Debemos añadir el factor déficit fiscal a la lista, déficit que sigue siendo una variable bajo control de la AFIP. Para que se entienda, todas las deudas públicas se pagan con recaudación fiscal; la deuda externa también; si nos hubiéramos vuelto a endeudar, deberíamos recaudar más; deber más para conservar el mismo nivel de déficit termina imponiendo recaudar más, y hacerlo en condiciones de estancamiento resulta imposible; por eso el impacto del déficit se incrementa, y por eso el recorte del "gasto público" contiene toda la estrategia fiscal.

Dicho de un tirón, la solución aportada por los "expertos" servía para construir el problema que proclamaban resolver. Hace décadas que los cómplices de 2001 hacen, dicen, lo mismo, en los mismos programas de televisión. Ahora bien, que el pronóstico no se haya cumplido no supone de ningún modo que vivamos en el mejor de los mundos. Ese balance simplón debiera ser evitado.

EL PROBLEMA DE LA SEGURIDAD

La salud pública, la educación pública y la jubilación de reparto fueron llevadas al colapso entre 1975 y 2001. Los instrumentos que las hacían viables fueron destruidos. Las obras sociales terminaron desfinanciadas, se les retiró el aporte patronal para declararlas después insostenibles, con el argumento de que no formaba parte del interés patronal financiar el retiro de sus asalariados. Y ese sacrosanto interés, maximización del beneficio, no admite argumento en contra. Por cierto, la jubilación de reparto formaba parte del welfare state y la decisión de arrasarla fue tomada por la bancocracia global. Esa es la tendencia del mercado mundial desde los '90. La política oficial kirchnerista contravino (y acabamos de ver que todavía resiste), al menos en materia de finanzas, esa dirección.

En los inicios el gobierno K hizo de la falta de represión una bandera política. Al hacerlo no sólo reconocía la manifiesta legitimidad de la protesta social, sino que admitía la responsabilidad pública por la desgraciada situación de gran parte de la sociedad argentina.

La lógica neoliberal responsabiliza a cada quien de su propio destino. Es su imprevisión la que le impide disfrutar de una buena cobertura médica, acceder a una adecuada institución educativa, o disfrutar de suficiente retribución cuando finaliza el ciclo laboral activo. Si esto fracasa, no es por políticas públicas inadecuadas, entonces se trata de paliar inepcias personales. Es una perspectiva cortita. Desde la otra tronera se ven otras cosas. Y la política de seguridad del gobierno parecía considerarlas.

Ahora bien, la política de seguridad cambió. Sergio Berni sintetiza el fin del garantismo para las víctimas; los que cortan una ruta violan el libre derecho a circular y por tanto, ya no hay un detrás del corte. Los problemas sociales pierden densidad y se observan con lógica administrativa. Sólo se trata de garantizar un derecho constitucional –la libre circulación–, los demás derechos se esfuman; entonces la represión no solo es inevitable sino además aconsejable. El cambio de política de seguridad impone un discurso represivo tradicional, donde las balas de goma readquieren su antigua importancia.

Volvamos hacia el mercado mundial. La crisis del capitalismo redujo la demanda solvente. Para garantizar la tasa de ganancia, las empresas achican costos. Entre los costos, el salario es una componente significativa. Y reducir salarios, una herramienta en boga.

Si se observa la masa salarial de los últimos 20 años en USA, se ve una tendencia hacia el estancamiento; sólo la deflación de precios evitó una caída brutal en el ingreso de los ocupados, al tiempo que se incrementó el número de los desocupados. Esa es la tendencia: destrucción de puestos de trabajo, estancamiento salarial y mantenimiento de la tasa de ganancia.

El conflicto actual en la Argentina pasa por la rentabilidad empresarial. Este año quedó claro que, para conservarla, los empresarios eligieron recortar el salario. Como los trabajadores tienen a veces la mala costumbre de defenderlo manifestando públicamente, la represión se propuso garantizar que los balances siguieran por la buena senda. Entonces, Berni y sus muchachos no pueden desconsiderarse.

En el último cónclave de la Unión Industrial Argentina la opinión empresaria se manifestó con nitidez: volver a la ortodoxia económica. Ese punto de vista no resulta una novedad, la verdadera noticia pasa por cuál es el rango de heterodoxia del gobierno nacional. Es decir, si está dispuesto a reducir el ingreso popular o a morigerar la ganancia patronal. Si la salida conservadora prevaleciera, el perfil del candidato oficial para las presidenciales queda definido. En ese caso Daniel Scioli, gobernador bonaerense, resultaría número puesto. Y ese dilema se terminará por resolver durante el primer trimestre del 2015; serán las paritarias y las calles su escenario principal, y una vez más la estructura del ingreso nacional parirá los términos de la política. 

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EL AUGE DE LAS IZQUIERDAS RADICALES EN GRECIA, PORTUGAL Y ESPAñA CUESTIONA EL MODELO DE BRUSELAS El viento de cambio viene del sur

Alexis Tsipras anunció un programa de 1300 millones de euros destinado a paliar los efectos de la crisis.

En caso de ganar en Grecia, Syriza se convertiría en el primer partido europeo que llega al poder con un discurso en contra del ajuste y contra los dispositivos de rescate financieros monitoreados por la UE, el Banco Central Europeo y el FMI.

Por Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde París

Entre septiembre y diciembre, la Unión Europea (UE) vive una de sus más agitadas pesadillas. Después del referéndum soberanista en Escocia de septiembre pasado, el auge de las llamadas izquierdas radicales europeas viene a introducir un ingrediente suplementario de agitación y de profundo cuestionamiento del modelo financiero con el que la Unión Europea funciona desde hace años. Las alternativas que ofrecen las izquierdas radicales de España –Podemos– o de Grecia –Syriza– y la atracción electoral que las confirman como nuevas fuerzas políticas ineludibles pusieron a Bruselas en un tenso compás de espera. La historia se aceleró en los últimos días luego de que, ante la incapacidad de designar a un nuevo presidente –en este caso el conservador Stavros Dimas, que contaba con el respaldo de la UE–, Grecia convocara a elecciones legislativas anticipadas para este 25 de enero. Las encuestas de opinión vaticinan un triunfo de la izquierda radical de Syriza, el partido de Alexis Tsipras. Con un 30 por ciento de las intenciones de voto, Syriza se apresta a protagonizar la primera victoria de la “izquierda de la izquierda” en Grecia y, también, el inicio de un ciclo histórico: en caso de ganar: Syriza se convertiría en el primer partido europeo que llega al poder con un discurso en contra de la austeridad y contra los dispositivos de rescate financieros monitoreados por la “troika” –el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la UE–. El líder griego ya dijo que “la política de austeridad será muy pronto una cosa del pasado”.

Grecia, Portugal, Chipre, Irlanda o España, la brisa del cambio viene principalmente de los países del sur. La tendencia hacia la izquierda en estos países contrasta con lo que ocurre en el norte de Europa, donde la crisis y la austeridad propulsan más bien a la extrema derecha. Ante una socialdemocracia inerte y pactista, las izquierdas radicales encontraron un terreno de legitimidad muy fértil. Como lo explica al vespertino Le Monde el profesor y especialista de los radicalismos políticos, Jean-Yves Camus, “para los socialdemócratas ya no hay más utopía. Ya no hay más proyecto de emancipación económica colectiva sino únicamente individual. A lo sumo, la socialdemocracia propone una utopía de sociedad, como por ejemplo el matrimonio para todos. La izquierda radical se opone a ello e intenta hacer comprender a los electores que el software actual puede ser algo muy distinto que una simple adaptación al mundo”. Las propuestas de Podemos en España y Syriza en Grecia van en esa dirección. El horizonte griego es para Bruselas una confirmación de esos postulados. No se trata sólo de ideas, sino de contenidos que van en contra de la ortodoxia liberal de la Unión Europea, empezando por la renegociación de los planes de rescate otorgados a Grecia por la troika a partir de 2010. El primero, que se extendió de 2010 a 2012, ascendió a 110 mil millones de euros. El segundo, por 130 mil millones, cubría el período de 2012 a 2014 y tenía que ser desembolsado por etapas y según la evolución de las reformas estructurales planteadas por los prestamistas. Por ahora, el FMI suspendió el pago de la ayuda hasta después de las elecciones. Bruselas teme que Syriza salga de la tutela financiera de la Unión Europea antes de que concluyan las negociaciones sobre el segundo plan de rescate. Y los europeos, como ya ocurrió en las elecciones de 2012, no se privan de agitar los pañuelos rojos, de esgrimir el ya conocido discurso “nosotros o el desastre”, o de afirmar que todo voto contra los planes de austeridad es, de hecho, un voto contra Europa. El comisario europeo para los asuntos financieros y monetarios, Pierre Moscovicci, llamó a los griegos a que, en las elecciones legislativas, “reafirmen una política pro europea porque las reformas emprendidas son necesarias”.

Más cínico, el actual presidente de la Comisión Europea, el ex primer ministro luxemburgués Jean-Claude Juncker, dijo “mi preferencia sería volver a ver rostros familiares en enero”. En suma, los adversarios de la izquierda radical griega, tanto dentro de Grecia como en el seno de la Unión Europea, acusan a Syriza de conducir el país a la quiebra y de empeñarse en querer que Grecia salga del euro. La falacia es absoluta. En ningún punto del programa del movimiento figura esta propuesta. El partido de Alexis Tsipras ya fijó las condiciones de la resurrección: un programa de 1300 millones de euros destinado a paliar las consecuencias de la “crisis humanitaria”. Y en el capítulo que toca a la pesadilla europea, Tsipras anunció que reclamará a la Unión Europea una quita “realista” de una deuda que, según él, “es imposible de pagar”. El equipo económico de Syriza calcula que la deuda griega podría cancelarse en un 50 por ciento y que el resto “se pagaría con crecimiento”.

Las estadísticas griegas distan de ser tan optimistas como las que presentan los tecnócratas de la Unión Europea y la prensa del sistema: el país lleva seis años en recesión, tiene una deuda equivalente al 177 por ciento de su PIB, una evasión fiscal que la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) evalúa en un 25 por ciento del PIB, un desempleo que roza el 40 por ciento según los sectores mientras que, sólo en Atenas, hay cerca de 25 mil personas sin techo. La retórica de la izquierda radical es mucho menos incendiaria que hace unos años. Incluso incluye en su paquete de soluciones a la Unión Europea y al mismo Banco Central Europeo, con la diferencia de que, ahora, la prioridad no es reembolsar a costa de sacrificios sino pagarles a los sacrificados todos los esfuerzos que hicieron.

No sólo Syriza ha movido sus posiciones, también lo hizo la guardiana de la ortodoxia financiera de Europa, Alemania y su canciller Angela Merkel. A diferencia de hace cinco años, cuando Berlín impuso una camisa de fuerza de austeridad a Europa e insistió en que en ningún caso Grecia debía salir de la zona euro, Alemania modificó su postura con un plan revelado por el semanario Der Spiegel y bautizado “Grexit”. Según la revista alemana, Merkel y su equipo económico calculan que es ineluctable la salida de Grecia del euro si gana Syriza. Pero contrariamente a 2010, ahora, escribe Der Spiegel, los riesgos de que la zona euro se haga añicos sin Grecia “son limitados”. Alemania habría cambiado su análisis y opta ahora ya no por la idea de que el desastre de uno acarrea el desastre de los demás, sino por el principio de “la cadena”. La revista alega que la “teoría de la cadena es la opción dominante: si uno de los miembros más débiles de la cadena se cae, el resto de la cadena se torna más sólida”. Es lícito recordar que Europa ha reforzado su sistema mediante dispositivos de rescate como el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) y otros planes piloteados por el Banco Central Europeo, el BCE.

De todas maneras, incluso con su anunciada victoria, Syriza no podría gobernar solo. Su triunfo no resolvería completamente el problema de gobernabilidad de Grecia. Ioannis Papadopulos, politólogo en la Universidad de Macedonia, reconoce que “Syriza ya empezó a centrarse e, inevitablemente, tendrá que asociarse con un partido socialdemócrata para gobernar. Ello no quita que las izquierdas rojas de Europa viven una renovada primavera. “La borrasca viene del sur”, escribe el matutino Libération. Los dos huracanes son, desde luego, Syriza y Podemos. Ambos han restaurado una idea que en los últimos años hacía reír a quienes escuchaban su enunciado: la lucha de clases, la certeza de que las sociedades modernas se han divido cada vez más entre quienes ganaron con la globalización y quienes perdieron con ella, entre los asistidos que pierden sus ayudas y los inversores que ganan en todos los casilleros. La Europa del Sur se ha convertido en un laboratorio espontáneo frente a ese ya experimentado laboratorio del liberalismo que es la Unión Europea. Este nuevo aporte no es tampoco ajeno a la idea de construcción europea, contrariamente a quienes sólo ven a Europa como un manantial liberal. De los 42 escaños que los partidos de la izquierda radical ganaron en las elecciones europeas del año pasado, ninguno de estos euroescépticos están contra de Europa o de la integración europea. Anne Sabourin, miembro del Partido de la Izquierda Europea (GUI), asegura “no estamos contra Europa sino por otra Europa”. El motor de esta izquierda es la transformación, no la eliminación. Ahí está uno de sus hallazgos. El otro es haberse hecho escuchar pese a la brutal corrupción del pensamiento y de la política, a la propaganda de los medios, a la dictadura de la opinión única, el ejército de robots-analistas-comentaristas que destilan en los canales de televisión la sinfonía única del miedo, de la austeridad como destino salvador y del infierno si a alguien se le ocurre renunciar a ella.

efebbro@pagina12.com.ar

Desafíos para 2015 Concentración de la riqueza y desigualdad

El autor de El capitalismo del siglo XXI, Thomas Piketty, vendrá a la Argentina la semana próxima. Diagnosticó lo profundo de la desigualdad y propone reformas fiscales de fondo.

Por Eduardo Anguita

Arranca un año donde los debates económicos serán mucho más que el intercambio de artículos especializados de los académicos. Lo dice uno de los economistas cuya estrella brilló más en 2014 y que en pocos días estará en Buenos Aires. Thomas Piketty, el autor de El capital del siglo XXI, tuvo el atrevimiento de desempolvar a Carlos Marx, el autor más temido de los dueños del poder, por el sólo hecho de retomar el título de un libro que fue uno de los pilares del pensamiento y la acción anticapitalista más consistente de los últimos 150 años. El primer día de 2015, este hijo de militantes de izquierda franceses hizo honor a otro Marx, Groucho, cuando decidió no aceptar la invitación del presidente François Hollande a integrar la prestigiosa Legión de Honor de su país. Groucho rechazó integrarse al Penn Club con una frase que quedó en la historia: “No aceptaría integrarme a un club que me tenga como socio”. Piketty fue menos retórico: “No creo que le corresponda a un gobierno decidir qué es honorable”.

Algo pasa para que las cosas cambien: la literatura económica y política marxista fue debidamente apartada del aprendizaje de la teoría y también quedó fuera de la agenda de quienes gestionan la acción pública en el planeta, especialmente después de los sucesos comenzados en 1989 por la llamada caída del muro de Berlín. Sin embargo, algunos planetas se alinearon para que este joven francés nacido un año después de mayo del ’68, reuniera todos los pergaminos académicos (la Escuela de Altos Estudios de París y el Instituto Tecnológico de Massachusetts) y un equipo de investigadores consistente como para poner en agenda la desigualdad social. Por prepotencia de trabajo, por ir directo al grano y formularlo en un libro que bate récords de venta y que se traduce a los idiomas más remotos.

Sobran los papers en los que se advierte la voracidad del capital rentístico. Abundan las evidencias de un mundo donde sobran alimentos, pero cientos de millones aún padecen el hambre. Es más, en los círculos conservadores se festejan programas de disminución del daño, como los que puso en marcha India. En efecto, en ese país de 1.200 millones de personas, una ley da comida barata para dos tercios de su población. Esto confirma lo que muchos sospechan: la cara social de las potentes multinacionales indias y de su dirigencia política intenta amortiguar los efectos colaterales de esta tercera revolución tecnológica. Oliver Twist, el incómodo personaje de Charles Dickens, no sólo recuerda la cruda realidad de los niños explotados y de la clase obrera hace dos siglos, sino que amenaza con arruinar la fiesta de los supermillonarios que toman las principales decisiones sobre el rumbo del capitalismo.

Tras más de una década de trabajo, Piketty hizo públicas bases de datos confiables que ponen en evidencia algo un poco abstracto para el lector no especializado, pero cuya comprensión puede exhibir la cruda realidad de cómo están las cosas en el planeta. Este economista que afirma no haber sentido jamás “ternura o nostalgia” por las dictaduras comunistas y estar “vacunado de por vida contra los convencionales y perezosos discursos anticapitalistas”, sostiene en sus complejas 700 páginas que la renta del capital ha sido equivalente, en promedio, a tres veces la tasa de crecimiento del producto. Esto se agravó en los últimos 40 años y la concentración actual de la riqueza se acerca a los niveles de finales del siglo XIX.

Es decir, una rica e ínfima minoría se apropia en proporciones cada vez más brutales del conjunto de bienes y servicios que producen los trabajadores. El patrimonio de ese sector privilegiado del mundo se acumula a un ritmo brutalmente mayor que los salarios o las eventuales y pequeñas rentas obtenidas por las abrumadoras mayorías.

Este ciclo regresivo de la distribución de la renta se inició en la década de los setenta. Un hito importante fue la crisis del petróleo de 1973, que no fue económica sino política y militar. Salvando las distancias y en un contexto distinto, como lo es la caída del precio del petróleo de fines de 2014 y que amenaza ser un elemento sustancial en la marcha del mundo en este año que comienza.

Un elemento diferente entre aquel 1973 y este 2015 es que los refugios fiscales y la ingeniería financiera de las grandes multinacionales generaron diversas maneras de no pagar impuestos o reducirlos a mínimos absurdos, derivando las ganancias a plazas organizadas para ello. Nicholas Shaxson sacudió el mundo financiero con su libro Las islas del Tesoro, que también apareció en español en 2014, donde le pone números al dinero de los paraísos fiscales. El autor británico afirma que más de la mitad de todos los activos bancarios y más de un tercio de las inversiones de las corporaciones multinacionales se canalizan a través de sistemas extraterritoriales. En la Argentina aparecieron dos interesantes marcas al respecto. Una es la lista Falciani, de quienes evadieron recursos en cuentas del HSBC de Suiza. La otra es el dato de que Techint, el gigante que monopoliza segmentos clave de la siderurgia, que se benefició con la adquisición de Somisa a precio vil en los noventa, tiene una sede en Luxemburgo, uno de los “paraísos” donde el impuesto a las ganancias para las multinacionales es de apenas el 2%.

Piketty afirma que si la Unión Europea y Estados Unidos, que acumulan la mitad de lo que se produce en el mundo, quisieran combatir los paraísos fiscales –casi todos instalados en países controlados por las grandes potencias– podrían hacerlo. En todo caso, el aporte de este economista francés puede ayudar a que otras investigaciones también cobren mayor visibilidad. La reunión del 2014 del G-20 no mostró avances al respecto; aunque el tema fue mencionado claramente en la declaración final de 2009, nunca se lo trató en serio. Fue Vladimir Putin, en la cumbre de San Petersburgo (septiembre de 2013) quien desafió al resto de los mandatarios a tratar el asunto, un desafío que se explica más por el ajedrez de Moscú que como un auténtico deseo de blanquear las grandes transacciones financieras y comerciales del planeta.

Puertas adentro. Argentina, como buena parte de América latina, vive un ciclo de desafíos y rupturas con las ideas neoliberales y el liderazgo de los sectores más concentrados de la economía. La ampliación de derechos, las convenciones colectivas de trabajo, los estímulos al consumo con recursos e inversión pública mostraron su fertilidad para conjurar crisis. Sin embargo, el año que terminó puso en evidencia una serie de limitaciones estructurales que invitan a tomar riesgos y profundizar los caminos para enfrentar las asimetrías. Con el mismo tesón que un equipo de académicos acompañó a Piketty para diagnosticar las desigualdades y proponer reformas tributarias de fondo, se puede aspirar a cambiar las reglas impositivas de la Argentina. Ante el avance de la globalización, una de las pocas defensas es mejorar la participación del Estado en la gestión económica al tiempo que se escanean las normas y las prácticas de las multinacionales. No es, como pretende la derecha, un sentimiento xenófobo ni una manera de evitar la incorporación de nuevas tecnologías o inversiones. Por el contrario, buena parte del agotamiento se debe a las ventajas que tienen las compañías que más facturan en la Argentina, la mayoría de las cuales son extranjeras.

Más que una decisión tremendista, se trata de exponer al conocimiento público cuáles son las reglas y las prácticas. El tema no debe ser tabú, pero entre las normas que regulan las actividades financieras, todavía rige en la Argentina el decreto ley firmando por Videla y Martínez de Hoz en febrero de 1977 (ley que lleva el número 21.526), mientras que ley de inversiones extranjeras (21.382) fue concebida por Domingo Cavallo y se sancionó en 1993. Es cierto que una conducción política distinta del Estado en estos años relativiza el sentido originario de esas normas. Pero no se las discute y las razones para evitar ese debate y la sanción de otras leyes no están expuestas con claridad. Debatir una reforma impositiva pondría la proa para mejorar el control de la escandalosa salida de dólares del circuito legal de la última década que pone al país en el dilema de recurrir al mercado de deuda o de generar títulos públicos con una renta atractiva para quienes viven de la intermediación financiera. Permitiría que las multinacionales tuvieran un sistema menos hermético a la hora del control. Podrían ponerse en marcha estímulos para las pymes que vayan más allá de las contingencias.

Uno de los aspectos interesantes del libro de Piketty es que sale del plano académico y se propone llegar a lectores deseosos de análisis y diagnósticos crudos, de fondo. “El asunto de la distribución de la riqueza es demasiado importante para dejarlo sólo en manos de los economistas”, dice con énfasis, “atañe a todo el mundo y más vale que así sea” y agrega que la democracia jamás debe ser reemplazada por “la república de los expertos”.

Buena parte de la sociedad percibe que a un orden injusto debe oponerse un sistema justo. No sólo un poco menos injusto. Y un año electoral tiene un costado de simplificación de las propuestas de candidatos, pero tiene también una obligación para los equipos que aspiran a gobernar: después de las campañas, hay que tomar decisiones día a día y deben ser consistentes con las promesas realizadas. El balance de estos años kirchneristas puede ser controversial, muy polemizado y seguramente el tiempo dará muchos elementos para entender aciertos y errores. Pero hay algo indiscutible: Néstor y Cristina Kirchner siempre hicieron lo que dijeron. Se encontraron con escenarios cambiantes y nunca resignaron su prédica y su lucha por una distribución progresiva del ingreso. Fueron más que intenciones. Sólo el último año, el que acaba de terminar, puso en evidencia los límites y la necesidad de nuevas herramientas, de ideas renovadas. En todo caso, el trabajo de Piketty interpela sobre la importancia de contar con datos confiables, de hacer estadísticas que no oculten información precisa para conocer la realidad social.

Piketty estará en Argentina unos días antes de que la Presidenta concurra a la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) que se realizará en Costa Rica entre el 28 y 29 de enero. En ese encuentro, además de la solidaridad con Cuba y del respaldo a la Argentina en su pelea con los buitres, habrá una agenda marcada por los números sombríos que muestra la propia Comisión Económica para América Latina (Cepal) de balance 2014 y perspectivas 2015. La caída del precio del petróleo y de otros productos primarios vuelve a mostrar las fragilidades de un subcontinente que logró avanzar en su integración y que es muy dependiente de las multinacionales. También, un subcontinente que tiene oportunidades en la asociación con China o Rusia y que puso el alerta rojo en la prensa del establishment poniendo de relieve una simplificación infantil, como si no hubiera empresarios poderosos argentinos involucrados en esas alternativas.

04/01/15 Miradas al Sur

Piketty y las evidencias en números

Estados Unidos es uno de los países más desiguales del planeta. América latina es la región de mayores contrastes del mundo.

Piketty creó la Base de Datos de los Ingresos más Altos del Mundo (World Top Incomes Data Base) hace una década. Un esfuerzo monumental que sirvió para darle sustento numérico a buena parte de su libro y que forma parte de las actividades solventadas por la Escuela de Economía de París (puede consultarse libremente en la web: http://topincomes.g-mond.pariss choolofeconomics.eu).

Entre varios expertos, trabajan en ese espacio la colombiana Juliana Londoño Vélez y el argentino Facundo Alvaredo. Ambos pusieron la lupa sobre las declaraciones fiscales y no tanto en las encuestas hogareñas que suelen hacer los institutos de estadísticas oficiales. De ese modo, afirman estos expertos, detectaron con más claridad los niveles de desigualdad en el caso de Colombia, consignado en un trabajo publicado en 2013 por la Universidad de Tulane, y que pone al 1% más rico de ese país en el tope de la pésima distribución. Piketty afirma que gracias a Alvaredo pudo contar con información estadística confiable de la Argentina. En efecto, los datos consignados arrancan en 1932, cuando gobernaba Agustín Justo, y tienen varios baches importantes: no están las series entre 1962 y 1969 ni las que van de 1974 hasta 1996. Por otra parte, el último año consignado es 2004 mientras que sobre otros países hay información hasta 2012. Es decir, en el caso argentino, faltan elementos para saber cómo funcionó la apropiación de la renta por parte de los sectores minoritarios en esta última etapa.

Piketty suele aclarar que la información de una treintena de naciones, la mayoría son países del centro, sirve para echar luz y ampliar el debate. A continuación se vuelcan algunas cifras indicativas de cómo es el mapa de la desigualdad. Si se hace un corte desde 1980, se pueden ver de modo nítido algunas cosas. Para sumar otra perspectiva, además de los estudios de El capital del siglo XXI, están consignados los datos del coeficiente de Gini (que compara el decil de más altos ingresos con el decil de más bajos ingresos y que expresa la igualdad absoluta en 0 y la desigualdad absoluta en 100), medido por el Banco Mundial.

La primera observación es que en Estados Unidos el 1% de la población es cada vez más rico: en los últimos 25 años, esa minoría multiplicó su riqueza dos veces y media, a pesar de las sucesivas crisis que forzaron ajustes gigantescos a los cuales el 1% fue inmune. Esto es central, porque la locomotora del capitalismo, la sede de las principales multinacionales y las principales instituciones académicas del mundo de los negocios están en ese país, la primera potencia bélica del mundo. En 1980, el 1% se quedaba con el 8,18% de los bienes producidos anualmente; en 1996 con el 14,11%; en 2010 con el 17,45% y en 2012 con el 19,34%. El coeficiente de Gini da a Estados Unidos un índice de 41,1. Es decir, confirma una brecha alta entre ricos y pobres.

Un segundo elemento es que los países escandinavos tienen los mejores indicadores tanto en el nivel de riqueza de sus segmentos más ricos como en el cotejo del 10% más rico y el 10% más pobre. Dinamarca tiene un coeficiente de Gini de 26,9. En ese país, en 1980, el 1% más rico tenía el 5,47% de la riqueza; en 1998, el 5,4%; y, en 2010, el 6,41%. En cuanto a Suecia, el coeficiente de Gini es de 24,8. En 1980, el 1% más rico se quedaba con el 4,05%; en 1999 con el 6,01%; y, en 2012, con el 5,07%. Para Noruega, el coeficiente de Gini es de 26,8. En 1980, el 1% más rico se quedaba con el 4,60% de las riquezas producidas; en 1998, con el 7,99%; en 2005 saltó al 16,47%; mientras que en 2011 retrocedió al 7,80%. En estos países, el neoliberalismo no barrió el rol del Estado y tienen el sistema impositivo más transparente, progresivo, que carga sobre las ganancias y no sobre el consumo, basado en las personas físicas y no en las sociedades.

Japón y Alemania, dos países de altísimo desarrollo tienen comportamientos diversos. Alemania tiene un coeficiente de Gini de 30,6. En 1980, el 1% más rico se quedó con el 10,43% de las riquezas y en 1998 se mantuvo (10,88%). Pero cabe aclarar que el trabajo de Piketty no dispone de información posterior a ese año. En cuanto a Japón, el contraste entre el 10% más rico y el 10% más pobre arroja un Gini mayor que Alemania (7,6%). La apropiación de las riquezas por parte del 1% más rico fue de 7,16%; en 1998, del 7,56%; y en 2010 del 9,51%. Es decir, en Estados Unidos el 1% más rico se queda con casi el doble que sus pares acaudalados de Japón y Alemania.

China e India son casos difíciles de encasillar. El gigante asiático tiene un Gini muy negativo: 61,4. Sin embargo, de acuerdo a los pocos años que Piketty puede dar como datos confirmados, en 1986 el 1% más rico se quedaba con el 2,65% de la riqueza producida y en 2003 llegaba a 5,87%. Es decir, los millonarios chinos más que duplicaron su poderío económico en menos de dos décadas en un país donde el capitalismo de mercado tiene menos de cuatro décadas. Piketty no brinda cifras de cómo evolucionaron las riquezas de los megamillonarios chinos en la última década. India tiene un escenario parecido: en 1980, el 1% tenía el 4,78% de las riquezas y en 1999 (última serie a la que accedió el equipo de Piketty) trepaba a 8,95%. El Gini da mucho mejor en India que en China: 33,9. Entre estas dos naciones está casi un tercio de la población mundial y el crecimiento de la economía de mercado de ambas naciones explica buena parte del crecimiento (bajo) del planeta en las últimas dos décadas y de la reducción de los índices de pobreza.

¿Y Argentina? ¿Y América latina? Cuando Piketty presentó su libro en la Feria del Libro de Guadalajara en diciembre pasado, fue preguntado acerca de por qué no tenía datos sobre México. El autor, sin pelos en la lengua, dijo que los datos públicos no resultaban confiables como para haber incluido ese caso en la veintena de países estudiados. Repreguntado sobre qué debían hacer los académicos y políticos de ese país dijo: presionar para que cambien las cosas. Su base de datos sí consigna los casos de Argentina, Colombia y Uruguay. Pero, hay que decirlo, con tremendos baches. De Argentina, entre 1974 y 1996 no hay nada. Entonces se puede ver que en 1997, el 1% más rico se quedó con el 12,39% de la riqueza y que en 2004 crecía al 16,75%. No parece suficiente pero indica que la concentración es alta, muy por encima de los países europeos y apenas detrás de Estados Unidos. Por otra parte, el coeficiente de Gini confirma la brecha entre ricos y pobres con el 43,6%. Colombia tiene un Gini mucho peor –535%– y un 1% que se quedó en 1993 con el 20,48% y en 2010 con el 20,43%. Uruguay está mejor situado que la Argentina : el Gini da 41,3% y en 2009 el 1% de la población se quedó con el 13,8% de la riqueza mientras que en 2011 era del 14,1%.

¿En qué contexto se da esto? El comportamiento de la economía de América latina mostró en 2014 una clara desaceleración y las previsiones para este año son austeras. Las tensiones por el retraimiento o la recesión plantean distintas maneras de posicionarse. Una, la que asume la mayoría de los precandidatos con miras a octubre, parece centrarse casi exclusivamente en solucionar el conflicto con los fondos buitre –y el resto de tenedores de títulos en default– con miras a acceder al mercado voluntario de deuda. El Gobierno, sin dejar de lado ese escenario posible, promovió una ley que da excesivas ventajas a China para operar en muy diversas áreas. Daría la impresión de que pensar en un sistema impositivo más justo es desechado por inoportuno o por generar un conflicto con los sectores más poderosos desde el punto de vista económico. Sin embargo, en caso de profundizarse los diagnósticos, mejorar la información y dar reglas claras para estimular al mismo tiempo la inversión, sería la manera más sustentable de consolidar el camino soberano. En ese sentido, cabe consignar un dato político de magnitud en este 2014 que terminó: la determinación de Cristina Kirchner de mantener prudencia y firmeza con los fondos buitre contribuyó a consolidar el apoyo social al Gobierno. Es dable pensar que ese mismo sentimiento es capaz de darle respaldo a la dirigencia política –especialmente al Gobierno– para promover otras reglas de juego para afrontar la desigualdad social y generar más recursos genuinos para financiar el desarrollo.

04/01/15 Miradas al Sur


Apuntes sobre narcocultura

El narcotráfico y sus calamidades conexas no son solamente un fenómeno criminal o político, hunde sus raíces en las sociedades donde se afinca y se expresa también a través de múltiples actividades de signo cultural.

Por Jaime Muñoz Vargas. Escritor

Íconos. La relación de los narcos con los sectores populares genera símbolos y figuras de intensa complejidad.

A los narcos mexicanos todo los ha favorecido: la ubicación estratégica del país con respecto del principal consumidor de drogas en el mundo, el miedo que imponen a la sociedad que los rodea, la vulnerabilidad de las instituciones encargadas de combatir el crimen y el peso de los medios que han edificado ya una cultura en la que se sostiene buena parte del imaginario delictivo. Esta cultura es un estilo de vida, una forma de asumir la realidad en la que no deben faltar signos del estatus narco: las camionetas (a las que también se les denomina con el anglicismo trocas) de lujo, las casas ostentosas, las armas de calibre subido, las mujeres como objeto, el fondo musical de banda, las joyas muy visibles y la ropa en la que no escasean camisas y pantalones “de marca”, sombreros y botas texanos.

Si bien esos rasgos corresponden al estereotipo de los narcotraficantes mexicanos, la necesidad de ocultarse los ha convertido en sujetos de apariencia ordinaria: las más recientes detenciones –golpes mediáticos que el gobierno federal ha tratado de capitalizar– los muestra como personajes simples, como ciudadanos comunes y corrientes. Este año, por ejemplo, dos peces gordos fueron capturados: Joaquín Guzmán Loera, alias el Chapo, fue detenido en un edificio de departamentos ubicado en Mazatlán, Sinaloa, al noroeste de México; las imágenes que difundió la prensa dejaron apreciar en el capo un aspecto ajeno al estereotipo: pantalón Levi’s negro, camisa blanca, pelo corto, bigote bien recortado y tal vez teñido; es importante consignar que la captura del Chapo dejó muchas dudas en el camino, pues aunque hubo fotos y videos jamás circularon las declaraciones a viva voz (como sí ha ocurrido en otros casos) del narco más buscado en México y Estados Unidos, por lo que hasta la fecha es considerado un montaje. Más común y corriente aún, Vicente Carrillo Fuentes, alias El Viceroy, fue detenido hace dos meses en Torreón, Coahuila, en el centro-norte del país, y al momento de su aprehensión usaba jeans, camisa desfajada y sandalias: es decir, nada que lo aproximara a la imagen cliché del narco mexicano.

Pese, pues, a que en estas dos capturas no salió a relucir el look del narco tal y como la entiende hoy el mexicano de a pie, lo cierto es que la antigua imagen sigue vigente a partir de lo que ha arraigado y sigue arraigando la industria del entretenimiento: la narcocultura asentada sobre todo en la música y en los videoclips.

Un repaso editorial. Felipe Calderón Hinojosa fue presidente de México de 2006 a 2012. Como se sabe, las elecciones que lo llevaron a Palacio Nacional fueron muy cerradas y conflictivas, tanto que gran parte de la oposición denunció fraude electoral, el segundo de dimensiones federales en menos de dos décadas. Seis años antes, de 2000 a 2006, Vicente Fox ocupó la presidencia, y aunque en México se alzaron muchas expectativas en “la transición” dado que era la primera vez que gobernaba un político no postulado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), su sexenio acusó tantos tropiezos que Calderón, también del Partido Acción Nacional (PAN), llegó al poder en circunstancias adversas, con un marcado déficit de legitimidad.

Entre las primeras acciones de Calderón estuvo su anuncio de la lucha contra el narcotráfico, lo que en los medios fue entendido, a secas, como “guerra contra el narco”. El combate incluyó la participación no sólo de la policía federal, sino también del ejército y la marina. México, principalmente el norte, fue “militarizado”. Durante el calderonato se hicieron cotidianos los patrullajes en muchas ciudades. Policías y militares perfectamente armados y montados siempre en trocas acondicionadas para el combate, transitaban en convoyes de tres, cuatro o cinco unidades, cada una con cuatro, cinco o hasta seis elementos, colocaban retenes en carreteras y podían inspeccionar lo que quisieran a la hora que quisieran.

La “guerra” desatada por Calderón en diciembre de 2006 recibió, claro, críticas; algunos la consideraron un pretexto para apuntalar –con la imposición de la vigilancia y el miedo– un gobierno estigmatizado por la oposición como ilegítimo. Lo cierto fue que durante esos seis años cundió el terror en ciudades como Ciudad Juárez, Reynosa, Monterrey, Chihuahua, Culiacán, Ciudad Victoria, Saltillo, Nuevo Laredo, Tijuana, Torreón, todas del norte, la franja del país en la que desde siempre ha sido crítico el trasiego de drogas hacia los tres mil kilómetros de frontera con Estados Unidos. Durante este período, acaso el más oscuro en la historia de México, fue descomunal el número de muertos: 121 mil según el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), un promedio diario de 55,25 muertos.

Sin resultados visibles ni durante ni después del paso de Calderón por el poder Ejecutivo, la “guerra contra el narco” generó fenómenos colaterales. Uno de ellos fue el auge de la literatura sobre narcotráfico. Como el mercado de los servicios funerarios, el editorial se vio indirectamente beneficiado por la iniciativa bélica. Decenas de libros sobre el crimen organizado comenzaron a apoderarse de las mesas de novedades, de suerte que en muy poco tiempo configuraron una enciclopedia en la que poco a poco fue quedando registro de todo lo relacionado con la tragedia nacional.

Sólo los narcólogos, que los hay, fueron capaces de nadar ese océano bibliográfico, pero los títulos llegaron a ser tantos que sólo era necesaria una pizca de curiosidad para encontrar, hasta en el supermercado, páginas sobre el tema. Hubo de todo, entonces. Biografías sobre narcos prominentes como Osiel, vida y tragedia de un capo (Grijalbo, 2009), de Ricardo Ravelo; reportajes sobre la mezcolanza del narco, el empresariado y la política como Los señores del narco (Grijalbo, 2010), de Anabel Hernández; análisis sobre grupos delictivos específicos como El cártel de Sinaloa (Grijalbo, 2009), de Diego Enrique Osorno; ficciones como Balas de plata (Tusquets, 2008), de Élmer Mendoza; testimoniales sobre las víctimas como Fuego cruzado (Grijalbo, 2011), de Marcela Turati; análisis de la narcomúsica como Cantar de los narcos (Temas de hoy, 2011), de Juan Carlos Ramírez-Pimienta; mujeres y sexo en el mundo delictivo como en Miss Narco (Punto de lectura, 2012); conclusiones como El narco: la guerra fallida (Punto de lectura, 2009), de Rubén Aguilar y Jorge G. Castañeda; radiografías del sexenio como Calderón de cuerpo entero (Grijalbo, 2012), de Julio Scherer García, y así, una larga lista de publicaciones. El tema vino a menos al concluir el mandato de FCH, pero no ha desaparecido. Baste un par de ejemplos. Deudas de fuego (Conaculta-Gobierno de Tamaulipas, 2013) y Sin trincheras (FETA, 2014), novelas de Paul Medrano y Habacuc Antonio de Rosario, respectivamente, ganaron sendos premios literarios y ambas trabajan con la misma arcilla: el narcotráfico y sus bestiales contornos.

La onda “bandera”. En Las canciones de José Alfredo Jiménez: una escucha analítica (Trilce, 2013), María Victoria Arechabala, su autora, plantea esto sobre el más famoso compositor de la canción ranchera: “La relación del hombre con la música es muy diferente de la que tiene con otras artes (…). Se produce con la acción de cantar una performance, una experiencia real más allá de la ficción, en donde se reemplaza la ficción, la representación por la presentación. En la música el sujeto no se coloca frente a un objeto de arte para contemplarlo, sino que se moviliza a un comportamiento no habitual, en un espacio y en un tiempo específicos. Da un paso más a la ficción, consigue una experiencia vivencial y relacional y pasa de lo teatral musical al acto”.

Así sea en parte, podemos estar de acuerdo con Arechabala: las canciones populares hacen un viaje de ida y vuelta: cierta realidad, “el pueblo”, las inspira y a su vez, ya convertidas en ficciones, ellas modelan de alguna manera la educación sentimental del público. Las canciones sobre narcos, mejor conocidas como “narcocorridos”, son un reflejo de lo que ocurre fuera de las canciones pero también han ido modelando la escala de valores de sus consumidores.

En “Camelia la Texana”, primera canción famosa sobre narcotraficantes, Camelia y Emilio Varela trafican mariguana en la frontera entre México y Estados Unidos; uno supone que sus ganancias son magras, pues cargan la mercancía en las gomas del coche (“traían las llantas del carro / repletas de yerba mala”). Hay un abismo entre esta pieza y las que comenzaron a circular durante el gobierno de Calderón. De las loas inocentes a narcos y pistoleros elogiados por su valor o por su generosidad robinhoodiana se pasó, en el caso extremo, a los himnos del “Movimiento alterado”, el más espeluznante tributo a la malditez del crimen organizado. Una letra podría resumirlo todo, aunque hay muchas, todas acompañadas, gracias hoy a la magia de YouTube, por videos que no dejan dudas sobre la facha y las actitudes de los “artistas” que fecundan, es un decir, este género:

Que siga y que siga, la guerra está abierta
todos a sus puestos pónganse pecheras
suban las granadas, pa’trozar con fuerza
armen sus equipos, la matanza empieza.

Carteles unidos es la nueva empresa
el Mayo comanda, pues tiene cabeza
el Chapo lo apoya, juntos hacen fuerza
carteles unidos pelean por sus tierra.
(…)
Ahí les va el apoyo pa’tumbar cabezas
el Macho va al frente con todo y pechera,
bazooka en la mano ya tiene experiencia
granadas al pecho la muerte va en ellas.

Lo he visto peleando
también torturando, cortando cabezas
con cuchillo en mano
su rostro senil no parece humano
el odio en sus venas lo había dominado.
(…)
Sus ojos destellan empuñan sus armas
ráfagas y sangre se mezclan en una
estos pistoleros matan y torturan
desmembrando cuerpos
avanzan y luchan.

Aquí desaparece todo rastro de inocencia. Como ocurrió en la realidad de la “guerra contra el narco”, esta canción despliega sin embozo su inventario de atrocidades: torturar, disparar armas de alto poder, cortar cabezas, desmembrar, matar como regla de oro para mantener el control del territorio y del negocio frente al Estado y frente a los cárteles enemigos. Vale insistir que si bien estos videoclips no son transmitidos en televisión abierta, de cable o satelital, han encontrado, como todo ahora, refugio seguro en internet.

El fondeo musical del narco, sin embargo, no ha requerido totalmente de la música extrema para asentar la aspiración al poder material como único valor de la existencia. El género de “banda” (agrupación en la que destacan instrumentos de viento como la tuba, la trompeta y los clarinetes además de la tambora) en principio no tuvo esas letras y de alguna manera conserva sus temáticas habituales, las no “prohibidas” por la autoridad: el amor, el chovinismo regionalista (el tema insignia de este género es “El sinaloense”) y el gusto por la pachanga (fiesta). Lo que ha venido a modificarse en la era del video es la asociación establecida entre las bandas y la imagen del mundo expresada en los videoclips. Sin variantes significativas, casi cualquier canción de amor y despecho exhibe a los integrantes de la banda en ambientes ya estandarizados: mansiones con acabados de lujo pero de mal gusto, trocas del año marca Hummer o Lobo, mujeres voluptuosas y permanente contacto con el trago sobre todo de whisky Buchanan’s. Las situaciones apenas cambian de un videoclip a otro, así que son tan repetitivas como el ritmo machacón característico del estilo bandero. Su importancia no es, en suma, estética; radica más bien en la construcción de una mentalidad atornillada exclusivamente a la noción de poder material. Se explica en algo, entonces, que en una sociedad con un 25% de “ninis” (cerca de ocho millones de jóvenes de entre 15 y 29 años que ni estudian ni trabajan) es altamente tentador ingresar al mundo del narco, llave para conseguir casi de inmediato las trocas, las armas, las mujeres y todo lo que constituye, al menos en teoría, el usufructo del universo delictivo. Miles de jóvenes en situación de pobreza, desempleados, toman caminos como el subempleo, la migración ilegal a los Estados Unidos (que sigue siendo masiva y peligrosa) y el robo hormiga. Unos más, que en el caso de México son muchos más, forman el ejército nacional de reserva del narcotráfico y de acuerdo a sus zonas de residencia ingresan a los carteles que les abren la puerta.

Tres iconos caídos. La narcocultura, ese inmenso caldo de cultivo del delito, está tan asociada en México a la vida cotidiana que entre las bajas de la violencia se cuentan cantantes populares asesinados por estar cerca, real o supuestamente, de un cartel o de un capo y no de otros. En noviembre de 2006, el cantante de banda Valentín Elizalde fue abatido luego de terminar un concierto en Reynosa, Tamaulipas. Lo acribillaron con todo el sello del narco: mediante un comando que usó armas AK-47 y AR-15; Elizalde, se dijo, era simpatizante de un cartel ubicado en el extremo noroccidental del país, y fue a cantar en el territorio de otro que dominaba el extremo opuesto del país.

Aunque estos crímenes nunca quedan del todo aclarados, son vinculados por el público como directamente relacionados con el narco. Sergio Gómez, vocalista del grupo K-Paz de la Sierra, fue baleado en Michoacán hacia diciembre de 2008, y en junio de 2010 varios sicarios mataron al solista Sergio Vega, el Shaka, quien iba a bordo de una camioneta Cadillac sobre la carretera internacional México-Nogales.

Las víctimas son incuantificables y están en todas partes, en todos los oficios. Desde hace ocho o diez años la cifra de muertos es el pan de cada noche en los noticieros, y por más que el actual gobierno encabezado por Enrique Peña Nieto maquille las cifras, la violencia propiciada por el crimen organizado sigue en ascenso, imparable.



Más de 500.000 niños han desaparecido en México en los últimos seis años

AVN/Rebelión

Más de 500.000 niños han desaparecido en los últimos seis años en México, reflejan los datos de Organizaciones no Gubernamentales (ONG) de ese país, que no cuenta con cifras oficiales exactas lo que “demuestra la falta de voluntad por parte del Gobierno” para resolver este problema.

Así lo denunció el diputado por el Movimiento Ciudadano José Francisco Coronato Rodríguez, secretario de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso mexicano.

La alta cifra de niños desaparecidos en el país “demuestra falta de voluntad por parte del gobierno para resolver un problema que ya rebasó, por mucho, a las instituciones encargadas de la seguridad del país”, señaló el parlamentario.

Datos suministrados por Organizaciones no Gubernamentales (ONG), instituciones gubernamentales y organizaciones civiles señalan que desaparecen entre nueve y 10 infantes cada hora, de los cuales, 58% tiene entre cuatro y 12 años de edad y casi dos terceras partes son del sexo femenino, reseñó una nota publicada en el portal Cambio de Michoacán.

Coronato Rodríguez advirtió que el gobierno, además de no poseer cifras exactas de los niños desaparecidos, también difiere mucho en sus estimaciones pues “el Senado de la República ha difundido que de 2007 a 2011 el número de niños desaparecidos en el país ascendió a 150.000, esto es, de tres a cuatro niños cada 60 minutos”.

Asimismo, datos de la Procuraduría General de la República (PGR), añade la nota, sólo documentan a la fecha los casos de 1.385 niños robados o desaparecidos.

Ante este gravísimo problema, el diputado, también integrante de la Comisión de Seguridad Pública, tramita una Ley General que crea el Sistema Nacional del Registro de Menores Desaparecidos y Sustraídos, que “permitiría establecer un sistema de registro que compile y deje a disposición de las autoridades correspondientes los datos esenciales para la identificación de los menores desaparecidos”.

Coronato Rodríguez recalcó que la ausencia de una base de datos eficaz de esta naturaleza, ha ocasionado que este delito pase inadvertido, “dejando en el olvido tanto la identidad como el dolor de los familiares de las víctimas”.
Asimismo, destacó que la misma PGR calculó, en 2009, que anualmente desaparecen 45.000 menores de edad, siendo el Distrito Federal, el Estado de México y Jalisco las entidades donde se registra el mayor número de casos. Los infantes terminan en Estados Unidos y Canadá, donde se llegan a pagar hasta 50.000 dólares por ellos, precisó el portal Cambio de Michoacán.

Para el diputado, no contar con una base de datos oficial resulta paradójico, “ya que el delito de trata de personas, sea para explotación sexual, de trabajo o extracción de órganos, representa el segundo ilícito más lucrativo en el mundo, sólo debajo del narcotráfico, pues se estima que tiene ganancias de 32.000 millones de dólares al año”.

A esta situación se suman el hallazgo en México de más de 40 fosas comunes, que salieron a la luz pública durante la investigación por la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de la población de Ayotzinapa, en Guerrero, hecho ocurrido el 26 de septiembre pasado, caso que aún permanece abierto, aunque familiares de las víctimas han denunciado que las autoridades han cesado los operativos de búsqueda.

04/01/15 Miradas al Sur


DONDE ESCONDEN LA PLATA LOS K.

En el ARSAT, rumbo al espacio.
Bajo los cimientos de Tecnópolis.
En China,por eso los chinos firmaron el swap.
En Rusia, o por eso nos visitó Putin.
En El Vaticano, por eso tantas visitas al ídem.
En los vagones de los trenes nuevos.
Entre las reservas del Banco Central, por eso crecieron en los últimos meses.
En los cientos de vehículos que compiten en el Dakar; la llevan de acá para allá para despistar.
En la cancha de Rácing, bajo la foto de Néstor que ocupa una tribuna.
En los locales de La Cámpora.
En el estudio de 678.
En la casa de Barone, Russo, Veiras, etcs.
En la sede de UNASUR.
En el ANSESS.
En la casa de Víctor Hugo.

En mi casa.


Sin la RUFO

El fantasma de la célebre cláusula tiñó el pleito con los fondos buitre y el consecuente desarrollo de la economía durante la segunda mitad del año pasado. Su vencimiento a partir del presente año está lejos de disolver las incertidumbres.

Por Julián Blejmar

Rights Upon Future Offers es el nombre completo de la que tal vez haya sido la sigla más mencionada en la economía argentina durante 2014, la RUFO, cuya traducción castellana significa “derechos sobre mejor oferta futura”. Se trata, en efecto, del derecho que tenían los bonistas que aceptaron la reestructuración de la deuda –caída en cesación de pagos en 2001– a reclamar por una compensación en caso de que el país hiciera una mejor oferta de reestructuración a otro grupo de bonistas.

Concretamente, en los canjes de 2005 y 2010 un total de 92,4% de acreedores de la Argentina aceptaron un descuento que en los hechos implicó un 35% del valor de sus bonos. Por eso, la demanda de los fondos buitre de cobrar el 100% del monto nominal de estos bonos en cesación de pagos hubiera implicado que, a raíz de la cláusula RUFO, este 92,4% tuviera derecho a ser compensado por la diferencia del pago efectuada a los buitres.

Hasta hace tres días. En efecto, la cláusula RUFO tenía fecha de vencimiento el 31 de diciembre de 2014, por lo que el fantasma de la misma ya ha quedado en el olvido. Pero lejos está esto de solucionar el pleito que nuestro país mantiene con los fondos buitre. Por empezar, los principales fondos que han obtenido fallos favorables de la Justicia norteamericana (NML Capital, Aurelius, Blue Angel) son sólo una parte de los denominados holdouts, es decir aquel 7,6% que no aceptó la reestructuración, muchos de los cuales tampoco han iniciado juicios contra el país (por eso no se los denomina “buitres”). Aquí existe un verdadero escollo para llegar a un acuerdo, ya que el Gobierno ha reiterado en varias oportunidades que sólo arribará a un entendimiento que implique a la totalidad de los holdouts, pues de llegar a un arreglo sólo con los buitres que litigan con nuestro país (como NML, Aurelius, Bracebridge Capital y EM Limited, que en conjunto demandan cerca de 5.000 millones de dólares) podrían aparecer nuevas demandas judiciales en el futuro, con lo cual el pago efectuado no eliminaría el riesgo de volver a la situación anterior.

Por eso, si la estrategia del Gobierno era no efectuar ninguna negociación hasta que venciera la cláusula RUFO, el nuevo objetivo es lograr un acuerdo judicial que involucre al 7,6% de los holdouts, un tema no menor por la complejidad jurídica y organizativa que implicaría esta sentencia.

Pero además, el conflicto que ha provocado a nuestro país el tándem conformado por los fondos buitre y la Justicia norteamericana se sigue extendiendo en el presente año a la totalidad de los acreedores. Sucede que el 92,4% que había aceptado la reestructuración y quita ya no puede accionar mediante la cláusula RUFO, pero sí mediante la denominada opción de “aceleración de pagos”, una opción que tienen los bonistas que no reciben en tiempo y forma los pagos de sus títulos. Algo que está sucediendo desde julio pasado, debido a la decisión de la Justicia norteamericana de bloquear los pagos que efectúa la Argentina para estos acreedores, hasta tanto no se llegue a un acuerdo con los fondos buitre.

Para reclamar la “aceleración de pagos”, los bonistas deben reunir un mínimo de 25% de los acreedores de alguno de los títulos cuyos pagos están actualmente bloqueados por la Justicia norteamericana. Así, estos bonistas podrían demandar al Gobierno el pago total de las acreencias para el 100% de los titulares de estos bonos, por fuera del cronograma original de compromisos.

De hecho, ya existen fondos, como Owl Creek Asset Management LP, que comenzaron campañas para sumar bonistas y llegar al 25% necesario para efectuar la demanda de aceleración de pagos.

Sobre la factibilidad de esta posibilidad, las opiniones de los especialistas en finanzas están divididas. Para algunos, entre los tenedores podrían encontrarse fondos buitre, con lo que la demanda de aceleración sería otra medida para eventualmente negociar pagos más favorables. Otros, sostienen que la demanda de aceleración implicaría un nuevo laberinto jurídico, pues la Argentina podrá argumentar que en ningún momento dejó de efectuar los pagos, y que los bonistas podían haber canjeado sus bonos por similares que ofreció el Gobierno a fines del año pasado, cuyo pago estaba garantizado.

Así, la demanda de aceleración sólo tendría como resultado para estos bonistas la entrada en una compleja disputa judicial y por consiguiente en una mayor demora para la recepción de sus acreencias.

De cara a 2015. Como es posible observar, la caída de la RUFO no elimina las incertidumbres sobre la novela de la deuda. Una novela que tendrá de alguna forma implicancias sobre la economía, dentro de un 2015 en el que existen vencimientos de deuda por cerca de 12.500 millones de dólares.

Desde el Estudio Bein plantearon tres escenarios posibles. El primero de ellos sería un arreglo inmediato con los holdouts, lo que llevaría a una nueva apertura de los mercados de crédito para la Argentina, a tasas similares a las de la región (6% o 7%), lo cual resultaría en una vuelta al crecimiento de la economía con un PBI (la totalidad de lo producido por el país) que aumentaría un 3% en relación con el año 2014. Agregan, además, que en ese caso la inflación sería del 27% y el dólar se situaría en torno de los 11 pesos. Por el contrario, señalaron desde este estudio que de no haber negociación hasta 2016, y por ende tampoco un acceso a los mercados, se experimentaría una caída del PBI del 3%, con una inflación cercana al 34% y un dólar oficial a 12,50 pesos. Como tercera opción, dieron cuenta de un escenario intermedio, es decir con negociaciones con los holdouts pero sin acuerdos en el corto plazo, con lo cual durante ese transcurso se podría lograr algún acceso al mercado de capitales pero a una elevada tasa (12% anual) para mediados de año. En este caso, el PBI aumentaría un 1,5%, la inflación rondaría el 30% y el dólar oficial llegaría a11,50 pesos.

Por cierto, cualquiera de estos escenarios se podría modificar sobre la base de dos variables clave para la economía argentina: los precios internacionales de la soja y el petróleo. Mientras que la primera es el principal producto de exportación, los costos del petróleo resultan claves para un país cuya balanza energética (diferencia entre exportaciones e importaciones) ha sido deficitaria en los últimos tres años por cerca de 18.000 millones de dólares. Por lo pronto, la mala noticia es que la soja descendió durante este año de 500 a 350 dólares la tonelada, pero la buena es que la caída en el precio del barril del petróleo, que pasó de 100 dólares a 60 durante el último año, podría aliviar la necesidad de divisas para importaciones energéticas.

Lo cierto es que, más allá del conflicto con los fondos buitre y las variables cotizaciones de las materias primas, persiste de fondo el problema estructural de la “restricción externa”, es decir la carencia de dólares en la economía nacional una vez que la misma adquiere una cierta capacidad de industrialización. En efecto, desde fines de los cincuenta la demanda industrial de maquinarias de producción extranjeras e insumos importados llevó a que, a medida que crecía la economía, se necesitasen más divisas para cumplir con los pagos al exterior de estos dos elementos. Mientras la producción agropecuaria podía proveer estas divisas, se experimentaba el crecimiento, pero una vez que esta producción llegaba a su límite, volvía a experimentarse la restricción externa.

Si bien los altos precios de las materias primas durante la última década permitieron al país una fuerte entrada de dólares, la destrucción del tejido industrial –y energético– operada durante la fase neoliberal (1976-1983 y 1989-2001), junto a la globalización productiva y algunas postergaciones de necesarias medidas durante el actual ciclo económico, tornó a la industria aún más dependiente de las importaciones.

Es éste el escenario que permite que un pleito judicial con fondos ultraespeculativos, o el variable precio de la soja, tengan un peso tan determinante para la economía argentina.

04/01/15 Miradas al Sur

Robertito el de c5n Y SUS CHICAS EN PUNTA

Tarde en la tele,c5 en Punta del Este con el simpático,inefable Robertito que,como movilero, le arranca sonrisas a la arena.
Rubias en la playa, muchas, quinceañeras, veinteañeras, madres jóvenes,cincuentonas, sesentonas.
Una gaseosa y un sandwich: 20 dólares.

Se detiene ante un grupo de señoras estilo Susana, dicen ser de Pergamino, la pregunta de rigor:cuánto hace que están en Punta?
La respuesta: "quince días...pero venimos de Miami"
Wao, dice Robertito Funes.
Ah y con heladerita, afirma,es cool...
Y sí reponden las pobre smujeres vacioneras: A los argentinos no nos queda otra (sic!)

Miami,Punta,y con heladerita...de Pergamino a la pobreza con heladerita playera...culpa de de ...-
LA YEGUA!
GB