lunes, 27 de mayo de 2013

La fundación de la patria

Por Alejandro Pandra En mayo de 1808 estalló la insurrección de Madrid, que rápidamente se extendió a toda la península. La larga y sanguinaria guerra española de la independencia es una gesta de coraje como pocas veces se ha visto. Conducida por jefes improvisados, acabaría con el mito napoleónico, causándole una herida mortal. Y desataría a su vez una descomunal guerra civil entre ciudades y virreynatos que desconocían distintos orígenes de poder [Enrique de Gandía] y que iba a asolar a todo el imperio durante más de quince años. De ella nacerían nuestra propia revolución e independencia, proceso durante el cual se fundó la patria, es decir, se aseguró a los argentinos un patrimonio, un patrimonio geográfico, una riqueza o una pobreza que sería el sustento del destino de nuestro pueblo. Como culminación del proceso de construcción de esa unidad orgánica que llamamos “pueblo”, surge su proyección poética, que es la patria. La patria, entonces, es patrimonio geográfico -físico- y es también patrimonio poético -espiritual-. Nada permitía vislumbrar una vida de mayores peripecias y aventuras en la ciudad capital del virreynato, villa apacible y monótona, burocrática y mercantil, de funcionarios, tenderos y contrabandistas sin lance. Sin embargo, en esta lejana parte del mundo, el proceso que se inició -de desenlace inimaginable entonces- iba a culminar con la parición de “una nueva y gloriosa nación”. Desde los primeros meses de 1810 llegan las noticias europeas de la caída de la junta suprema y la formación en Cádiz del consejo de regencia bajo la protección de los cañones ingleses. El poder legítimo del virrey está vacante porque ha cesado la autoridad de quien dependía. Es muy notable que en el Río de la Plata, a diferencia de otros países hispanoamericanos, no hubiera criollos partidarios de Fernando VII: todos se pronunciaron por la independencia y trataron a la metrópoli con la altivez del hijo pródigo. “Saavedra estaba en silencio. El hombre a cargo del regimiento más numeroso de Buenos Aires, el que iba a presidir la primera junta, se mantenía frío y reservado frente a quienes lo rodeaban e insistían en que ya era tiempo de exigirle al virrey un cabildo abierto. Cinco mujeres de rebozo celeste ribeteado con cintas blancas se abrieron paso. Una de ellas le habló: ‘coronel, no hay que vacilar; la patria lo necesita para que la salve; ya ve lo que quiere el pueblo, y usted no puede volvernos la espalda ni dejar perdidos a nuestros maridos, a nuestros hermanos y a nuestros amigos’. Cornelio Saavedra contestó sin saber que también la historia estaba esperando una respuesta: ‘yo estoy pronto y siempre he sido patriota. Pero para hacer una cosa tan grande es preciso pensarlo con madurez y tomar las medidas del caso’. Después, una mano de mujer lo tomó del brazo y logró lo que los hombres no habían podido: ‘venga usted con nosotras a lo de Peña, que allá lo están esperando muchos amigos’”. Así, Vicente Fidel López cuenta en su novela La gran semana de 1810 -una de las primeras del género histórico- lo que su padre Vicente le había narrado de los días previos al 25 de mayo. La historia revela que el diálogo de las mujeres ocurrió el sábado 19: es una de las pocas escenas en que el protagonismo de los hombres que aparecen en los manuales de historia, cedió ante la gente. En lo de (Rodríguez) Peña estaban los apellidos que trascendieron a los hechos. Ese día, la revolución se puso en marcha. El golpe de estado para transferir el poder a manos americanas culminó exitosamente. Sus protagonistas se sintieron orgullosos de haber logrado un cambio político trascendente sin violencia ni víctimas, de lo cual Belgrano, Juan Manuel Berutti y otros dejarán expresa constancia en sus memorias. Efectivamente, no hubo en la primera hora de la revolución porteña vestigio alguno de extremismo ideológico, político o práctico. Se pretende mostrarlo como un hecho espontáneo, pero fue el resultado de un lento proceso originado en Hispanoamérica, que se fue desarrollando hasta revelarse en plenitud, durante un largo período de dieciocho años, desde las invasiones inglesas hasta Ayacucho en 1824. Supuso luchas intensas y grandes sacrificios, pero fue coronado por el éxito de la independencia americana, que nos hizo árbitros y únicos responsables de nuestro destino. Para hacer fecundo y darle sentido ahora al bicentenario de aquella magna hazaña debemos conocerla bien y elaborar a conciencia sus lecciones, de modo que ilumine e inspire nuestro futuro. La revolución de mayo dio a Buenos Aires un aspecto nuevo: al fermento militar que habían dejado las invasiones inglesas, se iba a sumar una inquietud espiritual, una conmoción sorda. Circulaba una copla popular anónima: Cielito, cielo que sí, no se necesitan reyes para gobernar la patria, sino benéficas leyes. A medida que el “nuevo sistema” -como se denominaba entonces a la revolución- derribaba poco a poco el régimen virreynal con la cautela y el disimulo impuestos por el ambiente conservador de la ciudad, el pueblo iba comprendiendo la magnitud y las proyecciones del movimiento. Imbuidos de ardor patriótico, jóvenes exaltados y conmovidos por la nueva palabra mágica -libertad-, encendían las almas adormecidas y oscurecidas por las horas sumisas de la colonia. Influidos por las ideas del siglo, hablaban con una retórica inédita de “las cadenas de los tiranos” y del “trono de la libertad” y de “los derechos de los pueblos” entre proclamas y juramentos, pesquisas y fusilamientos, expediciones bélicas y delaciones. Leían a viva voz “a la parte principal y más sana del vecindario” los escritos del muy culto y muy hábil secretario Mariano Moreno en La gazeta: “Nada se presenta más magnífico a la consideración del hombre filósofo que el espectáculo de un pueblo que elige sin tumulto las personas que merecen su confianza y a quienes encarga el cuidado de su gobierno. Buenos Aires ha dado una lección al mundo entero”. Un par de semanas después del pronunciamiento de mayo -según el Diario de Berutti-, Moreno llamó al fuerte a los oficiales naturales e indios que prestaban servicios y les leyó una orden que decía: “La junta no ha podido mirar con indiferencia que los naturales hayan sido incorporados al cuerpo de castas de pardos y morenos, excluyéndolos de los batallones de españoles a que corresponden. Por su clase y por expresas declaraciones de su majestad, en lo sucesivo no debe haber diferencia entre el militar español y el militar indio: ambos son iguales, y siempre debieron serlo, porque desde los principios del descubrimiento de estas Américas, quisieron los reyes católicos que sus habitantes gozaran los mismos privilegios que los vasallos de Castilla”. Los territorios rurales eran todavía un rudo teatro, los actores eran indios bravíos, gauchos indómitos y ganados cerriles, y la única expresión del estado para contener desmanes y castigar el pillaje era el ínfimo destacamento militar; ahí, la juventud universitaria -hija de la burguesía urbana comercial y burocrática- tenía poco predicamento. Se produjo entonces una excepcional conjunción entre unos caudillos rurales muy carismáticos, “dirigentes sociales” y gauchos -como Artigas o Güemes- para los que la independencia fue el camino de la revolución y unos próceres urbanos prestigiosos, “dirigentes políticos” y civiles -como Moreno o Belgrano- para los que la revolución fue el camino de la independencia [Marcelo Sánchez Sorondo]. Aunque todos igualmente embargados y embriagados de ese “amor de patria” que, por primera vez, había sentido por estas tierras Hernandarias. El carismático Martín Miguel de Güemes tenía un defecto en las cuerdas vocales que le daba una media voz, gangosa y apenas perceptible, pero con ella enfervorizaba a sus paisanos en torno a los fogones, susurrándoles palabras de redención. En lo que se conoce como el éxodo oriental, al también carismático Artigas lo siguieron -con penurias y estoicismo, como se lo sigue a un patriarca por el desierto- veinte mil hombres, soldados y labradores, mujeres y niños, indios, gauchos, mulatos, negros, mestizos y zambos -una cifra inmensa para la época- con sus arados y bueyes, sus ganados y más de mil carretas: espectáculo bíblico de la gesta de ese “pueblo de héroes”, como los llamaba el caudillo. Y cuando años después el valiente campeador es derrotado y marcha al destierro definitivo en Paraguay, polvoriento, en harapos y repentinamente envejecido a los cincuenta y seis años, la indiada y el gauchaje salen de sus toldos y ranchos “a pedirle la bendición”. “Que los más necesitados sean los más privilegiados” pedía don José Gervasio Artigas, el padre fundador del federalismo, es decir, del partido popular argentino. Por su parte Manuel Belgrano, primer abanderado a quien Mitre define con acierto como “el prócer por excelencia”, es el padre fundador de nuestra economía, el primero que soñó estas tierras productivas, prósperas y justas. Proponía subvencionar las artesanías e industrias locales, combatir los grandes monopolios, impedir la importación de mercaderías que perjudicaran nuestras manufacturas y alentar un sólido mercado interno para lograr una equitativa distribución de la riqueza. Quería una reforma agraria que expropiara tierras baldías para entregarlas a los desposeídos “para que puedan entrar al orden de sociedad los que ahora casi se avergüenzan de presentarse a sus conciudadanos por su desnudez y miseria, y esto lo hemos de conseguir si se les dan propiedades”. Un pensamiento simple y sabio, avanzado para la época, pero de una actualidad que admira y a la vez entristece, porque doscientos años después los problemas señalados por nuestro primer economista siguen esperando ser atendidos y resueltos [Felipe Pigna]. Un pensamiento económico e industrial que el prestigioso prócer sabía combinar, mediante su extraordinaria sensibilidad, con el “pathos” religioso del interior del país, que acusaba a los porteños de iconoclastas, herejes y ateos. Posteriormente, en carta a San Martín de 1814, el creador de la bandera aconsejaba: “Son muy respetables las preocupaciones de los pueblos, y mucho más aquellas que se apoyan, por poco que sea, en cosa que huela a religión. [...] La guerra no la ha de hacer usted allí [en el interior] con las armas, sino con la opinión, afianzándose siempre ésta en las virtudes morales cristianas y religiosas. [...] Acuérdese usted que es un general cristiano, apostólico romano; cele usted de que en nada, ni aún en las conversaciones más triviales, se falte el respeto en cuanto diga nuestra santa religión; tenga presente no sólo a los generales del pueblo de Israel sino a los gentiles, y al gran Julio César que jamás dejó de invocar a los dioses inmortales”. Alberdi reconocerá en el gran patriota a un padrino, y dedicará numerosas páginas a defender ante la historia la figura de Belgrano. Esta defensa lo llevará a polemizar con Mitre y a ganarse la enemistad de Sarmiento: “Si Mitre se ha parado sobre la estatua de Belgrano para hacerse visible, Sarmiento se para encima de Mitre, o sobre los dos, con la misma mira -expresará-, y para recomendarse a sí mismos, sus hechos, su época, rebajan a Belgrano, lo presentan como su inferior, por el lado de sus pretendidos defectos. En lugar de elevarse a las virtudes de Belgrano, imitando su modestia, rebajan al héroe a su nivel de ellos, critican sus faltas, publican sus procesos, hablan de sus flaquezas y defectos, para mostrarse ellos superiores en saber militar, en política, en energía de hombres de estado”. El jefe del ejército del norte, después de derrotar al americano Goyeneche y al americano Tristán, le concede a éste el armisticio de Salta, porque sabe que sólo han peleado americanos en ambas líneas, y deplora que en luchas entre hermanos se pierdan vidas preciosas. El general La Mar también era un criollo al servicio de España, así como el mejor general independentista del Perú era el español (aunque supuesto salteño para algunos) Alvarez de Arenales. O sea que se trató de una guerra civil, en cuyos bandos político-ideológicos militaron mezclados españoles y nativos. Enrique de Gandía prueba que la guerra civil no fue desencadenada por los liberales (término usado en aquella época en un sentido popular y revolucionario), que nunca soñaron independencias ni guerras hasta que los absolutistas rompieron la paz con su intransigencia y el empeño de mantenerse en unos puestos que jurídicamente ya no les correspondían. La responsabilidad fue de los absolutistas, a quienes algunos historiadores llaman realistas cometiendo un grave error ya que realistas eran todos; o españoles, cayendo en otro aún más grave ya que peninsulares y americanos se alinearon indistintamente en ambos bandos. “El primer gobierno llamado argentino tuvo por fines políticos la defensa de los derechos naturales del hombre que correspondían, por la prisión de Fernando VII, a todos sus súbditos, y el propósito firme de salvar estos mismos países de una dominación extranjera y reconocer al primer gobierno legítimo que se estableciese en España”. Todavía las cortes, como las pedía Gaspar Melchor de Jovellanos de acuerdo a las normas de la secular tradición española, eran mucho más democráticas que el parlamento inglés o norteamericano, en los que dominaban los comerciantes y los aristócratas. Hubo que alzar varios ejércitos, pero el ejército del norte constituyó la columna vertebral de la emancipación [Sánchez Sorondo]. Y el cabildo de Buenos Aires -que ya se había arrogado el derecho de deponer un virrey y de elegir a otro- fue el núcleo cívico que encarnó el cambio. Es notable que en la revolución que se hizo en base a esa institución secular, no hubiera un solo ingenio político que considerara el carácter autonómico comunal del cabildo. La ciudad americana se había declarado autónoma desde su fundación. Nace como una ciudad libre, con fueros que defenderá sin descanso. El municipio será la primera institución auténticamente hispanoamericana. La metrópoli deberá otorgar fueros nobiliarios a las ciudades de ultramar y reconocer a sus vecinos los títulos de “hijosdalgos de solar conocido” [hidalgos, hijos de algo]. Del mismo modo se reconoció a los pueblos indígenas facultades para autogobernarse y sus cabildos eligieron alcaldes indios. Los primeros cabildos americanos quedaron en poder de los conquistadores, los nuevos señores de la tierra que no tuvieron contrapeso a su dominio. No solamente el cabildo de Asunción. Hernán Cortés, Pedro de Valdivia y otros fueron elegidos en forma democrática y popular y la corona se limitó después a refrendar ese nombramiento. De hecho, el cabildo era el que repartía la tierra entre conquistadores y colonos y nombraba procuradores para defender sus intereses ante el rey y ante el consejo de Indias. Luego fue el instrumento político de sus descendientes, los criollos. Había cargos hereditarios, pero los alcaldes y regidores se elegían por sufragio directo y popular, por lo que el estrato criollo mestizo tuvo prácticamente el monopolio de estas funciones. En asuntos de importancia extraordinaria los regidores solían llamar a cabildo abierto, reunión amplia de vecinos que adquiría la forma de una asamblea popular. Los regidores parlamentaban dentro del recinto, pero en la plaza central una multitud de mestizos -arraigada a la sangre y al suelo- presionaba y daba legítimo respaldo popular a la causa del criollismo. El poder político local del cabildo fue asumido, entonces, primero por los conquistadores, luego por los colonos “mancebos de la tierra” y finalmente por los criollos frente al poder metropolitano. Y ese mismo poder político municipal se transformará más tarde en poder territorial para dar nacimiento a las nacionalidades hispanoamericanas, e incluso como referencia local de las guerras internas de cada país. Los políticos de mayo no fueron militares ni los militares de mayo fueron políticos, pero unos y otros intentaron descollar en ambos oficios a la vez. Seguramente el desarrollo histórico de aquel período fundacional hubiera rendido mejores frutos inmediatos si Belgrano, por ejemplo, en cambio de conducir campañas militares, se hubiera dedicado a gobernar, para lo que contaba con evidentes dotes de estadista; y Carlos María de Alvear se hubiera abocado estrictamente a combatir y guerrear, aprovechando su talento y valor para tan difícil oficio. Lo demás es accesorio, circunstancial, como el disgusto entre Moreno y Saavedra o la oposición a la entrada de los diputados del interior en la junta de mayo. Lo esencial es el paso dado, que conducía a la independencia nacional, aún cuando los mismísimos protagonistas ni lo sospecharan.

YPF “inaugurará dos nuevas plantas en Luján de Cuyo y Loma La Lata”

La petrolera YPF inaugurará el martes dos nuevas plantas de hidrotratamiento de gasoil y naftas en el Complejo Industrial Luján de Cuyo (CILC), en Mendoza, y una nueva Batería de Tratamiento de Crudo no convencional, para procesar la producción shale de gas y petróleo de Loma La Lata, en la provincia de Neuquén. La puesta en marcha de ambos emprendimientos tendrá como acto de cabecera a la planta de refinado de Lujan de Cuyo, que será encabezado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el CEO de la petrolera, Miguel Galuccio, y el gobernador de Mendoza, Francisco Pérez. El acto tiene también como objetivo celebrar el primer año de la nueva gestión en YPF que se inició el 7 de mayo de 2012, luego de que la Presidenta tomase la decisión de recuperar el 51 por ciento de las acciones que la petrolera española Repsol tenía en su poder. Las obras realizadas en la Refinería mendocina -construida sobre el margen derecho del Río Mendoza y puesta en marcha el 20 de diciembre de 1940- demandaron una inversión de 2.6600 millones de pesos y generaron trabajo directo a unas 2.000 personas. Actualmente la planta de Luján de Cuyo cuenta con capacidad para refinar de 105.500 barriles de crudo por día y produce todos los productos que YPF comercializa en el país. Cuenta con un plantel de 1.700 trabajadores -550 en forma directa- y en ella se fabrica, además de los derivados típicos del petróleo y el gas (CO2). También es la única refinería del país que procesa el gas que utilizan las bebidas gaseosas que se fabrican a nivel local y se exportan a Chile y Brasil. La de Luján de Cuyo es la segunda refinería del país, y es la que abastece con el 10% de su producción a la provincia de Mendoza, La Pampa, norte de Buenos Aires y distritos del Norte argentino. Las obras que se inauguran en la planta mendocina el próximo martes, permitirán producir combustibles con bajo contenido de azufre, más limpios y de mejor calidad. Entre otras mejoras, la unidad de hidrotratamiento de gasoil (HDSIII) podrá desulfurizar 2.640 metros cúbicos diarios, obteniendo un producto final con azufre inferior a las 10 ppm (partes por millón). Ese proceso da como resultado un combustible más limpio y de mejor calidad, que reducirá las emisiones generadas por los vehículos que consuman el nuevo combustible y otorgará mayor vida útil a los motores. El proyecto está acompañado de una nueva unidad de hidrógeno, necesaria para atender la demanda de las unidades principales que hidrotratarán el gas oil y las naftas del complejo. Por otra parte, la nueva unidad de hidrotratamiento de naftas tiene la capacidad de desulfurizar 1450 metros cúbicos diarios de naftas procedentes de la unidad de Craqueo Catalítico y permite elaborar naftas con especificaciones más exigentes en materia ambiental en línea con las nuevas tecnologías de motores nafteros. Esta unidad requirió la construcción de tres nuevos tanques de almacenamiento con capacidad total para 54.000 metros cúbicos. Por su parte, en Neuquén, la nueva batería de crudo de no convencional, tendrá capacidad para el tratamiento, compresión y el transporte diario de más de 1.000 metros cúbicos de petróleo, y 250.000 metros cúbicos de gas provenientes de parte de los 50 pozos shale que ya están en producción, indicaron en YPF. La misma está ubicada a seis kilómetros de la ciudad de Añelo y fue construida en tiempo récord: 45 días sin ningún tipo de incidente de seguridad. Esta nueva batería es la segunda planta de separación primaria que se construye en el yacimiento. La instalación se enmarca en el fuerte crecimiento de la actividad de YPF en Vaca Muerta. La empresa pasó de contar con 4 equipos de perforación activos en mayo del año pasado a 14 para fines de este mes, y espera terminar el año con 19. Además, su producción ascendió de un promedio de 4000 barriles por día a comienzos de año, a cerca de 7000 en la actualidad. GB

Documentos para la historia Por Gabriel Rot. Coordinador del colectivo El Topo Blindado contacto@miradasalsur.com

La riquísima tradición de luchas populares en la Argentina está abonada por acontecimientos que merecen una particular atención debido a la experiencia de organización y rebeldía que nos ha legado. La Resistencia Peronista, la fuga y posterior masacre de Trelew, la resistencia a las dictaduras, las diversas insurrecciones provinciales, el Devotazo son algunas de ellas. Reivindicadas con una impronta legendaria y heroica, las luchas populares no siempre han sido abordadas con el debido acompañamiento de los documentos que sus protagonistas produjeron, una carencia que el colectivo El Topo Blindado intenta contribuir a salvar tanto a través de sus ediciones en papel como de su sitio web (www.eltopoblindado.com), socializando hasta ahora más de 2.200 documentos. En ese sentido, la presentación de nuestro libro El Devotazo Fotografías / Documentos constituye un paso más en nuestra elección política de socializar materiales de enorme importancia en la construcción de la memoria popular y su reflexión crítica, recuperando las fotografías, por primera vez de manera completa en nuestro país, que Alicia Sanguinetti, detenida en el penal de Villa Devoto, y su hermano Ricardo desde afuera, tomaron durante la histórica jornada en la que los presos políticos recuperaron su libertad, el 25 de mayo de 1973, en virtud de una presión popular que no concedió un solo día de espera. Por supuesto, tal como hacemos con cada una de nuestras publicaciones, en unos pocos meses también esta edición será subida a nuestra página, para que cualquier usuario, sin costo ni restricción alguna, pueda acceder a cada una de tan fantásticas imágenes. Nuestro trabajo apunta a desandar un importante corpus de teorización manifiesto en numerosos textos y polémicas que, con sus claros y oscuros, constituyen la memoria de una acumulación de experiencias, configurando un soporte esencial para la comprensión y reflexión de nuestra historia reciente y para el enriquecimiento de la práctica política de las nuevas generaciones. Por otra parte, la labor de El Topo Blindado apunta a desmitificar la idea demonizadora de acreditar el desarrollo de la violencia revolucionaria en nuestro país a meros impulsos juvenilistas y sus supuestas pulsiones de muerte, despojando de sentido a una intervención política que las secuencias documentales dejan al descubierto. Con esta premisa, ponemos al alcance de los lectores y usuarios en forma totalmente gratuita los hechos a través de sus testimonios más directos –comunicados, volantes, afiches, fotografías, revistas y periódicos, declaraciones, etc.–, con el criterio de que sean los propios protagonistas quienes expliquen y legitimen su accionar. Esperamos que esta última publicación sea un aporte más al conocimiento y la comprensión de un pasado cercano y omnipresente. 26/05/13 Miradas al Sur

En Rawson, con medialunas Por Alberto Elizalde Leal politica@miradasalsur.com

De Rawson a Ezeiza. La militancia invadió el aeropuerto para recibir a los liberados en Rawson. Cárcel de Rawson. 25 de mayo de 1973. Es una hermosa y fría mañana de otoño, inundada del aire purísimo de la Patagonia. Desde el triunfo popular del 11 de marzo, los presos políticos esperamos, con fundada expectativa, el momento en que se concrete, junto con la asunción del gobierno de Cámpora, nuestra ansiada libertad. En días previos, muchos legisladores y dirigentes políticos nos visitan para manifestar, con diversos matices, su compromiso con la causa de la libertad de los militantes populares. Los diputados de la tendencia son los más entusiastas y los más convencidos de que la liberación será un simple trámite, una rápida amnistía o un decreto de indulto. Los presos del PRT y del resto de la izquierda –llevados por la inveterada desconfianza hacia los “gobiernos burgueses”– no confiamos mucho en el cumplimiento de esas promesas y estamos en huelga de hambre desde hace unos días. Los presos montoneros y de la FAR, obviamente, no participan. Igualmente, la camaradería y el compañerismo se mantienen intactos. De pronto, por los parlantes en los pabellones se transmite el discurso de Cámpora en el Congreso Nacional. Se escuchan palabras impensadas en una asunción presidencial: “Héroes y mártires”, “las ofensas que no serán olvidadas”, “el camino de la liberación”. Casi sin darnos cuenta, sin mucha discusión, en una suerte de decisión colectiva, el bloque de izquierda levanta la huelga de hambre, motivada también, hay que decirlo, por el humeante chocolate patriótico y las recién horneadas medialunas que la cocina del penal ha mandado a los pabellones. El clima es festivo, después de las encendidas palabras del Tío ya no quedan dudas, no se puede ser consecuente al halagar a los héroes y los mártires de la juventud que lucharon contra la dictadura sin concretar de forma inmediata nuestra liberación. En las calles, miles de personas ya marchan hacia las cárceles con una sola consigna: “Primera ley del frente, libertad a los combatientes”. 26/05/13 Miradas al Sur

Uno, dos, muchos devotazos Por Ignacio Vélez. Fundador de Montoneros contacto@miradasalsur.com

Para dejar las cosas claras de entrada y que no haya confusiones: hubo sin duda muchos Devotazos. Uno, protagonizado por decenas de miles de compañeros que luego de saludar con euforia el juramento del Tío Cámpora marcharon a la cárcel de Devoto a exigir el cumplimiento inmediato de la consigna que marcó a fuego todos los actos de la campaña “Cámpora presidente, libertad a los combatientes”. Otro, el de cada uno de nosotros. Pleno, lleno de sueños y alegrías, pero también en algún lugar, temeroso (pensemos de dónde veníamos) por esa vida ilimitada, llena de victoria que se abría ante nosotros. Recuperar la libertad, los compañeros, la militancia, los amigos, la familia llena de hermanos, nueras, tíos y sobrinos. Los amores que a veces tenazmente se conservaron y el duelo por otros muchos que se perdieron por trágicas ausencias o por la soledad difícil de soportar de la clandestinidad. Allí, a metros nuestros, estaba todo lo mas hermoso de la vida: la historia en los rostros, los abrazos, los besos, en el cariño reparador de todos, y de cada compañero. Pero en el devotazo personal, al menos en mi caso, pesaban otras preocupaciones. Volvía a la vida, a la libertad en una coyuntura compleja donde la lógica amigo-enemigo lo empapaba todo. El poder criminal, cívico-militar, estaba preparando el escarmiento. Y tenía como aliados a importantes sectores dentro del peronismo. Y eso era gravísimo en lo político-social y peligroso en lo personal. Yo, nosotros, los Sabinos, estábamos convencidos de que era el momento de masificar la política democratizadora. De reconstruir el movimiento desde sus bases militantes fortaleciendo su rebeldía transformadora. De evitar la guerra de aparatos. De la necesidad urgente de bajar los niveles de violencia Y sentíamos que era casi imposible. Que el poder no perdonaría. Que estaban como siempre decididos a usar la violencia más brutal en defensa de sus intereses. A partir de la victoria del 11 de marzo se sucedieron situaciones tan increíbles como la coyuntura. Cuando me trajeron a Devoto desde Rawson, me metieron en un calabozo para tomarme las huellas digitales. En ese momento tiran en el calabozo de al lado a una pequeña mujer. Cuando nos miramos, comenzamos a llorar de alegría, a hablarnos, a gritarnos. Era mi pareja a la que hacía años que no veía. Estaba en la clandestinidad después de la fuga del Buen Pastor y, justo la tarde anterior, había sido detenida. Lo recuerdo con mucha emoción. Fue increíble. Fueron días inagotables y llenos de emociones cruzadas. A fines de abril, mientras lo abrazaba en su llanto desconsolado, tuve el inmenso dolor de informarle al Gallego Fernández Palmeiro que su hermano, por quien él se había cambiado para que se fugara, había sido asesinado cuando se retiraba luego de darle muerte al contraalmirante Hermes Quijada, uno de los cómplices de la masacre de Trelew . Pero al rato, volvía a mi celda que compartía con Paco Urondo, y nuestro poeta me invitaba a charlar con Julio Cortázar, que venía a visitarlo. Y luego, a la noche, nos trenzábamos en discusiones políticas frontales que me desesperaban. La organización político-militar de cuya fundación había participado no comprendía la gravedad que significaba continuar la guerra de aparatos con la derecha. Seguía abrazada a las armas y continuaba desafiante el proceso que la llevaba inevitablemente al enfrentamiento con Perón al pretender disputarle la conducción del movimiento. Al atardecer del 25, la puerta de la celda que estaba entornada se abrió violentamente y apareció con los brazos abiertos y una inmensa sonrisa Juan Manuel Abal Medina. Ese es uno de los abrazos más importantes de mi vida. Sentí que los dos, en el otro, abrazábamos a Fernando. Luego la noche se llenó de afectos, apretones y besos. Decenas de compañeros que parecían miles me llevaban en andas, antes de salir siquiera del pabellón y de mi emoción. Caminaba abrazado con Iván Roqué hacia la libertad lleno de alegría pero con las preocupaciones señaladas. Ellos, mis hermanos, mis queridos compañeros con quienes compartía el reconocimiento reparatorio del cariño popular, seguirían en Montoneros, convencidos de que había que condicionar al gobierno popular aun a costa de dificultar la democratización del país. Esa noche rehusé ir al balcón de Avenida La Plata. Era Sabino crítico y también Montonero. Esa era mi historia. Pero me negué a abrazarme a esa conducción que ya era presa del exitismo armado, avalado por el perejilismo. Una “patrulla perdida”. Con mi compañera, nos refugiamos con Antonia Canizo y su compañero Pipo y fue volver a casa al cariño de los compañeros mas queridos. La primavera duró poco, y sin otoño, llegó el frío invernal que nos desgarró como pueblo y nos arrancó brutalmente la alegría. Hoy la estamos reconstruyendo y ya podemos ver las primeras flores. Vino cargada de pasiones y principios con Néstor y Cristina. 26/05/13 Miradas al Sur

“Tratamos de convertir la cárcel en una escuela de cuadros” Por Alicia Sanguinetti. Extracto del libro El Devotazo politica@miradasalsur.com

Liberados. Alicia Sanguinetti, su compañero Alberto “El Capitán” Munárriz, desaparecido en 1974, y Marcelo “El Mono” Pistán. El Devotazo. Alicia Sanguinetti, fotógrafa, militante presa del PRT, documentó con una cámara ingresada de contrabando a Villa Devoto el momento de la liberación de los presos políticos el 25 de mayo de 1973. Provengo de una familia muy comprometida con la política, a pesar de no estar afiliados a ningún partido. Un abuelo paterno anarquista, un abuelo alemán socialista. Por su lado, mis padres, Anne-Marie Heinrich, fotógrafa, y Álvaro Sol, escritor, ambos eran socialistas que volcaron su militancia en la Junta de la Victoria y en el Consejo Argentino por la Paz. En la casa paterna solía haber mucha presencia de artistas y militantes políticos. (...) Ya en la escuela secundaria me acerqué al Partido Comunista a través de la Federación Juvenil Comunista, la Fede; posteriormente me contacté con otra organización, Vanguardia Comunista, de orientación maoísta. En ambas agrupaciones estuve muy poco tiempo, ya que también tempranamente me relacioné con el Frente Antiimperialista de Trabajadores de la Cultura (Fatrac), que era el frente cultural organizado por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Poco tiempo después, en 1969, me incorporé al PRT-ERP (...) Fui detenida el 8 de julio de 1970, con motivo de una acción que se iba a realizar como manifestación de protesta por el desfile militar que la dictadura, encabezada por entonces por el general Alejandro Agustín Lanusse, realizaría para celebrar el Día de la Independencia Nacional. Todo el equipo fue detenido. Yo tenía 25 años. (...) Fuimos detenidos cinco militantes. De la comisaría 2da., nuestro primer destino, pasamos los cinco a Coordinación Federal. Posteriormente, más o menos al mes, las compañeras fuimos trasladadas a la Cárcel de Mujeres, bajo la dirección de unas monjas. Al final, terminamos inaugurando el Pabellón de Mujeres en la Cárcel de Villa Devoto, pero al tiempo fuimos nuevamente derivadas, esta vez al penal de Rawson. Después de la fuga de agosto de 1972 y la posterior masacre de Trelew, las compañeras nuevamente volvimos a Villa Devoto, imponiéndonos un régimen de aislamiento de “máxima peligrosidad”. (...) Tratamos de convertir la cárcel en una escuela de cuadros, tal la línea emanada por el partido para todos los militantes en reclusión. Hacer de la experiencia carcelaria una experiencia útil. La idea era seguir formándonos en todos los aspectos, política y humanamente, para regresar a la libertad y seguir militando. En Villa Devoto nos reuníamos por equipos que compartíamos con compañeras de otras organizaciones, con las que manteníamos una excelente relación. (...) En esos equipos se estudiaba historia y economía, y se realizaban lecturas y charlas. También debatíamos nuestras diferencias políticas. Además, realizábamos trabajos prácticos de tejidos que nuestros familiares después vendían afuera del penal. Esas ventas contribuían para ayudar con nuestros gastos en el penal. (...) La victoria del Frejuli fue festejada con todos los compañeros, ya que sentíamos que se daban las condiciones para una mayor posibilidad de salir en libertad, y tras ello, reincorporarnos de inmediato a la lucha. (...) Todos estábamos por la amnistía, el indulto o lo que nos permitiera salir en libertad y volver a la militancia externa. Creíamos que se iba a dar la liberación en algún momento, pero que no había que dejar de pelearla para que la liberación de los presos políticos se diera lo antes posible y que no hubiera ninguna tentativa de dar marcha atrás. (...) En aquellas épocas mi relación con la fotografía era muy poca, ya que yo estaba militando a tiempo completo. La fotografía, por el momento, constituía una materia postergada. (...) La cámara me llegó el 24 de mayo, un día antes de nuestra liberación. Ese día, las requisas en el penal eran mucho más relajadas y, siendo justamente día de visitas, mi hermano Ricardo, que estaba haciendo fotografías en la calle para documentar el clima que se vivía en esos días, pudo ingresar a Villa Devoto con la cámara medio oculta. Esos días las visitas pudieron hacerse con contacto físico directo, reencontrándonos los detenidos con nuestras familias en el patio del penal, y no a través de rejas como antes. Al irse, Ricardo me pasó la cámara. (...) La verdad es que mi idea en esos momentos era simplemente documentar el ambiente festivo que se vivía en el penal, con la ilusión de que podíamos llegar a salir en libertad. Pude trabajar bastante libremente en el pabellón en el cual estábamos nosotras y también acercarme a las escaleras que llevaban al piso inferior. (...) El rollo ese quedó en el estudio fotográfico de mi familia, oculto, sin tomar en consideración lo que esas imágenes significaban. Dado que después de la liberación continué militando, y más tarde de manera clandestina, mis padres guardaron celosamente el rollo fotográfico, al igual que recortes de diarios y otros recuerdos. Todo ese bagaje de recuerdos e historias los recuperé recién en 1983, cuando volví a mi vida legal.(...) Viendo en esos momentos el rollo y las fotos, lo reviví como un material histórico que debía estar en manos de los Archivos de la Memoria. Es así como ese material fue a parar al Archivo Nacional de la Memoria (ANM), en la ex ESMA. También una muestra fotográfica completa fue donada al Museo de la Memoria de la Plata. Es un material histórico y que debe estar al servicio de nuestra historia. La historia de nuestro país. 26/05/13 Miradas al Sur

A 40 años de "El Devotazo" Por Marcelo Duhalde

“Ni un solo día de gobierno peronista con presos políticos” Una inmensa alegría, una enorme satisfacción, la fiesta que se vivió el 25 de mayo en la puerta de las cárceles. Las largas luchas de la resistencia peronista comenzaron con el enfrentamiento a la revolución fusiladora. Desde el mismo día en que fue derrocado el gobierno nacional, popular y democrático del General Juan Domingo Perón, surgieron de manera inorgánica en los barrios, en los lugares de trabajo, en las casas, en el sabotaje de los trabajadores, lo que conformó la lucha peronista en la clandestinidad, durante el duro enfrentamiento a los gobiernos militares. Con el correr de los años, distintas instancias organizativas se fueron creando, y a partir del encuentro que se produce entre obreros y estudiantes impulsados por dirigentes representativos, verdaderos exponentes del peronismo combativo, y de otras posiciones revolucionarias dentro del campo popular, empiezan a surgir las organizaciones político-militares que a finales de los '60 toman la vanguardia de la confrontación con la dictadura cívico-militar representada en sus últimos tiempos de ese proceso por Alejandro Agustín Lanusse. Lanusse utilizó distintos medios para tratar de convertirse en un nuevo Perón, con expectativas electorales incluidas, el Perón que representara los intereses de la oligarquía y de los capitales extranjeros. Convengamos que, como exponente de los sectores concentrados de la economía, reunía en sí mismo varios atributos, como su tradición familiar, pertenecer en el ejército a la caballería y ser parte de la oligarquía agroganadera. A partir de los bombardeos de Plaza de Mayo, que cambiaron lo conocido hasta el momento en materia de represión en nuestro país, el enfrentamiento con la dictadura había ido sumando instancias de violencia a medida que pasaba el tiempo. Con el correr de los '60, comenzaron los secuestros de los militantes que, en ese momento, eran selectivos. Primero, en 1962, fue el dirigente obrero y de la Juventud Peronista Felipe Vallese. Posteriormente, se sumaron los secuestros y desapariciones de Marcelo Verd, Sara Palacio, Juan Pablo Maestre, Mirta Misetich, Néstor Centeno y Luis Pujals, entre otros. Pero el punto máximo de explicitación de hasta dónde podía llegar la represión fue la Masacre de Trelew. Esta acción criminal se produce en momentos en que Lanusse había impuesto una cláusula absolutamente ilegal y anticonstitucional que obligaba para su aceptación como candidatos que tuvieran residencia en el país de más de dos años antes del 25 de agosto de 1973, y de esa manera se impidiera que el General Perón fuera el candidato que quería el pueblo. Este general, compadrito de Barrio Norte, al decir de Rodolfo Ortega Peña, en el famoso y trascendente acto de Nueva Chicago en septiembre de 1972, tenía casi una obsesión personal con Perón por haber estado detenido como partícipe del intento de golpe para derrocarlo en 1951. La Masacre de Trelew produce un efecto absolutamente inverso al que pretendían los dictadores cívico-militares del momento. Lo que buscaban era amedrentar a la juventud para evitar que se siguiera sumando masivamente a la lucha que se estaba desarrollando. Los jóvenes, lejos de atemorizarse, se sintieron acicateados y motivados al conocer la brutal masacre que asesinó a 16 presos indefensos en la Base Almirante Zar, el 22 de agosto de 1972. La respuesta activa y masiva de la juventud no se hizo esperar, fue un disparador a lo largo y ancho de todo el país, que se concretó en forma espontánea y que se pareció mucho al impacto que produjo la muerte de Néstor Kirchner en 2010. Esto se volcó rápidamente en la campaña electoral que a todas luces mostraba que sería contundente el triunfo del candidato de Perón y del pueblo, Héctor J. Cámpora, el 11 de marzo de 1973. Luego del triunfo arrasador de Héctor J. Cámpora, bajo la consigna "Cámpora al gobierno, Perón al poder", comenzó a darse dentro del movimiento peronista y, más específicamente, dentro de la Tendencia Revolucionaria del peronismo, un debate sobre la actitud que debía tomar el presidente electo en relación a los presos políticos que se encontraban en las cárceles de la dictadura. La polémica sostenía, por un lado, que no se podía avanzar tanto, y que sería apretar al gobierno popular, según decían, propiciar la liberación de nuestros detenidos. Otra posición sostenía que había que reclamar la liberación porque si se había logrado este triunfo después de 18 años de proscripción y persecución, era en gran parte por esos mismos presos. Otros sectores del campo revolucionario también coincidían que no debían permanecer en la cárcel quienes habían aportado tanto y eran parte fundamental para llegar a ese triunfo. Es así que surgió la consigna de la Tendencia Peronista que se sintetizaba de esta manera: "Ni un solo día de gobierno peronista con presos políticos." Los encargados de impulsar esta posición fueron los abogados que representaban a la mayoría de los compañeros que estaban presos. Entre ellos, Rodolfo Ortega Peña y a Eduardo Luis Duhalde, quienes hicieron las gestiones para explicar y concientizar a los futuros funcionarios, empezando por Cámpora y por Esteban Righi, que iba a ser su ministro del Interior, que no podía ser de otra manera y que era el reclamo que surgía de las bases, que los compañeros fueran reconocidos como héroes de ese proceso y que, por lo tanto, debían ser tratados como tales. Finalmente, dejando de lado distintos intentos de mediar entre esas posiciones, tales como una amnistía a través del Congreso, o una liberación parcial y distintas situaciones que no respondían a la realidad de lo que se estaba reclamando, se aceleraron los acontecimientos. Llegó el gran día y, ante el retraso en la decisión por parte de los funcionarios que debían tomarla, el 25 de mayo de 1973 por la tarde, después de celebrar en la Plaza de Mayo la asunción del representante de las clases populares en la Presidencia de la Nación, numerosos sectores de la militancia marcharon hacia la cárcel de Devoto que era el emblema de las cárceles que estaban abarrotadas de compañeros privados de su libertad a lo largo del país. Situaciones similares se vivieron en casi todas las cárceles del país; en la Unidad 9 de La Plata, en la cárcel de Rawson, en Chubut, en la cárcel de resistencia, en el Chaco, en la cárcel del Buen Pastor y otras, en la provincia de Córdoba. Por cercanía la cárcel de Devoto fue donde se inició el pedido libertad de los compañeros; con el beneplácito y el consentimiento del compañero presidente que acababa de asumir, habían quedado de lado las discusiones internas. Habían quedado de lado las dudas iniciales cuando Héctor Cámpora comprobó que era un reclamo popular y se convirtió en una fiesta en todo el país. Él compartió la decisión de los que querían reencontrarse con estos jóvenes y heroicos militantes encarcelados. La liberación se produjo esa misma noche y fue uno de los hitos más representativos de la conciencia, y del cambio que estaba esperando la población que había votado masivamente a los candidatos del FREJULI. Lamentablemente, los hechos que vinieron después demostraron que el auge en la lucha de masas no era suficiente para la toma del poder. Los dos modelos de país allí también estaban pugnando por ser gobierno. De cualquier manera, esos acontecimientos produjeron una inmensa alegría, una enorme satisfacción en gran parte de la población y la fiesta que se vivió el 25 de mayo por la noche en la puerta de las cárceles es uno de los recuerdos más fuertes, más sinceros y más profundos de toda una generación que luchó con las banderas de la transformación y creó un ejemplo de militancia y de entrega que dejó su huella para que nuestro país pueda vivir lo que hoy estamos construyendo. 25/05/13 Tiempo Argentino