miércoles, 26 de diciembre de 2012

LIBERTAD DE MEDIOS, DE EXPRESION, POR MARTA RISKIN, OPINION

MEDIOS Y COMUNICACION

La libertad, esa tensión... 1
Marta Riskin recorre el camino de las ideas y los debates sobre libertad de expresión y libertad de información, experiencias y situaciones para aportar otra mirada sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y la contribución que, al margen de los debates jurídicos, ya hizo a la sociedad argentina alentando diálogos ciudadanos desde la diversidad.

Por Marta Riskin *



La primera imprenta de Buenos Aires fue la de los Niños Expósitos. Allí se editaron, entre otros, el Himno Nacional, la Gazeta de Mariano Moreno y el Correo de Comercio de Manuel Belgrano, pero no todas sus páginas fueron gloriosas.

El 19 de julio de 1821, La Gazeta de Buenos Ayres festejaba que “murió el abominable Güemes al huir de la sorpresa que le hicieron los enemigos”.

También por entonces, los buitres eran buena compañía para ciertos connacionales y, en 1824, todavía gracias a Rivadavia, la vieja imprenta fue enviada a Salta para evitar expresiones patrióticas.

Con el tiempo, sus tipos de plomo serían fundidos y convertidos en balas, pero aun así, sus restos perduraron y formaron parte de nuevas instalaciones gráficas.

Quien apoya la dependencia nacional a alguna corona considera al Estado un cómplice o un subordinado y enemigo a gobiernos como el de don Martín Miguel de Güemes, que no se someten a sus intereses. Aún visten máscara republicana y condicionan la libertad pública al diseño de sus negocios y usan intrigas y cautelares a medida. Un buen ejemplo al respecto es la instalación de la confusión mediática entre libertad de expresión, libertad de imprenta y libertad de prensa.

La libertad de expresión es reconocida universalmente como derecho humano a la libertad de pensamiento y la palabra. La libertad de prensa alude a la existencia de garantías ciudadanas para editar contenidos impresos sin censura previa y la libertad de imprenta es el derecho de cualquier persona a poseer, operar y dedicarse al oficio de la imprenta, si posee los medios materiales para hacerlo.

No son sinónimos. El primer derecho es inseparable de la condición humana, el segundo del trabajo y el último de la propiedad privada; pero sobre todo, la libertad de prensa e imprenta no incluyen al espectro radioeléctrico, es decir las frecuencias de radio y televisión transportadas por el espacio aéreo y soberano de la Nación, propiedad y administración exclusiva del Estado Nacional.

La ley de medios audiovisuales sólo reglamenta la distribución de frecuencias y sus contenidos, pero se la acusa de coartar las libertades de expresión, prensa e imprenta. La obstinación en la mentira demuestra que el monopolio de la palabra, la deconstrucción de los recuerdos y la institucionalización de los olvidos son condiciones ineludibles para lograr el canje de las ideas por el consumo de baratijas.

La búsqueda de la libertad de John Locke tiene poca relación con el “... liberalismo agresivo, que es un dogma y ahora una ideología de guerra”2, y cuyos cortesanos, por dinero o por ilusión de pertenencia a “clases superiores” de intelecto o linaje, suministran guiones; aunque no puedan “aceptar que la democracia tiene tres poderes” sin asegurarse la servidumbre de alguno o afirmen que “la sociedad padece importantes problemas olvidados por sus gobernantes” y silencien las causas.

Sin embargo, tanto detrás del rechazo como del reclamo popular por la plena vigencia de la ley de medios, crece y se extiende una certeza clave: la información, la educación y la cultura no son mercancías de lujo, sino derechos humanos lisos y llanos y más temprano que tarde, las injusticias e infamias, simplemente... se ven.

Como en un cuadro de Caravaggio, el largo conflicto por la aplicación de la Ley 26522 ha desplegado frente a la opinión pública aquello “de lo que no se habla” y “qué defiende cada quien”.

La aparición de voces alternativas ya permitió el reencuentro de acciones con discursos.

La ciudadanía comprueba los intereses sectoriales que se venden como colectivos, a los magistrados que de lo jurídico sólo lucen la toga, y a los representantes de trabajadores o funcionarios que eluden las leyes.

También, los propietarios de vidas y haciendas sinceran sus opiniones preiluministas: desde la predilección por el voto calificado y la convicción de ser fuentes divinas de toda verdad y justicia hasta la cosmovisión de mundo inequitativo que proponen los raptores de la Fragata Libertad, el juez Griesa y los pajarracos locales.

La práctica social es de suma imperfecta.

En el cruce de verdades relativas se fortalece al colectivo democrático. Es todo un cambio. Se puede, como aquel protagonista del cuento de García Márquez, estar “tan resignado a morir, que acaso muera de resignación” o incorporarse al desafío; pero ya no se trata de un acto reflejo sino de una elección consciente.

La libertad de expresión posee larga historia y costumbres de paciencia y espera. Espera de esperanza.

Las balas siempre se transforman en palabras.

1 Elías Canetti: La provincia del hombre, Cuaderno de notas, 1942-1972.
2 Merleau-Ponty: Humanismo y terror.

* Antropóloga. Universidad Nacional de Rosario

26/12/12 Página|12
 

GB

LOS CONDENADOS 2012.

JUICIOS POR DELITOS DE LESA HUMANIDAD

Los últimos condenados de 2012



Los represores que recibirán sentencia son once en total. Hasta ahora son 370 los condenados por delitos de lesa humanidad.

Los tribunales orales de Corrientes, Paraná y Rosario definirán mañana con sus veredictos tres juicios por delitos de lesa humanidad. Son 11, en total, los represores imputados por crímenes cometidos durante la última dictadura militar que escucharán antes de fin de año su sentencia en esas ciudades.

En Paraná, el Tribunal Oral Federal de esa ciudad, integrado por los jueces Roberto López Arango, Lilia Carnero y Noemí Marta Berros, juzga a siete imputados por los delitos de allanamiento ilegal, privación ilegítima de la libertad, torturas, asociación ilícita agravada y homicidio agravado por alevosía en el marco de la denominada “Causa Harguindeguy”, que reunió ante un mismo tribunal tres investigaciones diferentes sobre crímenes de lesa humanidad cometidos en las ciudades entrerrianas de Concepción del Uruguay, Concordia y Gualeguaychú. Se trata del debate que llevó al banquillo de los acusados por única vez al ya fallecido ex ministro del Interior de la última dictadura argentina, Albano Harguindeguy.


En su alegato, el representante del Ministerio Público Fiscal, José Ignacio Candioti, solicitó penas de prisión perpetua para los imputados Juan Miguel Valentino y Naldo Miguel Dasso, mientras que evaluó condenas de entre 12 y 25 años de cárcel para los otros cinco represores.

También mañana, en Corrientes, los jueces Víctor Alonso, Lucrecia Rojas de Badaro y Fermín Ceroleni, del Tribunal Oral Federal de esa ciudad, emitirán su veredicto en el juicio que le siguieron al coronel retirado Raúl Angel Portillo por crímenes en perjuicio de Eduardo Héctor Acosta, aún desaparecido. Portillo era jefe del Destacamento de Inteligencia 123 de la ciudad correntina de Paso de los Libres al momento de la desaparición de Acosta.

El juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en la ciudad bonaerense de San Nicolás, que comenzó hace casi cinco meses también llegará a su fin mañana, con el veredicto que el Tribunal Oral Federal N0 2 de Rosario emitirá sobre la participación de tres imputados en los asesinatos y desapariciones de 14 víctimas.

La fiscalía solicitó que el coronel retirado Manuel Fernando Saint Amant y los ex policías Antonio Federico Bossie y Jorge Muñoz sean condenados a prisión perpetua por los delitos de privación ilegítima de la libertad, tormentos y homicidios.

El debate reunió tres causas, desarrolladas en primera instancia por el juez federal Carlos Villafuerte Russo. En una de ellas, conocida como la Masacre de Juan B. Justo, se investigaron los asesinatos de Ana María del Carmen Granada, el matrimonio de Omar Amestoy y María del Carmen Fettolini y dos de sus pequeños hijos cometidos durante un operativo del Ejército y la Policía Bonaerense en noviembre de 1976. De esa matanza solo sobrevivió Manuel Gonçalvez, nieto recuperado por las Abuelas de Plaza de Mayo, quien entonces solo tenía cuatro meses de vida. Otra de las causas ventila la desa-parición, en San Nicolás, de ocho militantes de la Juventud Peronista ocurridas entre abril y mayo de 1978. La tercera causa que formó parte del juicio es la que investigó la privación ilegítima de la libertad que sufrió José María Mastroberardino.

26/12/12 Página|12
GB

HORACIO GONZALEZ, Y LOS SACERDOTES POCION POR LOS POBRES, DOS MIRADAS SOBRE LOS SAQUEROBOS.



 











Para las mentes correctas, nada hay de insondable. Todo puede conocerse. Hasta el último sorbo de una situación puede asimilarse. Pero en las artes de la interpretación social, como en las ciencias físicas o astronómicas, perdura algo que queda siempre por saberse. Y origina una vibración permanente. ¿Podemos saber todo sobre la realidad del cosmos o sobre un simple acto humano? ¿Podemos saberlo todo sobre lo que ocurrió durante los saqueos? Luego de esas trágicas ocurrencias, ya estaban las interpretaciones preparadas o antedatadas. Porque el hecho no podía ser inusual. Debía nacer ya interpretado. Ya “armado” como significación. Se demostraría que sectores adversos al Gobierno habían intencionalmente actuado allí o, por otro lado, que el pueblo carenciado expresaba por fin su angustia soterrada.

No parecen dichos capaces de hacerse cargo, al menos, de toda la situación. Aunque no carezcan de una parte de verosimilitud. Sin embargo, pensemos el punto de densidad absoluta en que alguien decide actuar en función de un saqueo. No descartamos los factores que actuaron induciendo, incluso en la forma de grupos políticos que atraviesan la frontera entre la política abierta y la desestabilización política. Grupos que visualizan especialmente la tremenda fuerza existencial que posee la quiebra de los intercambios comerciales cotidianos. Si esto ocurre, si se quebranta la vida diaria, se diluyen los marcos de expectativas y previsiones usuales. Es temible; ya los gobernantes más antiguos de la humanidad –está escrito en Las mil y una noches– sabían del poder de la feria, de su delicada estabilidad y de todo lo que en ella se hace.


 Pero hay un punto abismal, que aún existiendo la inducción al saqueo, se produce en el doble plano de una conciencia colectiva y una conciencia individual. ¿Cuándo me decido o me pienso saqueador, en vez de vecino, compañero, hombre de barrio o sufridor de las derrotas de mi equipo? Los conocimientos formales de las ciencias políticas no incluyen la idea del saqueador en el ideal del ciudadano. Tampoco las incluyen los horizontes ideológicos de los diversos populismos: el pueblo está excluido de la condición saqueadora. Pueblo es lo que no saquea.

Pero en el ultimísimo grado de conciencia del tejido de individuos que actúan en el conjunto social, hay siempre un punto insondable, un deseo de atravesar el campo de los deseos prohibidos, hacia una imagen recóndita del tumulto. Si esto pareciera muy psicologista, digamos que lo dicho se acentúa cuando hay privaciones efectivas, que no escuché que nadie las niegue. Pero aún así, el que percibe que su vida es exigua, injustamente acosada por penurias, precisa un ámbito indecible o incontable para atravesar la membrana real y simbólica que lo separa del saqueo. Un supermercadista chino dice que los que entraron en su pequeño negocio eran muchos de sus clientes habituales. ¿Cuántos grados de ofuscamiento se necesitan para atravesar esa frontera imaginaria que diferencia la compraventa en un pequeño comercio, respecto de la conciencia saqueadora? ¿Es la voluntad de compra-venta, arrasando apenas con la conformidad del vendedor? Es evidente que el oscuro prestigio de los saqueos proviene de un fondo histórico.


 Quizás sería el resorte oculto final del alma de los pueblos y asimismo de los pensamientos secretos del fanático del Orden. Pero están vinculados a la gran parábola del hambre, la multívoca metáfora que sin embargo es tan pétrea que pocas veces permite extraerle significaciones más reales. La palabra hambre nunca tiene hambre, siempre está saciada de dictámenes tan terminantes, que al poner a todos contra las cuerdas hace pensar, a las instituciones públicas y a la sociedad entera, que los cuerpos raquíticos las recusan infamantemente. Para hablar del hambre, puesto que mucho se habla, no hay que tener inanición en las palabras. Sospecha: si no hay hambre de palabras, pues nunca hubo tejido palabreril tan denso en nuestro país, no está colocado el concepto de hambre en el lugar situado, específico y carnal, en el que pueda decir algo efectivo y sorprendente.

Así ocurre en la Argentina. Por lo tanto, es posible decir que la decisión del saqueo sale de un plasma interno, colectivo, multitudinario, donde juegan delicadas fronteras de la conciencia social. ¿Rompo una vidriera o no? ¿Extraigo de mi osadía vital una elección tan racional, que opto por un artefacto doméstico, que puede faltarme o no, o una gaseosa, que sería un simple simbolismo de mi atrevimiento? ¿Y fui atrevido porque hay un núcleo de disconformidad por la indigencia de oportunidades que rodea mi vida, o porque con un acto superior de atravesar las vallas de Carrefour, demuestro que todo es posible, que descubrí por fin un anarquismo intrépido en mí que cuestiona los poderes junto a las góndolas veleidosas? ¿O estoy fatigado de escuchar sobre mí conceptos como “analfabetos”, “pobres estructurales”, “vándalos”, “desincluidos”, que parecen una cuádruple condena del Rey de la Carne, de los Sociólogos Esquemáticos, de los Conceptualizadotes Triviales y de los Políticos Costumbristas?

La política argentina de hoy es dura, dramáticamente enfática, pero hecha por palabras. Incluidas las llamadas operaciones mediáticas, reinantes por doquier, simplemente porque a los medios ya les faltan también las articulaciones más generosas del lenguaje. En ella predomina un cierto sentido metafórico de saqueo. Solo que son las góndolas del habla política las que son atravesadas con un desaprensivo sentido del uso, captura y sustracción de las interpretaciones. Todos los días los editorialistas de los más importantes medios, y no pocos políticos, rompen vidrieras.


No por adolescentes que una noche el padre los va a sacar de la comisaría. Está demostrado que ya puede decirse cualquier cosa; esta sociedad no está reclamando demasiados sostenes reflexivos a lo que se dice, pues cree que sin dejar de ser culta o instruida, admite escucharlo todo. Sea bajo la venerable reputación de la puteada más despreciable, del argumento más absurdo y de la conjetura más fantasiosa.

El saqueador de las últimas barriadas, vive un momento de duda en su justificación. La “estructura de pobreza” de donde se dice que proviene es en verdad un estado de insatisfacción sobre el que legítimamente quiere llamar la atención, pero cree que lo ilegítimo de su acto contribuye a lo legítimo del significado de su descontento. El saqueador, como su contraparte el dandy, por todo consigue excitarse. La televisión es nuestra gran envoltura mimética; debo decidir si me dejo arrebatar por sus ocultas insinuaciones, o hago como los discutibles teóricos de la democracia visual, “cambio con el control remoto”. La política nacional se produce por medio de tensiones que se mantienen en un límite de vértigo sin violencia sistemática, aunque por cierto, no falten cuestionables escarceos. ¿Por qué entonces no dar un paso más, si todo está en discusión, y vemos con sagrada intuición, que muchos contestatarios que lo han hecho todo en su vida, incluso hablar con impostados discursos proletarios, desean sin decir-diciendo, que “esto ya no da para más”. ¿No van dejando rastros delicadamente implícitos de que no vendría mal, ahora, una mesiánica depredación? ¿Una de “virginal espontaneidad”, de esa “población en estado puro” de la que siempre estuvimos hablando en las recurrentes tribunas de nuestros mega-camiones tan poco espontáneos?

De todo esto podemos ahora extraer una grave lección. Sin duda está el concepto de pueblo de por medio, con su franja más desfavorecida, atropellada por desmoralizadas formas de vida y contradictorios pensamientos. Es preciso refinar el diálogo no asistencialista con esos compatriotas, que albergan intensos deseos. Una democracia es un manojo de deseos imbricados en las herencias errantes de las grandes tradiciones políticas. Sigamos revisándolas con lucidez. Y la otra lección: nadie es saqueador. Lo popular es lo que siente que debe recrearse en el realce sus fundaciones y reconstrucciones. Pero un momento político muy especial, como éste, corre riesgos si por impulsos insondables o más o menos conjeturables, se convierte a una porción del pueblo argentino en un surtidor de actos de saqueo.

* Sociólogo. Director de la Biblioteca Nacional.

Memorias del saqueo

Por Eduardo de la Serna*

La memoria de los saqueos nos hace tener presentes algunas cosas...

Es evidente que los saqueos de 2001 fueron organizados, no hay saqueos espontáneos; pero si alguien encendió el fósforo, el clima parecía pólvora. La gente salió a la calle (como luego con piquetes y cacerolas, que nos quisieron hacer creer que “la lucha es una sola”). Como la gente estaba en la calle una vez logrado el objetivo de destituir al inepto, había que frenarla. Y entonces empezó la segunda parte: los incitadores, ahora fueron por los barrios contando que “venían hordas” de Fuerte Apache, La Cava, la villa tal o cual... la gente se juntaba para defender lo poco que tenía en las esquinas, con fogatas y armas (¡cuántas armas, por Dios! Y Carrió empezó a derrapar, como el obispo castrense hablando de las FARC y la mar en coche). Había que defenderse de los perversos; sin que nadie se preguntará qué irían a hacer de Fuerte Apache a Berazategui, por ejemplo; ¿por qué no irían a Capital? Pero fuera de eso, los saqueos (todavía se ve a pequeños cartoneros o grupos con “carritos de supermercado” fruto de aquellos tiempos) hicieron que las góndolas de comida quedaran vacías: arroz, fideos, carne, leche, yerba....

Precisamente, la misma memoria invita a contrastar. El plasma no se come. El Gobierno debería tomar nota, pero sabiendo que si los saqueadores llevaban alimentos, estamos ante un problema social que se debe atender urgentemente, por más incentivadores que haya; pero si los saqueadores llevaban electrodomésticos, estamos ante un tema policial. A lo mejor a esto se refería Micheli, el minúsculo, al hablar de “guerra nuclear”. La fecha está bien elegida, y hasta a los chinos se los ataca, para recordar aquel llanto tantas veces repetido en los medios que nos contaron que el dólar se iría a 10 (salvo el dólar que para ellos fue a 1,40). Claro que todavía faltan la represión, los caballos, los golpes a las Madres, los muertos y el helicóptero. O mejor, quizás algunos recordamos que Cristina no es De la Rúa y los modelos son contrapuestos, y en lugar de pólvora hay agua y el fuego no prende aunque haya quienes insistan en encenderlo (especialmente después de fracasadas marchas). A lo mejor algunos tenemos memoria.

* Coordinador del Movimiento de Sacerdotes en Opción por los Pobres.


CON LA SITUACION NORMALIZADA, LA JUSTICIA RESOLVERA LAS SITUACIONES PROCESALES

Definen sobre los detenidos

La mayoría de los detenidos pertenece a la provincia de Buenos Aires. Hoy varios podrían recuperar la libertad mientras continúa la causa. Se los acusa de robo y hurto calificado, en poblado y en banda.

A cinco días del comienzo de los saqueos, la situación en todo el país parece haberse normalizado: aunque todavía quedan cientos de detenidos (la mayor parte de ellos en la provincia de Buenos Aires), a partir de hoy podría comenzar a definirse la situación procesal de muchos de ellos, que así recuperarían la libertad, aunque no se descarta que en algunos casos se postergue esa decisión. El juez tiene hasta 15 días para hacerlo. Por otra parte, el lunes la policía bonaerense detuvo a tres hombres que manejaban un Volkswagen Bora que había sido visto el viernes durante los episodios de San Fernando. Adentro del auto encontraron una tijera como las que se utilizan para cortar candados.

Robo y hurto calificado, en poblado y en banda, agravado por la utilización de armas de fuego, en algunos casos, y de menores, en otros, son las figuras que los fiscales abocados al caso coinciden mayoritariamente para imputar a los detenidos. Según el Código Penal, podrían corresponderle penas de entre 3 y 10 años de prisión. Página/12 pudo averiguar que “hay voluntad política de llegar hasta el fondo de la cuestión”, por lo que los sospechosos seguirán siendo interrogados para intentar develar la trama detrás de los episodios de violencia.

En Rosario, donde los saqueos tuvieron mayor intensidad y dejaron dos muertos, quedan 31 detenidos. La mayoría de ellos formaban parte de los 137 apresados in fraganti durante los sucesos de la madrugada del viernes, otros durante el sábado y el domingo en operativos policiales realizados en base a información de inteligencia. Dos son mujeres, mientras que varios cuentan con antecedentes, según se desprende de la información que dio el secretario de Seguridad Pública del gobierno de Santa Fe, Matías Drivet, a medios locales.

También se secuestraron vehículos (motos, automóviles y camionetas) que habrían participado del vandalismo mientras se sigue buscando a otros que fueron identificados en el lugar de los hechos y aparecen en fotografías y filmaciones. La hipótesis en la que coinciden el gobierno socialista de la provincia y el peronismo opositor es que se trató de acciones coordinadas, aunque todavía falta identificar a los autores intelectuales.

Sobre una hipótesis similar se trabaja en la provincia de Buenos Aires, donde todavía permanecen demorados la mayoría de los 503 detenidos entre el jueves y el viernes pasado. Aunque algunas versiones indican que hoy mismo podría excarcelarse a la mayoría de los sospechosos, quienes de todas formas quedarían procesados, otras señalan que no habrá novedades al respecto antes de fin de año.

Mientras tanto, el gobierno de Río Negro indemnizará a los pequeños y medianos comerciantes afectados por los hechos ocurridos el jueves pasado en San Carlos de Bariloche, con sumas de hasta 30 mil pesos para cada comercio, dependiendo de las pérdidas de mercadería y del daño edilicio sufrido durante los saqueos. El ente encargado de implementar este subsidio será la Agencia de Recaudación Tributaria de Río Negro (Artrn), que tomará contacto con los damnificados para iniciar el inventario correspondiente.

26/12/12 Página|12

GB
 

SOCIEDAD RURAL, UNA HISTORIA MAS


La seguridad jurídica y la recuperación del predio de Palermo
Por Norma Giarracca * y Enrique Viale **

De las entidades corporativas del





 agro, la Sociedad Rural Argentina (SRA) es la que se ha ganado el peor prestigio por las conductas económicas y políticas que desarrolló a lo largo de su historia. Sin embargo, pocos saben que sus fundadores tuvieron objetivos de tecnificación del ganado ovino, que se sentían productores de “punta” y que el primer socio honorario fue Domingo Faustino Sarmiento, quien profesaba una gran admiración por el espíritu “tecnológico emprendedor” de este grupo de ganaderos
 
Por esta admiración que sentían los gobiernos liberales de la época, entre las presidencias de Sarmiento y Avellaneda se le entregó temporariamente el predio de Palermo –que era parte del Parque 3 de Febrero– para “celebrar exposiciones y ferias”, según enuncia el contrato de cesión temporaria. Las sucesivas prórrogas de esta cesión fueron llevadas a cabo por el Congreso de la Nación o por los gobiernos dictatoriales dando cumplimiento a la medida donde se subrayaba un lugar “situado en el parque de Palermo”.

El poder económico y político que fueron capaces de generar estas pocas miles de familias ganaderas, que obtuvieron fundacionalmente sus territorios de manera espuria en el saqueo iniciado por Julio A. Roca, se enfrentó con los gobiernos democráticos y terminaron culpando de su propia decadencia relativa a la intervención del Estado a partir de las primeras décadas del siglo XX. La agricultura había encontrado su lugar tanto en el mercado internacional como en el interno a medida que se lograba la industrialización sustitutiva de importaciones. Los ganaderos se comportaron siempre como una elite que podían marcar las políticas públicas mientras que los agricultores –inmigrantes y criollos– reclamaban por la tierra que les arrendaban.



La SRA mantuvo una conducta antidemocrática durante toda su existencia y eso queda registrado en su intervención en los grupos golpistas que derrocaron el gobierno del tercer peronismo, por ejemplo. Se habían sentido amenazados por las políticas del presidente Perón y el secretario de Agricultura ingeniero Giberti y prepararon la política para mantener sus privilegios con uno de sus mayores representantes, José Martínez de Hoz, como ministro de Economía en los primeros años de la ominosa dictadura militar de 1976-1983.

No regresaron a la democracia en 1983 con el fervor y alegría de casi todo el país. La relación con el presidente Alfonsín fue tensa, con momentos de mucha gravedad. Pero con Carlos Menem y el “ex procesista” Domingo Cavallo, sus problemas se fueron solucionando poco a poco. El gobierno de Menem, desconociendo todos los antecedentes, procedió a efectuar una “venta” por decreto; es decir un parque público de 12 hectáreas lo vendió como un “inmueble de dominio privado del Estado Nacional innecesario para su gestión”. Fue el 20 de diciembre de 1991 –poco tiempo después del decreto nacional de desregulación económica que tanto complicó a los agricultores argentinos– cuando “vendió” ese predio a un precio ridículo de 30 millones de dólares y en cuotas, gran parte de las cuales siguen impagas. La resistencia a este acto de corrupción vino de la mano de la Asociación Amigos del Lago de Palermo, que denunció penalmente esta acción que derivó en un proceso penal, que aún subsiste, contra directivos de la SRA y decenas de funcionario públicos, incluyendo al ex presidente de la década de los ‘90 y su ministro de Economía Domingo Cavallo. El fiscal de la causa consideró que la operación era un “vergonzoso fraude”.

Mientras tanto, la SRA se apuró en sus negocios violando el Código de Planeamiento Urbano que zonifica al predio en Urbanización Parque (UP); es decir, “destinada a espacios verdes y parquización de uso público”. En 1997/1998 el GCBA autorizó obras prohibidas y en el año 2004 se firmó un convenio con la SRA mediante el cual se pretendía autorizar nuevas obras también en franca contradicción del Código de Planeamiento Urbano. Como señala el abogado Pedro Kesselman, pionero en esta lucha, los sucesivos gobiernos porteños convirtieron al predio de La Rural en una suerte de territorio extranjero que manejaba sus propias normas, sin respetar ninguna de las normativas de uso del suelo. Allí se hicieron recitales, carreras de autos, fiestas, casamientos, en suma toda clase de eventos, ninguno de ellos permitidos por la zonificación que el predio posee.

Seguridad jurídica no es sólo para las grandes empresas o para los que detentan el poder, también lo es para la ciudadanía en general de no ver consolidado en el tiempo una situación jurídica irregular, con un grave perjuicio colectivo al patrimonio público y al interés general. Su recuperación es una reivindicación histórica del país digno, trabajador, agricultor, campesino, de pueblos indígenas, estudiantes, etcétera. Por ello es que, sin perjuicio de la conservación de sus pabellones históricos, deben eliminarse las construcciones y actividades ilegales, integrando este predio al Parque 3 de Febrero –como nunca debió dejar de serlo– con una real, activa y amplia participación de quienes lucharon durante estos más de veinte años por la defensa del patrimonio público.

* Titular de Sociología Rural de UBA.

** Abogado ambientalista.

26/12/12 Página|12

GB

martes, 25 de diciembre de 2012

EL FIN DEL MUNDO QUE NO FUE, UN RELATO.


 
El fin del mundo dos días después
Por Miguel Russo
mrusso@miradasalsur.com

El hecho de que haya
El fin del mundo dos días despuésPor Miguel Russo
mrusso@miradasalsur.com

El hecho de que haya
comprado el diario y esté leyendo esta nota, hace que el tipo respire hondo y se apreste a seguir pensando en otras laceraciones. A saber: 1) el invariable, enmayonesado hasta el hartazgo y suegrero arbolito de ensalada rusa con estrellita de morrón rojo en la punta que deberá alabar, otra vez, otro año más, mañana a la noche; 2) la vorágine de turrones y frezitas tibionas ahí nomás de la medianoche; 3) el etílico pedido del tío de la esposa del primo, cuarto ananá fizz a descorchar en mano, de “che, traé la viola y cantate algo”; 4) aguantar, sonrisa boba en ristre, como para terminar la fiesta en paz de una vez por todas, los derrapantes análisis políticos de sobremesa que asocian, entre brindis y brindis, inseguridad con ley de medios, carteras Vuitton con traspaso del subte, verdad con TN, bonellis con zaratustras, “a mí me la van a contar” con casuística macroeconómica y otras “québarbaridades” al uso nostro.

Pero, claro, eso es hoy, ahora mismo, 23, para decirlo todo, con el diario del domingo en la mano. Muy distinto fue anteayer, el viernes 21, cuando desde todos lados le dijeron al pobre tipo que sefiní, chau, dé las hurras nomás que se viene la fin del mundo. “Mayas, viejo, los mayas la sabían lunga, vea”, le dijo el portero y el taxista y el mozo del bar donde se toma el cafecito y los diarios y la televisión y la radio y hasta el mismísimo jefe.

Por eso, el tipo se levantó el 21 como para esperar el rayo misterioso. Se duchó (no sea cosa que la debacle te agarre con restos de catrera, se dijo), desayunó (si hay que morir, que sea con la panza llena, se dijo) y agarró el libro que había comprado un día atrás, El Chilam Balam, para leerlo en el tren que lo iba a llevar ese día al encuentro con la eternidad y, de paso, como todos los días, al laburo.
El Chilam Balam, pispeó la noche anterior en el prólogo, viene a ser una suerte de antología de la cultura maya, recopilada por los españoles luego de su furiosa llegada a tierras americanas y, por supuesto, traducida por ellos de los dibujos y jeroglíficos mayas que, misterio de los misterios, ya no estaban allí, en sus espléndidas ciudades, cuando llegaron a “descubrirlos”. No conformes con la traducción, y sin fotocopiadora a mano allá por el siglo XVI, los conquistadores que siguieron llegando fueron corrigiendo las palabras que no entendían (al fin y al cabo la caligrafía insensata no es patrimonio exclusivo de los médicos, se dijo el tipo), con lo cual del Chilam Balam original, copia tras copia, quedó lo que Europa quiso que quedara, olvidando que “chilam” quería decir, entre los mayas, “el que es boca”, el que cuenta lo que ocurrió, ocurre y ocurrirá.

Ya en un asiento del Roca, el tipo empezó la lectura por la primera profecía. “El 13 Ahau cae con su carga en Emal”, leyó y, por las dudas, levantó la vista. Hacia adentro del vagón, el paisaje era el mismo de siempre. El hombrón de La Colifata, que pide una ayudita para comprarse los remedios, dormía, como siempre, con la cabeza (ironías de peluquero, el pelo cortado como los bufones que pintaba Velázquez) apoyada contra la ventanilla a la espera, loco al fin pero ningún boludo, de las próximas estaciones donde subiera el grueso del pasaje para arrancar su pregón. Hacia afuera del vagón, el paisaje también era el mismo de siempre: las paredes de los fondos de casas linderas a ese espacio yuyal y de nadie que crece al costado de la vía ostentaban las mismas pintadas gigantescas de todos los días. Ninguna anunciaba nada nuevo, ni “llegó el fin” ni ocho cuartos, solo simples (o, acaso, elaboradísimas) manifestaciones que gritan “estuve acá”.

En Berazategui, cuando se empezó a llenar el vagón, el tipo encaró otra profecía: “Se alzará también Yaax Imixche en el centro de la provincia como señal y memoria del aniquilamiento: ella es la que sostiene el plato y el vaso”. A su alrededor, decenas y decenas de laburantas cuchichearon entre risas las novedades de “las patronas”. Son reinas que se mueven por el vagón como si fuera un palacio. Todas las mujeres sueñan con ser reinas, pensó el tipo. Y lo logran, de manera efímera pero cotidiana: al mirar la telenovela, al leer un libro, al sostener un cigarrillo, al cruzar la calle, al preparar un puré, al probarse un vestido. Por eso las mujeres ríen y chacotean. Que el vagón sea su palacio es sólo un ejemplo de esa rutina.

A su alrededor, decenas de laburantes se esgunfiaron en sus modorras. Todos los hombres, pensó el tipo, soñamos sueños menos intensos: aspiramos a ser guerreros o a ser famosos, que es más o menos lo mismo. Y nunca lo logramos. Por eso llevamos de manera permanente cara de culo o circunstancia. Que el vagón sea nuestra condena es sólo un ejemplo de esa rutina.
Siete de cada diez pasajeros mandaban o recibían mensajitos por sus celulares, seis de cada diez usaban auriculares: letra y música del siglo XXI, como siempre.

El hombrón de La Colifata se rascó a conciencia brazos y manos y, de pronto, se levantó y arrancó su discurso habitual: “Una ayudita para este gran discapacitado mental (como siempre, hizo una pausa inquietante en la que sólo él puede leer lo que quiere decir) críticos somos nosotros”. Repartió las mismas estampitas de siempre y, como todos los días, repitió “hoy me caí en la calle”, emblema, en su retórica colifata, de lo atroz por excelencia.

Intentó, el tipo, enfrascarse en una nueva profecía (“entonces será cuando bajen cuerdas y fuego y piedra y palo y sea el golpear con palo y piedra cuando sea apresado Oxlahun ti Ku”), pero a su lado se paró una mujer notablemente embarazada que cargaba una bolsa de red repleta de cebollas rojas y de verdeo. Cedió el asiento y antes de ser empujado hacia el centro del vagón pudo ver que, en el hombro derecho, la mujer llevaba tatuada no la serpiente emplumada sino la cabeza del conejito de Playboy.

Ya en el trabajo, el tipo se sentó en su escritorio y abrió el libro. “También entrará el zopilote a las casas y será también el tiempo de la muerte violenta a las gentes animales”, alcanzó a leer antes de ingresar en esa desaceleración del tiempo sin tiempo que le agarra siempre en el laburo cuando intenta sustraerse al frenético “que sí que no” de los dueños de los medios de producción. Entonces, mientras organizaba los papeles arriba de su escritorio, se preguntó si el verdadero fin del mundo que, según dicen, predijeron los mayas, no será ese bestial letargo de repetir gestos de anhelante presente mientras aquellos que señalaban Marx y Engels con el dedo se van olvidando de uno lenta pero persistentemente, sometiéndolo a una condena de eterno pasado hacia un incierto futuro.

Ya a la noche del 21, en su casa, cerca de las once y media, mientras la televisión repetía sin descanso imágenes de personas corriendo con changuitos de supermercado repletos o con cajas de plasmas grandes como cines al hombro, el tipo abrió despacito el libro y mientras comía la milanesa leyó “muy doloroso viene el término del katun de la Flor de Mayo, porque aún no habrá acabado cuando se volteen hacia arriba las raíces de los árboles y tiemble todo”. De la televisión llegaban voces estudiadamente enlutadas que hablaban de urgencias y similitudes, de extravíos y de desavenencias. En cada frase se repetía la palabra “necesidades”, cargando de puro simbolismo macabro un ayer profético que llegaba hoy. Como los españoles traduciendo a los mayas, “el que es boca”, pensó el tipo mientras la hora en el cuadradito de abajo de la pantalla cambiaba a 0.02. Pinchando otro pedazo de milanesa, miró de reojo su reflejo y el de su mujer en el televisor y pensó que se estaban poniendo viejos: seguían viéndose como eran hace cuarenta años, pero ya no le creían a nadie que les hablara como si fueran chicos. Ella sonrió como una reina. Él se refugió en la cosecha de las miguitas de pan sobre el mantel: al día siguiente, minga de fin del mundo, lo esperaba el trabajo y ya escuchaba la carcajada lacerante de todos los mayas escondidos detrás de las ruinas de Chichen Itzá.

23/12/12 Miradas al Sur

¿Por qué los suicidios siegan las filas del Ejército estadounidense?



GB

LA PERLA, AVANZA EL JUICIO


El primer día de audiencias varios acusados se taparon con libros.El juicio oral por la megacausa La Perla, el principal centro clandestino de detención de Córdoba durante la última dictadura, tuvo la semana que pasó su última audiencia de 2012. Igual que en las cinco jornadas previas, el tribunal continuó con la lectura de la acusación a los 44 imputados, número que lo convierte en el mayor proceso por delitos de lesa humanidad del interior del país, sólo superado por la causa ESMA. La nota de color la aportó el miércoles el ex agente civil de Inteligencia José “Chubi” López al mostrar una foto del ex secretario general de la CGT José Ignacio Rucci, asesinado en 1973. “Usted es imputado. Guárdela porque lo saco con la autoridad”, le advirtió el juez Jaime Díaz Gavier, presidente del tribunal. El proceso pasó a cuarto intermedio hasta el 5 de febrero.

Córdoba va por su quinto juicio oral por delitos de lesa humanidad. Si los primeros se enfocaron en unos pocos hechos puntuales, el actual se distingue por sus enormes dimensiones (declararán 983 testigos), por el debut en el banquillo de algunos iconos del terrorismo de Estado y también porque el condenado Luciano Menéndez afronta por primera vez un juicio por robo de bebés: el hijo de Silvina Parodi y Daniel Orozco, ambos desaparecidos, nació en cautiverio y todavía no conoce su identidad.

Según Será Justicia, el diario de los organismos de derechos humanos cordobeses, en el juicio se acumulan 18 causas judiciales, que incluyen casos de secuestros, tormentos, violaciones, homicidios y robos de criaturas contra 415 víctimas. Los hechos ocurrieron entre 1975, cuando el terror estatal en Córdoba se enmascaraba detrás del “Comando Libertadores de América” y los secuestrados eran trasladados al Departamento de Informaciones (D2) de la policía provincial o al centro clandestino La Ribera, y 1978, cuando se cerró La Perla.

El juicio debió comenzar con 45 acusados. El 3 de diciembre, un día antes de la audiencia inicial, el capitán retirado Aldo Carlos Checchi, ex miembro de la patota de La Perla, se suicidó en el hospital porteño donde estaba internado. “Tan ‘valiente’ a la hora de secuestrar y torturar, tan cobarde a la hora de enfrentar la verdad”, el ex jefe de interrogadores de La Perla “decidió terminar con su vida para no enfrentar un tribunal y dar cuenta de los cientos de crímenes que cometió”, advirtieron entonces Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, Abuelas de Plaza de Mayo, la Asociación de Ex Presos Políticos e H.I.J.O.S. Córdoba. Los organismos consideraron “inconcebible” que torturadores y asesinos estén “en condiciones que les permitan seguir atentando contra la vida, sea la propia o de los demás”, y tanto las querellas como el fiscal federal Carlos Gonella reclamaron que se revocaran arrestos domiciliarios y excarcelaciones. El tribunal que integran Díaz Gavier, Julián Falucci y José Quiroga Uriburu, sin embargo, rechazó el pedido. Actualmente son cuatro los imputados excarcelados (léase en libertad, la misma situación procesal de Checchi cuando se suicidó), en tanto otros quince gozan de arresto hogareño.

Si la presencia del ex general Luciano Menéndez no es novedad, en un proceso de justicia cada vez más consolidado, el debut en el banquillo de acusados del capitán Ernesto Guillermo Barreiro, símbolo de la insubordinación militar que hizo tambalear al gobierno de Raúl Alfonsín en 1987, es todo un triunfo de la democracia. Antes del golpe de Estado, El Nabo Barreiro formó parte del “Comando Libertadores de América”, como se denominó la Triple A cordobesa. Después revistó en el Destacamento de Inteligencia 141, el principal órgano del Tercer Cuerpo de Ejército abocado a secuestrar y ejecutar militantes políticos en Córdoba. Líder del alzamiento carapintada en la Semana Santa de 1987, beneficiado con la ley de obediencia debida que conquistó a punta de pistola, Barreiro fue dado de baja del Ejército pero ganó veinte años de impunidad. Se fue del país en 2004, cuando su detención era inminente, y recién en 2007 fue detenido y deportado desde los Estados Unidos.

Otro icono del terrorismo de Estado que recién este año comenzó a ser juzgado es el capitán Héctor Pedro Vergez, ex jefe de los centros La Ribera y La Perla, condenado el viernes a 23 años de prisión por su participación en los secuestros y tormentos de cuatro personas, incluido el ex jefe de inteligencia del PRT-ERP, Javier Coccoz. “Vargas”, su apellido de cobertura ante los secuestrados y del que se ufanaba en tiempos de impunidad, fue uno de los principales miembros del “Comando Libertadores de América” desde fines de 1974. Desde Córdoba fue trasladado al Batallón de Inteligencia 601 en Buenos Aires.
 La mayor parte de los acusados en el megajuicio cordobés son ex miembros del Destacamento 141, en particular de la sección tercera o grupo de “operaciones especiales” (OP3). Según un detallado dossier elaborado por la oficina de prensa de la Cámara Federal de Córdoba, del que podría tomar nota el Centro de Información Judicial (CIJ), en el banquillo hay 19 miembros del Ejército, 18 policías, cuatro PCI (Personal Civil de Inteligencia de Ejército), otros dos civiles al servicio del D2, un gendarme del “Comando Libertadores de América” y un oficial de la Fuerza Aérea. 18 de los acusados fueron condenados en juicios anteriores. Poco más de la mitad tiene entre 60 y 70 años, 16 pasaron los 70 abriles y 5 tienen entre 50 y 60. Del universo de víctimas (dos de cada tres son hombres), el 45 por ciento está desaparecido (188), un 15 por ciento fue asesinado (62) en enfrentamientos fraguados, y el 40 por ciento (165) es sobreviviente. De la categorización por ocupaciones surge que el 44 por ciento eran estudiantes y un 29 por ciento eran sindicalistas.

Las audiencias de diciembre estuvieron dedicadas a la lectura de la acusación e incluyeron varias provocaciones de los acusados. El primer día se taparon la cara con libros para evitar ser retratados y reclamaron que el tribunal ordenara retirar flores y fotos de desaparecidos que llevaban sus familiares. Cuando el fiscal general Jorge Auat les recordó que “las flores son un símbolo de paz”, dos de los acusados intentaron interrumpirlo y el juez Díaz Gavier ordenó sacarlos de la sala. Vergez, que seguía la audiencia por videoconferencia desde el penal de Ezeiza, hizo una señal de “cuernos” frente a la cámara. Esta semana fue Chubi López, un PCI que ya fue condenado, quien sacó la foto de Rucci un día después de que la Cámara Federal porteña ordenara profundizar la investigación sobre su asesinato.

El gobernador José de la Sota, ausente en el juicio más importante de la historia de su provincia, no dejó pasar la oportunidad de estigmatizar a las víctimas. “En mi juventud también fui un apasionado y revolucionario, pero seguí los lineamientos de Perón”, dijo desde Buenos Aires, y apuntó a las organizaciones de la época. “Se enamoraron de las armas y de la violencia y llevaron a miles de jóvenes idealistas a la muerte. Sin embargo siguen libres y algunos están en el gobierno o son asesores”, agregó para deleite de Menéndez, Barreiro & Cía.

24/12/12 Página|12
GB