lunes, 31 de julio de 2017

Una democracia de fachada Por Enrique Lacolla

La aplanadora neoliberal sigue avanzando sobre Sudamérica. En nuestro país no pasa día sin que los diarios derramen una catarata de noticias negativas sobre el futuro del país y la región. Que las pinten color de rosa o las bauticen como “buenas” dando a entender que se trata poner coto a la “aventura populista” del período anterior para avanzar hacia la acumulación que consienta el siempre postergado “derrame”, su sentido debería ser claro para quien disponga de una mínima dosis de conocimiento político, se acuerde del pasado o no pertenezca al reducido bando de los que se benefician de la brutal reconcentración de la riqueza que se está produciendo. Estamos mal y vamos peor. En realidad, los medios difusores de esas noticias y de esos análisis son la punta de lanza de un sistema que en este momento opera a mansalva contra las mayorías. Desconcertadas, inermes, despavoridas o consumidas de rabia impotente, las masas en Argentina y en la mayor parte de América latina se someten, hoy por hoy, al imperio de los oligopolios de prensa y a los tejemanejes de un aparato político y sindical que, en general, parece haber perdido de vista los objetivos éticos y prácticos que deberían movilizarlo. El apetito por las candidaturas, por la prebenda que suponen bancas, cargos o jubilaciones de privilegio que aseguren un futuro seguro a nivel individual, nunca había dejado de estar presente en la política, pero antes era compensado por el compromiso de muchos de los protagonistas de ella, quizá la mayor parte, en las causas que preconizaban. Hoy las proporciones parecen haberse invertido.

Como parte de la decadencia histórica de esta fase de la transición del capitalismo hacia algún otro tipo de sistema, los instrumentos que hasta ahora habían servido para gestionar la vida pública se han mellado más allá de lo tolerable. El peligro que supone esto para la civilización es enorme. Puede que uno de estos días no falte quien diga, parafraseando a Hermann Goering: “Cada vez que escucho la palabra democracia, le quito el seguro a la pistola”…[i]

Un vistazo a un par de portadas de los diarios argentinos provoca náuseas. Por ejemplo un título reza: “El Estado deberá pagar 250 millones de dólares por la expropiación de Aerolíneas durante el kirchnerismo”. “El Banco Mundial ha fallado que Argentina incumplió el artículo IV del Tratado por no haber entregado a los demandantes un trato justo y equitativo de sus inversiones”. 250 millones de dólares no es –a la escala de las finanzas internacionales- una cifra desmesurada, pero, después haber visto el vaciamiento de que fue víctima la empresa de bandera de parte de sus compradores españoles, el robo de sus simuladores de vuelo y aviones, y la transferencia de sus más importantes rutas a otras firmas, tener que indemnizar al Grupo Marsans –cuyo presidente Gerardo Díaz Ferrán permanece en prisión preventiva en España desde 2012 acusado de alzamiento de bienes y blanqueo de dinero en otras causas-, es demasiado fuerte.

Otros títulos hablan de la siniestra reforma laboral en Brasil, y de las no menos siniestras expectativas en el sentido de replicarla en Argentina; de la privatización de ARSAT –una verdadera cesión de soberanía si se consuma la entrega de un proyecto tecnológico de avanzada y de importancia estratégica incalculable, que está a punto de ser negociado por el gobierno con una compañía norteamericana.[ii] A esto se suman, en el plano exterior, los pronunciamientos de los principales jefes de estado del Mercosur que implican una abierta injerencia en los asuntos internos de Venezuela, frustrada en parte por la sensatez y el patriotismo latinoamericano del presidente uruguayo Tabaré Vázquez, y por la actitud entera de los presidentes de Ecuador y Bolivia. Y no hablemos de la guerrilla cotidiana que ejerce la prensa oligopólica repescando y aumentando todos los hechos de corrupción que pueden haberse producido los doce años de la gestión anterior, mientras guarda silencio respecto a los entuertos mucho más graves que se producen en la actual. Como el caso del Correo, la liberación de rutas aéreas en detrimento de la compañía de bandera; el affaire Avianca, la deliberada destrucción del empleo a través de la desregulación de las importaciones, la contracción de una deuda externa pagadera a cien años, el soterramiento del Sarmiento, el tema del ARSAT, la inflación de las tarifas de los servicios y el agravamiento del carácter reaccionario del sistema fiscal, que redistribuye brutalmente el ingreso a favor de los que más tienen. Más el misterio de los “Panamá papers” y las sospechadas connivencias entre el padre del presidente y el empresariado chino.

Para rematar, la guinda que corona el postre: las declaraciones de Durán Barba sacando las cuentas del estado de cosas que vive la Argentina y pintando al votante cristinista en un intento no tanto de definir a este sino de describir al votante “populista” en general. Según el asesor ecuatoriano : "Si alguien vota por Cristina y está vinculado a la economía informal, produce o vende mercaderías con marcas falsificadas, vive de subsidios o es parte del millón de personas vinculadas al narcomenudeo en la Ciudad y en la Provincia, es probablemente un votante duro del cristinismo”.

Y continúa: "No decimos que todos los partidarios de Cristina vivan en esas circunstancias, sino que quienes las viven pueden respaldarla con más firmeza. Desde otro punto de vista, si el encuestado tiene poca información de lo que ocurre en el mundo, cree que sería mejor que todas las empresas fueran estatales para que subsidiaran sus productos y cree en líderes mesiánicos, votará fácilmente por el populismo". [iii]


En el caso de Durán Barba no se puede alegar ignorancia. Se trata de un experto en el examen de la contingencia. Ocurre sin embargo que ese es su límite, es decir, que sus estudios y pronósticos se condensan en el momento actual, sin pretender informar sobre el pasado, sobre las líneas de fuerza que han operado en él para llegar a este presente ni sobre lo que esta acumulación de factores pronostica para el futuro. Es el pragmático por excelencia, cosa que le es muy útil personalmente, pero que asimismo expone la quintaesencia del neoliberalismo, etapa decadente y esperemos que postrera del imperialismo, ocupada no tanto por la producción de bienes como por el vertiginoso flujo del dinero y por el egoísmo más desenfrenado. Durán Barba considera que "los votantes no toman sus decisiones en un mundo pasteurizado", pero afirma que "tampoco lo hacen manipulados por el 'marketing político'", al cual calificó como "sólo un fraude inocente"…

El tiempo del desprecio

“Fraude inocente…” Así se llama ahora al lavado de cerebro. La naturaleza destructiva del neocapitalismo conservador, paradójicamente llamado neoliberal, está hermanada al desprecio por el ser humano. Convertir la información en un sistema de sofisticados mecanismos de alcance global, omnipresente e incesante, ideado para transmitir una versión mentirosa y simplista del mundo, es clave para mantener inalterado el estado de las cosas. El sistema vigente elude esta acusación revirtiendo el argumento y acusando de simplistas y de “conspiracionistas” a quienes evalúan históricamente la crisis del capitalismo y la perversión del imperialismo.

Según Durán Barba hay argentinos que comparten concepciones mágicas del mundo que no se evaporan con facilidad y que eso explica su persistencia. Son, según él, los que adhieren a alguna versión arcaica de la izquierda. Convengamos en que hay algo de eso en las visiones del progresismo y del izquierdismo afectivo o puramente emocional. Pero esto no quita que la comprensión humanista del mundo que radica en lo profundo de la ideología socialista no deje ser veraz ni de contener un núcleo de racionalidad muy superior al rabioso individualismo que subyace en quien aduce que nadie puede tocar sus ganancias porque le pertenecen en exclusiva y no está dispuesto a ceder ni un céntimo de ellas para asegurar el bienestar social.

La noción de plusvalía –es decir el valor agregado que produce un trabajador por encima del valor de su trabajo y que es lo que enriquece al patrono- es repugnante para este tipo de in-sensibilidades. Sin embargo, el secreto del predominio de las grandes fortunas está en que la riqueza enriquece, y en que multiplica exponencialmente el poder de quien puede explotarla porque las condiciones previas de acumulación, la suerte de habitar un entorno geopolítico favorable y también la herencia, la rapacidad o el carácter, lo han favorecido previamente. Está en la raíz del capitalismo depredador negarse a ceder un adarme de las ventajas logradas o robadas por este sistema. Las consecuencias de esta construcción económica y psicológica nos rodean por todas partes; no hay que ponerse a argumentar sobre las guerras y los horrores que ha engendrado para caer en la cuenta de su omnipresencia y poderío: basta pensar que en la suerte que le ha tocado a los tímidos intentos de imponer un programa de salud en Estados Unidos o en la lucha del “campo” contra el asimismo tibio intento de reforma fiscal que supuso “la 125” en la Argentina del 2008.

El sistema capitalista sólo ha concurrido al bienestar general cuando se ha visto obligado a hacerlo. Es decir, cuando sus exponentes más esclarecidos han comprendido que la única manera de desarmar la inquietud social es restablecer un equilibrio que, sin removerlos del centro del poder, consienta una relación más armónica entre las clases. Y cuando se han sentido estimulados a hacerlo ha sido por la presencia de una amenaza exterior. Vulgo, comunismo.

Hoy por hoy, del carácter destructivo-creador que tuvo el capitalismo a lo largo de su historia predomina sólo la primera parte del binomio dialéctico. El sistema quedó en entredicho cuando se convirtió en un aparato succionador de la riqueza y negador de una redistribución así sea parcial de ella. Hasta no hace mucho tiempo esa agresividad y esa negación connaturales al sistema se veían equilibradas en cierta medida por la existencia del mundo bipolar y por el poder compensador de los sindicatos. Hoy eso ha desaparecido casi por completo por la implosión del comunismo y por el impacto de la revolución tecnológica. El capitalismo salvaje hoy campa por sus fueros con sus pinzas militares, comunicacionales y económicas desplegadas.

La capacidad de resistencia de quienes se oponen a este tipo de ordenamiento es limitada. Sin embargo existe; pasa por la introyección y el dominio de las modernas técnicas de la comunicación y por los movimientos de resistencia ciudadana, y por el aprovechamiento de las instancias políticas que restan abiertas. Son, frente al Leviatán, poca cosa, pero consienten un espacio de trabajo donde pueden ir madurando las respuestas para cuando al gigante las contradicciones que porta le exploten en las manos.

Y en cualquier caso, su ejercicio -el ejercicio de una resistencia plural, ideológica y política a la vez- puede consentirnos conservar la razón y evitar el retroceso a la atonía o la barbarie.

[i] La referencia de la frase original de Goering era más ceñida: no estaba referida a la democracia sino a los intelectuales.

[ii] Sometiendo los posibles entredichos que pudieran suscitarse con posterioridad a la venta, a los tribunales de Nueva York.

[iii] “Infobae”, del 23 de julio de 2017.

http://www.enriquelacolla.com

 

Mucho circo y poco pan Por Gustavo Rosa

“No hablar de economía” es el consejo que Durán Barba brindó a los candidatos del oficialismo. Claro, porque es lo que peor anda y más afecta. Lo otro se puede disfrazar. Elisa Carrió, otra artífice inexplicable del Cambio, aunque aparece menos en el parlamento que en TV, con su apabullante sinceridad, un poco de eficacia del guión, otro poco de contundencia del recitado y el resto, de complicidad de los entrevistadores seduce a quienes deberían sentirse incluidos en sus diatribas infundadas. Los diputados oficialistas suspendieron las vacaciones para tratar de expulsar a su par Julio De Vido contra lo que la Constitución dispone. Si rascamos un poco el maquillaje, quedará al descubierto el horrendo pellejo del Cambio. El espectáculo es tan confuso que necesita notas al pie. Lo importante es castigar, aunque no se entienda bien por qué. Y aplaudir el castigo más allá de que llegue pisoteando todas las leyes.

“No hablar de economía” es el consejo que Durán Barba brindó a los candidatos del oficialismo. Claro, porque es el tópico que peor anda y que más afecta. Lo otro se puede disfrazar. La tele puede mostrar cinco veces un cargamento de marihuana secuestrado sólo una, ocultar los delitos que ocurren en intendencias macristas pero vociferar los que se producen en los kirchneristas y diseñar los episodios más apasionantes de la novela Los K se robaron todo.

El asesor ecuatoriano ha tenido bastante éxito con sus estrategias: ha convertido a Macri en presidente; ha logrado embaucar la voluntad electoral; ha transformado al ciudadano en público cautivo. Pero no es todo poderoso. La parafernalia mediática del poder real, algunas espadas políticas y un grupo de peones judiciales han ayudado bastante. Sin embargo, la realidad relatada por las pantallas empieza a tener las fisuras inocultables producidas por los efectos de un plan perverso que no tiene nobles objetivos.

Aunque aparece menos en el parlamento que en los estudios de TV, la diputada Elisa Carrió –que olvidó cómo volver a ser Lilita- es otra artífice inexplicable del Cambio. La alianza electoral con el que otrora tildaba de estúpido, contrabandista y mafioso resulta tan funcional como explosiva. Su treta de no hablar tan bien pero tampoco tan mal, de ametrallar con denuncias incongruentes hacia todos los flancos y de enamorar a la teleaudiencia con su histriónica labia la ha convertido en la candidata favorita de la capital del país. Y eso que el año pasado justificó sus constantes viajes al extranjero con un “este país apesta” o fundamentó su posición anti-feriados con “en Argentina nadie quiere trabajar”.

Ahora pretende flexibilizar a los trabajadores sentenciando que no están capacitados, contra la opinión de muchas organizaciones de la industria y la empresa. A pesar de que sus seguidores deberían sentirse incluidos en sus diatribas infundadas, su apabullante sinceridad los seduce, un poco por la eficacia del guión, otro poco por la contundencia del recitado y el resto, por la complicidad de los entrevistadores.

Pero, si rascamos un poco el maquillaje, quedará al descubierto el horrendo pellejo del Cambio. Los diputados oficialistas suspendieron las vacaciones para dilapidar a su par Julio De Vido y tratar de expulsarlo de la Cámara Baja contra lo que la Constitución dispone. La inhabilidad física o moral que esgrimen debe ser posterior a su incorporación y sólo puede ser arrestado si es sorprendido in fraganti en la comisión de un delito. Y en caso de que un juez requiera su presencia en tribunales por escrito –algo que no pasó- apenas pueden suspenderlo. Como la campaña encuentra tan flojo de logros al oficialismo, todos deben contribuir con un granito de arena.
Luminarias que ciegan

El que se puso al hombro la expulsión de De Vido es el presidente de la comisión de Asuntos Constitucionales, el diputado Pablo Tonelli, usurpador de un puesto en el Consejo de la Magistratura que correspondía a la oposición. Aunque ahora se lo ve muy firme en su decisión de condenar moralmente al ex funcionario kirchnerista, en una situación similar, su postura fue diferente.

En 2006, cuando el mismo cuerpo debatía la incorporación del ex comisario Luis Abelardo Patti por delitos de Lesa Humanidad, Tonelli decía: “si el proceso de impugnación es político, no pueden imputarse delitos previstos en el código penal. Hay que hacer abstracción de la persona pues las garantías son para todos”. Menos para los kirchneristas, claro. Patti terminó fuera del Congreso y en la cárcel porque un personero de la dictadura no puede ser representante en democracia. Pero para los PRO desterrar al kirchnerismo es más importante que la coherencia.

Como las encuestadoras sugieren que deben remar bastante para alcanzar un número digno, los galeotes recurren a todas sus fuerzas. Casi en feria judicial, el juez Claudio Bonadío, nacido en una servilleta y con un prontuario de sátira, ordenó la detención del contador de los Kirchner a pesar de haberse declarado incompetente en la causa Los Sauces. Que un juez ordene prisión en un proceso que está en manos de otro –Julián Ercolini- ya es una atrocidad legal, pero que disponga el traslado del detenido como si fuera un peligroso asesino es una exageración. Si tenemos en cuenta todo esto, Víctor Manzanares fue víctima de un secuestro del que fueron testigos millones de televidentes. Un festín para los medios hegemónicos y un poco de vitamina para la campaña amarilla. Un gasto más que pagamos entre todos y que beneficia a unos pocos.

Mientras los desocupados se sumergen en el maravilloso mundo de la fabricación de cerveza artesanal por consejo del candidato Esteban Bullrich, los actos de este circo se suceden con un vértigo enloquecedor. El espectador no sabe a quién aplaudir o abuchear. Aunque no pueda comprar leche debe reconocer a los villanos. El maestro de ceremonias estampará una K gigante en la espalda del próximo personaje, ya sea docente, militante, villero o presidente de un organismo internacional. Desde las butacas, los pulgares hacia abajo alientan la condena, a pesar de que los motivos se confunden con la persecución ideológica. Si no es la procuradora Alejandra Gils Carbó, será Pedro Biscay, el integrante por la oposición del directorio del Banco Central. Si en breve está afuera de su democrático cargo es por haber cuestionado la política económica y el endeudamiento y no por corrupción, como intentarán imponer.

El espectáculo es tan confuso que necesita notas al pie. Lo importante es castigar, aunque no se entienda bien por qué. Y aplaudir el castigo más allá de que llegue pisoteando todas las leyes. Si en Brasil se destituye a Dilma Rousseff, el presidente de facto será el héroe, aunque esté hundiendo al gigante en un pantano pestilente. Si una sentencia caprichosa cercena la vuelta de Lula, el juez será un prócer.

La mirada internacional de este gobierno clasista ensancha la grieta en todas las latitudes. En Venezuela también. Al empresidente Macri le falló su jugada en la Cumbre del Mercosur en Mendoza: no pudo condenar a Maduro porque Bolivia y Uruguay votaron con mesura. Un fracaso más en plena campaña. Y una contradicción más porque el Ingeniero alienta en Venezuela una oposición que acá no toleraría.

La grieta afecta a casi todo el mundo pero en algunos países la sobrellevan mejor. En el nuestro, todavía estamos discutiendo cómo distribuir el ingreso, cómo lograr que 40 millones de personas vivan sin apuros en un territorio que produce para diez veces más. Más de dos siglos llevamos en esa contienda, mientras los que pretenden quedarse con todo nos invitan a tirar juntos para el mismo lado.

Ahora que retrocedimos varios casilleros, quieren convencernos de que lo mejor es ganar menos. El salario de gran parte de los trabajadores apenas cubre la mitad de lo que necesitan, pero Ellos quieren que renuncien a más. Ahí está la grieta: que los que no saben lo que es una carencia exijan sacrificios a los que tienen casi nada para sacrificar. Y la grieta se ensancha aún más cuando, en lugar de reconocer que las recetas han fracasado, ofrecen más circo para continuar con su aplicación. Como inyectar veneno en el enfermo en lugar del antibiótico que podría curarlo.

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Inmunidades Por Ignacio Pizzo (*)

(APe).- Una diputada oficialista que, como sus colegas, goza de inmunidad/impunidad parlamentaria, logró captar la atención de la prensa hace varios días. Intentó lanzar un proyecto que eximiría de la obligatoriedad de vacunar a los niños, trasladando a las familias la decisión, consentimiento informado mediante. Integrantes de comunidades científicas repudiaron rápidamente la desafortunada intención.

Las inmunizaciones fueron parte de una transformación sanitaria sin precedentes. Cuando todavía era un estudiante, el inglés Eduardo Jenner, padre de la vacunación, oyó que una campesina en Escocia, planteaba que no padecía viruela, pues ya había sido afectada por la misma enfermedad del ganado vacuno. Ya graduado, en 1796, inoculó al niño James Phipps la linfa de una pústula de viruela obtenida de la ordeñadora Sara Nelmes que había contraído la enfermedad. Para comprobar la eficacia, inoculó posteriormente al mismo niño con virus de viruela humana y nunca enfermó. Por ello el nombre vacuna. Luego la viruela se logró erradicar en humanos. Las vacunas desde ese momento han contribuido a prevenir patologías infecciosas.

Nuestro privilegiado calendario de vacunación, aún goza de buena salud. Sin embargo, en época de fueros, dietas parlamentarias aumentadas sin paritarias y puestas en escenas de diputados jugando a la honestidad, la población infantil más postergada requerirá de un sistema inmune adaptado que no tendrá oportunidad de generar anticuerpos contra virus y bacterias dado que sus esenciales y básicos nutrientes, proteicos y vinculares, no son la prioridad en un país que no sólo no los reclama, sino que los ocluye o los visibiliza como el origen de peligros y delitos.

Eso no se discute en el recinto, útero de las leyes del pacto social. Integrante de la santísima e inescrupulosa trinidad del cuerpo estatal. Cuerpo cuyos congresales, mandatarios y magistrados actúan como células dispuestas en tejidos, confluyentes a la hora de secretar anticuerpos anti- niños y anti-jóvenes. Y no contento con tal acto, fabricar anti-almas, anti-trabajo, anti viviendas, anti-ternuras, anti-afectos. Lista inmensurable. Pero, sin duda, la respuesta inmune cultural ante la otredad es el mayor desasosiego que el cuerpo social afronta.

La creciente desigualdad, parece ya no resultar indignante, las atrocidades mediáticas inseparables del oportunismo en campaña han aniquilado el pensamiento crítico. Entonces los reportajes televisivos fraguados, las entrevistas guionadas, los paneles de “licenciados en todo”, se erigen como formadores de opinión. El show toma forma de gran macrófago que fagocita la más mínima germinación de humanidad que pueda crecer en los recovecos de las urbes. Cualquier neurona que se aparte de la atención hacia una pantalla, cualquier corazón que se arrime a la transformación. Nos inmunizamos contra la pobreza y contra los pobres. Y las cifras parecen ser parte de meras discusiones de pizzería o simples slogan electorales. Nos inmunizamos y preferimos ver al pibe chorro, en vez de nuestro fracaso como ciudadanía. Nos inmunizamos y dispersamos sentimientos punitivos en contraposición a la situación de la infancia como destino de nuestras políticas. Nos inmunizamos contra el otro.

Somos la sociedad con diagnóstico de trastorno autoinmune porque genera contra sí misma auto-anticuerpos al neutralizar a nuestros pibes, componentes vitales, no reemplazables, no renovables, no regenerables. Niños de deseo insaciable. A quienes se les bloquea el deseo con los anticuerpos de la inmunidad adquirida, que adquiere forma de hambre, drogas o balas. No son entelequias. Son posibles por el aval de los órganos generadores de inmunidad/impunidad: los órganos estatales, algunos ineficientes e inoperantes por elección, otros eficientes y profesionales a la hora de descargar la pólvora para ejecutar la infancia y su progenie. Comunicadores que incomunican, empresarios emprendedores del desastre, statu quo que inmoviliza.

“Desde el momento en que el otro me mira, yo soy responsable de él sin ni siquiera tener que tomar responsabilidades en relación con él; su responsabilidad me incumbe. Es una responsabilidad que va más allá de lo que yo hago”, escribió el filósofo Emmanuel Lévinas. La respuesta a nuestro padecimiento, que toma el carácter de epidemia sobre la que nadie investiga, será entonces descubrir si contamos con la capacidad de encontrarnos en las miradas, con y para los otros y otras. Debatir y accionar en rondas de mates, reconectando abrazos desechos, sin escenarios ni marquesinas, qué infancias queremos, en concreto será discutir un modelo de país. De lo contrario no hay vacuna que valga.

(*) Médico generalista. Casa de los Niños de Fundación Pelota de Trapo, Avellaneda.

Agencia de Noticias Pelota de Trapo
 

La exclusión fallida de De Vido y la exitosa de Biscay Campeones morales

El Gobierno no pudo remover a De Vido pero cree que igual le sirve como argumento electoral aunque ya deterioró su relación con los gobernadores. En cambio pudo excluir a Biscay, justo cuando la bola de Lebacs se le viene encima, como vaticinó el ex director del Banco Central. En la primera licitación posterior a las elecciones, podrían ser canjeadas en forma compulsiva por un bono. De acuerdo al método de cómputo nacional de Peña Braun, Cristina les sacaría siete puntos a Macrì y Carrió sumados.

Por Horacio Verbitsky

Imagen: Télam

La Alianza Cambiemos insistió en debatir la exclusión del Congreso de un diputado opositor por la vaporosa causa de “inhabilidad moral”, pese a que sabía la dificultad de obtener los dos tercios de votos presentes necesarios. El rechazo tuvo variedad de motivos. Algunos se opusieron porque temían sentar un precedente que luego pudiera volverse en su contra. Otros entendieron que se trataba de una puesta en escena para relegar del debate electoral la situación económica, como recomendó el consultor Jaime Duran Barba. No faltaron quienes vieron imposible cuadrar la propuesta de exclusión con la taxativa letra del artículo 66 de la Constitución, que habla de inhabilidad sobreviniente a la incorporación, no por hechos anteriores a la elección como sería en este caso. Otra razón para el rechazo fue la presunción de que el paso siguiente sería la negativa a incorporar a la ex presidente CFK si resultara electa al senado en octubre y la exclusión del ex ministro de Economía Axel Kicillof, como bramaron las heroínas radicales cívicas libertadoras Margarita Stolbizer y Elisa Carrió y el peronista cheto de PRO Eduardo Amadeo. Y también hubo quienes bien saben que si algún tango pecaminoso bailó Julio De Vido, no estuvo solo en la pista.

Burguesía Nacional RIP

El propio presidente Maurizio Macrì y el ministro de Obras Públicas Rogelio Frigerio (n) ejercieron presiones reservadas y públicas sobre los gobernadores. Cualquiera fuese el resultado, entendían que un exaltado debate sobre los presuntos delitos contra la administración pública cometidas en el periodo 2003-2015 debilitaría las chances electorales de Cristina y de aquellos que pusieran menos énfasis en el repudio al ex ministro, quien alegó que durante su gestión se llevó a cabo el mayor plan de obras públicas de la historia. Faltan apenas dos semanas para comprobar la exactitud o el error de este razonamiento.

El gobierno no puede contar con buenas noticias económicas pese al entusiasmo del ministro de Hacienda Nicolás Dujovne. Comprensible si se atiende a la magnitud de su fortuna, la segunda más alta del gabinete nacional, pero de difusión poco conveniente, ya que 74 de los 97 millones que declaró el ministro encargado de conseguir inversiones extranjeras están en el exterior, insuperable metáfora de las imposibilidades de Cambiemos. Nieto del empresario de la construcción Israel Dujovne e hijo del ex decano de Arquitectura de la UBA Berardo Dujovne, el ministro de Macrì no proviene de la tradicional oligarquía diversificada y trasnacionalizada, pero es notorio que ha adoptado sus pautas de conducta, prueba concreta de la extinción de la añorada burguesía nacional del primer peronismo.

Toda acción tiene también efectos no buscados, en este caso la puesta en tensión del vínculo del gobierno nacional con los gobernadores que rehusaron plegarse a la estrategia oficial, cuyas secuelas acaso se hagan más evidentes después de los comicios legislativos de este año. Por lo pronto, la votación en la que el oficialismo no quedó a pocos votos sino muy lejos de la meta, ha resentido el proyecto de una Liga de Gobernadores peronistas conjurados contra CFK. Acicateado por los buenos pronósticos a favor del candidato de PRO Héctor Baldassi, quien podría superar al candidato de Unión por Córdoba, Martín Llaryora, el gobernador Juan Schiaretti se lanzó a la captura del voto antikircherista, que en su provincia es aun más fuerte que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. También logró incorporar a sus filas a varias de las figuras en las que el kirchnerismo confió en Córdoba, como el ex diputado, rector de la Universidad e intendente de Villa María, Martín Gill. La construcción política del kirchnerismo no pudo ser más desastrosa. En la elección de 2007, mientras Ricardo Jaime apoyaba a Schiaretti, Alberto Fernández respaldó a Luis Juez, con lo cual lograron malquistarse con todos. Luego Carlos Zannini depositó su confianza en el intendente de Villa María Eduardo Accastello, y se ilusionó con las promesas de Schiaretti, quien en 2015 le hizo creer que luego de la elección provincial en la que seguiría a José de la Sota, en la presidencial apoyaría a la fórmula del Frente para la Victoria. Por eso la fiscalización fue delegada en la esposa de Schiaretti, Alejandra Vigo. Sin fiscales propios, el resultado fue el peor del país. Este año Vigo encabeza la lista del cordobesismo y Accastello declinó postularse, por lo que la representación del kirchnerismo fue asumida por el joven y poco conocido dirigente de la CTA, Pablo Carro, pobre pero honrado.

¿Cómo frenar a Cristina?

Aunque Cristina gane la elección en la provincia de Buenos Aires, los gobernadores impedirán que vuelva a la conducción del justicialismo, sentenció Schiaretti al inaugurar un tramo de la autopista Córdoba-Río Cuarto. La admisión sobre ese posible triunfo es llamativa en alguien que no lo desea y refleja el estado de ánimo general entre quienes no creyeron que Cristina se presentara y luego se ilusionaron con que su candidatura no resultara atractiva. La certeza de Schiaretti sobre el día después quedó dañada con la votación sobre De Vido. Sólo él y otros cinco gobernadores (Chubut, Misiones, Neuquén, Salta y Santa Fe) se alinearon con Macrì. Cinco integran la alianza gobernante (Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Buenos Aires, Corrientes, Jujuy y Mendoza), dos no tienen legisladores que les respondan (Tierra del Fuego y Río Negro) y once desoyeron el reclamo oficial (Catamarca, Chaco, Entre Ríos, Formosa, La Pampa, La Rioja, Santa Cruz, San Juan, San Luis, Santiago del Estero, Tucumán).

También el gobierno nacional admite una alta probabilidad de derrota frente a Cristina, pero la minimiza de dos maneras: por un lado, la presentación de los votos que pueda sacar como porcentaje del padrón nacional. Por otro, con la expectativa de que un mal resultado del gobierno en agosto mute en una victoria en octubre, como si se tratara de la segunda vuelta en un balotaje. El jefe de gabinete Marcos Peña Braun adelantó el primero de esos consuelos, al decir que el resultado de la ex presidente será magro a escala nacional. Este argumento sólo puede tener algún efecto sobre un oyente distraído.


 Las elecciones legislativas son por distrito, de modo que el porcentaje de cualquier vencedor provincial se reducirá en forma significativa en una proyección nacional, pero aún así es improbable que alguien la superara. Por ejemplo, si se considera una asistencia a votar del 70 por ciento del padrón, el 35 por ciento que las proyecciones más moderadas asignan a Cristina en Buenos Aires equivaldría al 18,5 por ciento de los votos válidos emitidos en todo el país. El 50 por ciento que Elisa Carrió podría obtener en la Capital Federal sería el 5,67 por ciento a escala nacional, y el 70 por ciento que Macrì obtuvo hace dos años en el distrito en el que mejor le fue, Córdoba, no pasaría del 6 por ciento nacional. Es decir que aplicando el método Peña Braun, Cristina estaría siete puntos por encima de las dos principales figuras de Cambiemos, Macrì y su protectora.

Los voceros oficiosos del gobierno afirmaron la ilusión de un corrimiento de votos hacia Cambiemos en octubre. Pero esa es la única elección con peso institucional, cuando se asignan las bancas que corresponden a cada competidor. Quien sin simpatizar con Cambiemos, por temor a CFK apoyara la boleta del anodino Esteban Bullrich echaría por la borda todo el esfuerzo realizado a cambio de nada. La imagen del piso alto y el techo bajo de Cristina es estática y no contempla los desplazamientos políticos. Lo mismo sucedía en 2009, pero la entonces presidente fue reelecta en 2011 con el 54 por ciento. La recuperación comenzó con el crecimiento de la economía luego del año horrible debido a la crisis mundial, se aceleró con los festejos del bicentenario en mayo de 2010 y se convirtió en un alud a partir de la muerte de Néstor Kirchner. A la inversa, Carrió obtuvo el 2,28 por ciento de los votos en la primaria bonaerense de 2015 y podría colectar la mitad de las voluntades porteñas ahora, lo cual ratifica lo mudable de la voluntad popular.

La decisión que Schiaretti atribuye hoy a la Liga de Gobernadores no es muy diferente a la que reinaba hace un año entre los intendentes bonaerenses. Pero a partir de diciembre se produjo una corrida tras de ella, no por amor sino por instinto de conservación, como hoy constatan quienes decidieron seguir al irrelevante ex ministro Florencio Randazzo. El Movimiento Evita está en desbandada en el Gran Buenos Aires e intenta mantener sus listas locales pero al mismo tiempo apoyar a Cristina en la contienda provincial, mientras los intendentes que no saltaron a tiempo meditan hacerlo después del 13 de agosto. Un fenómeno similar podría darse con los gobernadores ante una Cristina vencedora en Buenos Aires, a quien nadie podría disputar con éxito asegurado la candidatura presidencial en 2019, si ella se lo propusiera, ni ignorarla en la reestructuración peronista inevitable de otro modo. .

La buena recepción a Cristina en cada aparición pública, la disparada del dólar pese a la decidida intervención del Banco Central, ante la cual las declaraciones tranquilizadoras del tipo “no estamos preocupados por el dólar” sólo incrementan la inquietud porque dan la imagen de un gobierno autista, están afectando la nitidez de la estrategia electoral. Luego de semanas de prescribir el destierro de la economía del discurso proselitista, el propio Macrì comienza a hablar de la inflación, aunque más no sea para proclamar que ya está bajo control, otro sueño diurno. Como otra señal de la confusión y el apuro, los propagandistas oficiales postulan no esperar a octubre sino invertir el mayor esfuerzo para vencer en agosto. El problema es que no saben cómo.

El que avisa no es traidor

El Poder Ejecutivo tuvo más suerte en su decisión de remover al director del Banco Central Pedro Biscay. Para ello obtuvo dictamen favorable de la Comisión Bicameral del Congreso, que preside Federico Pinedo y en la que consiguió el apoyo del ex ministro de Menem y ex vocero de Duhalde, Eduardo Amadeo, y de Luciano Laspina. En la cartilla escolar que Peña Braun distribuye con el título “Qué Estamos Diciendo”, se afirma que Biscay incumplió con las responsabilidades de su cargo y tuvo actitudes que configuran “un caso de mala conducta y violación de los deberes de prudencia y responsabilidad”. Según Peña Braun, Biscay tiene derecho a criticar al Gobierno Nacional, pero sus críticas y pronósticos pesimistas sobre la política del Banco Central están reñidos con su cargo como miembro del directorio. “Una de las tareas principales del Banco Central, según su Carta Orgánica, es preservar el valor de la moneda. Y una de las maneras principales de lograrlo es que el público confíe en el valor de esa moneda”. Las posiciones de Biscay “no se adecúan en lo más mínimo a las políticas de comunicación de cualquier Banco Central mínimamente responsable” y conspirarían contra ese objetivo. Atribuir el fracaso de una política a las críticas de quien se anticipó a señalar los errores es el camino seguro para repetirlo.

Según el decreto de remoción la política de comunicación del Banco Central que sólo permite expresarse al presidente coincide con la de los bancos centrales de la Unión Europea y los Estados Unidos. Esto no se ajusta a la verdad, dado que tanto el FMI como el Banco de Ajustes Internacionales de Basilea estimulan la divulgación de las controversias con individualización de criterios que se producen en el seno de las reuniones y comités de política monetaria, como forma de “garantizar la pluralidad de criterios en cuerpos colegiados”.

Por eso es importante rememorar ahora cuáles fueron las advertencias que Biscay presentó al presidente Federico Sturzenegger y divulgó en declaraciones públicas. En abril del año pasado sostuvo que la inflación no bajaba pero los niveles de absorción monetaria por medio de la colocación de letras habían alcanzado niveles exorbitantes y los títulos de deuda del Banco en pesos ya superaban al circulante monetario. La tasa fijada para controlar el tipo de cambio define la tasa de referencia de la economía y desincentiva cualquier actividad productiva, que no puede competir con tal rentabilidad. Si a ello se suma la desregulación del mercado cambiario, las medidas que incentivan la dolarización de carteras, la eliminación del encaje al ingreso de capitales y su límite mínimo de estadía, la posibilidad de comprar Letras por parte de no residentes y el aumento a cinco millones de dólares por mes la formación autorizada de activos en el exterior, están haciendo del sistema financiero “un paraíso de altos rendimientos en dólares y en inversiones de muy corto plazo, incentivando operaciones de carry trade”, que es el nombre elegante de la bicicleta financiera. Las Lebac´s se convirtieron en la opción más lucrativa para los bancos locales. Como gatos gordos perezosos abandonan su función crediticia y sólo se dedican a la rentabilidad especulativa. Este esquema es nocivo para la economía real y desprotege los derechos patrimoniales de los consumidores y los agentes de la producción frente a las finanzas. 


Esto eleva los costos de financiamiento de las empresas, sobre todo de las pequeñas y medianas, y también afecta la estabilidad financiera, porque en un contexto de alta inflación, aumenta el riesgo de incobrables en las carteras de crédito de los bancos, agregó entonces Biscay. A su juicio, la estabilidad financiera está ligada al crecimiento económico, la reducción de la desigualdad y de la pobreza, todo lo contrario de la actual política que, además, dibuja nubes negras sobre el futuro del propio Banco Central. Esta inundación de letras condiciona su poder y en el momento en que se decidiera no renovar esos títulos a su vencimiento, se generaría una formidable expansión monetaria, el peor veneno para el credo neoliberal. Esto es exactamente lo que hoy está ocurriendo, momento elegido para matar al mensajero porque el gobierno no soporta las consecuencias de sus propios actos. 

Con el dólar por encima de 18 pesos y las tasas en el mercado secundario en 28 por ciento, en el sector financiero comienza a circular la versión de que al primer vencimiento posterior a las elecciones, el Banco Central las canjearía por un bono compulsivo, con pérdidas significativas para los pequeños ahorristas que pusieron su dinero allí como defensa contra la inflación, pero que lo necesitan a corto plazo. En cambio ese canje hasta podría ser un buen negocio para los bancos, que tienen en su cartera más de la mitad de las Lebacs.

30/07/17 P/12

La amenaza de proscripciones

En Argentina se ha inaugurado el argumento de la “inhabilidad moral” para proclamar que así se puede expulsar un diputado de la nación, argumento que ya se usa contra la izquierda y que el gobierno proclamó que se usará contra Cristina Kirchner si es electa. El alerta sobre la amenaza que implicaría ese avance antidemocrático de la derecha, cuya expresión última es Brasil, debe alertar a las fuerzas populares en la exigencia de colocar en el centro de su acción temas como elecciones libres, liberación de presos políticos y plenas garantías constitucionales.

Por Alejandro Grimson*

(para La Tecl@ Eñe)

La posibilidad de que se decida la proscripción política de Lula en Brasil torna imprescindible un debate acerca de las características de las “nuevas derechas” latinoamericanas. Como ya hemos planteado anteriormente, es necesario ser muy cuidadosos con las metáforas históricas. Hemos buscado alertar que no resulta posible comparar la derrota electoral del FPV de 2015 con la “Revolución Libertadora”, su bombardeo a Plaza de Mayo, su matanza de cientos de civiles, su proscripción, sus fusilamientos. Salvando entonces esas distancias, y la orientación económica liberal o neoliberal que se repitió en tantos momentos de la historia argentina y latinoamericana, hay dos sentidos adicionales asociados a la fecha 1955 que están presentes hoy en los debates que las propias derechas tienen en distintos países de la región. Al interior del antipopulismo, como sucedió en Argentina desde 1956 (y Aramburu asumió en diciembre del 55), hay controversias acerca de hasta dónde instaurar una “democracia limitada” apelando el mecanismo de la proscripción.

El sólo hecho de que Lula sea el primer presidente de Brasil condenado por corrupción habla por sí mismo. Brasil fue el último país de América en abolir la esclavitud y la monarquía, mantuvo una desigualdad tan descomunal que se utilizó la metáfora de Belindia, una combinación de Bélgica y la India. Es uno de los países donde no ha habido juicio alguno contra los dictadores que gobernaron entre 1964 y 1984. Lula en realidad fue el primer presidente de Brasil de provenir “de la India”. Un migrante nordestino, obrero, líder sindical, opositor de izquierda a la dictadura, que ganó finalmente las elecciones después de muchas derrotas. Es ese presidente, el primero que atacó el hambre, el que incorporó a millones de excluidos, el que se convirtió en un símbolo popular y en una referencia mundial, el que es condenado por ser dueño de una casa que no es suya. Decir que su condena está “floja de papeles” es un eufemismo.

Cuando Dilma logró el cuarto mandato para el PT y perdió velozmente popularidad al cambiar la política económica, la derecha decidió avanzar y la destituyó a través de un proceso que avergonzó internacionalmente al país. Ahí viene un paralelismo con 1955, que no se dio en el caso argentino actual. ¿Por qué el antipopulismo no tuvo la paciencia de esperar unos pocos años? Realmente, el peronismo de 1955 no tenía aseguradas las elecciones presidenciales de 1957 y el PT de 2016 muchísimo menos las de 2018. Aquí cabe una primera distinción. Hay antipopulismos que saben esperar (o no les queda más remedio que hacerlo) y logran ganar una elección (o varias). Hay antipopulismos que tienen niveles de arrebatamiento y ansiedad que tornan insostenible en el tiempo su propio proyecto.

Porque la Argentina posterior a 1955 fue una catástrofe que sólo iría creciendo en cada crisis. La ilusión de algunos sectores con Frondizi duró meses y el respeto que despierta la persona de Illia no alcanza para resolver una crisis nacional. El regreso de Perón fue una ilusión descomunal, inmensa, única, que se evaporó en el prólogo de los peores años de la historia nacional. Y sea dicho: la Argentina de hoy se recuperó sólo parcialmente del proceso de 1976, todavía no se recuperó del todo. Realmente, los datos son elocuentes: el 76 fue el momento en que la Argentina “se jodió” por décadas. Y debe comprenderse: no hay 76 sin 55.

Y Brasil hoy está viendo si empieza un 55.

Para algunas de las mentes antipopulistas más lúcidas, la catástrofe de 1955 se tornó evidente en pocos meses. La desazón y el desánimo ganó rápidamente a algunos referentes del antipopulismo cuando percibieron que los planes antiobreros, antisindicales y antidemocráticos tornarían persistente la humillación, la pérdida de conquistas y haría imposible su sueño, a saber: gobernar con el apoyo electoral de las mayorías.

Entre los partidos que apoyaban el derrocamiento, Oscar Alende planteó su preocupación por los planes de austeridades y sacrificios de los asalariados, más aún si eso implicaba establecer un “estado gendarme”. Alende reclama que el movimiento triunfante sea un revolución popular para demostrar que “la democracia es superior a la dictadura”, es decir que ese gobierno demuestre “al pueblo que por este sistema se hace más factible la felicidad del pueblo que por los sistemas dictatoriales”.

¿Palabras vacías? No, palabras que reflejan a un sector de los antiperonistas que deseaban –pero no pudieron- mostrar al pueblo que sería más beneficiosa su “democracia”, considerando a esta factible aún basándose en la proscripción. Deseaban convencer al pueblo. Como Mario Amadeo, que aludía a “ese vasto sector de la población argentina que puso sus esperanzas en la figura que dio su nombre al régimen caído y que, a pesar de sus errores y sus culpas, le sigue siendo fiel”. Porque esa masa, decía, “está crispada y resentida”. Y señalaba que el “éxito o el fracaso del intento de unir al país depende, en buena medida, de cómo se interprete el hecho peronista”. Sesenta años después ya se vio lo que pasó en aquel entonces con “unir a los argentinos” y la total incomprensión del hecho peronista.

Martínez Estrada, que contribuyó con un libro a esa incomprensión, poco tiempo después de publicarlo “reconsideraría algo más benévolamente a Perón”, nos dice Christian Ferrer, “una vez que sus sucesores le terminaron por parecer mucho peores, por sus intenciones y por su ineficacia, y también por necios y falsos”. De ese cambio provino su debate con Borges. También Ernesto Sábato era antiperonista y por ello fue nombrado interventor de la revista “Mundo argentino” por la dictadura de 1955. Al año siguiente denunció las torturas y debió renunciar. También en 1956 publicó El otro rostro del peronismo: Carta abierta a Mario Amadeo, donde se lee: “Aquella noche de setiembre de 1955, mientras los doctores, hacendados y escritores festejábamos ruidosamente en la sala la caída del tirano, en un rincón de la antecocina vi cómo las dos indias que allí trabajaban tenían los ojos empapados de lágrimas”. Había algo radicalmente incomprendido en el peronismo y el sólo hecho de formular esa pregunta era considerado un sacrilegio por parte de los antiperonistas recalcitrantes. Sábato, en una carta abierta aAramburu decía que “los valores éticos que habían dado justificación a la Revolución Libertadora estaban a punto de malograrse provocando una nueva frustración colectiva”.

Gino Germani se frustró ante los hechos y le explicó a los antiperonistas que sólo podrán “desperonizar” al pueblo si le otorgan los beneficios y dignidad iguales o mayores que el peronismo. Si la “Libertadora” no resolvía (o generaba) problemas reales, entonces la “desperonización” no ocurriría. Y, como sabemos, no ocurrió.

Estos intelectuales no tuvieron la humildad de percibir su propio error, pero tuvieron la honestidad de explicitar que no era con menos derechos, con violaciones a los derechos constitucionales, atacando conquistas populares, que se podrían resolver los problemas del país.

Estos temas han atravesado debates de distinto tipo entre las nuevas derechas latinoamericanas, en particular después de sus sucesivas derrotas electorales anteriores a 2015. Aquello que sus detractores consideran “puro marketing” es marketing pero está en debate si es algo más que marketing. Porque queda abierta la pregunta de si podrían gobernar ejecutando sus planes neoliberales y corruptos con la anuencia del voto popular. Y las situaciones son diferentes allí donde logran ganar elecciones (como Chile y Argentina) que allí donde no lo logran (como Ecuador), que allí donde la frustración los lleva a la destitución escandalosa (Paraguay, Brasil).

El 27 de julio, dos días después de la patética sesión del parlamento nacional, un intelectual muy crítico del kirchnerismo y, desde mi punto de vista, muy cercano al actual gobierno, publicó en el diario Clarín un artículo sobre “Brasil: riesgos del vendaval justiciero”. Es muy cierto que nadie puede transpolar el análisis de Vicente Palermo sobre Brasil a la Argentina. Pero además de señalar que las pruebas con las que fue condenado Lula no son concluyentes, en el fondo Palermo señala un alerta mayor: hay problemas que no son judiciales, sino políticos. Específicamente señala que si Lula es encarcelado (y proscripto) eso “añadiría una pesada carga de desestabilización al sistema político”. La recomposición del sistema político, afirma Palermo, sólo fue emerger de un triunfo o una derrota de Lula en elecciones limpias.

He aquí alguien que (su argumento es para Brasil), prefiere gobiernos que ganen elecciones sin proscripciones como base de cualquier legitimidad política. Y elige el sistema de elecciones libres antes que el gobierno de esta u otra fuerza. Si en Brasil la mayoría pensara como él, una parte del problema actual podría encaminarse. Al menos, tener visos de resolución. Si no, sólo puede agravarse.

Ahora regresemos a la Argentina. Donde no sólo se ha inaugurado escandalosamente el argumento de la “inhabilidad moral” para proclamar que así se puede expulsar un diputado de la nación, sino que ya se está usando ese argumento en una provincia contra la izquierda y ya se ha proclamado que se usará ese argumento contra Cristina Kirchner si es electa.

Hagamos un paréntesis. Aquellos que creemos en las instituciones, creemos que si hubiera Poder Judicial que impartiera justicia los corruptos serían juzgados y estarían presos. Y hay que luchar para que eso suceda. Aquellos que creemos en la instituciones no nos arrogamos el derecho de decidir nosotros, en reemplazo de un juez, quién debería ser condenado y quién no. Tenemos libertad de opinión, pero no podemos hacer mamarrachos por mano propia.

O ponemos Constitución, las garantías constitucionales y las elecciones libres sin proscripciones por encima de nuestras diferencias políticas, o la Argentina va volver a ingresar en décadas penosas de su historia.

El “problema latinoamericano del 55” puede enunciarse así. En el Cono Sur, en Brasil y otros países, la democracia, las elecciones libres, los derechos humanos son grandes conquistas de las mayorías populares en contra de los planes de la derecha. Las izquierdas políticas y sociales nunca estuvieron satisfechas con la democracia puramente electoral. Pero al menos desde los ochenta saben que la democracia electoral es una condición necesaria, aunque no suficiente, de una vida plenamente democrática. ¿Qué sucedería si los sectores más recalcitrantes de la derecha antipopulista se convencieran y pudieran imponer la proscripción política de todo candidato con chances de derrotarlos? ¿Qué sucedería si el Poder Judicial se convirtiera –por ahora no lo es- en un mero apéndice de las derechas recalcitrantes? ¿Qué sucedería si sólo los candidatos y gobernantes de los partidos del establishment pudieran presentarse sin ser amenazados de persecución y encarcelamiento?

Mientras escribo estas líneas temo apresurarme. Por ello insisto en que hasta el momento esa línea no ha terminado de imponerse. Pero al mismo tiempo temo postergar estas líneas. Porque debe comprenderse que si eso que espero que no suceda llegara a concretarse, la derecha habría conseguido destruir la mayor de las conquistas de todos nuestros países en estas décadas: las elecciones libres. Tan asiduos a las metáforas históricas, otra figura clave aparece también en las redes ante cualquier amenaza de proscripción: el 17 de octubre. Es muy cierto que aquel día Perón fue liberado de la prisión militar por la movilización popular. Y que, como tantas veces, esa movilización consiguió justamente elecciones libres y transparentes, sin proscripciones.

Por eso mismo, esta nota no es ingenua. El alerta sobre la amenaza que implicaría ese avance antidemocrático de la derecha tiene una consecuencia de principios y política. Las fuerzas populares deben colocar la exigencia de elecciones libres, la liberación de presos políticos, la plenas garantías constitucionales, en el centro de su accionar en toda la región. Aceptar, como se ha hecho en muchos países, las decisiones de las urnas. Aprender de cualquier derrota. Pero nunca poner en duda que las elecciones libres son una conquista, una condición para cualquier otra conquista. Quien dude de ese principio, facilitará el camino para el plan de la derecha.


Buenos Aires, 28 de julio de 2017

*Doctor en Antropología por la Universidad de Brasilia. Investigador del CONICET y docente del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la UNSAM.

La Tecl@ Eñe Revista Digital de Cultura y Política
Editor/Director: Conrado Yasenza
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domingo, 30 de julio de 2017

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