lunes, 27 de febrero de 2017

RELÁMPAGOS Vivir el riesgo: la incertidumbre como modelo de vida neoliberal

Esteban Dipaola l "El ministro Esteban Bullrich habla de la condición cultural del neoliberalismo: la incertidumbre no como problema, sino como proyecto de vida".
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Cuando uno se dispone a indagar en la teoría social contemporánea encuentra diagnósticos y argumentos que permiten un mayor entendimiento de circunstancias que afectan a nuestro presente, incluso mucho de lo que pasa con el revival neoliberal en nuestro país se comprendería mejor con esas lecturas. A su vez, la aparición de Trump y de la extrema derecha en Europa resultaría menos sorprendente si los asombrados de ahora se hubieran dispuesto a leer un libro como “Daños colaterales” del recientemente fallecido Zygmunt Bauman y también otros textos que mostraban el desencanto contemporáneo con la globalización.
Pero más allá de esta apuesta por revisar nuestras lecturas enfocando en problemáticas de la actualidad, me interesa aportar algunas ideas para la comprensión del tiempo político presente. Principalmente centrarme en un evento y debate originado a partir de una declaración concreta que abrió los ojos y el disgusto de varios. Me refiero a la evidente molestia suscitada con el Ministro de Educación de la Nación Esteban Bullrich debido a su declaración acerca de fomentar individuos que puedan afrontar la incertidumbre disfrutándola. Justamente en este punto la sociología contemporánea nos ofrece herramientas de comprensión que no debemos despreciar. En verdad, el ministro expone en esa declaración un principio de formación subjetiva del neoliberalismo, tal como son los procesos de individualización de la sociedad, los cuales suponen la capacidad de cada individuo para enfrentarse a las transformaciones constantes y a la flexibilidad de sus vínculos. El sociólogo alemán (también fallecido hace no mucho tiempo) Ulrich Beck analizó hace varios años muy bien aquello que expuso Bullrich, y definió como “sociedades del riesgo” a este tipo de sociedades en las que los individuos se encuentran arrojados a la incertidumbre y deben resolver sus situaciones por fuera de las constricciones sociales. El argumento de Beck se sostiene sobre el fundamento de que el repliegue institucional conduce un pasaje de la socialización, una característica propia de las sociedades industriales que fundamentaba los principios de organización cultural, a la individualización, que es el fundamento de las denominadas sociedades postindustriales que sobrevinieron con las transformaciones del capitalismo hacia mediado de los años setenta y su consolidación en los años ochenta. La individualización que analiza Beck, significa ajustes subjetivos en los que ya no tienen preeminencia las instituciones, la clase social, etc. No es que desaparecen las clases sociales o las instituciones, pero sí tienen ahora un lugar secundario en la producción de individuos. Entonces, en las sociedades del riesgo, cada individuo está obligado a la autoproducción biográfica constante y el riesgo es enfrentarse todo el tiempo a la incertidumbre de una sociedad que ya no contiene. Es lo que otro sociólogo llamado Anthony Giddens, en su libro “Consecuencias de la modernidad”, comprendía como la inminencia del apocalipsis aunque éste nunca llegue: la incertidumbre es enfrentarse a ese riesgo permanente. De esta manera, se constituye una subjetividad neoliberal, es decir, a partir de principios de individualización que flexibilizan las relaciones identitarias; por eso cualquier individuo evalúa su ascenso económico como producto de un esfuerzo individual y no como un ascenso social, es decir, contenido en la estructura política de una comunidad.
El ministro Esteban Bullrich no es inocente en su declaración y, en realidad, está hablando de esas subjetividades, está hablando de la condición cultural del neoliberalismo: la incertidumbre no como problema, sino como proyecto de vida.
Además, como afirmaba Beck, este tipo de sociedades están fundamentadas y articuladas sobre un proyecto político policial y represivo, lo cual se comprueba observando la política exterior norteamericana y todavía más –con eje también en una política interior- con la incidencia de Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos; y asimismo con las políticas represivas y el avance de la derecha nacionalista en países de Europa. Es decir, en las sociedades del riesgo el modelo de desinstitucionalización y los procesos de individualización tienen como consecuencia hacer que la vida de las personas sea responsabilidad de cada individuo, mientras que el Estado solo debe ser garante de la seguridad, y entonces el efecto axiológico es que ese Estado ya no debe comprometerse a reducir las desigualdades, sino que está llamado a eliminar la inseguridad.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs).

Ante un autoritarismo de tintes desconocidos

Por Mariano Molina l “Las responsabilidades de ampliar alianzas, sumar actores y combatir las operaciones de fragmentación recaen principalmente en el sector que –paradójicamente- contiene el apoyo más consolidado y tiene la líder política más importante de la democracia”.
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La posibilidad de diferenciar lo importante y lo secundario es una de las virtudes políticas más destacadas. En muchas ocasiones no alcanza solamente con la utilización de datos objetivos de la realidad (esa suerte de positivismo eterno y permanente en nuestra cotidianeidad) sino que hay que incorporar algo del arte de la política, esa sensibilidad que permite conocer el territorio dónde nos movemos, distinguir esencias, humores, aspiraciones colectivas y urgencias que muchas veces no se expresan en una simple encuesta de opinión o sondeo electoral.
Es necesario tratar de ejercer cotidianamente algo de esos sentidos, superando nuestras propias identificaciones políticas, sentimientos y aspiraciones. Es difícil entender con exactitud que dice la calle o que se siente en la diversidad de barriadas de nuestro país. La multiplicidad de historias, geografías, cosmovisiones y necesidades lo convierte en una tarea apasionante y a la vez casi siempre incompleta.
Vivimos un escenario político y social novedoso. La alianza gobernante expresa las tradiciones políticas conservadoras y extranjerizantes de nuestra historia pero contiene componentes nuevos que nos obliga a cierta reflexión y freno a los reflejos fáciles de comparación con otros sucesos cercanos o viejos del pasado. Es probable que estemos viviendo un autoritarismo de tintes desconocidos y con gran capacidad de generar infinidad de hechos de violencia política de baja intensidad. En el transcurso de 2016 se registra un hecho cada 10 días (o menos) entre represiones, agresiones a locales opositores, encarcelamiento y diversas acciones intimidatorias. No es poco para un país que no vivía estas condiciones desde la última dictadura. La cantidad de hechos nos hace preguntar si se deben simplemente a un puñado de trasnochados aislados o prácticas regulares que de llevan adelante desde espacios estatales o para estatales.
Pero a la vez que la afirmación sobre que Macri es la dictadura puede ser conceptualmente acertada, es limitada. No explica el arraigo que tiene la política gobernante y la llegada a actores sociales con diversas características, que no necesariamente son los viejos fachos o los indiferentes de nuestra sociedad. Tan cierto puede ser que el gobierno expresa el regreso al peor neroliberalismo y el régimen de los CEOS, cómo que mucho de sus seguidores o votantes tienen prácticas sociales que tiempo atrás podrían haber sido consideradas rebeldes o de tintes progresistas (defensores del cultivo de marihuana, el naturismo, la libertad sexual, el derecho al aborto o seguidores de bandas de rock contestatarias pueden ser votantes potenciales de la alianza gobernante, por poner ejemplos rápidos y al pasar). Estas circunstancias ponen sobre la mesa nuevas preguntas e incertidumbres, obligan a repensar estrategias y volver a observar el territorio.
Sin caer en dramatismos dicotómicos, porque la vida política tiene constantemente componentes que parecen trascendentales para el curso de la vida y luego los escenarios cambian y las perspectivas se modifican, lo que parece estar en juego en este 2017 es la posibilidad de torcer un rumbo negativo para las mayorías de este país, fundamentalmente de cara a la ratificación o no del modelo económico, social y cultural que propone el gobierno. Los sectores del poder real van a intentar lograr la mayor fragmentación posible con sus operaciones y campañas, pero eso no sorprende porque es su esencia. Lo preocupante es que muchos sectores políticos de acá y allá sean funcionales a esas estrategias.
Sobre finales de la campaña electoral del año 2015 se realizaron infinidad de iniciativas colectivas e individuales apoyando al entonces candidato oficialista, con el objetivo de frenar la posibilidad de un gobierno de derecha. Esta acción se observo conmovedoramente en las semanas previas al ballotage y -si bien el resultadista puede reforzar la idea de que no sirvió para nada- la realidad nos ha demostrado de manera dramática que los miedos estaban firmemente sustentados. Hay un aprendizaje importante de esas semanas: las movilizaciones populares pueden superar las miserias y rencillas de la politiquería e infinidad de sujetos lograron diferenciar lo importante de lo secundario.
Entonces, quizás este 2017 tenga –nuevamente- una disyuntiva que compromete en sus acciones no solamente a las organizaciones políticas, sindicales, sociales o culturales, sino a gran parte de la sociedad. Son necesarias actitudes maduras, porque son tiempos de necesidades y de recomposición, de cuidados y de contención, tratando de correrse de la chiquita del día a día y de cobrar cuentas con el pasado. Hay que poder levantar la vista y tratar de mirar un poco más lejos. Y me atrevo a afirmar que las responsabilidades de ampliar alianzas, sumar actores y combatir las operaciones de fragmentación recaen principalmente en el sector que –paradójicamente- contiene el apoyo más consolidado y tiene la líder política más importante de la democracia. Esta vez, el que más votos puede obtener no puede jugar el partido desde la lógica del poroteo permanente. Porque no se trata solamente de volver ni transitar la cotidianeidad añorando, se necesitan acciones que definan una actitud ético-político para el presente y el futuro, estableciendo el sentido claro que le damos a nuestra democracia y los límites que no vamos a cruzar.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes 

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viernes, 24 de febrero de 2017