miércoles, 29 de abril de 2015

Malvinas: las ilusiones de abril Por Daniel Sazbón

Por Daniel Sazbón

Cuando el 2 de abril de 1982 los argentinos se anoticiaban de la recuperación de las Malvinas, se abría un tiempo marcado por la espera, la negociación, el discurso patriótico y la aparición en tonos fuertes de una serie de ideas sobre la nación que las islas habilitaban con una intensidad como pocas cosas en la cultura Argentina. Sin embargo, ese clima tendrá su fecha de cierre cuando la Royal Navy finalmente alcance las aguas del Atlántico Sur, comience la guerra propiamente dicha y todo cambie hacia un drama mayor.

El 25 de abril de 1982, en la bahía de Grytviken, en Georgia del Sur, helicópteros británicos atacaron al submarino argentino ARA Santa Fe, averiándolo seriamente. En la madrugada del 26, luego de la rendición de los infantes de la marina argentina acantonados en el vecino Puerto Leith (entre los que se contaban los buzos tácticos comandados por el capitán Alfredo Astiz), las tropas inglesas retomaron el control de la isla, que estaba en manos argentinas desde el 3 de abril. Ese mismo día se registró la única baja fatal del ataque (bautizado por los ingleses como “Operación Paraquat”): el suboficial Félix Artuso, baleado por un infante británico a bordo del Santa Fe.

La muerte de Artuso no fue la primera de la guerra: el mismo 2 de abril había fallecido el represor Pedro Giacchino en los combates de Puerto Argentino. Tampoco fue el primer caído en las Georgias: en el desembarco argentino perdieron la vida el cabo Patricio Guanca y los conscriptos Mario Almonacid y Jorge Águila. Lo que hace significativo el 25 de abril es que con él se cerraba un tenso compás de espera, marcado por negociaciones diplomáticas y amenazas verbales. La larga marcha de la flota británica, que había zarpado de Inglaterra el día 5, final-mente concluía: el sonido y la furia de las palabras de Galtieri en la Plaza de Mayo del 10 de abril (“si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”) daba paso a los hechos. La guerra había dejado de ser una palabra que flotaba como vaga amenaza, y adquiría los contornos nítidos de la certeza.

Palabras y cosas parecían haber entrado desde el comienzo del conflicto en una disociación que permitía las más extrañas combinaciones. El canciller Nicanor Costa Méndez, el mismo que apenas producido el golpe de 1976 escribía contra la participación nacional en el Movimiento de Países No-Alineados, y que en diciembre del ‘81, al asumir su cargo, había afirmado que el país no era parte del TercerMundo, porque esas naciones “no pertenecen ni a la raza blanca ni a la religión cristiana”, ahora fatigaba estrados buscando la solidaridad de esos gobiernos para la lucha anticolonialista que protagonizaba el país.

La OEA, cuya “intromisión” en nuestros asuntos internos había sido denunciada en 1979, en ocasión de la visita de su Comisión de Derechos Humanos, era ahora el ámbito elegido para exponer los reclamos argentinos. La soberanía nacional sobre las Malvinas era declarada por un gobierno de facto que había conculcado la misma soberanía del cuerpo popular de la nación. El general Galtieri, que dos años antes había advertido que “las urnas están bien guardadas”, ahora se dirigía a la multitud afirmando que “las Fuerzas Armadas argentinas le pertenecen al pueblo”. La Plaza de Mayo le respondía en sintonía: “El pueblo, unido, jamás será vencido”; sólo tres días antes el mismo grito, en la misma plaza, había sido ahogado a sangre y fuego, el 30 de marzo, día del paro general de la CGT de Ubaldini.

En las calles y en los medios reinaba un entusiasmo desbordante y desbordado: las islas parecían pasar a ser argentinas por el simple ejercicio de la voluntad; un tajo de espada que había logrado finalmente deshacer el nudo gordiano: “La diplomacia fue buscando alternativas para evitar lo que finalmente tuvo que ocurrir, es decir, el hecho”, decía José Gómez Fuentes, relator estrella de “60 minutos” en ATC; “ha habido una justicia que quizás no se podía conseguir si no era de esta manera”, le hacía eco el pentacampeón Juan Manuel Fangio. La recuperación del territorio perdido parecía consumarse con la misma facilidad con la que la farmacia Franco-Inglesa se renombraba “La Franco” y el bar Británico era rebautizado “Bar Tánico” (o la sopa inglesa, “sopa Malvinas Argentinas”). Centenares de voluntarios se ofrecían para repoblar el territorio patrio recobrado; Federico Lorenz ha analizado las cartas enviadas al gobierno por maestros, obreros, abogados o amas de casa: el espacio que se abría luego de la ocupación de Malvinas parecía tan vacío y lleno de promesas como el desierto austral, y sobre él se proyectaban los deseos y esperanzas de miles de argentinos (Néstor Perlongher: “La ilusión de unas islas”).

Como en la Alemania de la I Guerra (el “espíritu de agosto de 1914”), reinaba el optimismo, la ilusión de un mañana mejor, de un país reconciliado, unido, sin divisiones ni partidismos. Todo parecía posible, como si no hubiera otros elementos en juego más que la fuerza del deseo y la justicia de las reivindicaciones. Se hablaba de la eventualidad de una guerra, pero esa palabra no parecía tener demasiada consistencia; el Ministro del Interior Alfredo Saint-Jean consideraba la posibilidad como impensada “en un mundo civilizado”. El propio Galtieri se lo confesaría luego a la periodista italiana Oriana Fallaci: “yo nunca esperé una respuesta tan desproporcionada. No la esperaba nadie. ¿Por qué un país situado en el corazón de Europa debía afectarse tanto por unas islas tan lejanas en el Océano Atlántico? Me parece algo que carece de sentido”.Y precisamente el sentido mismo de la ocupación militarde las Malvinas fue lo que comenzó a tomar cuerpo ese 25 de abril; 50 días y 649 muertos más tarde, las ilusionesde abril se terminaban de desvanecer.

Télam
 

El mismo amor, el mismo odio. 1947-2015: del Monstruo a la Yegua

Por Rubén A. Liggera*

Ilustración: Daniel Santoro




Han pasado más de sesenta años, y sin embargo, aún perduran aquél odio de clase, el mismo rechazo a la invasión, el miedo irracional al otro, al diferente. En la reactualización de la antítesis civilización-barbarie, sectores de la población se han desplazado de la figura del Monstruo a la de la Yegua. El mismo amor, el mismo odio, demuestran que en lo sustancial poco ha cambiado desde aquel octubre de 1945.

Aquél “aluvión” que en 1945 irrumpe de manera incontenible en el sistema cultural argentino-aún hoy, aunque en menor medida por suerte-resulta incomprendido por gran parte de nuestra intelectualidad y vastos sectores sociales medios y altos. “Alta cultura” versus “cultura popular”, o sea libros en disputa con alpargatas, no es más que la representación de una lucha más profunda que tiene que ver con el cuestionamiento del poder y la distribución de bienes materiales y simbólicos.

¿Qué podría esperarse de aquella “negrada” ensoberbecida? Nada más que guarangadas y ultrajes a las letras y a las “bellas artes”.

Desde el fondo de nuestra historia hasta los días que corren han colisionado violentamente las elites dominantes y las masas sometidas. El puerto y el interior, el libre comercio y la producción industrial con consumo interno, la civilización y la barbarie. Este esquema -aunque binario y simplificador-sirve para interpretar los momentos decisivos y dramáticos de nuestro pasado.

Aún reconociendo que durante los gobiernos de Perón no descollaron grandes escritores o eximios poetas, quizás porque lo popular no recurre a la innovación sino a la retórica conocida y nemotécnica, -aceptada con gusto por las mayorías iletradas-, durante el primer peronismo el Estado fue un inédito promotor de la cultura en Argentina.[2]

Sin embargo, desde 1947, con “
 La fiesta del Monstruo”, observamos una serie de textos literarios que podría interpretarse como de sucesivas reescrituras de “El matadero” de Esteban Echeverría. En este caso, solamente nos ocuparemos del texto antiperonista iniciático.

Monstruos

El peronismo como tema literario aparece en 1947, con “La fiesta del Monstruo”, un cuento de circulación clandestina escrito por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares (luego publicado en 1955, derrotado Perón, con el pseudónimo de Bustos Domecq en el diario Marcha de Montevideo)

Podríamos considerarlo como el inicio de una serie de relatos que no son más que reescrituras de “El Matadero” de Esteban Echeverría, bajo el concepto sarmientino de “civilización-barbarie”, concebido durante el rosismo, a mediados del siglo XIX.

No por casualidad, está inicialado por un verso de Hilario Ascasubi: “Aquí empieza, su aflición” (La Refalosa) En efecto, si en el poema quien habla es un sanguinario mazorquero, el narrador de este cuento también es un “bárbaro”: un muchacho peronista.

Con lenguaje paródico, grotesco y burlón, que pretende remedar el habla popular y no es más que un cocoliche inverosímil, Borges-Bioy ridiculizan a más no poder a los seguidores de Perón.

El gordo, le cuenta a su novia, la Nelly, las peripecias del viaje desde Tolosa, en las afueras de La Plata, hasta la Plaza de Mayo para escuchar las palabras del “Monstruo” el 17 de Octubre de 1947. Obviamente, se trata del Presidente de la República, Juan Domingo Perón. Luego, la “mersa” –las alpargatas, la barbarie- arremete contra un estudiante judío –los libros, la civilización- contrario al líder (como el unitario de Echeverría) y lo mata a piedrazos. En aquél contexto histórico, además Perón era igual a Hitler. Por lo tanto, su régimen era considerado antisemita y violento. Otro mito alejado de la verdad histórica.

Como afirma Ricardo Piglia, este cuento es “La fiesta atroz de la barbarie popular contada por los bárbaros. La parodia funciona como diatriba política, como lectura de clase se podría decir. La forma está ideologizada al extremo (…) ´La fiesta del monstruo´ es un texto de una violencia retórica increíble, es un texto límite, difícil encontrar algo así en la literatura argentina”[3]

El Gordo, tal vez colectivero (un trabajador, sin dudas) viste mameluco y “corbatita de lana con dibujos animados”; tiene pie plano, es un “callorda”, de cuello corto y panza “hipopótamo” (lo apodan “panza de vidrio”); se llama a sí mismo Pato Donald, “chanchito” y “payaso” de la Nelly. Es iletrado, apela a refranes y frases hechas: “pensaba acostarme con las gallinas”, “Bien me parece tener leído en uno de esos quioscos fetentes que no hay mal que por bien no venga”, etc. Soñar que el Monstruo (“el gran laburante”) lo había nombrado su “mascota”, “su Gran Perro Donzo: indica subordinación, amaestramiento, fidelidad. (“Aplaudidores”, dirían hoy)

Otro dato interesante: la desvalorización de la juventud. Dicen B-B: “la merza”: “…todos argentinos, todos jóvenes, todos del sur”, “farabutaje sin abuela”, “chichipíos”,”el seno de los valientes”. Viajan en camión, son comparados con ganado, pasan por una manga, “transpiran grasa”, ”entonando la marcha que es nuestra bandera”; se pedorrean, gastan bromas pesadas y cometen actos de vandalismo: “No te digo niente de la olorosa que cantó por lo bajo el tano Potasman, a la misma vista de Sarandí y de aquí lo aplaudo como un cuadrumano a Tornillo sin Fin que en buena ley vino a ganar su medallón de Vero Desopilante, obligándome bajo amenaza de tincazo en los quimbos, a abrir la boca y cerrar los ojos: broma que aprovechó sin un desmayo para enllenarme las entremuelas con la pelusa y los demás producidos de los fundillos. Pero hasta las perdices cansan y cuando ya no sabíamos lo que hacer, un veterano me pasó la cortaplumita y la empuñamos todos a uno para más bien dejar como colador el cuero de los asientos.”

La topografía popular del cuento, es un “foco de población muerto de hambre”: Tolosa, Fiorito, Villa Domínico, Ciudadela, Villa Luro, La Paternal, Villa Crespo.

Los almuerzos de la muchachada son los clásicos “sanguiches de chorizos”, “arrolladitos con salame”, “panetún”, “media botella de Vascolet” y “milanesa fría”

El paroxismo de la barbarie llega sin duda con la muerte del joven estudiante: “El primer cascotazo lo acertó, de puro tarro, Tabacman, y le desparramó las encías, y la sangre era un chorro negro. Yo me calenté con la sangre y le arrimé otro viaje con un cascote que le aplasté una oreja y ya perdí la cuenta de los impactos, porque el bombardeo era masivo. Fue desopilante; el jude se puso de rodillas y miró al cielo y rezó como ausente en su media lengua. Cuando sonaron las campanas de Monserrat se cayó, porque estaba muerto. Nosotros nos desfogamos un rato más, con pedradas que ya no le dolían. Te lo juro, Nelly, pusimos el cadáver hecho una lástima. Luego Morpurgo, para que los muchachos se rieran, me hizo clavar la cortapluma en lo que hacía las veces de cara.”

Finalmente, en una verdadera banalización del mal, el cadáver del joven judío es quemado y sus preciadas pertenencias son distribuidas entre los miembros de la banda: “El remate no fue suceso. Los anteojos andaban misturados con la viscosidad de los ojos y el ambo era un engrudo con la sangre. También los libros resultaron un clavo, por saturación de restos orgánicos. La suerte fue que el camionero (que resultó ser Graffiacane), pudo rescatarse su reloj del sistema Roskopf sobre diecisiete rubíes, y Bonfirraro se encargó de una cartera Fabricant, con hasta nueve pesos con veinte y una instantánea de una señorita profesora de piano, y el otario Rabasco se tuvo que contentar con un estuche Bausch para lentes y la lapicera fuente Plumex, para no decir nada del anillo de la antigua casa Poplavsky. Presto, gordeta, quedó relegado al olvido ese episodio callejero.” [4]

“Yeguas”

Han pasado más de sesenta años, y sin embargo, aún perduran aquél odio de clase, el mismo rechazo a la invasión, el miedo irracional al otro, al diferente; en este caso, al “cabecita”, al postergado, al sumergido. Resentimiento que cobra fuerte identificación en los líderes populares que los representaron en el pasado y que aún encabezan sus reivindicaciones. Para ellos, el desprestigio y si fuera posible, la muerte.

Desde Juan Manuel de Rosas y los caudillos del interior sublevados contra el poder centralista, pasando por el “Peludo” Hipólito Yrigoyen, el “Tirano” Juan Domingo Perón, la despellejada Eva Perón, la “Yegua” predecesora, el “Bizco” Néstor Kirchner, hasta su esposa y actual Presidente, Cristina Fernández: la loca bipolar o simplemente, la “Yegua”.[5]

El poder permanente y sus voceros-los grandes medios y sus réplicas en las redes sociales- fogonean esta imagen negativa de Cristina, de la Cámpora, del kirchnerismo y del peronismo en general.

El espíritu cacerolero –espejo de ese poder invisible- manifiesta con violencia su odio hacia el pueblo y su conductora. No se ahorran insultos ni gestos denigratorios, porque además, ellos van a las concentraciones como auto convocados, sin banderías políticas(¿?), por sus propios medios, con espíritu republicano mientras que la chusma es arriada por punteros y sindicalistas, llevados a la plaza en bondis, con la promesa de algún plan, unos pesitos o el chori y la coca.

La gente “como uno” y bien pensante, nada tiene que ver con el pueblo sufriente y esperanzado; no comprenden el significado de la palabra “militancia” de modo que consideran que el populacho se moviliza por ignorancia o por algún interés. Como aquella imagen de “La fiesta del monstruo”, suponen que son arriados como ganado para apoyar y aplaudir a un demagogo sin escrúpulos, por el cual además, son capaces de dar la vida.

No conocemos textos literarios actuales, pero acorde a estos tiempos de medios de comunicación omnipresentes, sólo basta ver las fotografías o las imágenes televisivas para interpretar connotativamente el mensaje explícito y reponer lo que se oculta. Por un lado blanquitos, de mediana edad, bien vestidos y supuestamente educados (aunque no muestren carteles o monigotes alusivos con insultos varios que piden la destitución o la muerte de la yegua)

Por otra parte, las imágenes y las crónicas se cargan de significado negativo: una turba de desaliñados o con torsos desnudos, preeminentemente jóvenes, de piel oscura, tal vez ebrios que con bombos y redoblantes participan de un aquelarre plebeyo.

No toleran –porque no comprenden quizás- esa relación directa y sin intermediarios entre el pueblo y sus líderes en las democracias latinoamericanas (llamadas despectivamente “populistas”), que por su propia historia y particularidades suelen alejarse del modelo socialdemócrata europeo.

Como ejemplo, un meme en un sitio furiosamente anti kircherista[6]: sobre una imagen de ganado conducido por varios arrieros a caballo y con fondo de la casa Rosada, la siguiente leyenda arriba: “Gran arreo $ 1 M Si pagan voy”, más abajo: “La participación especial de `la yegua´ y la participación de ´chanchito `Máximo´”. Y al pie: “Auspician: los 40 millones de argentinos”.

¿Quieren otro?: un gordo en pantalón de baño está durmiendo la mona sobre un banco; detrás un colectivo con la leyenda: “Kristina. ¡Carajo! Avellaneda”; un globo de historieta reza: “Cacho teléfono!!!!!! Una tal Cristina dice que hay laburo pal´ 1º de Marzo!...Cachooooo!”.

Hay muchos más, pero para no hacerla más larga y cansadora por lo obvio, un par más. 1) Cristina recibe un regalo de cumpleaños: ¡un helicóptero! (¡qué risa!) y 2) En un cuadro de historieta un dibujo muestra a la presidenta vestida como para matar y bailando cara a cara un con el presidente de Irán. Este pregunta: “¿No habrá investigación?” y Cristina le contesta: “No, pero después del tango, un poco de petróleo…. ¿de acuerdo?”. Fin de letrinet. Literatura prosaica muy siglo XXI, pero literatura al fin.

Tal vez convenga aclarar que en la concentración popular del 1º de Marzo asistieron a la plaza en apoyo de la Presidente muchas familias con sus hijos, agrupaciones juveniles, además de los clásicos militantes organizados. Pura alegría de por lo menos tres generaciones. Nada o muy poco del estereotipado peronista del “aluvión zoológico”.

El mismo amor, el mismo odio, en fin, demuestran que en lo sustancial poco ha cambiado desde aquel octubre de 1945 cuando el “hecho maldito” transformara para siempre a la política y a la sociedad argentina.


*Poeta y periodista

Referencias

[1] Figura retórica muy utilizada por la poesía. Recordemos: El oxímoron es una figura lógica que consiste en usar dos conceptos de significado opuesto en una sola expresión, que genera un tercer concepto. Dado que el sentido literal de oxímoron es opuesto, “absurdo”, se carga de sentido metafórico: «Es hielo abrasador, es fuego helado, / es herida que duele y no se siente/es un soñado bien, un mal presente/es un breve descanso muy cansado” y así por el estilo, escribió el gran Francisco de Quevedo, uno de los principales exponentes del Siglo de Oro español, en el siglo XVII, para definir al “niño Amor”.
[2] Fiorucci, Flavia. “La administración cultural del peronismo. Políticas, intelectuales y Estado”, Working Paper Nº 20, University of Maryland, EE.UU. Este esfuerzo fue abortado quizás por un mutuo recelo, pero sobre todo, por la desconfianza de los escritores hacia el Estado benefactor, paradigma político del peronismo.
Afirma la autora que la creación de la Secretaría de Cultura, tenía como objetivo ”elevar el nivel cultural de la población, llevando la cultura a todos los rincones del país”, mejorar las condiciones de la clase intelectual, y en especial, “los intelectuales de tierra adentro”, siempre relegados. Se pretendía la democratización y la “federalización del consumo de la cultura”, un logro en debate y en proceso de construcción en los días que corren.
Lo cierto es que la gestión peronista de la cultura se destacó –como señaláramos- por la creación de la Secretaría de Cultura en 1948 y la triplicación de su presupuesto, la creación de la Orquesta Sinfónica del Estado, el Tren Cultural para que más gente acceda a los bienes culturales, ¡apoyo a la CONABIP!, que en 1954 alcanza a 1.623 bibliotecas populares y a 5.535.521 lectores, incremento de conferencias y audiciones radiales, elencos teatrales-uno de ellos infantil-que recorrían el país, la Orquesta de Música Popular; en 1949 un Certamen Nacional de Teatro Vocacional(ya hacia 1954 existían 165 elencos teatrales), la creación de la Dirección Nacional de Cultura en 1954, a cargo del poeta José María Castiñeira de Dios, y en 1954, la primera edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata (la industria cinematográfica alcanzó uno de sus mejores momentos). La unificación de la AEA (Asociación de Escritores Argentinos) y la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) fracasó, según Fiorucci, porque “se interpretó como un ataque a la autonomía del campo intelectual”.
[3] Piglia Ricardo, “Política y ficción: un entrevero argentino”, Revista Unidos, junio de 1986.
[4] Borges, Jorge L-Bioy Casares, Adolfo, “La fiesta del Monstruo” en Nuevos cuentos de Bustos Domecq, Bs.As, 1977
[5] Su acepción puede ser laudatoria: mujer atractiva y con buen cuerpo, o despectiva: mujer de moral cuestionable o reprensible. En los casos de Evita y de Cristina se dan simultáneamente y en contradicción ambos aspectos: se las admira y a la vez se las difama.
[6] El anti K: Comunidad, en www.Facebook.com

Fuente: Revista Digital La Tecl@ Eñe http://lateclaene.wix.com/la-tecla-ene



Estuvo abierta casi 50 años Purgar condena en el fin del mundo

El 15 de septiembre de 1902, con la idea del panóptico en los planos, se puso la piedra fundamental en la tierra árida de la isla grande de Tierra del Fuego. Ahí, en ese lugar donde solo había unas 40 casas, Julio Argentino Roca decidió crear una colonia penitenciaria. La mano de obra fueron los mismos presos, que construyeron sus propias tumbas.

Por Juan Carrá, desde Ushuaia, Tierra del Fuego

Fotos Miguel Saenz

El frío del fin del mundo se multiplica en los pasillos del viejo presidio de Ushuaia. Olor a humedad, penumbra, silencio. Dos salamandras ocupan el pasillo que se recorre en poco más de cincuenta pasos. Diecinueve celdas de cada lado en dos pisos. Al final: el lavadero, los baños y las letrinas. Cinco pabellones idénticos por los que pasaron criminales tristemente célebres como el El Petiso Orejudo; también presos políticos como el anarquista Simón Radowitzky. Cinco pabellones que desembocan en la sala de guardias: un círculo perfecto desde donde la mirada vigilante puede alcanzar todos los pasillos.

Panóptico. Así definió el filósofo Jeremy Bentham –al servicio de Jorge III del Reino Unido– a esta forma de control: “La facultad de ver con sólo una ojeada, todo lo que aquí ocurre”. Años después, Michel Foucault en su obra “Vigilar y castigar” dirá que con la idea del panóptico “la arquitectura ya no está hecha simplemente para ser vista o para vigilar el espacio exterior, sino para permitir el control interior”. El 15 de septiembre de 1902, con la idea del panóptico en los planos, se puso la piedra fundamental en la tierra árida de la isla grande de Tierra del Fuego. Ahí, en ese lugar donde solo había unas 40 casas, Julio Argentino Roca decidió crear una colonia penitenciaria. La mano de obra: los mismos presos que, dos años después, iban a ocupar las celdas. Picapedreros engrillados que desprendían los bloques de las canteras de Ushuaia. Así, los presos construyeron sus propias tumbas.

Hoy el penal es un museo. Muñecos inclasificables recrean a algunos presos: el Petiso Orejudo, Mateo Banks, Alberto Andino, Ricardo Rojas. También hay fotos que acompañan la historia del presidio. Todo armado para que el paseo turístico sea confortable: sobre todo la calefacción. Solo uno de sus pabellones se mantiene como en las épocas en las que el presidio estaba en funcionamiento: paredes y los pisos lucen el paso del tiempo. El metal de las rejas está comido por el salitre del Atlántico que parece muerto en la bahía. Las canillas de los piletones desbocadas. En otros pabellones: muestras de arte y un museo marítimo. También una tienda de suvenires: el traje de presidiario, azul y amarillo a rallas, está a la venta. Solo el birrete cuesta 160 pesos.

martes, 28 de abril de 2015

Se caen juntos varios mitos: Gurúes, say no more!

Existen frases simples y con gancho en materia económica que venimos escuchando desde hace años y que, aún siendo mentira, se siguen repitiendo.

Por Alejandro Robba

Existen frases simples y con gancho en materia económica que venimos escuchando desde hace años y que, aún siendo mentira, se siguen repitiendo. ¿Por qué? Porque no importa su veracidad sino que su objetivo es beneficiar a quienes tienen el poder para que se instalen y se multipliquen: los medios concentrados de comunicación y sus auspiciantes, las viejas y conocidas "empresas a las que les interesa el país".

Entre las expresiones más conocidas se encuentran: "El dólar está atrasado", "estamos aislados del mundo", "el actual es un veranito económico", "no existe seguridad jurídica", y los voceros han sido siempre los mismos: lobbistas en ropaje de analista económico.

En columnas previas analizamos los intereses en juego de quienes pontifican sobre el retraso cambiario y alientan la devaluación; en estas líneas puntualizaremos sobre otras dos zonceras económicas: aislamiento externo y veranito económico.

Hagamos un poco de historia. "El mejor escenario esperado es que el dólar cueste 5 pesos y la inflación supere el 175%, el peor es dólar a 20 pesos e inflación del 1100%" (abril de 2002, Miguel Ángel Broda). "Sólo quedará uno de cada tres bancos" (abril de 2002, Ricardo López Murphy). "Los números del año que viene (2003) van a demostrar que la economía siguió cayendo" (agosto de 2002, Daniel Artana). "El término crecimiento económico o reactivación le queda grande a este veranito" (octubre de 2002, Carlos Melconian). "Yo insisto en que hay algunas concepciones analíticas en el presidente Kirchner y en su ministro de Economía Lavagna que son un obstáculo para lograr una recuperación sistémica y fuerte de la inversión privada" (octubre de 2003, Miguel Ángel Broda). Y en otra parte del reportaje, el mismo Broda decía: "La macroeconomía populista intenta impulsar una distribución del ingreso, pero fracasa. Salvador Allende en Chile y Alan García en Perú lo consiguieron transitoriamente por un año, luego el PIB se estabilizó y en el tercer año estalló. Intentar hacer eso es una mala receta."

Con las diferencias de tiempo e instrumentos aplicados en los dos países vecinos nombrados por el gurú Broda, lo que se viene aplicando desde 2003, es una macroeconomía "popular" que alienta la distribución de ingresos a partir de la expansión de la demanda doméstica y donde la inversión se financia en parte en pesos y en parte en dólares (exportaciones).

Como ya sabemos, los resultados no fueron los pronosticados por los economistas nombrados y, sin embargo, siguen siendo los expertos más citados o convocados por diarios, revistas, radios y TV. No importa si aciertan, importa que hablen y llenen de incertidumbre al desprevenido que los escucha y escucha sin parar, sin saber que su incertidumbre es el caldo donde se cocina la certidumbre de rentabilidad de las grandes empresas, que pagan los salarios de los consultores "independientes".

En este sentido, de los mismos autores del veranito económico de 2003 se estrena por estos días el veranito económico de Kicillof, que tendría como epílogo –igual que en 2003, ja!– el supuesto descalabro que deberá arreglar el próximo gobierno. Lo cierto es que la economía en los últimos meses dejó el estancamiento y se observa un repunte basado en la recuperación del consumo interno, ya que los servicios y los sectores de la economía real –salvo la construcción– todavía no sienten el impacto del mayor consumo interno, porque ahora se venden los stocks acumulados en los meses anteriores. Terminado este lapso, se encenderán los motores de una mayor producción de bienes.

Esta recuperación está tan lejos de ser un veranito como de tener un impulso similar al de 2003, será una salida moderada y persistirá si los salarios post paritarias le ganan a una inflación en declive. Si este fuera el escenario, en unos meses podríamos estar viendo el crecimiento de los servicios y de muchos de los sectores productivos que todavía siguen sin recuperar los niveles de actividad de meses anteriores.

Este contexto económicamente amigable, se proyecta cercano a las elecciones PASO nacionales y eso es lo que desespera a los editorialistas de Clarín, La Nación y Perfil que estimularon malos presagios –a través de los analistas "independientes" citados– para esmerilar las posibilidades electorales de los candidatos del FPV. La imagen positiva de la presidenta del orden del 46-52% actual, podría seguir creciendo en un escenario económico de mayor recuperación y en las redacciones opositoras, Tristeza não tem fim, felicidade sim.

Lo cierto es que si desde fines de 2013 se viene preanunciando un cataclismo económico y no sucede, una de dos, o no era cierto o lo solucionó el gobierno. Ambas opciones dejan colgado del pincel a los que las difundieron. Pero como el problema de la economía argentina sigue siendo externo y una probable recuperación necesita de financiamiento en dólares para desplegarse, el gobierno encara políticas pragmáticas y heterodoxas para obtener las divisas necesarias para crecer y, al mismo tiempo, conservar la pax cambiaria recuperada en octubre del año pasado.
Respecto al aislamiento externo y su correlato en la supuesta falta de inversiones, en tan solo una semana el país logró inversiones por U$S 2900 millones para fortalecer las reservas internacionales. El éxito de la colocación del Bonar 24 y la ampliación de emisión de deuda de YPF por U$S 1500 millones dejaron en claro que los inversores apuestan a la solidez de la economía argentina y hacen oídos sordos al relato buitre. Esta semana, el BCRA contabilizó una suba del 4% de las reservas internacionales en un solo día, alcanzando los U$S 32.675, el nivel más alto desde el 11 de noviembre de 2013. Con este ingreso, Argentina, sólo con dos emisiones de bonos –una propia y otra de YPF– consiguió casi la mitad de los dólares que necesita para pagar el vencimiento de deuda más importante del año, el Boden 2015, por U$S 6000 millones. Así se despeja el horizonte financiero, porque ya nadie puede seguir pronosticando –como lo hicieron hasta hace 20 minutos– que el país no cuenta con las divisas necesarias para cerrar los vencimientos del año y todo hecho sin arrodillarse ante los fondos buitre, las calificadoras de riesgo o el FMI.

El domingo pasado en un programa de cable, el ex presidente del BCRA de Duhalde, Aldo Pignanelli, asiduo defenestrador del equipo económico, me gritaba al aire que "a Kicillof no le presta plata ni la mujer", aunque parece que "el mercado" sí le presta. Y acá aparece otra zoncera, la que habla de la seguridad jurídica. Para los lobbistas del mercado, un equipo económico independiente de los intereses de bancos y empresas, no genera confianza inversora y los inhabilita para obtener dinero fresco y menos en dólares. Pero la realidad marca que los inversores buscan rentabilidad y analizan la solvencia del país por sus variables macroeconómicas y su posibilidad y voluntad de honrar las deudas, no estando en su hoja de ruta conocer si el ministro o el presidente del BCRA usan corbatas de Armani, almuerzan regularmente en embajadas extranjeras o sus esposas les prestan dinero.

Ahora que se terminó la mentira del aislamiento financiero, algo hay que inventar y acusan al gobierno de pagar altas tasas y de terminar con el proceso de desendeudamiento. Sin embargo, una tasa menor al 9% es más que razonable para un país que tiene un litigio abierto en la justicia de la mayor economía del mundo. De haberlo cerrado como pretendían Macri y muchos de los economistas neoliberales, seguramente hoy pagaríamos la mitad de tasa, pero al costo de haber hipotecado el país para los años venideros, país que ellos aspiran a gobernar.
Respecto a la falacia de estar desandando el camino del desendeudamiento, se cae de maduro que si tomás deuda por menos de la mitad de los vencimientos del año, por una simple resta aritmética se comprueba que el stock de deuda baja. Aun cuando pudiera haber alguna otra colocación en el año de Bonar 24 –el gobierno salió por U$S 500 millones y le ofrecieron U$S 1900 millones–, la relación deuda externa/PBI es tan baja que no tendría ninguna consecuencia negativa en términos de sustentabilidad de largo plazo.

Una más de los analistas independientes. El 12 de febrero de este año, Macri tomó U$S 500 millones a un costo mayor, la tasa fue la misma que la del Bonar 24, pero además les pagó comisiones al HSBC, JP Morgan y Merrill Lynch. El periodista gauchito de Clarín describe la operación como normal, toma los dichos de los funcionarios macristas, le pega al gobierno nacional y menciona al pasar que la tasa es alta. El mismo periodista ahora dice que Argentina paga "tasas africanas" y que comenzó un "festival de bonos". Doble vara mal.

Para el final, que hable un verdadero experto, el licenciado Carlos Alberto García Moreno. Buenas tardes. "Estás harto de ver los diarios, estás harto de los horarios..." "No te dejes desanimar, no te dejes matar, quedan tantas mañanas por andar." Gurúes: say no more.

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La persona disoluble Por Horacio González *

Por Horacio González *

¿Existe la palabra “propositivo” en los diccionarios de nuestra lengua? Es posible, suena verosímil, pero su construcción es dura. Toma sus elementos como si dijéramos de distintas pilas de ladrillos. ¿Tiene la acepción de “proponer”? ¿Más bien nos dice que sólo vale lo que está a favor de lo “positivo”? ¿Es un verbo o un collage de dos términos que nos sugieren separarnos de todo lo que sea “pronegativo”? Pero esta última palabra es lunática, sólo puede ir al cesto de los expulsados. Por eso, muchos políticos emplean hoy la expresión “propositivo”, temerosos de ser descubiertos en al pantano de las pequeñas inquisiciones de grupo, ajenos al ideal radiante de trabajar “por lo que todos nos merecemos”.

Esta sucinta construcción verbal es una de las características de Mauricio Macri. “Por todo lo que nos merecemos.” ¿Qué le veríamos de malo a esta expresión que consigue aunar un efecto generalizado de bienaventuranza? Si buscamos refutar esa frase, no es fácil. No la hubieran dicho Winston Churchill ni el general De Gaulle, para tomar dos figuras distantes. Pero no tenemos con qué darle, si nos apoyamos en los peñascos más fáciles del sentido común. Reconozcamos pues que es una frase engañosa, cuyo poder de artimaña no es fácil develar. Es una locución “propositiva”, y lo que “nos merecemos” es un exorcizo asequible que coincide con el punto más oscuro en que descubrimos que se habla de nuestras necesidades, pero con una inmediatez e intimidad que permite pasar por alto muy rápido precisamente lo que verdaderamente necesitamos. Somos merecedores y lo que merecemos parece provocar apenas una venta de felicidad “propositiva”. Se nos ha ofrecido a nuestros merecimientos un vocablo que expulsa el rigor de las cosas, el obstáculo como forma de la historia, la elaboración del sentido cívico a través de la dificultad compartida y no de simulacros de cumpleaños, donde es habitual escuchar agradecer “desde el fondo del corazón”.

La lengua “propositiva” –desde luego, la del PRO y aledaños– ha logrado ser una lengua real hablada en la ciudad. O al revés, flotaba en la ciudad barrial, afectuosa, “familiera”, gratamente dominguera, un soterrado desánimo que con el tiempo, ablandado como se ablandan los motores, se consiguió que llegue al puerto de lo “propositivo”, el simulacro de la vida sin conflictos, el jardín de la política sin política. El ablande de las cosas, el “vos” con el que nos convocan, y con el que se realiza el adiestramiento ficticio de la cercanía, la propia cercanía como concepto magno (“el Estado cerca de la Gente”), son todos artificios comunicacionales que nos llevan a pensar sobre nosotros mismos como personas diluibles.

Es que el merecimiento es el más esquivo concepto de la política. Es lo que quiere el individuo en su fraseo final, cuando se reconoce como persona no diluible (no “propositiva” sino “complejamente hablante”). La persona no diluible acepta vivir una vida escarpada, forcejeada. Pero el político que juega con el merecimiento colectivo sin especificar qué y cómo, holgazanea con sus propios actos, que también contienen decisiones oscuras, opciones duras entre personas diferentes y cálculos no expresados públicamente; por lo que con el merecimiento ve sólo ante sí a personas diáfanas, a ser restauradas en su virtud, a las que les debe hablar simulando y disimulando –si verdaderamente las conoce– sobre las zonas escabrosas de su conciencia. De este modo, llega a la eficacia política sobre la base de personas disolubles, las que diluyen la escondida densidad moral de lo real de sus existencias.

La ciudad será concebida como una red de circulación feliz y se la consagrará a un rediseño basado también en el merecimiento: la ciudad comprendida como mera máquina circulatoria, un tecnomecanismo que la retira de la historia compleja; la aparta de sus ejes problemáticos histórico-sociales. Su industrialización en los ’30, su desindustrialización en los ’60, la trama lóbrega de la renta urbana, la pesada especulación inmobiliaria, las visiblemente malas condiciones habitacionales, sus cercamientos, su repliegue respecto del conurbano, sus nacientes prejuicios que viborean contenidamente. Es decir, la ciudad vista como un instituto sombrío de reproducción técnica de desigualdades. De este modo, se la considera una gestionadora de servicios públicos secundarios (ganar 15 minutos en el cruce a la 9 de Julio por los nuevos circuladores no está mal, pero esto se propone sin nociones urbanas ligadas al espaciotiempo del usuario no usurpado por la utilería del control del tiempo urbano, un tipo de ciudadano en vías de extinción).

La novedad del PRO, más allá de la supuesta osadía con la que una de sus fracciones señaló taimadamente la industria del juego, mientras Macri apoyó a Larreta con una frase también tortuosa (“Horacio conoce los instrumentos de gobierno”), no implica la emergencia de un fenómeno nuevo: es un partido de revestimiento, lo principal se dice en otro lado (su programa hay que leerlo, entre otros lugares, en los editoriales de Morales Solá, para qué molestarse, personaje al que es inimaginable verlo aceptar los peripatéticos pasos de baile de Del Sel y Macri). Mientras la vida propositiva del PRO transcurre dentro del lenguaje usual de la población, en ese velado de depósito de habladurías sobre “instrumentos de gobierno”. ¿Cómo piensan la ciudad? También como un revestimiento, un conjunto de efectos de circulación ajenos a la vida productiva y marchando hacia la organización de un modelo punitivo para el uso futuro de la ciudad.

Hay muchas razones para imaginar los vapuleos electorales que proporciona el PRO, y muchos hacen a la discusión política tradicional. Pero el que parece posible imaginar ahora es el que nos permite decir que el PRO está inserto en el lenguaje colectivo avalado y traficado por los grandes medios de producción de “contenidos”, ellos lo crearon, sin querer queriendo, y la impregnación es tan grande que a mayor desplome de los cimientos clásicos (no tradicionales, sino modernos y democráticos) de la lengua nacional, más crecerá la atmósfera de vulgaridad y rusticidad que amalgaman una forma política y los usos colectivos de la lengua (estos dos variables dan como sumatoria a una ciudad).

No se podrá ganarles, por lo menos en la Capital, si no se encara este problema, si no nos decidimos a hablar de otra manera, no con otras ramplonerías, sino haciendo de la historia de la que somos portadores –que tiene sus oscilaciones visibles, diferencia esencial entonces–, una trama de eventos a ser dichos con nuevas pertinencias. Sin disolver nada a fin de hacerlo más digerible, y sin hacer de los queribles ritos antiguos, el lenguaje cerrado de apenas una enorme minoría.

* Director de la Biblioteca Nacional.

28/04/15 Página|12

Zoom a los globos amarillos Por José Natanson *

El modo que ha elegido el PRO para festejar sus triunfos genera en el progresismo una sensación equivalente a la de arañar un pizarrón, tocar gomaespuma con la yema de los dedos o respirar el polen que despiden los bananos en las noches de primavera. Sin embargo, superar este rechazo epidérmico es esencial para entender un fenómeno más complejo de lo que habitualmente se piensa.

Comencemos por el principio. Igual que el kirchnerismo, el PRO es un hijo de diciembre, del sacudón que produjo la crisis del 2001 en amplios sectores de la sociedad, y cuyos antecedentes, también como el kirchnerismo, pueden rastrearse a los ’90, al lento proceso de degradación de los años finales de la convertibilidad, cuando no sólo surgieron las agrupaciones de izquierda independiente en las universidades, los nuevos movimientos sociales y la renovación de los organismos de derechos humanos a través de HIJOS, de donde luego provendría buena parte de la militancia K, sino también una serie de ONG de filo tecnocrático que están en el seno del fenómeno PRO.

Formadas al estilo de los think tanks estadounidenses, que funcionan a la vez como centros de elaboración de programas de gobierno llave en mano, espacios de socialización profesional y núcleos de lobby, este tipo de organizaciones desarrollaron un conjunto de propuestas que giran alrededor de las nociones de modernización, transparencia y eficacia, detrás de las cuales no es difícil imaginar clivajes como eficiencia/ineficiencia, nueva/vieja política o improvisación/equipos, luego transformados en los ejes propositivos de la renovación programática del PRO.

Financiadas por organismos internacionales y grupos empresarios y adoptadas con entusiasmo por los medios de comunicación, las ONG de los ’90, como Poder Ciudadano, Cippec, Grupo Sophia y Creer y Crecer, marcaron el inicio de las trayectorias de buena parte de la cúpula del PRO, incluyendo a Horacio Rodríguez Larreta, Laura Alonso, Miguel Braun y Nicolás Ducoté. Por supuesto, el PRO absorbió también los fragmentos supervivientes de los partidos neoliberales, como la UCeDé y Acción por la República, a las fuerzas conservadoras tradicionales, como el Partido Federal y el Demócrata, a sectores del peronismo y, en menor medida, del radicalismo porteño. Pero lo que sin dudas lo distingue de otras experiencias es la capacidad de incorporar dirigentes –casi diríamos cuadros– sin contacto previo con la política, provenientes del mundo empresarial, del voluntariado católico y, sobre todo, del equívoco campo de la “sociedad civil”. Esa es la gran novedad, el aporte verdaderamente original del PRO a la política argentina.

Este rasgo le confiere a la militancia del PRO un aire especial, agudamente destacado por Gabriel Vommaro, Sergio Morresi y Alejandro Bellotti en Mundo Pro (Editorial Planeta): una dimensión moralizante que enfatiza valores como la entrega y la generosidad para “donar” tiempo y esfuerzo a pesar de las dificultades que impone la política cotidiana. Esta imagen de “autoconstrucción moral” resume el núcleo implícitamente sacrificial de la militancia estilo PRO: la idea de que el funcionario o militante, ubicado por el azar de su nacimiento en los pisos más altos de la pirámide social, podría estar triunfando en su mundo privado, profesional, deportivo o empresarial y que, en cambio, se involucra en los asuntos públicos por el bien del país.

Pero no se trata sólo del origen. Si el PRO nació al mismo tiempo que el kirchnerismo y ha sabido atraer a la política a dirigentes y militantes que antes la miraban con recelo, su crecimiento se inscribe, como el del oficialismo, en una tendencia regional que lo excede. Me refiero al ascenso de una nueva derecha, que demostró su potencia en las elecciones presidenciales de Brasil, en las que Aécio Neves quedó a sólo tres puntos de Dilma Rousseff, y en las de Venezuela, en las que Henrique Capriles estuvo cerca de derrotar a Nicolás Maduro, a lo que podríamos sumar el triunfo de Sebastián Piñera en las elecciones chilenas de 2010.

La nueva derecha es nueva porque es democrática y posneoliberal. Por una simple cuestión etaria, los dirigentes que la lideran no tuvieron participación en las dictaduras de los ’70 y ’80, sus partidos surgieron una vez que éstas finalizaron e, incluso, como en el caso del PSDB brasileño y el célebre voto de Piñera por el No a Pinochet en el plebiscito de 1988, se opusieron a ellas. Y es posneoliberal porque se trata de una derecha que reivindica un rol activo del Estado en la economía, destaca la importancia de la educación y la salud pública y promete mantener las políticas sociales en caso de llegar al poder (en este sentido, resulta notable que, así como Hugo Chávez fue el primer líder de la nueva izquierda en llegar a la Presidencia, Capriles fue el primer candidato de la nueva derecha en comprometerse a no desactivar las misiones sociales si ganaba las elecciones: por eso Mariano Fraschini habla de la caprilización de la derecha latinoamericana).

Pero maticemos antes de continuar. Que la nueva derecha sea esencialmente democrática no quiere decir que sus sectores más recalcitrantes no participen de los intentos de “golpe suave” registrados en los últimos tiempos, aunque es difícil estimar hasta dónde y aunque el tema exija una mirada más fina. Del mismo modo, que combine una defensa de lo público con promesas sociales no implica que llevará a cabo una gestión socialmente inclusiva. Pero tampoco significa que gobernará del mismo modo que la derecha de los ’90, por una razón tan sencilla que a veces se pasa por alto: las reformas del Consenso de Washington, corazón del programa de la vieja derecha, ya fueron implementadas, y en muchos aspectos siguen vigentes a pesar los esfuerzos contrarreformistas de los últimos años. En otras palabras, la nueva derecha no incluye menciones explícitas al neoliberalismo porque el neoliberalismo es antipático, pero sobre todo porque el neoliberalismo ya ocurrió.

¿Cómo definirla entonces, y por qué seguimos hablando de derecha? Probablemente se trate de una ecuación más compleja, como la de Mauricio Macri en la Ciudad: no privatizó las escuelas, pero disminuyó el presupuesto para la educación pública como porcentaje del PBI, no aranceló los hospitales (ni prohíbe que se atiendan los no porteños o los no argentinos), pero tampoco invirtió en nuevos centros de salud; no mandó las topadoras a las villas, pero tampoco destinó un peso extra a vivienda social. Imposible de definir sin zoom, la fórmula quizá podría resumirse de esta manera: todo el gasto social que haga falta para garantizar la estabilidad política y la prosperidad de los negocios, pero ni un peso más del que sea necesario. Una estrategia que, dicho sea de paso, puede funcionar en buena medida gracias a un Estado central hiperactivo que compensa en materia social la desatención de los niveles subnacionales, porque siempre es más fácil gobernar un distrito con planes como la Asignación Universal y el Procrear que sin ellos, pero que difícilmente alcance para llevar adelante una gestión nacional, aunque eso está por verse.

Rebobinemos antes de concluir. El origen del PRO en la crisis del 2001, su capacidad de sumar dirigentes y la astucia para incorporar algunas marcas programáticas del mundo posneoliberal ayudan a explicar su ascenso, más que las miradas sociológicas centradas en el derechismo intrínseco de los sectores medios, que en algunos análisis aparecen inmutablemente cosificados en una posición conservadora contra la que ni siquiera vale la pena luchar, una especie de resignación que implica desconocer la capacidad de la política para transformar realidades sociales, tal como demuestran los dos triunfos kirchneristas en la misma ciudad conservadora que el domingo se inclinó por el macrismo, con Aníbal Ibarra en 2003 y con Cristina en 2011.

Por eso, antes de estornudar tratemos de entender una escena que hemos visto mil veces: los dirigentes del PRO, de traje pero sin corbata, las mujeres casual, elegantes sin exagerar, salen a bailar, revoleando los pañuelos, haciendo pogo, incluso el trencito, con Antonia a babucha y los globos multicolores volando por todos lados. El DJ mezcla cumbia y rock y guarda para el momento clave “Ciudad mágica”, el hit de Tan Biónica, la banda que por aptitud estética y origen (su salto a la fama se debió en buena medida a su brillante presentación en el festival Ciudad Emergente) se ha convertido en la banda PRO. El baile, decíamos, tiene su lógica: el PRO, a diferencia de otras fuerzas, no es resultado de una historia densa que imponga un folklore determinado. ¿Qué hacen los peronistas cuando festejan? Cantan la marchita. ¿Y los radicales? También tienen la suya, menos inspirada pero existe, y las boinas blancas, aunque ya casi nadie las usa. Sin una tradición política a la que recurrir, los dirigentes del PRO, como señaló el periodista Nicolás Cassese, apelan, igual que todo ser humano en momentos de angustia o euforia, a lo que tienen más a mano, al universo cultural de su memoria emotiva, que los reenvía a los casamientos, los Bar Mitzvah o los tercer tiempo de la adolescencia. Su patria también es la infancia.

* Director de Le Monde Diplomatique, Edición Cono Sur.

28/04/15 Página|12