domingo, 31 de marzo de 2013
EL CAPITALISMO ES EL ENEMIGO.
El capitalismo es el enemigo
Por Enrique Ubieta Gómez *
Durante uno de mis frecuentes recorridos por otras provincias del país, en los que suelo departir con profesionales y estudiantes universitarios, y me rearmo de ideas y de argumentos que no siempre me respaldan, pero enriquecen los míos, surgió una afirmación sobre la que he largamente meditado. Creo que aborda de frente un problema esencial, insoslayable, de cuya solución dependen otros muchos. Mi interlocutora de ocasión lo abordó sin ambages: “yo no asumo que el capitalismo sea mi enemigo, dijo, creo que el capitalismo tiene cosas buenas y cosas malas, y que el socialismo tiene cosas buenas y cosas malas.” No es la primera vez que escucho esa frase, asociada a la idea de que debemos juntar “lo bueno” del capitalismo con “lo bueno” del socialismo, idea que malinterpreta el sentido de los Lineamientos aprobados por el Congreso del Partido.
Sin embargo, lo que en mi opinión constituye un dislate no es la afirmación de que el socialismo tiene cosas “malas”, aunque la frase no sea del todo exacta; de hecho, hablar del socialismo solo es posible desde la experiencia histórica, y ésta es pródiga en caminos falsos o fallidos, en aciertos y errores. Pero, ¿qué es el socialismo? No es –digámoslo desde la negación–, un lugar de llegada, es más bien un camino hacia otra parte, hacia otro “mundo” que hoy parece imposible, pero que los revolucionarios hacen, que las revoluciones harán posible. El punto de partida de ese camino, tantas veces buscado, incierto pero inevitable, es el capitalismo, y por él se avanza negándolo. Y a veces se regresa, si no pudo ser desde cierta perspectiva –el comunismo solo será si coincidimos todos en él, pero es necesario avanzar lo que podamos–, para negarlo desde otra. El camino es un permanente tanteo de negación, es decir, de superación.
El error es creer que el capitalismo, como sistema, tiene cosas “buenas”. ¿A qué se refieren? Si el desempleo o el hambre que nos ronda, que nos espera al menor descuido, elevan la productividad del trabajo, ¿eso es bueno? El capitalismo no son “cosas”, como zapatos bonitos, o luces de neón; son relaciones depredadoras de producción. Su esencia es el mercado, la producción de mercancías. Y para esa obsesión, existe un complemento: el consumismo. La cultura del tener. Los objetos no están al servicio de las personas, porque las personas existen para poseer objetos, para exhibirlos. Yo me presento y no digo, por ejemplo, me gusta el color azul. El cielo es azul, pero es gratis, no tiene valor de cambio. Llevo un traje azul de marca Armani, muy caro. El traje dice: el portador es un hombre importante. Necesito el traje, el reloj de oro, el auto de lujo, para que la gente me valore. No es suficiente la posesión, es imprescindible la exhibición.
El socialismo no son aciertos y errores, no son caminos desechados o retomados; son relaciones de producción socializadoras, participativas. Su esencia es la solidaridad. El principio de que cada quien entregará a la sociedad lo que su capacidad permita, y recibirá de esta según su aporte. La cultura del ser. Ser, no es una palabra grandilocuente. Me presento desnudo, por mis gustos, virtudes y defectos. Los objetos me sirven. Consumo, desde luego; aspiro a una mejor calidad de vida –el socialismo no es carencia, no es sacrificio–, pero no soy consumista; no necesito el último modelo, sino aquel que satisfaga mis necesidades. Hay individualidades que cultivan el ser en el capitalismo; hay individualidades que se aferran al tener en el socialismo. La cultura del ser es una especie de contracultura que el capitalismo genera. Lo bueno del capitalismo es que incuba la posibilidad del comunismo. Lo malo del capitalismo es que no admitirá jamás indiferencia, ni terceras vías. Si decimos que no somos su enemigo, él será nuestro enemigo, y nos hará cómplices o víctimas. Fidel suele decir que la batalla hoy es de ideas, es cultural. La modernidad capitalista agota rápidamente los recursos del planeta, y no hay otro. Pobres y ricos navegamos en la misma nave. Si naufragamos, todos perecemos. El capitalismo sí es el enemigo.
* Ensayista y periodista cubano.
http://la-isla-desconocida.blogspot.com.ar/2013/01/el-capitalismo-si-es-el-enemigo.html
MACRI EL TARAMBANA POR RICARDO RAGENDORFER
El más tarambana de los Austrias Menores
Por Ricardo Ragendorfer
Es como si el fantasma de Carlos II flotara en el despacho principal del edificio de Bolívar I.
Una gran escena de la Historia: Mauricio Macri y su esposa, Juliana, junto al nuevo Santo Padre en la nave principal de la basílica de San Pedro, a minutos de su entronización. El hombre que desde ese día sería llamado, simplemente, Francisco, le dispensó al alcalde porteño un saludo afectuoso, casi familiar. Y él –cuya imagen era mostrada en vivo por todos los televisores del planeta– no ocultaba su orgullo por ello. Un orgullo que llegó a su clímax cuando el Papa le dijo: "Pero no me la trajo a la Antonia", en referencia a la pequeña hija de la pareja. Macri no contestó; en sus ojos había un extraño brillo.
Quizás, en medio de tan gloriosas circunstancias, su mente haya evocado la figura de su propio padre, con la ilusión de que estuviera ante una de aquellas pantallas. Se trataba, por cierto, de una ilusión cargada de revancha. Al fin y al cabo, el ya anciano Franco Macri fue una presencia perenne en los pasillos del poder y había frecuentado desde abyectos dictadores hasta estadistas de fuste. Pero jamás departió así, codo a codo, con un Pontífice. Ahora, bajo los frescos de Miguel Ángel, el líder del PRO parecía regocijado con tamaña victoria sobre su progenitor. Ya se sabe que el vínculo entre ambos está marcado por capítulos vidriosos. Al respecto, bien vale recordar un añejo episodio.
El Banco Extrader, cuyo directorio era encabezado por el financista Marcos Gastaldi, colapsó de modo escandaloso el 27 de enero de 1995. Entre los ricos y famosos perjudicados por ello resaltaba don Franco, quien en esa ocasión perdió unos 10 millones de dólares. Lo cierto es que los había depositado por consejo de Mauricio, amigote del polémico banquero.
Meses después, cuando fue elegido presidente de Boca, Franco lo llamó para expresarle sus congratulaciones. Pero con una ironía no exenta de recelo: "Eh, Mauricio, que esto no nos salga tan caro como lo de Gastaldi."
Nadie entonces pudo imaginar que aquel tarambana de personalidad insípida se convertiría con el paso del tiempo en el líder de un partido que lo proyectó –con dos mandatos consecutivos– como jefe de la metrópoli más importante del país, para desde aquel cargo despejar su camino hacia la presidencia de la Nación. Y nada menos que bajo la bandera de la denominada "nueva política", cuyo único sentido está cifrado en una suerte de rebelión frente a la dirigencia tradicional. Sin embargo, en la brisa que exhala la figura de Mauricio –hacerse llamar por su nombre de pila es parte del asunto– no hay nada más lejano que la improvisación. Por el contrario, tanto en su manera de interpretar el mundo como en su perfil de estadista se advierte una nítida influencia: la del modelo hispánico de gestión del siglo XVII.
La endogamia o, directamente, el incesto dejaron su huella en los tres reyes que gobernaron España entre 1598 y 1700 –Felipe III, Felipe IV y Carlos II–, quienes pasarían a la historia como los Austrias Menores. Sus características más notorias fueron la fragilidad psicológica y una inteligencia fronteriza a la subnormalidad. Ello, junto con la holgazanería y falta de formación intelectual, hizo que para cumplir con sus responsabilidades de Estado tuvieran que apelar a consejeros con atribuciones de monarca –como el Conde-Duque de Olivares y el cardenal Luis de Portocarrero–, los cuales supieron ser tan ineptos como sus representados. En consecuencia, esa centuria significó para el país ibérico la vuelta al feudalismo y una crisis económica empeorada por las hambrunas. El momento más estrambótico de dicha etapa transcurrió durante el reinado de Carlos II, al que sus súbditos llamaban El Hechizado.
Es como si su fantasma flotara en el despacho principal del edificio situado en la calle Bolívar 1, cuyo actual inquilino persiste con inusual obstinación en cometer errores de ortografía hasta cuando habla. Por no mencionar su apego en transferir obligaciones suyas a terceros, como Horacio Rodríguez Larreta, quien es algo así como su propio cardenal Portocarrero.
Este, por caso, protagonizó en vísperas al último mundial de fútbol –junto al ministro de Educación, Esteban Bullrich– un acto de gobierno que bien podría ser considerado como verdadero un paradigma de la lógica macrista: entregar plasmas para ver los partidos de la Selección en una escuela que tenía cortado el servicio de electricidad. No menos desafortunado fue el alquiler del Teatro San Martín para un cumpleaños. Y la autorización para emitir el programa de Mirtha Legrand desde el Teatro Colón.
La lista de dislates es muy extensa. Por tal razón, conviene centrarse sólo en las del presente: el violento desalojo de la Sala Alberdi, del Centro Cultural San Martín, el enrejado compulsivo de parques y plazas, el tarifazo del subte además de increíbles obras y emprendimientos –la ablación de árboles en la avenida 9 de Julio, cortes simultáneos en calles y avenidas por tareas de bacheo e, incluso, el trazado de un autódromo sobre el principal acceso hacia el norte de la ciudad–.
A ello se le agregan otros absurdos más estructurales: el colapso del sistema sanitario y de la educación, dudosas ejecuciones presupuestarias, casos de corrupción, negociados con el erario público y hasta el procesamiento del propio Mauricio en la causa por las escuchas telefónicas.
"No me la trajo a la Antonia", repitió Bergoglio en la Capilla Sixtina, esta vez con los labios sobre la oreja de Macri. Este persistió en su silencio. Luego, explicó: "Estaba tan emocionado que me olvidé de hablar. Me había quedado sin palabras." Un Austria Menor de pura cepa.
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COMO CONTAR EL HORROR DE LA FAMILIA FORTI.
Cómo contar el horror 36 años después
Por Miguel Russo
mrusso@miradasalsur.com
Dos miradas sobre el libro "Antes de que se vuelvan mariposas", de Demián Verduga, donde se cuenta la historia del secuestro de Alfredo Forti, sus hermanos y su madre en 1977 cuando salían del país hacia el exilio en Venezuela.
Allá a principios de los años ’90, cuando la dictadura pegaba sus últimos coletazos cambiando uniformes militares por saco y corbata y tanques y Falcon verdes por Ferraris que eran sólo “mías, mías, mías”, se escuchaba, ante la ausencia de cuestionamientos políticos fuertes, una pregunta arrinconada en los suplementos culturales de ciertos medios: ¿cuándo se escribirá el genocidio desatado el 24 de marzo de 1976? Pregunta que traía el eco de las palabras que Ricardo Piglia había hecho decir al personaje Emilio Renzi en su Respiración artificial, de 1980: “Avanzo, entonces, para resumir, con una lentitud vertiginosa en esa especie de novela que trato de escribir. Escucho una música y no la puedo tocar, decía, creo, Coleman Hawkins”. O, más profundo aún, y más brutal, llegaba desde el mismo libro una pregunta: “¿Quién de nosotros escribirá el Facundo?”.
El interrogante seguía abierto a pesar de aquellas notables excepciones de los ’80: el mencionado Respiración artificial; Una lectura de la historia, de Andrés Rivera; el inclasificable Flores robadas en los jardines de Quilmes, de un por entonces clasificable Jorge Asís; Los compañeros, de Rolo Diez, y Nadie nada nunca, donde Juan José Saer plantaba la certeza como una trompada desde el comienzo mismo de la novela: “No hay, al principio, nada. Nada”.
Esa nada parecía hacerse carne en los ’90. Aguardaba como los campesinos sorprendidos con sus mejores galas por la cámara fotográfica de August Sander en el medio de una ruta polvorienta de camino al baile sabatino. Fotografía que provocó, medio siglo después, la afirmación de John Berger: “¿Qué es un hombre en el camino? Tiempo”.
Y con el tiempo, la narrativa argentina –esa narrativa que, como señala con precisión quirúrgica María Seoane, es herencia y, del mismo modo, parición de las obras de Rodolfo Walsh, donde se aúnan literatura y documento, donde la Historia con mayúsculas se mezcla con la historia con minúsculas, realidad y ficción, fuerza sobre fuerza, para decirlo todo–, esa narrativa comenzó a desenredar el drama social que marcó a sangre y fuego lo más profundo de la cultura nacional. Al principio, de modo titánico, necesidad imperiosa de decirlo todo, de romper aquella famosa consigna de Theodor Adorno, “cómo escribir después de Auschwitz”, que llegaba desde Europa: Recuerdo de la muerte, de Miguel Bonasso; La voluntad, de Eduardo Anguita y Martín Caparrós.
Decía Benedetti, a mediados de los ’50, “está prohibido llorar sobre los libros porque no queda bien que la tinta se corra”. Ahora, 2013, María Seoane abre su prólogo a Antes de que se vuelvan mariposas: “La sangre derramada en las tragedias es indeleble”. Pasaron muchos, muchísimos más de 60 años entre una y otra frase. Y mucho, muchísimo más de 37 años, entre el secuestro de Nélida Azucena Sosa y sus cinco hijos del vuelo 284 de Aerolíneas Argentinas con destino a Caracas hasta el instante en que uno de aquellos chicos, Alfredo Forti, se sienta frente a Demián Verduga y cuenta. Tiempo, sentido profundo del término “tiempo”.
Y justamente es la afirmación de Berger (“¿Qué es un hombre en el camino? Tiempo”) la primera anotación en un hipotético cuaderno de bitácora de Antes de que se vuelvan mariposas.
Leer un libro es leerse a sí mismo, descubrirse en cada palabra, compararse en cada reacción de los personajes, acordar o desacordar con ellos, saberse parte. Leer Antes de que se vuelvan mariposas no rompe esa regla sino que, a la vez, la transforma en necesidad. Paradójicamente, Demián Verduga hace que el lector entre a la historia inmensa de Alfredo Forti como quien entra a una habitación pequeña y desconocida: caminando muy despacio para no alterar el orden preciso y descubrir, milímetro a milímetro, una geografía sorprendente. Una frase corta, mínima, ilumina toneladas de complicidades. Una palabra exacta muestra la comunión militar, civil y religiosa del horror. Un verbo colocado en su lugar hace tambalear a las instituciones que se creyeron libres de toda condena. Muestra el poder de la palabra cuando se recupera el verdadero sentido de cada palabra. La palabra recuperada de Alfredo Forti al contar, la palabra recuperada de Demián Verduga al escribir. Palabra, al fin, recuperada por el lector al ser leída.
Leer un libro –podría seguirse anotando en esa bitácora de lectura– es, también, leer el tiempo. Leer un suceso de 1977 en 2013 es leer el tiempo (y todo lo mucho más que el tiempo en los últimos 36 años de historia argentina) transcurrido entre una y otra fecha.
Leer el secuestro de Nélida, Alfredo, Mario, Renato, Néstor y Guillermo en 2013, escrito por Demián Verduga, es leer el dolor de cada uno de los días de la dictadura, pero también es leer el triunfo de Alfonsín y la primera derrota electoral del justicialismo, las zancadillas empresariales y bancarias a la UCR, Punto Final y Obediencia Debida, la llegada de un caudillo popular que se convirtió en emperador entreguista, los indultos, los desaciertos de una alianza sin futuro, el estallido de 2001, el desfile de presidentes en una semana, y el 22 por ciento que se hizo multitud como el verdadero comienzo de la salida de un infierno militar-empresarial-judicial-eclesiástico-civil.
Leer, ahora, lo realizado por monseñor Emilio Teodoro Graselli en el relato de Forti escrito por Verduga es releer lo expresado por ese ex secretario del Vicariato Castrense durante la dictadura cuando declaró ante la Justicia: “Los datos de cada caso dependían del relato de quienes me venían a ver. En general, tenían el nombre del desaparecido y la fecha en la que había sido secuestrado. En el reverso anotaba el nombre y la dirección de quienes habían venido a preguntar por él y las fechas de las entrevistas. Con las fichas elaboraba una lista que Tortolo enviaba a los jefes de la Fuerza, al Ministerio del Interior y al jefe de la Policía Federal”. Una relectura de lo actuado por ese Graselli que confeccionó alrededor de 2500 fichas de desaparecidos pero afirmó haberse enterado de la existencia de centros clandestinos de detención por la prensa y la Conadep.
Leer la odisea de aquel muchacho Alfredo Forti es hacer una relectura del hombre que hoy está al frente de la Secretaría de Asuntos Internacionales del Ministerio de Defensa. Es leer lo que dijo fuera del libro, hace unas semanas atrás, en una entrevista que muestra lo que prefiguraba entonces: “El hecho de ser parte de la población directamente afectada por las prácticas criminales de la dictadura, de ningún modo debe inhibir la participación en áreas que parezcan contradictorias. En mi caso, concretamente, en Defensa. Por formación y por deseo, soy un convencido de que todos tenemos que dar de nuestra parte lo mejor para que se den las modificaciones y transformaciones para que no vuelva a ocurrir aquello. Hay muchas cosas para cambiar, cosas que vienen del pasado. Hay que arremangarse y meterle mano a eso que excede la temática de derechos humanos”.
Leer la forma de la escritura de Antes de que se vuelvan mariposas es volver a leer cada una de las notas de Demián Verduga. La oreja puesta donde un buen periodista sabe que debe ponerla y la palabra volcada sin vueltas ni reveses, el decir claro y sencillo de un buen narrador.
Leer un libro, finalmente, hace entrar en consonancia las ganas del lector con las ganas de ser leído del autor. Esa comunión hace que la historia, toda la historia, estalle en cada frase, en cada punto.
Alguien, alguna vez, dijo “yo también tuve veinte años, no vuelvan a repetirme que es la mejor edad”. Alfredo Forti fue secuestrado por los militares a los 16 y caminó hacia los 20 durante la dictadura. Demián Verduga cumplió 16 cuando se firmaba el último indulto a los genocidas y caminó hacia los 20 durante el menemato. Última anotación en la bitácora de lectura: con libros como Antes de que se vuelvan mariposas, los jóvenes que hoy en día caminan sus 20 años pueden empezar a olvidar, ya no al autor de aquella afirmación sino la afirmación completa. Porque no en vano Alfredo Forti, el hombre, prefería terminar una reciente entrevista con la frase “los que no se interesan en la política están condenados a ser gobernados por aquellos que sí se interesan”. Y no en vano Demián Verduga prefirió terminar su libro con la certeza irrevocable que transmite su personaje al levantar su mano derecha, mientras se le planteaba el juramento de rigor por su cargo en Defensa: “Por la patria, mi mamá y los treinta mil desaparecidos, lo juro”.
“Por la patria, mi madre y los treinta mil desaparecidos”
Por María Seoane. Escritora y periodista
cultura@miradasalsur.com
El prólogo
La sangre derramada en las tragedias es indeleble: las vidas segadas tienen la tenacidad de lo imborrable. Luego, treinta y cinco años más tarde –el tiempo memorial se mide en la capacidad de las sociedades de mirarse a sí mismas para entender lo ocurrido–, un periodista, Demián Verduga, y un sobreviviente, Alfredo Forti, encandilan contándonos esta historia. El periodista, con la maestría narrativa de los grandes de la crónica y la novela negra –como Dashiell Hammett y Rodolfo Walsh– y el sobreviviente, con la obsesión por los detalles que, en todo caso, revelarían si no lo central –el destino de su madre desaparecida–, la trama hasta ahora desconocida de un crimen que ocurrió durante la dictadura que asoló la Argentina desde 1976, bajo la señal de la cruz. No todos los destinos que acá se relatan tienen la linealidad binaria de “los buenos y los malos”. Si hay una atribución definida en las tragedias humanas es lo paradójico. El destino, como la fuerza de las cosas, lleva a los protagonistas a lugares que se intercambian como víctimas y victimarios en el largo camino de la memoria y la justicia.
Nada terminó –nos contará ese destino– como comenzó aquel febrero de 1977, cuando el joven Forti de dieciséis años y sus cuatro hermanos, el menor de ocho años, salían al exilio junto con su madre Nélida Sosa para encontrarse con su padre, el médico cirujano tucumano Alfredo Forti, ya exiliado en Venezuela. Su hermana mayor, Silvana, no viajaba con ellos. Pero cuando estaban por partir en el vuelo 284 de Aerolíneas Argentinas con destino a Caracas, fueron secuestrados en el avión por una patota del régimen que los envió al reino mortal del general Ramón Camps, recluidos en el pozo de Quilmes, bajo la atenta mirada del obispado de La Plata, entonces a cargo de monseñor Antonio Plaza. Desde Caracas, Forti padre movió cielo y tierra. Sobre todo, cielo: un gran amigo de la familia, un hombre de la Iglesia venezolana, se ofreció a hacer gestiones y llegó hasta el vicario castrense argentino, monseñor Emilio Teodoro Graselli, que hizo (como se supo años después) una ficha, entre las 2.500 que dijo juntar esos años con los datos que familiares de desaparecidos entregaban de buena fe a un religioso para salvar a sus seres queridos, con los datos de la familia Forti. Graselli cumplió la promesa de salvar a los niños: los dejaron atados a árboles con capuchas en un barrio porteño, y luego los acompañó al aeropuerto con los salvoconductos para Venezuela donde los esperaba su padre, pero Nélida Sosa nunca apareció.
La conversación del joven Forti con su madre antes de que los separaran es una página antológica sobre el amor. El joven Forti estudió relaciones internacionales en Estados Unidos y trabajó allí en organismos multilaterales. Entre 2004 y 2007 fue embajador argentino en Honduras. Entre 2007 y 2011, durante la gestión de Nilda Garré, fue secretario de Asuntos Internacionales del Ministerio de Defensa. Forti hijo nunca dejó de investigar el destino de su madre. Monseñor Graselli fue acusado de encubrimiento en delitos de lesa humanidad por numerosos casos. Su gestión reveló la complicidad y el poder de la jerarquía de la Iglesia Católica argentina con el Estado terrorista.
Treinta y cinco años después, nada terminó como había comenzado: en diciembre de 2011, Forti juró en el salón San Martín del edificio Libertador –donde lo hicieron también Jorge Rafael Videla y la cúpula golpista en 1976– continuar al frente de su trabajo, bajo la gestión del ministro Alfredo Puricelli. Y cuando Forti juró “Por la patria, mi madre y los treinta mil desaparecidos” la historia lo devolvió de repente a la misma emoción aluvional de aquel adiós que se supieron decir él y su madre una noche oscura que tendría, aunque no lo supieran, la paradoja del final.
31/03/13 Miradas al Sur
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OPINION DEL DESCAMISADO SOBRE EL 30 DE MARZO DE 1982.
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1982 - LUCHE Y SE VAN - 2013.
por Revista EL DESCAMISADO (Notas) el viernes, 30 de Marzo de 2012 a la(s) 1:10
A mediado de 1981 la dictadura oligárquico-militar daba muestras inconfundibles de agotamiento en todos los planos. El programa anunciado el 2 de Abril de 1976 por Martinez de Hoz había logrado avanzar en sus primeras fases de desarrollo a pesar de la resistencia de los trabajadores y el activismo clandestino de distintas expresiones de la militancia organizada con acciones armadas y de agitación. En este plano la organización política que logró desplegar sus fuerzas hasta el final de la dictadura y bien entrada la transición democrática fue sin duda alguna las agrupaciones en los frentes de masas referenciados en Montoneros. Hecho que determinó sin dudas que la represión fuera proporcionalmente inversa al empeño puesto por sus fuerzas en el derrocamiento del régimen dictatorial.
En aquel mes de Junio de 1981 nace lo que se denominó la multipartidaria, ideada originariamente por el dirigente radical Ricardo Balbín (aquel mismo que denunciara a las movilizaciones gremiales de mayo y junio de 1975 como la “guerrilla industrial”), quedó conformada por la UCR, el PJ, la Democracia Cristina, el Movimiento de Integración y Desarrollo y el Partido Intransigente, más la adhesión de un puñado de partidos y organizaciones políticas menores. Ya habían transcurrido los peores y más duros años de la dictadura, a pesar del cerco informativo una palabra hasta entonces desconocida para significar un hecho masivo comenzaba a invadir la cotidianeidad de nuestros hogares: “el desaparecido”, que como había dicho Videla desde esa típica cobardía blindada unos años atrás “no está” “no tiene entidad”, “no existe”, “está desaparecido”. Miles de presos políticos, torturados, centros clandestinos de detención ilegal, decenas de miles de exiliados, miles de militantes políticos y sindicales en la dura clandestinidad, terminaban por conformar el escenario de la catástrofe provocada por nuestras clases dominantes con las FF.AA como su brazo armado. Nadie de esa multipartidaria podía ignorar esa realidad que algunos años atrás había señalado Walsh con su magistral pluma en la ya mítica carta dirigida a los militares de la Junta Militar. Todos la conocían y por ende todos con mayor o en menor intensidad le dieron la espalda.
No salía publicado en ningún diario, no se comentaba en los programas periodísticos radiales o televisivos, pero no era secreto para nadie de los que permanecían en los círculos de la militancia política y sindical de aquellos años que el Dr. Raúl Ricardo Alfonsín apostaba a ser una especie de primer ministro de la dictadura, en un plan político de transición que establecía una participación progresiva de los civiles en el gobierno al estilo de lo que venía sucediendo en Brasil. Se pensaba en distintas fases de desarrollo de dicho plan para que en uno o en dos períodos de gobierno, primero a nivel de las intendencias (este plano ya había comenzado, puesto que cientos de Intendentes pertenecientes a la UCR permanecieron en sus puestos durante todo el transcurso del período dictatorial), luego en las gobernaciones y por último en el plano nacional, se fuera conformado una nueva "institucionalidad" que a modo de transición hubiera allanado el camino a los represores hacia sus cuarteles, claro está hasta nuevo aviso.
De tal forma el “progresismo” aparecía en la política argentina como aquel estilo político destinado a aceptar la nueva configuración social, económica y cultural que el genocidio había formateado en la sociedad argentina, ofreciendo un barniz de “tolerancia” y “republicanismo” barato de baja estofa, que quedara patentizado pocos años después discursivamente en esa estúpida repetición discursiva del preámbulo constitucional.
El primer documento de la multipartidaria data del 14 de Julio de 1981, en el cual sus redactores pusieron especial cuidado en manifestar que su convocatoria “…no apunta al pasado. Emerge del presente y tiene la intención de plasmar el porvenir argentino…”; para concluir afirmando que todo ello lo hacen “bajo el lema del Episcopado Argentino: La reconciliación nacional”. Literalmente el documento ni menciona las palabras “desaparecido”, “presos”, “torturados”, “exiliados”, “hambre”, “deuda externa”, “destrucción del aparato productivo”, “fusilamientos”, “asesinatos en masa”. La verdad es que aquella emergente clase política comenzaba su reconstitución bajo los estandartes del olvido, el perdón y la complicidad. Fueron los trabajadores organizados primero en “los 25”, luego en la CGT Brasil encabezada por Saúl Ubaldini, las Madres de Plaza de Mayo y la asombrosamente resurgente y maravillosa Juventud Peronista Regionales, lo que desbarató el infame intento conciliador, provocando el arrinconamiento de la dictadura y sus secuaces bastante tiempo antes del conflicto de Malvinas.
Fue mucho después, incluso luego que la multipartidaria ofreciera su apoyo a la dictadura en el conflicto armado de Malvinas, en el documento elaborado para la movilización del 16 de Diciembre de 1982, que se animan a mencionar sencillamente “el tema desaparecidos” sin exigir aparición con vida y juicio y castigo a los culpables, ni mucho menos imputación de responsabilidad política y penal alguna a los genocidas.
La movilización del 30 de marzo de 1982 fue la mayor expresión de lucha obrera del período dictatorial autoproclamado "proceso de reorganización nacional" perteneciente a la dictadura que gobernara la Argentina entre 1976 y 1983. Convocados por la CGT, bajo la consigna "Paz, pan y trabajo", cincuenta mil jóvenes y trabajadores coparon la Plaza de Mayo en una verdadera huelga política de masas. Saúl Ubaldini comandó la gigantesca movilización demostrando su valentía y compromiso social.
La jornada anunciaba el colapso de una dictadura agotada en sus contradicciones internas, la crisis económica y la movilización de las masas, motivo por el cual el Ministerio del Interior adujo que la CGT no había solicitado la autorización correspondiente para realizar la marcha y que los actos podían ser utilizados para producir alteraciones a la seguridad y el orden público, a la vez que recordaba que seis dirigentes sindicales, entre ellos Saúl Ubaldini, se encontraban procesados por haber declarado una huelga general el 22 de julio de 1981.
La Plaza de Mayo fue cercada por un dispositivo más fuerte que cualquiera conocido hasta entonces; se cortó el puente Pueyrredón con carros de asalto y un fuerte cordón policial. Se reprimió duramente las concentraciones que se efectuaron en los alrededores de Tribunales y en el puerto; por primera vez, empleados y funcionarios de lazona céntrica de Buenos Aires ("cuellos blancos") arrojaban desde balcones y ventanas todo tipo de proyectiles contra los elementos de la represión. En esos días se calculó que hubo cerca de tres mil detenidos, aunque nunca se informaron las cifras oficiales. Hubo una movilización en las ciudades de Mendoza, donde la represión culminó con el asesinato de un sindicalista; en Rosario, dos mil trabajadores recorrieron el centro de la ciudad con consignas contra la dictadura; en Mar del Plata y San Miguel de Tucumán detuvieron a doscientas personas por repudiar al gobierno militar; en Córdoba, el Tercer Cuerpo del Ejército patrulló las calles con columnas de hasta siete vehículos militares por temor a la movilización de los trabajadores
Una vez mas los trabajadores argentinos, desde su genética capacidad de resistencia, enfrentándose desde tiempos inmemoriales, en todas las dictaduras y en las democracias con el país oligárquico, puso en juego su capacidad de lucha, poniendo el cuerpo para indicar el rumbo y los objetivos.
Y fue en ese año 1982 que la Juventud Peronista Regionales cobró nuevos bríos, a pesar de la masacre del terrorismo de Estado con miles de nuevos jóvenes que se plegaban a la lucha bajo las consignas de: “RENDICION DE CUENTAS”, “NO A LA CONCERTACION”, "CONTINUISMO OLIGARQUICO O DEMOCRACIA REAL", “APARICION CON VIDA”, “JUICIO Y CASTIGO A LOS CULPABLES”.
El retorno a la institucionalidad electoral – lo que algunos llaman democracia- fue consecuencia de la empecinada lucha confrontativa sostenida por los trabajadores organizados, las Madres y esas decenas de miles de militantes populares, en su inmensa mayoría jóvenes peronistas revolucionarios que literalmente no dudaron en ofrendar jirones de sus vidas por la libertad y la justicia social. Fue el hostigamiento permanente en todos los planos, con los documentos, las pintadas, los volantes, los fierros, el activismo en las fábricas, en las comisiones gremiales internas, en las facultades, en las escuelas, en los barrios, en los asentamientos del conourbano, en las interferencias televisivas. Fueron miles de empecinados patriotas indignados por la entrega de la Nación y el empobrecimiento del Pueblo lo que generó la retirada de la dictadura y el posterior juzgamiento de los represores y no las agachadas complacientes de una clase política patética, cómplice y corrupta.
Y que se sepa también que los genocidas se retiraron así como llegaron, matando y desapareciendo a los que presentaban pelea; y rosqueando con la clase política cómplice y entreguista. En aquellos tumultuosos días de diciembre de 1982 desaparecieron al último sobreviviente de la masacre de Trelew, René Haidar; el 30 de Abril de 1983 en un operativo militar de dimensiones gigantescas emboscan y asesinan en la Provincia de Córdoba a Raúl Clemente “Roque” Yaguer luego de resistir durante horas a puro coraje desde la vivienda que habitaba; días después, el 14 de Mayo del mismo año, Osvaldo Cambiasso y Eduardo “Carlón” Pereira Rossi son secuestrados y asesinados por un grupo de tareas de las fuerzas operativas de la represión, luego de ser torturados salvajemente. Todos ellos miembros destacados de la organización Montoneros. Ningún político "progresista" se molestó por exigir justicia, ni por repudiar las torturas y los asesinatos; más bien se comenzaba a pergeñar la ya tristemente célebre “teoría de los dos demonios”, responsabilizando a los luchadores por la tragedia y poniéndolos en un mismo pie de igualdad con los genocidas.
Hoy, a 31 años de aquel glorioso 30 de Marzo, quizá los trabajadores debamos comenzar a asumir definitivamente que hoy por hoy y desde hace ya tiempo no existe fuerza política capaz de traducir nuestras necesidades y aspiraciones en políticas de Estado; quizá haya llegado el momento de plantearnos seriamente que algún día no muy lejano un trabajador acceda a conducir los destinos de la Patria desde la Presidencia de la Nación como garantía insustituible para alcanzar los cometidos de nuestra revolución inconclusa de la Justicia Social, la Independencia Económica y la Soberanía Política.
Hoy, como hace 31 años, la consigna sigue siendo la misma: LUCHE Y SE VAN.
Consejo de Redaccción.
Revista El Descamisado.
GB
MALVINAS PATRIA GRANDE POR EDGARDO ESTEBAN
Malvinas: patria grande
Por Edgardo Esteban. Periodista y soldado ex combatiente de Malvinas
contacto@miradasalsur.com
Bajo el sol del verano caminamos por las calles de Buenos Aires ex combatientes, referentes sociales, sindicales, culturales y políticos con una pancarta: “Volveremos a Malvinas de la mano de América latina”. Era el 3 de enero pasado, a 180 años de la usurpación de las islas por parte del Reino Unido. El objetivo era llegar a la puerta de la embajada Británica en Argentina para reclamar una vez más al primer ministro David Cameron que cumpla las resoluciones de Naciones Unidas que piden a Gran Bretaña que se siente a dialogar con el gobierno argentino por la soberanía en Malvinas. Esa pancarta era el emblema que resaltaba, en diciembre pasado, en la Casa Patria Grande Néstor Kirchner, cuando inaugurábamos el Foro Latinomeranicano sobre Malvinas como parte de las actividades del encuentro de Jóvenes Dirigentes Políticos de la región. Fue un momento muy especial cuando jóvenes procedentes de Bolivia, Venezuela, Ecuador, Brasil, Uruguay, Chile, Perú, Colombia y Paraguay se comprometieron a luchar por la causa Malvinas en su lugar de origen como parte de la pertenencia que se siente en toda América latina.
Reafirmando este compromiso de la región y respaldando al gobierno argentino en su reclamo, este martes hubo además un encuentro de los referentes regionales y el canciller Héctor Timerman con los 29 miembros del Comité de Descolonización de Naciones Unidas. Los miembros del Comité escucharon las intervenciones sobre la Cuestión Malvinas de los cancilleres de Uruguay, Luis Almagro; del cubano Bruno Rodríguez, por la CELAC, y del vicecanciller de Perú, José Baraún Aranibar. Tras ese encuentro, el presidente del Comité de Descolonización, el embajador ecuatoriano Diego Morejón Pazmiño resaltó la importancia de que las tres agrupaciones regionales apoyaran en conjunto por primera vez el reclamo.
Esa misma América latina unida se percibió, pocas horas después, en otro gesto más de integración y compromiso regional con la causa Malvinas cuando los cancilleres de América latina y el Caribe renovaron el pedido al secretario general de las Naciones Unidas, Banki Moon, de exigir al Reino Unido que respete las resoluciones sobre la cuestión Malvinas.
Una vez más se denunció la militarización de la zona de Malvinas por parte del Reino Unido recordando que se trata de una zona de paz donde está prohibida la provisión de armas nucleares. Como dijo Héctor Timerman, si hay un pueblo afectado es el argentino, que no puede ejercer la soberanía de la totalidad de su territorio, pero esta amenaza armamentista también afecta al pueblo latinoamericano. Esta claro que el gobierno británico, con la excusa del presunto objetivo de tener allí una “base militar con alta tecnología para defenderse de la Argentina”, quiere controlar la Antártida, el mar austral y el paso entre el Atlántico y el Pacífico.
Por eso no es menor el compromiso de los representantes regionales cuando en la misma conferencia, en nombre de la Celac, expresaban el más firme respaldo a los legítimos derechos de la Argentina sobre las Islas Malvinas, recordando el interés de los países de la región en que el gobierno nacional y el del Reino Unido reanuden las negociaciones a fin de encontrar una solución pacífica y definitiva de conformidad con los pronunciamientos de Naciones Unidas. El propio canciller uruguayo Luis Almagro dijo que la causa Malvinas es por esencia latinoamericana, ya que “la territorialidad que defendemos es de América latina y el Caribe”, recordando que la postura del bloque de países pasa por reafirmar “la necesidad del cumplimiento de resoluciones de Naciones unidas sobre Malvinas” y mantener el “apoyo al reclamo argentino”. Además sostuvo que el Reino Unido “negoció con el régimen de facto argentino” y que “lo que ocurre en la zona de las Islas Malvinas es disfuncional a la pacificación del Atlántico Sur”, por lo que reafirmó que “la mesa de negociación es fundamental”.
No es menor que este fuerte apoyo regional tuviera lugar poco días después de la celebración del referendum organizado por el Reino Unido en las Malvinas con el objeto de justificar el continuado incumplimiento de estas resoluciones de la ONU sobre la disputa de soberanía en el Atlántico Sur. En tanto, Mike Summers, junto a un grupo de representantes políticos de los isleños, buscó infructuosamente conseguir una reunión con las autoridades de las Naciones Unidas, tratando de buscar un aval del referendum, pero las puertas del organismo internacional no se le abrieron.
Un plebiscito que no reconoció ninguno de los organismos regionales ni por la ONU y que a pesar de buscar trascendencia internacional, pasó sin pena ni gloria, se vio opacado cuando las tapas de los diarios del mundo anunciaban al nuevo Papa argentino. Otra vez la “mano de Dios” los golpeaba donde más les duele: la falta de respaldo y repercusión internacional.
Pero, como siempre, tras la reunión, otra vez llegaba la soberbia imperial, y nuevamente confirmaba que a pesar de que existen 40 resoluciones de las Naciones Unidas, el Reino Unido manifestó, una vez más, su rechazo a las gestiones de buenos oficios del máximo representante de la ONU. El Reino Unido, con esta actitud, lo que busca es permitir sin ningún tipo de control la depredación de los recursos naturales, ictícolas y marítimos y la búsqueda indiscriminada de petróleo, sin medir las consecuencias ecológicas en un territorio de 3 millones de kilómetros cuadrados.
A lo ocurrido en Naciones Unidas, se suman las denuncias que presentó el Centro de excombatientes Islas Malvinas de La Plata ante la justicia de Tierra del Fuego para que se investiguen las supuestas torturas cometidas por las tropas británicas durante el conflicto bélico que violentaron las disposiciones del Convenio de Ginebra relativas al debido trato a los prisioneros de guerra. Los casos denunciados constituirían hechos criminales por el homicidio en perjuicio de los soldados argentinos que fueron tomados prisioneros en los campos de batalla.
El 24 de marzo es un día en que los argentinos hacemos un acto de reflexión revisando nuestra historia. Ese ejercicio de memoria y de defensa de los derechos humanos nos fortalece como sociedad para no volver a permitir que el autoritarismo y la intolerancia desvirtúen los intereses de la voluntad popular. El genocidio iniciado por los militares y sus apoyos civiles con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 continuó de algún modo en Malvinas. Esos mismos militares que nos llevaron a la guerra hoy son juzgados por delitos de lesa humanidad, tal el caso de Mario Benjamín Menéndez, que fue gobernador de las islas durante el conflicto bélico. Quizás por eso también los casos de maltrato a los propios soldados en la guerra fueron parte de una realidad resistida durante años. Es por eso que el camino de verdad y justicia debe profundizarse también en relación a los que nos pasó durante aquellos días.
La multitudinaria marcha recordando el 37º aniversario del golpe cívico militar fue conmovedora por su convocatoria. En lo personal, fue llamativo ver a tantos jóvenes marchando con estandartes, remeras y banderas que los identifican con Malvinas. Las nuevas generaciones sienten como propia esta causa y militan por esa parte de nuestro territorio con el mismo entusiasmo y pertenencia que despierta el compromiso frente a la historia reciente. Los ex combatientes que creemos en la defensa de los derechos humanos cada vez nos sentimos más integrados en esta misma lucha por la memoria. Los soldados que combatimos en Malvinas fuimos parte de esa trágica historia de la dictadura cívico militar que, como corolario de su horror, el 2 de abril de 1982 nos llevó a un conflicto bélico que nos alejó de Malvinas.
En este presente que nos permite revisar la historia con Memoria, Verdad y Justicia nos proponemos hablar y evocar lo pasado pero pensando siempre en la construcción del futuro. El reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas que tiene nuestro país desde 1833, avasallado por la posesión colonial de Gran Bretaña, que por historia y derecho nos pertenecen, es constante y legítimo. Pero eso nada tiene que ver con el análisis descarnado de lo ocurrido en 1982. Buscar la verdad sobre lo vivido en la guerra nos ayuda a ir reconstruyendo, a pensar y reflexionar sobre los errores y los aciertos de nuestra propia historia, la que nos conforma como argentinos.
En estos 31 años recordamos a los que murieron en nuestras islas, a los que por la indiferencia y el olvido se quitaron la vida y a los familiares que perdieron a sus seres queridos. Nuestros muertos serán siempre héroes y una asignatura pendiente de una sociedad que ocultó por años lo que más le duele.
La memoria histórica es la recuperación de la verdad desde las experiencias vividas y en este sentido seguimos en la lucha por la memoria de Malvinas. La vivencia de la guerra padecida por soldados y colectivamente por nuestra sociedad sirve para realizar aportes en la reconstrucción de nuestra identidad. El desafío es seguir trabajando para aplicar la justicia ante la impunidad, el reconocimiento ante el olvido y no claudicar en la recuperación definitiva de la soberanía en las Islas Malvinas e Islas del Atlántico Sur por el único camino posible, el de la paz.
31/03/13 Miradas al Sur
GB
PERSPECTIVAS DE OTOÑO, POR MARIO WAINFELD, OPINION
Memoria
Literatura
Psicología
Pensamiento
Tango
Pasión de Multitudes
Mezcladito
Perspectivas para el otoño
Optimismo oficial para abril. Motivos políticos y económicos. La Súper Card y el acuerdo de precios: la inflación en la mira. Los Brics, multipolarismo en acción. Medidas anticíclicas en trance y advertencias presidenciales. Más herramientas en la política oficial. Un vistazo a la escena política, con elecciones tan lejos y tan cerca.
Por Mario Wainfeld
El primer trimestre pintaba difícil para el Gobierno y lo fue. Lo inesperado agregó su dosis. Dos hechos resonantes (la muerte del presidente Hugo Chávez y la entronización del papa Francisco) influirán en zonas sensibles del proyecto kirchnerista. El dólar blue llega a cifras exorbitantes, no es la madre de todas las batallas pero tampoco inocuo: algo contamina a la economía real. Los años lectivos no terminan de empezar, lo que se trata en nota aparte.
La última semana de marzo mejoró el ánimo oficial. Abril será el comienzo cabal de un buen año, se calcula. Hay acciones concretas contra la inflación, a la que solo niegan algunos funcionarios obcecados. En buena hora, la maquinaria estatal trata de morigerarla mientras la presidenta Cristina Fernández de Kirchner la menta en algunos discursos. Las exportaciones de soja empiezan a volcar dólares en las arcas públicas. La cosecha será record, pronostican profetas muy lanzados... los más cautos observan que superará largamente a la de 2012. Las proyecciones menos exaltadas suelen arrimar más a la verdad, en promedio. Como fuera: la recaudación crecerá, el fisco sigue siendo en alta medida yuyito-dependiente.
Con las primeras brisas agrícolas, el Banco Central compra cien millones de billetes verdes en los albores del feriado larguísimo. Ese mismo día, argentinos de todos los estratos sociales salen en masa a disfrutar unos días de descanso. Colman los ómnibus (donde las clases altas no colocan sus posaderas), trenes y aviones, se derraman en las plazas turísticas más populares, en las clasemedieras.
La marcha de 24 de marzo corroboró que la bandera de los derechos humanos cobija cada vez más personas y vale para todas las generaciones. En términos pragmáticos, las multitudes encuadradas en las columnas de La Cámpora, la Tupac y el Movimiento Evita ratifican que el kirchnerismo congrega militancia incomparable a la de sus alternativas. Encuadran predominantemente mujeres y varones sub-30, como mucho sub-40, dato pleno de implicancias.
Abril no será fácil, nada lo es en el mundo actual si es que lo fue en otra época. Pero en despachos oficiales se da por hecho, con buenos indicios, que empieza un repunte.
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Súper Card e inflación: La implementación de la Súper Card se conjuga con el acuerdo de precios. El kirchnerismo amplía su caja de herramientas lo que es valorable para quienes (como el cronista) le critican que a veces parece enamorado de instrumentos que han perdido potencia.
Es promisorio el afán de restringir las ganancias de supermercados y bancos, reduciendo los márgenes desbocados y los intereses usurarios. Desde luego, tiene contrapartidas. Entre ellas la de pactar con sectores concentrados, esto es, de no afectar una característica estructural y nociva. Pero el kirchnerismo siempre se bate en el corto plazo: en esa arena la intervención y la regulación deben acentuarse. Los antecedentes históricos enseñan que medidas de este tipo no sirven si se perpetúan pero, si su vigencia se mide en meses, suelen ser eficaces.
La oposición y los economistas que les fungen de guías perdieron una primera escaramuza, que planificaron de modo bastante pavote. Prometieron un cataclismo para “el día 61”, cuando hipotéticamente caducaría el acuerdo de sujeción de precios. Era de manual que la vigencia se prolongaría: más les vale escarmentar y no abrir el paraguas para el diluvio del “día 121”. Para emular a Nostradamus es aconsejable hablar del largo plazo y, de ser posible, con frases abiertas a varias lecturas. De ese modo, las corroboraciones y los aplazos tardan en llegar o no llegan. Los profetas tremendistas para un horizonte de dos meses quedaron mal parados. No importa: son obcecados y persistirán.
La apelación a nuevas medidas es buena nueva, tanto como el reconocimiento (tardío en el verbo y en las acciones) de la inflación.
Las movidas deberán juzgarse por sus frutos, que ya se verán. El oficialismo topa con un desafío doble. El primero es bajar en alguna medida la suba de los precios. El segundo, subordinado al anterior, sería convencer a las gentes de a pie de que algo cambió. La “sensación de inseguridad”, explican quienes la estudiaron en serio (como el sociólogo Gabriel Kessler) no tiene correlación absoluta con los hechos y perdura en el imaginario de los afectados aunque se mueva a la baja. Es verosímil que con la inflación ocurra lo mismo, si se da el mejor escenario.
Por eso, el Gobierno ensaya y promueve las paritarias por períodos superiores a un año. Hubo ejemplos exitosos con el sindicato de Luz y Fuerza y los docentes universitarios. El oficialismo trata de expandir la novedad, lo que parece muy cuesta arriba con el actual esquema de fragmentación sindical.
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Los otros también existen: Tocó a su fin la etapa en que había venta libre de divisas y “la gente” no salía corriendo hacia el dólar: conservaba posiciones en pesos. Esa etapa ya fue. La respuesta oficial ante el cambio (que es regresión a comportamientos clásicos) es acertada a carta cabal: cuidar las reservas. El consultor Miguel Bein, que dio una clase de economía política en el programa Palabras más, palabras menos, asoció la vigencia de los gobiernos con la existencia de reservas suficientes. La gobernabilidad es un recurso valioso en la Argentina, entre otras minucias, porque fue un bien escaso durante décadas. Internalizarlo y poner en acto es puro sentido común, aunque el modo en que se instrumenta no siempre dé en la tecla.
Más estatismo es la réplica lógica en medio de una etapa de crisis económica, financiera, política, cultural y de liderazgo de los países centrales. La multipolaridad se acentúa, en el natural desorden de un taller de forja en un mundo que se derrumba. La estrategia Sur-Sur está a años luz de ser una “argentinada”, es un hecho rotundo. No subirse a ese tren sería una necedad, que el Gobierno jamás tuvo en su radar.
El cronista cree que se ha subestimado en los medios de estas pampas la propuesta de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) de tratar de construir organismos propios que cumplan (con más equidad y con otra conducción) funciones que desempeñan el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Desde luego, articular el proyecto insumirá mucho más que semanas o meses. Pero la señal misma es fuerte: hay intenciones de los países emergentes de disminuir la dependencia.
Puertas adentro, el crecimiento de Brasil comprueba que la alianza estratégica (aún con sus parates y heridas) es un acierto, en sesgo. Las señales no son unívocas. Si Brasil tiene su propio Banco de Desarrollo y está tratando de plasmar otro, suena difícil que avance el paralizado proyecto del Banco del Sur. Y la retirada de la empresa Vale, bastante estentórea y agresiva, daña a la economía argentina y lastima la relación entre los dos aliados.
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Heterodoxias en danza: La revisión de la cartilla oficial se notó en dos alusiones de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en sendos discursos. Ante la Asamblea Legislativa admitió la posibilidad del endeudamiento externo con fines de inversión productiva. El mensaje tuvo ecos en los reproches al gobernador Daniel Scioli de varios integrantes del equipo económico, con el ministro Hernán Lorenzino a la cabeza.
En otra ocasión, Cristina explicó que no descartaba la posibilidad de alentar importaciones para competir con productos fabricados en nuestro país.
El programa de viviendas Pro.Cre.Ar entra en un tiempo de realizaciones. No será suficiente para reparar el problema habitacional pero lo reparará en parte. Puede tener efectos anticíclicos y reactivar la industria de la construcción, se esperanzan en la Rosada y zonas de influencia.
La obra pública, gran ausente en el flojo año pasado, se incentivará en un año electoral y con mejor caja. En este caso se combina lo útil con lo agradable. Es otro instrumento reactivador y un buen motivo para congregar adhesiones de quienes gobiernan territorios. Los diarios endiosan al gobernador cordobés José Manuel de la Sota y se empacan en sulfurar a Scioli. En paralelo, los “gobernas” oficialistas de otras provincias se reúnen, hacen una suerte de casting interno y delicado, también se alinean con la Casa Rosada.
En el Banco Central subrayan que es un éxito la línea de créditos para pequeñas y medianas empresas, que impuso al sector financiero privado. Pudo hacerlo por la reforma de su Carta Orgánica hecha ley el año pasado. Los bancos privados resistieron, ahora acompañan y hasta promueven, chimentan en el bello edificio del Central.
Las suscripciones de bonos de YPF son cubiertas con holgura por los ahorristas, muchos de ellos por montos pequeños. La demanda supera cómodamente a la oferta. En el Gobierno se piensa en lanzar nuevas, acaso con regularidad. El ejemplo es sugestivo. Por un lado prueba que no hay una cerril desconfianza antiestatista. Por otro, resalta la carencia de ofertas de ahorro sencillas y razonables para personas normales, no avezadas en los laberintos de la city. Otro desafío para la sintonía fina.
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Miles de millones: El Estado nacional se defiende de los fondos buitre pagando una fortuna a abogados gringos, como gato panza arriba y con una propuesta sistémica. Los buitres, todo lo indica, no aceptarán la conciliación. Una Cámara neoyorquina resolverá. Una condena a pagar puede ser recurrida ante la Corte Suprema de Estados Unidos, el devenir es también indescifrable. Si los buitres triunfaran en toda la línea, la condena subiría a 1330 millones de dólares que podrían hacer zozobrar el horizonte del sistema financiero internacional.
Los guarismos oficiales o privados siempre se deben tomar con pinzas pero en general se calcula que las importaciones de petróleo y otros combustibles pueden multiplicar casi por cuatro lo que se disputa en Nueva York. La cifra da cuenta de un agujero negro en la economía doméstica que no se suturará en 2013. Hay confianza del funcionariado kirchnerista en la gestión del titular de YPF Miguel Galuccio. Nadie osa precisar en público cuándo empezará a mermar el déficit, ni los más optimistas.
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Enseñanzas futboleras: En su ya citada intervención Bein cuestionó la falta de estrategia del Gobierno, en tanto aprobó varias de sus tácticas. Desdoblar el mercado cambiario, apuntó, es promover la caída del Gobierno en cosa de meses. El Gobierno está advertido: cuida la caja y no piensa devaluar... si es que así se puede llamar a hacerlo de modo controlado, a un ritmo mucho más intenso que años atrás. Por ahí a llevar al dólar a 6 pesos a fin de año como anunció, de modo algo temerario, el megasecretario Guillermo Moreno.
En la vereda de enfrente, economistas ligados a Techint o a empresas exportadoras empujan la devaluación. Muchos se insinúan como candidatos, lo que es benéfico para el sistema democrático pero pone en tela de juicio su presunta objetividad científica.
Abril, repetimos, reverdece esperanzas en el Gobierno. De cualquier manera, será un mes arduo: habrá movilizaciones sindicales opositoras, para empezar.
La oposición política parece estar conjurada con el oficialismo: nada interesante propone, sólo especula con la decadencia del Gobierno. El gran Albert Camus decía que el fútbol le había enseñado mucho sobre la moral humana. Sin tantas ínfulas, el cronista (tocado por esa pasión mundial y argentina) adapta un par de lecciones futboleras. La primera, es que quien va puntero depende de sus propios resultados. Esa regla, válida en la política democrática, atañe al kirchnerismo, que compite contra las dificultades del mundo real y los poderes fácticos más que con sus adversarios formales.
La segunda es que, a la hora de la hora, son once contra once y que todo puede pasar, en un partido determinado.
Aunque no se perciba, las elecciones no están tan lejos. La oposición parece mayormente pintada. Sus barajas más mentadas son la influencia de Francisco y la eventual osadía del gobernador Daniel Scioli o del intendente de Tigre Sergio Massa. Cualquier ficha perdida en el paño puede acertar un pleno, pero eso no es (ni en matemáticas ni en la ruleta ni en política) lo más factible.
mwainfeld@pagina12.com.ar
31/03/13 Página|12
GB
viernes, 29 de marzo de 2013
VENEZUELA Y LAS IDEAS REOLUCIONARIAS.
Venezuela, el vuelo del cóndor y las ideas revolucionarias
Por Angel Guerra Cabrera
Caracas. La batalla de las ideas adquiere una importancia decisiva frente al asalto del gran capital contra las conquistas históricas de los pueblos y las condiciones de reproducción de la vida en el planeta.
En América Latina y el Caribe se refleja muy nítidamente pues como en ninguna otra parte del mundo en el siglo 21, las luchas sociales hicieron surgir un bloque de líderes y gobiernos que en distintos grados se oponen al neoliberalismo y han hecho revivir el pospuesto ideal bolivariano y martiano de unidad latinocaribeña. Estos acontecimientos, catalizados luego de la irrupción de Hugo Chávez en la palestra política (1992), han posicionado a nuestra región como un interlocutor internacional crecientemente autónomo e influyente. También han elevado la conciencia política popular de un modo en que el capital cada vez puede ejercer menos la dominación cultural por los medios tradicionales, como se observa diáfanamente en Venezuela.
Aquí, el impacto en los revolucionarios de la desaparición física del jefe histórico de la revolución ha hecho rodar por tierra los pronósticos de la mafia mediática. Lejos de cundir el desaliento y la división, se ha reforzado la unidad y combatividad del chavismo, que se dirige a conquistar para su candidato Nicolás Maduro una rotunda victoria en la elección presidencial del 14 de abril. Al imperio no le queda más recurso que la desestabilización. Así se analizó en el X Encuentro de Intelectuales, Artistas y Luchadores Sociales en Defensa de la Humanidad que el 25 y 26 de marzo debatió en esta capital el pensamiento y la acción de Chávez En este contexto cobra gran actualidad Cuba: ¿revolución o reforma? (La Habana, 2012), libro del ensayista y periodista cubano Enrique Ubieta, ya que aunque su eje es el debate cultural en torno a la revolución cubana, la argumentación empleada trasciende los límites de la isla. La cultura contrarrevolucionaria –dice el autor– sólo puede entenderse desde un enfoque global.
Ubieta desnuda y demuele los estereotipos neoconservadores y "posmodernos", mostrando fehacientemente la enorme pobreza intelectual, moral y espiritual que albergan. A partir de una discusión exhaustiva de las aseveraciones del pensamiento contrarrevolucionario cubano e internacional, el autor desmonta sus trampas, eufemismos y emboscadas semánticas y retóricas. Como explica en las "palabras iniciales", no es un libro para objetar a personas concretas; la polémica sigue el hilo conductor de la propuesta cultural que intenta restaurar el capitalismo en Cuba, y los argumentos de sus principales exponentes.
En la primera sección del volumen, "El vuelo del Cóndor: revolucionarios versus reformistas", Ubieta aborda un tema decisivo para comprender la tradición revolucionaria cubana: la coincidencia entre lo necesario y lo útil. Nos explica que el primer acto útil en pos de la independencia fue inevitablemente de justicia: la liberación de los esclavos.En las condiciones de Cuba, si se quería alcanzar la independencia había que movilizar al grueso de la población tras ese objetivo, que a su vez exigía la abolición de la esclavitud.
Las necesidades vitales de la población sólo podían ser alcanzadas desde presupuestos éticos, sentencia el autor, un principio que se ha mantenido invariablemente a lo largo de la historia cubana. Allí reside un antagonismo de primer orden con el pensamiento de derecha nacional, particularmente con la versión actual, más pragmática y cínica que sus antecesoras, enarbolada por la contrarrevolución en los textos de autores como Rafael Rojas y Carlos Alberto Montaner, por mencionar dos de los más conocidos.
Ubieta argumenta cómo el apego de los ideólogos contrarrevolucionarios al deber ser teleológico se contrapone al martiano poder ser, la "utilidad de la virtud", que no reduce la verdad a lo meramente visible. Este es el "vuelo del cóndor", que pide sacrificio, pero es indispensable al interés de la patria. Lo otro es insectear, vocablo creado por Martí para calificar al culto positivista por los meros datos ausentes de alma y horizonte. Insectear conduce inevitablemente a la subordinación a Estados Unidos pues si se analiza desde el racionalismo frío ¿cómo podría el pueblo cubano sostener la independencia frente a un poder tan formidable?
El nuevo libro de Ubieta llega en buen momento, cuando nuestros pueblos quieren volar como el cóndor y las oligarquías se empecinan en hacerlo como insectos.
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