jueves, 11 de julio de 2024
EDUARDO FALU Argentina en LAS GOLONDRINAS alla por 1998
Perón contra los ladrones de ayer de hoy y de siempre
martes, 9 de julio de 2024
MIRADA AL SUR
La historia está llena de personajes que han sido claves para el destino de un país o una comunidad, sean estos militares, políticos, personalidades, filósofos, activistas, científicos, pero muy pocas veces nos acordamos de los empresarios. Mas bien si conocemos de alguno tenemos usualmente una mala opinión de este en el mundo hispano.
¿Quiénes son los empresarios? Empresario en términos simples es aquel que tiene un emprendimiento o un negocio que suple un producto o un servicio y por el cual cobra un valor a los clientes que, una vez descontados los costos del producto vendido o el servicio provisto deja un beneficio o lucro. Empresario puede ser cualquiera desde un simple vendedor de periódicos en la calle, que anda buscando como ganarse la vida, a aquellos que son capaces de ver una oportunidad de negocio, juntar todos los recursos necesarios, definir una estrategia de ventas, producción y vender el producto.
Los empresarios no solo venden o producen productos que existen si no también inventan y crean nuevos mercados para un producto que a lo mejor ni el consumidor de dicho producto sabe que necesita. Piense no más en el primer empresario que se le ocurrió que existía algo que se podía usar para transmitir información no solo visual y auditiva de manera pasiva como lo pudo ser la televisión, si no que se le ocurrió que esa comunicación podría ser de doble vía y que además de eso podía tener texto. Estoy hablando por supuesto del internet.
Alguno podrá argumentar que el internet fue creado por el gobierno y las universidades en los 50’s y 60’s. Lo cierto es que ninguno, ni siquiera los gobiernos o las universidades se imaginaron lo que era el internet ni cuanto iba a influir en nuestras vidas como lo vemos ahora. Imagínese solamente lo diferente que es nuestra vida y acceso al conocimiento ahora en comparación a los últimos 30 años. Escribo esto desde una computadora (u ordenador como dirían en España) y veo por otra ventana un video de un par de Youtubers viajando por Gibraltar y viendo los monos ladrones que habitan dicho territorio. Todo esto lo hago con audífonos, con la luz apagada mientras mi esposa duerme para no interrumpirla. Al mismo tiempo abro una ventana en mi navegador de internet buscando un artículo que recuerdo escribió mi padre hace ya más de 30 o 40 años y voy encontrando referencias a intervenciones de él a lo largo de su vida pública como político y empresario.
Nada de esto hubiera sido posible o incluso imaginable hasta hace no más de 10 años. Todo gracias a empresarios que poco a poco fueron haciendo nuestras vidas un poco más agradables y poniendo la información en nuestras manos a un precio o valor que es marginalmente mínimo, una conexión a internet que me da una ventana al mundo, a videos, a recuerdos.
Lo que nos falta es una cultura de admiración de lo que han hecho estos empresarios, tal como a veces recordamos de políticos, militares u otros en la historia de las grandes gestas de nuestros países. Lamentablemente la izquierda ha demonizado al empresario con la leyenda de que el capitalista se hace rico a costa del pobre.
Esta leyenda del robo al más pobre para hacerse más rico y darnos productos malos solo es posible en ausencia de un mercado abierto y libre. Este robo solo es posible si es que no hay opciones porque estas opciones solo son las que nos permite tener el gobierno a través de aranceles, prohibición de importaciones, sustitución de importaciones o regulaciones a su producción. Estos malos empresarios que nos venden productos malos o caros o que dan poco valor ya no son empresarios, son empresaurios, tal cual lo definió mi padre ya hace más de 40 años.
Empresaurios son los que protegen los monopolios sean estatales, mixtos o privados. Los que viven de ellos, así como los que los engordan. Los que no quieren la competencia. Los que tramitan los privilegios. Los buscadores de rentas. Los que venden las empresas estatales a sus amigos, son también Empresaurios. Los Empresaurios privados, están ávidos de comprar los monopolios más que las mismas empresas. Los empresaurios estatistas quieren modernización, pero no en libre competencia sino como computarización y perfeccionamiento burocrático.
En nuestros países hispanoamericanos, según la idiosincrasia influenciada por Marx y Engels en los últimos 100 años, los grandes malvados muchas veces son los empresarios. Según esta ideología Marxista (¿secta?), el empresario, el capitalista, es el que se apropia de la plusvalía del trabajador al que oprime. ¿Y digo yo, si así fuera que hay de todas estas tecnologías que disfrutamos en nuestro entorno y que hacen la vida de los mismos trabajadores más sencilla? ¿Si los empresarios fueran tan malvados y efectivamente hubieran obtenido esta plusvalía a través del robo, por qué estos trabajadores no se van a otro lado a buscar mejores condiciones de vida? Hay algo en este mito que nos enseñan y muchos repiten como estribillo que no tiene lógica y sentido pues a menos que estemos hablando de gente forzada a trabajar como esclavos que no pueden libremente buscar otras oportunidades ningún empresario puede obligar a que el trabajador sea explotado, a menos que sea el mismo estado que colabora con este empresaurio a tener a sus trabajadores en condiciones desventajosas para el trabajador.
Estos empresaurios dicen ser empresarios solo porque en apariencia invierten y hacen productos para satisfacer una necesidad, pero en realidad no son tales pues dependen de derechos, privilegios y son protegidos por el gobierno. No podrían existir en condiciones de libre competencia y sin subsidios o prebendas del gobierno.
Gracias a los empresarios y no a los empresaurios el mundo en los últimos 250 años ha desatado sus energías creativas y logrado el crecimiento más espectacular en el bienestar y el desarrollo económico de toda la historia de la humanidad. Y es gracias a este desarrollo económico que millones han salido de la pobreza y la miseria. Nos alarmarnos ante la pobreza que vemos todavía a nuestro alrededor, pero mirando en perspectiva el estado actual de las cosas, el más pobre de los pobres en nuestros países vive unas condiciones de vida y disfruta de un bienestar que ningún señor o rey medieval hubiera disfrutado.
En Hispanoamérica lo que hace falta es una cultura de admiración y emulación al empresario (no al empresaurio). Una cultura en la que cuando veamos a alguien exitoso no nos preguntemos qué habrá robado sino más bien nos preguntemos qué hizo de bueno y cómo logró tener éxito. Debemos de cambiar la cultura de la envidia por la cultura de la admiración a la riqueza bien habida y bien creada. Más bien nos debemos de preguntar cómo hacerlo mejor y cómo lograr, copiar, o superar a quien lo hizo, y de existir alguna traba o privilegio del gobierno exigir que aquello desaparezca. Debemos de dejar de culpar a otros de nuestros males y nuestro retraso económico y ver qué podemos hacer para cambiar, para copiar o mejorar ese desarrollo que ha sido posible no solo en Occidente si no también en Asia, ciertas partes de Africa e incluso ya lo logramos y lo hicimos en el pasado y lo perdimos (Argentina, Chile). Sin los empresarios y la libre competencia el motor del desarrollo en nuestra región seguirá estando a la cola del desarrollo mundial.
*Nota: Este calificativo de “empresaurios” fue ideado, en los 80’s, por mi padre cuando ejercía como Presidente de los industriales del Ecuador. Posteriormente fue traducido y publicado desde esa década, en varios medios locales e internacionales. Su actualidad es evidente.
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MEMPO G.
El General en su gloria y su martirio
Dicen, y está escrito, que el General Perón –Juan Domingo, el Pocho, el hombre más amado y el más vilipendiado que hubo en la Argentina– supo una semana antes que se moriría pero se lo tomó con calma y serenidad. Al menos hay pruebas de que ese último día de junio de 1974, hace exactamente 50 años, anduvo de bastante buen ánimo.
Tenía entonces 81 años. Había nacido el 7 de octubre de 1893 pero su padre, Mario Tomás Perón, inscribió su nacimiento dos años y un día después, en octubre de 1895, cuando –según el irreprochable Felipe Pigna– lo anotó como “hijo natural” suyo y de Juana Sosa Toledo, quien era hija de Juan Irineo Sosa y Dominga Dutey, de quienes se tomaron los nombres para llamar al bebé: Juan Domingo.
En sus últimos días, ya octogenario, Perón era reacio a las indicaciones que sus médicos, casi una docena, le venían recomendando. Hay testimonios de que les hacía poco caso quizás porque sentía, podría pensarse hoy, que no estaba acabado sino que simplemente se iba, por ley de la vida. Lo cierto es que hasta sus últimas horas su ánimo fue el de siempre: sonreidor y a la vez severo.
Dos días antes, el sábado 29 de junio, había delegado la Presidencia de la República en Isabel, su esposa y vicepresidenta, y se dijo después que hasta su último minuto despreció a quien era su amanuense y servidor casi esclavo: José López Rega, “el Brujo”, quizás o seguramente el peor sujeto que tuvo a su lado y vaya a saberse por qué capricho omnipotente.
Lo cierto es que en su último día, el 1º de Julio de 1974, quizás él haya evocado la dimensión mayor de la tragedia argentina de la que fue adolorido protagonista.
El General, como se le decía sintéticamente, desde el brutal Golpe de Estado del 16 de Junio de 1955 –cuando decenas de cazas de la Marina y la Fuerza Aérea bombardearon la ciudad de Buenos Aires y con especial saña la Plaza de Mayo, en el episodio seguramente más brutal de toda la historia argentina, al que sin embargo y todavía algunos energúmenos siguen reivindicando con secreto y miserable gozo– vivió casi todo su exilio en el extranjero.
Cuando su regreso a la Patria él ya era, podría decirse, otro hombre y el mismo. No era vox pópuli pero sí de alta consideración que la mejor posibilidad sucesoria no era su esposa, pero tampoco era previsible que a su muerte el poder político pasara directamente a manos de Ricardo Balbín, el líder radical que había sido su enemigo años atrás pero con quien se había reconciliado a su regreso del exilio, cuando volvió con la intención de pacificar al país, que estaba sumido en severa y peligrosa violencia. La reconciliación entre ambos fue sellada con un famoso abrazo, en ese noviembre, que bien puede pensarse que anticipó las encendidas y ardorosas palabras de Balbín en el velatorio el año 74.
Hay muchas interpretaciones respecto del dueto que formaron ambos, y que en su despedida a Perón, Balbín consagró con su frase más famosa y seguramente más adolorida: “Este viejo adversario hoy despide a un amigo”. Mucho se discutió, se resistió y se desconfió de aquella relación postrera, lo que suele ser negado, o resistido aún hoy, pero como sea y en opinión de esta columna fue un reconocimiento acaso desdibujado por la presencia de Isabel y López Rega, quien protestó en contra de la legalidad de ese hipotética sucesión, como si al Brujo le hubieran importado las ilegalidades. El corolario fue, sin embargo, que antes de morir Perón le pidió a su esposa que nunca tomara decisiones importantes “sin consultar antes a Balbín”.
En estos días de recordaciones, esta columna quiere recuperar también al último médico con quien el General conversó, el doctor Pedro Cossio, que fue su cardiólogo de cabecera desde junio de 1973 hasta el 1° de julio de 1974. Y cuyo hijo, Pedro Ramón Cossio, también lo asistió como joven médico entonces que lo acompañó los últimos días en la casa de Gaspar Campos y hasta el final. Y quien declaró hace tiempo que “Perón no quiso ser internado en ningún nosocomio, por seguridad, ya que estaba convencido de que “grupos revoltosos” lo querían matar. Eso explicaría por qué nunca aceptó ser internado.
Aunque también es cierto que Perón pareció haber tenido la lucidez de rechazar recursos y tratamientos inútiles hasta que un día pidió, a modo de cordura final, que lo dejaran morir en paz.
Como sea, segura e indudablemente Perón fue, junto con Evita, su esposa, el muerto más llorado de este país. Dolor que todavía hoy, varias generaciones mediante, habilita memorias y esperanzas que nunca se cumplen, porque las vidas no se repiten y eso es algo que parece que los pueblos se resisten a admitir.
Lo cierto es que aquel 1º de Julio del 74, hace 50 años, cuando se conoció la noticia de su muerte el país se paralizó. Quienes lo querían, la inmensa mayoría, lo lloraron como despidiendo a un papá. Se habían quedado huérfanos. Durante horas le dieron el último adiós. En cambio los que lo detestaban, tan infames y repetidos como cucarachas durante las décadas siguientes y hasta hoy, han de haber sentido también su pérdida aunque fuese para destilar el necio odio que, increíblemente, aun no termina de celebrar el enfermo vacío que les produjo esa muerte.
Lo cierto es que hoy se cumplen cinco décadas de desvelo goriláceo para enterrar a un prócer que parece empeñado en nunca desaparecer de la Historia. Y es claro que ya no está, pero quedan, tenaces e invictos, su memoria, su movimiento inmanejable, su sonrisa y su voz cascada. En sus 81 años de vida cierto que ha cambiado la política en la República Argentina.
Casi 20 años después de su fallecimiento, en octubre de 2006, lo que quedara de Perón fue colocado en su vieja quinta de San Vicente, en el conurbano bonaerense. Cuentan los que saben o son de imaginación larga que, allí, el General fue muy feliz con Evita, y que por eso mismo también a ella le construyeron un espacio para descansar en paz a dúo. No obstante, viendo el presente desolador de esta Nación y la dificilísima pero no imposible tarea que le espera a la democracia argentina, a mí se me hace cuento que están del todo muertos. ¡Qué van a estar ultimados, si todavía hay tanto por hacer, tanta Patria que recuperar! @
9 de Julio ¿Cómo llegamos a la independencia Argentina?. Felipe Pigna. "Lo Pasado Pensado".
https://youtu.be/63SS_OFGkc4?si=vvpS2Qprw3RQfjgE
En este capitulo de "Lo Pasado Pensado" hacemos un repaso por los hechos que nos llevaron a conseguir la independencia en Julio de 1816. •Idea original: Felipe Pigna / @felipe.pigna •Producción Ejecutiva: Martín Pigna / @martin_pigna •Realización y guión: Florencia Mujica y Martín Pigna. / @flor_muxica •Contenidos: Martín Pigna. •Asesoramiento Histórico: Mariano Faín / @fainmariano •Asistente de Producción: Soledad Vazquez / @solc1tovazquez •Diseño gráfico: Clara Ferguson www.behance.net/clarafe y Melisa Perez Santoro www.behance.net/melisaps •Cámara y edición: Florencia Mujica. •Música original: Fernando Tarres / @fernandotarres •Postproducción de sonido: Sebastián Casabe / @sebastiancasabe •Animación: Fernanda Castría www.behance.net/fercas •Ilustraciones historietas: Miguel Senna •Community Manager: Mariano Faín / @fainmariano