Las consecuencias de viajar a Disney a los 15
Corría el año 1999 y los padres de Ana Lorena caminaban por las paredes. La nena cumplía 15 al año siguiente y no sabían como hacer para pagar el viaje a Disney. El papá Antonio y su mamá Ana María, laburantes de clase media, le había propuesto a la adolescente hacer un festejo íntimo para la familia y amigos en el Salón del Sindicato de los Trabajadores de la Hortaliza en Ugarteche, pero la pendeja los sacó re cagando. La influencia de sus amiguitas del Colegio Compañía de la Santa Trinidad del Corazón de la Virgen Desatanudos habían hecho mella en sus intereses y gustos. Hacer ese tipo de festejo era de “grasa” y la nena quería Disney a como de lugar.
Ana Lorena pensaba que sus padres tenían la obligación de pagarle el viaje, y así se los hizo notar en una discusión de sobremesa de ravioles con tuco y Tinelli en la pantalla de la tele:
– ¡Si no me pagan el viaje a Disney los voy a odiar toda la vida! Pili, Trini, Luli, Mimi, Chichi y Candi viajan, ¿y yo me voy a quedar acá? ¡Los odio! ¡Los odio!
Les dijo gritando mientras se levantaba de la mesa y corría hasta su cuarto llorando. Obviamente que dicha escena fue influenciada por las novelas de Cris Morena que la niña consumía.
Los padres se replantearon la educación de su hija. El esfuerzo sobrenatural para pagar la cuota de un Colegio Católico de Clase Media aspiracional, de dudosa calidad educativa y valores hipócritas, pero que la hizo codearse con gente “bien”, fue un arma de doble filo y empezaba a traer sus consecuencias.
La burbuja de los 90 permitieron que Antonio y Ana María pudieran tarjetear parte del viaje y carroñear una guita por ahí, cada vez que llegaba el resumen al padre se le fruncía el culo. Así “Ani” viajó con todas sus amigas de diminutivos sobrenombres.
Luego de 15 días de alocada diversión e histeriqueo con algún coordinador medio pajero, la niña retornó a Mendoza con el bolso tan lleno de boludeces que no entraba en el baúl del Duna azul con GNC. Ana estaba feliz de salir del aeropuerto con un buzo GAP que lo uso como hasta los 25 años.
Lo que sus progenitores no sabían era que esas dos semanas de disfrute y goce primermundista, más la nube de pedos en la que vivía junto a sus amigas clase media-media alta, le gestaron en su cabeza una realidad paralela que no entendía o no quería entender. La piba se pensaba que sus padres cagaban guita, y así se los hizo notar a la hora del viaje de egresados, que obviamente le pagaron a regañadientes, reventando la de crédito nuevamente. Iban a tener el Duna mucho tiempo más.
Esa dimensión de fantasía gestada en Magic Kindom, entre Mickey y malvaviscos acompañó a Anita toda su vida. Al salir del secundario no sabía que poronga hacer, se tomo un año sabático que se transformaron en tres. El primer año se rascó las bolas a dos manos, se puso de novia con un careta amigo de sus amigas y jugaba a ser un personaje de “Son Amores”. Al segundo año su padre la obligó a conseguirse un laburo porque ya no le iba a bancar más guita para que saliera a serrucharse por ahí con su noviecito.
Consiguió un laburo en una casa de ropa en un centro comercial cheto. Al tiempo se separó del pendejo careta porque la gorreó con Pili, que se había operado las tetas y estaba hecha una bomba. Después de un año de depresión y borracheras bolicheras se operó las gomas para elevar su autoestima (los viejos seguían con el Dunita). Se levanto a su jefe que la tenía de amante. Se cansó de ser la segunda consciente, se cambió de laburo después de darse por despedida y cobrar unos lindos mangos, fruto de una indemnización con olor a extorsión. Se patinó la guita en un viaje a Punta Cana (todavía tiene la foto de perfil con un coco en la mano).
A los 28 años se fue de la casa de sus viejos. En la actualidad alquila en la 5ta cerca del Parque. No sabe que hacer de su vida, pero se come el personaje de fina. Se refiere a sus amigas sin el artículo adelante, y cuando atiende al público habla con una papa en la boca. Si bien está fuerte, sabe que si se descuida está a punto de convertirse en un gato viejo. A falta de Príncipe Azul se anotó en Crossfit a ver si se levanta un tipo que la salve.
Moraleja, si el día de mañana tenés una hija y no te da el orto para mandarla a Disney, no hagas un esfuerzo sobrenatural. Las consecuencias pueden ser nefastas.
*Los hechos y/o personajes de ésta historia son fruto de la imaginación del autor, cualquier semejanza con la historia personal de Claudia, mi vecina de Dorrego es pura coincidencia.