El jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y su ministra de Educación, Soledad Acuña, fueron apuntados por sus políticas de ajuste para la educación pública.
Las críticas arreciaron sobre el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) porteño luego
Un fallo a medida de la política educativa del PRO
Restricción de vacantes en escuelas públicas: apelarán el fallo ante la Corte e impulsarán el juicio político de los jueces
La resolución del Tribunal Superior de Justicia que limita el acceso a jardines de infantes públicos a quienes no pueden pagar una institución privada fue ampliamente rechazada porque viola la Constitución de la Ciudad y se basa en los argumentos presentados por el Ministerio de Educación que conduce Soledad Acuña.
En 2008 una persona o grupo de personas de identidad desconocida, bajo el nombre de Satoshi Nakamoto, publica y hace circular un artículo titulado Bitcoin: A Peer-to-Peer Electronic Cash System. El paper describe el funcionamiento de un sistema monetario que prescinde de terceros para validar las transacciones. Es decir, una moneda cuyo funcionamiento no descansa sobre las espaldas de ningún Estado o banco.
Buena parte de los pioneros y entusiastas del Bitcoin- embanderados en las ideas libertarias y sus diversas variantes, vieron en esta condición una poderosa arma en defensa del individuo, esa criatura mitológica a la que atesoran y ven amenazada contra el avance de las mayorías y sus formas de organización colectiva: los sindicatos, las organizaciones sociales y fundamentalmente, el Estado.
Blockchain, el dispositivo tecnológico que le otorga a bitcoin su particular condición, fue pensado por sus creadores como un modo de resguardar la libertad del individuo frente al Estado. Sin embargo, la construcción de esa vía de escape al Leviathan, lejos de encapsular y contener al individuo en su aislamiento, logró catapultarlo al lugar más temido por los libertarios, ese intrincado entramado que excede al individuo y lo constriñe y habilita por igual: el complejo mundo de lo social.
La libertad de los libertarios
Entre 1978 y 1979 Foucault dicta un curso en el College de France. En este seminario, reunido en “El nacimiento de la biopolítica”, el filósofo francés describe el despliegue teórico realizado por la escuela de economía ordoliberal durante los años 30 y 40 en Alemania. Allí encuentra una novedad conceptual que cambiaría la forma de concebir al sujeto y a la libertad.
Si el liberalismo clásico entendía a esta última como ausencia de constreñimiento y confiaba en su capacidad de desplegar las fuerzas del mercado y así llevar adelante el progreso nacido del intercambio comercial, para el ordoliberalismo esa relación virtuosa no estaba garantizada.
Para los ordoliberales no había nada de natural en el mercado y es por ello que el rol del Estado debía ser sostenerlo impulsando, la que entendían era su dinámica más productiva: la competencia.
Por ello, el ordoliberalismo desplaza al concepto de libertad acuñado por los liberales clásicos y propone poner en eje a la competitividad como valor central del sistema no sólo económico, sino también social.
Este movimiento que Foucault observa en el plano teórico no es sólamente una curiosidad propia de un grupo de intelectuales. Más bien es el indicio del surgimiento de un nuevo modo de subjetividad, uno que ya se viene desarrollando hace varios años y con el cual estamos bastante familiarizados. La propuesta política libertaria cristaliza y lleva al extremo esta forma de subjetividad sostenida en la competitividad.
Es por esto que el rechazo a las formas de organización colectiva que este grupo político expresa no se reduce a la defensa del individuo y su capacidad creativa, sino también a la producción de un modo de vida belicoso, en donde el interés egoísta es el motor que empuja una virtual guerra de todos contra todos.
La atomización del individuo, su disociación de toda institución que lo aúne a otros, es -en este sentido- el primer paso necesario para apuntalar una subjetividad confrontativa. No en vano el estilo argumentativo de los libertarios, desde sus figuras reconocidas hasta el ejercito de trolls que los acompañan, está marcado por la búsqueda de un constante choque con sus contrincantes. La política se encuentra subordinada a esta lógica beligerante en donde todos somos potenciales enemigos.
Figuras como Trump y Bolsonaro expresan los rasgos más salientes del ideal que proyecta la subjetividad neoliberal. Son tipos arrogantes, descuidados en sus dichos, pedantes con y contra todos los que buscan ponerles límites. A través de múltiples manifestaciones, dejaron en claro que no van a permitir que cuestiones como el discurso científico, o una mayoría democrática en una elección (sólo por mencionar dos instituciones históricamente legitimadas) impriman un quiebre en sus intenciones.
Esta concepción de la libertad que encubre una disposición confrontativa suele encontrar en el Estado su enemigo predilecto. Sin embargo, si miramos con más atención, lo que atemoriza a los libertarios es algo mucho más profundo: el complejo entramado de lo social.
La libertad de blockchain
Como señalamos al inicio, el Bitcoin nace de la creación de Blockchain, dispositivo tecnológico que resuelve el llamado problema de los generales bizantinos y le permite a Satoshi Nakamoto unir dos elementos que en principio podrían resultar contradictorios: construyó un dispositivo que reúne la construcción de consensos (en el caso de bitcoin, respecto a la autenticidad de las transacciones realizadas) con la ausencia de un organismo centralizado que regule las relaciones.
Mark Alizart observa en su provocador ensayo Criptocomunismo que esta doble condición convierte al bitcoin en una “tecnología profundamente política, antes mismo de ser económica y financiera”. Según el filósofo francés, antes de Blockchain, el llamado consenso descentralizado tenía una imposibilidad técnica y por lo tanto conceptual. Los sistemas de elección debían contar con un mediador que controlase y validase la posición de cada una de las partes. Como en una votación en donde un tercero imparcial debe controlar y contar los votos, o una transacción bancaria en donde son los bancos quienes deben dejar registrado en la cuenta emisora y la cuenta receptora que se envió el dinero. Sin embargo, y en esto los ejemplos abundan, esa tercera pata no siempre es confiable y su fiabilidad puede ser impugnada por alguna de las partes.
Lo que logra blockchain es -de algún modo- distribuir el rol de ese tercer actor entre todas las partes, que para el caso del Bitcoin no son dos, sino millones de intervinientes. Al reposar sobre el conjunto del sistema, en lugar de un sólo organismo centralizado es que se produce para Alizart una disrupción de orden político. “El valor de un bitcoin es inseparable de la red que porta”, observa el francés. En este sentido, la fortaleza de la red y su fiabilidad, requiere del crecimiento y la expansión de sus partes, que son las que operan como fiscalizadores. Es por esto que concluye Alizart que blockchain cuenta con la fuerza propia de lo social. “Cristaliza la energía social del cuerpo que lo produce”.......
Cuando ya de muchacho descubrí a Elías Castelnuovo, Roberto Mariani y Nicolás Olivari, los literatos iniciáticos del Grupo Boedo, no comprendía por qué me era familiar ese tipo de literatura y por qué de alguna manera sentía afinidad con sus escritos. Fue entonces que pude unir a ellos una vieja historia que vino a mi memoria. Paso a contarles.
A veces, los sábados a la tarde, después de la siesta, el abuelo Américo me llevaba a visitar a su hermano Jacinto, o sea, mi tío abuelo. De los hermanos del abuelo, Jacinto era el más cariñoso conmigo, me mimaba mucho, y siempre, cada vez que íbamos, me regalaba libros, claro, era obrero gráfico. Hasta acá, nada particular, pero resulta que Jacinto vivía en Maza al 800 en Capital, y claro, cuando se juntaban, él solía recordar anécdotas relacionadas con su quehacer de gráfico y el abuelo de las suyas en el frigorífico. Ese tío abuelo, recordaba que su maestro en el oficio había sido un tal Boy, un tipógrafo que vivía en Boedo al 800, es decir, a la vuelta de su casa.
Es entonces que vengo a descubrir que el tal Boy, era nada más ni nada menos que el tipógrafo de la imprenta de Don Manuel Lorenzo Raño, emplazada en el cuarto del fondo del inquilinato de Francisco Munner, titular de la librería homónima de Boedo 833, hacedor de los primeros libros de los literatos creadores del Grupo Boedo.
2.
Si tu viejo fue el fundador de una universidad popular en la que enseñaba ingles apenas farfullándolo, además animó la Peña Pacha Camac, integró el Grupo Boedo, a tu casa iban a cenar Rubén Darío, el mismísimo José Bettinoti y encima era amigo, entre otros, de Evaristo Carriego, no había manera de que no salieras como saliste, querido Cátulo Castillo.
No se llamó Descanso Dominical González Castillo porque el empleado del registro no le permitió a don José Gonzáles Castillo anotar así a su hijo nacido el 6 de agosto de 1906, domiciliado en Castro 947. Don José era un anarquista rosarino y de ahí la explicación del nombre con el que quería registrar a su hijo, pero además era dramaturgo y fundador de periódicos. Esa condición de anarquista obligó a la familia a exiliarse en Valparaíso, Chile. De regreso en la Argentina, Catulo pasó por varios domicilios: San Juan 3957, Quintino Bocayuva 957, Boedo 1060, Loria 1449. A todas luces el barrio de Boedo fue su sino.
Cátulo, casi participa de la Olimpiadas de Paris de 1924 como boxeador. Participación que le fue arrebatada cuando siendo campeón liviano amateur de peso gallo perdió el invicto frente a Luis Rayo, quien más tarde pelearía con el mismísimo Justo Suárez, “el torito de las pampas” en River Plate. Esa derrota lo alejó del boxeo, pero no llevó a París a Rayo, porque quien finalmente participó fue Pedrito Quartucci.
Alejado del box se vuelca a componer música. Gana un tercer premio en un concurso con Organito de la Tarde. Con el dinero cobrado emprende un viaje a Europa con su padre. Arma su propia orquesta con los hermanos Malerba, Miguel Caló, Alberto Flores y la voz de Roberto Maida y gira por distintos países.
De regreso en el país comparte amistad con los jóvenes Manzi, Maffia y Piana. Todos vecinos de Boedo. Cátulo supo contar en sus memorias lo siguiente: Mira Cátulo, yo tengo una letrita, ¿sabés?, se llama “el ciego del violín”, ¿no te gustaría ponerle música? Le dije que sí. Le dedicamos el tango al viejo Carriego y se titula “Viejo ciego”. El de la ‘letrita’ era Homero Manzi, fue en 1926. Cátulo tenía 20 y Homero 19. La pucha, ¡que pedazo de creadores!
3.
Cátulo Castillo fue profesor de música en el Conservatorio Nacional Manuel de Falla. Fue sin lugar a dudas junto a Manzi, Expósito, Cadícamo, Discépolo y Corsini el mejor sexteto de letristas de nuestro tango. Su sensibilidad nos dejó temascomo Caminito del taller, Tinta Roja, María, Caserón de tejas, Café de los angelitos, ArrabalerayEl último café.Algunos sostienen que el temaLa última curdacon música de Troilo, es su tango inmortal.
Sus letras fueron musicalizadas por los maestros Aníbal Troilo, Atilio Stampone, Carlos Vivan y Armando Pontier. Con el arribo del peronismo al poder en la década del cuarenta, es nombrado presidente de Sadaic y del Consejo Panamericano de Sociedades Autorales. Derrocado en 1955 Perón, Cátulo recuperó su cargo en Sadaic con el gobierno de Arturo Frondizi. Reivindicaba del peronismo la redistribución de la renta, el aguinaldo y las vacaciones pagas. Ejerció el periodismo en La Última Hora, El Nacional, Antena y Radiolandia, entre otros.
En 1948, Hugo del Carril canta con la Orquesta del Colón, la marcha de Cátulo y Oscar Ivanissevich, “Canto al Trabajo”. Escribió “Serenata a la muerte de Eva”, en la que dice: No se olviden que duerme, se han callado los astros, la vida se detiene.
Para 1970, encerrado en su casa de Ezeiza, escribe “Amalio Reyes, un hombre”, metáfora de la realidad argentina: torturas y fusilamientos. Fue llevada al cine por Hugo del Carril. Cátulo Castillo se fue joven, con apenas 69 años, el 13 de octubre de 1975, para algunos “murió de tristeza”.
“La patada que le metí en los huevos a Batista era para Falcao. No me aguanté una cargada (…) Hicieron tac, tac, tac y me hicieron pasar de largo. (…) Me fui muy mal de ese mundial. Todavía me veo caminando, saliendo de la cancha, la palmada de Tarantini a la pasada. Todo el mundo pensaba que iba a ser mi mundial. Yo también…” Así contó Diego su despedida de España 82. Había cumplido el sueño de jugar un mundial, pero todavía iban a pasar 4 años hasta levantar la copa. ¿Habrá visto mi joven y muy embarazada madre ese partido? “No me acuerdo de nada, solo que iba a tener un hijo, que había guerra y viajé parada en el 55 desde Villa Crespo a Belgrano”. Cuando yo nací, un día después de esa eliminación frente a Brasil en el mundial de España, Maradona ya era parte de nuestra vida. Desde siempre fue parte de la mía, tanto que no tengo claro donde comienzan los recuerdos. Porque, claro, todo lo que me gustaría decir de Diego, de su vida, muerte y magnitud proporcional a nada, ya lo escribieron otros. Me queda, tan solo, tratar de ordenar mis recuerdos y escribirlos para que no se escapen. Así de poco pretenciosa es esta tarea que ya carga con varios días de insomnio y distracciones. Nunca lo tuve muy cerca, no tengo foto, ni autógrafo. Tampoco recuerdo los goles a los ingleses ni los festejos de la copa del 86.
En el 90 tenía 8 años y mi propio mundial de pelota en la vereda y figuritas Panini. Esa edad en la que tu barrio está en el centro del país que está en el centro del mundo que está en el centro del universo. La mera existencia de Maradona confirmaba todo eso. ¡Ese sí lo vi! Ahí van apareciendo en filita los recuerdos. El tobillo. El pase a Cani contra Brasil. La puteada a los tanos que chiflaron el himno. Codesal, el llanto de Diego y nosotros, los pibes de Darwin y Murillo, organizando el grupo comando que, armado hasta los dientes, iba a entrar a la sede de la Federación Alemana de Fútbol a recuperar la copa que nos habían robado.
Pese a todo, nunca fui muy futbolero, hoy no lo soy ni un poco, sin embargo la muerte de Diego me hizo percha. Obvio. Desde siempre su vida partió aguas. ¿Cuántas grietas militaste? No sé, pero sé cuál fue la primera. En el mundial de EEUU, cuando le cortaron las piernas, en mi casa nos enojamos mucho. Nos enojamos con la FIFA, con los médicos de la selección, con los periodistas y, ¡cómo no!, con la piba que lo llevó de la mano al antidoping. No se nos cruzó por la cabeza enojarnos con él. Será por eso que no esperaba encontrarme tan solo al día siguiente defendiendo a Maradona del ataque de mis compañeros de grado. Se usaba mucho la palabra drogadicto. En las gradas del acto del día de la bandera, en la Escuela 21 D.E. 14, Almirante Storni, ese 22 de junio de 1994, mi psiquis under construction comenzó a incorporar, aún sin conocer el vocablo, el concepto de “caretas”. Más recuerdos para el mismo día. Esa tarde nuestro papá no pudo ni quiso disciplinar a sus hijos cuando, asomados medio cuerpo afuera del Renault 6, cantábamos a gritos nuestra orgullosa composición. “Teque, teque, toca, toca, esta hinchada está reloca, Havelange hijo de puta, a Diegó no se lo toca”.
Y Diego volvió a Boca en el 95. A ese equipo que el periodismo bautizó dream team y los gallinas verdugueaban llamando “Bosque de Arrayanes” por el chiste de los troncos más caros del mundo. Yo quería ver a Diego en la cancha así que convencí a mi amigo Maluge de sacar entradas para el Boca-San Lorenzo de la 5° fecha del Apertura 1997. Como no teníamos guita, la idea fue pedir prestado, comprar 7 entradas, revender, pagar las nuestras con la diferencia y devolver lo adeudado. Adivinan. No funcionó. Vendimos una al costo y perdimos otras dos. Las restantes fueron para mi hermano y mi viejo, al menos alguien iba a garpar algo. Sé que ganó Boca 2 a 1. No recuerdo nada del partido, ni una jugada, nada de nada. Sólo la Bombonera y la sensación de verlo a él, ahí, caminando la cancha, sacando pecho, arengando, puteando, dando indicaciones. También lo vi pateando pelotas al público en los recitales de Los Piojos (dato aportado por Lautaro, desde esta redacción en la Sierra Maestra de la propia amnesia agradecemos el gesto) y mil veces asomándose al vacío en su palco de la Bombonera.
“Todo Diego es político”
Así se llama el reciente libro en el que 10 mujeres ensayan textos sobre Maradona. Todo Diego es rebelde. Todo Diego es pueblo. El 5 de noviembre de 2005 llegamos de madrugada a Mar del Plata en un micro que había salido la noche anterior de Plaza Congreso. Nosotros, cuatro troskos en su último minuto de organicidad (o el primero posterior) a los que el partido no había priorizado en los lugares para viaje ni estadía, nos colamos en uno de esos micros que, se comentaba, Hugo Chávez había financiado vía Miguel Bonasso. Llegamos de madrugada, y fuimos derecho a esperar el tren en el que llegaba el conductor de “La Noche del 10”. Sí, animador televisivo y referente antiimperialista al mismo tiempo, preguntale a Diego cómo se hace. Ahí lo vimos. ¿Lo vimos? Si, lo vimos saliendo del tren, saludando con puños arriba y dejando ver su remera de STOP BU卐H mientras nosotros, como todos, levantábamos afiches con consignas y coreábamos “Diego, Diego” como grito de guerra. Después marcha, represión y al estadio a ver de vuelta a Diego con Chávez y Evo.
Te moriste Diego ¿Cómo te vas a morir? “Es como que un día no esté más la luna” dijo Saborido y algo así parece ser. Te moriste y no supimos qué hacer. Después de la parálisis inicial me fui con Pedro y Severino al Obelisco, a la Boca y a qué sé yo qué otros lugares de la ciudad. Ya era tarde, la gente estaba volviendo a sus casas a prepararse para los 2, 3 o 20 días de duelo que necesitábamos. “Lo que voy a vivir mañana no me lo voy a olvidar nunca, ¿no papi?”. Se lo va a olvidar y un poco por eso también estoy escribiendo. No llegamos a ir. Se lo va a olvidar. Uso palabras de Rubén Mira. “La legalidad más pacata y sensiblera para fundamentar un pragmatismo tan débil como reaccionario” nos robó la posibilidad de despedirte.
Te moriste Diego y yo volví al ventolín. Claro, los cositos de los árboles, la humedad, el fresco de la noche y la ventana abierta. Sí, todo lo que quieras pero hoy me acordé que, cuando era chico, los broncoespasmos me agarraban cuando mi papá se iba de viaje. ¿Es una exageración decir que nos dejaste un poco huérfanos? Yo creo que sí, pero andá a explicarle a mi inconsciente.
Buen viaje Diego. Te quiero. Gracias
PD: Acá va un cuento de mi hijo Pedro (que nunca escuchó el relato del gol a los ingleses):
Maradona ganó con un gol increíble que la pelota llegó a Saturno y después vino un extraterrestre y pateó de nuevo a la Tierra y jugaron Maradona y el extraterrestre juntos y después, sin querer, el extraterrestre hizo chocar un meteorito con la pelota y la desvió a Júpiter y el extraterrestre de Marte la pasó a Saturno y el de Saturno a la Tierra y el de la Tierra a Júpiter y de Júpiter a Urano y de Urano al Sol y se quemó la pelota.