lunes, 23 de noviembre de 2020

Julia Strada desasna a Cristina Pérez y la deja en ridículo por hablar s...

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LUZ VERDE

 

Ningún argentino hoy viviente conoció dificultades tan extraordinarias como las que impuso la peor pandemia que la humanidad vivió en un siglo, sumadas a la recesión debida al mayor endeudamiento externo, contraído y disipado en el menor lapso, y a las medidas contractivas consecuentes, acordadas a partir de 2018 con el Fondo Monetario Internacional. No obstante, el gobierno nacional ha logrado luz verde para avanzar en el cumplimiento del programa que presentó al electorado, pese al sabotaje abierto de una oposición económica, política, judicial y mediática enconada, fenómeno cíclico que se desata en la Argentina cada vez que un gobierno adopta políticas de expansión de derechos para los sectores populares y de regulación o control de los grandes capitales. Pese a las promesas de calamidades bíblicas, los poderes Ejecutivo y Legislativo han seguido adelante sin perder la calma. Recién el viernes de la semana que comienza se cumplirá un mes de la carta en la que la Vicepresidenta CFK clarificó un panorama confuso y dejó al Presidente Alberto Fernández en mucho mejor posición para adoptar las decisiones necesarias. La administración adquirió otra dinámica, que desconcierta a la oposición y la reduce a tomar por hechos sus expresiones de deseos, que la realidad refuta. El desplazamiento del verde dólar por el verde pañuelo feminista es otra clara señal en el mismo sentido.

 

Saludo a la Militancia

PERONISMO Y ECONOMIA....75 AÑOS?

 

NO BUSQUEN MÁS AL CULPABLE

La historia y las ideas económicas de nuestra burguesía

 

Hace pocos días, Cristina Fernández de Kirchner hizo mención, en una carta muy difundida, a la fijación que tiene el empresariado nacional con apoyar gobiernos y políticas que afectan negativamente sus intereses, y concluyó que es muy complicado sostener el desarrollo de un país cuando la burguesía nacional opta sistemáticamente por políticas contrarias al crecimiento de la economía. Me animo a agregar, además, que es difícil convencer a las y los empresarios cuando los supuestos gurúes y consultores que escuchan sostienen visiones falsas de la historia económica del país, señalando al peronismo como la causa de todos sus males, a espaldas de la más básica evidencia histórica. En este artículo reviso algunas de esas evidencias empíricas, usando datos concretos para atacar la madre de todas las falsedades: la supuesta decadencia debida a “setenta años de peronismo”.

 

 


El desarrollo de un país se puede medir de varias maneras. Haremos foco aquí en el indicador económico más sintético, el nivel de PBI per cápita, a sabiendas de que se dejan fuera otras variables: desarrollo humano, nivel de salario real, tasa de inversión, etcétera. La elección del indicador se debe a que es una variable que la mayor parte de las y los economistas, de cualquier extracción, reconocerán como válida.Qué datos miraremos

El dato, a su vez, puede mirarse de dos maneras. Pueden compararse distintos períodos de la historia argentina y ver en qué momento se creció más, lo que puede generar la injusta situación de cotejar períodos históricos con potenciales distintos – comparar la depresión mundial de los años ’30 con la época dorada de los años ’60, por ejemplo. Para evitar este sesgo, el balance intertemporal puede ser complementado por una comparación con el marco internacional, es decir, contrastando el desempeño argentino en una época dada con otras economías comparables, o incluso con el promedio mundial. En este artículo usamos ambos métodos.

Las fuentes que hemos usado son: la base de datos de Angus Maddison, la referencia obligada a nivel mundial en materia de crecimiento económico comparado, y datos históricos complementarios extraídos de Dos siglos de economía argentina, compilación a cargo de Orlando Ferreres, insospechable de tener simpatías peronistas.

 

 

Qué dicen los datos

Por muy elemental que parezca, lo primero que dicen los datos es que el peronismo sólo gobernó el país durante 36 años. Pero avancemos un poco más para no perder tiempo en obviedades. El promedio de crecimiento del PBI per cápita fue, durante gobiernos peronistas, del 2,2%. Durante los gobiernos radicales o en los que el radicalismo fue parte de la coalición, incluyendo la época dorada de 1916 a 1930, la tasa media de crecimiento fue 0,8%. Pero no son los peores: en gobiernos no democráticos –incluimos aquí a la Década Infame– la tasa de crecimiento del PBI fue de 0,7%. Es decir, el peronismo sistemáticamente ha hecho crecer la economía más que cualquier otro signo político. Si la economía hubiera crecido durante los últimos 75 años al mismo ritmo que lo hizo durante los 36 años peronistas, hoy la Argentina tendría los niveles de ingresos de un país europeo como Portugal, solo ligeramente inferior al de Italia o España.

Algunos comentaristas –e increíblemente, algunos economistas– sostienen, sin embargo, que el peronismo ha tenido siempre “viento de cola”, o condiciones favorables de gobierno. Nuevamente, pasaremos por alto la descripción del contexto del año 2002, el de 1989 o la crisis mundial del petróleo en 1974, y nos referiremos solamente al análisis numérico, estableciendo ahora una comparación con países que pueden haber tenido características económicas similares en distintos momentos históricos. La lógica indicaría que, si la situación mundial favorece a una economía de determinadas peculiaridades, favorecerá entonces a economías similares. Si hay diferencias, se podrían atribuir a particularidades nacionales.

A continuación, mostramos dos cuadros. El primero compara el desempeño argentino con los países de la frontera agrícola de principios de siglo, como Australia, Nueva Zelanda o Canadá, con quienes compartía ser exportadores netos de granos. Lo que se muestra a continuación es la tasa de crecimiento del PBI per cápita en distintos períodos históricos.

 

 

 

El segundo cuadro muestra el desarrollo comparado con países de América Latina, que es otra zona de referencia. De ellos, es posible que Uruguay y Chile sean los más comparables por su desempeño.

 

 

 

¿Qué nos indican estos cuadros? En primer lugar, que hay tres períodos en los que la Argentina crece por encima de las economías comparables: 1870 a 1913, 1945 a 1975, y 1990 a 2011 o 2015. Los períodos de 1913 a 1945 y de 1975 a 1990, en cambio, muestran diferencias de desempeño negativas, en el segundo caso muy marcadas. Es decir, los períodos de decadencia económica argentina son aquellos, justamente, en los que el peronismo no gobernó. De hecho, son más bien períodos signados por gobiernos no democráticos.

Otra conclusión que se puede extraer de los datos es que no es cierto que la Argentina venga de una larga decadencia económica. La Argentina creció por encima que sus pares en la mayor parte de la historia reciente, pero tuvo dos períodos de excepción, ambos marcados por gobiernos no democráticos. Este dato se condice con otro que no se muestra en los cuadros: desde 1913 –fin de la época conservadora– hasta 2015, la Argentina creció en promedio a casi la misma tasa de crecimiento económico mundial, cercana al 1% per cápita por año.

 

 

¿Pero no éramos la sexta economía del mundo?

A las falacias se las puede ignorar, con el riesgo de que quien las difundió las termine por imponer, o se las puede revisar en detalle para exponer el engaño. La mayor parte de las y los gerentes y dueños de empresas en la Argentina las repiten incesantemente.

¿Cuál es la falacia? El viejo latiguillo de que “la Argentina fue la sexta economía del mundo y hoy con suerte es la número treinta”. Veamos.

¿En qué se basan quienes repiten esta verdad instalada? La misma base de datos de Maddison da una pista: es la que han usado autores como Juan José Llach o Sturzenegger, así que iremos a la fuente. Según esa base, la Argentina tuvo las siguientes “posiciones” en el ranking mundial del PBI per cápita: 14° en 1870, 11° en 1930 y en 1945, 27° en 1975, 48° en 1990 y 47° en 2015. Transitoriamente, durante la Segunda Guerra Mundial, en medio de la destrucción de las principales economías del mundo, ocupó el puesto 7. También transitoriamente ocupó el puesto 5 a comienzos del siglo XX.

¿Por qué decimos entonces que no es cierto que venimos cayendo desde 1945? Primera respuesta: porque estamos comparando bases de países distintos. En el año 1900, la base de Maddison cuenta con menos de 50 países medidos; en el año 2015 son cerca de 200. En todo caso, lo que se puede decir es que en 1945, la Argentina estaba en el percentil 20 de países de más altos ingresos, y que en 1975 estaba en un lugar comparable. Es decir, su lugar mundial se había mantenido. Sin duda cayó hasta 1990, y sin duda mejoró ligeramente hasta 2015.

Segunda respuesta: miremos más de cerca la muestra y vamos a entender la manipulación. De los 16 países que “pasaron” a la Argentina entre 1945 y 1975, la mitad no existían o no eran medidos en 1945: Austria, Trinidad y Tobago, Gabón, Qatar, Emiratos Árabes, Arabia Saudita, Kuwait e Israel. La mayoría eran productores de petróleo. Otros países que superaron a la Argentina entre 1945 y 1975 fueron Francia, Holanda, Bélgica y Noruega, que son economías que en 1939 ya estaban por encima de la Argentina, pero a raíz de la guerra retrocedieron: si la comparación se hace entre 1939 y 1945, los puestos perdidos no son tales. Es decir, de los 16 puestos supuestamente perdidos, 5 eran países que estaban en guerra o fueron anexados en 1945, y 7 no existían en 1945.

Resumiendo, sólo cuatro países pasaron a la Argentina por primera vez en 1975: Italia, España, Finlandia y Japón. Todos ellos, valga aclarar, estaban sufriendo el impacto de la Segunda Guerra Mundial en 1945 y tres de ellos venían creciendo más que la Argentina desde mucho antes de 1939.

En cambio, si comparamos la posición de 1990 (48° en el mundo) versus la de 1975 (27°), veremos que solo 8 de los 21 países que pasaron a la Argentina eran nuevos, y ninguno de los 13 restantes estuvo en guerra.

Si miramos de 1990 a 2015, el puesto en el ranking mejoró ligeramente, a pesar de que se incorporó una gran cantidad de nuevos países: ex repúblicas soviéticas, nuevos países petroleros, Hong Kong. De no haber existido estos nuevos países, la Argentina habría avanzado varios puestos.

¿Es verdad entonces que hemos caído sistemáticamente en el ranking mundial? La respuesta es un rotundo no. Ni la base de países es comparable, ni los cambios han sido en una única dirección. El único período que no deja dudas sobre el retraso relativo es el comprendido entre 1975 y 1990. Atribuirle ese retraso al peronismo es, como mínimo, maniqueo.

 

 

Coincidencias

Los distintos métodos de evaluación de desempeño económico enumerados más arriba arrojan algunas coincidencias muy marcadas:

  • la Argentina creció mucho más fuertemente  y recuperó posiciones internacionales durante los gobiernos peronistas que bajo cualquier otro signo político;
  • el factor singular que más explica el retraso argentino es el período comprendido entre 1975 y 1990, con la dictadura militar y sus consecuencias;
  • los gobiernos democráticos crecen más que los no surgidos del voto popular;
  • hubo un ligero retraso en el período de entreguerras;
  • el desempeño económico es similar al promedio mundial, pero dicho promedio esconde una mayoría del siglo XX y XXI creciendo por encima de la media, y una cortísima pero dramática disrupción a partir de 1975.

Está claro que las conclusiones pueden variar si se toma como base de análisis la evolución de los salarios reales o de la pobreza. Ese análisis también lo hemos hecho y por ahora solo pido al lector o lectora que me crean y esperen los próximos artículos: si bien algunas conclusiones varían –sobre todo en la década de 1990– son más las coincidencias que las diferencias. O, dicho de otro modo: cuando la economía crece, salvo pocas excepciones, todos ganan. Y cuando la pobreza disminuye y los salarios reales aumentan, la economía crece.

 

 

Conclusiones

Si hay un movimiento político que ha hecho crecer la economía argentina, ha sido el peronismo. No es cuestión de gustos políticos, sino de consistencia: solo una política económica inclusiva, socialmente sustentable y que da participación a los trabajadores y las trabajadoras puede garantizar el crecimiento económico de mediano y largo plazo. La justicia social tiene efectos económicos positivos.

Nos queda, entonces, la ardua tarea de convencer a quienes creen otra cosa. El desarrollo económico del país requiere, entre otras cosas, que las y los principales tomadores de decisiones en materia de inversión y empleo eviten basarse en supuestos errados y concepciones incorrectas de cómo funcionó históricamente nuestro país.

 

domingo, 22 de noviembre de 2020

 

RIQUEZA PRIVADA, 

POBREZA PÚBLICA

Un 70% de las grandes fortunas argentinas son activos financieros e inmuebles,

y no capital de empresas

 

Esas cuatro palabras del título usa el economista francés Thomas Piketty en su libro El capital en el siglo XXI para describir lo que ocurre entre el capital privado y la deuda pública de los estados europeos. Idéntica descripción podríamos usar en nuestro país, y en toda Latinoamérica, con la particularidad que aquí la concentración del patrimonio es superior a la de la renta.

Es muy importante diferenciar bien estos dos conceptos: el patrimonio (es decir la riqueza o fortuna) es un stock, es lo que se posee en un determinado momento del tiempo, mientras que la renta, ganancia, o más genéricamente, el ingreso, es lo que se obtiene a lo largo de un período de tiempo determinado (un flujo).

Por ejemplo, los salarios son un ingreso, al igual que los alquileres, intereses, dividendos, ganancias y otras formas de renta de la propiedad. Mientras que el dinero que se posee en efectivo (bancarizado o no, en moneda nacional o moneda extranjera), otros activos financieros (acciones, bonos, etc.), inmuebles, vehículos, joyas y obras de arte, por ejemplo, conforman la riqueza que posee una persona.

https://www.elcohetealaluna.com/riqueza-privada-pobreza-publica/

MAS ACUÑA....

 

DIGNIDAD DOCENTE

Lo que la ministra Acuña dijo en el marco de una reunión de su partido no fue secreto ni personal

Corre el mes de noviembre, empezó el calor, amanece más temprano, los días son más largos. Falta poco para que termine el ciclo lectivo en la Ciudad de Buenos Aires y lo estamos esperando. Fue un año muy intenso, en marzo tuvimos que reconfigurar nuestro trabajo docente de un viernes para un lunes. La educación está en nuestras manos, lo sabemos y asumimos la responsabilidad como siempre, como nunca.
Inventamos muchísimos recursos, aprendimos a dar clases virtuales, a hacer videos, pintamos pizarrones en casa, pusimos Internet y compramos computadoras más rápidas. Con nuestro salario asumimos los gastos de la virtualidad y de los datos de los celulares. No tuvimos apoyo del Estado de la Ciudad pero de todos modos lo hicimos. Se escribirán muchos libros de pedagogía con estas experiencias en las que somos protagonistas.
En los últimos días circuló por las redes sociales un video donde la ministra de Educación de la Ciudad, Soledad Acuña, en una animada conversación con importantes referentes de su partido, dejaba ver todas las aristas de su pensamiento, naturalizador de las desigualdades, discriminador y clasista. Sus palabras representan exactamente todo lo contrario a lo que se requiere de una profesional que elige la docencia como actividad que, en sí misma, es concebida como una gran herramienta para la igualdad y el progreso social.
Claro, la Ministra no es docente, no tuvo la posibilidad de elegir esta profesión para luchar contra la ignorancia, la pobreza, la violencia y la desigualdad. Ella ignora que dentro de un aula se construyen sueños de paz, de amor, de igualdad y de progreso.
No sabe la Ministra de relaciones de reciprocidad, de reconocimiento mutuo y de respeto por las diferencias.
No sabe la Ministra lo que es alentar a una piba o a un pibe que estudia de noche después de trabajar todo el día, cuando llega el sueño y el cansancio demasiado antes de que suene el timbre.
No sabe la ministra de esas cosas y por eso quiso cerrar escuelas. Ella cree que quienes abrazamos, sostenemos y estamos siempre somos viejos, pobres, zurdos y fracasados.
No se enteró la ministra de que fue la docencia la que se puso al hombro esta gesta educativa contra todos los obstáculos presentados por un gobierno que no entregó ni una computadora, ni un subsidio, ni una ayuda a las familias. Fue a pesar de una gestión que no cumplió con sus obligaciones salariales con los y las docentes. Siempre supimos y sentimos que la pandemia podía ponerle llaves a los edificios escolares, pero nunca clausurar una clase.
Acuña pretende ignorar que este año hubo ciclo lectivo porque quienes educamos pusimos todo para que esto ocurra. Nos capacitamos en saberes que no poseíamos (educación a distancia); utilizamos herramientas que jamás imaginamos como un lugar de encuentro,  y conocimos aplicaciones como Zoom o Meet, cuya existencia desconocíamos.
Hicimos todo eso y aún nos quedó tiempo para adoctrinar, según la ministra. Quizás sea este concepto el más falaz y antipedagógico de todo su discurso agraviante. La ministra llama adoctrinamiento a lo que las y los docentes denominamos “espíritu crítico”; no sabe que es indispensable porque toda pedagogía debe ser crítica de la realidad si pretende formar ciudadanas y ciudadanos libres.
Lo que Acuña quiere entonces es que dejemos de ser docentes para transformarnos en “entrenadores”, “adiestradores”, repetidores de la farsa mediática y sostenedores de un orden social inhumano. Quiere controlar, vigilar y castigar, construir un panóptico político que le permita interrumpir el encuentro áulico. En su pretensión más fantasiosa, intenta enfrentarnos con la comunidad.
Alienta prácticas de delación típicas de las dictaduras, con intención de dividir a la Comunidad Educativa. Pero claro, la ministra no es docente y desconoce la historia de amor que une a la comunidad con la docencia. Ella no sabe del amor, de la gratitud, de la solidaridad y el bien común que nace y crece del acto de educar.
La ministra es parte del partido del odio.
A la docencia le ha quedado un gran interrogante: ¿se puede conducir lo que se odia?  Debería pensarlo, analizarlo. Pero no, es inútil. Lo que vimos en ese video no es producto de alteración alguna, no es un recorte o un desliz. Lo que vimos y oímos conforma el núcleo central del pensamiento político del sector que ella integra.
Lo que dijo en el marco de una reunión de su partido no fue secreto ni personal.
Ese desprecio que expresa hacia los docentes lo tiene también para todo el espacio de lo público y para todo aquello que tienda a democratizar y cuestionar privilegios.
Nos sentimos agraviados como docentes. Nuestra dignidad subleva al poder que cree que puede hacer cualquier cosa y contar con nuestro silencio. Nuestro grito manso es un sonido que se le hace insoportable a quienes todo lo mercantilizan.
Nuestra postura erguida e indemne cantando el Himno, izando la Bandera  y reafirmando que las Malvinas son argentinas desubica a los dueños de casi todo. Esos que nunca serán dueños de nuestra conciencia.
Hace rato que no se habla de pedagogía en ese Ministerio, porque su titular expresa un desconocimiento absoluto de la educación. Es violenta porque la ignorancia suele serlo. No sabe nada de nosotros, ni de sacrificios, o esfuerzos, porque siempre lo tuvo todo.
Las “fracasadas” damos la mejor lección de nuestras vidas diciendo que la educación es de todos y para todas y que es un derecho que se debe garantizar.
El maltrato de la ministra sólo demuestra su impotencia por no poder doblegarnos.
Nos queda claro algo: los insultos y los agravios no son por los supuestos fracasos que nos adjudica sino por nuestros éxitos. Nos agrede por ser docentes que promovemos una comunidad en democracia, sin odios, y con plena vigencia de los derechos civiles, sociales y políticos. Una comunidad donde la educación debe ser una herramienta de transformación.

 

 

 

* Secretaria General UTE-CTERA CABA

PRESENTES AHORA Y SIEMPRE!!

 RECORDATORIOS

Los recordatorios de hoy domingo 22 de noviembre

María Isabel Gau y Alberto Berardi, Pablo Horacio Osorio, María Graciela Toncovich, Elida Aída D'Ippolito, Mirta Noemí Dithurbide, Miguel Ángel Tierno, Enrique Tomás De Simone, Roald Montes, Desaparecidos de Vesubioy 

 Puente 12

Desde hace 30 años, Página/12 publica a diario los recordatorios 
de los desaparecidos y las desaparecidas que sus familias 
y amigos acercan a nuestra redacción en cada aniversario. 
Con el mismo compromiso que hemos asumido en todos estos años, 
ahora también tienen un lugar en nuestra web.

 

 

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